Materia Métodos de Estudio Bíblico
Unidades
- 1. Personal
- 2. Reglas
- 3. Herramientas
- 4. Testamentos
- 5. Libros A.T.
- 6. Libros N.T.
- 7. Temas A.T.
- 8. Temas N.T.
- 9. Estudio
- 10. Métodos
- 11. Objeto
- 12. Pecado
- 13. Dios
- 14. Cristo
- 15. Oración
- 16. Obras
- 17. Obediencia
- 18. El Mundo
- 19. Promesas
- 20. Gozo
- 21. Amor
- 22. Inductivo
- 23. Evangelismo
- 24. Observación
- 25. Aplicación
- 26. Interpretación
- 27. Reglas
- 28. Preguntas
- 29. Elaboración
- 30. Interrogantes
Bienvenidos a nuestra escuela de capacitación global en línea para la próxima generación de líderes misioneros y de iglesias. Esta es una escuela de capacitación sin paredes, sin fronteras, sin cuotas. Una escuela que trasciende toda barrera política, religiosa, racial o de fondo social así como cualquier denominación prejuiciosa, en el nombre de Jesús.
El estudio de las Escrituras no es empresa sencilla, exige la observación de reglas redefinidas que lo faciliten a la vez sistematicen su avance paulatino.
Como vencer el miedo a testificar y como preparar tu corazón y tu mensaje. El Estilo de Vida del Evangelista – La gente vino a Jesús desde todos los sitios, y si un evangelista hiciera hoy lo que hizo Jesús, la gente se acercaría a Cristo en la misma manera.
La Biblia nos ha sido dada en dos partes, cada una de las cuales es esencial e inseparable de la otra. El Antiguo Testamento es para el Nuevo como el fundamento para un edificio.
Después de conseguir una visión de conjunto de la Biblia, y de sus dos grandes divisiones, es necesario entrar en un estudio detallado de los libros que componen los Testamentos. La Biblia, como hemos visto, no es un libro único: es una biblioteca.
Si el conocimiento de los libros del Antiguo Testamento es importante, lo es mucho más conocer a fondo los del Nuevo. Vamos ahora a considerar algunos de los libros con mayor detalle, dando unos pocos análisis como muestra de lo que se puede hacer con todos los libros.
Junto con el estudio de la Biblia por medio de libros, es también posible y necesario que nos dediquemos al estudio de temas o tópicos, que pueden ser hallados en los libros particulares, o repartidos en largas secciones de las Escrituras.
Hemos de considerar ahora el método fructífero de estudio del Nuevo Testamento por tópicos o temas; y si el Antiguo Testamento es tan útil de esta manera, mucho más se demostrará que el Nuevo Testamento sugiere e inspira a todos los que de esta manera buscan esta porción de la Palabra de Dios.
Pero la Biblia tiene que ser estudiada también con detalle. No sólo hemos de considerar el bosque; hemos de ocuparnos de árboles particulares, y continuando el símil, de las ramas, las ramitas y las hojas.
La palabra “inductivo” viene del verbo inducir, y éste del latín inducere, que es un antónimo de deducir o concluir. La inducción, nos dice el diccionario, es “un modo de razonar que consiste en sacar de los hechos particulares una conclusión general”.
Esta culminación de nuestro estudio es el uso devocional de la Biblia, es el estudio de ella como revelación de Dios al alma del hombre. En este tema del estudio devocional de la Santa Escritura hemos de notar varios puntos.
Un individuo se beneficia espiritualmente, cuando la Palabra le redarguye o convence de pecado.
Entre el Creador y la criatura ha habido constantemente una gran controversia sobre cuál de ellos ha de actuar como Dios, sobre si la sabiduría de Dios o la de los hombres deben ser la guía de sus acciones, sobre si su voluntad o la de ellos tiene supremacía.
Un individuo se beneficia de las Escrituras cuando éstas le revelan su necesidad de Cristo.
Nos beneficiamos de las Escrituras cuando nos ayudan a comprender la importancia profunda de la oración.
Nos beneficiamos de la Palabra cuando con ella aprendemos cuál es el verdadero lugar de las buenas obras.
Un hombre se beneficia de la Palabra a medida que descubre lo que Dios le exige; sus exigencias invariables, porque El no cambia.
Nos beneficiamos de la Palabra de Dios, cuando se nos abren los ojos para discernir el verdadero carácter del mundo.
Siete niveles de autoridad; la linea divina de bendición; realmente ¿qué significa someterse? El Amor – Encontrando de donde viene el amor y como puedes amar a toda la gente que Dios dice que tienes que amar, incluyendote a ti mismo.
Nos beneficiamos de la Escritura cuando nos damos cuenta de que el gozo es un deber.
Nos beneficiamos de la Palabra, cuando percibimos la gran importancia del amor cristiano.
Donde el ayuno es apropiado en la vida cristiana; hay un tipo de ayuno que especialmente agrada a Dios, pero no tiene que ver con comida. Los Trabajadores de la Última Hora – Aunque Dios da una promesa generosa a los trabajadores en su viñadar es triste ver como algunos aún prefieren actuar como pobres.
El encuentro bíblico de evangelización (EBE) consiste en uno o más cristianos consagrados que estudian pasajes del Evangelio junto con un número igual o mayor de amigos no creyentes, guiándolos a considerar la Persona de Jesucristo con el objeto de que lleguen a confiar en él como Salvador y Señor.
El estudio bíblico es fácil, pero esquivo si uno no persiste. Sin embargo, hay instrumentos que ayudan al estudiante a profundizar en la Escrituras y aumentar su comprensión. El uso provechoso de los mismos se adquiere sólo con la práctica.
La aplicación es la respuesta personal a la verdad descubierta. La respuesta puede ser una acción práctica, como pedir perdón a alguien. O puede ser la adoración personal, espontánea. La aplicación es el fin último del estudio bíblico; oír a Dios hablándonos en forma que cambie nuestra vida.
La hermenéutica, la ciencia de interpretación y explicación de un texto especialmente de acuerdo con las leyes definidas de la exégesis, puede parecer un estudio difícil. Pero en todo estudio de la Biblia es imperativo conocer al menos sus principios básicos.
El grupo no es una reunión para compartir opiniones basadas en presuposiciones teológicas previamente desarrolladas; tampoco la opinión de un pastor o autor favorito, ni siquiera la opinión de un respetable comentario. El objetivo del grupo es descubrir lo que dice la Biblia.
Después de una observación completa, la segunda etapa del estudio viene naturalmente y sin peligro de superficialidad. El propósito de interpretar es descubrir el significado del pasaje para los que fue escrito y revivir la situación.
“¿Cuál es el método más sencillo, práctico y, sobretodo, eficaz para realizar un estudio bíblico?” Esta es una de las preguntas que recibo con mayor frecuencia en el volumen que recibo diariamente de correspondencia.
Como todo proceso, la elaboración de un Estudio Bíblico Detallado tiene unos pasos.
Contenido
1. Personal
NUESTRO ESTUDIO BÍBLICO PERSONAL: COMO HACERLO MAS FRUCTIFERO
Por James D. Crane
El 2 de diciembre de 1947, en un pequeño poblado llamado El Limoncito, Estado de Jalisco (México) falleció un humilde creyente indígena llamado “el hermano Silverio”. Dos meses antes, durante las reuniones anuales de la Asociación Bautista de la región, había testificado de su fe en el Señor mediante el bautismo. Al regresar a casa cayó enfermo, y a pesar de la gravedad de su caso, fue hecho objeto de una dura persecución. Las autoridades agrarias del lugar fueron a verlo con la amenaza de que si no dejaba su nueva religión le cancelarían su derecho a la parcela de tierra que sembraba. En presencia de la comitiva y de sus propios hijos el hermano Silverio pidió a su esposa que le trajera la Biblia. Con el sagrado libro en la mano le dijo: “Aquí está tu parcela, tu herencia y la de mis hijos. A nadie se la entregues. Léela mucho.” Y con voz entrecortada pidió que cantaran su himno favorito. Les acompañó en cuatro palabras solamente y luego entregó su espíritu en la más dulce quietud.
Semejante aprecio por la Biblia, aunque no sea expresado siempre en forma tan dramática, es el sentimiento común de los hijos de Dios. Sabemos que “toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto (apto, capaz), enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16, 17). Y en ocasiones hasta compartimos el sentir del Salmista y decimos: “¡Cuan dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca” (Salmo 119:103).
Pero si somos honrados, tenemos que confesar que hay ocasiones también cuando leemos las Escrituras más bien por un sentido de deber que por el espontáneo deseo de hacerlo. Y aunque sabemos que nuestras lecturas bíblicas debieran traernos bendición, a veces cerramos el Libro con cierto sentido de decepción. Estamos convencidos de que “esto no debe ser así”, pero ¿cómo podemos lograr que nuestro estudio bíblico personal sea siempre fructífero?
En las páginas que siguen nos proponemos contestar esta pregunta. Nos basaremos tanto en la experiencia propia como en el testimonio de otros hermanos que han luchado con el problema, sintetizando todo lo que tenemos que decir en cinco sugerencias prácticas.
I. LEA LA BIBLIA EN BUSCA DE ALIMENTO ESPIRITUAL
Para algunos hermanos parece que el Libro de Dios es una simple sarta de curiosidades. Se deleitan en hacer alarde de sus “conocimientos bíblicos”, pero éstos resultan ser de escaso provecho espiritual. Consisten en el aprendizaje de los detalles mecánicos de la Escritura y en una familiaridad amplia con sus datos curiosos. Por supuesto, debemos conocer los nombres de los sesenta y seis libros de la Biblia y saber el orden en que aparecen. Vale la pena saber que Marcos no era uno de los doce apóstoles y que Dan y Beerseba no fueron marido y mujer. Además, es interesante saber que el capítulo más largo de la Biblia es el Salmo 119 y que el más breve es el Salmo 117. Pero puede uno saber todo estoy mucho más de semejante índole sin que su vida diaria dé evidencia de una íntima comunión con Cristo.
Para otros, parece que la Biblia es más bien un almacén de parque. La leen al través de gruesos lentes de polemista, buscando siempre algo con qué combatir las opiniones ajenas. No cabe duda de que la polémica tiene su lugar y que cada creyente debe saber defenderse de los estragos del error. No obstante esto, el propósito principal con que damos lectura a la Palabra de Dios debe ser el de buscar pan y no piedras.
Ahora bien, si vamos a obtener de la Biblia nuestro alimento espiritual, tendremos que leerla con regularidad. He oído decir que un perro puede sobrevivir sin comida por 20 días, una tortuga por 500 días y cierta especie de pez por 1000 días. ¡Pero no debemos aspirar a ser cristianos tipo perro, tortuga o pez! Más bien debemos recordar la práctica de Israel de recoger el maná cada día (Éxodo, capítulo 16) y arreglar nuestro horario de tal manera que podamos seguir su ejemplo.
“Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti, y esperaré” (Salmo 5:3). Sin duda la mañana es el mejor tiempo para nuestra cita diaria con Dios porque entonces nuestra mente está más despejada. El lugar debe ser el sitio más tranquilo de que podamos disponer. Pero sea dónde y cuándo sea, lo importante es que se establezca el hábito de tomar tiempo cada día para leer la Biblia y orar.
Pero es posible leer la Biblia con regularidad y todavía no obtener mucho alimento espiritual. La mayoría de nosotros somos algo perezosos, y si no tomamos medidas adecuadas, nuestra lectura tiende a degenerar en una simple rutina. El remedio está en la práctica de leer con propósito, acercándonos a la porción escogida en busca de información específica. En seguida se enumeran diez preguntas que debemos hacernos cada vez que leemos un pasaje bíblico:
1. ¿Cuál es el tema general de este pasaje?
2. ¿Cuál es la lección principal que el pasaje enseña?
3. ¿Cuál es, para mí, el versículo más inspirador en este pasaje?
4. ¿Qué enseña este pasaje acerca de Dios?
5. ¿Encuentro en el pasaje algún ejemplo que debo seguir?
6. ¿Señala el pasaje algún pecado que yo debo confesar?
7. ¿Hallo en este pasaje algún error que debo evitar?
8. ¿Presenta el pasaje algún deber que necesito cumplir?
9. ¿Contiene el pasaje alguna promesa que debo reclamar?
10. ¿Consigna el pasaje alguna oración que debo hacer mía?
No quiero decir que en todo pasaje bíblico que leamos habremos de encontrar una respuesta para cada una de estas diez preguntas. Pero el hecho de estar pendientes de hallar algo relacionado con todas ellas nos ayuda a mantenernos más alertas.
Además, esta manera de leer tiene la grandísima ventaja de que nos obliga a descubrir en la Biblia un mensaje personal. No podemos leer así sin darnos cuenta de que Dios está hablando a nuestro propio corazón. Y esto nos mueve a obedecer, pues Cristo ha dicho: “Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis” (Juan 13:17). Y cuando obedecemos, recibimos mayores manifestaciones de la gracia de Dios, porque en otro lugar el Señor declaró que “el que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él” (Juan 14:21).
II. MARQUE SU BIBLIA
Es una reverencia mal entendida la que no le permita hacer anotaciones en los márgenes de las páginas de su Biblia o subrayar pasajes que para usted son de importancia especial.
En mi propia Biblia tengo subrayado el Salmo 112:7 y al margen esta breve anotación: “16-X-68 Castellón”. Esto basta para recordarme cómo Dios usó este pasaje la noche del 16 de octubre de 1968 para traerme una bendición especial. Estando en España, había recibido ese día una carta que contenía una noticia por demás alarmante. Se trataba de un grave peligro que se cernía sobre una de nuestras instituciones bautistas mexicanas. Todo el día había estado preocupado, y en mis momentos disponibles había orado mucho sobre el problema. Esa noche tenía que predicar en la Iglesia Bautista de Castellón de la Plana. Estando ya sentado detrás del pulpito, escuchaba al pastor leer el Salmo 112. El tema de este Salmo es la bienaventuranza del hombre que teme a Dios. Lo había leído muchas veces, pero esa noche cuando llegamos al versículo siete, Dios me habló en una forma muy personal. Me dio el mensaje que justamente necesitaba, haciéndome comprender que el hombre que teme a Dios “no tendrá temor de malas noticias; su corazón está firme, confiado en Jehová”. La carga se me quitó, y en su lugar reinó la paz. Y hasta el día de hoy aquel peligro no se ha traducido en realidad. ¡Qué gratos recuerdos me trae esta anotación marginal en mi Biblia!
Por medio de anotaciones marginales puede uno conservar también los frutos de su estudio sobre expresiones claves de la Escritura. Por ejemplo, en Lucas 11:20 Jesús dice: “Mas si por el dedo de Dios echo yo fuera los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros.” En mi Biblia tengo subrayadas las palabras “el dedo de Dios” y al margen la anotación de cuatro citas: Mateo 12:28; Salmo 8:3; Éxodo 31:18 y Éxodo 8:19. Estas anotaciones bastan para traer a mi memoria el fruto de un estudio interesante hecho hace varios años sobre la expresión “el dedo de Dios”.
Mateo 12:28 es un pasaje paralelo con Lucas 11:20. Allí las palabras de Cristo son: “Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios.” Comparando los dos pasajes, queda claro que la expresión “el dedo de Dios” es el equivalente de “el Espíritu de Dios”.
Pasando luego a las otras tres citas consignadas en la anotación marginal, vemos que en cada una de ellas aparece la expresión “el dedo de Dios”.
“Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre . . .” (Salmo 8:3).
“Y dio a Moisés, cuando acabó de hablar con él en el monte Sinaí, dos tablas del testimonio, tablas de piedra escritas con el dedo de Dios” (Éxodo 31:18).
“Entonces los hechiceros dijeron a Faraón: Dedo de Dios es éste. Mas el corazón de Faraón se endureció, y no los escuchó, como Jehová lo había dicho” (Éxodo 8:19).
En estos tres pasajes “el dedo de Dios” es relacionado, respectivamente, con la creación del mundo, con la entrega de la ley de Dios y con la redención de Israel de la esclavitud egipcia. Entonces, si “el dedo de Dios” es una expresión bíblica equivalente a “el Espíritu de Dios”, tenemos aquí una referencia a la participación del Espíritu Santo en tres grandes obras divinas: la creación, la revelación y la redención. ¡Y todo esto es recordado mediante una breve anotación marginal!
Además de hacer anotaciones marginales, otra manera provechosa de marcar la Biblia es mediante el uso de lápices de distintos colores. Se le asigna a cada color un tema, y cuando se encuentra un pasaje que habla de este tema, se le subraya con el color correspondiente. Durante varios años el que esto escribe ha seguido tal costumbre con provecho positivo.
El interés y la necesidad personales dictarán el significado que uno asigne a los colores. Simplemente por vía de ilustración les indicaré mi propio plan. Uso lápices de siete colores, relacionando cada color con un tema como sigue: (1) rojo – la sangre; (2) azul – la oración; (3) amarillo – el Espíritu Santo; (4) anaranjado – la iglesia; (5) verde – el Reino de Dios; (6) castaño – el pecado y sus consecuencias; y (7) violeta – los advenimientos de Cristo: las profecías tanto de su primera como de su segunda venida en el Antiguo Testamento y las promesas de su segunda venida en el Nuevo.
Este sistema de subrayar pasajes con lápices de color aporta un beneficio doble. En primer lugar, el hecho de estar siempre pendiente de encontrar pasajes que traten los siete temas aguza la atención y hace que uno se fije más en lo que está leyendo. En segundo lugar, después de que uno ha subrayado un pasaje con un color determinado, es mucho más fácil volverlo a localizar cuando lo necesite con urgencia.
Antes de abandonar este punto, cabe una palabra de orientación práctica. Las anotaciones marginales deberán hacerse o con un bolígrafo de punta fina o con una pluma especial para tinta china. Las tintas ordinarias se extienden y echan a perder el papel, por fino que éste sea. Si desean subrayar con colores, es necesario usar lápices que no sean tan duros que rompan el papel o tan suaves que pronto pierdan su punta.
III. APRENDA DE MEMORIA PASAJES SELECTOS
Esto no es tan difícil como algunas personas se lo imaginan. La mente humana tiene una maravillosa capacidad para la retención siempre y cuando se siga un procedimiento adecuado para aprender.
Póngase la tarea de aprender cuando menos un nuevo texto cada semana. Para principiar, escoja un texto relativamente breve. Habiendo escogido el texto, divídalo en sus partes naturales (éstas son indicadas por los signos de puntuación) y vaya por partes. Lea la primera parte del texto varias veces, procurando repetirlo de memoria después de cada lectura. Siga haciendo esto hasta que logre repetir esta parte del texto completamente en forma correcta. Pase luego a la parte siguiente, leyéndola y repitiéndola hasta aprenderla bien. Luego repita las dos partes juntas antes de proceder al aprendizaje de lo que reste. Siga este procedimiento hasta poder repetir al pie de la letra el texto entero, juntamente con su respectiva referencia. Cuando lo pueda repetir todo, entonces escríbalo para fijarlo todavía mejor en la mente. A la siguiente semana, antes de iniciar el aprendizaje de un texto nuevo, repase bien el texto que ya tiene aprendido y luego proceda con el nuevo como lo hizo con el primero. A la tercera semana, repase los dos textos ya aprendidos antes de empezar con el siguiente. De esta manera, en un año se habrá aprendido un mínimo de cincuenta y dos pasajes selectos de la Biblia.
El 25 de noviembre de 1966 apareció en la revista Christianity Today el testimonio de un pastor norteamericano respecto a un beneficio sorprendente que él había recibido de su disciplina personal en el aprendizaje de porciones extensas de la Escritura. Oigamos su relato.
“Una noche, hace pocos años, regresé solo a casa después de mis vacaciones de verano. Mi esposa e hijos se habían quedado atrás para disfrutar de unos días adicionales de descanso. Al entrar en la casa quise prender la luz, pero no había corriente. Busqué fósforos y encendí una vela. Ya estaba listo para llamar a la compañía de luz para reclamar la falta de servicio cuando observé que la tapicería de la silla en que estaba sentado estaba acuchillada. Sobresaltado, miré hacia una ventana y vi que las cortinas estaban hechas trizas.
“Vela en mano, me fui de cuarto en cuarto. La situación iba de mal en peor. Absolutamente todo había sido acuchillado. Grandes tajadas habían sido cortadas en los muebles. La ropa colgaba de sus ganchos, pero estaba en tiras nada más. Los colchones tenían profundas cortaduras en forma de cruz. No había cosa que hubiera quedado ilesa.
“Llamé a la policía. Los detectives tardaron como una hora para revisar los daños y me dijeron que se trataba sin duda de una pandilla de vándalos juveniles. El agente de seguros me avisó que lamentablemente mi póliza no contenía ninguna cláusula que me protegiera de las pérdidas sufridas.
“Ya solo, me subí a la recámara. Al acostarme sentí el filo cortante del colchón donde había sido acuchillado en forma de cruz. Mis nervios estaban por estallar. Entonces cerré los ojos, y pronunciando paulatinamente cada palabra, empecé a repetir de memoria los pasajes bíblicos que sabía: el Salmo 1, el Salmo 23, 1 Corintios 13, Juan 14, el Salmo 46, el Salmo 90, el Salmo 91, Apocalipsis 1, el Salmo 122. Tuve que repetir mi repertorio dos veces, quizás tres. Pero entonces me dormí profundamente hasta el alba.”
La repetición pausada de pasajes bíblicos que sabemos de memoria no sólo puede curar nuestro insomnio, sino —como lo comprobó el mismo Señor Jesús (Mat. 4:4, 7, 10) nos proporciona las armas con que derrotar a Satanás en la hora de la tentación. Pero tal vez el beneficio más importante de todos es que nos ayuda a meditar. Y esto nos trae a nuestra siguiente consideración.
IV. MEDITE LO QUE LEE
La meditación ha sido llamada “digestión espiritual”. Es el proceso mediante el cual el significado de nuestras lecturas (o de nuestra observación) es asimilado y convertido en fibra moral y espiritual. Algunos pasajes que inculcan este deber, que señalan las esferas de su operación y que ensalzan sus beneficios son: Josué 1:8; Salmo 1:2, 3; 19:14; 104:34; 145:5; Hageo 1:5, 7; Lucas 2:19.
En relación con esto, parece que nuestro principal problema es que no sabemos meditar. Vivimos vidas tan agitadas que nos es sumamente difícil disfrutar de la calma necesaria para reflexionar. Hemos llegado a pensar que la meditación es un lujo en vez de un artículo de primera necesidad.
Pero hay cuando menos dos cosas que podemos hacer para remediar esta situación. La primera es aprovechar los paréntesis que se abren en nuestra rutina diaria para repasar detenidamente los pasajes bíblicos que nos hemos aprendido de memoria. Tales paréntesis son los momentos que pasamos en los transportes urbanos, los ratos que nos hace esperar el amigo con quien tenemos una cita, el tiempo que gastamos haciendo cola para pagar una cuenta o para cobrar un documento, o aun los instantes que nos hace demorar el cambio de luces de un semáforo. Demos gracias a Dios por estos paréntesis (1 Tes. 5:18; Ef. 5:20) y gocémonos en el refrigerio espiritual que nos pueden proporcionar —si es que los aprovechamos de la manera indicada.
Aún más importante, sin embargo, sería que aprendiéramos a combinar la meditación con nuestro estudio diario de la Palabra de Dios. Esto limitaría la extensión del pasaje que podríamos estudiar, pero nos permitiría profundizar mucho más en su significado. Como ejemplo tomemos a Marcos 2:1-12, la historia del paralítico sanado por Jesús. Después de leer cada unidad de pensamiento, detengámonos para meditar. El resultado podría ser como sigue.
Primera unidad de pensamiento: “Entró Jesús otra vez en Capernaum después de algunos días; y se oyó que estaba en casa.”
Meditación: Señor, cuando llegaste a aquella casa la gente se dio cuenta de que estabas allí. ¿Se darán cuenta de que estás aquí en esta casa donde vivimos mi familia y yo? Perdónanos la debilidad de nuestro testimonio. Date a conocer, Señor, por medio de nuestro hogar.
Segunda unidad de pensamiento: “E inmediatamente se juntaron muchos, de manera que ya no cabían ni aun a la puerta; y les predicaba la palabra.”
Meditación: ¡Qué atrayente es la presencia de Jesús! Señor, manifiesta tu presencia en nuestra iglesia para que las bancas no sigan tan vacías. Y da a nuestro pastor un verdadero mensaje de tu Palabra para satisfacer las necesidades de los que asistan. Tercera unidad de pensamiento: “entonces vinieron a él unos trayendo un paralítico, que era cargado por cuatro.”
Meditación: ¡Qué ejemplo tan inspirador el de aquellos cuatro hombres! Se compadecieron de la condición de su amigo paralizado y combinaron sus fuerzas para llevarlo a Jesús. ¡Oh, Espíritu Divino que moras en mi corazón, concédeme una porción más grande del amor de Dios para que yo también me compadezca de los perdidos que me rodean! Te doy gracias por mis hermanos que ya sienten esta compasión, y te prometo unirme con ellos en un esfuerzo común por llevar estas almas a Jesús. Cuarta unidad de pensamiento: “Y como no podían acercarse a él a causa de la multitud, descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico.” Meditación: ¡Qué persistencia tan admirable! Señor, perdóname las veces que me he desanimado a causa de los impedimentos con que he tropezado. Dame esta misma persistencia para que sea firme y constante, creciendo siempre en la obra tuya. Quinta unidad de pensamiento: “Al ver Jesús la fe de ellos. . .”
Meditación: Señor, como viste la fe de aquellos cinco hombres, ves también la mía. Sabes que a veces vacila.
Como el padre del muchacho endemoniado tengo que orar: “Creo, Señor, ayuda mi incredulidad.” Sexta unidad de pensamiento: “Dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados.” Meditación: La necesidad física del paralítico era patente para todos, pero para Cristo era aún más patente su necesidad espiritual. ¡Más que la salud de su cuerpo le hacía falta el perdón de sus pecados! ¡Oh, Cristo, ayúdame a tener siempre presente que la necesidad más grande de las personas con quienes yo tengo que tratar es precisamente ésta: el perdón de sus pecados!
Séptima unidad de pensamiento: “Estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales cavilaban en sus corazones: ¿Por qué habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?” Meditación: ¡Pobres escribas! Cegados por sus prejuicios, no podían comprender que estaban en la presencia de Dios hecho Hombre. Padre amoroso, líbrame de los prejuicios. No permitas que mis ideas preconcebidas me cieguen a la verdad. Dame siempre un corazón abierto para ti.
Octava unidad de pensamiento: “Y conociendo luego Jesús en su espíritu que cavilaban de esta manera dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por qué caviláis así en vuestros corazones?”
Meditación: Te alabo, Cristo, por tu perfecto conocimiento del corazón humano. Yo no me conozco a mí mismo, pero tú me conoces todo. Por tanto, me llego a ti para orar como el Salmista: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno.”
Novena unidad de pensamiento: “¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu lecho y anda?” Meditación: Claro está que lo más fácil era lo primero, porque esto estaba en la esfera de lo invisible, mientras que lo segundo estaba en la esfera de lo observable.
Décima unidad de pensamiento: “Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados. . .”
Meditación: Aquí Cristo indica que quería que supieran que él tenía potestad (autoridad) en la tierra de perdonar pecados. Y puesto que sólo Dios puede perdonar pecados, esto significa que Cristo quería que supieran que él es Dios. ¡Oh Cristo, tú sí eres mi Dios y mi Señor!
Undécima unidad de pensamiento: “(Dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. Entonces él se levantó en seguida, y tomando su lecho, salió delante de todos.”
Meditación: Cristo demostró que tenía autoridad para perdonar pecados por el milagro de sanar al paralítico. En otras palabras, la evidencia de la realidad del perdón era un cambio visible obrado en la vida del hombre perdonado. Así es siempre. ¡El hombre perdonado es un hombre visiblemente cambiado! Duodécima unidad de pensamiento: “De manera que todos se asombraron, y glorificaron a Dios, diciendo: Nunca hemos visto tal cosa.”
Meditación: Yo también te glorifico, oh Dios, por las vidas cambiadas que he visto —pruebas irrefutables de tu amor y gran poder. Y te pido que nos dejes ver más de esta gloria tuya. Concédenos un movimiento evangelístico que cambie multitudes de vidas, para que una vez más la gente se asombre y te reconozca como el Dios viviente y único Salvador.
En el ejemplo dado arriba se observa que cada unidad de pensamiento es analizada. Luego, con la excepción de la novena unidad, el análisis conduce a una aplicación práctica. En la mayoría de los casos la aplicación se hace a la vida personal del lector. En un caso, sin embargo (la segunda unidad), la aplicación es para la congregación de la cual el lector es miembro. Y en las últimas dos unidades la aplicación es general, para todo el pueblo de Dios.
Las aplicaciones generalmente se expresan en forma de oraciones, y en éstas Dios es invocado a veces como Padre, a veces como Hijo y otras como Espíritu Santo. Además, las plegarias contienen todos los elementos de la oración cristiana: alabanza, acción de gracias, confesión, intercesión y petición.
No quiero dejar la impresión de que es necesario que uno siempre formule sus meditaciones por escrito. Por regla general no habrá tiempo para tanto. La idea es más bien la de insistir en el cultivo habitual de la práctica de analizar lo que leemos en la Biblia y de aplicar las verdades así descubiertas a nuestra propia vida por medio de la oración. Si así lo hacemos, no tardaremos en compartir la experiencia del profeta Jeremías: “Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón” (Jer. 15:16).
V. ESTUDÍE LA BIBLIA DE ACUERDO A UN PLAN
Las cosas hechas a trochemoche no suelen salir muy bien. Aunque de vez en cuando escuchamos el testimonio de algún hermano que asegura haber encontrado el preciso mensaje que necesitaba por el sencillo procedimiento de abrir la Biblia al azar y leer lo primero que captó su atención, tenemos que insistir en que tales experiencias son poco comunes. Ocasionalmente encontramos una moneda tirada en la calle. Pero ninguno de nosotros se atrevería a sufragar los gastos de su casa sobre la base de lo que pudiera así hallar. Preferimos buscar un empleo que tenga un plan definido de pagos.
2. Reglas
MÉTODOS DE ESTUDIO BÍBLICO
Es la Biblia uno de los libros traducidos a mayor número de idiomas; ha servido de inspiración para la creación de cuadros, esculturas, composiciones musicales, poemas, artículos, dramas, más que cualquier otro libro. Ha sido el tema central cátedras, sermones, discursos, comentarios, investigaciones, estudios que todos los demás libros escritos.
A través de los siglos éste ha sido el libro sometido al más meticuloso escrutinio, al más severo estudio y a la más despiadada crítica, sin embargo ha logrado permanecer indemne a través de todo, o sea, perfecto sin error, La Biblia es el libro más antiguo, pero a la vez el más vigente, el más profundo, pero a la vez el más sencillo, el más general en su aplicación, pero el más personal, el más increíble, pero el más lógico, el más divino, pero el más humano, el más completo, pero el más claro. Su contenido es el más pesimista, pero a la vez el más optimista, sus acusaciones son las más severas, pero sus ofertas las más amables, sus descripciones son las más crudas, pero sus palabras las más tiernas, sus juicios los más espantosos, pero sus promesas las más inspiradoras.
El objetivo de este libro es simple, pero necesario: consiste en dirigir la atención de nuevo al valor e importancia del estudio de la Biblia en sí, a diferencia del estudio de libros sobre la Biblia y con todo, conocer muy poco el contenido de la Biblia. Estos capítulos han sido planeados para sugerir métodos con qué dominar la materia de la Palabra de Dios, sus hechos y doctrinas. Se podrían sugerir muchos libros que hablan de la Biblia, libros de gran valor, pero esto sólo habría servido para distraer la atención del simple objetivo de este libro, que es el estudio de primera mano de la Escritura.
Se espera que los obreros cristianos de nuestras iglesias puedan hallar en él sugerencias para un conocimiento más pleno de su manual de servicio, y para un uso más eficiente de su arma de combate simplemente, la Biblia, Y si hay en el librito algo que pueda ayudar a los estudiantes de teología y a los que han empezado recién su ministerio, el propósito de escribirlo habrá dado su fruto. No puede haber duda que el ministerio más poderoso y fructífero siempre será el del mismo que, como Apolo, es “poderoso en las Escrituras”.
No hay el intento de dar un plan completo de los libros de la Biblia como se puede comprender. Hay otros métodos de estudio bíblico además de los mencionados aquí, y aun estos pueden ser desarrollados en direcciones adicionales. Todo lo que se espera es que sean hallados valiosos como fuente de sugerencias, que sean un incentivo para estudio ulterior.
Estas y muchas son las razones por las cuales debemos estudiar la Biblia.
¿POR QUÉ ESTUDIAR LA PALABRA DE DIOS?
PORQUE NOS REVELA LA VOLUNTAD DE DIOS.
La Biblia es digna de nuestro estudio y reflexión, debido a que ha probado ser la mejor guía del hombre para discernir la voluntad de Dios para su vida. La Biblia contiene un extraordinario mensaje directo y claro de parte de Dios para cada individuo.
La Biblia es una guía inmejorable en relación con el futuro. Es posible discernir la voluntad de Dios para nuestro presente, si estudiamos detenidamente sus planes futuros, los actos de Dios en la Historia no son Desordenados o irregulares, siguen el patrón definido de un plan trazado de antemano el cual se va cumpliendo al pie de la letra con el paso de los siglos.
Las orientaciones de la Escritura sobre el futuro son claras, y a la luz de ellas, el cristiano puede y debe discernir la voluntad de Dios para su vida hoy. Pero la utilidad de las Escrituras sería limitada en verdad, si estas hablaran solamente sobre el pasado y el futuro, sus enseñanzas y mensaje poseen extraordinaria vigencia también para el día de hoy.
En 2 Timoteo 3:16-17 nos dice. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.
POR QUE CONTIENE EL PLAN DE SALVACION.
No existe estudio de mayor valor de importancia, ni podemos dedicarnos a una consideración de mayor urgencia y necesidad, que la reflexión sobre la salvación de nuestra alma.
Pablo recordó a Timoteo, que las Sagradas Escrituras, te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús.
Guía al ser humano a la salvación de su alma proveyendo un plan claro, sencillo y comprensible a través del cual pueda ser salvo.
La comprensión del plan Divino de salvación, tal y como lo encontramos en la Biblia, es también de suprema importancia considerando lamentable desorientación que existe en relación con este importante asunto. Cada individuo parece poseer una propia teoría sobre la salvación. Cristo tuvo que luchar en contra de este mismo problema ya que los religiosos de su tiempo torcían el significado de las Escrituras. A ellos Cristo desafío diciendo: Juan 5:39.
Así, la Biblia es el único libro que exige imprescindiblemente un conocimiento personal de su autor, Cristo Jesús antes que rinda los tesoros de su contenido y los misterios encerrados en sus páginas. La forma de establecer esa relación personal y directa con Cristo es lo que se ha llamado el plan de salvación y consiste en los siguientes pasos.
REGLAS GENERALES PARA ESTUDIO DE LA BIBLIA
El estudio de las Escrituras no es empresa sencilla, exige la observación de reglas redefinidas que lo faciliten a la vez sistematicen su avance paulatino.
Estudiar las Escrituras significa, pues, observar ciertas reglas indispensables que vayan facilitando la adquisición de conocimientos. El no hacerlo resultará inevitablemente en confusión y fracaso final.
A continuación mostraremos como le hemos hecho al principio de este estudio, el bosquejo de las reglas generales para el estudio de la Biblia.
ENTENDER EL PROPÓSITO.
Su propósito predominante es presentar el camino de redención por la instrumentalidad de Jesucristo, el Hijo de Dios. El es el tema central de las Escrituras. Sobre él gira y de él depende el plan que Dios diseño para la humanidad.
DECIDIR EL PROPÓSITO DEL ESTUDIO.
Algunas personas pretenden estudiar la Biblia abriendo sus páginas al azar, otras leen porciones salteadas y aún otros más buscan versículos sobre algún tema que les interesa y los interpretan fuera de su contexto. Cualquiera de estas prácticas, no solo es incorrecta e indebida, sino peligrosa.
Nadie debe emprender el estudio de las Escrituras sin antes haber establecido explícitamente la meta que persigue, esta puede ser el obtener alguna información como los cristianos en Berea, quienes de acuerdo con Hechos 17:11, escudriñaban las Escrituras todos los días, con el fin de verificar el mensaje de Pablo y si las habían predicado, o quizás sea adquirir ayuda en contra de las tentaciones, el salmista declara que guardaba la Palabra de Dios en su Corazón, para no pecar contra él. Salmo 119:11, también puede estudiar la Biblia en busca de orientación Salmo 119:105.
En una palabra, antes de lanzarnos al estudio de las Escrituras es necesario establecer la meta que perseguimos, pues de eso dependerá el método que se empleo para su estudio.
CONOCER EL CONTENIDO DEL LIBRO.
Es estratégico que antes de adentrarnos en los detalles de sus mensajes, conozcamos primero la Biblia por lo que toca a su estructura interna, y las formas literarias de su contenido.
Por ejemplo, será de gran utilidad percatarnos desde un principio, que los 66 libros de que está compuesta la Biblia, se encuentran divididos en dos grandes secciones, llamadas el Antiguo Testamento y Nuevo Testamento, el primero de éstos comprende a su vez cuatro grandes secciones. El Pentateuco, los libros históricos, los poéticos y los proféticos, mientras que en el Nuevo Testamento, comprende cinco secciones tituladas: Los evangelios, el libro de los hechos de los apóstoles, las epístolas Paulinas, epístolas generales y Apocalipsis.
La estructura interna de los libros de la Biblia, se parece en parte a la de cualquier otro libro, en el sentido de que el texto se halla formado por capítulos divididos estos, en párrafos, los cuales están divididos en versículos, y éstos a su vez contienen oraciones, frases y finalmente palabras, por lo que toca a la forma literaria de su contenido, cada libro posee un estilo propio.
Algunos sirven la forma poética (Salmos, Cantares), otros presentan el mensaje de Dios bajo la forma de discursos (los Profetas), encontramos fascinantes narraciones, (Los Evangelios) interesantes cartas personales. (Filemón y Tito), extensas misivas a grupos cristianos (Las Epístolas Generales), tratados doctrinales (Romanos), documentos históricos (Samuel, Reyes, etc.), y hasta un extraordinario drama (Job) estas y más razones hacen que tengamos un previo estudio de la Biblia en cuanto su contenido.
ACTITUDES EN EL ESTUDIO
DETERMINACIÓN.
El que emprende el estudio como un simple pasatiempo, no tendrá ni la mitad de posibilidades de triunfar en la vida tanto como aquel que lo inicia bajo un sentido de profunda necesidad. El convencimiento interior de nuestra urgente necesidad personal, indiscutiblemente producirá una férrea determinación de leer y estudiar las Sagradas Escrituras, a cualquier costo.
De poco sirve alentar un entusiasmo pasajero, si ante la más pequeña de las dificultades flaqueamos y claudicamos en nuestro propósito inicial.
REVERENCIA.
El que a él le haya placido comunicarnos la verdad de su ser, y la grandeza de sus planes, por medio de la página impresa, nos debe llenar de un sentimiento de gratitud y reverencia, además su título radica el contenido “Esta es la Santa Biblia” y lo que es Santo debe manejarse con temor y temblor.
No sólo es la Biblia digna de nuestra reverencia, por lo que ella es en sí, y por el autor de sus palabras, sino también por el maestro que nos ha sido dado para enseñárnosla: El Espíritu Santo.
AMOR.
Algunos profesan amar la Biblia, pero en la realidad lo que andan son los libros que hablan sobre ella. El estudiar la Biblia únicamente con el fin de criticarla, bajo un sentido de mera obligación o por simple curiosidad, no producirá ningún provecho.
Amor por la Biblia, significa que late en nosotros la vida eterna y sentir la necesidad imperiosa de alimentar nuestra alma a través de la Palabra de Dios que nutre y fortalece.
Amar la Biblia quiere decir mucho más que simplemente llevarla bajo el brazo a la iglesia, o tenerla en un lugar prominente en el estudio en el hogar tener la actitud que tenía Job 12 ó David: Salmo 19:10 ó Como el Profeta Jeremías 15:16.
DILIGENCIA.
En el caso del estudio bíblico, la palabra estudio es pues sinónimo de diligencia, ya que nadie podrá estudiar, la Biblia sino se aplica a esa tarea con diligencia y sentido de responsabilidad.
RECEPTIVIDAD.
Esto significa poseer un corazón abierto y respetuoso a lo que es el Espíritu Santo, quiera enseñarnos por medio de la Palabra de Dios, con frecuencia Cristo acostumbraba a decir a sus discípulos y a las multitudes “El que tiene oído para oír, oiga”, Mateo 11:15, con esto el Señor acentuaba lo importante que es no sólo oír, sino recibir, o en caso del estudio bíblico, no solo leer, sino captar y retener.
PERSPICACIA.
Esta es una actitud que con frecuencia se pasa por alto, pero que cultivándola puede rendirnos grandes ganancias, ¿quién no ha sentido al leer el primer libro de Crónicas, estar perdiendo el tiempo con sus listas de interminables genealogías?, ¿quién no se ha cansado de leer así mismo, las tediosas instrucciones del libro de Levítico sobre la construcción del tabernáculo?, hasta nos preguntamos por qué Dios habrá incluido información tan aparentemente inútil, sin embargo el que lee con perspicacia, descubrirá que escondidos entre la descripción del mobiliario del tabernáculo, los sacrificios, las vestimentas de los sacerdotes, los muebles, etc., se encuentran varios tipos de Cristo y que también dentro de las cansadas genealogías, se pueden encontrar interesantes datos que pueden servir como base para estudios posteriores.
Ejemplo: No se menciona el aguijón que le fue dado a Pablo en 2 Corintios 12:7, a la luz de Gálatas 4:15; 6:11, Pudiera haber sido tal vez alguna enfermedad de los ojos.
OBEDIENCIA.
A la Biblia se le puede estudiar de 2 maneras.
1.- Como una fuente de información religiosa y;
2.- Como un manual Divino.
Que exige una inmediata y sincera respuesta de nuestra parte para modelar la vida. Algunos leen mucho la Biblia creyendo estudiarla pero poco beneficio obtienen de su lectura, porque rehúsan obedecer sus instrucciones y por lo tanto solo se engañan así mismos.
PERSEVERANCIA.
Esta actitud es decididamente un elemento muy estratégico en el estudio bíblico, virtud con la cual debemos revestirnos desde el inicio de nuestra empresa. Perseverancia es que aquel que seriamente ambicione llegar a conocer las Escrituras, tendrá que hacer acopio de un ejemplar tesón a través de los meses y a unos años, para algún día llegar al dominio completo de su contenido.
3. Herramientas
HÁBITOS EN EL ESTUDIO DE LA BIBLIA
No podemos dejar de mencionar la necesidad de cultivar desde el primer momento, hábitos sanos y correctos en el estudio. A continuación mencionaremos ocho hábitos de importancia para el buen desempeño del estudio de la Biblia.
TIEMPO.
El estudio esporádico es de poco provecho, el estudiante serio de la Biblia separará tiempo para su lectura y estudio. Ese tiempo debe ser diariamente y el mejor de las horas del día, por regla general el mejor tiempo es temprano en la mañana cuando la mente esta fresca y el cuerpo descansado.
LUGAR.
A menudo se cree que cualquier lugar es bueno para estudiar la Biblia, pero la elección de un sitio apropiado es más importante de lo que nos imaginamos. Debe ser un sitio, tranquilo, libre de interrupciones y donde exista el menor número de distracciones posibles.
PLAN.
Nunca se debe estudiar la Biblia, sin seguir un plan definido cuando se leen pasajes salteados, o se estudian libros diferentes sin ningún sistema específico, los resultados tienden a ser mínimos.
CONCENTRACIÓN.
Es de suprema importancia que nos formemos el habito de concentrarnos en la lectura, aún cuando tal vez esto signifique que al principio nos sujetemos nosotros mismos a la disciplina, de que si descubrimos estar avanzando en la lectura sin leer realmente, regresemos al comienzo y volvamos a empezar entendiendo palabra por palabra lo que leamos.
OBSERVACIÓN.
Es preciso habituar la mente a fijarse aún en los detalles más sencillos de lo que leemos, por ejemplo: Los Personajes o grupos que se mencionan, los lugares, los acontecimientos y lo que se dice de cada uno.
MEDITACIÓN.
Quizá este sea uno de los hábitos más difíciles de adquirir en el estudio bíblico, pero a la vez es también uno de los más estratégicos, porque de él depende que nuestra lectura se convierta en conocimiento y aprovechamiento.
ANOTACIONES.
Pocas personas se encuentran dotadas de una capacidad de retención tan extraordinaria que pueden retener todo lo que leen. Por eso es conveniente siempre acompañar el estudio con un papel y lápiz, debemos de anotar los descubrimientos más sobresalientes.
REPASO.
Esta es una de las leyes fundamentales del aprendizaje de cualquier materia y mucho más del estudio bíblico, no es suficiente tan sólo estudiar, es necesario repasar lo estudiado una y otra vez.
HERRAMIENTAS PARA EL ESTUDIO DE LA BIBLIA
Con frecuencia escuchamos dentro de los círculos de la iglesia sin exhortaciones a estudiar la Biblia, pero pocas veces se nos instruye sobre un aspecto básico de tal forma el contar con ciertas herramientas fundamentales que faciliten y orienten debidamente nuestros esfuerzos, no es que sin ellas no se pueda estudiar la Biblia, sino más bien, que existen ciertos libros que se han escrito con el fin de simplificar el trabajo y asegurarnos de éxito en nuestro estudio y, por eso es interesante contar con su valiosa ayuda.
Conforme el Cristiano inicia en serio su investigación de las Escrituras, conviene que vaya adquiriendo algunos libros claves, hasta lograr reunir una pequeña pero bien seleccionada biblioteca, no es preciso que esta colección muy vasta, solo lo más importante, ejemplo de esto lo encontramos Eclesiastés 12:12, “No hay fin de hacer muchos libros”.
UNA BIBLIA DE ESTUDIO.
¡Nunca se debe juzgar un libro por las pastas! es esta relación con la Biblia, he aquí entonces algunas de las características sobresalientes que debemos exigir en nuestra Biblia de Estudio.
1.- Tamaño: De preferencia grande.
2.- Tipo: Sobre todo que la letra sea grande y clara.
3.- Papel: Grueso y resistente, con el propósito de hacer anotaciones sobre ella.
4.- Notas: Son explicaciones al margen del texto con el propósito de aclarar algún punto oscuro.
5.- Referencias: Que tenga el mayor número de referencias posibles, son citas que nos guían a pasajes paralelos; esto es que narran el mismo incidente que estamos leyendo, otras veces nos guían a pasajes que contienen enseñanzas sobre el mismo tema y otros usos semejantes. Lo más importante que ahorramos tiempo, nos orientan, nos guían y nos facilita el estudio de las Escrituras.
CONCORDANCIA.
Es un índice de palabras en orden alfabético, en la cual se indican los pasajes de la Escritura donde aparece cada palabra y donde nos señala el libro, capítulo y versículo donde se encuentra.
MAPAS.
DIVERSOS TIPOS DE VERSIONES Y TRADUCCIONES.
Traducciones o versiones, se le llama “versión” en una traducción de las Escrituras de un idioma a otro. Las traducciones de la Biblia al español las podemos clasificar, simplemente, en antiguas y modernas.
LIBROS DE CONSULTA.
1.- Manual Bíblico.
2.- Atlas Bíblico.
3.- Diccionario Bíblico.
4.- Comentarios.
5.- Armonía de los evangelios.
Contando con estos valiosos libros de consulta completamos nuestro juego de herramientas indispensables para realizar el estudio de las Escrituras.
EL ESTUDIO DE LA BIBLIA EN CONJUNTO
La Biblia es la Palabra de Dios la revelación de su voluntad al hombre. De ello se sigue que deberíamos conocer esta revelación y hacer caso de su mensaje. El conocimiento requiere un estudio sincero, fiel, paciente, constante y es a este tema que vamos a dedicarnos, con el propósito de sugerir métodos que sean aptos para familiarizarnos más con las Sagradas Escrituras.
El valor de un conocimiento adecuado de la Biblia es evidente. Hay provecho intelectual en su información e instrucción. Hay beneficio moral en su guía y advertencias. Hay provecho espiritual en su verdad doctrinal y práctica.
Necesitamos estar equipados por las Sagradas Escrituras, también, para poder contrarrestar los excesos sacerdotales y los defectos racionalistas, y en su revelación de gracia y verdad obtenemos la seguridad de la salvación, y de ella derivamos fuerza para el servicio.
El conocimiento, además, presupone mucho más que leer; requiere estudiar. Y no sólo estudio, sino una aplicación auténtica de la mente, el corazón y la conciencia a la sustancia y enseñanzas de la Sagrada Escritura. Deberíamos comprender la necesidad e importancia de un conocimiento tan detallado y a conciencia de las Escrituras como nuestro tiempo disponible y nuestra capacidad nos permita. El leer la Biblia no es estudio Bíblico.
Es mucho más fácil leer libros sobre la Biblia y requiere mucho menos tiempo y esfuerzo mental que el estudiar la Biblia por nuestra cuenta. Pero esto último es, sin duda, nuestro deber más esencial y provechoso.
En estos capítulos vamos a sugerir ciertos métodos de estudio, empezando con un repaso general de la Biblia, en conjunto, y luego haciéndolo por secciones y porciones, para estudiar los versículos y las palabras. De esta manera será posible conseguir alguna idea de la plenitud y variedad del estudio de la Biblia, y de la gran satisfacción de mirar la Palabra de Dios desde diferentes puntos de vista.
VARIEDAD DE LA BIBLIA.
Pensemos en la variedad del contenido: su historia, teología, filosofía, poesía, consejos, aspiraciones, predicciones. Consideré la variedad de autores: profeta, sacerdote, rey, cronista, apóstol, evangelista. Notemos la variedad de circunstancias: diferencias de tiempo (Moisés a Juan), lugar, país, propósito, destino. Hay sesenta y seis libros, es la obra de treinta y seis autores, que cubre un período de dieciséis siglos.
Nuestro uso de la Biblia como un libro, por necesidad tiende a hacernos olvidar que no es sólo un libro, sino una biblioteca, “la biblioteca divina”, con mucha variedad y gloria.
LA UNIDAD DE LA BIBLIA.
Esta unidad es el complemento de lo anterior. La Biblia, aunque varía, es con todo una, entre todas sus diferencias de lugar, tiempo y propósito, y posee una idea predominante. El Antiguo Testamento se extiende sobre un largo período de Tiempo y es el producto de una nación. El Nuevo Testamento es el producto de varias naciones, pero se extiende sobre un corto período. El Antiguo es al Nuevo como el fundamento es a la estructura, y el Nuevo es al Antiguo como el edificio es a la base. El Dios del Génesis y de Mateo son el mismo, sólo con los dos aspectos complementarios de trascendencia e inmanencia. El hombre del Génesis y de Mateo, son el mismo, y necesitan a dios y su gracia. En el Antiguo Testamento tenemos a Dios en sí mismo como supremo, y el hombre en sí mismo como pecador. En el Nuevo Testamento tenemos a Dios en Cristo como Salvador, y el hombre en Cristo como salvado. «En el Antiguo se halla el Nuevo escondido [latente], y en el Nuevo, el Antiguo revelado [patente].» El Antiguo Testamento es una revelación de formas externas que se desarrollan en principios internos. El Nuevo es una revelación de principios internos que se desarrollan en formas externas. El Antiguo Testamento es una preparación de Cristo para la Iglesia, y la Iglesia para Cristo. El Nuevo es una revelación de Cristo para la Iglesia y por medio de la Iglesia, al mundo.
Cristo es la clave de toda la Biblia, y es Él que le da su unidad espiritual e histórica. Se ha sido sugerida la siguiente unidad séptuplo, que cubre toda la Biblia, y es digna de consideración:
1.- Génesis a Deuteronomio. revelación
2.- Josué a Ester. Preparación
3.- Job a Cantar de los Cantares. Aspiración
4.- Isaías a Malaquías. expectación
5.- Mateo a Juan. Manifestación
6.- Hechos a Epístolas. Realización
7.- Apocalipsis a Isaías. culminación
Naturalmente esto sólo debe entenderse de modo general, pero es bastante preciso para revelar la unidad esencial.
Los dos elementos de maravillosa variedad y todavía más, de maravillosa unidad, son verdades complementarias que van a transmitir sus propias impresiones profundas del origen e inspiración divinos a toda persona que piense sinceramente. ¿Cómo es posible que sesenta y seis libros, escritos casi del todo independientemente uno del otro, que se extienden a casi dos mil años, y escritos bajo toda variedad posible de circunstancias, pueden no tener parte alguna que contradiga lo que se dice en otra parte? La habilidad humana no podría conseguir este resultado. “Esto viene de mí”, dijo el Señor.
Con una unidad tan maravillosa en la divina biblioteca de sesenta y seis libros, no es sorprendente hallar en el otro rasgo notable que se sigue de la variedad y de la unidad antes considerada.
LA SIMETRÍA DE LA BIBLIA.
La simetría es característica tanto de su estructura literaria como de su enseñanza espiritual. La expresión más corta de ella es que en el Antiguo Testamento tenemos a Moisés y a los profetas, y en el Nuevo Testamento tenemos a Cristo y a sus apóstoles. Amplificando esto notamos que tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento son capaces de una división quíntuplo:
Antiguo Testamento Nuevo Testamento
Pentateuco (5) Evangelios (4)
Libros Históricos (12) Hechos (1)
Libros poéticos (5) Epístolas paulinas (14)
Profetas mayores (5) Epístolas generales (7)
Profetas menores (12) Apocalipsis ( 1 )
Extendiéndonos ahora un poco más adelante, notamos que el Pentateuco es para el Antiguo Testamento lo que los Evangelios son para el Nuevo, el fundamentos de todo lo demás, y puede ser considerado como correcto, de modo general, el decir que el Pentateuco y los Evangelios son libros de la revelación de Dios al hombre, y que el resto del Antiguo y del Nuevo Testamento son libros de la realización de esta revelación en el hombre Consideremos esto con respecto al Antiguo Testamento en forma tabular:
1.- Revelación (Pentateuco). Dios a su pueblo
2.- Realización (resto del Antiguo Testamento). Dios en su pueblo.
a).- En la expresión externa. Libros históricos
b).- En la expresión interna. Libros poéticos
c).- En la expectación hacia adelante. Libros proféticos
Lo dicho anteriormente es sólo la expresión más breve posible para mostrar claramente la simetría pero podría ampliarse bajo cada división para dar indicaciones más definidas de la misma hermosura. Por ejemplo, se ha indicado que en los libros poéticos tenemos tres actitudes o aspectos de la vida devoción (Salmos), sabiduría (Job, Proverbios, Eclesiastés), y comunión (Cantares de Salomón), y que en estos tres libros de sabiduría tenemos: piedad sin prosperidad (Job), piedad y prosperidad (Proverbios) y prosperidad sin piedad (Eclesiastés). Estos son algunos ejemplos de la plenitud y hermosura de la revelación del Antiguo Testamento.
Tomando ahora el Nuevo Testamento de la misma forma, tenemos:
1.- Revelación (Evangelios) Cristo a su Iglesia
2.- Realización (resto del Nuevo Testamento). Cristo en su Iglesia
a).- En la expresión externa (historia). Hechos
b).- En la expresión interna (doctrina). Las Epístolas
c).- En la expectación hacia adelante (profecía). El Apocalipsis
Éstos, a su vez, pueden ser amplificados para revelar nuevas bellezas, como, por ejemplo, en los varios aspectos de la persona de Cristo, vista en las epístolas, o en las varias fases de la verdad y la vida cristiana.
Otra forma de mirar este tema es pensar en los dos Testamentos como dos edificios, y luego considerar lo siguiente:
1.- El fundamento histórico (pasado)
a).- Antiguo Testamento. Pentateuco y libros históricos
b).- Nuevo Testamento. Evangelios y Hechos
2.- La construcción espiritual (presente)
a).- Antiguo Testamento. Libros poéticos
b).- Nuevo Testamento. Epístolas
3.- El cumplimiento profético (futuro)
a).- Antiguo Testamento. Profetas
b).- Nuevo Testamento. Apocalipsis
Nuevamente, podemos considerar el Antiguo y el Nuevo Testamento como complementarios, y tomarlos como sus palabras clave, respectivamente, preparación y revelación.
1.- Antiguo Testamento: preparación
a).- Para Cristo
1).- En la historia
2).- En el tipo
3).- En la profecía
b).- Para la Iglesia
1).- En la necesidad de salvación
2).- En la necesidad de adoración
3).- En la necesidad de obediencia
2.- Nuevo Testamento: revelación
a).- De Cristo
1).- En su persona
2).- En su obra
3).- En su reino
b).- De la Iglesia
1).- En su vida
2).- En su servicio
3).- En su esperanza
Las consideraciones anteriores son sólo sugerencias e indicaciones de otras posibilidades.
Es imposible exagerar el valor de esta perspectiva amplia de la Biblia como conjunto. Impide nuestra estrechez de miras, y la minucia del conocimiento sirve, además, para inspirarnos con la gloria, la grandeza y la grandeza de la revelación de Dios en Cristo y de sus propósitos de redención en Cristo. Tomemos vistas amplias de la Palabra de Dios, y veremos «nuevas hermosuras» y “luz creciente”.
4. Testamentos
EL ANTIGUO TESTAMENTO
De la consideración de la Biblia como conjunto pasamos al estudio del Antiguo Testamento. La Biblia nos ha sido dada en dos partes, cada una de las cuales es esencial e inseparable de la otra. El Antiguo Testamento es para el Nuevo como el fundamento para un edificio.
El Antiguo Testamento es casi enteramente un relato histórico de la preparación de Dios para la redención del mundo; y la preparación de ella según se ve en el libro es doble: la preparación del Mesías para el pueblo, y del pueblo para el Mesías. En consecuencia es de la máxima importancia que conozcamos bien los hechos de la historia en cada estadio del desarrollo, porque, como no se ha escrito nada sin propósito, cuanta mayor es nuestro conocimiento más profunda será la apreciación del relato y el significado de la revelación de Dios. No pensemos, pues, que estos hechos y detalles históricos son secos e innecesarios, porque es sólo sobre el fundamento de estos hechos que podemos basar nuestro edificio de enseñanza espiritual.
¿Cómo vamos a adquirir un conocimiento general de la historia del Antiguo Testamento? Si seguimos sólo el orden en que se presentan los libros en nuestra Biblia, hallaremos dificultades para conseguir una perspectiva cronológica y ordenada del curso de los sucesos. Necesitamos una guía histórica, por medio de la cual podamos percibir el curso real de los sucesos. Por tanto, vamos a dar un sumario del Antiguo Testamento, como guía para el estudio cuidadoso y detallado.
El Antiguo Testamento, sin embargo, no es toda historia. Contiene datos de la vida y experiencia individual que proyecta luz en la historia, y tiene que ser leído juntamente con ésta. Podemos ver esto ilustrado en la historia de Inglaterra, cuando tenemos datos de hechos, y también obras como las de Chaucer, Wycliffe, Shakespeare, Spencer, Milton y otros, que proyectan gran luz sobre la vida real de los tiempos en que escribieron los autores. Así también, en el Antiguo Testamento, tenemos los libros proféticos y poéticos, que nos dan mucha luz sobre la manera de vivir de los tiempos en que escribieron los autores. Así, en el Antiguo Testamento tenemos los libros proféticos y poéticos, que deberían ser leídos juntamente con los libros históricos de los tiempos a que se refieren. Por tanto dividiremos el Antiguo Testamento en ocho secciones, y distinguiremos los libros particulares como de historia y de ilustración.
EL CONTENIDO DEL ANTIGUO TESTAMENTO.
1.- Introducción: desde la creación hasta el llamamiento de Abraham. Génesis 1-11
2.- La edad de los patriarcas
a).- Historia. Génesis 12-50
b).- Ilustración. Job
3.- La formación de la nación de Israel
a).- Historia. Éxodo, Números
b).- Ilustración. Levítico, Deuteronomio
4.- Conquista y establecimiento en Canaán
a).- Historia. Josué: Jueces 1:16; 1 Samuel 1-7
b).- Ilustración. Rut, Jueces 17:21
5.- El reino no dividido
a).- Historia 1 Samuel 8:31; 2 Samuel; 1 Reyes 1-11; 1 Crónicas
b).- Ilustración. Salmos 1-90; Proverbios; Eclesiastés; Cantares de Salomón
6.- El reino dividido
a).- Historia. 1 Reyes 12-22; 2 Reyes; 2 Crónicas
b).- Ilustración. los Profetas y la mayoría de los últimos Salmos
1).- Especialmente sobre Israel: (Reino del norte). Jonás, Amós, Oseas.
2).- Especialmente sobre Judá (Primitivo) Joel, Miqueas, Isaías. Nahum.
3).- Especialmente sobre Judá (Final) Sofonías, Habacuc y parte de Jeremías
7.- La Cautividad
a).- Historia. Partes de Jeremías y Ezequiel; Daniel 1-6
b).- Ilustración. Partes de Jeremías y Ezequiel; Abdías; Daniel 7-12.
8.- La Restauración
a).- Historia. Esdras; Nehemías; Ester.
b).- Ilustración. Hageo; Zacarías; Malaquías y algunos Salmos Finales.
El bosquejo anterior de la últimas cuatro secciones es naturalmente solo correcto de modo aproximado, debido a la imposibilidad de establecer de modo definitivo las fechas de muchos Salmos y de algunos de los profetas. El arreglo que sugerimos no está de acuerdo con los puntos de vista de muchos eruditos modernos, pero esto no significa que tenga que ser incorrecto Sigue las líneas de estudios un poco más antiguos, que todavía vale la pena de tener en cuenta. Las diferencias de detalle son inevitables en estos estudios pero hay poca variación en lo esencial, y son cosas de poca monta.
Una vez dominamos los hechos del Antiguo Testamento, como es natural empezamos a inquirir respecto a la enseñanza espiritual de esta biblioteca de historia. Esto nos lleva a considerar:
LA ENSEÑANZA DEL ANTIGUO TESTAMENTO.
Hay una palabra que lo resume todo: Cristo. Pero veamos cómo ocurre esto. Nos imaginaremos a un extraño que sólo posee el Antiguo Testamento (esto es, carece del Nuevo Testamento), que abre el libro del Génesis, y empieza a leer, versículo por versículo. Pronto llega al capítulo 3 que promete “algo” que ha de venir. Sigue leyendo y encuentra una repetición amplificada de ello, en los capítulos 7, 17, 22 y 49. Sigue leyendo todavía y encuentra la misma promesa en casi cada libro; al fin lee en Isaías, y más adelante ve que aparece en gran cantidad de profecía. Pero llega al final de Malaquías y las promesas no se han realizado todavía. El lector se ha dado cuenta clara que el Antiguo Testamento es un libro de profecías no cumplidas aún.
Luego vuelve atrás y empieza otra vez, y pronto se da cuenta de algo raro en Génesis 4: sacrificio, que es lo que puede significar la ofrenda de la vida de un animal? Nota esto otra vez en los capítulos 9, 12 y 22; todavía está más claro en el Exodo, hasta que en Levítico hay una organización de sacrificios, ofrendas, ritos y ceremonias. Los ve mencionados una y otra vez, con muy pocas explicaciones respecto a su significado real, hasta que una vez más, llega a Malaquías 4, sin tener luz sobre lo que está leyendo. Ahora se da cuenta que el Antiguo Testamento es también un libro de ceremonias no explicadas.
De nuevo el lector vuelve al Génesis, y no tarde mucho en ver que hay otro gran hecho; la expresión del deseo que tiene el hombre de Dios y de satisfacción. Lee esto en los capítulos 4, 5, 15, 28 y 49, y luego en el resto de los libros, pero sobre todo en los libros de Job, Salmos y los profetas. De vez en cuando el corazón del hombre clama al Dios vivo, y pide las bendiciones que Dios ha prometido. Pero aunque hay algo de satisfacción, no es grande, no es perfecta; el corazón sigue anhelando y el alma sigue deseando, hasta que el libro se cierra en Malaquías 4, sin que haya habido una realización completa, y nuestro lector se da cuenta de que hay otro hecho aquí que el Antiguo Testamento es un libro de anhelos insatisfechos.
Éstos son los tres hilos que corren a lo largo del Antiguo Testamento, haciendo de él, en sí, un libro incompleto. Debe ser estudiado desde este punto de vista, y con esta perspectiva, si lo hemos de entender de modo apropiado. Sólo así puede apreciarse qué es el fundamento del Nuevo Testamento y la preparación necesaria para todo lo que hay en el otro libro.
Imaginemos ahora que nuestro extraño (como antes), recibe ahora el Nuevo Testamento. Cuando empieza a leer encuentra la respuesta a las mismas cosas que no ha podido encontrar en el Antiguo. En su primera página lee: “Para que se cumpliese”, y pronto se da cuenta de que:
1.- Jesús el profeta cumple (en su vida). las profecías.
2.- Jesús el sacerdote explica (en su muerte). las ceremonias.
3.- Jesús el Rey satisface (en su resurrección) los anhelos.
“Jesús mi profeta, sacerdote y rey”, es pues la clave del misterio, la explicación perfecta del Antiguo Testamento: su revelación, y la justificación de todo lo que contiene. Procuremos, pues, dominar el contenido del Antiguo Testamento, meditar en su enseñanza y manifestar su mensaje en nuestra vida y servicio.
EL NUEVO TESTAMENTO
Como ya hemos dicho antes, el Nuevo Testamento es con respecto al Antiguo como un edificio a su fundamento; y es el cumplimiento y corona de todo lo que se había predicho y provisto. Y como en el Antiguo Testamento, también con el Nuevo, Cristo es la sustancia de todo él.
El método para dominar el Nuevo Testamento ha de ser similar al empleado en el Antiguo, por la razón de que su estructura es también histórica. Está basado sobre hechos, y estos hechos han de ser conocidos si hemos de sacar provecho de la enseñanza. No puede afirmarse ni subrayarse de modo excesivo el que no hay hecho o incidente de la Biblia que no tenga alguna revelación con la revelación de Dios contenida en las Escrituras. Siguiendo el mismo plan general de antes, vamos a considerar primero la historia y luego la enseñanza.
EL CONTENIDO DEL NUEVO TESTAMENTO.
En el Nuevo testamento tampoco el orden es cronológico, y por tanto hemos de dividir el contenido en ocho secciones, para el propósito de estudiarlo en su orden histórico tanto como podamos. Hallaremos también aquí que tenemos libros de hechos y de ilustración.
1.- La vida de nuestro Señor.- Los evangelios, cuatro descripciones o relatos característicos de nuestro salvador. Deben ser estudiados por separado y luego juntos, bajo la guía de una buena correlación. En muchas Biblias para maestros se encuentra esta correlación. Pero es preferible una correlación que contenga el texto completo.
2.- La Iglesia Primitiva.
a).- Historia.- Hechos 1-12
b).- Ilustración. Epístola de Santiago
Estudiar cuidadosamente los principios de la iglesia y ver las ilustraciones en la Epístola del tipo de su cristianismo.
3.- El primer Viaje de Pablo
a).- Historia. Hechos 13-14
b).- Ilustración. Gálatas
La Obra realizada en el primer viaje misionero se relata en los hechos, y la Epístola (casi de modo seguro) fue escrita a los que estaban en Asia Menor, evangelizados en este viaje.
4.- Segundo viaje de Pablo.
a).- Historia. Hechos 15:1-18:21
b).- Ilustración. 1 y 2 Tesalonicenses
5.- Tercer viaje de Pablo.
a).- Historia. Hechos 18:22-21:17
b).- Ilustración. 1 y 2 Corintios, Gálatas, Romanos
Gálatas aparece aquí otra vez como ilustrando los pensamientos maduros entonces en la mente de Pablo, y que son presentados extensivamente en Romanos.
6.- La Cautividad de Pablo.
a).- Historia. Hechos 21:18-28:31
b).- Ilustración. Colosenses, Efesios, Filemón, Filipenses.
7.- Probablemente libertad de Pablo y segundo encarcelamiento.
a).- Historia Hebreos, 1 Timoteo
b).- Ilustración Tito, 2 Timoteo
8.- Últimos años del siglo primero.
a).- 70-85. Apocalipsis 1 y 2 Pedro, Judas
b).- 85-100. 1, 2, 3 Juan
Se pueden consultar valiosos manuales sobre la vida y obra de Pablo, pero antes es preferible conocer bien los hechos solo a partir de la Biblia.
LA ENSEÑANZA DEL NUEVO TESTAMENTO.
Es muy importante estudiar esto cuidadosamente, porque está lleno de beneficio espiritual. Hay un hermoso progreso de pensamiento desde el principio al fin. Note los diferentes aspectos de cada división y subdivisión.
1.- La persona de Cristo (Biografía).- Los evangelios
a).- Obrando la salvación
b).- Proveyendo materiales para la fe (Juan 20:31)
c).- Fundando una Iglesia en el mundo
2.- La predicación de Cristo (historia). Hechos
a).- Ofreciendo salvación
b).- Proporcionando oportunidades para la fe
c).- Recogiendo una Iglesia en el mundo
3.- El pueblo de Cristo (práctico) las Epístolas
a).- Completando la salvación
b).- Concediendo premios a la fe
c).- Rigiendo sobre la Iglesia y el mundo.
Se puede ver que Cristo es la trama y urdimbre del Nuevo Testamento. El es el centro, sus líneas, su circunferencia. Cristo es el Profeta; escuchémosle; el Sacerdote, aceptémosle; el Rey, obedezcámosle.
5. Libros A.T.
LOS LIBROS DEL ANTIGUO TESTAMENTO
Después de conseguir una visión de conjunto de la Biblia, y de sus dos grandes divisiones, es necesario entrar en un estudio detallado de los libros que componen los Testamentos. La Biblia, como hemos visto, no es un libro único: es una biblioteca, una colección de sesenta y seis libros, cada uno de los cuales apareció de modo separado de los demás.
Es evidente que no podemos, aquí, considerar cada libro, pero podemos indicar por medio de algunas ilustraciones la forma en que se ha de intentar el estudio. El primer punto consiste en obtener un conocimiento tan pleno como sea posible del contenido del libro, asegurándonos de que conocemos los nombres, los sucesos y la sustancia principales. Luego, a partir del contenido, pasamos a considerar la enseñanza, el propósito, el lugar y el poder. Tomaremos unos cuantos de los libros más importantes del Antiguo Testamento y veremos lo que puede hacerse con este método.
GENESIS.
Ante todo hemos de leerlo bien, para obtener una idea general. Es aconsejable hacerlo, si es posible, en una sentada y notar la impresión de unidad que se crea así. La Biblia sufre por el uso parcial y fragmentario que se hace de ella. Cuando leemos el Génesis no podemos por menos que notar que aparecen con alguna frecuencia: “Estas son las generaciones”, o «el libro de las generaciones». Esto ocurre diez veces (varía algo en las versiones, ya que se usan otras palabras equivalentes). No damos las referencias, ya que tenemos interés en incitar a la lectura e investigación personal. Al descubrir estos puntos nos damos cuenta que nuestro libro del Génesis es principalmente una compilación de datos familiares, y que éstos son las fuentes principales de información del escritor. Los datos, sin embargo, tienen un significa do profundo al ser usados de esta forma. No tenemos biografía o historia propiamente dicha, sino incidentes biográficos e históricos utilizados bajo la guía divina para un propósito espiritual. Este propósito aparece a medida que leemos y estudiamos. Así vemos que el capítulo 1:1 es realmente la clave del libro Es un libro de orígenes, de Génesis de las cosas el origen de la creación, del hombre, del Día de Reposo, del matrimonio, del pecado, la gracia, las razas, el pueblo escogido. Y los datos familiares son utilizados para ilustrar el plan de Dios en la redención de la humanidad, por medio de un pueblo, una tribu, una familia.
Pero al leer y estudiar más, nos impresiona el método del libro Para apreciar esto, pongámonos al lado de Abraham y demos una mirada hacia atrás y hacia adelante. Por un lado podemos seguirle en sus antecesores hasta Adán; y por otro podemos seguir sus descendientes hasta Egipto. El libro es fiel a su designio manifiesto de darnos la Génesis o comienzos de las cosas. Incluso las vueltas y rodeos que da el libro, están de acuerdo con su principio estructural.
Sus proporciones muestran el mismo designio. De los cincuenta capítulos, treinta y nueve están dedicados a Abraham y a su familia, y sólo once al resto de los grandes hechos desde la creación al tiempo del padre de Abraham. Todo parece aquí regido por una gran ley y principio de comienzos, Génesis, en el desarrollo de los propósitos redentores de amor y de gracia.
Hemos de seguir luego con el estudio de estas diez secciones, para dominar los hechos asociados con ellas, y notar el crecimiento de la historia que empieza con Adán, se extiende a la raza, se contrae de nuevo en Abraham, sólo para desarrollarse de nuevo en Israel en Egipto, a punto para el Exodo, que se relata en el segundo libro del Antiguo Testamento.
Nos hemos detenido más en el Génesis que en los otros, a causa de su importancia como el primer libro de revelación, y en algunos aspectos, la clave de toda la Biblia.
EXODO.
Este libro puede ser estudiado y dominado por medio de este breve bosquejo:
1.- Historia: de Egipto a Sinaí. Capítulos 1-18
2.- Leyes generales y solemne entrada en el pacto. Capítulos 19: 24
3.- Direcciones para la construcción del tabernáculo y para el culto. capítulos 25-40
LEVITICO.
Considerémoslo del siguiente modo, y léase a la luz de la Epístola a los Hebreos:
1.- Las ofrendas. Capítulos 1-7
2.- El sacerdocio. Capítulos 8-10
3.- Limpieza inmundicia. Capítulos 11-16
4.- Leyes de la santidad. Capítulos 17-22
5.- las fiestas. Capítulo 23
6.- Leves generales. Capítulos 24-27
DEUTERONOMIO.
Este libro (“la segunda ley”) es de gran interés e importancia, y será de mucho provecho su estudio bajo el siguiente esquema.
1.- Enumeración de las bondades de Dios. Capítulos 1-4.
2.- Repaso de la ley para la nueva generación, al terminar los cuarenta años. Capítulos 5-26
3.- Renovación del pacto con Dios. Capítulos 27-30
4.- Escenas finales de la vida de Moisés. Capítulos 31-34.
SAMUEL.
Nuestros dos libros de Samuel eran originalmente un solo libro, sin interrupción, y cuando se consideraban de esta forma ofrecen una excelente ilustración del propósito y método de la historia de la Biblia, que no es escribir historia de modo pleno, sino escribirla para un objeto definido, e incluir solo sobre lo que es necesario para el cumplimiento de este hecho. Demos una mirada a los libros, primero, y notemos que David es el personaje principal, y que todo se dirige a él. Samuel y Saúl se nos presentan como estados de transición desde la teocracia a la monarquía. Pero vemos cuán breve es su relato comparado con la plenitud de lo que se nos dice sobre David.
Aquí hay un bosquejo, del volumen escrito sobre Samuel, por el profesor Kirkpatrick, que muestra el curso del libro y el plan de su contenido:
1.- Fin de la teocracia.- 1 Samuel 1-7
2.- Fundación de la monarquía. Capítulos 8:31
3.- El reino de David sobre Judá solamente. 2 Samuel 1-4
4.- El reino de David sobre todo Israel. Capítulos 5-24
Este bosquejo, que es simétrico, con una triple subdivisión en cada caso, revela claramente el propósito Davídico del conjunto, porque David era el elegido de Dios, y había de ser el primer rey, si bien se interpuso la obstinación del pueblo.
REYES Y CRONICAS.
Aquí tenemos otro ejemplo de propósito religioso de la historia bíblica. El mayor espacio dedicado a varios monarcas muestra la importancia de estos reinos desde el punto de vista de la religión y del Reino de Dios. Hay seis monarcas, cuyos reinos son como goznes o puntos pivotes, alrededor de los cuales gira la historia religiosa. Hay que descubrirlos y considerar su importancia precisa.
Por otra parte, está lleno de significación que algunos reinos, que el historiador secular consideraría de la mayor importancia, son despachados con pocas palabras. El ejemplo más notable de esto es el reino largo y próspero de Jeroboam segundo, al cual se dedican dos o tres versículos (2 Reyes 14).
No es fácil analizar estos libros. Quizás el contenido se puede estudiar mejor bajo los nombres de los reyes mencionados, usando Crónicas como suplemento de Reyes Tanto Reyes como Crónicas son relatos históricos desde el punto de vista religioso, aunque el aspecto preciso de cada uno es diferente. “Reyes” es esencialmente profético, la obra de su profeta (quizá Jeremías). “Crónicas” es sacerdotal, o levítico, la obra de un sacerdote o levita (quizá Esdras). “Crónicas” cubre gran parte del territorio de “Reyes”, pero con el intento de mostrar, a los que habían regresado de la cautividad, la antigua gloria del Templo, y la necesidad, al presente, del mismo y de su culto para la vida nacional.
JOB.
Parece haber preferencia en el Antiguo Testamento para su tratamiento quíntuplo de varios libros, siguiendo, quizá, la bien conocida división quíntuplo de la Ley (Pentateuco, o cinco volúmenes). Consideremos el caso siguiente:
1.- Introducción. Capítulos 1-3
2.- Job y sus tres amigos. Capítulo 4-31
3.- Job y Elihú. Capítulos 32-37
4.- Intervención de Dios. Capítulos 38-41
5.- Conclusión. Capítulo 42
Guiados por este bosquejo, hay que leer el libro (en una versión moderna) de una sentada, para obtener una visión clara del pensamiento del mismo en conjunto. Hemos de poder darnos cuenta de cuál es el tema y el modo en que es tratado. ¿Cuál es el tema? ¿No es el gran problema del sufrimiento considerado en relación con el pueblo de Dios, cómo viene y de dónde viene, por qué es permitido y qué mensaje nos trae de Dios? A la luz de esto podemos ver los distintos puntos de vista: Satán, Job, los amigos, Elihú y Dios, con la bienaventurada conclusión de todo el asunto. Cada punto de vista está claramente marcado y da su contribución precisa al conjunto. Si este libro es leído juntamente con otras porciones de la Escritura, como los Salmos 37 y 73, y Hebreos 12, se proyecta mucha luz sobre uno de los problemas más graves de la vida.
LOS SALMOS.
El gran libro de las “alabanzas de Israel”, contienen las respuestas inspiradas del hombre a la revelación de Dios, y son aceptables hoy casi en su totalidad, como cuando fueron pronunciadas, porque, subyacentes a todas las circunstancias y los cambios, estas relaciones del creyente con Dios son prácticamente siempre las mismas. Una vez más aquí tenemos una clara división en cinco partes. El final de cada una de ellas es marcada por una doxología, hasta que al fin, el último salmo es todo él una doxología.
1.- Libro 1. Salmos 1-41
2.- Libro 2. Salmos 42-72
3.- Libro 3. Salmos 73-89
4.- Libro 4. Salmos 90-105
5.- Libro 5. Salmos 106-150
Un estudio cuidadoso nos dará entre otros los siguientes resultados:
I.- Las diferencias en el uso y los nombres divinos Jehová y Elohim (Señor y Dios). El primero se halla de modo predominante en el primero y en los dos últimos libros, en tanto que el último título se usa principalmente en los libros centrales.
II.- La repetición de Salmos particulares en diferentes libros (Salmos 14 y 53) parece indicar que los libros fueron compilados gradualmente para el uso en el culto del templo. Véase también el Salmo 18 y 2 a Samuel 22. El doctor C. H. Waller sugiere que los Libros 1 y 2 fueron usados en el reino de David en Sión y Gihón, respectivamente, hasta que estos lugares fueron unidos en el Templo de Salomón; es interesante la idea, y puede estar cerca de la verdad.
III.- La primera palabra “Bienaventurado” es una especie de clave para toda la colección, como una escala ascendente. En los Salmos primeros se trata de “Bienaventurado [bendito] el hombre”. el creyente en Dios. En los últimos Salmos, y especialmente hacia el final es: “Bendito sea Dios”. Dios en el creyente.
IV.- Los títulos revelan los autores de la mayor parte y también grupos de Salmos de un carácter particular.
V.- Algunas veces hay, como si dijéramos, Salmos gemelos (como el 112 y el 113), que están relacionados por el tema, sea por comparación, continuación o contraste. Hay varios casos de este tipo.
En el estudio de los Salmos hemos de familiarizarnos con ellos de modo general, intelectual y también espiritual, en textos y porciones aislados. Nos dará inmenso beneficio si les prestamos atención.
PROVERBIOS.
El libro de Proverbios nos recuerda que no hemos de prestar atención exclusiva a los Salmos, como muchas veces nos sentimos tentados a hacer. Los Salmos hacen énfasis sobre la devoción, los Proverbios sobre el deber; y el uno complementa al otro Los Proverbios son un tónico para la vida espiritual, y están llenos de poder práctico para cada día. Aquí vemos también la división quíntuple.
1.- Capítulos 1-9 esta sección no incluye ninguno de los proverbios en el sentido estricto
2.- Capítulos 10-24 la sección principal del libro son tres subdivisiones:
a).- 10:1-22:16
b).- 12:17-24:22
c).- 24:23-34
3.- Capítulos 25-29
4.- Capítulo 30
5.- Capítulo 31
ISAIAS.
Entre los profetas no hay ninguno mayor que Isaías, y su libro es digno de un estudio detallado. La abundancia de referencias a nuestro Señor ha llevado a que se hable de Isaías como el profeta evangélico, el profeta del evangelio (el profeta del evangelio de salvación por medio del sacrificio). El contenido se presenta en una triple estructura aunque pueden hacerse subdivisiones.
1.- Capítulos 1-35. Profecías principalmente del periodo sirio En este grupo hay otros pequeños grupos de profecías, que se pueden estudiar por separado, por ejemplo: capítulos 13-23, capítulos 24-27; capítulos 28-33, capítulos 34-35.
2.- capítulos 36-39. Sección histórica. Dos de estos capítulos miran hacia atrás a la primera sección que se refiere en Asiria, y dos adelante, a la sección referida a Babilonia. El doctor Bullinger, en un librito: Isaías: su estructura y alcance, sugiere que estos capítulos pueden resumirse así
a).- Mensaje del rey de Asiria; Ezequías lo presenta delante de Dios; Isaías da la respuesta. Capítulos 36-37).
b).- Mensaje del rey de los terrores (muerte); Ezequías lo presenta delante del Señor; Isaías da la respuesta. Capítulo 38.
c).- Mensaje del rey de Babilonia; Ezequías no lo presenta delante del Señor; Isaías envía la respuesta. Capítulo 39.
3.- Capítulos 40-66 profecías, principalmente del período babilónico. En esta sección de veintisiete capítulos hay tres divisiones claras de nueve capítulos cada una, marcadas por el mismo pensamiento al final de cada nueve, sobre el destino de los malos (véase los últimos versículos de los capítulos 48, 57, 66).
a).- La liberación en camino. Capítulos 40-48
b).- El Libertador. Capítulos 49-57
c).- Los resultados. Capítulos 58-66
Vale la pena notar que en esta sección tenemos algunas de las predicciones más claras y detalladas del Señor y de su obra, y también algunas de las ideas que se hallan luego ampliadas en los escritos de Pablo. Es también digno de notar (incluso como ayuda a la memoria) que en esta sección tenemos veintisiete capítulos en que Cristo lo es todo, la cumbre de los cuales es el 53. Debe añadirse, y esto vale para todos los profetas, que ha de ser leído en una versión moderna.
LAMENTACIONES.
Nótese aquí una ilustración de los métodos literarios hebreos. En primer lugar, los versículos están limitados al número del alfabeto hebreo: veintidós en cada capítulo, excepto en el 3, donde hay sesenta y seis, o sea tres veces veintidós. Cada versículo de cada capítulo comienza con una letra (por orden) del alfabeto, así por ejemplo, el versículo 1 empieza con Aleph y así sucesivamente. En el capítulo 3 cada letra hebrea tiene tres versículos, por ejemplo 1, 2 y 3 tienen Aleph. El Salmo 119 es otra ilustración de esta forma de composición, cada sección de ocho versículos y cada versículo de la sección comienza con la letra del alfabeto correspondiente.
AMOS.
Esta importante profecía ilustra lo que podemos llamar “profetas menores”, y puede ser estudiada del modo siguiente;
1.- Primer mensaje: amenaza. Capítulos 1-2
2.- Segundo mensaje: destrucción. Capítulos 3-4
3.- Tercer mensaje: lamentación. Capítulos 5-6
4.- Serie de visiones. Capítulos 7-9
5.- Promesa de restauración. Capítulos 9, 11-15
Estos son unos pocos ejemplos de los libros del Antiguo Testamento. Hay que insistir que es necesario dominar a fondo los mensajes, para descubrir su verdad, gracia y poder.
Es un buen plan tener un libro a mano para un estudio prolongado, y tener un ejemplar a mano, para leerlo en momentos libres. Pasar un mes a tres meses sobre Génesis, o sobre Josué, o Samuel o Isaías sería de mucho provecho.
6. Libros N.T.
LOS LIBROS DEL NUEVO TESTAMENTO
Si el conocimiento de los libros del Antiguo Testamento es importante, lo es mucho más conocer a fondo los del Nuevo. Ya hemos dado una mirada, a vista de pájaro, del Nuevo Testamento. Vamos ahora a considerar algunos de los libros con mayor detalle, dando unos pocos análisis como muestra de lo que se puede hacer con todos los libros.
MATEO.
Cada uno de los cuatro evangelios tiene su carácter y su propósito distintivos: los cuatro hablan de un sólo Cristo; son cuatro cuadros de un solo Maestro, cuatro retratos de un solo Señor. En cada evangelio hay que preguntar dos cosas: ¿Puedo descubrir su propósito? ¿Puedo hallar el plan sobre el cual es llevado a cabo este propósito? Consideremos el propósito de Mateo, tal como se revela en el capítulo. En el versículo 1 tenemos tres nombres íntimamente asociados: Jesús, David, Abraham. Al instante nos damos cuenta de la clave. Es un libro relacionado con los judíos. Al leerlo llegamos al versículo 22 donde la expresión “para que se cumpliese” nos da ahora la indicación. Es Un libro que relaciona a Jesús con el Antiguo Testamento. Esta frase y la expresión paralela «como está escrito» (2:5) se encuentra repetidas veces en Mateo, y deben ser notadas. El propósito, pues, es presentar a Jesús como el Mesías, El salvador de los judíos, el cumplimiento del Antiguo Testamento. Pero ¿cómo se cumple el propósito? ¿Hay algún plan en el libro? Hay marcas de una estructuración cuidadosa. Miremos en 4:17: “A partir de entonces”, y en 16:21 “Desde entonces” (la misma frase en griego). estas dos expresiones dividen al evangelio en sus partes. Hasta 4:17, todo es introductorio; luego en 4:17 tenemos el relato del principio del ministerio. Notemos cuidadosamente que en esta sección (4:17-16:20) no tenemos ninguna referencia a la muerte; sólo las instrucciones generales del Señor y milagros. Pero en 16:21 hay una nueva frase. A partir de entonces Jesús empieza a revelar sus próxima muerte, los milagros son menos, y la revelación de la pasión se hace mas prominente. Así que tenemos nuestro análisis principal del evangelio
1.- Introducción hacia el ministerio 1:1-4:16.
2.- Principio del ministerio 4:17-16:20
3.- Ultima fase del ministerio 16:21-26-2
4.- Muerte y resurrección 26:3-28:20
Este es el plan general. Si damos una mirada más de cerca al libro hallamos una frase en forma casi idéntica en cinco lugares del evangelio. Véase 7:28; 11:1; 13:53; 19:1; 26:1. Estas frases se hallan cada una de ellas al concluir una sección de enseñanza, y podemos ver al instante que el evangelio de Mateo da una parte prominente a la enseñanza de nuestro Señor Si se estudian las cinco grandes secciones observaremos que representan un aspecto quíntuplo y un orden de enseñanza lleno de profundo interés, una quíntuplo proclamación del Reino. Esto debe ser estudiado cuidadosamente Es un rasgo especial del primer evangelio.
Luego, cuando seguimos leyendo podemos ver que los milagros suelen estar agrupados, así en el capítulo 8, aunque, en general, podemos decir que en Mateo se hace énfasis en las palabras de Jesús, no en sus obras.
Una vez más leemos este evangelio y notamos la frase «el reino de los cielos», que se encuentra por lo menos treinta y siete veces, y ni una en Marcos y Lucas, donde se habla del “Reino de Dios”. Aquí hay otra indicación de nuestro Señor de fundar su reino. Así se nos hace ver por todo el, la grandeza y la gloria del Rey mesiánico en sus palabras y obras, hasta que al final del evangelio viene la proclamación de “todo poder” y la seguridad de su presencia perpetua.
MARCOS.
Una vez que nos preguntamos sobre el propósito y vemos que se nos sugiere en el primer capítulo, en los primeros versículos. Aquí no hay nada de genealogías, ni datos de la infancia, sino que se nos introduce de modo abrupto en la vida y obra activa del Hijo de Dios. Al ir leyendo, esta impresión se va profundizando. Muy poco sobre la enseñanza de nuestro Señor, pero mucho sobre el servicio activo. Incluso así el plan general del evangelio está marcado por su contenido de modo muy semejante al de Mateo.
1.- Introducción al ministerio 1:1-4
2.- Primera fase del ministerio. 1:15-9:50
3.- Fase final del ministerio. 10:1-13:37
4.- Muerte y resurrección. 14:1-16:20
A la luz del énfasis que se hace en la actividad de nuestro Señor hemos de notar la frecuencia del uso de la palabra “inmediatamente” o sus equivalentes. Luego, como el secreto de esta actividad, nótese que ningún evangelio da tanta prominencia a los períodos de descanso o retiro de nuestro Señor de esta obra evangelizadora. Véase 1:35 y búsquense los otros.
LUCAS.
Pasamos ahora al tercer evangelio y nos encontramos con un prefacio que afirma el propósito general del autor, pero no nos dice nada sobre su punto de vista. El primer capítulo, sin embargo, respira un espíritu muy humano y de simpatía. Sentimos que nos hallamos en medio de personas que viven vidas hermosas, y tenemos vistas de corazones y de hogares llenos de “dulzura y de luz”. Así es también el capítulo 2, y al leer el capítulo 3, nos parece recoger una pista en la diferencia en la genealogía, comparándola con la de Mateo. Allí se termina en Abraham. Aquí se llega a Adán. Ésta es nuestra clave. El tercer evangelio es el evangelio de nuestro Señor para la humanidad, tierno, amoroso, y nos lo pinta como el Hijo del hombre más bien que como el Hijo de David; y a medida que leemos con esta clave hallamos ilustración tras ilustración de este espíritu en la selección de los materiales. Algunas de las parábolas y gran parte de la enseñanza es así. Lucas es el evangelio del amor y la gracia para los descastados, los sufrientes, el samaritano, el pródigo. Leámoslo cuidadosamente y busquemos este punto a lo largo del mismo.
El material es ordenado conforme al mismo modo general de los evangelios precedentes:
1.- Introducción al ministerio. Capítulo 1-3
2.- Primera fase del ministerio. 4: 1-9: 50
3.- Fase final del ministerio. 9:51-19:48
4.- Muerte y resurrección. 20:1-24:53
Estos tres son los llamados “evangelios sinópticos”, porque dan una sinopsis, o sea un bosquejo casi idéntico del ministerio de nuestro Señor. Están estructurados bajo el mismo plan general, lo cual es evidente a pesar de las características peculiares de cada uno.
Aquí estamos interesados en dominar cada evangelio por separado. Luego vamos a considerarlos en sus relaciones mutuas.
JUAN.
El cuarto evangelio completa el cuadro cuádruplo de nuestro Señor. El propósito de este evangelio se afirma de modo claro en 20:31. Este versículo debería ser estudiado cuidadosamente. El evangelio tiene un propósito “se ha escrito para que” y este propósito es doble: llevar a la creencia en el Jesús histórico como Mesías e Hijo de Dios, y conducir, por medio de esta creencia, a la posesión de la vida. Considerando las siete palabras usadas en el versículo: Creer; Jesucristo; Hijo de Dios; tener; vida; en su nombre. Sobre ellas se edifica el evangelio. Ellas forman su sustancia.
Pero ¿tiene el evangelio un plan? Sin duda, porque su propósito es expresado mediante el plan. Este plan es la presentación de Cristo en aquellos aspectos que estimulan la fe. Estos materiales están seleccionados claramente y lo revelan.
Con todo, junto a esto hay el hecho evidente que no todos le reciben, y así el evangelio revela una creciente incredulidad, que culmina en su rechazo y en la crucifixión. Esta incredulidad se explica por la enraizada pecaminosidad del hombre y su consiguiente separación de Dios. Así estos tres elementos corren paralelos por el evangelio; revelación, recepción, rechazo. Se hallan en el prólogo; y se entretejen en cada capítulo.
Con esta doble clave de la creencia y la incredulidad, podemos ahora considerar el plan, y observemos cuán íntimamente se adhiere al propósito.
1.- Prologo, 1:1-18. Versículos 1-4, revelación; 5-11, rechazo; 12-18, recepción
2.- Revelación del Mesías 1:19-6:71. Los comienzos de la fe y la incredulidad
3.- Conflicto y desarrollo de la incredulidad en una hospitalidad activa junto al aumento en la fe, 7-12
4.- Desarrollo de la fe, 13-17
5.- Culminación de la incredulidad, 18-19
6.- Victoria de la fe, 20
7.- Epílogo, 21
De modo que, en el fundamento de las manifestaciones de Jesucristo, se presentan dos factores morales decisivos, de fe y de incredulidad. Vale la pena notar que el prólogo contiene un sumario de todo el evangelio.
1.- Capítulo 1:1-4, revelación = capítulo 1:19. Capítulo 6
2.- Capítulo 1:5-11, rechazo = capítulo 7. Capítulo 12
3.- Capítulo 1:12-18, recepción = capítulo 13. Capítulo 21
Hay una indicación significativa de este contraste entre fe y falta de fe en la fase “los suyos”, que en 1:11 se refiere a la incredulidad, y en 13:1 a la creencia. Éstas son prácticamente las dos grandes secciones del evangelio.
Podemos notar también en el plan anterior, una estructura séptuple, y ver cómo la primera división contesta a la séptima, la segunda a la sexta, y la tercera a la quinta, dejando la central (Capítulos 13:17) como la almendra o núcleo dominante de todo el propósito: el crecimiento de la fe.
A partir de este bosquejo es posible y necesario entrar en un estudio detallado, y cuanto más minuciosa sea la consideración, más claramente se verán las glorias que revela este evangelio. Todo se hallará que sirve al propósito y forma parte del plan. Por este medio se puede obtener un conocimiento y fondo del contenido, y también un conocimiento del pensamiento en orden y continuidad. Esto será mucho más ventajoso que una mera serie o recuerdo de los capítulos aunque se titulen con los sucesos ocurridos en ellos. Una ayuda así puede ser útil y todo el que desee hacerla puede pensar en una cumbre con dos caminos uno hacia arriba y, en el otro lado, uno hacia abajo. Luego, tomando el capítulo central (capítulo 11) como la cumbre (el mayor milagro) es posible dirigirse hacia atrás, los diez primeros, o hacia el final, los diez últimos, para comprender mejor el contenido. Pero es básico también captar el orden del pensamiento y del contenido, y así seguir el maravilloso relato que da Juan de su Maestro y el nuestro.
Hemos entrado en más detalles en este evangelio debido a su gran importancia, pero nuestro interés es estimular las ideas, así que instamos a la lectura concienzuda del evangelio. Es necesario releerlo con frecuencia (podría llevarse en el bolsillo) y seguir hasta la gran culminación y la mayor confesión de fe: “Señor mío y Dios mío.”
LOS HECHOS.
Para los obreros cristianos en particular este libro es del máximo valor, v debería hacerse de él un estudio cuidadoso y a conciencia. Se halla entre los evangelios y las epístolas y es el eslabón de enlace entre ellos. Es a la vez la explicación necesaria de los evangelios y la base requerida para las epístolas.
Su conexión con los evangelios es íntima e importante, especialmente con el de Lucas. Esto se puede ver en los dos relatos de los “cuarenta días” en Lucas 24 y Hechos 1, el primero de los cuales está escrito desde el punto de vista del término de la vida terrenal y el otro desde el del comienzo de la vida celestial de nuestro Señor.
¿Cual es el propósito de los Hechos? Estúdiese cuidadosamente 1:1-2. El “tratado anterior” es un relato de lo que Jesús empezó a hacer y enseñar antes de su ascensión. El libro presente es un relato de lo que siguió haciendo y enseñando después de sus ascensión. Así que el libro realmente es un relato de los “Hechos del Señor ascendido”. El es el verdadero obrero (1:24; 2:33; 3:16; 4:10); y el Espíritu Santo es el poder real (1:2 y otros pasajes). Luego nótese la obra descrita. “Haciendo y enseñando.” Es un libro de hechos y palabras, acciones e instrucción. Nótese el orden y véase Lucas 24:19 y Hechos 7:22. Considérese también el énfasis en la palabra empezó. Este libro es también una historia de comienzos, los comienzos de la Iglesia en localizaciones particulares, las primeras muertas de los varios métodos de la obra cristiana. Este es el propósito, y el libro debe estudiarse teniendo esto a la vista, si lo hemos de hacer nuestro con precisión.
Pero ¿tiene también un plan este libro? ¿Es posible seguir el propósito en la forma como se realiza? Veamos en capítulo 1:8, y nótense tres grandes hechos: 1) El propósito ha de ser realizado por medio de una cierta clase de personas: “Me seréis testigos.» 2) Y por medio de progreso en un cierto orden: En Jerusalén, Samaria, lo último de la tierra.” Esto no es sólo geográfico sino también espiritual. Jerusalén significa las personas que tienen una religión verdadera en forma falsa o imperfecta. Samaria representa una mezcla de verdadero y falso: “Lo último de la tierra indica las religiones falsas o la ausencia de religión.” 3) Este propósito ha de ser realizado por medio de un poder especial (“el Espíritu Santo”). Todo el libro está escrito sobre estas líneas.
Ahora bien, analicemos el libro, y considerémoslo desde más de un punto de vista. Considerémoslo:
1.- Según la extensión histórica (hacia fuera):
a).- Iglesia de Jerusalén. 1:1-7:60
b).- Iglesia de Palestina. 8:1-12:25
c).- Iglesia de los gentiles. 13:1-28:31
2.- Según la expansión espiritual (hacia dentro):
a).- Comienzo claro. 1:1-8:3
b).- Experiencias profundizantes 8:4-12:25
c).- Progreso asombroso 13:1-21:16
d).- Freno aparente. 21:17-28:31
3.- Según el esfuerzo personal (los dos hombres alrededor de los cuales gira la historia):
a).- Pedro 1-12, en cinco secciones (hallarlas), y termina con su encarcelamiento y liberación
b).- Pablo 13-28, en cinco secciones (búsquense), terminando con su encarcelamiento (¿y libertad?)
De nuevo insistimos en la necesidad de un estudio de estos dos libros, Juan y Hechos. Por ello hemos dado un bosquejo más detallado. Ellos suministrarán a la mente y al corazón abundancia de luz, gracia y poder, enriquecimiento y equipando para el servicio de Dios.
Completamos nuestra consideración del estudio del Nuevo Testamento por libros, dando algunas sugerencias sobre el estudio de las Epístolas. Esta sección del Nuevo Testamento es apropiada para el método que estamos considerando, pues las Epístolas tienen en su mayor parte un propósito definido y es fácil analizarlo.
ROMANOS.
La primera Epístola del Nuevo Testamento en el orden en que las tenemos en nuestras versiones es en algunos aspectos la mayor de todas ellas. la clave de su significado se halla en 1:17. El evangelio se dice que es el poder de Dios para salvación (v. 16), porque en él se revela la justicia de Dios (v. 17). El tema de la Epístola es “la justicia de Dios”, y toda ella está construida sobre esta idea. Leámosla en una sesión si es posible pensando en esta idea. Luego hay que leerla de nuevo, y aún una tercera vez, notando cuidadosamente la impresión general que hace. Luego consideremos el siguiente análisis Buscar si es correcto. Mejorar, modificar o alterar si es necesario.
Introducción personal. 1:1-15
1.- La justicia requerida por Dios a causa del pecado. 1:16-3:2.
2.- La justicia provista por Dios en Cristo. 3:21-26
3.- La justicia recibida por la fe. 3:27-30
4.- La justicia vista con anticipación e ilustrada en el Antiguo Testamento. 4:1-25
5.- La justicia realizada en la experiencia personal. 5-8
6.- La justicia rechazada por los judíos satisfechos de sí mismos. 9-11.
7.- La justicia manifestada en la vida diaria. 12:1-15:13
Terminación personal. 15:36-16:27
Se ve pues que casi cada aspecto de la justicia es discutido e ilustrado en la Epístola. Notemos también que “la justicia de Dios” incluye dos elementos: su justicia personal, esto es la justicia de su carácter, revelada en Cristo; y la justicia concedida, esto es, la justicia de su gracia impartida en Cristo. Vemos esto en el gran pasaje de 3:26; “A fin de que Él sea justo [personal] y el que justifica [concedida].” En otros pasajes se hace énfasis en la una o la otra, según el contexto. Todo cristiano debería asegurarse de entender tanto como le sea posible esta Epístola a los Romanos. Es una educación para la mente, el corazón, la conciencia y el alma.
GALATAS.
El obispo Lightfoot dice que Gálatas es un bosquejo de Romanos, el cual es el cuadro terminado. La simple división consiste de tres partes de dos capítulos cada una:
1.- Personal. 1 y 2
2.- Doctrinal. 3 y 4
3.- Práctica. 5 y 6
Hay pocas epístolas más intensas en sentimientos y expresión. Procede el mismo corazón de un pastor fiel, que teme la pérdida del rebano; el rebaño querido por él, que fue recogido en su primer viaje misionero (Hechos 13: 14).
EFESIOS.
Una cumbre de revelación, Efesios revela los propósitos últimos y sublimes de Dios en Cristo y en la Iglesia. Como es corriente en Pablo, la gran división es doctrina (1-3) y práctica (4-6), la última sigue como corolario inevitable de la primera. La doctrina más alta es el motivo de poder para el deber más humilde. La nota clave se halla en 1:3 y toda la Epístola ilustra y elabora este versículo.
1 TESALONICENSES.
Aquí tenemos una de las Epístolas más simples (y probablemente de las primeras) entre los escritos paulinos. Consiste en dos partes.
1.- personal que termina con una oración (1-3),
2.- práctica, que termina con una oración (4-5).
HEBREOS.
Otra de las grandes Epístolas, Hebreos es una carta y un tratado. Considérese su tema en 1:1-4, la revelación completa y final de Dios en la persona divina y la obra sacerdotal de su Hijo:
1.- La gloria de la Persona. 1:4-4:13
2.- La gloria del sacerdocio 4:14-10:18
3.- La apropiación personal y la aplicación práctica. 10:19-12:29
Cada una de estas secciones está dividida y subdividida en el curso de la discusión. Puede verse un plan detallado en la obra de Murray “El Lugar Santísimo.” Pero antes y de modo especial hay que hacer nuestro el contenido de la Epístola.
La Epístola trata su tema a la luz del Antiguo Testamento, y muestra la superioridad de nuestro Señor con respecto a los hombres y el ritual del Antiguo Pacto. La palabra “mejor” es la nota clave, y se halla unas once veces, en tanto que la “idea” se halla en cada capítulo.
1 PEDRO.
En vez de un análisis, una palabra clave es a veces de mayor ayuda. Lo es aquí, y la palabra es “sufrir”. La epístola está escrita para animar a los cristianos que sufren y se les anima a resistir por medio de la idea de los sufrimientos de Cristo y la gloria venidera.
1 JUAN.
Esta es una de las Epístolas más difíciles de analizar, aunque hay una clara unidad de pensamiento a lo largo de la misma. El propósito es triple. 4, 2:1 y 5:13; y estos tres hilos son esenciales en toda la Epístola. El último texto (5:13) la enlaza con el Evangelio como su continuación (20:31). La idea es que los que tienen vida por creer el evangelio deben conocerla (la Epístola, y seguir creyendo). Esta seguridad tiene tres pruebas: obediencia, amor a los hermanos y posesión del Espíritu. La obediencia se discute en 1:5-2:6; el amor en 2:7-3:24; y el Espíritu en 3:24-5:12.
Estos ejemplos de libros del Nuevo Testamento serán suficientes para ilustrar la necesidad y el valor de este modo de estudio. Hemos evitado dar muchos detalles, porque esto anularía nuestro objetivo, que es estimular a un estudio de primera mano todas las ayudas del mundo no pueden sustituirlo y quizá puede estorbarlo.
7. Temas A.T
TEMAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO
Junto con el estudio de la Biblia por medio de libros, es también posible y necesario que nos dediquemos al estudio de temas o tópicos, que pueden ser hallados en los libros particulares, o repartidos en largas secciones de las Escrituras.
El presente capítulo tiene por objetivo el sugerir unos cuantos de los muchos tópicos que pueden seguirse en la lectura del Antiguo Testamento. Es un método de estudio provechoso, para la mente y el corazón, y va a conducir a un conocimiento a fondo del contenido de la Biblia y del orden y proporción de sus enseñanzas.
IDEAS CENTRALES DE LIBROS PARTICULARES.
A veces es posible hallar una idea prominente que circula por todo el libro y se ilustra de distintas formas en él. Esto no es posible con cada uno de los libros, pero sí con algunos, si no con muchos.
El mejor método es leer el libro una, dos y tres veces, y estar alerta por una idea o pensamiento central. Por ejemplo, en el Génesis, como hemos visto, se trata de un libro de orígenes, de comienzos; y todo el libro ilustra la idea. El Exodo parece tener como nota clave, la redención. La necesidad, el método y los resultados de la redención formal la sustancia del libro En Levítico la idea central es quizá la de adoración. Compruébese esto en la lectura, y corríjase si es necesario. Podemos tomar Josué y considerar si la conquista es el hilo que corre por todo él. O Jueces y notar el fracaso lamentable del principio al fin. En Job, la idea clave parece ser la de la Providencia de Dios; y en los Salmos, la comunión con Dios. La carga de Isaías parece ser la fe que lleva a la fidelidad y esto es indicado por la historia de las relaciones de Isaías con los reyes Acaz y Ezequías.
Los ejemplos anteriores son ilustraciones claras del método, pero hay otros disponibles para el que piense con cuidado. Los resultados de este plan no se hallan en la superficie. Hay que descubrirlos y esto significa estudio.
BIOGRAFIAS.
Aquí tenemos uno de los temas de estudio más deleitable y más valioso. Dios se ha complacido en darnos tanto en forma biográfica en su Palabra, que un conocimiento de los hombres y mujeres es absolutamente esencial para el verdadero entendimiento de la Biblia y de la revelación de Dios contenida en ella. Por medio de ellas vemos la revelación en su progreso, y al mismo tiempo podemos ver los efectos de la obra de Dios en las almas de los hombres.
Con un campo tan amplio es casi imposible e innecesario particularizar, pero podemos llamar la atención de modo especial a dos puntos. La vida de una persona determinada debe ser puesta delante con tantos detalles como sea posible, y también en el orden del progreso y desarrollo de los sucesos. Por ejemplo la vida de Moisés es susceptible a una triple división; su vida en Madián, su vida como líder de Israel. En David notamos cinco secciones. David en su hogar, David en la corte, David en el exilio, David rey de Judá, David rey de todo Israel. El otro punto es el intenso interés espiritual y beneficio de las vidas menos destacadas de algunos personajes del Antiguo Testamento, como Caleb, Aarón, Rut, Elí, Mefiboset y muchos otros. Es casi imposible exagerar el valor de este estudio biográfico.
PERIODOS HISTORICOS.
Hay ciertos períodos de historia contenidos en el Antiguo Testamento que necesitan un estudio cuidadoso. Son puntos alrededor de los cuales gira todo lo demás;
1.- Las etapas en el viaje de Israel desde Egipto a Canaán. Es necesario tener idea clara de los sucesos después de salir de Egipto, y de los sucesos en el Sinaí, y de los que preceden de modo inmediato a la muerte de Moisés.
2.- Los pasos en la conquista de Canaán. El conocimiento de las tres grandes batallas, por medio de las cuales se resuelve prácticamente la campaña.
3.- Las causas (no meramente la ocasión) de la separación de los reinos. Un estudio fructífero que va de Salomón, retrospectivamente al tiempo de Josué.
4.- La aparición de los profetas. Empezando con Samuel, pueden seguirse a través de los reinos de David y Salomón, hasta que los hallamos ocupando los puestos más importantes en el reino.
5.- El reino de Israel. En su apogeo (Saúl a Salomón). En la separación (Roboam a Sedequías). En la cautividad.
6.- Los tres estadios de la cautividad de Judá. Bajo Joacim (Daniel 1;1; 2 Reyes 24;1). Bajo Joaquín (2 Reyes 24:10-16). Bajo Sedequías (Jeremías 52:26). ¿Cuántos hay que tienen presentes estos detalles claramente?
7.- Los tres estados del retorno de la cautividad. Bajo Zorobabel y Josué (Esdras 3:2). Bajo Esdras (Esdras 7). Bajo Nehemías (Nehemías 1-2).
LOS MILAGROS.
Nótense y estúdiense las cuatro épocas en que ocurrieron. Es notable que no aparecen al azar, sino en tiempos especiales:
1.- La creación. Ésta era en sí mismo un milagro No aparecen otros hasta Moisés.
2.- El tiempo de Moisés. Dios estaba sacando a su pueblo de Egipto y aparecen milagros en favor de ellos. Esto es una manifestación especial contra los dioses de Egipto. Luego vienen.
3.- En el tiempo de Elías y Eliseo. El pueblo se había hundido en la idolatría y era necesaria una nueva intervención de Dios. Después de esto se ven milagros.
4.- En el tiempo de Daniel. Cuando el pueblo de Dios estaba en cautividad, rodeado de paganismo e idolatría, una vez más Él dio testimonio de sí mismo.
Estúdiense los milagros particulares en cada caso, y nótense los milagros de juicio, de poder, de majestad y de bendición.
LA OBRA DEL PROFETA.
Moisés fue en algunos sentidos un profeta, y él se llama uno; pero Samuel fue el fundador efectivo de la línea. La obra del profeta era doble:
1.- Dar testimonio de Dios en su época. Era una “conciencia personificada” para el rey y el pueblo. Como Isaías con relación a Ezequías, el profeta era un hombre de estado, un político y un patriota, cuyo objetivo era hacer que el rey y el pueblo se mantuvieran fieles a Dios.
2.- Dar testimonio de Dios respecto al futuro Ésta es la obra que suele llamarse de predicción y por ella decimos que un profeta es el que predice. Pero en el Antiguo Testamento es también, y de un modo especial, el que proclama los mensajes de Dios para el presente. Jonás fue un testigo para su época solamente. Isaías proclamaba y profetizaba. El significado esencial de profeta es el de uno que habla en nombre de otro, y esto puede incluir predicción del futuro o no. Algunas veces lo hacía, otras no. El texto clave para el significado es Éxodo 7:1, y lo hemos de tener en cuenta. Considerados como intérpretes de su propio tiempo, los profetas deben ser leídos en relación con la historia a que pertenecen, y cuando hacemos esto, su variedad y poder se hace evidente.
Hasta el presente hemos considerado algunos de los tópicos históricos más importantes, temas que tratan de hechos y de hombres. Contienen su propia enseñanza espiritual para aquellos que insisten estudiándolos, y nadie puede esperar comprender el significado espiritual sin dominar los hechos sobre los cuales estaba basado. Pero hay otra enseñanza espiritual más directa en el Antiguo Testamento, a la cual nos referiremos en el capítulo próximo.
LA DOCTRINA DEL ANTIGUO TESTAMENTO
Ya hemos considerado los métodos apropiados para estudiar los hechos históricos y la estructura literaria que hay en los fundamentos del Antiguo Testamento. Estos hechos, como hemos visto, llevan sus propias lecciones particulares.
Es necesario, sin embargo, ir más lejos y considerar la enseñanza espiritual del Antiguo Testamento en conjunto. La unidad histórica entre la diversidad que estudiamos en el primer capítulo tiene su contrapartida en las verdades espirituales que descubrimos desde el Génesis a Malaquías, y es un deber y un privilegio el descubrir lo que tiene que decirnos el Antiguo Testamento con respecto a las grandes realidades espirituales que afectan la vida del hombre.
Sólo es posible sugerir títulos bajo los cuales estudiar las doctrinas particulares. El estudioso tiene que arreglar bajo cada división o subdivisión los resultados de sus lecturas.
Hay que darse cuenta y siempre tener a la vista un principio de inmensa importancia con respecto al estudio doctrinal del Antiguo Testamento. Se trata del
CARACTER PROGRESIVO DE LA REVELACION.
Dios se reveló, no sólo en “varias ocasiones” sino también “de diversas maneras, a los padres” (Hebreos 1:1). Enseñó a los hombres lo que podían comprender y llevar. Les llevó desde la aurora de la revelación hasta el pleno día de la meridiana plenitud y esplendor de su manifestación “en estos últimos tiempos de su Hijo” (Hebreos 1:1). Hemos de recordar, pues, que aunque cada estadio de la revelación era perfecto, era perfecto para su tiempo, y no perfecto, por necesidad, con referencia a estadios ulteriores. El conocimiento de este principio del carácter progresivo de la revelación de Dios, nos permite evitar un doble error: impide que, por un lado, menospreciemos el Antiguo Testamento por razón de la luz más plena que tenemos en el Nuevo; y por otra parte, nos impide que usemos el Antiguo Testamento en ninguno de sus estadios sin la guía de la revelación completa de Cristo. Podremos así, en una palabra, obtener la perspectiva espiritual correcta desde la cual estudiar el Antiguo Testamento, y derivar de él la riqueza de instrucción espiritual que tiene por objeto transmitir a todas las edades (Romanos 15:4).
Este principio del progreso en la revelación de Dios es también de gran servicio práctico al hacer frente a ciertas objeciones corrientes al Antiguo Testamento. Hay quienes lo rechazan a causa de lo que dicen crueldades, como la matanza de los cananeos, o por ciertas manifestaciones en la vida y conducta individual que no están en consonancia con los principios del Nuevo Testamento. Ahora bien, aunque podemos guiarnos hoy por medio de muchos de los ejemplos del Antiguo Testamento, es también verdad que si lo que hicieron y dijeron era debido a una revelación de Dios, esta revelación era perfecta para aquel tiempo, al margen de la verdad adicional que ha venido después para nuevas necesidades. Decimos, “si lo que dijeron e hicieron era de Dios” porqué no hemos de entender que todo lo que hacen los siervos de Dios en el Antiguo Testamento es aprobado por Dios, aun cuando ellos creían hacer un servicio a Dios. En lo que se refiere a los cananeos, hemos de recordar la tremenda depravación en que habían caído esta gente, y sólo haremos notar que los que se alarman ante esta matanza, mostraban gran júbilo cuando, no hace mucho, el poder del califa mahometano, o sea el imperio turco fue arrollado, y consideraron el hecho como un gran progreso para la civilización y la seguridad de la humanidad.
Así que hemos de distinguir cuidadosamente entre lo que se llama verdad dispensacional y verdad permanente en el Antiguo Testamento, esto es, entre los dos elementos de la revelación de Dios cuyo intento es sólo para la necesidad inmediata y los que son válidos eternamente. Para decirlo de otra forma tenemos que recordar las diferencias entre lo qué está escrito dirigido a nosotros y lo escrito para nuestro provecho. Toda la Escritura fue escrita con miras a nuestra enseñanza, pero no toda ella fue escrita dirigida directamente a nuestra enseñanza. Mucho de lo que se dirige a los judíos fue escrito de modo primario para ellos, y sólo es para nosotros a modo de aplicación. Para dar un ejemplo entre muchos: el primer mandamiento es de valor eterno y fuerza permanente, pero las palabras de introducción que nos dan el motivo del mismo (Éxodo 20:2), ya no tienen aplicación para nosotros, excepto por medio de un proceso de espiritualización. Esta distinción entre las dispensaciones va a resolver muchas dificultades del Antiguo Testamento. Pero no podemos continuar. Basta con decir que el progreso de la doctrina es una de las claves del Nuevo Testamento. Vamos a considerar ahora algunos de los elementos principales de la enseñanza.
LA DOCTRINA DE DIOS.
Veamos, primero, el libro del Génesis, y consideremos sus ideas fundamentales de Dios:
1.- Como Creador
2.- Como Legislador
3.- Como Juez
4.- Como Providencia o Soberano
5.- Como Redentor.
Notemos cómo aparecen estas ideas en los primeros capítulos. En ellos hay, en germen, lo que viene después, y todo lo demás, hasta Malaquías, está incluido en estas ideas. la revelación de Dios con respecto a sí mismo toma varias formas, según se dé a los patriarcas, jueces, reyes o profetas, y siempre está incrementando en plenitud desde los patriarcas hasta los profetas, lo cual puede proporcionar material para un estudio fructífero.
En relación con esto, es de gran importancia un estudio de los nombres y títulos de Dios. Para un estudio apropiado aquí, es indispensable un conocimiento del Hebreo; pero hay mucho material de ayuda que puede ser útil. Los nombre de Dios (Elohim); Jehová; Dios todopoderoso (El Shaddai); el Dios eterno (Génesis 21; y los varios títulos asociados con Jehová (Jireh, Shalom, etc.) son ilustraciones en este campo. El nombre de Dios es la revelación de su naturaleza, y los varios nombres y títulos son diferentes aspectos del carácter divino. Es importante notar cuidadosamente, al estudiar capítulos y estadios sucesivos, qué adiciones se hacen en ellos a la doctrina de Dios.
LA DOCTRINA DEL HOMBRE.
Veamos de nuevo el Génesis, y veremos en él un sumario de todo lo que dice la Biblia respecto al hombre.
1.- Su gloria (en la creación)
2.- Su humillación (por medio del pecado)
3.- Su necesidad (de redención)
4.- Sus anhelos (de Dios)
5.- Sus esfuerzos (por la justicia)
Cada uno de estos aspectos puede ser seguido por todo el Antiguo Testamento y se van a hallar numerosas ilustraciones. Por ejemplo, bajo el 4, los anhelos de Dios, leamos especialmente Job y los Salmos. Para el número 5, los esfuerzos del hombre por medio de sus propias obras de sacrificios, etc., para merecer el favor de Dios; y luego nótese la verdadera idea de sacrificio, como se enseña en los Salmos 50 y 51 y Miqueas 5:5-8. Estúdiese bien en el Antiguo Testamento el cuadro que pinta del hombre, y comprenderemos mejor lo que la obra de la gracia ha de hacer y puede hacer por él.
LA DOCTRINA DE LA RELIGION.
Esta mostrará los tratos divinos con el hombre, y la forma en que las doctrinas referentes a Dios entran en contacto con la vida del hombre. Hallaremos la religión en el Antiguo Testamento bajo tres formas sucesivas y con todo coexistentes:
1.- la teocracia, o gobierno directo de Dios (desde la Creación a Samuel).
2.- La monarquía, o gobierno divino a través de reyes (Saúl hasta la cautividad).
3.- La jerarquía sacerdotal o gobierno divino por medio de sacerdotes y profetas (la cautividad y la restauración).
Hemos dicho sucesivos, y coexistentes a la vez, porque en el segundo período, así como en el tercero, los profetas y sacerdotes tuvieron gran influencia como medios de revelación divina, aunque ellos no estaban directamente en autoridad sobre el pueblo.
En todo el curso de estas tres formas parece que hay un objetivo principal: la educación. El pueblo de Dios tenía que ser entrenado y conducido hacia arriba y adelante en una religión de restricción externa a una religión de impulsión interna de un sistema de preceptos externos, a un sistema de preceptos internos. En otras palabras, Dios estaba en tratos con el mundo tal como tratamos a nuestros hijos Imponemos nuestra voluntad desde el exterior, y así entrenamos al niño gradualmente hasta que hay en él poder de hacer el bien desde dentro El Antiguo Testamento es el relato de la infancia moral de la humanidad “bajo ayos hasta el tiempo designado por el Padre”; hasta la edad adulta moral y espiritual de la revelación en Cristo (Gálatas 4:1 y ss.). Se pueden seguir los rastros de este progreso gradual a lo largo del Antiguo Testamento; la creciente dependencia que va de lo externo a lo interno, la superioridad del espíritu a la letra, el progreso gradual y el desarrollo de la religión que conduce al “culto en espíritu y en verdad” del Nuevo Testamento.
Hay otros aspectos de la enseñanza del Antiguo Testamento que proceden de éstos, sobre los cuales no podemos entrar ahora. Pero quizás el aspecto más importante queda aún por considerar, por lo menos de modo inmediato. Como éste va a requerir un tratamiento más a fondo, vamos a reservarlo para el capítulo próximo.
CRISTO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
El propósito principal y la gloria suprema de la revelación del Antiguo Testamento se resume en las bien conocidas palabras de nuestro Señor: “Éstas son las que dan testimonio de mí.” Todo lo demás, por importante y necesario que sea, está subordinado a este gran fin, que es la anticipación y preparación del Mesías, el Hijo de Dios, el Hijo de Abraham, el Hijo de David, el Hijo del hombre. No hay estudio del Antiguo Testamento que pueda ser completo que no incluya y haga énfasis en el elemento espiritual de la relación divina del Mesías. En él hallamos profecía y preparación; profecía y preparación del Mesías. Éstas dos ideas son destacadas en varios aspectos, y cada una de ellas requiere un estudio separado, y las dos se combinan para llevar un cuadro completo del “Cristo en el Antiguo Testamento”.
CRISTO EN LA PROFECIA.
Como vimos en un capítulo anterior, hay un hilo de profecía, de anticipación de Alguien que ha de venir, desde el Génesis 3 hasta Malaquías 4. El Antiguo Testamento es ciertamente un libro de profecía, de esperanzas despertadas por las promesas de Dios, y con todo las profecías permanecen sin cumplir, las esperanzas no se realizan. Podemos sólo sugerir en un mero bosquejo algunos de los métodos de exploración de esta riqueza lógico:
1.- Consideremos las profecías en su orden cronológico
a).- Las profecías del Génesis
b).- Las profecías del Éxodo (Éxodo – Deuteronomio)
c).- Las profecías de los reinos de David y Salomón
d).- Los primeros profetas de Judá
e).- Los profetas de Israel
f).- Los últimos profetas de Judá
g).- Los profetas de la cautividad (Jeremías, Ezequiel, Daniel)
h).- Los profetas del retorno (Hageo, Zacarías, Malaquías)
Bajo estas divisiones, pueden ser estudiadas las profecías mesiánicas particulares de cada escritor y la antorcha de la esperanza va pasando de mano en mano hasta que llega el último de los profetas, y luego vienen dos siglos de silencio.
2.- Consideremos las profecías en sus detalles. Hemos de buscar la contribución de cada escritor al cuadro completo del Mesías. Así podemos considerarle como la Descendencia de la mujer, la Fuente de bendición (Abraham), el Silo (Jacob), el Profeta (Moisés), la Estrella (Balaam), el rey (David), el Varón de dolores (Isaías), el Señor nuestra justicia (Jeremías), el Hijo del hombre (Daniel), el Amigo de Dios (Zacarías), el Señor (Malaquías). Éstos son algunos de los diferentes aspectos, y cada uno añade algo a la totalidad divina de la representación. Hemos de notar, también, la forma en que las profecías comienzan con mucha amplitud, son una referencia muy general al Mesías de la Descendencia de la mujer, y que cada una de las adiciones ulteriores, va dando forma definida al cuadro Su nación, su tribu, su familia, su lugar de nacimiento, su título, su fecha, todo se va dando gradualmente.
Y cuando hemos recogido todos estos materiales hagamos una pausa para recordar que estas profecías datan, por lo menos, de fechas tres a cuatrocientos años antes del nacimiento del Señor Jesús en Belén, mientras que muchas son de seiscientos y más años hasta mil antes del suceso. Hemos de enfrentarnos con el elemento de predicción, “de la historia escrita con anterioridad” por la mano de Dios. Esto es parte de lo milagroso, el elemento divino que da al Antiguo Testamento su carácter como revelación divina.
CRISTO EN EL RITUAL.
Ya hemos notado que el Antiguo Testamento es un libro en el que hay varias ceremonias religiosas prominentes, ceremonias que necesitan explicación y no reciben su interpretación plena dentro de los tiempos del Antiguo Testamento. Consideremos algunas de ellas:
1.- Los sacrificios. Estos tienen por objeto revelar los verdaderos métodos de acercarse a Dios, y bajo varios aspectos, hacen énfasis en la reconciliación, la consagración y la comunión.
a).- Estudiar los principios del sacrificio en el Génesis.
b).- Considerar su desarrollo bajo Moisés. La base fue sacrificio de la Pascua de redención, y luego siguieron los sacrificios de Levítico 1-4.
2.- Las purificaciones. Estas enseñan otro aspecto de la religión, la necesidad de purificación al acercarse a Dios. Necesitan un estudio muy cuidadoso. El ritual de limpieza del leproso es un ejemplo notable.
3.- El sacerdocio. Esto trae delante de nosotros a los agentes por medio de los cuales el pueblo puede acercarse a Dios.
4.- Los festivales. Éstos son ocasiones especiales en las cuales el pueblo puede adorar a Dios. Los servicios que tienen lugar cada día, semana, mes, año, cada siete años, año de jubileo y otros, son ocasiones para la preparación para la adoración en espíritu y en verdad (Juan 4) de todos los tiempos y lugares. “Cristo es nuestra pascua sacrificada por nosotros: por tanto [tengamos un festival permanente]” 2.a Corintios 5:7-8).
CRISTO EN TIPOS PERSONALES.
La cuestión del ritual del Antiguo Testamento está enlazada de modo inextricable con el pueblo del Antiguo Testamento, y en consecuencia tenemos a Cristo prefigurado no sólo en objetos, sino también en personas. Esto es lo que suele llamarse el estudio de los tipos del Antiguo Testamento. Un tipo tiene que ser definido como unas ilustraciones en una esfera inferior de una verdad que pertenece a otra superior. Hay varias formas de ilustración, como el tipo, la profecía, la alegoría, el símil, el símbolo. Los tipos son ilustraciones en hechos y en actos, que se contrastan con ilustraciones en palabras, fantasías y cuadros.
No hay estudio que requiera más «sentido común santificado» que el de los tipos. Hay en él mucha fantasía y absurdos, que algunos escritores han intentado presentar, yendo a extremos tales, que muchos han decidido abandonar el estudio de los tipos por completo. Pero «el abuso no quita el uso» y por tanto no vacilamos en decir que si se hace de modo sobrio y con oración, no hay estudio que sea más provechoso.
El mejor modo de empezar es con los temas del Antiguo Testamento que son referidos en el Nuevo como anticipatorios de Cristo. Tenemos la sanción divina y apostólica para ver tipos en el maná, el cordero, la Roca, la serpiente de metal, y otros casos similares. De la misma categoría es el uso que hace Hebreos del sacerdocio levítico y de los sacrificios levíticos.
Cuando dejamos el terreno seguro del Nuevo Testamento, hemos de estudiar dos verdades importantes y relacionadas en la mente:
1.- La gran diferencia entre la interpretación primaria y la aplicación espiritual. La interpretación primaria de un pasaje, esto es, lo que era para la persona a quien se dirigía, es una cosa, pero nuestro uso espiritual de ello, puede ser muy distinto, y esto último, probablemente, no es lo que los escritores intentaban mostrar.
2.- La gran diferencia entre un tipo y una coincidencia. La primera es una ilustración dada divinamente, con una cierta intención. Lo último es lo que vemos en el relato, y no tiene por qué ser lo que piensa Dios. Por ejemplo, las circunstancias de Jonás eran típicas de la sepultura y resurrección de nuestro Señor. Esto es un tipo. La historia de José, con su maravillosa semejanza a la historia de nuestro Señor en su detalle, no tiene por qué haber sido intencional. Esto sería una coincidencia.
Con estas salvedades, consideremos algunos de los aspectos de este campo maravilloso.
a).- Los tipos personales (o coincidencias), esto es, Adán, Noé, Melquisedec, Isaac, José, Moisés, Aarón, Josué, David.
b).- Los hechos históricos usados «típicamente», por ejemplo, la escalera de Jacob, el tabernáculo, el privilegio de Canaán, la serpiente de metal, el maná, y muchos otros.
c).- Los detalles peculiares de ciertos hechos que tienen aspectos diferentes de enseñanza.
1).- Las dos aves (Levítico 14), los dos machos cabríos (Levítico 16); que sugieren los aspectos de la muerte y la resurrección.
2).- Los dos sacerdocios (Aarón y Melquisec); los dos caudillos (Moisés y Josué); los dos reinados (David y Salomón).
No hay ningún tipo que pueda presentar por anticipado la plenitud de la persona y la obra de Cristo.
d).- Detalles de la historia de José, por ejemplo, amado por su padre, odiado por sus hermanos, vendido, sufriente, exaltado, alimentando al mundo. Considerados con cuidado, las coincidencias son notables.
e).- La aparición del ángel del Pacto es digna de ser notada. Éstos no son estrictamente tipos, sino verdaderas presentaciones anticipadas de la encarnación por la segunda Persona de la Trinidad. Un estudio cuidadoso de estos pasajes, como Génesis 18, Josué 5 y Jueces 13, muestra que las referencias no son a un ángel creado, sino a la aparición real de Dios en forma angélica.
Hay que añadir una precaución adicional. Los tipos no tienen que ser considerados como nuestra fuente primaria de doctrina, sino que han de ser usados como confirmación o ilustración de doctrina, deducida de afirmaciones claras de la Escritura.
Se verá por el bosquejo fragmentario anterior qué campo tan maravilloso tenemos para explorar.
Cristo es verdaderamente la sustancia y el alma del Antiguo Testamento, y cuanto más profundamente estudiemos los datos del Antiguo Pacto, más nos convenceremos de que “Cristo lo es todo en todos”.
8. Temas N.T.
LOS TEMAS DEL NUEVO TESTAMENTO
Hemos de considerar ahora el método fructífero de estudio del Nuevo Testamento por tópicos o temas; y si el Antiguo Testamento es tan útil de esta manera, mucho más se demostrará que el Nuevo Testamento sugiere e inspira a todos los que de esta manera buscan esta porción de la Palabra de Dios. Es evidente que sólo se pueden hacer unas pocas sugerencias, pero éstas serán más que suficientes para mostrar las posibilidades de este tipo de estudio. Vamos a seguir las mismas líneas que adoptamos al considerar los temas del Antiguo Testamento.
IDEAS CENTRALES DE LOS LIBROS.
Podemos adoptar el mismo método con gran provecho en el estudio de los Hechos y de las Epístolas, y se ver que es muy útil en cualquier estudio más detallado de cualquier libro particular. No van a aparecer inmediatamente las ideas centrales, pero lo harán, si estudiamos, no solamente leemos.
LA VIDA DE NUESTRO SEÑOR.
Tomando los cuatro evangelios como un conjunto y usando una correlación, procuraremos obtener un cuadro de la vida terrena en conjunto, y localizar este o aquel incidente en su lugar en orden cronológico. Conocemos los evangelios de una forma fragmentaria. No podemos ver el bosque a causa de los árboles, y no tenemos el sentido de una perspectiva histórica del ministerio de Cristo. Los tres años se han dividido de modo sugestivo y exacto en el año de la oscuridad, el año del favor, y el año de la oposición. Con una «correlación» de los evangelios, los estudiantes corrientes pueden obtener toda la guía que necesiten.
LAS RELACIONES MUTUAS DE LOS EVANGELIOS.
Hemos visto en un capítulo anterior algo de los rasgos especiales de cada evangelio, pero, es necesario también que los veamos como un conjunto. ¡Cuatro Evangelios y un Señor! ¿Por qué? Porque hay cuatro imágenes distintas de su persona y su obra, por más que estén relacionadas. En la Iglesia primitiva se pensaba que las figuras de Ezequiel 1 y Apocalipsis 4:7, representaban o ilustraban a los cuatro evangelistas. Si tomamos el texto como una aplicación sólo, tenemos lo siguiente:
1.- El león-Mateo-realeza
2.- El becerro-Marcos-servicio
3.- El hombre-Lucas-la humanidad
4.- El águila-Juan-la divinidad
O podemos considerar cuatro pasajes que empiezan con «he aquí» y notar
1.- He aquí un rey. Isaías 32:1
2.- He aquí mi siervo. Isaías 42:1
3.- He aquí el hombre. Juan 19:5
4.- He aquí vuestro Dios. Isaías 40:19
El objetivo es único, pero sus métodos y aspectos difieren. Mateo demuestra; Marcos pinta Lucas declara; Juan describe. Mateo demuestra (basado en el Antiguo Testamento) la venida de un Salvador esperado; Marcos pinta la vida de un poderoso Salvador Lucas declara la gracia de un Salvador personal. Mateo es para los judíos, Marcos lo presenta desde el punto de vista romano, Lucas, es griego, y en Juan vemos el Salvador y Señor del creyente. Es interesante notar que de este modo representan el orden del desarrollo histórico y espiritual; y vale la pena recordar que el último hecho referido en relación con nuestro Señor en cada evangelio muestra también este orden verdadero de desarrollo:
1.- Mateo. La resurrección. 28:6
2.- Marcos. La ascensión. 16:19
3.- Lucas. La promesa del Espíritu. 24:49
4.- Juan. La segunda venida. 21-22
¿Es posible que esto sucediera por casualidad?
BIOGRAFIAS.
Aquí también, como en el Antiguo Testamento, tenemos un estudio delicioso. Podemos hablar primero de hombres y mujeres cuyas vidas son más prominentes, especialmente los apóstoles Pedro y Pablo. Podríamos tomar a Pedro y hallar un estudio séptuplo:
1.- Su conversión. Juan 1
2.- Su llamada al ministerio. Lucas 5
3.- Su llamada al apostolado. Lucas 6
4.- Su gran confesión. Mateo 16
5.- Su caída y restauración. Marcos 14
6.- Su obra en la Iglesia primitiva. Hechos 1-12
7.- Sus últimos años. Epístolas
El mencionar a Pablo es cubrir una gran porción de Nuevo Testamento. Podemos estudiarle personalmente desde el punto de vista histórico y espiritual, notando siete estadios:
1.- Sus antecedentes. Hechos 8. y alusiones en Epístolas
2.- Su conversión. Hechos 9
3.- Su obra cristiana inicial. Hechos 9-12
4.- Su primer viaje. Hechos 13-14
5.- Su segundo viaje. Hechos 16
6. Su tercer viaje. Hechos 18
7.- Su encarcelamiento y probable libertad. Hechos 21-28
O bien podemos considerar sus Epístolas y estudiarlas cronológicamente, viéndolas repartidas en su vida, simbolizada por un día:
1.- Mañana: 1 y 2 Tesalonicenses
2.- Mediodía: Gálatas, 1 y 2 Corintios, Romanos
3.- Tarde: Colosenses, Filipenses, Efesios, Filemón
4.- Anochecer: 1 Timoteo, Tito, 2 Timoteo
No podemos por menos que notar, sin embargo los personajes menos destacados del Nuevo Testamento.
Hay muchas vidas de las cuales tenemos poca información, pero cuando se combinan varios pasajes y se comparan, rinden mucho fruto para el corazón y la vida. Tales son las vidas de Juan el Bautista, Andrés, Bernabé, la madre de nuestro Señor, y muchos más. Podemos tomar el último nombrado como un ejemplo de lo que queremos decir. Si ponemos juntos los pasajes que se refieren a María, la madre de Jesús, podemos notar los siguientes cinco períodos:
1.- Confianza indiscutible. Lucas 1:38
2.- Consideración perpleja. Lucas 2:9; 50-51
3.- Error claro. Juan 2:1-11; Marcos 3:21-31
4.- Oscuridad profunda. Juan 19:26
5.- Plenitud de sol. Hechos 1:14
La vida y carácter de Bernabé puede ser seguido también en varias secciones. Y así muchos más. El campo es inagotable, y lo recomendamos a los estudiosos.
OTROS TEMAS.
1.- Los milagros de nuestro Señor. Éstos deben ser clasificados en cuanto a su carácter, temas y propósitos. Hemos de distinguir entre milagros en la naturaleza o en el hombre, y entre milagros de beneficencia o de juicio, Nótese los ocho (7 + 1) registrados por Juan, que dan ocho señales» o aspectos de la obra de nuestro Señor, manifestando su gloria (Juan 2:11). Considérense también sus resultados sobre los enemigos y los discípulos.
2.- Las parábolas. Insistir en la razón de Jesús para usar este método, después de un año de ministerio sin usarlas (Marcos 4). Las parábolas eran una prueba, ya que escondían la verdad de los indiferentes y la revelaban a los fervorosos. Servían para cribar la muchedumbre de oyentes que seguían a nuestro Señor. Estúdiense las siete parábolas de Mateo 13 y nótese su carácter y orden. ¿Hay alguna relación espiritual e histórica entre ellas? Nótense las cinco parábolas de Lucas 15-16, y obsérvese la relación especial e íntima entre las tres primeras y las dos últimas. Considérese e resto de las parábolas, clasificándolas en cuanto al tiempo y el propósito.
3.- Nuestro Señor como Maestro ¿Cuáles fueron sus características de su enseñanza? Autoridad, osadía, poder, gracia y el hecho de ser única. ¿En qué difiere de otros grandes maestros? ¿No es en la afirmación de que está en relación única con Dios y que es enviado por Dios? Estúdiese el desarrollo de su enseñanza, y también lo que han sido llamadas las ideas rectoras de nuestro Señor.
4.- La relación de Pablo con nuestro Señor. ¿Cuántas referencias a la vida de Cristo hay en las Epístolas? ¿Hasta qué punto las enseñanzas de Pablo se encuentran en germen en los evangelios? Pablo insistía en que era un eco, nada más que un eco, de Cristo. Véase cómo se ve esto en cada uno de sus escritos.
5.- La Iglesia primitiva. Estúdiense los Hechos y las Epístolas. Nótese el nacimiento, la vida, el crecimiento, la comunión, peligros, pecados, servicio, goces y esperanzas del Cristianismo apostólico.
6.- El segundo advenimiento. Nótense los diferentes aspectos en los evangelios, y la contribución peculiar de cada escritor del Nuevo Testamento al significado de la «bendita esperanza».
7.- Las siete Iglesias de Asia. Caracterícese cada iglesia, sus puntos fuertes y débiles, los avisos, ánimos y promesas.
Así podríamos ir siguiendo, pero falta espacio. El estudio de los tópicos del Nuevo Testamento es entre los métodos más importantes para obtener un conocimiento a fondo de sustancia y detalle de los libros. Primero ver los hechos, y luego, cómo estos hechos pasan a ser factores y fuerzas en las vidas humanas.
LA DOCTRINA DEL NUEVO TESTAMENTO
El estudio del Nuevo Testamento por secciones, libros y tópicos, debe llevar al paso importante de descubrir la sustancia de la doctrina cristiana allí presentada. El Nuevo Testamento es de modo preeminente nuestro guía “a toda verdad” asociada con la revelación personal e histórica de nuestro Señor. Los hechos registrados son los fundamentos de la doctrina enseñada, y es necesario recoger cuidadosamente las afirmaciones halladas en los puntos distintos y combinarlas en un sistema completo de doctrina en cuanto nos sea posible.
El primer paso en este sentido es considerar los libros o períodos del Nuevo Testamento en secciones, y anotar los estadios o fases del progreso en la doctrina cristiana. El principio del progreso o desarrollo doctrinal es de capital importancia para todos los estudiosos. La teología es una ciencia progresiva, y el curso del progreso presente en el estudio de ella es como sigue: Primero, la observación de los hechos que son revelados recientemente. Segundo, la consideración de los hechos cuyo significado es descubierto recientemente, aunque ya había sido revelado. Tercero, los hechos han de ser combinados y relacionados con los precedentes. Los dos primeros nos dan lo que podríamos llamar la teología bíblica, esto es, la teología tal como se registra en la Biblia; y el tercero nos da la teología sistemática, esto es, la teología ordenada y presentada sistemáticamente como un cuerpo de doctrina. Ahora podemos pasar a considerar las varias fases de la doctrina del Nuevo Testamento, insistiendo sólo en los perfiles principales.
DOCTRINA EN DESARROLLO.
1.- Primera fase: Los Evangelios
Un estudio cuidadoso de los cuatro Evangelios revela varios aspectos consecutivos de la enseñanza de nuestro Señor con respecto a sí mismo.
A.- La mesianidad de Jesús. Ésta es la nota clave del primer ministerio judío (Juan 1-4). Podemos verla en cada parte de esta sección. Nuestro Señor afirma que es el Mesías en Jerusalén, en Judea y en Samaria.
Luego, con el comienzo del misterio de Galilea, viene un cambio, y tenemos:
B.- El Reino de los cielos. Esto marca el comienzo del ministerio (Mateo 4), y se halla en el Sermón del monte y en las parábolas de Mateo 13. Considérese el significado del Reino, sus ciudadanos, leyes y resultados.
Luego viene otro cambio, y el énfasis es colocado en
C.- La persona del Hijo de Dios. Notemos esto en el milagro de los cinco mil, y en los discursos de Capernaum (Juan 6), que culminan en la confesión de Pedro (Mateo 16) y la transfiguración (Mateo 17).
De nuevo podemos notar otro cambio y a partir de entonces el énfasis se hace en
D.- Los sufrimientos y muerte de Cristo. Desde la transfiguración a la entrada en Jerusalén (Mateo 16:21; Lucas 9:31) ésta es la nota dominante. Luego viene otro aspecto:
E.- El segundo advenimiento. A partir del domingo, al jueves por la noche, encontramos las parábolas del Señor y la enseñanza general a sus discípulos casi exclusivamente centrada en el futuro su propia venida y los sucesos relacionados con ella.
En el aposento alto, sin embargo, nos damos cuenta aún de otra fase:
F.- La dispensación del Espíritu. Aquí el énfasis no es en la muerte (no se menciona ni se alude una sola vez), o en el gran futuro, sino en “el período intermedio” que queda cubierto por la presente dispensación. La enseñanza de Juan 14-17 se refiere a los discípulos, su vida y obra, con todos los privilegios, posibilidades y deberes del discipulado.
Finalmente, hallamos, después de la resurrección, el aspecto final de
G.- La gran comisión. Se ve prominente en los cuatro Evangelios y en Hechos 1, este tema del período que sigue a la resurrección de Nuestro Señor.
Así que en estos siete aspectos tenemos una visión completa de la enseñanza de Cristo, con referencia a su persona, su obra, su plan de redención, su propósito de evangelización, y las perspectivas de gloria y reinado.
2.- Segunda fase: Los Hechos
Empezando con el día de Pentecostés, y hasta la llegada del apóstol Pablo a Roma, tenemos el relato de los primeros treinta años de la Iglesia cristiana. Al estudiar los discursos de este libro, vemos que hay tres aspectos principales de enseñanza que destacan en todo él:
A.- La resurrección de Cristo. Predican a “Jesús y la resurrección”, y con ello demuestran los derechos de Cristo como Dios (Hechos 2:24).
B.- El gobierno de Cristo. El resultado práctico de la Divinidad de Cristo en su Soberanía, su gobierno sobre el hombre como Rey. Así que predican el Evangelio del Reino, como la conclusión lógica de su resurrección (Hechos 2:33). Nuestro Señor se levantó para poder reinar (Romanos 14:9).
C.- La remisión de pecados en Cristo. Los derechos a la soberanía reclamados por Cristo al punto dieron luz sobre el triste hecho de que los hombres no eran súbditos sino rebeldes, por causa del pecado, y por tanto que para tener a Cristo como Señor y ser súbditos suyos, tenían que aceptarle como Salvador y recibir perdón. El Evangelio de perdón era, pues, predicado como el primer paso en el proceso de gozar de la redención (Hechos 2:38).
Un estudio cuidadoso de todo el libro revelará estos elementos de doctrina para los no salvos y los salvos. Hay elementos subsidiarios de enseñanza, naturalmente, pero los nombrados antes son primarios y esenciales, y nos recuerdan que la persona de Cristo ha de ser proclamada por su pueblo, y que los pecadores han de pasar a ser santos y de santos se han de convertir en siervos.
3.- Tercera fase: Las Epístolas paulinas
Esto nos da la mayor sección del Nuevo Testamento y es la más importante por lo que se refiere a la doctrina.
A.- Podemos considerar las epístolas en el orden que las tenemos en la Biblia, orden que viene aproximadamente del siglo cuarto o antes. Este orden nos da primero las Epístolas a las (siete) iglesias, empezando con la más larga; luego, en orden de longitud, las Epístolas a los individuos; y finalmente Hebreos, a causa de las diferencias de carácter y destino, y posiblemente a causa de las dudas sobre el hecho que fuera escrita por Pablo. Estudiándolas en este orden tenemos:
1).- Romanos. Fundamentos doctrinales
2).- Corintios. Vida de la iglesia
3).- Gálatas. Defección y peligro
4).- Efesios. Plena doctrina para la vida cristiana
5).- Filipenses. La vida cristiana ilustrada
6).- Colosenses. Salvaguarda de los peligros
7).- Tesalonicenses. La bendita esperanza
Las Epístolas a los individuos son principalmente personales, y requieren una discusión separada.
B.- Las Epístolas se pueden estudiar también cronológicamente en grupos:
1).- Grupo 1: 1 y 2 Tesalonicenses. Las Epístolas del segundo viaje misionero Escatológicas en su carácter. Cristo visto como Rey. La gracia de la esperanza prominente.
2).- Grupo 2: Gálatas, 1 y 2 Corintios, Romanos. Las Epístolas de la tercera época. Soteriológicas en su carácter. Cristo se ve como Redentor. La gracia de la fe es prominente.
3).- Grupo 3: Filipenses, Efesios, Colosenses, Filemón. Las Epístolas de la primera cautividad. Cristológicas en su carácter. Cristo se ve como Señor. La gracia del amor es prominente.
4).- Grupo 4: 1 Timoteo, Tito, 2 Timoteo. Las Epístolas después de la liberación y de la segunda cautividad Eclesiásticas en carácter. Ningún aspecto nuevo de Cristo. Énfasis en la organización y conducta más bien que en la doctrina.
El agrupamiento anterior puede ser comparado con el plan del obispo Lightfoot, que caracteriza a los grupos de esta forma:
a).- Las Epístolas del tribunal, o Cristo el Juez.
b).- Las Epístolas de la cruz, o Cristo el Redentor
c).- Las Epístolas del trono, o Cristo el Verbo
d).- Las Epístolas de la congregación, o la Iglesia organizada.
De este modo tenemos cuatro grupos que corresponden a la “primavera, verano y otoño e invierno del año del gran apóstol”
4.- Cuarta fase: Las Epístolas de Juan y el Apocalipsis
Estas representan el último tipo de doctrina del Nuevo Testamento. Como dice el obispo Westcott, los evangelios y Hechos dan el fundamento histórico, Pablo da la construcción lógica y Juan proporciona el acabado teológico.
A.- Las Epístolas nos dan una visión de la vida en el presente.
B.- El Apocalipsis nos muestra la visión de la gloria en el futuro.
Las contribuciones de Santiago, Pedro y Judas y la Epístola a los Hebreos, no se puede decir que representen estadios históricos sino aspectos particulares que han de ser considerados en su lugar respectivo. La Epístola de Santiago debe ser asociada con la Iglesia primitiva de Jerusalén (Hechos 1-15); 1 Pedro con el tiempo del cuarto grupo de Epístolas de Pablo y después; 2 Pedro y Judas con el tiempo entre Pablo y Juan.
Otro método fructífero en el estudio de la doctrina puede ser mencionado, aunque es evidente que sólo puede ser tomado de modo general, y no se puede hacer énfasis en él en cuanto a detalles. Es el estudio de los escritos por sus autores, especialmente las Epístolas, y ver a Pablo como el apóstol de la fe, Pedro el de la esperanza, Juan el del amor, Judas el de la verdad, y Santiago el del deber.
LA DOCTRINA COMO UN CONJUNTO.
Cuando hemos conseguido alguna idea de la contribución de cada período y de cada escritor a la suma total de la doctrina cristiana, aún podemos agrupar todos los resultados en un conjunto, ordenándolo en temas. La siguiente enumeración puede ser considerada como completa, prácticamente, de modo que se puede usar como guía:
1.- Dios el Padre
2.- Dios el Hijo
3.- El Espíritu Santo
4.- El pecado
5.- La redención
6.- La vida cristiana
7.- El futuro
Bajo cada uno de estos títulos podemos agrupar, con las oportunas subdivisiones, casi todo lo que hay en el Nuevo Testamento. Como un ejemplo único de lo que se puede hacer en este sentido, tomemos una Epístola corta, la de los Efesios, y descubriremos lo que nos enseña sobre el Espíritu Santo. Halláremos por lo menos diez (y quizá doce) referencias. Notamos primero: cuatro hechos sobre la obra del Espíritu Santo: sello-1:13; acceso-2:18; revestimiento-2:22; revelación-3:5. Luego siguen cuatro consecuencias: fuerza-3:16, unidad-4:3; sensibilidad-3:30; plenitud-5:18. Finalmente vienen dos métodos para mantener la presencia del Espíritu Santo: la espada del espíritu (Dios nos habla a nosotros) 6:17; la oración es el espíritu (nosotros hablamos a Dios) 6:18. Ésta es sólo una de las muchas posibilidades similares de estudio fructífero y deleitable.
Podemos de esta forma ver qué plenitud, variedad y hermosura hay en el Nuevo Testamento, y la rica provisión hecha para nosotros, sea para la enseñanza y corrección, o la instrucción en justicia. Y todo con un objetivo: “que el hombre de Dios sea enteramente apto, bien pertrechado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:17).
9. Estudio
ESTUDIO DETALLADO
Nuestros estudios se han referido hasta ahora de modo principal, a la Biblia como conjunto, y a algunas amplias proporciones y temas de la misma. Hemos de esforzarnos en ver el paisaje en conjunto y tener amplias perspectivas. Pero la Biblia tiene que ser estudiada también con detalle. No sólo hemos de considerar el bosque; hemos de ocuparnos de árboles particulares, y continuando el símil, de las ramas, las ramitas y las hojas. El estudio más minucioso posible de la Palabra de Dios va a demostrarse que es útil en extremo.
Es evidente que sólo podemos indicar el método y dar unas pocas ilustraciones. El campo es vasto y va a dar suficiente para la vida más larga dedicada al estudio.
EL ESTUDIO DE LA BIBLIA LIBRO POR LIBRO.
Este método consiste en estudiar cada libro de la Biblia por separado, analizando su contenido a luz de las circunstancias históricas en que fue escrito y las características personales de su autor.
El primer paso en este método es escoger el libro no es tarea fácil como parece, por la razón que los libros son de diferentes tamaños, es aconsejable disponer de un tiempo considerable ya que nos puede llevar horas y hasta varias semanas.
Algunos libros son cortos y llenos de exhortaciones prácticas, como las cartas paulinas, mientras que otros son largos y complicados en su contenido como las profecías de Ezequiel o Daniel. Lo más conveniente para empezar será elegir un libro corto, cuyo mensaje sea instructivo práctico y sencillo.
El siguiente paso consistirá en leer el libro de una sola sentada, o en una sola vez, en un principio nos interesa leer el texto en su totalidad, a fin de obtener una impresión de su:
1.- Estilo.
2.- Mensaje.
3.- Desarrollo.
4.- Conclusiones.
Deseamos una perspectiva como aquel que sube un edificio y contemplar la ciudad completa.
No será suficiente leer el libro en esta forma rápida y superficial solo una vez, hay que leerlo tres, cinco, ocho, diez veces más. Esta lectura repetida no es inútil perdida de tiempo, pues constituye la piedra angular para la comprensión cabal del libro.
Leerlo constantemente descubriremos la organización de su contenido y el desarrollo del pensamiento del autor. Al mismo tiempo es importante ir anotando las observaciones sobresalientes tales como:
1.- ¿Quién escribió el libro?
2.- ¿A quién lo escribió?
3.- ¿Cuándo se escribió?
4.- ¿En dónde?
5.- ¿De qué trata en términos generales?
6.- ¿A qué conclusión llega?
Hay libros que no especifican quién lo escribió, omiten el nombre de las personas a quienes se escribieron, olvidan dónde fueron escritos.
El siguiente paso consiste en darle un título a cada capítulo, en una sola frase de su contenido, al terminar, podemos asignar un sólo título a todo el libro y escoger un versículo que sintetice su mensaje.
Si el estudiante no tiene mucha experiencia en la formulación de bosquejos, no se debe desanimar y mucho menos claudicar, al comentario, estudiamos porque queremos aprender y para aprender es necesario trabajar.
Aún cuando en un capítulo anterior señalamos el valor de los libros de consulta, es conveniente insistir que en la práctica de este método no se debe emplear tales ayudas, pues el estudiante se defraudaría a sí mismo. El valor de este método consiste en exigirle al estudiante que descubra por si solo que otros posiblemente que hayan descubierto, pero que ellos también lo hicieron de esfuerzo propio.
EL ESTUDIO DE LA BIBLIA POR CAPITULOS.
El primer paso consiste en leerlo varias veces el capítulo. A continuación es necesario estudiar el contexto. En algunos casos, la lectura de unos cuantos versículos del capítulo anterior, y otros pocos del capítulo que sigue, será suficiente para colocarnos en las circunstancias de que se está hablando.
Ejemplo de esto sería: El capítulo 18 de Mateo que principia diciendo: “En aquellos tiempos” para saber cuáles eran aquellos tiempos, hay que leer algunos versículos del capítulo anterior.
En seguida precedemos a dividir el capítulo en párrafos, después realizar un cuidadoso examen de las secciones en que hemos dividido el capítulo.
¿Qué lugares se mencionan?
¿Qué personas se nombran?
¿Qué doctrinas se formula, explicando o presentan?
¿De qué divisiones de tiempo se habla?
(Horas del día, meses, años, estaciones del año, etc.).
¿Qué objetos se mencionan?
Teniendo ya a la mano todo el material extraído del capítulo bajo análisis, nos corresponde decir:
(Cuál es su enseñanza central, expresar en una corta oración lo que se enseña y buscar la manera de aplicaciones esa enseñanza a nuestra vida diaria).
EL ESTUDIO DE LA BIBLIA POR PARRAFOS.
Un párrafo es sólo una sección de un segmento mayor que para enriquecer nuestro acervo bíblico, debemos dominar las partes y también el todo. La Biblia no está escrita a pedazos, con pensamientos desorganizados, desparramados por todas partes, a través de sus páginas. El estudio de la Biblia por párrafos es particularmente indicado cuando se trata de preparar sermones, o clases ya que generalmente en esos casos se pretende analizar únicamente alguna porción de un capítulo, habiéndose decidido que párrafos deseamos estudiar, procedamos a poner en práctica algunos de los principios de trabajo ya mencionados.
1.- LA LECTURA REPETIDA DEL PASAJE.
Esto nos ayudará a observar los detalles que no logramos captar en la lectura inicial. Los personajes, lugares, cosas, tiempos, doctrinas o temas que en cada versículo se mencionan, de estas enseñanzas y elementos surgirá la enseñanza del párrafo y el fruto de nuestro estudio.
2.- EL ANALISIS CUIDADOSO DEL CONTEXTO.
Es preciso estudiar detenidamente los párrafos anteriores al pasaje, y los que siguen.
Terminando lo anterior, estamos listos para lanzarnos al estudio del párrafo elegido, enseguida se debe elaborar un resumen general del contenido del párrafo en nuestras propias palabras.
En segundo lugar, extraeremos las ideas principales del pasaje; el propósito de entresacar estas ideas, claves es captar lo verdaderamente importante de entre todo lo que aquí se esta diciendo.
La tercera fase del trabajo consiste en bosquejar el párrafo entero, es decir concretar el contenido del pasaje.
En cuarto paso, reside en hacer una lista de las enseñanzas generales que el párrafo contiene, la idea es dejar que la Biblia hable por si misma. Las enseñanzas deben surgir del texto bíblico con claridad, sin que nos entreguemos a largas y complejas reflexiones.
“Negamos, por último, al momento de realizar las aplicaciones personales”.
Tómese en cuenta que hablamos de aplicaciones para Nuestra vida por eso las denominamos personales.
Finalmente, no es necesario entenderlo todo, por que no estamos estudiando la Biblia solamente para aprenderla, sino para vivirla, que vivamos de acuerdo con la luz que Dios nos da, de tal manera entonces que lo que usted llegue a entender de la Biblia, será mucho más importante que lo que no entiende.
ESTUDIO DE LA BIBLIA POR VERSÍCULOS.
Esta clase de estudio es apropiada particularmente en relación con la lectura devocional de la Biblia.
Algunos predicadores es especializan en esta clase de estudios, pues lo consideran el más práctico para la predicación, y en ocasiones, quién estudia la Biblia por capítulos o por párrafos, termina por dedicar una porción de su tiempo al examen minucioso de un solo versículo.
Como en los métodos sugeridos anteriormente:
EL PRIMER PASO, consistirá en la lectura repetida del versículo.
Al iniciar nuestro trabajo con la Biblia abierta, nos interesa formalizarnos primeramente con el contexto.
EN SEGUNDO PASO, efectuamos la observación, esta la dividimos en tres partes:
A.- De Palabras claves cuya importancia se deriva de su significado.
B.- Estructura gramatical, observando la función de cada término.
C.- De la atmósfera que prevalece en el versículo.
COMO TERCER PASO: Se debe estudiar el mismo versículo en distintas versiones, con el fin de ampliar nuestra comprensión de las palabras en el versículo.
EL CUARTO PASO: Será formular un bosquejo del contenido del versículo, el bosquejo nos dará un cuadro completo de lo que el versículo tiene que decir.
EN QUINTO PASO: Se debe elaborar una lista de enseñanzas del versículo, en los términos más claros y sencillos que se puedan.
EL SEXTO Y ÚLTIMO PASO Del estudio del versículo consiste en las aplicaciones personales.
A modo de ilustración veamos algunos versículos:
1.- Versículos del Antiguo Testamento
a).- Versículos separados
Salmo 65:4; Cuatro estadios de la experiencia cristiana: “escogido, atraído, habitar, ser saciado”. Consideremos cada una de éstos en la forma como se ilustra en el Nuevo Testamento.
Salmo 81:10. Nótese aquí:
1).- El fundamento de la fe. “Yo soy Jehová tu Dios”
2).- El estímulo de la fe. “Que te hice… de Egipto”
3).- La posibilidad de la fe. “Abre tu boca”
4).- La satisfacción de la fe. “Yo la llenaré”
b).- Versículos sucesivos
Salmo 25:6, 7: Tres “acordarse” sucesivos.
Salmo 30: Siete “Tú has”
Salmo 36: 5, 6: Cuatro cosas respecto a Dios; vv. 8, 9; cuatro cosas que el creyente piensa de Dios: “abundancia”, “torrente”, “fuente”, “luz”.
Isaías 6:5, 8, 11: Entonces dije: confesión, consagración, comunión.
c).- Versículos contrastados
Salmo 23:2 y 3: Pastorear y guiar de Dios
Salmo 24:4 y 25:1: “llevar y levantar”
Salmo 26:1 y 11: “Integridad”
Salmo 26:5 y 8: “aborrecer”, “amar”
El estudio de estos versículos de esta forma puede proseguirse en cada parte del Antiguo Testamento, pero el espacio nos impide dar más ejemplos. Vayamos ahora a
2.- Versículos del Nuevo Testamento:
a).- Versículos separados
Filipenses 4: 19: Descubrir los siete aspectos de la gracia:
1).- escasez,
2).- la fuente,
3).- la certeza,
4).- la extensión,
5).- los medios,
6).- el depositario,
7).- la proporción
Mateo 25:21: Servicio:
1).- relación,
2).- carácter,
3).- alabanza,
4).- premio
b).- Versículos sucesivos
Colosenses 1:27, 28: Nuestro mensaje, nuestros métodos, nuestro motivo Romanos 5:
Dos aspectos de la justificación (1 y 9),
Tres causas de jactancia (2, 3, 11),.
Dos aspectos de la salvación (9, 10),
Cuatro “reinos” (14, 17, 21), cuatro “mucho más” (9, 10, 15, 17)
c).- Versículos contrastados:
Marcos 13:9, 13, 20: “Por causa de mí”, “por causa de mi nombre”, “en atención a los escogidos”
Lucas 3:22; 4:1: “El Espíritu Santo descendiendo y llenando”
Lucas 3:22; 4:3: “Hijo de Dios”
Hechos 13:4, 9: “Enviados”, y “llenados”. Nuestra autoridad y nuestra capacidad en el servicio.
Éstos representan unos pocos ejemplos de la inagotable cantera que tenemos a disposición para este método de estudio.
ESTUDIO DE LA BIBLIA POR PALABRAS.
Éste es uno de los estudios más deleitosos y provechosos, y nos capacita para ver la variedad, proporción y equilibrio de las verdades de la Palabra de Dios. Para este estudio se necesita una cosa: una concordancia buena. Tiene que ser buena de veras para que pueda ser útil. Con esto queremos decir exacta y completa. Las concordancias que se suelen incluir en las Biblias para “maestros” no son realmente útiles porque tienen que omitir mucho. La concordancia genuina incluye todas las referencias. Es mejor aún si se da el equivalente de la palabra en el hebreo y el griego de origen. Así vemos en Juan 15, donde la palabra griega es traducida por “habitar”, “morar”, “permanecer”, “continuar”. Por tanto es evidente que los estudios de palabras correctos requieren una guía apropiada.
PRIMER PASO: Su etimología o sea su significado y a la vez investigar su origen, aquí es necesario tener un diccionario bíblico o un léxico griego-español, hebreo-español, después se debe de elaborar una lista de sus sinónimos y antónimos en las Escrituras.
SINONIMO “PALABRA AMEN” 1. Afección, 2. Cariño, 3. Afecto. Etc.
ANTONIMO LO CONTRARIO 1. Odio, 2. Desprecio, 3. Aversión.
EL SEGUNDO PASO, es investigar el uso de la palabra en el libro que estamos leyendo. Ejemplo: Evangelio según San Juan (palabra amén).
EL TERCER PASO: Será averiguar el uso que de la palabra se hace en toda la Biblia, esto comprende tanto la observación de sus variaciones y derivados como la primera ocasión que la palabra se usa en las Escrituras y finalmente. ENSEÑANZAS Y APLICACIONES.
PALABRAS Y FRASES DEL ANTIGUO TESTAMENTO.
Consideremos las palabras meditar y meditación y clasifiquemos los textos por:
1.- los objetivos.
2.- los tiempos.
3.- los métodos.
4.- los resultados de la meditación.
Veamos en 1 Crónicas y el Salmo 71, y pongamos juntos los siete “continuamente”.
Estúdiese el Salmo 86, en relación con los “por” y “para” referidos al creyente y a Dios.
Recopilar las ocasiones en que ocurre “bendito” y “bienaventurado” en los Salmos, y ver la plenitud de estas Bienaventuranzas del Antiguo Testamento.
Véase Josué 23, con sus veintitrés ocasiones de “el Señor tu Dios”.
Estudiar las siete cosas que en Esdras 7 se nos dice que pertenecen a Dios.
Recopilar las referencias a “estate quieto” y nótese la llamada a pensar, ver y oír.
LAS PALABRAS Y FRASES DEL NUEVO TESTAMENTO.
Hállese “todo lo que hacéis o hagáis” en las Epístolas.
Considérense las seis ocasiones en que leemos de “gozo lleno”, o “cumplido” en los escritos de Juan (Evangelio y Epístolas).
Nótese la fuerza del «también» en Lucas 16:1, enlazando la parábola con las del capítulo 15, y haciendo de ella una aplicación a los discípulos.
Nótense las tres referencias a “inefable”, los cinco o seis usos de “gracias sean dadas a Dios”, en Pablo; las cuatro referencias en la primera Epístola de Juan a la “confianza” u “osadía”, refiriéndose al presente y al futuro.
Veamos los usos de “adopción”, de “regeneración”, o “vida” (en el evangelio de Juan especialmente. Los “vence” del Apocalipsis; las cosas preciosas de las Epístolas de Pedro; los aspectos de “creer” en el Evangelio de Juan, y palabras como “abundancia”, “riquezas”, “permanecer”, “conocer”. Todas ellas son indicaciones de la riqueza de la enseñanza relacionada con las palabras. Son pequeñas muestras de un plan de estudio que deberíamos adoptar con frecuencia.
10. Métodos
ESTUDIOS DE LA BIBLIA POR SUS METODOS
EL MÉTODO INDUCTIVO.
La palabra “inductivo” viene del verbo inducir, y éste del latín inducere, que es un antónimo de deducir o concluir. La inducción, nos dice el diccionario, es “un modo de razonar que consiste en sacar de los hechos particulares una conclusión general”. Por tanto, denominamos método inductivo aquel mediante el cual se somete un pasaje bíblico a investigación, con el fin de obtener conclusiones generales sobre su contenido. El método opuesto es el “deductivo” que partiendo de una premisa predeterminada, procede a establecer una base bíblica en su apoyo, empleando varios pasajes. Ambos métodos se pueden ilustrar así:
Método inductivo.
Método Deductivo.
El método inductivo no se emplea únicamente para el estudio de las Escrituras; es también muy usado en la investigación de las ciencias experimentales, y se basa en tres principios de operación:
1.- La Observación Descubrir lo existente.
2.- La Interpretación ………Determinar su significado.
3.- La Aplicación Apropiar los resultados.
Por observación entendemos el acto de considerar con atención el estudio intenso de algún objeto, asunto o relato; la práctica de la observación es indispensable, porque nos permite saturarnos del contenido del pasaje. Por eso debemos formarnos este hábito de tal manera que nunca leamos una frase o pasaje bíblico sin observarlo cuidadosamente. Consta de cuatro partes principales:
1.- La Observación de palabras o términos. La Biblia contiene miles de palabras con significado oscuro o desconocido. Otras veces las palabras se usan en sentido figurado, y no quieren decir en el pasaje lo que significan en el uso común.
2.- La observación de las relaciones entre las palabras se les llama estructuras. Las estructuras se relacionan entre sí por medio de palabras que adoptan la función de “eslabones”.
3.- La observación de formas literarias generales. El pasaje que estudiamos puede ser prosa, poesía, drama, parábola, literatura apocalíptica, etc.
4.- La observación de la atmósfera, puede ser de compasión, tristeza, dolor, amor, alegría, humildad, ternura o alguna otra.
El segundo principio de este método es la interpretación. El propósito aquí es determinar el significado de lo que el autor escribió. En este caso la imaginación se convierte en una valiosa herramienta que nos ayuda a transformarnos a los tiempos bíblicos, y sentir, pensar y actuar, como lo hicieron los escritores.
El resumen de la interpretación, apoyado en la evaluación anterior, este paso consiste en adaptar las enseñanzas del pasaje a nuestras circunstancias particulares, y en apropiar lo que sea de utilidad a nuestra vida personal.
EL MÉTODO ANALITICO.
La palabra analítico tiene su origen en el término griego análisis que significa “Descomposición”. En el estudio de la Biblia quiere decir separar o desmenuzar las partes de un pasaje con el fin de arribar a la médula de su contenido. El método opuesto es el sintético, en el cual se realiza la labor contraria, esto es, se resume y compendian las enseñanzas para poseer un cuadro general y completo de una determinada porción bíblica.
El análisis de que hablamos principia con una porción entera, que en este caso invariablemente debe ser un párrafo, y nos lleva hasta la frase o pensamiento que nos interesa en particular.
La gran utilidad de este método reside en que el estudiante se ve forzado a analizar el texto bíblico, y no los comentarios sobre la Biblia; tres son los pasos principales del proceso analítico.
1.- El examen estructural | Reorganización del texto |
| Bíblico. |
|
|
2.- El bosquejo del contenido | Presentación sistemática |
| de los pensamientos del |
| Escritor. |
|
|
3.- Las observaciones | Búsqueda de enseñanzas |
| Pertinentes. |
El primer paso consiste entonces, en colocar en orden lógico las declaraciones del escritor, de tal manera que a simple vista podamos tener todo el desarrollo de su pensamiento en forma bien organizada. De Juan 5:1-5.
El segundo paso del análisis consiste en formular un bosquejo. Este bosquejo debe apegarse al texto lo más posible, de manera que podamos presentar en forma sistemática del pensamiento del escritor. He aquí un bosquejo del párrafo citado arriba: La victoria del creyente.
Estamos listos para proceder al tercer paso. La observación deberá girar en torno a siete preguntas fundamentales. Las respuestas a éstas constituirán el verdadero fruto del estudio analítico. Las preguntas son:
¿qué?, ¿cuándo?, ¿dónde?, ¿cómo?, ¿por qué?, ¿quién?, ¿para qué?.
EL MÉTODO SINTÉTICO.
A este sistema de estudio bíblico también se le conoce como “el método del Dr. Gray”, debido a que este célebre siervo de Dios, por muchos años decano del Instituto Bíblico Moody en Chicago, escribió un libro entero cubriendo de Génesis a Apocalipsis, basándose en tan singular método. El estudio sintético es la labor de compendiar o resumir lo más posible, un pasaje, para obtener un cuadro general, pero completo.
La piedra angular de este método es la lectura repetida de un libro de la Biblia a la vez. Durante las repetidas lecturas de un libro, se recomienda tener en mente tres distintos aspectos:
A.- El tema central del autor.
B.- El desenvolvimiento.
C.- El bosquejo del contenido.
1.- Trabajemos en el libro de Job aplicando los pasos anteriores, y observaremos la forma como se puede arribar a la comprensión fundamental de su contenido. Las primeras ocasiones que lo leamos, buscaremos su tema central. Tal vez nos parezca que ese tema pueda ser el significado de la lucha entre el bien y el mal, y sus resultados, bajo el gobierno de un Dios sabio y todo poderoso.
2.- El siguiente paso consiste en leer Job nuevamente, ahora con el tema central en mente, observando cómo el autor desenvuelve su argumento.
3.- Con el material anterior cuidadosamente anotado, estamos listos para formular un bosquejo. Como se ha podido ver hasta aquí, la organización del material bíblico es siempre un proceso fundamental e imprescindible para el estudio provechoso. El Dr. Gray bosqueja el libro Job en esta forma:
I.- El prólogo.
II.- El diálogo.
III.- Las palabras de Eliú.
IV.- Las Palabras del Todopoderoso.
V.- La respuesta de Job.
VI.- El epílogo.
Para elaborar el bosquejo resulta ser de gran ayuda tomar en cuenta la división de capítulos, párrafos y versículos ya que el estudiante necesita encontrar las unidades de pensamiento para irlos acomodando en forma organizada. Sugerencias generales para facilitar el trabajo con este método.
1.- Cada vez que se lea el libro, léase completo y de una sola vez, a fin de mantener frescos todos los detalles de su contenido.
2.- No haga uso de libros de consulta. Satúrese solo del texto bíblico, y luche porque su mente trabaje con diligencia en los descubrimientos necesarios.
3.- Cada vez que lea el libro, procure enfocar la mente en un aspecto distinto de la narración puede ser el histórico, doctrinal, geográfico o biográfico.
4.- Al leer, transpórtese mentalmente a la época, las circunstancias y el trasfondo del escritor.
EL MÉTODO CRÍTICO.
La palabra crítico proviene del término griego (krino) krino, que quiere decir juzgar. así entonces, se llama Crítica Bíblica a la ciencia que busca por medio de una detallada y cuidadosa encuesta, establecer las palabras exactas de los manuscritos, versiones y citas, y determinar la composición, fecha paternidad literaria, y valor histórico, según se encuentra juzgado por la evidencia interna. Se divide en dos clases o dramas principales: La Critica Baja, y La Critica Alta. Estas también reciben los nombres de Histórica y Textual, respectivamente como su nombre lo indica, la Crítica Textual es la que se encarga de verificar la exactitud del texto bíblico.
Hoy en día existen alrededor de 5,338 copias completas o en parte, copiadas a mano, mas cientos de copias de algunas de las primeras traducciones hechas, mas la evidencia de las citas bíblicas en los escritos de los padres de las iglesia primitiva. Sin embargo no existen dos copias que sean exactamente iguales, y mientras más grande sea el número de copias, mayor será el número de diferencias (o variantes) entre ellas.
Por lo que toca a la crítica histórica, se ocupa de trabajar empleando los resultados de la critica textual aceptando como un hecho que se posee el texto correcto, procede a confirmar las afirmaciones que el texto hace en relación con su paternidad literaria, a la fecha en que se escribió, la veracidad de su mensaje, la unidad de su estructura literaria, y declaraciones similares. Para tal efecto es preciso elegir primeramente un libro que constituya la unidad básica de estudio. Luego realizaremos el estudio investigando las siguientes áreas.
1.- Paternidad Literaria ¿Quién fue el autor del libro?
2.- Destinatario ¿A quién se escribió?
3.- Lugar ¿En dónde se escribió?
4.- Fecha ¿Cuándo se escribió?
5.- Propósito ¿Cuál era el objetivo del autor?
Para establecer la paternidad literaria de un libro de la Biblia, es necesario depender de las evidencias que encontraremos dentro y fuera de él.
En ocasiones es fácil determinar el destinatario, es decir, la persona o personas a quienes se escribió el libro.
Pocos libros de la Biblia mencionan dónde fueron escritos.
Las fechas en que se escribieron los libros de la Biblia si son de importancia estratégica, ya que con frecuencia se encuentra íntimamente ligadas al problema de la paternidad literaria.
Por último, nos interesa descubrir el propósito que el autor haya tenido al escribir su libro.
EL MÉTODO TIPOLÓGICO.
Este no es para los aprendices. No recomendamos su uso cuando, apenas se comienza a conocer el contenido de la Biblia. Más bien, para ponerlo en prácticas se exige un conocimiento completa de las Escrituras.
La palabra tipológico, proviene del verbo griego tupo que significa golpear, y del término tupcoV, que quiere decir la marca de un golpe, una impresión, forma o tipo. Por lo que toca a las diversas clases de tipos, debemos mencionar seis: de Personas, de instituciones, de oficios, de acontecimientos, de acciones y de cosas.
Algunas recomendaciones fundamentales que se deben tener en cuenta para este estudio son:
1.- Estúdiense las reglas de la Hermenéutica sobre la tipología.
2.- Princípiese con los tipos más sencillos. Por ejemplo los que se hallan en Éxodo 12 y 1 Corintios 5:7,8.
3.- Conserve discreción y sentido común.
4.- Recúrrase a todas las referencias bíblicas que sea posible para respaldar la interpretación de un tipo dado.
Para aquella persona que desee lanzarse de inmediato a poner en práctica este método, le podemos sugerir los siguientes temas donde encontrará abundante material de esta naturaleza: Adán como tipo de Cristo; Abraham como tipo de Dios; el sacrificio de Isaac y el sacrificio expiatorio de Cristo; José y la vida de Jesucristo.
EL ESTUDIO DE LA BIBLIA SEGUN SUS TEMAS
El estudio de la Biblia encierra tres graves peligros.
El primero consiste en el empeño de conocer su contenido, apoyados solamente en la inteligencia, y dependiendo del esfuerzo propio.
Un segundo peligro reside en estudiar la Biblia por un sentimiento de deber religioso. Hay quienes la estudian creyendo almacenar méritos, y en esa forma agradar a Dios. Otros lo hacen movidos por la creencia de que es su deber destilar toda la información posible contenida en sus páginas. El autor del Eclesiastés escribió: “El mucho estudio es fatiga de la carne”, (Eclesiastés 12:12), y Pablo agregó: “La letra mata….” (2 Corintios 3:6). La Biblia no se debe estudiar como un fin en sí misma, sino como un medio para un fin. No es un libro que tan solo se tenga que leer y aprender, sino más bien, uno que se tiene que vivir. Los métodos de estudio bíblico pretenden enseñar al estudiante la manera de adentrarse en la Escritura, con el propósito de que aprenda a vivirla y no solamente a recitarla.
Y el tercer peligro grave consiste en estudiar la Biblia olvidando que fue escrita con cierto propósito primordial revelarnos a Jesucristo como salvador del hombre. El apóstol Pablo declara que el evangelio de Dios es “Acercar de su hijo” (Romanos 1:1,3), y especialmente el ministerio del Espíritu Santo se encuentra enfocado a este mismo fin.
Cristo declaro: “El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Juan 16:14).
EL TEMA BIOGRÁFICO.
Este puede resultar un estudio altamente provechoso e inspirador. Se ha calculado que la Biblia menciona cerca de tres mil personajes diferentes, cada uno de ellos con sus características específicas.
Quizá una de las razones por qué resulte tan fructífero este sistema, se ha debido a la verdad variedad de los personajes bíblicos. Se habla tanto de hombres como de mujeres y niños; los hay valientes y cobardes, perversos y santos; algunos alcanzaron gran renombre, otros permanecieron en la oscuridad; de algunos se narran extensas e interesantes biografías, mientras que otros prácticamente se pierden en el anonimato. Pero lo de ellos se narra, constituye una rica fuente de conocimientos en relación con el plan de Dios para la humanidad.
1.- El nombre, lo primero que nos interesa es el nombre.
2.- Los rasgos físicos, no hay que abrigar esperanzas de encontrar mucha información a este respecto.
3.- Antepasados y descendientes, en esta sección la búsqueda tiene que ver con las características de los antepasados y los descendientes del personaje.
4.- Su niñez y juventud, aquí se estudia ya directamente la vida del individuo, buscando acontecimientos o influencias que en una forma u otra moldearon su carácter e influyeron decisivamente en la trayectoria posterior de su vida.
5.- Su ocupación Estudiemos ahora su trabajo. Encontraremos que éste encierra buen número de facetas diferentes; por ejemplo. Los lugares donde trabajo.
6.- Carácter. Lo que más importa de un hombre no es lo que hace, sino lo que es; por tanto, su carácter es un aspecto clave del estudio.
7.- Su vida espiritual. En gran parte elegimos a un personaje para estudio por las lecciones que su vida espiritual nos pueda ofrecer.
8.- Influencia en su vida. Aquí dedicaremos tiempo a la consideración de todas aquellas influencias ejercidas sobre la vida de nuestro personaje por individuos, circunstancias y fuerzas que modelaron su vida y al final jugaron un papel definitivo en sus decisiones.
9.- Su influencia sobre los demás. Los hombres no son sólo receptores pasivos de los efectos de circunstancias, fuerzas o personas, sino que voluntaria o involuntariamente también una influencia definida sobre quienes los rodean.
10.- El pecado en su vida. Parte de la experiencia espiritual del individuo es, claro está, sus luchas con el pecado.
11.- Conclusiones. Al estudiar los puntos anteriores, habremos acumulado considerablemente información sobre el personaje bajo estudio.
EL TEMA HISTÓRICO.
La Biblia se ha constituido en un infalible libro de historia para esos estudiosos. No fue escrita con ese fin, pero sus narraciones se han verificado a través de los siglos, encontrándoseles siempre veraces.
Para el progreso en la aplicación de este método, se recomienda un procedimiento similar al sugerido para el sintético; esto es, principiar con lo general, y avanzar paulatinamente hacia lo detallado y minucioso, en este caso, la primera área de estudio será la Biblia entera. Con esto queremos decir que debemos primero ubicarnos históricamente en relación con todo el período bíblico, antes de concentrar nuestra atención en el pasaje que específicamente nos interesa.
Una vez que contemos con el cuadro histórico general, podremos realizar un estudio más detallado. Este se puede efectuar de tres maneras principales.
Primera, dedicándonos al estudio de un periodo especifico de la historia bíblica. Por ejemplo, el tiempo de los jueces aquí es posible adentrarse en los detalles y circunstancias de este lapso de la historia de Israel. El reino de Salomón sería otra época rica en enseñanzas.
La segunda forma es estudiar la perspectiva histórica de un solo libro. La comprensión exacta de algunos de ellos, en gran parte depende de los antecedentes que poseamos sobre los eventos que allí se narran.
Por último se puede someter un solo capítulo al análisis histórico. Cuántos emocionantes descubrimientos nos esperan al estudiar en esta forma, por ejemplo, el capítulo 6 de la profecía de Isaías. Llegaremos a comprender por qué el profeta principia el capítulo aclarando: “En el año que murió el rey Uzías…”
EL TEMA PROFÉTICO.
Para muchos cristianos, hablar de profecía significa perder tiempo. Es importante y aun urgente, que nos entreguemos a un estudio serio de la profecía bíblica. Además, no menos que una tercera parte de la Biblia está dedicada a asuntos proféticos, de tal manera que si en verdad nos interesa llegar a conocer la Palabra de Dios, irremisiblemente nos veremos obligados a dedicar una buena parte de nuestro tiempo a ellos.
Profecía es la proclamación de la voluntad de Dios para los hombres, y en ocasiones incluye el anuncio de algún evento futuro como parte del cumplimiento de esa voluntad. La profecía no es la bola de cristal de Dios dada a los hombres para saciar su curiosidad. Es la proclamación de la voluntad de Dios para los hombres, y en ocasiones incluye el anciano de algún evento futuro como parte del cumplimiento de esa voluntad. La profecía no es la bola de cristal de Dios dada a los hombres para saciar su curiosidad. Es la proclamación de su voluntad soberana y amorosa para toda la creación, y su llamamiento a un pacto de fidelidad con el pueblo que es llamado por su nombre, y el cual está listo para seguirlo son el conocimiento previo de hacia donde le lleva. La esperanza que se ve, no es esperanza. Romanos 8:24. Hoy día, la iglesia necesita la profecía más que nunca, no para condenar a los paganos, ni para satisfacer una curiosidad necia, sino para despertar un sentimiento de insatisfacción con nuestra propia situación, y para encender los corazones tibios con una esperanza vital en el glorioso mundo futuro de Dios, el cual será dado a conocer en la aparición de nuestro Señor Cristo Jesús.
Estudiar la Biblia siguiendo este método significa la lectura repetida del libro o porción deseada. Aún cuando en la primera lectura parezca un confuso laberinto de ideas, personajes, lugares, etc., no debemos desmayar, sino seguir leyendo hasta lograr organizar su contenido.
1.- Es de gran importancia ubicarnos en el medio ambiente del profeta.
2.- Se busca también los temas principales del pasaje.
3.- La descripción de la personalidad y las características del mensajero también interesan.
4.- Durante lecturas subsecuentes anotaremos lo más posible, la cronología del pasaje profético.
5.- Ahora enfocaremos la atención sobre los individuos a quienes se dirigió el mensaje de Dios por boca del profeta.
6.- Se debe buscar también los propósitos que Dios haya tenido para enviar a su mensajero.
7.- Enseguida se debe trabajar exclusivamente en los mensajes proféticos.
8.- El siguiente paso será comparar cada mensaje con pasajes similares o paralelos en otras partes de las Escrituras.
9.- Por fin arribamos a la delicada tarea de clasificar el contenido de los distintos segmentos de la porción bajo estudio.
A.- Los pasajes proféticos y los didácticos.
B.- Los mensajes que ya se hayan cumplido, o los que aún están por cumplirse.
10.- Una vez formado un criterio sobre el mensaje de la profecía, resta solamente elaborar las conclusiones y aplicaciones personales.
EL TEMA TEOLÓGICO.
La teología no es más que el estudio de las enseñanzas contenidas en la Biblia. Frecuentemente se le denomina también como la ciencia que estudia a Dios.
Se denomina ciencia a la teología porque consiste en hechos o verdades relacionadas con Dios y las cosas divinas, presentadas en forma lógica y ordenada. El vocablo religión se deriva de una palabra latina que significa ligar; en otras palabras, la religión representa aquellas actividades que ligan al hombre a Dios en cierta relación. La religión es una práctica, mientras que la teología es conocimiento. La religión y la teología deben marchar unidas de la mano en la experiencia bien equilibrada; empero en la práctica son separadas a veces, de manera que no puede ser teólogo sin ser verdaderamente religioso, y por otra parte, uno puede ser verdaderamente religioso sin poseer un conocimiento sistemático de las verdades doctrinales.
El material con el cual trabaja la teología es la Escritura. Es la Biblia la cantera de donde se desprenden las verdades gloriosas utilizadas en la construcción del edificio de la doctrina cristiana.
Si como hemos dicho antes, la Biblia es la base de la doctrina del cristianismo, es imprescindible que el cristiano, además de otros métodos practique el teológico, buscando cimentar debidamente su fe, y a fin de presentarle un fundamento sólido a sus creencias. Especialmente el pastor, el predicador, el maestro o el misionero, deben familiarizarse con esta forma de estudio, pues de ello dependerá en mucho la solidez de su predicación y enseñanza. Para estudiar la Biblia de acuerdo con este sistema, se ponen en práctica cuatro pasos definidos. Cada uno de ellos, a la vez que es progresivo, pretende llevar al estudiante a la médula doctrinal de la porción elegida.
1.- El descubrimiento. No es raro que leamos muchas veces algún pasaje bíblico sin percatarnos de que contiene profundas enseñanzas doctrinales.
2.- La comparación. La lista de enseñanzas doctrinales que hayamos compilado en el proceso anterior, servirá para iniciar la labor de confrontación entre las diferentes declaraciones del texto.
3.- La organización. Reunidas ya todas las enseñanzas doctrinales de un segmento bíblico, el siguiente paso consistirá en su organización.
4.- La interpretación. El último paso en el método teológico, consistirá en encontrar el significado de las palabras del escrito.
La manera de obtener el significado de las palabras en el pasaje, es por medio del contexto.
EL TEMA DEVOCIONAL.
Se conoce este método con el nombre de “devocional”, porque acentúa el estudio con el fin de producir la edificación de la vida espiritual del cristiano, llevándole a una experiencia más real de su conocimiento de Dios y de su entrega personal a él.
Este tipo de estudio lo podemos practicar cuando menos de cuatro diferentes maneras:
1.- Progresivo. Para un gran número de cristianos, estudiar la Biblia significa únicamente leerla progresivamente de Génesis a Apocalipsis.
2.- Práctico. Una segunda forma de realizar el estudio devocional, consiste en analizar pasajes que sean adecuados a nuestro interés o a nuestra necesidad espiritual.
3.- Pastoral. La vida cristiana no es una emoción momentánea; es un proceso que dura toda la vida.
4.- Personal. Las Escrituras serán a nuestro corazón dulces como la miel, sólo en la medida en que logremos localizar entre sus páginas a Jesucristo, el Hijo muy amado del Padre, en el cual él tiene su contentamiento.
Una vez elegida la porción que deseamos estudiar, la cual puede ser un libro, un capítulo, un párrafo o un versículo, procedemos a establecer primero la similitud entre las circunstancias en que vivían los personajes del pasaje, y las de los tiempos de Cristo.
11. Objeto
EL OBJETIVO SUPREMO DEL ESTUDIO DE LA BIBLIA
El que hayamos considerado varios métodos de estudio de la Palabra de Dios nos lleva de modo natural a su último objetivo y propósito en todos los usos de la Biblia. Porque hay un objetivo último y supremo en todas nuestras asociaciones con las Escrituras, y no puede ser pasado por alto, y menos puesto a un lado. Esta culminación de nuestro estudio es el uso devocional de la Biblia, es el estudio de ella como revelación de Dios al alma del hombre. En este tema del estudio devocional de la Santa Escritura hemos de notar varios puntos.
SU IMPORTANCIA ESPECIAL.
La primera fase de todo estudio en relación con la Biblia es el conocimiento como criticismo textual; el descubrimiento del verdadero texto, y la seguridad de que hemos obtenido este sentido, tan cerca como sea posible, de las palabras de los escritores sagrados. Pero este estadio de estudio evidentemente es sólo introductoria. Es esencial como fundamento, pero es sólo el fundamento.
El próximo estadio es el que se conoce como crítica literaria, el estudio de la Biblia como literatura, la consideración de su composición, autores, fechas, estilo y contenido. Esto es también importante y esencial, porque sin él nos perderíamos muchas de las hermosuras y gloria de la Biblia. Con todo hay algo mejor a lo cual hemos de dirigirnos. La Biblia es literatura, pero, es más que esto, y si nos quedamos contentos en esta fase hemos fallado en un punto vital.
El tercer estadio del estudio bíblico se refiere a la exégesis bíblica esto es la verdadera interpretación del contenido de la Biblia, el significado exacto de los pasajes, secciones y versículos. Esto implica un conocimiento del lenguaje y la gramática, las costumbres y tradiciones, las formas retóricas y literarias de expresión. Esto es evidentemente de la mayor importancia e imperativo para todo estudio verdadero Con todo, no es suficiente, y es posible que nos ocupemos en detalles de interpretación, y nos perdamos el poder espiritual esencial.
El estadio cuarto de nuestra obra con la Biblia se ocupa de la teología bíblica, la consideración de la religión revelada en las Escrituras, sus doctrinas morales, y sus deberes. Éste es el punto más elevado de la enseñanza cristiana, y es del máximo valor que podamos ver lo que es la enseñanza teológica en cada fase de la revelación que Dios nos da de sí mismo desde los primeros días hasta el tiempo de nuestro Señor Jesucristo. No obstante, ni aún aquí hemos llegado a nuestra finalidad; porque es posible que nos ocupemos del contenido intelectual de la Biblia, que lo tengamos todo bien ordenado y captado en nuestra mente, y a pesar de todo, carecer de la sustancia y el poder de la Palabra de Dios. El mensaje es ¡excélsior! ¡Más arriba todavía!
Por encima de estas fases, hemos de seguir adelante, para llegar a la cumbre, que es el uso de la Biblia como una Palabra de Dios personal para nuestras almas: “¿Qué dice mi Señor a su siervo?” “¿Qué quieres que haga?” Las Escrituras tienen por objeto llevar al alma directamente a Dios, introducirla a su presencia, y transmitir su revelación de verdad y de gracia. Y si fallamos en conseguir esto, si fallamos en el punto crítico, todo nuestro otro conocimiento, por grande y valioso que sea, no servirá para nada o para muy poco. El estudio de la Biblia por encima de todo significa llevar al alma al contacto directo con Dios y conservarla allí. El privilegio más alto y la posibilidad más santa de la religión cristiana es la comunión con Dios en Cristo, y esto es absolutamente imposible aparte de la devoción y trato constante con la Palabra de Dios.
SUS REQUERIMIENTOS ESPIRITUALES.
Toda persona inteligente puede hacerse un experto en las cuatro primeras fases del estudio bíblico a que nos hemos referido antes. La quinta fase requiere cualidades y condiciones distintas de la mera capacidad y logros intelectuales.
El alma ha de haber sido aceptada por Dios en Cristo. La comunión con Dios sólo es posible para el alma salvada, el que ha sido perdonado y aceptado y aceptado en Cristo. El pecado tiene que haber sido tratado antes de que pueda haber comunión, y en consecuencia, no hay estudio devocional genuino de la Escritura aparte de la posición de un creyente en Cristo y la seguridad personal de la salvación. El “hombre natural” no recibe las cosas del Espíritu de Dios, o, para usar las palabras de Pablo, “no puede comprenderlas”; no tiene la facultad que le permita hacerlo. Tiene que ser cambiado a “espiritual” para que estas cosas puedan ser “discernidas espiritualmente”. Es por falta de comprensión de este hecho patente y potente que hay tanto error por todas partes hoy. Los hombres estudian la Biblia sin darse cuenta de las demandas espirituales que hacen, además de las calificaciones intelectuales.
Además, el alma que ha aceptado así a Cristo tienen que mantenerse en el orden debido con Dios, si el estudio de la Biblia ha de dar el fruto máximo. La vida del creyente ha de ser verdadera y auténtica para Dios. La conciencia tiene que ser mantenida pura y sensible; la mente ha de aceptar la enseñanza, desconfiar de sí misma y desear aprender de Dios; tiene que mantenerse sumisa y obediente, y estar dispuesta a hacer lo que Dios manda. Los secretos del Señor son sólo revelados a “aquellos que le temen”, porque “miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu y tiembla a mi palabra” (Isaías 66:2). Muchos creyentes encuentran la Palabra de Dios oscura porque no están en forma espiritualmente. No hay visión delante de ellos porque no están bien con Dios. El estudio devocional de la Biblia es la causa y el efecto a la vez de la reacción a la vida espiritual. Es causa de una vitalidad incrementada en lo espiritual, poder, comprensión y bendición, en tanto que a su vez esta realidad espiritual de vida, le lleva a una revelación más espiritual de Dios en su Palabra. La oración y la obediencia son órganos de conocimiento, y a cuanta más oración y obediencia, más conocimiento. “Si alguno quiere hacer mi voluntad, conocerá…” Para tener poder espiritual en la vida, hemos de alimentarnos de la comida espiritual de la Palabra de Dios.
SUS SIMPLES METODOS.
Para el uso devocional y espiritual de la Palabra de Dios hay tres reglas, pero estas tres, aunque simples, comprenden mucho.
Hemos de buscar, escudriñar (Juan 5:39). Los pensamientos de Dios no se revelan a los lectores descuidados y poco atentos, sino sólo a los que escudriñan. Las glorias de las Escrituras no son descubiertas sino por medio de una búsqueda diligente. La Biblia es una mina, y sus joyas no se recogen al lado del camino. Da oportunidad para pensar y requiere ejercicio. Estas palabras, frases y cláusulas están llenas de significado y poder. Como las parábolas de nuestro Señor, la Biblia revela y esconde a la vez un mensaje Es necesario pensar con tesón, si hemos de obtener de la Palabra las bendiciones que contiene. Hemos de considerar sus afirmaciones, insistir en su significado, captar su mensaje, entretenernos con placer y fervor en sus revelaciones de Dios en Cristo. No hay nada en ella sin algún propósito, y lo que hay, el Señor lo revela siempre a sus siervos que buscan con diligencia.
Hemos de meditar (Josué 1:8; Salmo 1:2). La meditación viene de la palabra griega que significa “atender”, y esto es esencialmente la idea de la meditación de la Biblia. Es estudiar con atención. Más que esto es leer con intención. Es interesarnos en cada punto con aplicación personal. Y tiene que ser nuestro propio pensar, nuestro propio meditar, nuestra propia aplicación. Miremos bien este texto, tan claro: “Mi meditación en Él” (Salmo 104:34). Mi meditación, no la de otro Lo primario y esencial es que sea meditación de primera mano sobre la Palabra de Dios. Este es el secreto de la vida cristiana.
El doctor Andrew Murray nos ha recordado en uno de sus libros que la leche es un alimento que ha sido predigerido. Y así hemos de decir de todos los libritos de devoción, ayudas a la santidad, manuales de pensamiento y enseñanza, por valiosos que sean, representan alimento que ya ha sido predigerido antes de llegar a nosotros. ¿Quisiera decir esto que no sirve para mucho? En modo alguno. Consideramos que es importante, pero sólo en su lugar y con el propósito apropiado. Si se ponen delante de la Biblia o la excluyen, en su sentido de algo básico, día tras día, entonces son peligrosos y desastrosos, son muletas que nos impiden un ejercicio vigoroso y llevan a la senilidad espiritual. Si se ponen después, son deliciosos y valiosos, inspiraciones para aumentar las ideas y caminos para mayores y más profundas bendiciones. Cuando hemos hechos nuestra propia meditación de la Palabra, podemos gozar de lo que la Biblia nos enseña por medio de otros de sus hijos, especialmente aquellos a quienes Dios ha dado dones especiales de enseñanza. Así que primero y ante todo, “MI meditación de ÉL”.
La meditación ha de ser real. ha de ser “la meditación de mi corazón” (Salmo 49:3), y “el corazón” en la Escritura significa el centro del ser moral, que incluye el intelecto, las emociones y la voluntad. Implica que vamos a la Palabra para ser escudriñados a fondo, guiados de modo definitivo, y corroborados de modo efectivo. La hora de meditación no es un rato para sueños, vagas imaginaciones, fantasías, sino para una bendición viva, real, tanto si es en la forma de guía, aviso, consuelo o amonestación.
La meditación ha de ser práctica. ¿Cuáles son sus fases o elementos? Primero, una lectura cuidadosa de un pasaje o tema particular, pensando en su sentido original y real. Luego una aplicación resuelta del mismo a las necesidades de mi vida, conciencia, corazón, mente, imaginación, voluntad; hallando lo que me dice a mí. Luego un sincero entrar en oración en petición de misericordia y gracia, para que sus enseñanzas puedan pasar a ser parte de mi vida. Luego, una sincera transfusión de todo ello en una resolución de que mi vida lo reproduzca. Finalmente, una entrega total y confiada en Dios, para recibir el poder de practicarlo, de modo evidente y constante todo el día. Hay que notar que la palabra meditar procede en el original hebreo de otras dos palabras que significan: una, pensar y la otra hablar (de modo audible) Salmo 5:1). Estos dos elementos tienen que ir siempre mezclados en la Palabra, su significado y su aplicación y mensaje, y luego hablar a Dios sobre ello, en confesión de fracasos pasados, en oración pidiendo bendiciones futuras, en comunión de goces y necesidades presentes. De este modo la meditación pasará a ser práctica, vital, bendita, para que podamos hallar en ella nuestro gozo principal, y el poder diario para el servicio que nos es indispensable.
Hemos de comparar (1 Corintios 2:13). La Palabra de Dios es como un calidoscopio con muchas combinaciones. Además de nuestra búsqueda y meditación de un pasaje particular, hemos de comparar pasajes, a fin de llegar al plano significativo de la Palabra que nos ha sido dada en “muchas partes y de muchas maneras” (Hebreos 1:1). Los varios aspectos de la verdad se ven así en su totalidad y en proporción, y nuestra vida espiritual pasa a ser plenamente informada y completamente equipada. Hay tantos tópicos o temas esparcidos por la Palabra de Dios, que sólo cuando los comparamos podemos apreciar la plenitud y gloria de la revelación de Dios.
Como ilustración de esto podemos tomar dos o tres ejemplos. Sólo por medio de este método de comparación podemos llegar a la plena verdad de la doctrina de la justificación en su aspecto séxtuple. Dios el Autor (Romanos 3:26); la gracia como la fuente (Romanos 3:24); la sangre como la base (Romanos 5:9); la resurrección como el reconocimiento (Romanos 4:25), la fe como el cauce (Romanos 5:1); y las obras como el fruto (Santiago 2:24).
Además, la voluntad de Dios es el centro de toda vida, pero es sólo cuando empezamos con Mateo y vamos por todo el Nuevo Testamento, recogiendo todos los pasajes sobre la voluntad de Dios, que podemos comprender la maravillosa plenitud y la gloria de sus derechos sobre nosotros. Una vez más, cuando vamos al Antiguo Testamento es esencial establecer comparaciones de los varios títulos de Dios si queremos descubrir el significado completo de su relación con nosotros.
Se podrían dar muchos más ejemplos de la necesidad de esta comparación; realmente, apenas hay una verdad en la Palabra de Dios que pueda ser entendida sólo con un pasaje. Hemos de comparar. Sólo hay que añadir que por medio de este método es posible hallar mucha ayuda y espiritualización «sana», como por ejemplo, al comparar las montañas de la Biblia con sus asociaciones espirituales, o los valles, o las “ventanas”. O se podría tomar una frase como “todas las cosas» de la Escritura y ver como «todas las cosas son de Dios”; “todas las cosas son vuestras”; “todas las cosas son para vosotros”; “todas las cosas cooperan para bien”. Las posibilidades de este método son prácticamente ilimitadas.
Para usar de este método necesitamos una buena concordancia bíblica. Hay que usar mucha discriminación. Las referencias en muchas de las ediciones modernas son a veces valiosas.
Todo lo que se ha dicho se puede resumir en las palabras de Job: “He estimado las palabras de su boca más que mi comida” (23:12); y de Jeremías: “Fueron halladas tus palabras y yo las comí” (15:16); y del salmista: “Cuán dulces son tus palabras a mi paladar” (119:1-03). La Biblia tiene que ser. nuestro alimento diario si hemos de ser fuertes y vigorosos. No es la cantidad, sino la cualidad lo que determina el valor nutritivo del alimento. Lo que hemos de subrayar es la capacidad de recibir, el poder de asimilar la preparación para reproducir. Como ha dicho alguien muy bien, el proceso es triple: infusión, su fusión, transfusión.
La Palabra así pasa a ser el todo en cuanto a suficiencia y poder en nuestra vida: el espejo que revela (Santiago 1); el agua que limpia (Efesios 5); la leche que nutre (1 Pedro 2); la carne que vigoriza (Hebreos 5); la miel que deleita (Salmo 119); el fuego que calienta (Jeremías 23), el martillo que rompe y une (Jeremías 23), la espada que pelea (Efesios 6); la semilla que crece (Mateo 13); la lámpara que guía (Salmo 119); el estatuto que legisla (Salmo 119); y el oro que se atesora para el tiempo y para la eternidad (Salmo 19).
LAS DOS BIBLIAS DEL ESTUDIOSO
Para todo estudio bíblico son esenciales dos Biblias, y sin ellas vamos a perder mucha bendición.
LA BIBLIA PARA CONOCIMIENTO.
Con esta expresión quiero decir el estudio de la Biblia en general, y los procesos y métodos del conocimiento e información bíblicos. Hemos de tener una Biblia especialmente dedicada al estudio intelectual, si no exclusivamente.
El conocimiento lo hemos de conseguir primero por medio de estudio personal. Hay dos métodos de estudio bíblico que se deben seguir, si es posible, uno junto al otro Uno es el progreso constante a lo largo de toda la Biblia desde el Génesis al Apocalipsis, tomando la Palabra de Dios tal como la hemos recibido. Para este propósito es muy útil pertenecer a alguna organización que siga este método.
Junto con esta lectura regular general de toda la Biblia, debería haber, si fuera posible un estudio especial de algún libro o período, de modo particular del Nuevo Testamento. Podemos dedicar tres o seis meses a un libro y hacer todo lo posible para dominarlo. En todo caso debería haber algún sistema y método, y perseverar en él.
En este estudio de la Biblia es esencial que seamos específicos en nuestro trabajo, y esto no es meramente leer, sino pensar. Por ejemplo, cuando tenemos el capítulo o sección delante haremos bien preguntándonos: ¿Qué propósito tengo en este estudio? ¿Qué es lo que voy a hacer? Entonces podemos seguir haciéndonos alguna de estas preguntas:
1.- ¿Entiendo el significado de las palabras y frases de este pasaje? (Nunca se ha de vacilar en confesar que se necesita un diccionario.) En Éxodo 2, por ejemplo “arquilla”.
2.- ¿ Qué personas y lugares son mencionados ? Ocurre esto en algún otro punto en la Escritura. (Esto significa historia y geografía.)
3.- ¿Hay alusiones a las costumbres orientales que deben ser aclaradas? (La Biblia es un libro oriental y muchos pasajes sólo se pueden entender a la luz de la vida oriental.)
4.- ¿Qué referencias marginales a otros pasajes requieren atención? (La Escritura se interpreta maravillosamente a sí misma.)
5.- ¿Hay alguna enseñanza especial sobre Dios, Cristo, el Espíritu, el pecado, la gracia, la santidad la eternidad? (Ver el capítulo sobre estudio doctrinal.)
6.- Cuando leemos el Nuevo Testamento, consideremos si hay algo que se refiere al Antiguo Testamento. O si en el Antiguo Testamento se nos recuerda de algo del Nuevo Testamento.
7.- ¿Hay algo típico o profético en el punto que consideramos?
Sacamos conocimiento también de clases bíblicas y de libros escritos sobre la Biblia. El contacto con otros no puede por menos que aumentar nuestro conocimiento. Pero aquí estamos interesados sobre todo con nuestro estudio personal, y con nuestro propio estudio de la Biblia como distinto de los libros escritos sobre la Biblia. Se pueden sugerir muchas otras formas de ayuda, pero hemos tenido interés especial en insistir en que el estudioso vaya directamente a la Palabra primero, y se ocupe de ella de modo primario y principal. Hemos de captar a conciencia su contenido, descubrir su significado y recibir su mensaje en cuanto sea posible a través del contacto inmediato con sus páginas.
Hemos de recoger conocimiento. ¿Cómo podemos almacenar mejor los resultados de nuestros estudios? Primero, por medio de una Biblia con amplios márgenes o con páginas no impresas intermedias. Aquí se pueden ir anotando los resultados de nuestros estudios. En relación con esto se puede mencionar el marcar la Biblia. Hay que ir con cuidado en hacer algo más que subrayar, porque al escribir entre líneas puede hacerse todo ilegible.
De vez en cuando habrá alguna nota o extracto que no se puede poner en el margen de la Biblia. Para esto necesitamos un cuaderno aparte, que podemos arreglar y poner bajo índice, en la forma que nos sea conveniente. Es conveniente hacer el índice por temas y por textos, y poner el número de la página del cuaderno al margen de la Biblia. La referencia de esta forma es fácil. Estas son algunas de las formas de recoger y ordenar los resultados de nuestro estudio.
LA BIBLIA PARA PODER Y VIDA.
Con esto queremos decir el uso de la Biblia para obtener poder y vida espiritual. Y aquí queremos subrayar con mucho énfasis la necesidad de tener una Biblia separada para propósitos devocionales sólo, completamente aparte de la Biblia de estudio general. Además, es imperativo que esta Biblia devocional esté por completo libre de marcas. Hemos de tener el mensaje de Dios nuevo y fresco cada día, y si abrimos nuestra Biblia marcada podemos estar seguros que nuestras ideas seguirán cauces y rodadas antiguas de mensajes anteriores sugeridos por nuestras marcas y notas. Sólo una mente muy fuerte e independiente puede evitar esta tendencia, y de ahí que sea mejor tener una Biblia con las páginas limpias para que la mente no se vea trabada al buscar su nuevo mensaje. Luego, cuando el nuevo mensaje llega podemos anotar los resultados en nuestra otra Biblia para notas. Esto insistimos, es muy importante. Su fruto será abundante. Que la Biblia usada para esto sea de calidad, porque ha de durar toda una vida y pasará a ser “nuestro pequeño santuario”.
En este estudio devocional tengamos cuidado en leer la Biblia con la mirada atenta a nuestro trabajo. Hay la tentación inevitable por parte del obrero a leer con la vista puesta en hallar material para sermones y clases. Hemos de leer la Biblia para nosotros ante todo, para nadie más.
Y este estudio devocional debería pasar a ser el mismo hábito de nuestra vida. Nuestro contacto directo y personal con la Palabra de Dios será una prueba exigente de nuestro discipulado y carácter. La Biblia es un espejo, en el cual nos vemos a nosotros mismos como somos y a Dios como Él nos ve a nosotros, y es evidente que si nunca usamos el espejo, o lo hacemos sólo de vez en cuando, no vamos a conocer cuál es nuestro estado real delante de Dios. El Cristianismo es en gran parte un asunto de la condición del alma; y se hace énfasis en el carácter, y el carácter es poder. Ahora bien, el carácter requiere soledad para el crecimiento; la soledad “es la patria de los fuertes”; pero la soledad sin la Biblia tiende a lo mórbido, mientras que con la Biblia es una garantía de vitalidad y de vigor. Procuremos, en medio de las prisas y preocupaciones de la vida, “apartar tiempo para ser santos” por medio de la meditación sobre Dios en su Palabra. Ni aun la obra cristiana tiene que quitarnos este poder del verdadero servicio y bendición. La superficialidad de muchas vidas nos advierte que “procuremos leer”, “para meditar sobre estas cosas”, para que “nuestro beneficio sea evidente a todos”, y al mismo tiempo glorifique a Dios.
Las sugerencias siguientes se ofrecen con miras al estudio devocional:
1.- Empieza estos ratos con oración para obtener luz del Espíritu Santo (Salmo 119:18).
2.- Pide ser guiado a algún pensamiento definido para ti mismo.
3.- Considera con calma y en oración el pensamiento que te sea concedido. ¿Es un consejo? ¿Un precepto? ¿Un aviso? ¿Una promesa? ¿Una experiencia? ¿Una orden?
4.- Cuando su significado es claro, hay que usarlo como base de una oración pidiendo gracia para ponerlo a la práctica en la vida.
5.- Cede toda tu alma en una entrega plena a su verdad y poder.
6.- Enlázalo con las verdades que ya conoces, y con ello refuerza la cadena de la experiencia.
7.- Confía en Dios para reproducirlo en tu vida cotidiana.
Probablemente si es necesario llamar más la atención sobre la relación necesaria e íntima que hay entre la oración y el estudio de la Biblia, sea un estudio de carácter crítico o puramente devocional. El conocimiento de la Biblia es a la vez causa y efecto de la oración. Necesitamos la oración para la iluminación intelectual y espiritual antes del estudio de la Palabra de Dios, y mientras lo hacemos, en tanto que el resultado de nuestro estudio, a su vez, va a guiarnos a más oración y a aumentar nuestra confianza y espera en Dios en la comunión. De esta manera los dos actos se influyen mutuamente, porque la oración en su definición más simple es precisamente hablar a Dios, y la Biblia es lo que Dios nos dice a nosotros. Éstos dos, combinados, constituyen una verdadera comunión, la íntima amistad que es la corona y culmina de la revelación de Dios en Cristo en relación con la vida humana (1 Juan 1:3).
Hemos llegado al fin de estos capítulos sobre el estudio de la Biblia. Como es natural, sólo hemos tocado este vasto tema, pero quizá se ha sugerido bastante para mostrar los maravillosos tesoros que poseemos en la Palabra de Dios, y lo grande que es la necesidad y valor de su estudio concienzudo, sincero y sostenido. Se puede obtener más ayuda en otros libros que tratan de este tema. Si se usan debidamente y no se le permite hacer por nosotros lo que nosotros hemos de hacer por nuestra cuenta, cumplirán su misión al enviarnos a la Biblia misma y obligarnos a pensar y captar su contenido y aplicar sus verdades a nuestra vida diaria. El objetivo del estudio de la Biblia es adquirir información y recibir inspiración y no se puede hacer demasiado énfasis en el hecho que nunca lo conseguiremos a menos que nosotros nos entreguemos a la Biblia antes y sobre todo, y no a libros sobre la Biblia. Para la plenitud de la experiencia, la realización del carácter, la claridad del testimonio, y la efectividad del servicio, no hay nada comparable con el estudio y meditación diaria de la Biblia. Entonces «seremos prosperados en nuestro camino, y tendremos éxito. Toda escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea enteramente apto, bien pertrechado para toda buena obra» (2 Timoteo 3:16-17).
12. Pecado
Los Beneficios de la Lectura / Estudio de la Biblia por A. W. Pink
1. Las Escrituras y el pecado
Hay una razón muy seria para creer que gran parte de la lectura de la Biblia y de los estudios bíblicos de los últimos años ha sido de muy poco provecho espiritual para aquellos que han realizado la lectura y los estudios. Pero, aún voy a decir más; mucho me temo que en muchos casos, todo ello ha resultado más bien en una maldición que en una bendición. Este es un lenguaje duro, me hago cargo; sin embargo no creo que sea más duro, de lo que requiere el caso. Los dones divinos son mal usados, y se abusa de la misericordia divina. Que esto es verdad lo prueba la escasez de los frutos cosechados. Incluso el hombre natural emprende el estudio de las Escrituras (y lo hace con frecuencia) con el mismo entusiasmo y placer con que podría estudiar las ciencias. Cuando se trata de este caso, su caudal de conocimiento incrementa, pero, lo mismo ocurre con su orgullo. Como el químico ocupado en hacer experimentos interesantes, el intelectual que escudriña la Palabra se entusiasma cuando hace algún descubrimiento en ella; pero, el gozo de este último no es más espiritual de lo que sería el del químico y sus experimentos. Repitámoslo; del mismo modo que los éxitos del químico, generalmente, aumentan su sentimiento de importancia propia y hacen que mire con cierto desdén a otros más ignorantes que él, por desgracia, ocurre esto también con los que han investigado cronología bíblica, tipos, profecía y otros temas semejantes.
La Palabra de Dios puede ser estudiada por muchos motivos. Algunos la leen para satisfacer su orgullo literario. En algunos círculos ha llegado a ser respetable y popular el obtener un conocimiento general del contenido de la Biblia simplemente porque se considera como un defecto en la educación el ser ignorante de la misma. Algunos la leen para satisfacer su sentimiento de curiosidad, como podrían leer otro libro de nota. Otros la leen para satisfacer su orgullo sectario. Consideran que es un deber el estar bien versados en las doctrinas particulares de su propia denominación y por ello buscan asiduamente textos base en apoyo de “sus doctrinas“. Aun otros la leen con el propósito de poder discutir con éxito con aquellos que difieren de ellos. Pero, en todos estos casos no hay ningún pensamiento sobre Dios, no hay anhelo de edificación espiritual y por tanto no hay beneficio real para el alma.
¿En qué consiste pues el beneficiarse verdaderamente de la Palabra? ¿No nos da 2ª Timoteo 3:16, 17 una respuesta clara a esta pregunta? Leemos allí: “Toda escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir. para instruir en justicia: a fin de que el hombre de Dios sea enteramente apto, bien pertrechado para toda buena obra.“ Obsérvese lo que aquí se omite: la Santa Escritura nos es dada, no para la gratificación intelectual o la especulación carnal, sino para pertrecharnos para «toda buena obra», y para enseñarnos, corregirnos, instruirnos. Esforcémonos en ampliar esto con la ayuda de otros pasajes.
1. Un individuo se beneficia espiritualmente, cuando la Palabra le redarguye o convence de pecado. Esta es su primera misión: revelar nuestra corrupción, exponer nuestra bajeza, hacer notoria nuestra maldad. La vida moral de un hombre puede ser irreprochable, sus tratos con los demás impecables, pero cuando el Espíritu Santo aplica la Palabra a su corazón y a su conciencia, abriendo sus ojos cegados por el pecado para ver su relación y actitud hacia Dios, exclama: “¡Ay de mí, que estoy muerto!“ Es así que toda alma verdaderamente salvada es llevada a comprender su necesidad de Cristo. “Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos“ (Lucas 5:31). Sin embargo no es hasta que el Espíritu aplica la Palabra con poder divino que el individuo comprende y siente que está enfermo, enfermo de muerte.
Esta convicción que le hace comprender que la destrucción que el pecado ha realizado en la constitución humana, no se restringe a la experiencia inicial que precede inmediatamente a la conversión. Cada vez que Dios bendice su Palabra en mi corazón, me hace sentir cuán lejos estoy, cuán corto me quedo del standard que ha sido puesto delante de mí. “Sed santos en toda vuestra manera de vivir“ (1ª Pedro 1: 15). Aquí, pues, se aplica la primera prueba: cuando leo las historias de los fracasos deplorables que se encuentran en las Escrituras, ¿me hace comprender cuán tristemente soy como uno de ellos? Cuando leo sobre la vida perfecta v bendita de Cristo, ¿no me hace reconocer cuán lamentablemente soy distinto de El?
2. Un individuo se beneficia espiritualmente, cuando la Biblia le hace sentir triste por su pecado. Del oyente como el terreno pedregoso se nos dice que “oye la palabra y al momento la recibe con gozo; pero no tiene raíz en sí mismo“ (Mateo 13:20, 21); pero de aquellos que fueron convictos de pecado bajo la predicación de Pedro se nos dice que “se compungieron de corazón“ (Hechos 2:37). El mismo contraste existe hoy. Muchos escuchan un sermón florido, o un mensaje sobre “la verdad dispensacional“ que despliega poderes de oratoria o exhibe la habilidad intelectual del predicador, pero que, en general, contiene poco material aplicable a escudriñar la conciencia. Se recibe con aprobación, pero la conciencia no es humillada delante de Dios o llevada a una comunión más íntima con El por medio del mensaje. Pero cuando un fiel siervo de Dios (que por la gracia no está procurando adquirir reputación por su “brillantez“) hace que la enseñanza de la Escritura refleje sobre el carácter y la conducta, exponiendo los tristes fallos de incluso los mejores en el pueblo de Dios, y aunque muchos oyentes desprecien al que da el mensaje, el que es verdaderamente regenerado estará agradecido por el mensaje que le hace gemir delante de Dios y exclamar: “Miserable hombre de mí.“ Lo mismo ocurre en la lectura privada de la Palabra. Cuando el Espíritu Santo la aplica de tal manera que me hace ver y sentir la corrupción interna es cuando soy realmente bendecido.
¡Qué palabras se hallan en Jeremías 31:19!: “Me castigué a mí mismo; me avergoncé y me confundí.“ ¿Tienes alguna idea, querido lector, de una experiencia semejante? ¿Te produce el estudio de la Palabra un arrepentimiento así y te conduce a humillarte delante de Dios? ¿Te redarguye de pecado de tal manera que eres llevado a un arrepentimiento diario delante de El? El cordero pascua tenía que ser comido con “hierbas amargas“ (Exodo 12:8); y del mismo modo, a los que nos alimentamos de la Palabra, el Santo Espíritu nos la hace “amarga“ antes de que se vuelva dulce al paladar. Nótese el orden en Apocalipsis 10:9: “Y me fui hacia el ángel diciéndole que me diese el librito. Y él me dijo: Toma, y cómetelo entero; y te amargará el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel.“ Esta es siempre la experiencia: debe haber duelo antes del consuelo (Mateo 5:4); humillación antes de ensalzamiento (1ª Pedro 5:6).
3. Un individuo se beneficia espiritualmente, cuando la Palabra le conduce a la confesión de pecado. Las Escrituras son beneficiosas por “corregir“ (2ª Timoteo 3:16), y un alma sincera re conocerá sus faltas. Se dice de los que son carnales: “Porque todo aquel que obra el mal, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean redargüidas“ (Juan 3:20). “Dios, sé propicio a mi pecador“ es el grito de un corazón renovado, y cada vez que somos avivados por la Palabra (Salmo 119) hay una nueva revelación y un nuevo confesar nuestras transgresiones ante Dios. “El que encubre su pecado no prosperará: pero el que lo confiesa y se enmienda alcanzará misericordia“ (Proverbios 28:13). No puede haber prosperidad o fruto espiritual (Salmo 1:3), mientras escondemos en nuestro pecho nuestros secretos culpables; sólo cuando son admitidos libremente ante Dios, y en detalle, podemos alcanzar misericordia.
No hay verdadera paz para la conciencia y no hay descanso para el corazón cuando enterramos en él la carga de un pecado no confesado. El alivio llega cuando abrimos nuestro seno a Dios. Notemos bien la experiencia de David: “Mientras callé, se consumieron mis huesos, en mi gemir de todo el día. Porque de día y de noche pesaba sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en sequedades de estío“ (Salmo 313, 4). ¿Es este lenguaje figurativo, aunque vivo, algo ininteligible para ti? ¿0 más bien cuenta tu propia historia espiritual? Hay muchos versículos de la Escritura que no son interpretados satisfactoriamente por ningún comentario, excepto el de la experiencia personal. Bendito verdaderamente es lo que sigue a continuación, que dice: “Mi pecado te declaré y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y Tú perdonaste la maldad de mi pecado“ (Salmo 32:5).
4. Un individuo se beneficia espiritualmente, cuando la Palabra produce en él un profundo aborrecimiento al pecado. “Jehová ama a los que aborrecen el mal“ (Salmo 97:10). “No podemos amar a Dios sin aborrecer aquello que El aborrece. No sólo debemos aborrecer el mal y rehusar continuar en él, sino que debemos tomar armas contra él, y adoptar ante él una actitud de sana indignación“ (C. H. Spurgeon). Una de las pruebas más seguras a aplicar a la supuesta conversión es la actitud del corazón respecto al pecado. Cuando el principio de la santidad ha sido bien implantado, habrá necesariamente un odio a todo lo que sea impuro. Si nuestro odio al mal es genuino, estamos agradecidos cuando la Palabra corrige incluso el mal que no habíamos sospechado.
Esta fue la experiencia de David: “Por tus mandamientos he adquirido inteligencia; por eso odio todo camino de mentira“ (Salmo 119:104). Fijémonos bien, que no dice “abstenerse“ sino “odiar“. “Por eso me dejo guiar por todos tus mandamientos sobre todas las cosas, y aborrezco todo camino de mentira“ (Salmo 119:128). Pero lo que hace el malvado es completamente opuesto: «Pues tú aborreces la corrección y echas a tu espalda mis palabras» (Salmo 50:17). En Proverbios 8:13, leemos: “El temor de Jehová es aborrecer el mal“ y este temor procede de leer la Palabra de Dios: véase Deuteronomio 17:18, 19. Con razón se ha dicho: “Hasta que se odia el pecado, no puede ser mortificado; nunca gritarás contra él, como los judíos hicieron contra Cristo: Crucifícale, crucifícale, hasta que el pecado te sea tan aborrecible como El era a ellos“ (Edward Reyner, 1635).
5. Un individuo se beneficia espiritualmente, cuando la Palabra le hace abandonar el pecado. “Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo“ (2ª Timoteo 2:19). Cuanto más se lee la Palabra con el objetivo definido de descubrir lo que agrada y lo que desagrada al Señor, más conoceremos cuál es su voluntad; y si nuestros corazones son rectos respecto a El, más se conformarán nuestros caminos a su voluntad. Habrá un «andar en la verdad» (3ª Juan 4). Al final de 2ª Corintios 6 hay unas preciosas promesas para aquellos que se separan de los infieles. obsérvese, aquí, la aplicación que el Espíritu Santo hace de ellas. No dice: “Así que, hermanos, puesto que tenemos estas promesas, consolémonos y tengamos satisfacción en las mismas», sino que lo que dice es: limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios“ (2ª Corintios 7: 1).
“Vosotros estáis ya limpios por la palabra que os he hablado“ (Juan 15:3). Aquí hay otra regla importante con la cual deberíamos ponernos frecuentemente a prueba nosotros mismos: ¿Produce la lectura y el estudio de la Palabra de Dios en mí una limpieza en mis caminos? Antaño se hizo la pregunta: “¿Con qué limpiará el joven su camino?“, y la divina respuesta fue “con guardar tu Palabra“. Sí, no simplemente con leerla, creerla o aprenderla de memoria, sino con la aplicación personal de la Palabra a su “camino“. Es guardando exhortaciones como: “Huye de la fornicación“ (1ª Corintios 6: 18); “Huye de la idolatría“ (1ª Corintios 10: 14); “Huye de estas cosas“: (el amor al dinero); “Huye de las pasiones juveniles“ (2ª Timoteo 2:22), que el cristiano es llevado a una separación práctica del mal; porque el pecado ha de ser no sólo confesado sino “abandonado“ (Proverbios 28:13).
6. Un individuo se beneficia espiritualmente, cuando la Palabra le fortifica contra el pecado. Las Sagradas Escrituras nos han sido dadas no sólo con el propósito de revelarnos nuestra pecaminosidad innata, y las muchas maneras por las que “estamos destituidos de la gloria de Dios“ (Romanos 3:23), sino también para enseñarnos cómo obtener liberación del pecado, cómo evitar el desagradar a Dios. “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti“ (Salmo 119: 11). Esto es lo que se requiere de nosotros. “Recibe la instrucción de su boca y pon sus palabras en tu corazón“ (Job 22:22). Son particularmente los mandamientos, las advertencias, las exhortaciones que necesitamos hacer nuestras y guardar como un tesoro; aprenderlas de memoria, meditar en ellas, orar sobre ellas y ponerlas en práctica. La única manera efectiva de tener un huerto libre de hierbas, es poner plantas y cuidarlas: “Vence con el bien el mal“ (Romanos 12:21). Para que la Palabra de Cristo habite en nosotros más “abundantemente” (Colosenses 3: 16), es necesario que haya menos oportunidad para el ejercicio del pecado en nuestros corazones y en nuestras vidas.
No basta con asentir meramente a la veracidad de las Escrituras; se requiere que las recibamos en nuestros afectos. Es de la mayor solemnidad el notar que el Espíritu Santo especifica como base de apostasía el que “no recibieron el amor de la verdad para ser salvos“ (2ª Tesalonicenses 2: 10). “ Si se queda solo en la lengua o en la mente, es sólo asunto de habla y especulación, pronto se habrá desvanecido. La semilla que permanece en la superficie pronto es comida por las aves del cielo. Por tanto escóndela en la profundidad; que del oído vaya a la mente, de la mente al corazón; que se sature más v más. Sólo cuando prevalece como soberana en el corazón la recibimos con amor: cuando es más querida que cualquier otro deseo, entonces permanece“ (Thomas Manton).
Nada más nos guardará de las infecciones de este mundo, nos librará de las tentaciones de Satán, y será tan efectivo para preservarnos del pecado como la Palabra de Dios recibida con afecto: “La ley de su Dios está en su corazón; por tanto sus pies no resbalarán“ (Salmo 37:31). En tanto que la verdad se mantiene activa en nosotros, agitando nuestra conciencia, y es realmente amada, seremos preservados de caer. Cuando José fue tentado por la esposa de Potifar, dijo: “¿Cómo haría Yo este gran mal y pecaría contra Dios?“ (Génesis 39:9). La Palabra estaba en su corazón, ,v por tanto tuvo poder para prevalecer sobre el deseo; la santidad inefable, el gran poder de Dios que es capaz a la vez de salvar y de destruir. Nadie sabe cuándo va a ser tentado: por tanto es necesario estar preparado contra ello. “¿Quién de vosotros dará oídos… y escuchará respecto al porvenir?“ (Isaías 42:23). Sí, hemos de ver venir el futuro y estar fortalecidos contra toda eventualidad, parapetándonos con la Palabra en nuestros corazones para los casos inesperados.
7. Un individuo se beneficia espiritualmente, cuando la Palabra hace que practique lo opuesto al pecado. “El pecado es la trasgresión de la ley“ (1ª Juan 3:4). Dios dice: “Harás esto“, el pecado dice: «No harás esto»; Dios dice: “No harás esto“, el pecado dice: “Haz esto.“ Así pues, el pecado es una rebelión contra Dios, la decisión de seguir «por su camino» (Isaías 53:6). Por tanto el pecado es una especie de anarquía en el reino espiritual, y puede hacerse semejante a hacer señales con una bandera roja a la cara de Dios. Por otra parte, lo opuesto a pecar contra Dios es el someterse a El, como lo opuesto al desenfreno y licencia es el sujetarse a la ley. Así, el practicar lo opuesto al pecado es andar en el camino de la obediencia. Esta es otra razón principal por la que se nos dieron las Escrituras: para hacer conocido el camino que es agradable a Dios. Son provechosas no sólo para reprender y corregir, sino también para “instruir en justicia“.
Aquí, pues, hay otra regla importante por la que podemos ponernos a prueba nosotros mismos. ¿Son mis pensamientos formados, mi corazón controlado, y mis caminos y obras regulados por la Palabra de Dios? Esto es lo que el Señor requiere: “Sed obradores de la palabra, no solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos“ (Santiago 1: 22). Es así que se expresa la gratitud y afecto a Cristo: “Si me amáis guardad mis mandamientos“ (Juan 14:15). Para esto es necesario la ayuda divina. David oró: “Guíame por la senda de tus mandamientos, porque en ella tengo mi complacencia“ (Salmo 119:35). No sólo necesitamos luz para conocer el camino, sino corazón para andar en él. Es necesario tener dirección a causa de la ceguera de nuestras mentes; y los impulsos efectivos de la gracia son necesarios a causa de la flaqueza de nuestros corazones. No bastará para hacer nuestro deber el tener una noción estricta de las verdades, a menos que las abracemos y las sigamos» (Mantón). Notemos que es “el camino de tus mandamientos“: no un camino a escoger, sino definitivamente marcado; no una “carretera“ pública, sino un «camino» particular.
Que el autor y el lector con sinceridad v diligencia se midan, como en la presencia de Dios, con las siete medidas que hemos enumerado. ¿Te ha hecho el estudio de la Biblia más humilde, o más orgulloso, orgulloso del conocimiento que has adquirido? ¿Te ha levantado en la estimación de tus prójimos, o te ha conducido a tomar una posición más humilde delante de Dios? ¿Te ha producido un aborrecimiento más profundo y una prevención contra ti mismo, o te ha hecho más indulgente y complacido de ti mismo? ¿Ha sido causa de que los que se relacionan contigo, o quizá aquellos a quienes enseñas, digan: Desearía tener tu «conocimiento» de la Biblia; o te ha hecho decir a ti: Señor, dame la fe, la gracia y la «santidad» de mi amigo, de mi maestro? “Ocúpate en estas cosas; permanece en ellas, para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos“ (1ª Timoteo 4:15).
Los Beneficios de la Lectura de la Biblia por A.W. Pink
13. Dios
2. Las Escrituras y Dios
Las Sagradas Escrituras son totalmente sobrenaturales. Son una revelación divina. “Toda Escritura es inspirada por Dios“ (2ª Timoteo 3:16). No es meramente que Dios elevara la mente de los hombres, sino que dirigió sus pensamientos. No es simplemente que El les comunicara los conceptos sino que El dictó las mismas palabras que usaron. “Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo“ (2ª Pedro 1:21). Cualquier “teoría“ humana que niega la inspiración verbal de las Escrituras es una añagaza de Satán, un ataque a la verdad de Dios. La imagen divina está estampada en cada página. Escritos tan santos, tan celestiales, tan tremendos, no pueden haber sido creados por el hombre.
Las Escrituras nos hacen conocer a un Dios sobrenatural. Esto puede ser una expresión innecesaria pero hoy es necesario hacerla. El «dios» en que creen muchos cristianos profesos se está volviendo más y más pagano. El lugar prominente que los “deportes“ ocupan hoy en la vida de la nación, el excesivo amor al placer, la abolición de la vida de] hogar, la falta de pudor escandalosa de las mujeres, son algunos de los síntomas de la misma enfermedad que trajo la caída y desaparición de imperios como Babilonia, Persia, Grecia y Roma. Y la idea que tiene de Dios, en el siglo veinte, la mayoría de la gente en países nominalmente “cristianos“ se está aproximando gradualmente al carácter adscrito a los dioses de los antiguos. En agudo contraste con ello, el Dios de las Sagradas Escrituras está vestido de tales perfecciones y atributos que el mero intelecto humano no podría haberlos inventado.
Dios sólo puede sernos conocido por medio de su propia revelación natural. Aparte de las Escrituras, incluso una idea teórica de Dios sería imposible. Todavía es verdad que el “mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría“ (1ª Corintios 1:21). Donde no hay conocimiento de las Escrituras, no hay conocimiento de Dios. Dios es “un Dios desconocido“ (Hechos 17:23). Pero se requiere algo más que las Escrituras para que el alma conozca a Dios, le conozca de modo real, personal, vital. Esto parece ser reconocido por pocos hoy. Las prácticas prevalecientes consideran que se puede obtener un conocimiento de Dios estudiando la Palabra, de la misma manera que se obtiene un conocimiento de Química estudiando libros de texto. Puede conseguirse un conocimiento intelectual; pero no espiritual. Un Dios sobrenatural solo puede ser conocido de modo sobrenatural (es decir, conocido de una manera por encima de lo que puede conseguir la mera naturaleza), por medio de una revelación sobrenatural de El mismo en el corazón. “Porqué Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo“ (2ª Corintios 4:6). El que ha sido favorecido con esta experiencia ha aprendido que sólo “en su luz veremos la luz“ (Salmo 36:9).
Dios puede ser conocido sólo por medio de una facultad sobrenatural. Cristo dejó este punto bien claro cuando dijo: “A menos que un hombre nazca de nuevo, no puede ver el reino de Dios“ (Juan 3:3). La persona no regenerada no tiene conocimiento espiritual de Dios. “Pero el hombre natural no capta las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede conocer, porque se han de discernir espiritualmente“ (1ª Corintios 2: 14). El agua, por sí misma, nunca se levanta del nivel en que se halla. De la misma manera el hombre natural es incapaz de percibir lo que trasciende de la mera naturaleza. “Esta es la vida eterna que te conozcan a Ti el único Dios verdadero“ (Juan 17:3). La vida eterna debe ser impartida antes que pueda ser conocido el “verdadero Dios“. Esto se afirma claramente en (1ª Juan 5:20): “Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios v. la vida eterna.“ Sí, un “conocimiento“, un conocimiento espiritual, debe sernos dado por una nueva creación, antes de que podamos conocer a Dios de una manera espiritual.
Un conocimiento sobrenatural de Dios produce una experiencia sobrenatural, y esto es algo que desconocen totalmente la multitud de miembros de nuestras iglesias. La mayor parte de la “religión“ de estos días no consiste en nada más que unos toques al “viejo Adán“. Es simplemente adornar sepulcros llenos de corrupción. Es una forma externa. Incluso cuando hay un credo sano, la mayoría de las veces no se trata de nada más que de ortodoxia muerta. No hay por qué maravillarse de esto. Ha ocurrido ya antes. Ocurría cuando Cristo se hallaba sobre la tierra. Los judíos eran muy ortodoxos. Al mismo tiempo estaban libres de idolatría. El templo se levantaba en Jerusalén, se explicaba la Ley, se adoraba a Jehová. Y sin embargo Cristo les dijo: “El que me envió es verdadero, al cual vosotros no conocéis“ (Juan 7:28). “Ni a Mí me conocéis, ni a mi Padre; si a Mí me conocieseis, también a mi Padre conoceríais“ (Juan 8:19). “Mi Padre es el que me glorifica, el que vosotros decís que es vuestro Dios. Pero vosotros no le conocéis“ (Juan 8:54, 55). Y notémoslo bien, ¡se dice a un pueblo que tenía las Escrituras, las escudriñaba diligentemente y las veneraba como la Palabra de Dios! Conocían a Dios muy bien teóricamente, pero no tenían de El un conocimiento espiritual.
Tal como ocurría en el mundo judío lo mismo ocurre en la Cristiandad. Hay multitud que “creen“ en la Santísima Trinidad, pero están por completo desprovistos de un conocimiento sobrenatural o espiritual de Dios. ¿Cómo podemos afirmar esto? De esta manera: el carácter del fruto revela el carácter del árbol que lo da; la naturaleza del agua nos hace conocer la fuente de la cual mana. Un conocimiento sobrenatural de Dios produce una experiencia sobrenatural, y una experiencia sobrenatural resulta un fruto sobrenatural. Es decir, cuando Dios vive en el corazón, revoluciona y transforma la vida. Se produce lo que la mera naturaleza no puede producir, más aún, lo que es directamente contrario a ella. Y esto se puede notar que está ausente de la vida del 95 % de los que ahora profesan ser hijos de Dios. No hay nada en la vida del cristiano típico, o sea la mayoría, que no se pueda explicar en términos naturales. Pero el Hijo de Dios auténtico es muy diferente Este es, en verdad, un milagro de la gracia; “es una nueva criatura en Cristo Jesús“ (2ª Corintios 5:17). Su experiencia, su vida es sobrenatural.
La experiencia sobrenatural del cristiano se ve en su actividad hacia Dios. Teniendo en sí la vida de Dios, habiendo sido hecho «partícipe de la divina naturaleza» (2ª Pedro 1:4), ama por necesidad a Dios, las cosas de Dios; ama lo que Dios ama; y, al contrario, aborrece lo que Dios aborrece. Esta experiencia sobrenatural es obrada en El por el Espíritu de Dios, y esto por medio de la Palabra. Por medio de la Palabra vivifica. Por medio de la Palabra redarguye de pecado. Por medio de la Palabra, santifica. Por medio de la Palabra, da seguridad. Por medio de la Palabra hace que aumente la santidad. De modo que cada uno de nosotros puede dilucidar la extensión en que nos aprovecha su lectura y estudio de la Escritura por los efectos que, por medio del Espíritu que los aplica, producen en nosotros. Entremos ahora en detalles. Aquel que se está beneficiando de las Escrituras tiene:
1. Una clara noción de los derechos de Dios. Entre el Creador y la criatura ha habido constantemente una gran controversia sobre cuál de ellos ha de actuar como Dios, sobre si la sabiduría de Dios o la de los hombres deben ser la guía de sus acciones, sobre si su voluntad o la de ellos tiene supremacía. Lo que causó la caída de Lucifer fue el resentimiento de su sujeción al Creador: “Tú decías en tu corazón: Subiré al cielo; por encima de las estrellas de Dios levantaré mi trono… y seré semejante al Altísimo“ (Isaías 14:13, 14). La mentira de la serpiente que engañó a nuestros primeros padres y los llevó a la destrucción fue: “Seréis como dioses“ (Génesis 3:5). Y desde entonces el sentimiento del corazón del hombre natural ha sido: “Apártate de nosotros, porque no queremos conocer tus caminos. ¿Quién es el Todopoderoso, para que le sirvamos?“ (Job 21:14, 15). “Por nuestra lengua prevaleceremos; nuestros labios por nosotros; ¿quién va a ser amo nuestro?“ (Salmo 12:4). “¿Vagamos a nuestras anchas, nunca más vendremos a ti?“ (Jeremías 2:13).
El pecado ha excluido a los hombres de Dios (Efesios 4:18). El corazón del hombre es contrario a El, su voluntad es opuesta a la suya, su mente está en enemistad con Dios. Al contrario, la salvación significa ser restaurado a Dios: “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios“ (1ª Pedro 3:18). Legalmente esto va ha sido cumplido; experimentalmente está en proceso de cumplimiento. La salvación significa ser reconciliado con Dios; y esto implica e incluye que el dominio del pecado sobre nosotros ha sido quebrantado, la enemistad interna ha sido destruida, el corazón ha sido ganado por Dios. Esta es la verdadera conversión; es el derribar todo ídolo, el renunciar a las vanidades vacías de un mundo engañoso, tomar a Dios como nuestra porción, nuestro rey, nuestro todo en todo. De los Corintios se lee que “se dieron a sí mismos primeramente al Señor“ (2.a Corintios 8: S). El deseo y la decisión de los verdaderos convertidos es que “ya no vivan para sí, sino para aquél que murió y resucitó por ellos“ (2ª Corintios 5:15).
Ahora se reconoce lo que Dios reclama su legítimo dominio sobre nosotros es admitido, se le admite como Dios. Los convertidos «se presentan a sí mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y sus miembros, como instrumentos de justicia» (Romanos 6:13). Esta es la exigencia que nos hace: el ser nuestro Dios, el ser servido como tal por nosotros; para que nosotros seamos y hagamos, absolutamente y sin reserva, todo lo que El requiere, rindiéndonos plenamente a El (ver Lucas 14: 26, 27, 33). Corresponde a Dios, como Dios, el legislar, prescribir, decidir por nosotros; nos pertenece a nosotros como deber el ser regidos, gobernados, mandados por El a su agrado.
El reconocer a Dios como nuestro Dios es darle a El el trono de nuestros corazones. Es decir, en el lenguaje de Isaías 26:13: “Jehová nuestro Dios, otros señores fuera de ti se han enseñoreado de nosotros; pero solamente con tu ayuda nos acordamos de tu nombre.“ “Oh, Dios, mi Dios eres tú; de madrugada te buscaré“ (Salmo 63:1). Ahora bien, nos beneficiamos de las Escrituras, en proporción a la intensidad con que esto pasa a ser nuestra propia experiencia. Es en las Escrituras, y sólo en ellas, que lo que Dios exige se nos revela v establece, somos bendecidos en tanto cuanto obtenemos una clara y plena visión de los derechos de Dios, y nos rendimos a ellos.
2. Un temor mayor de la majestad de Dios. “Tema a Jehová toda la tierra; teman delante de El todos los habitantes del mundo“ (Salmo 33:8). Dios está tan alto sobre nosotros que el pensamiento de su majestad debería hacernos temblar. Su poder es tan grande que la comprensión del mismo debería aterrorizarnos. Dios es santo de modo inefable, su aborrecimiento al pecado es infinito, y el solo pensamiento de mal obrar debería llenarnos de horror. “Dios es temible en la gran congregación de los santos, y formidable sobre todos cuantos están alrededor de EI“ (Salmo 89:7).
“El temor de Jehová es el principio de la sabiduría“ (Proverbios 9:10) y “sabiduría“ es un uso apropiado del “conocimiento“. En tanto cuanto Dios es verdaderamente conocido será debidamente temido. Del malvado está escrito: “No hay temor de Dios delante de sus ojos“ (Romanos 3:18). No se dan cuenta de su majestad, no se preocupan de su autoridad, no respetan sus mandamientos, no les alarma el que los haya de juzgar. Pero, respecto al pueblo del pacto, Dios ha prometido: “Y pondré mi temor en el corazón de ellos, para que no se aparten de Mí“ (Jeremías 32:40). Por tanto tiemblan ante su Palabra Isaías 66: 5) y andan cuidadosamente delante de El.
“El temor de Jehová es aborrecer el mal“ (Proverbios 8:13). Y otra vez: “Con el temor de Jehová los hombres se apartan del mal“ (Proverbios 16:6). El hombre que vive en el temor de Dios es consciente de que «Los ojos de Jehová están en todo lugar, mirando a los malos y a los buenos» (Proverbios 15:3), por lo que cuida de su conducta privada así como la pública. El que se abstiene de cometer algunos pecados porque los ojos de los hombres están sobre él, pero no vacila en cometerlos cuando está solo, carece del temor de Dios. Asimismo el hombre que modera su lengua cuando hay creyentes alrededor, pero no lo hace en otras ocasiones carece del temor de Dios. No tiene una conciencia que le inspire temor de que Dios le ve y le oye en toda ocasión. El alma verdaderamente regenerada tiene miedo de desobedecer y desafiar a Dios. Ni tampoco quiere hacerlo. No, su deseo real y profundo es agradar a Dios en todas las cosas, en todo momento y en todo lugar. Su ferviente oración es: “Afianza mi corazón para que tema tu nombre“ (Salmo 86:1l).
Incluso el santo tiene que ser enseñado a temer a Dios (Salmo 34:1l). Y aquí, como siempre es por medio de la Escritura que se da esta enseñanza (Proverbios 2:5). Es a través de las Escrituras que aprendemos que los ojos de Dios están siempre sobre nosotros, notando nuestras acciones, pesando nuestros motivos. Cuando el Santo Espíritu aplica las Escrituras a nuestros corazones, hacemos más caso de la orden: “Permanece en el temor de Jehová todo el día“ (Proverbios 23:17). Así que, en la medida en que sentimos temor ante la tremenda majestad de Dios, somos conscientes de que “Tú me ves“ (Génesis 16:13), v “procuramos nuestra salvación con temor y temblor“ (Filipenses 2:12), nos beneficiamos verdaderamente de nuestra lectura y estudio de la Biblia.
3. Una mayor reverencia a los mandamientos de Dios. El pecado entró en el mundo cuando Adán quebrantó la ley de Dios, y todos sus hijos caídos fueron engendrados en su corrupta semejanza (Génesis 53). “El pecado es la trasgresión de la ley“ (1ª Juan 3:4). El pecado es una especie de alta traición, una anarquía espiritual. Es la repudiación del dominio de Dios, el poner aparte su autoridad, la rebelión contra su voluntad. El pecado es imponer nuestra voluntad. La salvación es la liberación del pecado, de su culpa de su poder, así como de su castigo. El mismo Espíritu que nos hace ver la necesidad de la gracia de Dios nos hace ver la necesidad del gobierno de Dios para regirnos. La promesa de Dios a su pueblo del pacto es: “Pondré mis leyes en la mente de ellos, y las inscribiré sobre su corazón y seré a ellos por Dios“ (Hebreos 8:10).
A cada alma regenerada se le comunica un espíritu de obediencia. “El que me ama guardará mis palabras“ (Juan 14:23). Aquí está la prueba: “Y en esto conocemos si hemos llegado a conocerle, si guardamos sus mandamientos“ (1ª Juan 23). Ninguno de nosotros los guarda perfectamente; con todo, cada cristiano verdadero desea y se esfuerza por hacerlo. Dice con Pablo: “Me deleito en la ley de Dios en el hombre interior“ (Romanos 7:22). Dice con el salmista: “He escogido el camino de la verdad“, “Tus testimonios he tomado por heredad para siempre“ (Salmo 119:30,111). Y toda enseñanza que rebaja la autoridad de Dios, que no hace caso de sus mandamientos, que afirma que el cristiano no está, en ningún sentido, bajo la Ley, es del Demonio, no importa cuán lisonjeras sean sus palabras. Cristo ha redimido a su pueblo de la maldición de la Ley, y no de sus mandamientos: El nos ha salvado de la ira de Dios, pero no de su gobierno. “Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón“ no ha sido abolido todavía.
1ª Corintios 9:21, expresamente afirma que estamos “bajo la ley de Cristo“. “El que dice que está en El, debe andar como El anduvo“ (1ª Juan 2:6). Y, ¿cómo anduvo Cristo? En perfecta obediencia a Dios; en completa sujeción a la ley, honrándola y obedeciéndola en pensamiento, palabra y hecho. No vino a destruir la Ley, sino a cumplirla (Mateo 5:17). Y nuestro amor a El se expresa no en emociones placenteras o palabras hermosas, sino guardando sus mandamientos (Juan 14:15), y los mandamientos de Cristo son los mandamientos de Dios (véase Éxodo 20:6). La ferviente oración del cristiano verdadero es: “Guíame por la senda de tus mandamientos, porque en ella tengo mi complacencia“ (Salmo 119:35). En la medida en que nuestra lectura y estudio de las Escrituras, por la aplicación del Espíritu, engendra un amor mayor en nosotros por los mandamientos de Dios y un respeto más profundo a ellos, estamos obteniendo realmente beneficio de esta lectura y estudio.
4. Más confianza en la suficiencia de Dios. Aquello, persona o cosa, en que confía más un hombre, es su «dios». Algunos confían en la salud, otros en la riqueza; otros en su yo, otros en sus amigos. Lo que caracteriza a todos los no regenerados es que se apoyan sobre un brazo de carne. Pero, la elección de gracia retira de nuestro corazón toda clase de apoyos de la criatura, para descansar sobre el Dios vivo. El pueblo de Dios son los hijos de la fe. El lenguaje de su corazón es: “Dios mío, en Ti confío; no sea yo avergonzado“ (Salmo 25:2), y de nuevo: “Aunque me matare, en El esperaré“ (Job 13:15). Confían en Dios para que les proteja, bendiga y les provea de lo necesario. Miran a una fuente invisible, cuentan con el Dios invisible, se apoyan sobre un Brazo escondido.
Es verdad que hay momentos en que su fe desmaya, pero aunque caen, no son echados del todo. Aunque no sea su experiencia uniforme, en el Salmo 56: 11 se expresa el estado general de sus almas: “En Dios he puesto mi confianza: no temeré lo que me pueda hacer el hombre.“ Su oración ferviente es: “Señor, aumenta nuestra fe“. “La fe viene del oír, y el oír, por medio de la palabra de Dios“ (Romanos 10: 17). Así que, cuando se medita en la Escritura, se reciben sus promesas en la mente, la fe es reforzada, la confianza en Dios aumentada, la seguridad se profundiza. De este modo podemos descubrir si estamos beneficiándonos o no de nuestro estudio de la Biblia.
5. Mayor deleite en las perfecciones de Dios. Aquello en lo que se deleita un hombre es su “dios“. La persona mundana busca su satisfacción en sus pesquisas, sus placeres, sus posesiones. Ignorando la sustancia, persigue vanamente las sombras. Pero, el cristiano se deleita en las maravillosas perfecciones de Dios. El confesar a Dios como nuestro Dios de verdad, no es sólo someterse a su cetro, sino amarle más que al mundo, valorarle por encima de todo lo demás. Es tener con el salmista una comprensión por experiencia de que “Todas mis fuentes están en Ti“ (Salmo 87:7). Los redimidos no sólo han recibido de Dios un gozo tal como este pobre mundo no puede impartir sino que se “regocijan en Dios“ (Romanos 5:11) y de esto la persona mundana no sabe nada. El lenguaje de los tales es “el Señor es mi porción“ (Lamentaciones 3:24).
Los ejercicios espirituales son enojosos para la carne. Pero, el cristiano real dice: “En cuanto a mi, el acercarme a Dios es el bien“ (Salmo 73:28). El hombre carnal tiene muchos deseos y ambiciones; el alma regenerada declara: “¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Estando contigo nada me deleita ya en la tierra“ (Salmo 73:25). Ah, lector, si tu corazón no ha sido acercado a Dios y se deleita en Dios, entonces todavía está muerto para El.
El lenguaje de los santos es: “Pues, aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas falten en el aprisco, y no haya vacas en los establos; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me regocijaré en el Dios de mi salvación“ (Habacuc 3:17,18). Ah, ésta es sin duda una experiencia espiritual. Sí, el cristiano puede regocijarse cuando todas sus posesiones mundanas le son quitadas (véase Hebreos 10:34). Cuando yace en una mazmorra, con la espalda sangrando, todavía canta alabanzas a Dios (véase Hechos 16:25). Así que, en la medida en que has sido destetado de los placeres vacíos de este mundo, estás aprendiendo que no hay bendición aparte de Dios, estás descubriendo que El es la fuente y suma de toda excelencia, y tu corazón se acerca a El, tu mente está en El, tu alma encuentra su satisfacción y gozo en El, estás realmente sacando beneficio de las Escrituras.
6. Una mayor sumisión a la providencia de Dios. Es natural murmurar cuando las cosas van mal; es sobrenatural el quedarse callado (Levítico 10:3). Es natural quedar decepcionado cuando nuestros planes fracasan; es sobrenatural inclinarse a sus instrucciones. Es natural querer uno hacer la suya; es sobrenatural decir: “Hágase Tu voluntad, no la mía.“ Es natural rebelarse cuando un ser querido nos es arrebatado por la muerte; es sobrenatural saber decir: “El Señor dio, el Señor quitó; sea el nombre del Señor alabado“ (Job 1:21). Cuando Dios es verdaderamente nuestra porción, aprendemos a admirar su sabiduría, y a conocer que El hace todas las cosas bien. Así el corazón se mantiene en “perfecta paz“, cuando la mente está en El (Isaías 26:3). Aquí, pues, hay otra prueba segura: si tu estudio te enseña que el camino de Dios es mejor, si es causa de que te sometas sin refunfuñar a sus dispensaciones, si eres capaz de darle gracias por todas las cosas (Efesios 5:20), entonces estás sacando beneficio sin la menor duda.
7. Una alabanza más ferviente por la bondad de Dios. La alabanza es lo que sale del corazón que encuentra satisfacción en Dios. El lenguaje del tal es: “Bendeciré al Señor en todo tiempo; su alabanza estará continuamente en mi boca“ (Salmo 34:l). ¡Qué abundancia de causas tiene el pueblo de Dios, para alabarle! Amados con un amor eterno, hechos hijos y herederos, todas las cosas obrando juntamente para bien, toda necesidad provista, una eternidad de bienaventuranza asegurada. No debería cesar nunca el arpa de la que arrancan su alabanza. Nunca debería quedar en silencio. Ni tampoco deben callar cuando gozan de la comunión con El, que es “altamente suave“. Cuanto más “aumentamos en el conocimiento de Dios“ (Colosenses 1:10), más le adoramos. Pero, es sólo cuando la Palabra mora en nosotros en abundancia que estamos llenos de cánticos espirituales (Colosenses 3:16) y hacemos melodía en nuestros corazones al Señor. Cuando más nuestras almas son atraídas a la verdadera adoración, más nos encontramos dando gracias y alabando a nuestro gran Dios, clara evidencia de que estamos beneficiándonos del estudio de su Palabra.
Los Beneficios de la Lectura de la Biblia por A.W. Pink
14. Cristo
3. Las Escrituras y Cristo
El orden que seguimos en esta serie es el de la experiencia. No es hasta que el hombre está completamente disgustado consigo mismo que empieza a aspirar hacia Dios. La criatura caída, engañada por Satán, está satisfecha de ella misma, hasta que sus ojos cegados por el pecado son abiertos para darse una mirada a sí mismo. El Espíritu Santo obra primero en nosotros un sentimiento de nuestra ignorancia, vanidad, pobreza y corrupción, antes de llevarnos a percibir y reconocer que en Dios solamente podemos encontrar verdadera sabiduría, felicidad real, bondad perfecta y justicia inmaculada. Hemos de ser hechos conscientes de nuestras imperfecciones antes de poder apreciar rectamente las divinas perfecciones. Cuando contemplamos las perfecciones de Dios, el hombre se convence más aún de la infinita distancia que le separa del Altísimo. Al conocer algo de las exigencias que Dios le presenta, y ante su completa imposibilidad de cumplimentarlas, está preparado a escuchar y dar la bienvenida a las buenas nuevas de que Otro ha cumplido plenamente estas exigencias para todos los que creen en El.
“Escudriñad las Escrituras», dijo el Señor Jesús, y luego añadió: porque… ellas son las que dan testimonio de Mí“ (Juan 5:39). Testifican de El cómo el único Salvador para los pecadores perdidos, cómo el único Mediador entre Dios y el hombre, cómo el único que puede acercarse al Padre. Ellas testifican las maravillosas perfecciones de su persona, las glorias variadas de los oficios que cumple, la suficiencia de su obra consumada. Aparte de la Escritura, no le podemos conocer. En ellas solamente es que nos es revelado. Cuando el Santo Espíritu muestra al hombre algunas de las cosas de Cristo, haciéndolo con ello conocido al alma, no usa otra cosa que lo que está escrito. Aunque es verdad que Cristo es la clave de la Escritura, es igualmente verdad que sólo en la Escritura tenemos un descubrimiento del “misterio de Cristo“ (Efesios 3:4).
Ahora bien, la medida de lo que nos beneficiamos de la lectura y estudio de las Escrituras puede ser determinado por la extensión en que Cristo ha pasado a ser más real y más precioso en nuestros corazones. El “crecer en la gracia“ se define como «y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo» (2.a Pedro 3: 18): La segunda parte del versículo no es algo añadido a la primera, sino una explicación de la misma. El “conocer“ a Cristo (Filipenses 3:10) era el anhelo y objetivo supremo del apóstol Pablo, deseo y objetivo al cual subordinaba todos sus otros intereses. Pero, notémoslo bien: el “conocimiento“ del cual se habla en estos versículos no es intelectual, sino espiritual, no es teórico sino experimental, no es general, sino personal. Es un conocimiento sobrenatural, que es impartido en el corazón regenerado por la operación del Santo Espíritu, según El mismo interpreta y nos aplica las Escrituras concernientes al mismo.
Ahora bien, el conocimiento de Cristo que el Espíritu bendito imparte al creyente por medio de las Escrituras, le beneficia de diferentes maneras, según los marcos, circunstancias y necesidades variables. Con respecto al pan que Dios dio a los hijos de Israel durante su peregrinaje en el desierto, se dice que “algunos recogían más, otros menos“ (Éxodo 16:17). Lo mismo es verdad de nuestra captación de El, de quien el maná era un tipo. Hay algo en la maravillosa persona de Cristo que es exactamente apropiado a cada condición, cada circunstancia, cada necesidad, tanto en el tiempo como en la eternidad. Hay una inagotable plenitud en Cristo (Juan 1: 16) que está disponible para que saquemos de ella, y el principio que regula la extensión en la cual pasamos a ser «fuertes en la gracia que es en Cristo Jesús» (2ª Timoteo 2: l), es “según tu fe te sea hecho“ (Mateo 9:29).
1. Un individuo se beneficia de las Escrituras cuando éstas le revelan su necesidad de Cristo. El hombre en su estado natural se considera autosuficiente. Es verdad, tiene una vaga percepción de que hay algo que no está del todo bien entre él y Dios, sin embargo no tiene dificultades para convencerse de que puede hacer lo necesario para propiciarle. Esto está a la base de toda religión humana, empezada por Caín, en cuyo «camino» (Judas 11) todavía andan las multitudes. Dile a un devoto «religioso formalista» que “los que viven según la carne no pueden agradar a Dios“, y al punto su urbanidad y cortesía hipócritas son sustituidas por la indignación. Así era cuando Cristo estaba en la tierra. El pueblo más religioso de todos, los judíos, no tenían sentido de que estaban “perdidos“ y en desesperada necesidad de un Salvador Todopoderoso.
“Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos“ (Matea 9:12). Es la misión particular del Espíritu Santo, por medio de su aplicación de las Escrituras, el redargüir a los pecadores de pecado y convencerles de su desesperada condición, llevarles a ver que su estado es tal que “desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en ellos cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga“ (Isaías 1:6). Cuando el Espíritu nos convence de pecado -nuestra ingratitud a Dios, nuestro murmurar, nuestro descarrío de El- cuando insiste en los derechos de Dios -su derecho a nuestro amor, obediencia y adoración- y todos nuestros tristes fallos en rendirle lo que se le debe, entonces reconocemos que Cristo es nuestra única esperanza, y que, excepto si nos acogemos a El como refugio, la justa ira de Dios caerá irremisiblemente sobre nosotros.
Ni hemos de limitar esto a la experiencia inicial de la conversión. Cuando más el Espíritu profundiza su obra de gracia en el alma regenerada, más consciente se vuelve el individuo de su contaminación, su pecaminosidad y su miseria; y más descubre su necesidad de la preciosa sangre que nos limpia de todo pecado, y le da valor. El Espíritu está aquí para glorificar a Cristo, y la manera principal en que lo hace es abriéndonos los ojos más y más para que veamos por quién murió Cristo, cuán apropiado es Cristo para las criaturas desgraciadas, ruines y contaminadas. Sí, cuanto, más nos beneficiamos realmente de nuestra lectura de las Escrituras, más vemos nuestra necesidad de Cristo.
2. Un individuo se beneficia de las Escrituras cuando éstas le hacen a Cristo más real, en él gran masa de la nación israelita no veía más que la cáscara externa en las ceremonias y ritos que Dios les había dado, pero el remanente regenerada tuvieron el privilegio de ver a Cristo mismo. “Abraham se regocijó viendo mi día“, dijo Cristo (Juan 8:56). Moisés estimó el «reproche de Cristo» más que las grandes riquezas y tesoros de Egipto (Hebreos 11:26). Lo mismo es en el Cristianismo. Para las multitudes, Cristo no es más que un nombre, a lo más un personaje histórico. No tiene tratos personales con El, no gozan de comunión espiritual con El. Si ellos oyen a uno hablar del arrebatamiento de su excelencia, le consideran como un fanático o un entusiasta. Para ellos Cristo es vago, ininteligible, irreal. Pero para el cristiano consagrado la cosa es muy distinta. El lenguaje de su corazón es:
Oí la voz de Jesucristo
No quiero oír ya otra.
Vi la faz de Jesucristo
Esto ya basta a mi alma.
Sin embargo esta visión bienaventurada no es la experiencia sistemática e invariable de los santos. Tal como hay nubes entre el sol y la tierra ocasionalmente, también hay fallos en nuestro camino que interrumpen nuestra comunión con Cristo y sirven para escondernos la luz de su rostro. “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él“ (Juan 14:21). Sí, es a aquel que por la gracia anda por el camino de la obediencia a quien el Señor Jesús se manifiesta. Y cuando más frecuentes y prolongadas son estas manifestaciones, más real El se vuelve para el alma, hasta que Puede decir con Job: «De oídas te conocía; más ahora mis ojos te ven.» De modo que cuanto más Cristo pasa a ser una realidad viviente en mí, más me beneficio de la Palabra.
3. Un individuo se beneficia de las Escrituras cuando más absorbido queda en las perfecciones de Cristo. Lo que lleva al alma a Cristo al principio es un sentido de necesidad, pero lo que le atrae después es la comprensión de su excelencia, Y ésta le hace seguirlo. Cuanto más real se vuelve ¡Cristo, más somos atraídos por sus perfecciones. Al principio lo vemos sólo como un Salvador, pero cuando el Espíritu continúa llevándonos a las cosas de Cristo y nos las muestra, descubrimos que en su cabeza hay “muchas coronas“ (Apocalipsis 19:12). En el Antiguo Testamento se le llama: “Su nombre será llamado Admirable“ (Isaías 9:6). Su nombre significa todo lo que es, según nos hacen conocer las Escrituras. “Admirables“ son sus oficios, en su número, variedad y suficiencia. El es el Amigo más íntimo que el hermano, la ayuda segura en tiempo de necesidad. El es el Sumo Sacerdote, que comprende nuestras flaquezas. El es el Abogado para con el Padre, que defiende nuestra causa cuando Satán nos acusa.
Tenemos la necesidad de estar ocupados con Cristo, estar sentados a sus pies como María, y recibir de su plenitud. Nuestro deleite principal debería ser: “Considerar al Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra profesión“ (Hebreos 3: 1): para contemplar las variadas relaciones que tiene con nosotros, meditar en las muchas promesas que nos ha dado, regalarnos en el maravilloso e inmutable amor que nos tiene. Al hacerlo, nos deleitaremos en el Señor, de forma que los cantos de sirena del mundo no tendrán el menor encanto para nosotros. ¿Conoces, lector amigo, algo de esto en tu experiencia presente? ¿Es tu gozo principal el estar ocupado con El? Si no, tu lectura y estudio de la Biblia te han beneficiado muy poco de verdad.
4. Un individuo se beneficia de las Escrituras cuando Cristo se vuelve más precioso para él. Cristo es precioso en la estimación de los verdaderos creyentes (1.a Pedro 2:7). Su nombre es para ellos “ungüento derramado“. Consideran todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús su Señor (Filipenses 3:8). Como la gloria de Dios que apareció como una visión maravillosa en el templo y en la sabiduría y esplendor de Salomón, atrajo adoradores desde los últimos cabos de la tierra, la excelencia de Cristo, sin paralelo, que fue prefigurada por aquella, es más poderosa aún para atraer los corazones de su pueblo. El Demonio lo sabe muy bien, y por ello sin cesar se ocupa en cegar la mente de aquellos que no creen, colocando delante de ellos todos los atractivos del mundo. Dios le permite también que asalte al creyente, porque está escrito: “Resistid al diablo, y de vosotros huirá“ (Santiago 4:7). Resistidle por medio de la oración sincera y fervorosa y específica, pidiendo al Espíritu que te atraiga los sentidos hacia Cristo.
Cuanto más nos dejamos absorber por las perfecciones de Cristo, más le amamos y le adoramos. Es la falta de conocimiento experiencial de El que hace que nuestros corazones sean fríos hacia El. Pero, donde se cultiva la comunión diaria el cristiano puede decir con el Salmista: “¿A quién tengo en el cielo sino en Ti? No hay para mí otro bien en la tierra“ (Salmo 73:25). Esto es la verdadera esencia y naturaleza distintiva del verdadero Cristianismo. Los fanáticos legalistas pueden ocuparse diligentemente de diezmar la menta, el anís y el comino, pueden recorrer mar y tierra para arrastrar un prosélito, pero no tienen amor a Dios en Cristo. Es el corazón lo que Dios contempla: “Hijo mío, dame tu corazón“ (Proverbios 23:26), nos pide. Cuanto más precioso es Cristo para nosotros más se deleita El en nosotros.
5. Un individuo que se beneficia de las Escrituras tiene una confianza creciente en Cristo. Hay “fe pequeña“ (Mateo 14:3) y “fe grande“ (Mateo 8:10). Hay la “plena seguridad de la fe“ (Hebreos 10: 22), y el confiar en el Señor “de todo corazón“ (Proverbios 3:5). De la misma manera que hay el crecer “de fortaleza en fortaleza“ (Salmo 84:7), leemos de ir “de fe en fe“ (Romanos 1:17). Cuanto más firme y fuerte es nuestra fe, más honramos a Jesucristo. Incluso en una lectura rápida de los cuatro Evangelios se revela el hecho que nada complacía más al Señor que la firme confianza que ponían en El aquellos que realmente contaban con El. El mismo vivió y anduvo por fe, y cuanto más lo hacemos, más son confirmados los “miembros“ como una unidad con la “cabeza“. Por encima de todo hay una cosa que hemos de proponernos y buscar diligentemente en la oración: que aumente nuestra fe. De los Tesalonicenses Pablo pudo decir: “vuestra fe va creciendo“ (II Tesalonicenses 1:3).
Ahora bien, no podemos confiar en Cristo en lo más mínimo a menos que le conozcamos, y cuanto mejor le conocemos más confiaremos en El. “En ti confiarán los que conocen tu nombre“ (Salmo 9: 10). A medida que Cristo pasa a ser más real al corazón, nos ocupamos más y más con sus perfecciones y El se vuelve más precioso para nosotros, la confianza en El se profundiza hasta que pasa a ser tan natural confiar en El como respirar. La vida cristiana es andar por fe (2ª Corintios 5:7), y esta misma expresión denota un progreso continuo, una liberación progresiva de las dudas y los temores, una seguridad más plena de que todas sus promesas serán realiza as. Abraham es el Padre de los creyentes, y por ello la crónica de su vida nos proporciona una ilustración de lo que significa una confianza que se va haciendo más profunda. Primero, obedeciendo una simple palabra de Dios abandonó todo lo que amaba según la carne. Segundo, prosiguió adelante dependiendo simplemente de El y residió como extranjero y peregrino en la tierra prometida, aunque nunca tuvo bajo su posesión un palmo de la misma. Tercero, cuando se le prometió que le nacería simiente en su edad provecta, no consideró los obstáculos que había en el cumplimiento de la promesa, sino que su fe le hizo dar gloria a Dios. Finalmente, cuando se le llamó para ofrendar a Isaac, a pesar de que esto impediría la realización de la promesa en el futuro, consideró que Dios «podía levantarle incluso de los muertos» (Hebreos 11: 19).
En la historia de Abraham se nos muestra cómo la gracia puede someter un corazón incrédulo, cómo el espíritu puede salir victorioso de la carne, cómo los frutos sobrenaturales de una fe dada y sostenida por Dios pueden ser producidos por un hombre con pasiones o debilidades como las nuestras. Esto se nos presenta para animarnos, para que oremos que Dios quiera obrar en nosotros lo que obró en el padre de los fieles. No hay nada que complazca, honre y glorifique a Cristo como la confianza firme y expectante, cuál de un niño, por parte de aquellos a quienes ha dado motivo para que confíen en El de todo su corazón. Y nada evidencia mejor que nos hemos beneficiado de las Escrituras que una fe creciente en Cristo.
6. Un individuo se beneficia de las Escrituras cuando éstas engendran en él un deseo cada vez más profundo de agradar a Cristo. “No sois vuestros, pues comprados sois por precio» (1ª Corintios 6:19, 20), es el primer gran hecho que el cristiano tiene que entender bien. Para ello no debe «vivir para sí sino para aquel que murió El“ (2ª Corintios 5:15). El amor se deleita en agradar lo que ama, y cuanto más el afecto nos atraiga a Cristo más desearemos honrarle por medio de una vida de obediencia a su voluntad, según la conocemos. “Si me amáis, guardad mis mandamientos“ (Juan 14:23). No es en emociones alegres y felices o en profesiones verbales de devoción, sino en el tomar su yugo y someternos prácticamente a sus preceptos que honramos a Cristo principalmente.
En este punto es, precisamente, que se comprueba la autenticidad de nuestra profesión de fe. ¿Tiene fe en Cristo aquél que no hace ningún esfuerzo para conocer su voluntad? ¡Qué desprecio para un rey si sus súbditos rehusaran leer sus proclamas! Donde hay fe en Cristo habrá deleite en sus mandamientos y tristeza cuando son quebrantados. Cuando desagradamos a Cristo lamentamos nuestro fallo. Es imposible creer seriamente que fueron mis pecados los que causaron que el Hijo de Dios derramara su preciosa sangre sin que yo aborrezca estos pecados. Si Cristo sufrió bajo el pecado, también hemos de sufrir nosotros. Y cuanto más sinceros son estos gemidos, más sinceramente buscaremos gracia para ser librados de todo lo que desagrada al Redentor, y reforzar nuestra decisión para hacer todo lo que le complace.
7. Un individuo se beneficia de las Escrituras cuando le hacen anhelar la segunda venida de Cristo. El amor puede satisfacerse sólo con la vista del objeto amado. Es verdad que incluso ahora contemplamos a Cristo por la fe; sin embargo es “como a través de un espejo, oscuramente“. Pero, cuando venga le veremos “cara a cara“ (1ª Corintios 13:12). Entonces se cumplirán sus propias palabras: “Padre, aquellos que me has dado, quiero que dónde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo“ (Juan 17:24). Sólo esto satisfará plenamente los deseos de su corazón, y sólo esto llenará los anhelos de los redimidos. Sólo entonces «verá el fruto de su trabajo y será satisfecho» Isaías 53: 1l); y “En cuanto a Mí, veré tu rostro en justicia; al despertar, me saciaré de tu semblante“ (Salmo 17: 15).
Al retorno de Cristo habremos terminado con el pecado para siempre. Los elegidos son predestinados a ser conformados a la imagen del Hijo de Dios, y el propósito divino será realizado sólo cuando Cristo reciba a su pueblo a sí mismo. “Seremos como El es, porque le veremos tal como El es.“ Nunca más nuestra comunión con El será interrumpida, nunca más habrá gemido o clamor sobre nuestra corrupción; nunca más nos acusará la incredulidad. El presentará a sí mismo “la Iglesia, como una iglesia gloriosa, sin mancha, ni arruga ni cosa semejante, sino santa y sin mancha“ (Efesios 5:27). Este es un momento que estamos esperando ávidamente. Esperamos con amor a nuestro Redentor. Cuanto más anhelamos al que ha de venir, más despabilamos nuestras lámparas en la ávida expectativa de su llegada, más evidencia damos de que nos beneficiamos del conocimiento de la Palabra.
Que el lector y el autor busquen sinceramente la presencia de Dios en sí mismos. Que busquemos respuestas verídicas a estas preguntas. ¿Tenemos un sentido más profundo de nuestra necesidad de Cristo? ¿Se vuelve Cristo para nosotros una realidad más brillante y viva? ¿Estamos hallando más deleite al ocuparnos de sus perfecciones? ¿Está Cristo haciéndose más y más precioso para nosotros diariamente? ¿Crece nuestra fe en El de modo que confiamos más en El para todo? ¿Estamos buscando realmente complacerle en todos los detalles de nuestras vidas? ¿Estamos deseándole tan ardientemente que nos llenaría de gozo si regresara durante las próximas veinticuatro horas? ¡Que el Espíritu Santo escudriñe nuestros corazones con estas preguntas específicas!
Los Beneficios de la Lectura de la Biblia por A.W. Pink
15. Oración
4. Las Escrituras y La Oración
Un cristiano que no ora es simplemente una contradicción. Como el niño que nace muerto es un niño muerto, un creyente profeso que no ora está desprovisto de vida espiritual. La oración es el respirar de la nueva naturaleza del creyente, como la Palabra de Dios es su alimento. Cuando el Señor dijo al discípulo de Damasco que Saulo de Tarso se había convertido de veras, le dijo: “He aquí, Saulo ora“ (Hechos 9: 11). En muchas ocasiones el altivo fariseo había doblado sus rodillas ante Dios y había cumplido sus «devociones», pero esta vez era la primera vez que “oraba“. Esta importante distinción debe ser subrayada en este día de fórmulas sin poder (2ª Timoteo 3:5). Aquellos que se contentan con dirigirse a Dios de modo formal no le conocen; porque “el espíritu de gracia, el de suplicación“ (Zacarías 12: 10), no se separan nunca. Dios no tiene hijos en su familia regenerada que sean mudos. “¿No vengará Dios a sus escogidos que claman a El de noche y de día?“ (Lucas 18:7). Sí, «claman» a El, no meramente «rezan» sus oraciones.
Pero es probable que el lector se sorprenda cuando siga leyendo que el autor cree que, probablemente, el propio pueblo de Dios ¡peca más en sus esfuerzos para orar que en relación con ningún otro objetivo en que se ocupa! ¡Qué hipocresía hay en la oración, cuando debería haber sinceridad! ¡Qué exigencias tan presuntuosas, cuando debería haber sumisión! ¡Qué formalismo, cuando tendría que haber corazones quebrantados! ¡Cuán poco sentimos realmente los pecados que confesamos, y qué poco sentido de la profunda necesidad de su misericordia! E incluso cuando Dios consiente en librarnos de estos pecados, hasta cierto punto, qué frialdad en el corazón, qué incredulidad, cuánta voluntad propia y autocomplacencia. Los que no tienen perceptividad para estas cosas son extraños al espíritu de la santidad.
Ahora bien, la Palabra de Dios debería dirigirnos en oración. Por desgracia, cuán a menudo hacemos que nuestra inclinación carnal sea la que dirige nuestras peticiones. Las Sagradas Escrituras nos han sido dadas para que “el hombre de Dios sea enteramente apto, bien pertrechado para toda buena obra“ (2ª Timoteo 3:17). Como que debemos “orar en el Espíritu“ (Judas 20), se sigue que nuestras oraciones tienen que estar de acuerdo considerando que El es el autor de ellas. Se sigue también que según la medida en que la Palabra de Cristo mora en nosotros en “abundancia“ (Colosenses 3:16), o escasamente, más (o menos) estarán nuestras peticiones en armonía con la mente del Espíritu, porque «de la abundancia del corazón habla la boca» (Mateo 12:34). En la medida en que atesoramos la Palabra de Dios en nuestro corazón, y ésta limpia, moldea y gobierna nuestro hombre interior, serán nuestras oraciones aceptables a la vista de Dios. Entonces podemos decir, como dijo David en otro sentido: “Todo es tuyo y de lo recibido de tu mano te damos“ (1ª Crónicas 29:14).
Así que la pureza y el poder de nuestra vida de oración son otro índice por el cual podemos decidir la extensión de los beneficios que sacamos de la lectura y estudio de las Escrituras. Si nuestro estudio de la Biblia, bajo la bendición del Espíritu, no nos resarce del pecado de la falta de oración, revelándonos el lugar que la oración debe ocupar en nuestra vida diaria, y en realidad no nos lleva a pasar más tiempo en el lugar secreto con el Altísimo; si no nos enseña cómo orar de modo más aceptable a Dios, cómo hacer nuestras sus promesas y reclamarlas, cómo apropiarnos sus preceptos y hacer de ellos nuestras peticiones, entonces, no sólo no nos ha servido para enriquecer el alma el tiempo que hemos pasado leyendo y meditando la Palabra, sino que el mismo conocimiento que hemos adquirido de la letra, servirá para nuestra condenación en el día venidero. “Sed hacedores de la Palabra, no solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos“ (Santiago 1:22). Se aplica a sus amonestaciones a la oración y a todo lo demás. Veamos ahora siete diferentes criterios.
1. Nos beneficiamos de las Escrituras cuando nos ayudan a comprender la importancia profunda de la oración. Es de temer que muchos lectores de la Biblia de hoy (y aun estudiosos) no tienen convicciones profundas de que una vida de oración definida es absolutamente necesaria para andar y comunicar con Dios, como lo es para la liberación del poder del pecado, las seducciones del mundo o los asaltos de Satán. Si esta convicción realmente poseyera sus corazones, ¿no pasarían más tiempo con el rostro delante de Dios? Es inútil, si no peor, replicar: “Hay una gran cantidad de obligaciones que tengo que cumplir y ocupan el tiempo que usaría para la oración, a pesar de que me gustaría hacerla“. Pero, queda el hecho que cada uno de nosotros pone tiempo aparte para lo que consideramos es imperativo. ¿Quién vive una vida más activa que la que vivió nuestro Salvador? A pesar de ello encontró mucho tiempo para la oración. Si verdaderamente deseamos ser intercesores y hacer súplicas ante Dios y usamos en ello todo el tiempo disponible que tenemos ahora, El ordenará las cosas de modo que tendremos más tiempo.
La falta de convicción positiva en la profunda importancia de la oración se evidencia claramente en la vida corporativa de los cristianos profesos. Dios ha dicho sencillamente: “Mi casa será llamada casa de oración“ (Mateo 21:13). Notemos: no “casa de predicación o de cánticos“, sino de oración. Sin embargo, en la gran mayoría de las iglesias, incluso dentro de la ortodoxia, el ministerio de la oración ha pasado a ser negligible. Hay todavía campañas evangelísticas, Convenciones de enseñanza de la Biblia, pero cuán raramente se oye de dos semanas puestas aparte para oraciones especiales. Y ¿qué beneficio proporcionan estas “Convenciones de la Biblia“ a las iglesias si su vida de oración no es reforzada? Pero, cuando el Espíritu de Dios aplica con poder en nuestros corazones palabras como: “Velad y orad, para que no entréis en tentación“ (Marcos 14: 38); “En toda suplicación y ruego y acción de gracias sean notorias vuestras peticiones delante de Dios“ (Filipenses 4:6); “Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias“ (Colosenses 4:2), entonces nos beneficiamos de las Escrituras.
2. Nos beneficiamos de las Escrituras cuando nos hacen sentir que no sabemos bastante cómo orar. «No sabéis pedir como conviene» (Romanos 8:26). ¡Cuán pocos cristianos creen esto verdaderamente! La idea más común es que la gente sabe bastante bien lo que debe pedir, sólo que son descuidados o son malos, y dejan de orar por lo que saben bien que es su deber. Pero, este concepto discrepa por completo de la declaración inspirada de Romanos 8:26. Hay que observar que observar que esta afirmación que humilla a la carne, no se hace sobre los hombres en general, sino de los santos de Dios en particular, entre los cuales el apóstol no vacila en incluirse el mismo: “No sabemos lo que hemos de pedir como conviene“. Si ésta es la condición del hombre regenerado, mucho peor será la de no regenerado. Con todo, una cosa es leer y asentir mentalmente lo que dice el versículo, y otra tener una comprensión de experiencia, porque para que el corazón sienta lo que Dios requiere de nosotros. El mismo debe obrarlo en nosotros y por medio de nosotros.
Digo mis oraciones con frecuencia,
Pero, ¿oro en verdad?
Y van los deseos de mi corazón,
¿Conforme a las palabras?
Lo mismo serviría arrodillarme
Y adorar a una piedra,
Que ofrecer a Dios como plegaria
Nada más que palabras,
Y labios que se mueven.
Ya hace muchos años que mí madre me hizo aprender de memoria estas líneas -la cual ya “está presente ahora en el Señor“, pero su mensaje, vivo todavía, me martillea la mente. El cristiano no puede orar a menos que el Espíritu Santo se lo haga posible, lo mismo que no puede crear un mundo. Esto ha de ser así, porque la oración real es una necesidad sentida que ha sido despertada en nosotros por el Espíritu, de modo que pedimos a Dios, en el nombre de Cristo, aquello que está de acuerdo con su santa voluntad. “Y ésta es la confianza que tenemos ante él, que si pedirnos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye“ (1ª Juan 5:14). Pero, el pedir algo que no es conforme a la voluntad de Dios no es orar, sino atrevimiento. Es verdad que Dios nos revela su voluntad, y la podemos conocer a través de su Palabra, sin embargo, no es de la manera que un libro de cocina nos da recetas culinarias para la preparación de platos. Las Escrituras frecuentemente enumeran principios que requieren un continuo ejercicio del corazón y ayuda divina para que veamos su aplicación a los diferentes casos y circunstancias. De modo que nos beneficiamos de las Escrituras cuando aprendemos en ellas nuestra profunda necesidad de clamar “Señor, enséñanos a orar“ (Lucas 11: 1) y nos vemos constreñidos a pedirle a El espíritu de oración.
3. Nos beneficiamos de las Escrituras cuando nos damos más cuenta de nuestra necesidad de la ayuda del Espíritu. Primero, que nos haga conocer nuestras verdaderas necesidades. Tomemos, por ejemplo, nuestras necesidades materiales. Con cuánta frecuencia nos hallamos en una situación externa difícil; las cosas nos oprimen, y deseamos ser librados de estas tribulaciones y dificultades. Sin duda, pensamos que aquí sabemos «qué» es lo que tenemos que pedir. De ninguna manera y, al contrario, la verdad es que a pesar de nuestros deseos de alivio, somos tan ignorantes, nuestro discernimiento está tan embotado, que (incluso cuando se trata de una conciencia acostumbrada) no sabemos qué clase de sumisión a su agrado Dios puede requerir, o cómo podemos santificar estas aflicciones para nuestro bien interior. Por tanto, Dios considera las peticiones de muchos que claman pidiendo ayuda sobre cosas externas «aullidos», y no clamar a El con el corazón (ver Oseas 7:14). “Porque ¿quién sabe lo que es bueno para el hombre en la vida?“ (Eclesiastés 6:12). Ah, la sabiduría celestial es necesaria para enseñarnos sobre nuestras necesidades» temporales, a fin de hacer de ellas un asunto de oración según la mente de Dios.
Quizá puedan añadirse unas pocas palabras a lo que ya se ha dicho. Podemos pedir sobre cosas temporales escrituralmente (Mateo 6:11, etc.), pero con una triple limitación. Primero, de modo incidental y no de modo primario, porque no son éstas las cosas de las que se preocupan los cristianos de modo principal (Mateo 6:33). Las cosas que deben buscarse primero y sobre todo, son las cosas celestiales y eternas (Colosenses 3:l), mucho más importantes y valiosas que las temporales. Segundo, de modo subordinado, como medio para un fin. El buscar cosas materiales de Dios no ha de ser a fin de conseguir satisfacción, sino como una ayuda para agradarle más. Tercero, de modo sumiso, no imperioso, porque esto sería el pecado de presunción. Además, no sabemos si el que se nos concediera gracia sobre algo temporal contribuiría realmente a nuestro bienestar supremo (Salmo 106:18) y por tanto debemos dejarle a Dios que decida.
Tenemos necesidades interiores también, además de las exteriores. Algunas pueden ser discernidas a la luz de la conciencia, tales como la culpa y la impureza del pecado, los pecados contra la luz y la naturaleza y la simple letra de la ley. Sin embargo, el conocimiento que tenemos de nosotros mismos por medio de la conciencia es tan oscuro y confuso que, aparte del Espíritu, no somos capaces de descubrir la verdadera fuente de purificación. Las cosas sobre las cuales los creyentes tienen que tratar primariamente con Dios en sus súplicas son el esta y la disposición de su alma, o sea espiritual. Por eso, David no estaba satisfecho con confesar las transgresiones que conocía y su pecado original (Salmo 51:1-5), sino que dándose cuenta de que no puede entender bien sus propios errores, desea ser limpiado de los “errores ocultos“ (Salmo 19:12); pero le pide también a Dios que emprenda una búsqueda de su corazón para encontrar lo que pueda escapársele (Salmo 139:23,24), sabiendo que Dios requiere principalmente “verdad en lo íntimo“ (Salmo 51: 6). Así que en vista de (1ª Corintios 2:10-12, deberíamos buscar la ayuda del Espíritu para que podamos pedir de modo aceptable a Dios.
4. Estamos beneficiándonos de las Escrituras cuando el Espíritu nos enseña el recto propósito de la oración. Dios ha establecido la ordenanza de la oración por lo menos con un triple designio. Primero, que el Dios Trino sea honrado, porque la oración es un acto de adoración, rendición de homenaje; al Padre como Dador, en el nombre del Hijo por medio del cual únicamente podemos acercarnos a El, a través del poder que nos impulsa. y dirige del Espíritu Santo. Segundo: para humillar nuestros corazones, porque la oración está ordenada para traernos a un lugar de dependencia, para desarrollar en nosotros un sentimiento de nuestra insignificancia, al admitir que sin el Señor no podernos hacer nada, y que somos como mendigos pidiendo todo lo que somos y tenemos. Pero, cuán débilmente se cumple esto (si es que :se cumple) en nosotros, hasta que el Espíritu nos lleva de la mano, quita nuestro orgullo, y da a Dios el verdadero lugar en nuestros corazones y pensamientos. Tercero, como un medio de obtener para nosotros mismos las cosas buenas que pedimos.
Es de temer que una de las principales razones por las que muchas oraciones quedan sin contestar es que tenemos un objetivo equivocado o sin valor.
Nuestro Salvador dice: «Pedid y recibiréis» (Mateo 7:7); pero Santiago afirma de algunos que «Pedís y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites». (Santiago 43). El orar pidiendo algo, pero no de modo expreso con miras a aquello para lo cual Dios lo ha designado, es «pedir mal»; y por tanto sin propósito eficaz. Toda la confianza que tenemos en nuestra propia sabiduría e integridad, si se nos deja proseguir nuestros objetivos nunca se ajustará a la voluntad de Dios. Hasta que el Espíritu restringe a la carne en nosotros, nuestros afectos propios naturales desordenados interfieren con nuestras súplicas, á las hacen inservibles. “Todo lo que hacéis, hace lo para la gloria de Dios“ (1ª Corintios 10:31), sin embargo, nadie excepto el Espíritu puede hacer que nos subordinemos en nuestros deseos a la gloria de Dios.
5. Nos beneficiamos de las Escrituras cuando nos enseñan a reclamar las promesas de Dios. La oración debe ser hecha con fe (Romanos 10: 14), de lo contrario Dios no la escuchará. Ahora bien, la fe tiene respeto a las promesas de Dios (Hebreos 4:1; Romanos 4:21); si, por tanto, no comprendemos qué es lo que Dios ha prometido, no podemos orar. «Las cosas secretas pertenecen a Jehová, nuestro Dios» (Deuteronomio 29:29), pero la declaración de su voluntad y la revelación de su gracia nos pertenecen, y son nuestra regla. No hay nada que podamos necesitar que Dios no se haya comprometido a proporcionárnoslo, si bien de tal forma y bajo tales limitaciones que aseguren que será para nuestro bien y nos serán útiles. Por otra parte, nada hay que Dios haya prometido, que no tengamos necesidad de ello, o que de una manera u otra no nos afecte como miembros del cuerpo místico de Cristo. Por ello, cuanto mejor estemos familiarizados con las promesas divinas, y cuanto más comprendamos sus bondades, gracia y misericordia preparadas y propuestas en ellas, mejor equipados estamos para orar de modo aceptable.
Algunas de las promesas de Dios son generales más bien que específicas; algunas son condicionales, otras incondicionales, algunas se cumplen en esta vida, otras en la vida venidera. Tampoco podemos nosotros discernir por nuestra cuenta qué promesa es más apropiada para nuestro caso particular y la situación presente, o cómo apropiarla por fe y reclamarla rectamente de Dios. Por tanto, se nos dice de modo explícito: “Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoce las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha otorgado gratuitamente.“ (1ª Corintios 2:11,12). Si alguien contestara: si se requiere tanto para que una oración sea aceptable, si no podemos presentar peticiones a Dios con menos molestia de la que se indica, habrá pocos que quieran persistir durante algún tiempo en este deber, lo único que podríamos decirle es que esta persona no tiene la menor idea de lo que es orar ni parece tener interés en saberlo.
6. Nos beneficiamos de las Escrituras cuando nos llevan a una completa sumisión a Dios. Como se dijo antes, uno de los propósitos divinos al establecer la oración como una ordenanza es para ayudarnos a sentirnos humildes. Esto se muestra exteriormente cuando doblamos las rodillas ante el Señor. La oración es un reconocimiento de nuestra impotencia, un mirar a Dios de quien esperamos ayuda. Es admitir su suficiencia para suplir nuestra necesidad. Es el hacer conocidas nuestras “peticiones“ (Filipenses 4:6) a Dios; pero peticiones es algo muy distinto de “requerimientos“. “El trono de la gracia no existe para que nosotros podamos acudir a él para obtener satisfacciones de nuestras pasiones“ (Wm. Gurnall). Hemos de presentar nuestro caso delante de Dios, pero dejar que su sabiduría superior prescriba la forma de decidirlo. No debe haber intentos de imposición, ni podemos “reclamar“ nada de Dios, porque somos como mendigos dependientes de su misericordia. En todas nuestras peticiones debemos añadir: “Sin embargo, hágase tu voluntad, no la mía“.
Pero, ¿no puede la fe presentar a Dios sus promesas y esperar una respuesta? Ciertamente; pero debe ser la respuesta de Dios. Pablo pidió a Dios que le quitara la espina de la carne tres veces; pero en vez de hacerlo el Señor le dio gracia para sobrellevarla (2ª Corintios 12). Muchas de las promesas de Dios son generales, en vez de personales. Ha prometido pastores, maestros Y evangelistas a su Iglesia, y con todo hay muchos grupos de creyentes que languidecen por falta de ellos. Algunas de las promesas de Dios son indefinidas y generales en vez de absolutas y universales: como por ejemplo, en Efesios 6:2,3. Dios no se ha obligado a dar nada de modo específico, a conceder la cosa particular que pedimos, incluso cuando pedimos con fe. Además, El se reserva el derecho de decidir el momento y sazón para concedernos sus misericordias. “Buscad a Jehová todos los humildes de la tierra, los que pusisteis por obra sus ordenanzas; buscad la justicia, buscad la mansedumbre; quizá quedaréis resguardados en el día del enojo de Jehová.“ (Sofonías 2:3). Por el hecho de que “quizá“ Dios me conceda una misericordia temporal determinada, es mi deber presentarme ante El y pedirla, sin embargo, debo estar sumiso a su voluntad para la concesión de la misma.
7. Estamos beneficiándonos de las Escrituras cuando la oración se vuelve un gozo real y profundo. El mero “decir nuestras oraciones“ cada mañana y noche es una tarea pesada, un deber que debe ser cumplido que nos hace dar un suspiro de alivio cuando hemos terminado. Pero el presentarnos realmente ante la presencia de Dios, para contemplar la gloriosa luz de su faz, para estar en comunión con El en el propiciatorio, es un anticipo de la bienaventuranza eterna que nos aguarda en el cielo. Quien es bendecido con esta experiencia dice con el salmista: “El acercarme a Dios es el bien“. (Salmo 73:8.) Sí, bien para el corazón, porque le da paz; bien para la fe, porque la fortalece; bien para el alma, porque la bendice. Es la falta de esta comunión del alma con Dios que se halla a la raíz de la falta de respuesta a nuestras oraciones: “Pon asimismo tu delicia en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón.“ (Salmo 37:4.)
¿Qué es lo que, bajo la bendición del Espíritu, produce este gozo en la oración? Primero, es el deleite del corazón en Dios como el Objeto de la oración, y particularmente el reconocer y comprender que Dios es nuestro Padre. Así que, cuando los discípulos pidieron al Señor Jesús que les enseñara a orar, dijo: “Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos.“ Y luego: “Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, o sea, Padre!“ (Gálatas 4:6), que incluye un deleite filial, santo en Dios, como los hijos tienen deleite en sus padres cuando se dirigen con afecto a ellos. Y de nuevo, en Efesios 2:18, se nos dice para fortalecer la fe y consuelo de nuestros corazones: “Porque por medio de él los unos y los otros tenemos acceso por un mismo Espíritu al Padre.“ ¡Qué paz, qué seguridad, qué libertad da esto al alma: saber que nos acercamos a nuestro Padre!
Segundo. El gozo en la oración es incrementado porque el corazón capta el alma y contempla a Dios en el trono de gracia: una vista o perspectiva, no por imaginación de la carne, sino por iluminación espiritual, porque es por fe que “vemos al Invisible“ (Hebreos 11:27); la fe es “la evidencia de las cosas que no se ven“ (Hebreos 11: l), hace evidente y presente su objeto propio a los ojos de los que creen. Esta visión de Dios en su “trono“ tiene que conmover el alma. Por tanto se nos exhorta: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro“ (Hebreos 4:16).
Tercero. Del versículo anterior sacamos también que la libertad y el deleite en la oración son estimulados por ver que, Dios, por medio de Jesucristo, está dispuesto a dispensarnos gracia y misericordia a los pecadores suplicantes. No tenemos que vencer ninguna resistencia suya. Dios está más dispuesto a dar que nosotros a recibir. Así se le presenta en Isaías 30:18: “Con todo esto, Jehová aguardará para otorgaros su gracia.“ Sí, Dios aguardará a que le busquemos; aguardará a que los fieles echen mano de su disposición para bendecir. Su oído está siempre atento al clamor del justo. Por tanto “acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe“ (Hebreos 10:22); «sean presentadas vuestras peticiones delante de Dios, mediante oración y ruego con acción de gracias y la paz de Dios, que sobrepasa a todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús» (Filipenses 4:6, 7).
Los Beneficios de la Lectura de la Biblia por A.W. Pink
16. Obras
5. Las Escrituras y Las Buenas Obras
La verdad de Dios puede hacerse semejante a un camino estrecho, orillado a ambos lados por precipicios peligrosos: en otras palabras, transcurre entre dos simas de error. Lo acertado de esta figura puede verse en nuestra tendencia a ir de un extremo al otro. Sólo por medio del Espíritu que lo hace posible podemos mantener el equilibrio. De fallar este equilibrio, caeríamos en el error, porque el error no es tanto la negativa de la verdad como la tergiversación de la verdad, el hacer chocar una parte contra la otra, activamente.
La historia de la teología nos ilustra este hecho de modo gráfico y solemne. Una generación ha defendido un aspecto de la verdad justa y denodadamente: esta verdad era indispensable en su día. La próxima generación, en vez de andar en ella y seguir adelante, entabló batalla en favor de ella intelectualmente, como una marca distintiva de su partido o facción, y en general, para defender aquello, que era atacado, por otros, por lo que rehusaron escuchar la verdad equilibradora que sus enemigos oponían; el resultado es que los dos lados han perdido el sentido de perspectiva y han hecho énfasis en lo que creían, aunque estaba desorbitado de sus proporciones escriturales. En consecuencia, en la próxima generación, el verdadero siervo de Dios se ve llamado casi a no hacer caso de aquello que parecía tan valioso a los ojos de sus padres, y poner énfasis en lo que aquéllos habían, si no negado, por lo menos perdido de vista.
Se dice que los “rayos de luz, tanto si proceden del sol, una estrella o una vela, se mueven en líneas rectas perfectas; con todo, nuestras obras son tan inferiores a las de Dios que la mano con más firme pulso no puede trazar una línea recta perfecta, ni con todo su ingenio ha podido el hombre inventar un instrumento capaz de hacer una cosa aparentemente tan simple“ (T. Guthrie, 1967). Sea como sea, es cierto que el hombre, dejado a sí mismo, nunca ha podido guardar una línea recta de verdad entre lo que parecen doctrinas conflictivas: tales como la soberanía de Dios y la responsabilidad del hombre; la elección por gracia y la proclamación universal del Evangelio; la justificación por la fe de Pablo y las obras justificadoras de Santiago. Con demasiada frecuencia, cuando se ha insistido en la absoluta soberanía de Dios se ha dejado de lado la responsabilidad del hombre; y donde la elección incondicional ha sido mantenida se ha resbalado y descuidado la predicación sin trabas del Evangelio a los no salvos. Por otra parte, donde se ha mantenido la responsabilidad humana y se ha hecho un ministerio sostenido evangélico, no se ha hecho mucho caso de la soberanía de Dios y de la verdad de la elección, o por lo menos se les ha dado un lugar secundario.
Muchos de nuestros lectores han sido testigos de ejemplos que ilustran lo que hemos dicho, pero pocos parecen comprender que se experimente exactamente la misma dificultad cuando se hace el intento de mostrar la relación precisa entre la fe y las buenas obras. Si, por un lado, algunos han errado atribuyendo a las buenas obras Un lugar no justificado en la Escritura, es cierto que, por otra parte, algunos han fallado en dar a las buenas obras el lugar que les corresponde según la Escritura. Si, por un lado, ha sido un error serio el adscribir nuestra justificación a nuestra ejecución, prácticamente, antes que a Píos, por otra parte, los otros son culpables al negar que las buenas obras son necesarias para poder llegar al cielo e insistir que no son más que simple evidencia o fruto de nuestra justificación. Nos damos perfectamente cuenta de que en esto estamos andando en un terreno muy resbaladizo, y corremos grave riesgo de ser acusados herejía; sin embargo, creemos que hemos de buscar la ayuda divina para enfrentarnos con esta dificultad, y luego adscribir los resultados a Dios Mismo.
En algunos puntos la parte de la fe, aunque no ha sido nunca negada, ha sido rebajada, a causa de su celo en dar más importancia a las buenas obras. En otros círculos, que se consideren ortodoxos (y es a éstos que consideramos aquí principalmente), sólo muy raramente se asigna a las buenas obras su lugar propio, y sólo con muy poca frecuencia se insta a los cristianos profesos a mantenerlas con firmeza apostólica. No hay duda que esto es debido a veces al temor de dar bastante importancia a la fe, y animar a los pecadores en el error fatal de confiar en sus propios esfuerzos antes que en la justicia de Cristo. Pero, estos temores no deberían estorbarnos el declarar “todo el consejo de Dios“. Si el predicador habla de la fe en Cristo como Salvador de los perdidos, debe dejar bien establecida esta verdad, sin ninguna modificación, dando a la gracia el lugar que el apóstol le da en su respuesta al carcelero de Filipos (Hechos 16:31). Pero, si el tema son las buenas obras, no ha de ser menos fiel y no ha de omitir nada de lo que dicen las Escrituras; que no olvide la orden divina: “Quiero que insistas con firmeza para que los que han creído a Dios procuren ocuparse en buenas obras“ (Tito 18).
Este último pasaje de la Escritura es el más pertinente para estos días de flojera e indulgencia, de profesiones inválidas, y jactancias vacías. Esta expresión “buenas obras“ se encuentra en el Nuevo Testamento en singular o en plural no menos de treinta veces; con todo, dada la rareza con que muchos predicadores, que son considerados sanos en la fe, usan, insisten y amplían este tema, muchos de sus oyentes llegarían a la conclusión que estas palabras aparecen sólo una o dos veces en toda la Biblia. Hablando a los judíos sobre otro tema, el Señor dijo: «Lo que Dios juntó, no lo separe el hombre» (Marcos 10:9). Ahora bien, en Efesios 2:8-10, Dios ha unido dos cosas vitales y benditas, que nunca deberían ser separadas en nuestros corazones y mentes, y sin embargo son separadas con frecuencia en el púlpito moderno. ¿Cuántos sermones se predican sobre los dos primeros versículos, los cuales declaran claramente que la salvación es por la gracia por medio de la fe y no las obras? Con todo cuán raramente se nos recuerda que la frase que empieza con gracia y fe, es sólo completada en el versículo 10, donde dice: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús, para buenas obras, preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.“
Empezamos esta serie indicando que la Palabra de Dios puede ser tomada por varios motivos y leída con propósitos diferentes, pero en 2ª Timoteo 3:16, 17, se nos dice para qué son estas Escrituras realmente “provechosas“, a saber, para la doctrina o enseñanza, para represión, corrección, instrucción en justicia, y todo ello para que «el hombre de Dios sea enteramente apto, bien pertrechado para toda buena obra». Habiendo hablado sobre sus enseñanzas sobre Dios y Cristo, su instrucción en relación con la oración, consideremos ahora cómo éstas nos “pertrechan“ para toda buena obra. Aquí hay otro criterio vital por medio de¡ cual, el alma sincera, con la ayuda del Espíritu Santo, puede discernir si está o no está beneficiándose de la lectura y estudio de la Palabra.
1. Nos beneficiamos de la Palabra cuando con ella aprendemos cuál es el verdadero lugar de las buenas obras. “Muchas personas, en su deseo de apoyar la ortodoxia como sistema, hablan de la salvación por gracia y fe, de una forma que menoscaba la importancia de la santidad y la vida dedicada a Dios. Pero, no hay base para tal cosa en las Sagradas Escrituras. El mismo Evangelio que declara que la salvación es gratuita por la gracia de Dios por medio de la fe en la sangre de Jesucristo, y afirma, en fuertes términos, que los pecadores son justificados por la justicia del Salvador que les es imputada cuando creen en El sin respeto alguno por las obras de la ley, nos asegura también, que sin la santidad, nadie verá a Dios; que los creyentes son limpiados por la sangre de la expiación; que sus corazones son purificados por la fe, que obra con amor, que vence al mundo; y que la gracia que trae salvación a todos los hombres, enseña a todos los que la reciben, que negando la impiedad y los deseos del mundo han de vivir sobria, recta y piadosamente en este mundo. Todo temor que la doctrina de la gracia haya de sufrir como resultado de una firme insistencia en las buenas obras como fundamento escritural, revela que el conocimiento de la divina verdad es seriamente defectuoso e inadecuado, y que cualquier tergiversación o disimulo de las Sagradas Escrituras, a fin de acallar su testimonio en favor de los frutos de la justificación, como absolutamente necesarios para el cristiano, es una corrupción y una falsificación de la Palabra de Dios“ (Alexander Carson).
Pero, preguntan algunos, ¿qué fuerza tiene esta ordenanza o mandamiento de Dios sobre las buenas obras, cuando, a pesar de ella, y aunque dejemos de aplicarnos diligentemente a la obediencia, seremos a pesar de ello justificados por la imputación de la justicia de Cristo, y por tanto podemos ser salvos sin ellas? Una objeción tan sin sentido procede de la completa ignorancia del estado presente del creyente y de su relación con Dios. El suponer que el corazón de los regenerados no está influido de modo tan efectivo por la autoridad y mandamientos de Dios a la obediencia, como si les fueran dados para su justificación, es ignorar lo que es la verdadera fe, y cuáles son los argumentos y motivos por los que la mente de los cristianos es afectada y constreñida de un modo principal. Además, es perder de vista la inseparable conexión que Dios ha hecho entre nuestra justificación y nuestra santificación: suponer que una de ellas puede existir sin la otra es derribar toda la enseñanza del Evangelio. El apóstol trata de esta misma objeción en Romanos 6:1-3: “¿Qué, pues, diremos? ¿Permanezcamos en pecado para que la gracia abunde? ¡En ninguna manera! Los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? ¿0 ignoráis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús hemos sido bautizados en su muerte?“
2. Nos beneficiamos de la Palabra cuando por medio de ella aprendemos la absoluta necesidad de las buenas obras. Si está escrito que «sin derramamiento de sangre no se hace remisión» (Hebreos 9:22), y “sin fe es imposible agradar a Dios” (Hebreos 11:6), la Escritura de Verdad enseña también: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor“ (Hebreos 12:14). La vida que viven los santos en el cielo no es sino el cumplimiento y la consumación de la vida que, después de la regeneración, han vivido aquí en la tierra. La diferencia entre las dos no es de clase, sino de grado. «La senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta llegar a pleno día» (Proverbios 4:18). Si no se ha andado con Dios aquí, no habrá morada con Dios allí. Si no ha habido comunión real con El en el tiempo, no habrá ninguna en la eternidad. La muerte no efectúa ningún cambio vital en el corazón. Es verdad que al morir ‘ los restos del pecado serán dejados por completo atrás por el santo, pero no se le impartirá ninguna nueva naturaleza. Si para entonces no odia el pecado y ama la santidad, no los va a odiar o amar respectivamente, después.
No hay nadie que realmente desee ir al infierno, aunque hay muy pocos que estén dispuestos a abandonar el camino ancho que lleva al mismo. Todos quieren ir al cielo, ¿pero cuántos entre las multitudes de cristianos profesos están realmente decididos a andar por el estrecho sendero que a él conduce? Es en este punto que podemos discernir el lugar preciso que las buenas obras tienen en relación con la salvación. No son causa de su merecimiento, pero, a pesar de ello, son inseparables de la salvación. No nos proporcionan el derecho de ir al cielo, pero se hallan entre los medios que Dios ha dispuesto para que su pueblo llegue allí. Las buenas obras no nos proporcionan en ningún sentido la vida eterna, pero son parte de los medios (como lo son la obra del Espíritu en nosotros, el arrepentimiento, la fe y la obediencia por nuestra parte) que conducen a ella. Dios ha indicado el camino por el cual hemos de andar para llegar a la herencia adquirida para nosotros por Cristo. Una vida de obediencia a Dios cada día es lo que nos da la admisión al goce de lo que Cristo ha adquirido para su pueblo: admisión ahora por la fe, admisión al morir o al regreso de Cristo en plena realidad.
3. Nos beneficiamos de la Palabra cuando nos enseña el designio de las buenas obras. Esto se nos hace claro en Mateo 5:16: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, de tal modo que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.“ Vale la pena que notemos que ésta es la primera vez que aparece esta expresión, y, como es generalmente el caso, la mención inicial de una cosa en la Escritura implica su uso e importancia subsiguiente. Aquí vemos que los discípulos de Cristo muestran la autenticidad de su profesión cristiana por medio del testimonio de sus vidas, silencioso pero explícito (porque la “luz“ no hace ruido cuando “brilla“), para que los hombres puedan ver sus buenas obras (no tienen que oír nuestra jactancia), y todo ello para que su Padre en los cielos pueda ser glorificado. Este es, pues, el designio o propósito fundamental: el honor de Dios.
Como el contenido de este versículo, Mateo 5:16, es mal entendido o tergiversado con tanta frecuencia, añadimos otro pensamiento respecto al mismo. Con la “luz“ misma, aunque las dos son bien distintas, por más que relacionadas. La “luz“ es nuestro testimonio para Cristo, pero ¿qué valor tiene a menos que la vida misma lo ejemplifique? Las “buenas obras“ no sirven para llamar la atención hacia nosotros mismos, sino hacia Aquel que las obra en nosotros. Tienen que ser de tal carácter y calidad que incluso los infieles conozcan que proceden de alguna fuente más elevada que la caída naturaleza humana. El fruto sobrenatural requiere una raíz sobrenatural, y cuando esto es reconocido, el Labrador es glorificado por ellas. De igual significación es la última referencia a las “buenas obras“ que hay en la Escritura: “Manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que os calumnian como a malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al observar vuestras buenas obras.“ (1ª Pedro 2:12.) Vemos, pues, que la alusión inicial y la final, las dos, subrayan el propósito: la glorificación de Dios como resultado de Su obra a través de su pueblo en el mundo.
4. Nos beneficiamos de la Palabra cuando aprendemos por medio de ella la verdadera naturaleza de las buenas obras. Esto es algo sobre lo cual los no regenerados están en completa ignorancia. A juzgar por lo meramente externo, evaluando las cosas sólo por los stándards humanos, son completamente incompetentes para determinar qué obras son buenas en la estima de Dios y cuáles no. Los tales suponen que lo que el hombre considera buenas obras, Dios lo aprueba también, y por ello permanecen en oscuridad total porque su entendimiento está cegado por el pecado, hasta que el Espíritu Santo los vivifica para nueva vida, sacándolos de la oscuridad a la maravillosa luz de Dios. Entonces ven que sólo son buenas obras las que son hechas en obediencia a la voluntad de Dios (Romanos 6:16), basadas en un principio de amor a El (Hebreos 10:24), en el nombre de Cristo (Colosenses 3:17), y para la gloria de Dios por El (La Corintios 10:31).
La verdadera naturaleza de las «buenas obras» fue ejemplificada perfectamente por el Señor Jesús. Todo lo que hizo, lo hizo en obediencia a su Padre. “No se agradó a sí mismo“ (Romanos 15:3), sino que en todo momento estuvo haciendo la voluntad de Aquel que le había enviado (Juan 6:38). Podía decir: “Porque yo hago siempre lo que le agrada“ (Juan 8:29). No hubo límites en la sujeción de Cristo a la voluntad del Padre: Cristo se hizo “obediente hasta la muerte, y muerte de cruz“ (Filipenses 2:8). Así que todo lo que hizo procedió del amor del Padre y del amor a su -prójimo. El amor es el cumplimiento de la Ley; sin amor, el cumplimiento de la Ley no es nada sino sujeción servil, y esto no puede ser aceptable a Aquel que es amor. La prueba de que toda la obediencia de Cristo procedió del amor se encuentra en sus palabras: “El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón“ (Salmo 40:8). De modo que todo lo que Cristo hizo tenía como propósito la gloria del Padre: “Padre, glorifica tu nombre“ (Juan 12:28) revela el propósito que tenía delante constantemente.
5. Nos beneficiamos de la Palabra cuando nos enseña la verdadera fuente de nuestras buenas obras. El hombre no regenerado es capaz de ejecutar obras que en un sentido civil y natural, aunque no en el sentido espiritual, son buenas. Pueden hacer cosas que, externamente, en cuanto a su materia y sustancia, son buenas, tales como la lectura de la Biblia, el ayudar al ministerio de la Palabra, dar limosna al pobre; sin embargo, el móvil principal de estas acciones, su falta de piedad, las hace harapos a la vista del Dios Trino. El hombre no regenerado no tiene poder para ejecutar obras en un sentido espiritual, y por tanto, está escrito: «No hay nadie que haga lo bueno, ni aun uno» (Romanos 3:12). No, no pueden: no están “sujetos a la ley de Dios, ni siquiera pueden“ (Romanos 8:7). Por tanto, incluso “el pensamiento de los impíos es pecado“ (Proverbios 21:4). Ni son los creyentes capaces de pensar un buen pensamiento o ejecutar una buena obra por sí mismos (2ª Corintios 3:5): es Dios que obra en ellos “tanto el querer como el hacer según su voluntad“ (Filipenses 2:13).
“¿Podrá mudar el etíope su piel o el leopardo sus manchas? Así también, ¿podréis vosotros hacer el bien, estando habituados a hacer el mal?“ (Jeremías 13:23). Los hombres no pueden esperar uvas de los abrojos o higos de los cardos, ni tampoco buen fruto, o sea, buenas obras del hombre no regenerado. Hemos de ser creados primero en Jesucristo (Efesios 2: 10), tener el Espíritu Santo dentro de nosotros (Gálatas 4:6), y su gracia implantada en nuestro corazón (Efesios 4:7; 1ª Corintios 15: 10), antes de tener ninguna capacidad para hacer buenas obras. Incluso entonces no podemos hacer nada aparte de Cristo (Juan 15:5). Con frecuencia deseamos hacer lo bueno; con todo, no sabemos cómo hacerlo (Romanos 7:18). Esto nos hace poner de rodillas pidiendo a Dios que nos haga “perfectos en toda buena obra“, obrando en nosotros “o que es agradable a la vista, por medio de Jesucristo“ (Hebreos 13:21). De este modo somos vaciados de nuestra autosuficiencia, y comprendemos que todas nuestras fuentes se hallan en Dios (Salmo 87:7); y con ello descubrimos que podemos hacer todas las cosas por medio de Cristo que nos fortalece (Filipenses 4:13).
6. Nos beneficiamos de la Palabra cuando nos enseña la gran importancia de las buenas obras. Condensándolo todo lo posible: “las buenas obras“ son de gran importancia porque por ellas glorificamos a Dios (Mateo 5:16), por medio de ellas cerramos la boca de aquellos que hablan contra nosotros (La Pedro 2:12), por medio de ellas damos evidencia de la autenticidad de nuestra profesión de fe (Santiago 2:13-17). Es en extremo conveniente que «en todo adornemos la doctrina de Dios nuestro Salvador» (Tito 2:10). Nada da más honor a Cristo que el que los que llevan su nombre sean hallados viviendo constantemente a semejanza de Cristo y en su espíritu, por medio de su ayuda. No sin razón el mismo Espíritu, que hizo que el apóstol pusiera un prefacio concerniente a la venida de Cristo al mundo para salvar a los pecadores con “Palabra fiel y digna“, etc., le dictó: “Palabra fiel es ésta, y en estas cosas… para que los que han creído a Dios procuren ocuparse de buenas obras“ (Tito 33). En realidad espera incluso que seamos «celosos de buenas obras» (Tito 2:14).
7. Nos beneficiamos de la Palabra cuando nos enseña el verdadero alcance de las buenas obras. Este es tan extenso que incluye el cumplimiento de nuestros deberes en toda relación en que Dios nos ha colocado. Es interesante e instructivo notar la primera “buena obra“ (así descrita) en la Sagrada Escritura, a saber, el que María de Betania ungiera al Salvador (Mateo 26: 10; Marcos 14:0. Indiferente a la censura o a la alabanza de los demás, con los ojos sólo en el “mayor entre diez mil“, María derramó sobre el Maestro su precioso perfume. Otra mujer, Dorcas (Hechos 9:36), se menciona también como “llena de buena obras“. Después de la adoración viene el servicio glorificando a Dios entre los hombres y beneficiando a otros.
“Para que andéis como es digno del Señor agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra“ (Colosenses 1: 10). El criar a los niños el hospedar extraños, el lavar los pies a los san tos (ministrar para el confort físico), el socorrer a los afligidos (1.3 Timoteo 5: 10), es calificado como buenas obras. A menos que nuestra lectura y estudio de las Escrituras nos haga mejores soldados de Jesucristo, mejores ciudadanos del país en el cual vivimos, mejores miembros de nuestros hogares terrenales (más amables, cariñosos generosos), «plenamente dispuestos para toda buena obra», esta lectura nos ha aprovechado muy poco o nada.
Los Beneficios de la Lectura de la Biblia por A.W. Pink
17. Obediencia
6. Las Escrituras y La Obediencia
Todos los cristianos profesos están de acuerdo, por lo menos en teoría, que el deber de aquellos que llevan el nombre de Cristo es honrarle y glorificarle en este mundo. Pero, hay grandes diferencias de opinión con respecto a la manera de hacerlo, y a lo que se requiere para conseguirlo. Muchos suponen que el honrar a Cristo simplemente significa unirse a alguna “iglesia“, tomar parte en las actividades de la misma y apoyarlas. Otros piensan que el honrar a Cristo significa hablar de El a otros y dedicarse diligentemente a hacer “obra personal“. Otros parecen imaginarse que honrar a Cristo significa poco más que hacer contribuciones generosas a su causa. Hay pocos que se den cuenta que Cristo es honrado sólo cuando vivimos santamente en El, y esto, andando en sujeción a su voluntad revelada. Pocos, verdaderamente, creen las palabras: “El obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros“ (1ª Samuel 15:22). No somos cristianos si no nos hemos rendido plenamente a Jesús y le hemos “recibido como Señor“ (Colosenses 2:6). Quisiera que consideraras esta afirmación con diligencia. Satán enseña a muchos hoy en día haciéndoles creer que confían en Dios para salvación en la “obra consumada“ de Cristo, mientras que sus corazones permanecen sin cambiar y el yo gobierna sus vidas. Escucha la Palabra de Dios: “Lejos está de los impíos la salvación, porque no buscan tus estatutos“ (Salmo 119:155). ¿Buscas realmente sus estatutos? ¿Escudriñas con diligencia su Palabra para descubrir lo que ordena? “El que dice: Yo he llegado a conocerle, y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él“ (1ª Juan 2A). ¿Es posible decirlo de modo más claro?
“¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis las cosas que os mando?“ (Lucas 6:46). La obediencia al Señor en la vida, no meramente las palabras placenteras de los labios, es lo que Cristo requiere. ¡Qué palabra más solemne y qué advertencia más directa la de Santiago 1:221 “Sed hacedores de la Palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.“ Hay muchos “oidores“ de la Palabra, oidores regulares, oidores reverentes, oidores interesados; pero, ¡ay!, lo que oyen no está incorporado a su vida, no regula sus caminos. Y Dios dice que los que no son hacedores de la Palabra ¡se engañan a sí mismos!
Por desgracia, ¡cuántos hay en la Cristiandad así, hoy en día! No es que sean verdaderos hipócritas, pero están engañados. Suponen que por el hecho de ver tan claro que la salvación es por la gracia solamente, ya están salvos. Suponen que por el hecho de que se hallan bajo el ministerio de un hombre que “ha hecho de la Biblia un nuevo libro“ para ellos, ya han crecido en la gracia. Suponen que debido a que su almacén de conocimiento bíblico ha aumentado, son más espirituales. Suponen que el mero escuchar a un siervo de Dios o leer sus escritos, es alimentarse de la Palabra. ¡No hay tal! Nos “alimentamos“ de la Palabra solamente cuando nos apropiamos personalmente, masticamos y asimilamos en nuestras vidas todo lo que hemos oído o leído. Donde no hay una conformidad creciente del corazón y la vida a la Palabra de Dios, este conocimiento incrementado sólo va a servir para una mayor condenación. “Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes“ (Lucas 12:47).
“Siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento pleno de la verdad“ (2ª Timoteo 3:7). Esta es una de las características prominentes de los «tiempos peligrosos» en los cuales estamos viviendo ahora. La gente escucha a un predicador después de otro, asiste a convenciones y más convenciones, lee libro tras libro sobre temas bíblicos, y nunca alcanza un conocimiento vital y práctico de la verdad, de modo que se produzca una impresión de su poder y eficacia en sus almas. Hay algo que se llama hidropesía espiritual, y las multitudes sufren de ella. Cuanto más oyen, más quieren ír; beben los sermones y los mensajes ávidamente, pero sus vidas no cambian. Están hinchados de conocimiento, pero no humillados al polvo delante de Dios. La fe del elegido de Dios es «conocimiento pleno de la verdad que es según la piedad» (Tito 1:l), pero a esta fe, la vasta mayoría son totalmente extraños.
Dios nos ha dado su Palabra, no sólo con el objetivo de instruirnos, sino con el propósito de dirigirnos: de hacemos conocer lo que El quiere que hagamos. Lo primero que necesitamos es un conocimiento claro y distinto de nuestro deber, y lo primero que Dios nos exige es una práctica concienzuda del mismo, según nuestro conocimiento. “Oh hombre, te ha sido declarado lo que es bueno, qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar la misericordia, y caminar humildemente ante tu Dios“ (Miqueas 6:8). “La conclusión de todo el discurso oído es ésta: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre.“ (Eclesiastés 12:13). El Señor Jesús afirmó lo mismo cuando dijo: “Vosotros sois mis amigos, si hacéis las cosas que yo os mando“ (Juan 15:14).
1. Un hombre se beneficia de la Palabra a medida que descubre lo que Dios le exige; sus exigencias invariables, porque El no cambia. Es un grave error suponer que, en esta dispensación presente, Dios ha rebajado sus exigencias, porque esto implicaría por necesidad que sus exigencias previas eran duras e injustas. ¡De ninguna manera! “La ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno“ (Romanos 7:12). El resumen de lo que Dios exige es: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu fuerza“ (Deuteronomio 6:5); y el Señor Jesús repitió lo mismo en Mateo 22:37. El apóstol Pablo volvió a decir lo mismo cuando escribió: “Si alguno no ama al Señor Jesús, sea anatema“ (1ª Corintios 16:22).
2. Un hombre se beneficia de la Palabra cuando descubre de qué modo tan completo y entero ha fallado en llegar a la altura de las exigencias de Dios. Y déjeseme indicar para cualquiera que pueda haber estado en desacuerdo con el párrafo anterior de que ningún hombre puede ver cuán pecador es, ¡cuán corto se ha quedado de llegar al Standard de Dios, hasta que ha tenido una visión clara de las altas exigencias que Dios hace sobre él! En la misma medida que los predicadores rebajan los estandardes de lo que Dios requiere del ser humano, en la misma medida sus lectores obtendrán un concepto falso e inadecuado de su pecaminosidad, y tanto menos se darán cuenta de su necesidad de un Salvador todopoderoso. Pero, una vez el alma ha percibido realmente cuáles son las exigencias que Dios le hace, de qué modo tan completo y constante ha fallado en rendirle lo que es suyo, entonces reconoce en qué desesperada situación se encuentra. La ley debe ser predicada antes de que nadie esté preparado para el Evangelio.
3. Una persona se beneficia de la Palabra cuando ésta le enseña que Dios, en su gracia infinita, ha provisto para que su pueblo pueda satisfacer, lo que El nos exige. Sobre este punto, también, gran parte de la predicación de hoy día es seriamente defectuosa. Se predica lo que puede decirse más o menos una “mitad del Evangelio“, pero que en realidad es virtualmente una negación del verdadero Evangelio. Cristo entra en el cuadro, pero sólo como una especie de contrapeso. Es una verdad bendita que Dios ha llenado las exigencias de Dios en lugar de todos aquellos que creen en El, pero esto es sólo parte de la verdad. El Señor Jesús no sólo ha satisfecho de modo vicario los requerimientos de la justicia de por su pueblo, sino que también nos ha dado garantías que los suyos los satisfarán ellos mismos personalmente. Cristo ha procurado el Espíritu Santo para que obre en ellos lo que el Redentor obró por ellos.
El milagro grande y glorioso de la salvación es que los salvos son regenerados. En ellos tiene lugar una obra transformadora. Su conocimiento es iluminado, su corazón es cambiado, su voluntad es renovada. Son hechos “nuevas criaturas en Cristo Jesús“ (2ª Corintios 5:17). Dios se refiere a este milagro de gracia de la siguiente manera: “Pondré mis leyes en su mente, y las escribiré en su corazón“ (Hebreos 8:10). El corazón ahora está inclinado hacia la ley de Dios: se le ha comunicado una disposición que responde a las exigencias de la ley; hay el sincero deseo de guardarla. De esta manera el alma vivificada puede decir: “Cuando dices: Buscad mi rostro, mi corazón responde: Tu rostro buscaré, oh Jehová“ (Salmo 27:8).
Cristo observó no sólo una perfecta obediencia de la ley para la justificación de su pueblo que cree, sino que también ganó para ellos la provisión de su Espíritu, que era esencial para su santificación, y que era lo único que podía transformar a las criaturas carnales y hacerles posible el rendir obediencia aceptable a Dios. Aunque Cristo murió por los “impíos“ (Romanos 5:6), aunque encuentra a los impíos (Romanos 4:5) cuando los justifica, sin embargo no los deja en su abominable estado. Al contrario, de un modo efectivo les enseña, por Su Espíritu a negar la impiedad y los deseos carnales (Tito 2:12). De la misma manera que el peso no se puede separar de una piedra, o el calor del fuego, tampoco se puede separar la justificación de la santificación.
Cuando Dios perdona realmente a un pecador en el tribunal de su conciencia, bajo el sentido de esta gracia asombrosa el corazón es purificado, la vida es rectificada, y el hombre entero es santificado. Cristo “se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo de su propiedad, celoso de buenas obras“ (Tito 2:14). De la misma manera que la sustancia y sus propiedades, causas y efectos necesarios están inseparablemente conectados, también lo están una fe salvadora y una obediencia concienzuda a Dios. De aquí que leemos de la “obediencia de la fe“ (Romanos 16:26).
Dijo el Señor Jesús: “El que tiene mis mandamientos y los guarda, éste es el que me ama“ (Juan 14:21). Ni en el Antiguo Testamento, ni en los Evangelios ni en las Epístolas admite Dios que acepta el amor de nadie que no guarda sus mandamientos. El amor es algo más que un sentimiento o una emoción; es un principio de acción, y se expresa en algo más que expresiones dulzainas, es decir, requiere actos que agraden al objeto amado. “Porque éste es el amor de Dios, que guardemos sus mandamientos“ (1ª Juan 5: 3). Oh, lector, te engañas si crees que amas a Dios y no tienes un deseo profundo y no haces un esfuerzo real para andar en obediencia delante de El.
Pero, ¿qué es la obediencia a Dios? Es más que la ejecución mecánica de ciertos deberes. Puede que’ uno haya sido criado por padres cristianos, y bajo ellos haya adquirido ciertos hábitos morales, y sin embargo, el que uno se abstenga de tomar el nombre del Señor en vano, y el ser inocente de robar, no significa que obedezca el tercer y el octavo mandamiento. Otra vez, la obediencia a Dios es mucho más que el actuar conforme a la conducta de su pueblo. Puedo ser huésped de una casa en la cual se observa estrictamente el día del Señor, y por respeto a ellos, o porque yo creo que es bueno y prudente descansar un día a la semana, me abstengo de trabajar en este día, y sin embargo ¡no estoy guardando el cuarto mandamiento! La obediencia no es sólo la sujeción a la ley externa, sino el rendir la voluntad a la voluntad de otro. Así, pues, la obediencia a Dios es el reconocimiento en el corazón de su soberanía; de su derecho a ordenar y mi deber de cumplir. Es la completa sujeción del alma al bendito yugo de Cristo.
Esta obediencia que Dios requiere puede proceder sólo de un corazón que ama a Dios. “Todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor“ (Colosenses 3:23). La obediencia que procede del deseo de obtener favores de Dios es egoísta y carnal. Pero, la obediencia espiritual y aceptable es dada con agrado: es la respuesta espontánea del corazón y la gratitud por el cuidado y amor de Dios por nosotros que son inmerecidos.
4. Nos beneficiamos de la Palabra cuando no sólo vemos como un deber el obedecer a Dios, sino que en nosotros es obrado amor para sus mandamientos… “Bienaventurado el varón… que en la ley de Jehová tiene su delicia y en su ley medita de día y de noche“ (Salmo 1:1,2). Otra vez leemos: “Bienaventurado el hombre que teme a Jehová, y en sus mandamientos se deleita en gran manera“ (Salmo 112:1). Es una verdadera prueba para el corazón el encararse sinceramente con estas preguntas: ¿Doy realmente tanta importancia a sus “mandamientos“ como a sus promesas? ¿No debería ser así? Sin duda, porque tanto los unos como los otros proceden de su amor. El cumplimiento en el corazón de la voz de Cristo es el fundamento de toda la santidad práctica.
Aquí quisiéramos de nuevo pedir al lector que con amor y sinceridad se fije bien en este punto. Todo hombre que cree que es salvo y que no tiene amor genuino a los mandamientos de Dios se está engañando. Dijo el salmista “¡Cuánto amo yo tu ley!“ (Salmo 119:97). Y también: “Por eso amo yo tus mandamientos. Más que el oro; más que el oro muy fino“ (Salmo 119:127). Si alguien objetara que esto era bajo el Antiguo Testamento, preguntamos: ¿Suponéis que el Espíritu Santo produce menos cambio en los corazones de aquellos que son regenerados ahora que antaño? Pero un santo del Nuevo Testamento nos ha dejado su testimonio también: “Me deleito en la ley de Dios según el hombre interior» (Romanos 7: 22). Y, querido lector, a menos que tu corazón se deleite en la «ley de Dios“, hay algo que va, mal en ti; sí, es de temer que estés muerto espiritualmente.
5. Un hombre se beneficia de la Palabra cuando su corazón y su voluntad se han entregado a todo los mandamientos de Dios. La obediencia parcial no es ninguna obediencia. Una mente santa renuncia a todo lo que Dios prohíbe, y escoge y practica todo lo que Dios requiere, sin ninguna excepción. Si nuestra mente no se somete a Dios en todos sus mandamientos, no nos sometemos a su autoridad en nada de lo que nos manda. Si no aprobamos nuestro deber en toda su extensión, estamos muy equivocados si nos imaginamos que nos gusta alguna parte de ellos. Una persona que no tiene principio de santidad en él, puede no sentirse inclinada a muchos vicios y sentirse atraída a practicar muchas virtudes, porque percibe que los primeros son acciones inapropiadas, y las últimas son, en sí, acciones hermosas, pero la desaprobación del vicio y aprobación de la virtud no proceden de la disposición de someterse a la voluntad de Dios.
La verdadera obediencia espiritual es imparcial. Un corazón renovado no escoge entre los mandamientos de Dios: el hombre que lo hace no ejecuta la voluntad de Dios, sino la propia. No nos hagamos ilusiones sobre este punto; si no deseamos sinceramente agradar a Dios en todas las cosas, no queremos agradarle verdaderamente en ninguna. El yo debe ser negado; no meramente algunas de las cosas que quiere, ¡sino el vo en sí! La indulgencia voluntaria de algún pecado conocido quebranta toda la ley (Santiago 2:10,11). “Entonces no sería yo avergonzado, cuando considerase tus mandamientos“ (Salmo 119:16). Dijo el Señor Jesús: “Vosotros sois mis amigos, si hacéis todas las cosas que yo os mando“ (Juan15:14): si no soy su amigo, entonces he de ser su enemigo, puesto que no hay otra alternativa según Lucas 19:27.
6. Nos beneficiamos de la Palabra, cuando el alma es encaminada a orar fervorosamente pidiendo gracia para poder obrar. En la regeneración, el Espíritu Santo comunica una naturaleza adecuada para la obediencia a la Palabra. El corazón ha sido ganado por Dios. Hay ahora un deseo profundo y sincero de agradar a Dios. Pero, la nueva naturaleza no posee ningún poder inherente, y la vieja naturaleza o «carne» lucha contra ella, y el diablo se opone. Por ello el cristiano exclama: “Porque el querer el bien lo ~ tengo a mi alcance, pero no el hacerlo“ (Romanos 7:18). Esto no significa que es un esclavo del pecado, como era antes de la conversión; pero, significa que, no encuentra cómo realizar plenamente sus aspiraciones espirituales. Por ello ora: “Guíame por la senda de tus mandamientos, porque en ella tengo mi complacencia“ (Salmo 119:35). Y otra vez: “Afianza mis pasos con tu palabra, y ninguna iniquidad se enseñoree de mí“ (Salmo 119:133).
Aquí contestaremos a una pregunta que las afirmaciones anteriores ha sugerido en algunas mentes: ¿Se afirma aquí que Dios requiere obediencia perfecta por nuestra parte en esta vida? Contestamos: ¡Sí! Dios no establece Standard más bajos delante de nosotros que éste (ver 1ª Pedro 1: 15). Entonces, ¿alcanza estos Standard el cristiano? ¡Sí y no! Sí, en el corazón, y es al corazón que Dios mira (1ª Samuel 16:7). En su corazón, toda persona regenerada que tiene amor verdadero a los mandamientos de Dios y desea, de modo genuino, conservarlos completamente. Es en este sentido, y sólo en éste, que el cristiano es experimentalmente «perfecto». La palabra “perfecto“, tanto en el Antiguo Testamento (Job 1:1 y Salmo 37:37) y en el Nuevo Testamento (Filipenses 3:15), significa «recto», “sincero“, en contraste con “hipócrita“.
“El deseo de los humildes escuchas, oh Jehová; Tú confortas su corazón, y tienes atento tu oído“ (Salvo 10: 17). Los “deseos“ del santo son el lenguaje del alma, y la promesa es: «El cumplir el deseo de los que le temen» (Salmo 145:19). El deseo del cristiano es obedecer a Dios en todas las cosas, para ser conformado a la imagen de Cristo. Pero, esta voluntad sólo puede ser realizada en la resurrección. Entretanto, Dios, por la gracia de Cristo, acepta la voluntad por el hecho (1ª Pedro 2:5). El conoce nuestro corazón y ve en su hijo un amor genuino a sus mandamientos y un deseo sincero de cumplirlos, y acepta el ferviente deseo y el cordial esfuerzo en lugar de la ejecución precisa (2ª Corintios 8:12). Pero que nadie que viva en desobediencia voluntaria saque una falsa paz y pervierta para su propia destrucción lo que ha sido dicho para el consuelo de aquellos que desean de todo corazón agradar a Dios en todos los detalles de sus vidas.
Si alguien pregunta: ¿Cómo puedo saber si mis “deseos“ son realmente los que corresponden a una alma regenerada?, contestaremos: La gracia salvadora es la comunicación al corazón de una. disposición habitual para actos santificados. Los “deseos“ del lector deben ser probados así: ¿Son sinceros y fervientes de manera que realmente “aspiras a la justicia“ (Mateo 5:6) y “suspiras por Dios“ (Salmo 42:l)? ¿Son operantes y eficaces? Muchos desean escapar del infierno; sin embargo, sus deseos no son bastante fuertes para llevarlos a odiar lo que inevitablemente les llevará al infierno, es decir la voluntad de pecar contra Dios. No aborreciéndolo, tampoco se apartan de ello. Muchos desean ir al cielo, pero no de tal forma que entren por la puerta estrecha y sigan “el camino estrecho“ que conduce allí. Los verdaderos “deseos“ espirituales usan los medios de gracia y no se ahorran esfuerzo para ponerlos por obra, y continuamente y en oración siguen adelante hacia el blanco que tienen delante.
7. Nos beneficiamos de la Palabra cuando, incluso ahora, disfrutamos del premio de la obediencia. “La piedad para todo aprovecha“ (1.a Timoteo 4:8). Por medio de la obediencia purificamos nuestras almas (1.a Pedro 1:21). Por medio de la obediencia conseguimos que Dios nos escuche (La Juan 3:22), de la misma manera que la desobediencia es una barrera a nuestras oraciones Isaías 59:2; Jeremías: 5:25). Por medio de la obediencia obtenemos manifestaciones preciosas e íntimas de Jesucristo para el alma (Juan 14:21). Cuando andamos por el camino de la sabiduría (la completa sumisión a Dios) descubrimos que “sus caminos son caminos deleitosos, y todas sus veredas, paz“ (Proverbios 3:17). “Sus mandamientos no son gravosos“ (1.a Juan 5:3), y “en guardarlos hay gran galardón“ (Salmo 19: 11).
Los Beneficios de la Lectura de la Biblia por A.W. Pink
18. El Mundo
7. Las Escrituras y El Mundo
En el Nuevo Testamento se habla con frecuencia para el cristiano acerca del “mundo“ y de su actitud con respecto al mundo. La santa Palabra de Dios es una luz del cielo, brillando “en un lugar oscuro“ (2ª Pedro 1:19). Sus divinos rayos hacen ver las cosas en sus verdaderos colores, penetrando y exponiendo el brillo de mentirijillas que cubre muchos objetos. Este mundo, sobre el cual se gastan tanto dinero, y que es tan exaltado y admirado por las víctimas que tiene embaucadas, es declarado “enemigo de Dios“; y por tanto se prohíbe a sus hijos que “se conformen“ a él y que pongan sobre él su afecto.
La fase presente de nuestro tema no es, ni con mucho, la menos importante de todas las que nos hemos dispuesto a considerar, y el lector serio hará bien buscando la divina gracia para medirse con respecto a ella. Una de las exhortaciones que Dios dirige a sus hijos dice: “Desead como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación“ (1ª Pedro 2:2), y corresponde a cada uno de sus hijos el examinarse con diligencia y sinceridad, para descubrir si éste es su caso o no. Ni tampoco nos hemos de contentar con un aumento de conocimiento intelectual de la Escritura: lo que necesitarnos es crecimiento práctico, conformidad experimental a la imagen de Cristo: esto es lo más importante. Y un punto en el cual podemos someternos a la prueba es: ¿Me hace menos mundano la lectura y el estudio de la Palabra de Dios?
1. Nos beneficiamos de la Palabra de Dios, cuando se nos abren los ojos para discernir el verdadero carácter del mundo. Uno de nuestros poetas escribió: “Dios está en el cielo todo está bien en el mundo.“ Desde un punto de vista esto es verdad, pero desde otro está realmente equivocado, porque “el mundo entero yace en poder del maligno“ (1ª Juan 5: 19). Pero es sólo a medida que el corazón es iluminado de modo sobrenatural por el Espíritu Sano que podemos percibir que lo que es altamente estimado entre los hombre es realmente “abominación a los ojos de Dios“ (Lucas 16:15). Hemos de estar agradecidos cuando el alma puede ver que el «mundo» es un fraude gigantesco; una burbuja vacía, algo, vil, que un día va a desaparecer en una conflagración de fuego.
Antes de seguir adelante, definamos este “mundo“ que se le. prohíbe amar al cristiano. Hay pocas palabras en las Sagradas Escrituras que sean usadas con una mayor variedad de significados que ésta. Con todo, una atención cuidadosa al contexto nos ayudará a determinar el sentido de cada caso. El “mundo“ es un sistema u orden de cosas, completo en sí mismo. No hay ningún elemento extraño al inundo al que se permita entrar, y si esto ocurre, rápidamente se asimila 0 acomoda. El “mundo“ es la naturaleza caída del hombre actuando en la familia humana, modelando el marco de la sociedad de acuerdo con sus propias tendencias. Es el reino organizado de la “mente carnal” que está en «enemistad contra Dios» y que «no está sujeta a la ley de Dios, ni en realidad puede estarlo» (Romanos 8:7). Dondequiera que haya una “mente carnal“, allí está el «mundo»; de modo que la mundanalidad es el mundo sin Dios.
2. Nos beneficiamos de la Palabra, cuando aprendemos que el mundo es un enemigo que hay que resistir y al que hay que vencer. Al cristiano se le manda que luche “la buena batalla de la fe“ (1ª Timoteo 6:12), lo cual implica que hay enemigos con los que hay que medir las armas y vencen, Del mismo modo que hay la Trinidad Santísima: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, hay también una trinidad del mal: el mundo, el demonio y la carne. El hijo de Dios es llamado a un combate mortal con ellos; «mortal», decimos, porque o será destruido por ellos o conseguirá la victoria sobre ellos. Deja claro, pues, en tu mente, lector, que el mundo es un enemigo mortal, y si tú no le vences en tu corazón, no eres hijo de Dios, porque está escrito: “Todo aquel que es hijo. de Dios, vence al mundo“ (1ª Juan 5:4).
Pueden darse las siguientes razones, entre otras, de por qué es necesario vencer al mundo. Primero: todos sus seductores objetos tienden a desviar nuestra atención y enajenar nuestro afecto de Dios. Es necesario que sea así, porque la tendencia de las cosas que se ven es la de desviar al corazón de las cosas que no se ven. Segundo: el espíritu del mundo es diametralmente opuesto al Espíritu de Cristo; por ello escribió el apóstol: “Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios“ (1ª Corintios 2:12). El Hijo de Dios vino al mundo, pero “el mundo no le conoció“ (Juan 1:10); por ello los príncipes y gobernadores de este mundo le crucificaron (1ª Corintios 2:8). Tercero: sus cuidados y preocupaciones son hostiles a una vida devota. y piadosa. Los cristianos, como el resto de la humanidad, tienen la orden de Dios de trabajar seis días a la semana, pero, mientras están así ocupados necesitan estar constantemente en guardia, para que la ambición no les gobierne en vez de la ejecución y cumplimiento de su deber.
“Esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe“ (1ª Juan 5:4). Sólo una fe dada por Dios puede vencer al mundo. Pero, cuando el corazón está ocupado con realidades invisibles, aunque eternas, es librado de la influencia corruptora de los objetos mundanales. Los ojos de la fe disciernen las cosas de los sentidos en sus colores verdaderos, y ven que son vacías y vanas, y no son dignas de ser comparadas con los objetos grandes y gloriosos de la eternidad. Un sentido Profundo de las perfecciones y presencia de Dios hace que el mundo aparezca como menos que nada. Cuando el cristiano ve que el Divino Redentor, muere por sus pecados, vive para interceder por su perseverancia, reina y rige las cosas con miras a su salvación final, el cristiano exclama: “No hay para mí ningún bien en la tierra aparte de Ti.“
Y ¿qué dices con respecto a ti cuando lees estas líneas? Puedes asentir cordialmente a lo que se dice en el párrafo anterior, pero ¿cuál es la realidad de tu situación, no ya tu opinión? ¿Tienen las cosas que el hombre regenerado estima, encanto y atractivo para ti? Quita de la persona mundana las cosas en que se deleita y se siente perdido: ¿te ocurre lo mismo a ti? O por lo contrario, ¿se halla tu gozo y satisfacción en objetos que no te pueden ser quitados? No consideres estas cosas a la ligera, te ruego, sino considéralas seriamente en la presencia de Dios. La respuesta sincera a las mismas será el índice o marcador del estado real de tu alma, e indicarán si eres de veras “una nueva criatura en Cristo Jesús“ o te haces la ilusión de serlo.
3. Estamos beneficiándonos de la Palabra de Dios cuando aprendemos que Cristo murió para librarnos del «presente siglo malo» (Gálatas 1A). El Hijo de Dios vino, no sólo para cumplir los requisitos de la ley (Mateo 5:17), sino para “destruir las obras del maligno“ (1ª Juan 3:18), para librárnos de la “ira que ha de venir“ (La Tesalonicenses 1:10), para salvarnos de nuestros pecados (Mateo 1:2), pero también para liberarnos del yugo de la esclavitud de este mundo, y para liberar al alma de su nefasta influencia. Esto se prefiguré en los tratos que Dios tuvo con Israel. Los israelitas eran esclavos en Egipto, y “Egipto“ es una figura o símbolo del mundo. Estaban bajo una cruel esclavitud, pasando la vida haciendo ladrillos para Faraón. Les era imposible alcanzar la libertad por su cuenta. Pero, Jehová, con su gran poder, los emancipó, y los sacó de un “horno ardiendo“. Esto mismo hace Cristo con los suyos. Quebranta el poder del mundo en sus corazones. Los hace independientes de él, para que no procuren sus favores ni le teman si frunce el cejo.
Cristo se dio a sí mismo como sacrificio por los pecados de su pueblo, para que, a consecuencia de ello, pudieran ser librados del poder e influencia de todo lo que es malo en este presente siglo: de Satán, que es su príncipe; de los deseos y apetitos de la carne que predomina en el mundo; de la vana conducta de los hombres que pertenecen al mismo. Y el Santo Espíritu que mora en los santos, coopera con Cristo en esta bendita obra. El Espíritu vuelve sus pensamientos y afectos de las cosas terrenas a las celestiales. Por la obra de su poder, los libra de la influencia desmoralizadora que los rodea, y los conforma a los Standard celestiales. Y a medida que el cristiano crece en la gracia, lo reconoce, y obra en consecuencia. Busca todavía una liberación más plena de este «presente siglo malo» y pide a Dios que le libre de él completamente. Lo que antes le encantaba ahora le desagrada y produce asco. Anhela el momento en que será quitado de este teatro de acción en que el nombre de su bendito Señor es deshonrado tan tristemente.
4. Nos beneficiamos de la Palabra cuando nuestros corazones son corroborados en ella. “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo“ (1ª Juan 2:15). “Lo que es para el viajero una piedra de tropiezo en el camino, un peso para el que corre, la liga para el pájaro, es el amor al mundo para el cristiano en el curso de su vida: le distrae completamente en el camino o le desvía totalmente del mismo“ – (Nathaniel Hardy, 1660). La verdad es que hasta que el corazón es purgado de la corrupción, el oído es sordo a la instrucción divina. Hasta que somos librados de las cosas del siglo y de los sentidos no podemos ser sometidos a la obediencia a Dios. La verdad celestial resbala de una mente carnal, como el agua por la superficie de un cuerpo esférico. El mundo ha vuelto su espalda a Cristo, aunque su nombre es profesado en muchos sitios; sin embargo, no quiere saber nada de El. Todos los deseos y designios de la persona mundana son la gratificación del yo. Por más que sus objetivos e intentos sean tan varios como se quiera, todo está subordinado a satisfacer al yo. Ahora bien, los cristianos se hallan en el mundo, y no pueden salir de él; tienen que vivir en él, el tiempo que el Señor les ha indicado. Mientras están en él tienen que ganarse la vida, mantener a sus familias y atender a los negocios del mundo. Pero se les prohibe que amen al mundo, en el sentido de que pueda hacerles felices. Su “tesoro“ y «porción» se halla en otro sitio.
El mundo tiene atractivo para cada uno de los instintos del hombre caído. Contiene miles de objetos que le encantan: atraen su atención, la atención crea deseo y el deseo amor, e insensiblemente, pero de modo seguro, hacen una impresión más y más profunda en su corazón. Tiene la misma fatal influencia en todas las clases. Pero a pesar de ser atractivos los diversos objetos, y todas las ocupaciones y placeres del mundo, están diseñadas y adaptadas para fomentar la felicidad en esta vida, solamente, por tanto: “¿De qué le aprovechará al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma?“ El cristiano recibe su enseñanza del Espíritu, y al presentarle éste a Cristo en el alma, sus pensamientos son desviados del mundo. De la misma manera que un niño deja caer un objeto sucio o peligroso cuando se le ofrece algo que tiene más interés para él, lo mismo el corazón que está en comunión con Dios dice: “Estimo todas las cosas como perdidas por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo y lo tengo por basura, para ganar a Cristo“ (Filipenses 3:8).
5. Nos beneficiamos de la Palabra cuando andamos separados del mundo. “¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios“ (Santiago 4:4). Este versículo y otros semejantes deberían escudriñar la mente de todos y hacernos temblar. ¿Cómo puedo buscar amistad y placer en aquello que ha sido condenado por el Hijo de Dios? Si lo hago, al instante esto me identifica con sus enemigos. Oh, lector, no te equivoques en este punto. Está escrito: “Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él“ (1ª Juan 2:15).
Se dijo en tiempo antiguo del pueblo de Dios que: “He aquí un pueblo que habitará confiado y no será contado entre las naciones“ (Números 23:9). Sin duda la disparidad de la conducta y carácter, los deseos y pesquisas que distinguen al hombre regenerado del no regenerado, deben separarlos. Los que profesamos tener nuestra ciudadanía en otro mundo, ser guiados por otro espíritu, dirigidos por otra. regla, estar viajando a otro país, ¡no podemos ir del brazo con aquellos que desprecian estas cosas! Por tanto que todo alrededor nuestro y en nosotros exhiban nuestro carácter de peregrinos. Es posible que el mundo se extrañe de nosotros (Zacarías 3:8), porque no nos adaptamos a las formas de este mundo (Romanos 12:2).
6. Nos beneficiamos de la Palabra, cuando provocamos el aborrecimiento. ¡Qué trabajo se da el mundo para salvar las apariencias y dar a los otros una buena impresión! Las cosas convencionales y sociales, las cortesías y el altruismo, todo son fórmulas para dar un aire de respetabilidad. Y para dar más peso, se añade el “Cristianismo“, y el santo nombre de Cristo está en los labios de miles que nunca han tomado su “yugo sobre sí“. De ellos dice Dios: “Este pueblo de labios me honra, pero su corazón está lejos de mí“ (Mateo 15:8).
Y ¿cuál ha de ser la actitud de los verdaderos cristianos respecto a esto? La respuesta de la Escritura es clara: “De los tales, apártate“ (2ª Timoteo 3:5). “Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor“ (2ª Corintios 6:17). Y ¿qué ocurre cuando obedecemos sus mandamientos? Entonces se demuestra la verdad de estas palabras de Cristo: “Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, porque no sois del mundo, sino que yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece“ (Juan 15:19). ¿Qué significa “mundo“ aquí, de un modo específico? Dejemos que el versículo anterior nos dé la respuesta: Si, el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. ¿Qué mundo aborreció a Cristo y le hostigó hasta la muerte? El mundo religioso, aquellos que se decían ser más celosos de la gloria de Dios. Lo mismo ocurre ahora. ¡Que el cristiano vuelva la espalda a la Cristiandad que deshonra a Cristo, y sus enemigos peores y más implacables y sin escrúpulos serán aquellos que dicen ellos mismos ser cristianos! Pero, “bienaventurados seréis cuando por mi causa os vituperen y os persigan y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozáos y alegráos, porque vuestro galardón es grande en los cielos“ (Mateo 5:11,12). ¡Ah, hermano, es una buena señal, una marca segura de que te beneficias de la Palabra, cuando el mundo religioso te aborrece! Pero, si por otra parte, todavía tienes buena reputación entre las «iglesias» o “asambleas“ ¡hay buenas razones para temer que amas la alabanza de los hombres más que la de Dios!
7. Nos beneficiamos de la Palabra, cuando nos elevamos por encima del mundo. Primero: respecto a sus costumbres y modas. El hombre mundano es un esclavo de las costumbres. y estilos del día. No es así respecto a los que andan con, Dios; la preocupación principal es “conformarse a la imagen del Hijo“. Segundo: por encima de sus cuidados y tribulaciones: en otro tiempo se dijo de los santos que aceptaban ultrajes y aflicciones y el despojo de los bienes, “sabiendo que tenían una mejor y perdurable posesión en los cielos“ (Hebreos 10:34). Tercero: por encima de sus tentaciones: ¿qué atractivo tiene el brillo del mundo para aquellos que se deleitan en el Señor? ¡Ninguno en absoluto! Cuarto: por encima de las opiniones y aprobación. ¿Has aprendido a ser independiente y plantar cara al mundo? Si todo tu corazón está dispuesto a complacer a Dios, dejarás de preocuparte de la impiedad, que te mira con ceño.
Ahora, lector, ¿quieres medirte con el contenido de este capítulo? Si es así, busca respuestas sinceras a las siguientes preguntas. Primero: ¿cuáles son los objetos en los que tu mente encuentra recreo? ¿Cuáles son los pensamientos que circulan más por ella? Segundo: ¿cuáles son los objetos que escoges? Cuando has de decidir la forma en que has de pasar una velada o un domingo por la tarde, ¿qué es lo que escoges? Tercero: ¿qué es lo que te causa mayor pena: la pérdida de los bienes terrenos o la falta de comunión con Dios? ¿Qué te causa más pesar, el, que se echen a perder tus planes o la frialdad de tu corazón a Cristo? Cuarto: ¿cuál es el tema favorito de tu conversación? ¿Pasas el tiempo en conversación sobre cosas insustanciales como noticias del día y otras semejantes o hablando “de Aquel que procura nuestra amistad“? Quinto: ¿se vuelven realidad tus “buenas intenciones“ o bien no son nada más que sueños vanos? ¿Pasas más tiempo que antes de rodillas? ¿Es su Palabra más dulce a tu paladar, o tu alma ha perdido ya el sabor de ella?
Los Beneficios de la Lectura de la Biblia por A.W. Pink
19. Promesas
8. Las Escrituras y Las Promesas
Las promesas divinas dan a conocer lo que constituye la buena voluntad de Dios para su pueblo para concederle las riquezas de su gracia. Son el testimonio externo de su corazón, que desde la eternidad los ama y ha preordenado todas las cosas para ellos y referente a ellos. En la persona y obra de su Hijo, Dios ha hecho una provisión completa para su salvación, tanto en el tiempo como en la eternidad. A fin de que puedan tener un conocimiento espiritual, claro y verdadero del mismo, ha complacido al Señor ponerlo delante de ellos en las maravillosas y grandes promesas que están esparcidas por todas las Escrituras como otras tantas y gloriosas estrellas en el glorioso firmamento de la gracia; por medio de las cuales puedan recibir la seguridad de la voluntad de Dios en Jesucristo respecto a ellos, y tomar santuario en El respecto a estas promesas, y por este medio tener una comunión real con El en su gracia y misericordia en todo tiempo, no importa cuáles sean su caso o circunstancias.
Las promesas divinas son otras tantas declaraciones para conceder algún bien o eliminar algún mal. Como tales son un bendito hacer, conocer y manifestar el amor de Dios para su pueblo. Hay tres pasos en relación con el amor de Dios: primero, su propósito interno de ejercitarlo; el último, la real ejecución de este propósito; pero en medio hay el dar a conocer este propósito a los beneficiarios del mismo. En tanto que el amor está escondido nadie puede ser confortado por el mismo. Ahora bien, Dios que es “amor“ no sólo ama a los suyos y no sólo les manifestará su amor con plenitud a su debido tiempo, sino que entretanto nos tiene informados de sus benevolentes designios, para que podamos descansar reposados en su amor, y sentirnos confortado! por sus promesas seguras. Por ello podemos: decir: “¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos!“ (Salmo 139:17).
En 2ª Pedro 1:4, se habla de las promesas divinas como “preciosas y grandísimas“. Como dijo Spurgeon: “La grandeza y la preciosidad van raramente juntas, pero en este caso van unidas en un grado muy elevado.“ Cuando Jehová se complace en abrir su boca y revelar su corazón, lo hace de una manera digna de El, en palabras de poder y riqueza superlativas. Para citar de nuevo al querido pastor de Londres: “Vienen del gran Dios, van a grandes pecadores, obran grandes resultados, y tratan de asuntos de gran importancia.“ Mientras que el intelecto natural es capaz de percibir buena parte de su grandeza, sólo los que tienen el corazón renovado pueden saborear su inefable preciosidad, y decir con David: “Cuán dulces son a mi paladar tus palabras, más que la miel a mi boca“ Salmo 119:103).
1. Nos beneficiamos de la Palabra, cuando percibimos á quienes pertenecen las promesas. Están disponibles sólo para aquellos que son de Jesús. “Porque todas las promesas del Señor Jesús son en él, sí, y en el, Amén“ (2ª Corintios 1:20). No puede haber relación entre el Dios Trino y la criatura pecadora, excepto por medio de un Mediador que le ha satisfecho a favor nuestro. Por tanto este Mediador debe recibir de Dios todo el bien para su pueblo, y ellos deben recibirlo, de segunda mano, procedente de El. Un pecador puede pedir a un árbol con la misma eficacia que si pidiera a Dios si es que desprecia y rechaza a Cristo.
Tanto las promesas como las cosas prometidas son entregadas al Señor Jesús y transmitidas a los santos a través de El. “Y ésta es la promesa que El nos hizo, la vida eterna.“ (1ª Juan 2:25), y cómo la misma epístola nos dice: “Y esta vida está en su Hijo“ (5:11). Siendo así, ¿qué bien pueden sacar aquellos que no están todavía en Cristo? Ninguno. Una persona que no está en contacto con Jesús no recibe el favor de Dios, sino al contrario, está bajo su Ira; su porción no son las promesas divinas, sino las advertencias y amenazas. Es una solemne consideración el que aquellos que están “sin Cristo“, “están excluidos de la ciudadanía de Israel, y son extranjeros en cuanto a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo“ (Efesios 2:12). Sólo los hijos de Dios son “los hijos de la promesa“ (Romanos 9:8). Asegúrate, lector amigo, de que tú eres uno de ellos.
¡Cuán terrible, pues, es la ceguera y cuán grave es el pecado de aquellos predicadores que indiscriminadamente aplican las promesas de Dios a los salvos y a los no salvos! No sólo están quitando el “pan de los hijos», y echándolo a los perritos“, sino que están “adulterando la palabra de Dios“ (2ª Corintios 4:2) y engañando a las almas inmortales. Y aquellos que escuchan y les prestan atención son pocos menos culpables, porque Dios les hace a todos responsables de escudriñar las Escrituras por sí mismos, y poner a prueba todo lo que leen u oyen, bajo este criterio infalible. Si son demasiado perezosos para hacerlo, y prefieren seguir a ciegas a sus guías ciegos entonces que su sangre sea sobre su cabeza. La verdad ha de ser “comprada“ (Proverbios 23:23) y aquellos que no están dispuestos a pagar el precio deben quedarse sin ella.
2. Nos beneficiamos de la Palabra, cuando trabajamos para hacernos nuestras las promesas de Dios. Para conseguirlo primero debemos tomarnos el trabajo de familiarizarnos realmente con ellas. Es sorprendente cuántas promesas hay en las Escrituras, de las que los santos no santos no tienen la menor idea, mucho más, por cuanto ellas son el peculiar tesoro de los creyentes, la sustancia de la herencia de fe que reside en ellos. Verdaderamente, los cristianos ya son los recipientes de bendiciones maravillosas, sin embargo, el capital de su riqueza, lo más importante de su patrimonio, está sólo en el futuro. Han recibido un anticipo, pero la mejor parte de lo que Cristo tiene para ellos se halla todavía en la promesa de Dios. Cuán diligentes, pues, deberíamos ser en el estudio de su testamento, y última voluntad, familiarizándose con las buenas nuevas que el Espíritu “ha revelado“ (1ª Corintios 2:10) y procurando hacer inventario de sus tesoros espirituales.
No sólo debo buscar en las Escrituras para encontrar lo que me ha sido entregado por medio del pacto eterno, sino también meditar sobre las promesas, revisarlas una y otra vez mentalmente y pedir a Dios que me dé entendimiento espiritual de las mismas. La abeja no podría extraer miel de las flores si sólo se limitara a contemplarlas. Tampoco el cristiano sacará ningún consuelo o fuerza de las divinas promesas hasta que su fe eche mano y penetre el corazón de las promesas. Dios no nos ha dado la seguridad que el indulgente será alimentado, sino que ha declarado: “el alma de lo diligentes será prosperada“ (Proverbios 13:4). Por tanto, Cristo dijo: “Trabajad no por la comida que perece, sino por la comida que permanece para vida eterna“ (Juan 6:27). Sólo cuando la promesas son atesoradas en la mente, el Espíritu nos las recuerda en aquellos momentos de des mayo cuando mas las necesitamos.
3. Nos beneficiamos de la Palabra cuando re conocemos el bendito alcance de las promesas de Dios. “Hay como una afectación que impide a algunos cristianos el vivir y explorar la religión como algo que pertenece a lo común y corriente de la vida. Es para ellos algo trascendental y de ensueño; más bien una creación piadosa más o menos irreal, que una cosa de hechos, tangible Creen en Dios, a su manera, para las cosas espirituales, y para la vida futura; pero se olvidan totalmente que la verdadera piedad tiene la promesa de la vida presente, lo mismo que la venidera. Para ellos sería casi una profanación el orar acerca de los pequeños negocios y asuntos de la vida. Quizá se sorprenderían si me atreviera a sugerirles que esto hace dudosa la realidad de su fe. Si no puede darles apoyo en las pequeñas tribulaciones de la vida, ¿les va a ser de algún valor en las grandes tribulaciones de la muerte?“ (C. H. Spurgeon.)
“La piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente y de la venidera“ (1ª Timoteo 4:8). Lector, ¿crees esto, que las promesas de Dios cubren todos los aspectos y particulares de tu vida diaria? ¿0 quizá te han descarriado los “dispensacionalistas“, haciéndote creer que el Antiguo Testamento pertenece sólo a los judíos, carnales, y que “nuestras promesas“ se refieren sólo a las cosas espirituales y no a las materiales? ¡Cuántos cristianos han obtenido consuelo de “no te dejaré ni te desampararé“ (Hebreos 13:5). Bueno, pues, esto no es más que una cita que procede de Josué 1: 5. De la misma manera, 2ª Corintios 7:1 habla de “teniendo estas promesas“, pero una de ellas, referida en 6:18, ¡se encuentra en el libro de Levítico!
Quizás alguien preguntará: “¿Dónde se puede establecer una línea divisoria? ¿Cuáles promesas del Antiguo Testamento me pertenecen de modo legítimo?“ Corno respuesta vemos que el Salmo 84: 11 declara: “Porque sol y escudo es Jehová Dios; gracia y gloria dará Jehová. No quitará el bien a los que andan en integridad.“ Si tú andas realmente «en integridad» estás autorizado para apropiarte esta bendita promesa y contar con que el Señor te dará “gracia y gloria y el bien“ que requieras de El. “Mi Dios suplirá a todas vuestras necesidades“ (Filipenses 4:19). Por tanto si hay una promesa en alguna parte de su Palabra que se ajusta a tu caso y situación presente, hazla tuya como apropiada a tu “necesidad“. Resiste firmemente todo intento de Satán de robarte alguna parte de la Palabra del Padre.
4. Nos beneficiamos de la Palabra cuando hacernos una distinción apropiada entre las promesas de Dios. Muchos cristianos son culpables de hurto espiritual, por lo cual quiero decir que se apropian algo que no les pertenece, pero que pertenece a otro. “Algunos acuerdos del pacto hecho con el Señor Jesús en cuanto a sus elegidos y redimidos, no están sujetos a ninguna condición por lo que se refiere a nosotros; pero muchas otras valiosas promesas del Señor contienen estipulaciones que deben ser atendidas cuidadosamente, pues de otro modo no podemos obtener la bendición. Una parte de la diligente búsqueda del lector debe dirigirse a este punto tan importante. Dios guardará la promesa que te ha hecho; con tal que tú tengas cuidado de observar las condiciones en que se te ha hecho el acuerdo. Sólo cuando cumplimos los requisitos de una promesa condicional podemos esperar que la promesa nos sea cumplida“ (C. H. Spurgeon).
Muchas de las promesas divisas son dirigidas a personas o tipos de personas específicos, o, hablando con más precisión, a gracias particulares. Por ejemplo, en le Salmo 25:9, el Señor declara que El «encaminará a los humildes por el juicio», pero si estoy fuera de comunión con El, si estoy siguiendo el curso de mi voluntad propia, si mi corazón es altivo, entonces no estoy justificado si me apropio el consuelo de este versículo. Otra vez, en Juan 15:7, el Señor nos dice: “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que querais y os será hecho.“ Pero, si no estoy en comunión de experiencia con El, sí sus mandamientos no regulan mi conducta, mis oraciones no van a ser contestadas. Aunque las promesas proceden de la pura gracia, hemos de recordar siempre que la gracia reina «por medio de la justicia» (Romanos 5:21) y que nunca es puesta de lado la responsabilidad humana. Si no hago caso de las leyes que se refieren a la higiene, no debo sorprenderme si la enfermedad me impide disfrutar de muchas de sus misericordias temporales: de la misma manera, si dejo de lado sus preceptos sólo puedo acusarme a mí mismo si dejo de recibir el cumplimiento de muchas de sus promesas.
Que nadie piense que con sus promesas Dios se ha obligado a no hacer caso de los requerimientos de su santidad: El nunca ejerce ninguna de sus perfecciones a expensas de otra. Y no nos imaginemos que Dios magnificaría la obra sacrificial de Cristo si concediera los frutos de la misma a almas descuidadas e impenitentes. Hay un equilibrio de la verdad que debe ser preservado aquí; que por desgracia se pierde con frecuencia y bajo la idea de exaltar la gracia divina los hombres son “conducidos a la lascivia“. Con cuánta frecuencia se cita el versículo: “Llámame en el día de la angustia: yo te libraré“ (Salmo 50:15). Pero el versículo empieza con “Y“, y antes de las precedentes palabras dice al final del versículo anterior: “Paga tus votos al Altísimo“. Otra vez, con qué frecuencia se hace énfasis en “Te haré entender y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos“. (Salmo 32:8) por parte de personas que no prestan atención al contexto. Y en este caso, tenemos una promesa de Dios a aquel que ha confesado su «transgresión» al Señor (versículo 5). Si, pues, no he confesado el pecado que tengo en la conciencia, y me he apoyado en la carne o buscado la ayuda de mi prójimo en vez de procurarme la de Dios (Salmo 62:5), entonces no tengo derecho a contar con la guía divina y su ojo fijo en mí puesto que esto implica que estoy andando en íntima comunión con El, porque no puedo ver el ojo de otro si está lejos de mí.
5. Nos beneficiamos de la Palabra cuando nos hace posible que las promesas de Dios sean nuestro apoyo y fortaleza. Esta es una de las razones por las que El nos las ha dado; no sólo manifestar su amor haciéndonos conocer sus designios benévolos, sino también consolar nuestros corazones y desarrollar nuestra fe. Si le hubiera agradado, Dios podría habernos concedido sus bendiciones sin habérnoslo hecho saber. El Señor podría habernos concedido su misericordia, que necesitamos, sin haberse comprometido a hacerlo. Pero, en este caso no habríamos sido creyentes; la fe sin una promesa sería como un pie sin suelo en qué apoyarse. Nuestro tierno Padre planeó que gozáramos de sus dones por partida doble: primero por la fe, después en el goce directo de lo concedido. De este modo aparta nuestros corazones sabiamente de las cosas que se ven y perecen y nos atrae hacia arriba y adelante, a las cosas que son espirituales y eternas.
Si no hubiera promesas no habría fe ni tampoco esperanza. Porque la esperanza es el contar con que poseeremos las cosas que Dios ha declarado que nos daría. La fe mira hacia la Palabra que promete; la esperanza mira a la ejecución de la promesa. Así fue con Abraham: “El creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho… y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que ya estaba como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad ante la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios“ (Romanos 4:18-20). Lo mismo fue con Moisés: “Teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón“ (Hebreos 11:26). Lo mismo con Pablo: “Porque yo confío en Dios que acontecerá exactamente como se me ha dicho“. (Hechos 27:25). Lo mismo contigo, tal vez querido lector. ¿Está tu pobre corazón descansando en las promesas de Aquel que no puede mentir?
6. Nos beneficiamos de la Palabra cuando esperarnos con paciencia el cumplimiento de las promesas de Dios. Dios prometió un hijo a Abraham, pero esperó muchos años antes de cumplir la promesa. Simeón tenía la promesa de que no vería la muerte hasta que hubiera visto al Señor Jesucristo (Lucas 2:26), pero no lo vio hasta que tenía ya un pie en la tumba. Hay con frecuencia un largo y duro invierno entre el período de la siembra de la oración y la hora de la cosecha. El Señor Jesús mismo no ha recibido todavía plena respuesta a la oración que hizo en el capítulo 17 de Juan, hace de ello cerca de dos mil años. Muchas de las mejores promesas de Dios a su pueblo no recibirán su pleno cumplimiento hasta que estemos en la gloria. Aquel que tiene la eternidad a su disposición no necesita apresurarse. Dios nos hace esperar con frecuencia para que pueda “perfeccionarse la obra de la paciencia“, con todo no desmayemos; “Aunque la visión está aún por cumplirse a su tiempo, se apresura hacia el fin y no defraudará; aunque tarde, espéralo, porque, sin duda, vendrá y no se retrasará“ (Habacuc 2:3).
“Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos en la tierra“ (Hebreos 11:13). Aquí es abarcada la obra entera de la fe: conocimiento, confianza trabando conocimiento con amor. El «de lejos» se refiere a las cosas prometidas; aquellos que las “vieron“ en su mente, discernieron la sustancia detrás de la sombra, descubriendo en ellas la sabiduría y la bondad de Dios. Estaban persuadidos; no dudaban, sino que estaban seguros de participar en ellas y sabían que no serían decepcionados. Las saludaban, las abrazaban, son expresiones que muestran su deleite y veneración, el corazón que sé adhiere a ellas con amor y cordialmente les saluda y se goza con ellas. Estas promesas fueron el consuelo y descanso de sus almas en sus peregrinaciones, tentaciones y sufrimientos.
El demorar la ejecución de las promesas por parte de Dios da lugar al cumplimiento de varios objetivos. No sólo se pone a prueba la fe, de modo que se da evidencia de su genuinidad; no sólo se desarrolla la paciencia, y se da oportunidad para el ejercicio de la esperanza; sino que además se fomenta la sujeción a la divina voluntad. “El proceso de deslinde y separación no se ha realizado: todavía suspiramos y apetecernos cosas que el Señor considera que ya tendríamos que haber dejado atrás. Abraham hizo un gran banquete el día que fue destetado Isaac (Génesis 2l:8), y, quizá, nuestro Padre celestial hará lo mismo con nosotros. Echate, corazón orgulloso. Quita estos ídolos; olvida tus apetitos, y la paz prometida pasará a ser tuya“ (C. H. Spurgeon).
7. Nos beneficiamos de la Palabra cuando hacemos un uso apropiado de las promesas. Primero, en nuestras relaciones con Dios mismo. Cuando nos acercamos a su trono, debería ser para pedir una de sus promesas. Las promesas han de ser no sólo el fundamento de nuestra fe sino también la sustancia de nuestras peticiones. Debemos pedir según la voluntad de Dios si El ,nos ha de escuchar, y su voluntad se nos revela en las cosas buenas que El ha declarado que nos concederá. De modo que hemos de echar mano de sus seguras promesas, presentárselas delante y decir: “Haz conforme a lo que has dicho“ (2ª Samuel 7:25). Observa cómo Jacob reclamó la promesa en Génesis 32:12; Moisés en Éxodo 32: 13; David en el Salmo 119:58; Salomón en 1 a Reyes 8:25; y tú, lector cristiano, haz lo mismo.
Segundo: en la vida que vivimos en el mundo. En Hebreos 11:13 no sólo leemos de los patriarcas que disciernen, confían y abrazan las divinas promesas, sino que se nos informa de los efectos que producen las promesas en ellos: “y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra“, lo que significa que hicieron pública confesión de su fe. Reconocieron que sus intereses no estaban en las cosas de este mundo, y su conducta lo demostró; tuvieron una porción que les satisfizo en las promesas que se apropiaron. Sus corazones estaban puestos en las cosas de arriba; porque donde se halla el corazón del hombre, allí se halla su tesoro también.
“Así que amados, puesto que tenemos estas promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios“ (2. Corintios 7: l); este es el efecto que producen en nosotros, y lo producirán si la fe echa manos de ellas realmente. «Por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina; habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia.» (2ª Pedro 1:4). Ahora, el Evangelio y las preciosas promesas, siendo concedidas graciosamente y aplicadas con poder, tienen una influencia en la pureza del corazón Y del comportamiento, y enseñan al hombre a negar la impiedad y los deseos del mundo y a vivir sobria, recta y piadosamente. Tales son los poderosos efectos de las promesas del Evangelio baja la divina influencia, que nos hacen, interiormente, participantes de la naturaleza divina y, exteriormente, nos hacen posible abstenernos de las corrupciones y vicios prevalecientes en nuestro tiempo y evitarlos.
Los Beneficios de la Lectura de la Biblia por A.W. Pink
20. Gozo
9. Las Escrituras y El Gozo
Los impíos van siempre en busca del gozo, y no lo encuentran: se afanan y desazonan en su búsqueda, pero es en vano. Sus corazones se apartan del Señor, buscan el gozo aquí abajo, donde no se encuentra; rechazan la sustancia v con diligencia persiguen la sombra, la cual se burla de ellas. Es el decreto soberano del cielo que nada puede hacer a los pecadores felices excepto Dios en Cristo; pero esto no quieren creerlo, y por ello van de criatura en criatura, de una cisterna rota a la otra, inquiriendo donde puede ser hallado verdadero gozo. Cada cosa mundana que les atrae les dice: se encuentra en mí, pero pronto se ven decepcionados. Sin embargo, siguen buscando hoy en la misma cosa que les decepcionó ayer. Si después de muchas pruebas descubren el vacío de un objetivo de la palabra del Señor: “El que bebe de esta agua volverá a tener sed“.
Yendo ahora al otro extremo: hay algunos cristianos que suponen que gozarse es pecado. No hay duda que muchos lectores se sorprenderán de oír esto, pero que se alegren que ellos han sido criados en un ambiente más soleado, y tengan paciencia mientras platicamos con otros que han sido menos favorecidos. A algunos se les ha enseñado que es una obligación el estar sombrío, no ya tanto por inculcación directa, sino por implicación y con el ejemplo. Se imaginan que los sentimientos de gozo son producidos por el demonio que se les aparece como un ángel de luz. Llegan a la conclusión de que es casi una especie de maldad el ser feliz en un mundo de pecado tal como éste en que se hallan. Creen que es presunción gozarse en saber que su pecados han sido perdonados y si ven a algunos cristianos jóvenes que lo hacen les dicen que no tardarán mucho en estar anegándose en el Pantano del Desespero. A los tales con cariño les instamos a que lean el resto del presente capítulo considerándolo en oración. “Estad siempre gozosos“ (1ª Tesalonicenses 5:16). No puede haber peligro en hacer lo que Dios nos manda. El Señor no ha prohibido el regocijarse. ¡No! es Satán el que se esfuerza por que colguemos las arpas. No hay ningún precepto en la Escritura que diga: “Afligíos en el Señor siempre, y otra vez os digo que os aflijáis“. En cambio hay la exhortación que nos manda: “Alegraos, oh justos, en Jehová; a los rectos les va bien la alabanza“ (Salmo 33:l). Lector, si eres un cristiano real (y ya es hora de que te hayas puesto a prueba por la Escritura y hayas aclarado este punto), entonces Cristo es tuyo, y todo lo suyo es tuyo. Te manda: “Comed, amigos; bebed en abundancia, oh amados“ (Cantares 5:1): el único pecado que podéis cometer contra su banquete de amor es retraeros e inhibiros. “Se deleitará vuestra alma con lo más sustancioso“ (Isaías 55:2) se dice no sólo de los santos en el cielo sino de los que están aún en la tierra. Esto nos conduce a decir:
1. Nos beneficiamos de la Escritura cuando nos damos cuenta de que el gozo es un deber. «Gozaos en el Señor siempre; otra vez digo: ¡Regocijaos!» (Filipenses 4:4). La Sagrada Escritura habla aquí de regocijarse como un deber personal, presente y permanente para el pueblo de Dios. El Señor no nos ha dejado a nosotros el que escojamos si queremos estar contentos o tristes, sino que ha hecho de la felicidad algo imperativo. El no regocijarse es un pecado de omisión. La próxima vez que encuentres un creyente radiante no se lo eches en cara, tú, habitante del Castillo de la Duda; al contrario, tú mismo tienes que vapulearte: en vez de estar dispuesto a poner en duda la fuente divina de la alegría del otro, júzgate a ti mismo por tu estado luctuoso.
No es carnal el gozo que te instamos a que disfrutes, por lo cual se quiere decir que no procede de fuentes carnales. Es inútil buscar el gozo en las riquezas terrenas, porque con frecuencia extienden las alas y se alejan. Algunos buscan su gozo en el círculo de familia, pero esto permanece sólo durante unos pocos años. No, si queremos “gozarnos siempre“ debemos hacerlo en un objeto que sea permanente. No nos referimos a un gozo fanático. Hay algunos con naturalezas hábiles a la emoción que son sólo felices cuando se hallan excitados; pero, la reacción es terrible. No, aquí se trata de un deleite del corazón en Dios mismo, inteligente, sobrio, firme. Cada atributo de Dios, cuando es contemplado por la fe, hará que cante el corazón. Cada doctrina del Evangelio, cuando ha sido captada verdaderamente, dará lugar a más alegría y alabanza.
El gozo está en la línea del deber para el cristiano. Quizá algún lector dirá: Mis emociones de gozo y pena no las puedo controlar; no puede evitar el estar contento o triste, según dictan las circunstancias. Pero, repetimos “Gozaos en el Señor“ es un mandato divino, y la obediencia, en gran parte, se encuentra en nuestro poder. Y soy responsable del control de mis emociones. Es verdad que no puedo evitar estar triste en presencia de pensamientos que causan tristeza, pero puedo rehusar a la mente el entretenerlos, hasta cierto punto. Puedo verter hacia afuera mi corazón para hallar alivio en el Señor, y poner mi carga sobre El. Puedo buscar su gracia para meditar en su bondad, sus promesas, el glorioso futuro que me aguarda. Y puedo decidir si puedo salir y estar bajo la luz, o esconderme en la sombra. El no regocijarse en el Señor es más que una desgracia, es una falta que tenemos que confesar y suprimir.
2. Nos beneficiamos de la Palabra cuando aprendemos el secreto del verdadero gozo. Este secreto se revela en 1ª Juan 1:3,4: «Nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. Os escribimos estas cosas para que vuestro gozo sea completo.» Cuando consideramos lo insignificante que es nuestra comunión con Dios, lo superficial que es, no es de maravillarse que tantos cristianos carezcan de gozo. A veces cantamos: “Día feliz en que escogí servir a mi Señor y Dios. ¡Mi corazón debe sentir y publicar su eterno amor!“ Sí, pero esta felicidad debe ser mantenida como una ocupación permanente del corazón y la mente con Cristo. Sólo donde hay mucha fe y el amor que le sigue hay también mucho gozo.
“Gozaos en el Señor siempre.“ No hay otro objetivo en el cual nos podamos regocijar “siempre“. Todo lo demás varía y es inconstante. Lc que nos complace hoy palidece mañana. Pero, el Señor es siempre el mismo, y podemos regocijar nos en El en los períodos de adversidad lo mismo que en la prosperidad. Podemos añadir a esto el versículo siguiente: “Vuestra mesura sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca“ (Filipenses 4:5). Sed templados en relación con las cosas externas; no os dejéis llevar por aquellas que son más placenteras, ni tampoco sentíros abrumados cuando son desagradables. No os exaltéis cuando el mundo os sonríe ni perdáis ánimo cuando frunce el ceño. Mantened una indiferencia estoica a las comodidades externas; ¿por qué hay que estar tan ocupado con estas cosas cuando el mismo Señor está “a la mano“? Si la persecución es violenta, las pérdidas temporales gravosas, el Señor está cerca, El es “nuestro pronto auxilio en las tribulaciones“ (Salmo 46: l), dispuesto a ayudarnos y socorrernos si nos echamos en su regazo. El cuidará de nosotros, para que no estemos “inquietos por nada“ (Filipenses 4:6). Las personas mundanas están atosigadas por los cuidados como la madera por la carcoma, pero no ha de ser así para el cristiano.
“Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido“ (Juan 15:1l). Cuando meditamos en estas preciosas palabras de Cristo y las atesoramos en el corazón, no pueden por menos de producir gozo. Un corazón que se regocija es el resultado en un conocimiento creciente del amor y verdad de Jesucristo. “Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tus palabras fueron para mí el gozo y la alegría de mi corazón.“ (Jeremías 15:16). Sí, es al alimentarnos de las palabras del Señor que el alma se refuerza, y regocija, y la hace cantar y alegrarse en el corazón.
“Entraré al altar de Dios, al Dios de mi alegría y de mi gozo; y te alabaré con arpa, oh Dios, Dios mío“ (Salmos 43:4). Como dijo Spurgeon: «Los creyentes deberían acercarse a Cristo con exultación, porque El es más de lo que era el altar para el Salmista. Una luz más clara debería dar mayor intensidad de deseo. No era por el altar en sí que se interesaba David, porque no era creyente que siguiera las tendencias paganas del ritualismo: su alma deseaba comunión espiritual, comunión con Dios mismo en verdad. ¿Para qué sirven todos los ritos del culto a menos que el Señor se halle en él? ¿Qué son, en realidad sino cáscaras vacías? ¡Notemos el santo entusiasmo con que David contempla al Señor! No es sólo su gozo, es su gozo en alto grado; no sólo es su fuente de gozo, el dador del gozo, el sostenedor del gozo, es el “gozo mismo”. Mi alegría y mi gozo, es decir, el alma, la esencia, las mismas entrañas de mi gozo.»
“Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas falten en el aprisco, y no haya vacas en los establos, con todo, yo me alegraré en Jehová, y me regocijaré en el Dios de mi salvación“ (Habacuc 3:17,18). Esto es algo que la persona mundana no conoce; ¡y por desgracia, es una experiencia extraña también a muchos cristianos profesos! Es en Dios que tenemos la fuente de nuestro gozo espiritual y permanente; es de El que fluya. Esto lo reconocía desde muy antiguo la iglesia cuando decía: “Todas mis fuentes están en ti“. (Salmo 87:7). ¡Feliz el alma que ha aprendido este secreto!
3. Nos beneficiamos de la Palabra cuando nos enseña el gran valor del gozo. El gozo es para e alma lo que las alas para el pájaro, que le permiten volar por encima de la superficie de la tierra. Esto lo pone claro Nehemías 8: 10: “El gozo del Señor es mi fortaleza“. Los días de Nehemías marcaron un cambio de rumbo en la historia de Israel. Había sido liberado un remanente del pueblo, cautivo en Babilonia, y había regresado a Palestina. La Ley, que había sido prácticamente desconocida por los exiliados, ahora volvía a ser establecida como la regla de la comunidad recientemente formada. Había un recuerdo vivo de los muchos pecados del pasado, y las lágrimas, como es natural, se mezclaban con el agradecimiento de que volvieran a ser una nación, teniendo un cultivo divino y una Ley divina en medio de ellos. Su caudillo, conociendo muy bien que si el espíritu del pueblo empezaba a flaquear no podían hacer frente a las dificultades de su posición y vencerlas, les dijo: “Este es un día santo a Jehová nuestro Dios; no os entristezcáis ni lloréis; (porque todo el pueblo lloraba oyendo las palabras de la Ley). Comed… bebed…, porque el gozo de Jehová es vuestra fuerza.“
La confesión del pecado y el lamentarse por el mismo tienen su lugar, y la comunión con Dios no puede ser mantenida sin ellos. Sin embargo, cuando ha tenido lugar el verdadero arrepentimiento, y las cosas han sido puestas en orden con Dios, hemos de olvidar “las cosas que fueron antes“ (Filipenses 3:13). Y hemos de seguir adelante con alegría y gozo en nuestro corazón. ¡Cuán pesados son los pasos de aquel que se acerca al lugar en que se encuentra un amado que yace en la fría muerte! ¡Cuán enérgicos son los movimientos del que se apresura al encuentro de la esposa! Las lamentaciones nos hacen poco aptos para las batallas de la vida. Donde hay falta de esperanza ya no hay pronto poder para la obediencia. Si no hay gozo no puede haber adoración.
Queridos lectores, hay tareas que deben ser ejecutadas, servicios que hay que rendir, tentaciones a vencer, batallas que ganar; y nosotros nos hallamos en forma para atacar esta tarea sólo si nuestros corazones se regocijan en el Señor. Si nuestras almas descansan en Cristo, si nuestros corazones están llenos de alegría sosegada, nuestro trabajo será fácil, los deberes agradables, la pena tolerable, la resistencia posible. Ni los recuerdos contritos de los errores pasados, ni las resoluciones vehementes bastarán a llevarnos a la victoria. Si el brazo ha de dar golpes vigorosos, debe darlos impulsado por un corazón alegre. Del Señor mismo se dice: “El cual por el gozo puesto delante de él soportó la cruz, menospreciando el oprobio“ (Hebreos 12:2).
4. Nos beneficiamos de la Palabra cuando nos fijamos en la raíz del gozo. La fuente del gozo es la fe: “Y el Dios de la esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en la esperanza por el poder del Espíritu Santo“. (Romanos 15:13). Hay una maravillosa provisión en el Evangelio tanto por lo que nos proporciona a nosotros como por lo que quita de nosotros, en cuanto a calma y ardor en el corazón del cristiano. Quita la carga de la culpa, al hablar palabras de paz a la conciencia abatida. Quita el terror de Dios y de la muerte que pesa en el alma que está bajo condenación. Nos da a Dios mismo como porción del corazón, como objeto de nuestra comunión. El Evangelio obra gozo, porque el alma está en paz con Dios. Pero, estas bendiciones pasan a ser nuestras sólo por medio de una apropiación personal. La fe debe recibirlas y, cuando lo hace, el corazón se llena de paz y gozo. Y el secreto de un gozo sostenido es mantener abierto e cauce, para que continúe como empezó. Es incredulidad que atasca el cauce. Si hay tan poco calor aplicado a la base del termómetro no es de extrañar que el mercurio indique un grado baje de temperatura. Si hay una fe débil, el gozo no puede ser fuerte. Debemos orar diariamente para obtener una nueva comprensión de la maravilla que es el Evangelio, una nueva apropiación de su bendito contenido; y entonces habrá una renovación de nuestro gozo.
5. Nos beneficiamos de la Palabra cuando tenemos cuidado de mantener nuestro gozo. El “gozo en el Espíritu Santo“ es algo por complete distinto de la efervescencia natural del espíritu Es el producto del Consolador morando en nuestros corazones, revelándonos a Cristo, respondiendo a toda nuestra necesidad de perdón y purificación, y poniéndonos en paz con Dios; y formando a Cristo en nosotros, de modo que El reine en nuestras almas y nos sujete a su control. No hay circunstancias de pruebas o tentaciones en las cuales tengamos que abstenernos del gozo, porque la orden es: “Gozaos en el Señor siempre“. El que nos dio esta orden conoce a fondo el lado sombrío de nuestras vidas, los pecados y aflicciones que nos acosan, la “mucha tribulación“, por la que hemos de pasar para entrar en el reino de Dios. La alegría natural se desvanece cuando aparecen las pruebas y dificultades, los sufrimientos de la vida no son compatibles con ella. Pronto muere cuando perdemos los amigos o la salud. Pero el gozo al que se nos exhorta no está limitado a ningún grupo de circunstancias o tipo de temperamento; ni fluctúa con nuestro humor o nuestra fortuna.
La naturaleza puede hacer valer sus derechos en todos sus súbditos. Incluso Jesús lloró ante la tumba de Lázaro. Sin embargo, podemos exclamar con Pablo: “Como entristecidos, mas siempre gozosos“ (2ª Corintios 6: 10). El cristiano puede estar cargado con graves responsabilidades, su vida puede tener fracasos y más fracasos, sus planes pueden ser hechos añicos y sus esperanzas marchitarse, la tumba puede cerrarse sobre sus amados, amados que eran su alegría y dulzura, y con todo, bajo todas estas penas y aflicciones, el Señor todavía la manda que se goce. He ahí a los apóstoles en la prisión de Filipos, en el calabozo más profundo, con los pies en el cepo, sus espaldas sangrando de los azotes salvajes que habían recibido. ¿En qué se ocupaban? En lamentarse y gemir. ¡No! A medianoche Pablo y Silas oraban y cantaban alabanzas a Dios (Hechos 16:25). No había pecado en sus vidas, eran obedientes, y por ello el Espíritu Santo tenía libertad para ofrecerles las riquezas de Cristo de las que su corazón estaba rebosando. Si hemos de mantener el gozo, hemos de abstenernos de agraviar al Espíritu Santo.
Cuando Cristo reina supremo en el corazón, el gozo lo llena. Cuando El es el Señor de todo deseo, la Fuente de todo motivo, el Subyugador de toda concupiscencia, entonces habrá gozo en el corazón y alabanza en los labios. La posesión de esto implica el tomar la cruz a cada hora del día; Dios ha ordenado las cosas de tal forma que no podemos tener lo uno sin lo otro. El sacrificio personal, el “cortar la mano derecha, o sacar el ojo derecho“, según la figura de Cristo, son las avenidas por las que el Espíritu entra en el alma trayendo con El los gozos de Dios: su sonrisa de aprobación y la seguridad de su amor y presencia permanente. Mucho depende también del espíritu con que hacemos frente al mundo cada día. Si esperamos que se nos acaricie, la decepción no tardará en llegar. Si deseamos que ministren a nuestro orgullo, pronto nos sentiremos abatidos. El secreto de la felicidad es el olvidarnos de nosotros mismos y el ministrar a la felicidad de los otros. “Más bienaventurada cosa es dar que recibir.“ De modo que hay más felicidad en ministrar a los otros que en ser servido por ellos.
6. Nos beneficiamos de la Palabra cuando somos vigilantes en evitar los obstáculos al gozo. ¿Por qué muchos cristianos tienen tan poco gozo? ¿No son todos ellos hijos de la luz y del día? El término “luz“ que se usa con tanta frecuencia en las Escrituras, nos describe la naturaleza de Dios, nuestras relaciones con El y nuestro futuro destino, es altamente sugestivo de gozo y alegría. ¿Qué otra cosa en la naturaleza es tan beneficiosa y hermosa como la luz? “Dios es luz y en El no hay ninguna tinieblas“ (1ª Juan 1: 5). Es sólo cuando andamos con Dios, en la luz, que nuestro corazón puede sentirse verdaderamente gozoso. Es el permitir voluntariamente cosas que entorpecen nuestra comunión con El que enfría y oscurece nuestras almas. Es la indulgencia de la carne, el confraternizar con el mundo, el entrar por sendas prohibidas, que harán, marchitar nuestras vidas espirituales y nos privarán del gozo.
David tuvo que exclamar: “Restáurame el gozo de mi salvación“ (Salmo 51:12). Había aflojado, se había vuelto indulgente. Se había presentado la tentación y no la había podido resistir. Cedió y un pecado acarreó otro. Se había apartado, había perdido contacto con Dios. El pecado no confesado gravitaba pesadamente en su conciencia. Oh, hermanos y hermanas, si hemos de ser librados de caídas semejantes, si no hemos de perder nuestro gozo, hemos de negar nuestro yo, los afectos y conscupiscencias de la carne deben ser crucificados. Hemos de estar siempre alerta contra la tentación. Hemos de pasar mucho tiempo de rodillas. Hemos de beber con frecuencia en la Fuente de agua viva. Hemos de permanecer en la presencia del Señor.
7. Nos beneficiamos de la Palabra, cuando mantenemos un equilibrio entre el gozo y la pena. Si la fe del cristiano tiene una decidida aptitud para producir gozo, tiene también una tendencia igual a producir aflicción: una aflicción que es solemne, varonil, noble. “Como entristecidos, mas siempre gozosos“ (2ª Corintios 6:10) es la regla de la vida del cristiano. Si la fe proyecta su luz sobre nuestra condición, nuestra naturaleza, nuestros pecados, la aflicción ha de ser uno de los efectos resultantes. No hay nada más despreciable en sí, no hay peor marca de superficialidad en el carácter que una alegría sin matices, irresponsable, que no descansa en fundamentos de aflicción profunda, paciente; aflicción porque sabemos lo que somos y lo que deberíamos ser; pena porque al mirar alrededor nuestro vemos el fuego del infierno, detrás del jolgorio y algazara prevalecientes, y sabemos a dónde va a parar todo esto, hacia dónde se dirigen los que se divierten en ella.
El que estaba ungido con el óleo del gozo “más que nuestros compañeros“ (Salmo 45:7), fue también el “varón de dolores, experimentado en quebrantos“. Y los dos aspectos de su carácter (en cierta medida) se repiten en las operaciones del Evangelio sobre cada corazón que le recibe. Y si, por una parte, a causa de los temores de que nos libra y de las esperanzas que nos inspira, y la comunión a que nos introduce, somos ungidos con el óleo de la alegría; por otra parte, a ‘ causa del sentimiento que nos produce de nuestra ruindad, y el conflicto que sentimos entre la carne y el Espíritu, hay infundida en nosotros tristeza, de la cual es muestra la expresión: “¡Miserable hombre de mí!» (Romanos 7:24). Las dos, tristeza y alegría, no son contradictorias, sino complementarias. El Cordero Pascual debe ser comido con «hierbas amargas“ (Éxodo 12:8).
Los Beneficios de la Lectura de la Biblia por A.W. Pink
21. Amor
10. Las Escrituras y El Amor
En los capítulos anteriores hemos procurado indicar algunas de las maneras en que podemos discernir si nuestra lectura y estudio de las Escrituras ha sido de bendición o no para nuestras almas. Muchos se engañan en este asunto, confundiendo un deseo para adquirir conocimiento con un amor espiritual de la Verdad (2ª Tesalonicenses 2:10), no dándose cuenta de que la adición de conocimiento no es lo mismo que el crecimiento de la gracia. Gran parte depende del objetivo que nos proponemos cuando nos dirigimos a la Palabra de Dios. Si es simplemente el familiarizarnos con su contenido para estar mejor versados en sus detalles, es muy probable que el jardín de nuestras almas permanezca sin flores; pero si es el deseo, en oración, de ser corregidos y enmendados por la Palabra, de ser escudriñados por el Espíritu, de ser conformados en nuestro corazón por sus santos requerimientos, entonces podemos esperar una bendición divina.
En los capítulos precedentes nos hemos esforzado para indicar las cosas vitales por medio de las cuales podemos descubrir qué progreso estamos haciendo en nuestra piedad personal. Se han dado varios criterios, los cuales han de ser usados por el autor y por el lector sinceramente, para medirse con ellos. Hemos insistido en pruebas como: ¿Crece en mí el aborrecimiento al pecado, y la liberación práctica de su poder y contaminación? ¿Estoy progresando en la intensidad el conocimiento de Dios y de Jesucristo? ¿Es mi vida de oración más sana? ¿Son mis buenas obras más abundantes? ¿Es mi obediencia más fácil y alegre? ¿Vivo más separado del mundo y sus afectos y caminos? ¿Estoy aprendiendo a hacer un uso recto y provechoso de las promesas de Dios, me deleito en El, y es su gozo mi fuerza cada día? A menos que pueda decir que estas cosas son mi experiencia, por lo menos en cierta medida, es de temer que mi estudio de las Escrituras no me beneficia poco ni mucho.
No parecería apropiado terminar estos capítulos sin dedicar uno a la consideración del amor cristiano. La extensión en la cual cultivo esta gracia espiritual me ofrece todavía un modo de medir hasta qué punto mi lectura de la Palabra de Dios me ha ayudado espiritualmente. Nadie puede leer las Escrituras con un poco de atención sin descubrir lo mucho que tienen que decir sobre el amor, y por tanto nos corresponde a cada uno el discernir, con cuidado y en oración, si hay en nosotros realmente amor espiritual, y si su estado es sano y es ejercido propiamente.
El tema del amor cristiano es demasiado extenso para que lo podamos considerar en sus varias fases dentro del espacio de un capítulo. Deberíamos empezar, propiamente contemplando el ejercicio de nuestro amor hacia Dios y hacia Cristo, pero esto ya lo hemos tocado, por lo menos, en los capítulos precedentes, y no vamos a insistir. Se puede decir mucho, también, acerca de 1 naturaleza del amor natural que debemos a lo que pertenecen a la misma familia que nosotros pero, hay menos necesidad de hablar de esto que de otro tema, o sea, el del amor espiritual a lo hermanos, los hermanos en Cristo.
1. Nos beneficiamos de la Palabra, cuando percibimos la gran importancia del amor cristiano. En ninguna parte se hace más énfasis sobre esto que en el capítulo trece de 1ª Corintios. Allí el Espíritu Santo nos dice que aunque un cristiano profeso pueda hablar con elocuencia de las cosas divinas, si no tiene amor, es como un címbalo que retiñe, o sea un ruido, sin vida. Que aunque pueda profetizar, comprender los misterios y tener sabiduría, y tenga fe para obrar milagros, si carece de amor, espiritualmente es como si no existiera. Es más, si con altruismo diera todas sus posesiones para alimentar a los pobres, si entregara su cuerpo a una muerte de mártir, con todo, si no tiene amor, no le aprovecha para nada. ¡Cuán alto es el valor que se pone sobre el amor, y cuán esencial para mí es el poseerlo!
Dijo nuestro Señor: “En esto conocerá el mundo que sois mis discípulos, en que os améis los unos a los otros“ (Juan 13:35). Por el hecho de que Cristo hiciera del amor la marca distintiva del discipulado cristiano podemos darnos cuenta de la gran importancia del amor. Es una prueba esencial de autenticidad en nuestra profesión: no podemos amar a Cristo a menos que amemos a los hermanos, porque todos estamos atados en el mismo “haz de vida“ (1ª Samuel 25:29) con El. El amor a aquellos que El ha redimido es una evidencia segura del amor espiritual y sobrenatural al Señor Jesús mismo. Donde el Espíritu Santo ha obrado el nacimiento sobrenatural, El sacará esta naturaleza para que se ejercite, producirá en los corazones, vida y conducta de los santos las gracias sobrenaturales, una de las cuales es amar a los que son de Cristo, por amor a Cristo.
2. Nos beneficiamos de la Palabra, cuando discernimos las distorsiones del amor cristiano. Como el agua no puede levantarse por sí sola del nivel en que se encuentra, el hombre natural es incapaz de comprender, y aún menos apreciar, lo que es espiritual (1ª Corintios 2:14). Por tanto no debernos sorprendernos cuando hay profesores no regenerados que confunden el sentimentalismo humano y los placeres de la carne con el amor espiritual. Pero, es triste ver que algunos del pueblo de Dios viven en un plano tan bajo que confunden la amabilidad y afabilidad humanas con la reina de las gracias cristianas. Aunque es verdad que el amor espiritual se caracteriza por la mansedumbre y la ternura, sin embargo es algo muy diferente y muy superior a la cortesía y delicadezas de la carne.
¡Cuántos padres que idolatraban a sus hijos les han evitado la vara de la corrección, bajo la falsa idea de que el afecto real y el disciplinarlos eran algo incompatible! ¡Cuántas madres imprudentes han desdeñado el castigo corporal y proclamado que el «amor» es la norma de su hogar! Una de las experiencias más tristes del autor, en sus extensos viajes, ha sido el pasar algunos días en lugares en que los hijos eran mimados hasta el absurdo. Es una nociva perversión de la palabra “amor“ el aplicarla a la flojedad y laxitud moral por parte de los padres. Pero, esta misma perniciosa idea rige en la mente de muchas personas en otros aspectos y relaciones. Si un siervo de Dios reprime los caminos de la carne y del mundo, si insiste en los derechos estrictos de Dios, se le acusa de «carecer de amor». ¡Oh, cuán terrible que haya multitudes engañadas por Satán en este importante punto!
3. Nos hemos beneficiado de la Palabra, cuando nos ha enseñado la verdadera naturaleza del amor cristiano. El amor cristiano es una gracia espiritual que permanece en las almas de los santos junto con la fe y la esperanza (1ª Corintios 13:13). Es una santa disposición obrada en los que han sido regenerados (1ª Juan 5:1). No es nada menos que el amor de Dios derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo (Romanos 5:5). Es un principio de rectitud que busca el mayor bien posible para los otros. Es exactamente lo opuesto al principio del egoísmo y la indulgencia en favor de uno mismo. No es sólo una mirada afectuosa a todos los que llevan la imagen de Cristo, sino también un deseo poderoso de fomentar su bienestar. No es un sentimiento frívolo que se ofende fácilmente, sino una fuerza dinámica que “las muchas aguas“ de la fría indiferencia, ni las “avenidas“ de los ríos no podrán apagar ni ahogar (Cantares 8:7). Aunque en un grado menos elevado es en esencia el mismo amor del que leemos: “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin“ (Juan 13:1).
No hay una manera más segura de formarse un concepto claro de la naturaleza del amor cristiano que estudiándolo en su perfecto ejemplo, en Cristo y por Cristo. Cuando decimos un «estudio concienzudo» queremos decir que hacemos un reconocimiento de todo lo que los cuatro Evangelios nos dicen de El, y no nos limitamos a unos pocos pasajes o incidentes predilectos. Cuando hacemos esto nos damos cuenta que este amor no sólo era benevolente y magnánimo, dulce y cuidadoso, generoso y dispuesto al sacrificio, paciente e inmutable, sino que había aún muchos otros elementos en él. Era amor que podía negar una petición urgente (Juan 11:6), reprender a su madre (Juan 2A), echar mano de un azote (Juan 2: 15), regañar severamente a sus discípulos que dudaban (Lucas 24:25), apostrofar a los hipócritas (Mateo 23:13-33). Era amor severo a veces (Mateo 16:23), incluso airado (Marcos 3:5). El amor espiritual es algo sagrado: es fiel a Dios; no hace componendas con nada malo.
4. Nos beneficiamos de la Palabra, cuando descubrimos que el amor cristiano es una comunicación divina: “Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, en que amamos a los hermanos» 1ª Juan 3:14). «El amor a los hermanos es el fruto y efecto de un nacimiento nuevo y sobrenatural, obrado en nuestras almas por el Espíritu Santo, es una bendita evidencia de que hemos sido escogidos en Cristo por el Padre Celestial, antes que el mundo fuese. El amar a Cristo y a los suyos, nuestros hermanos en El, es congruente con lo que la divina naturaleza que ha hecho que seamos partícipes de su Santo Espíritu… Este amor a los hermanos debe ser un amor peculiar, tal, que sólo los regenerados pueden participar en él, y que sólo ellos pueden ejercitar, pues de otro modo el apóstol no lo habría dicho así de un modo particular; es tal que aquellos que no lo tienen no han sido aún regenerados; de lo que se sigue que «el que no ama a su hermano no vive en Cristo“ (S. E. Pierce).
El amor a los hermanos es muchísimo más que el encontrar agradable la compañía de aquellos cuyos temperamentos son similares a los nuestros y con los cuales nos avenimos. Pertenece no ya a la mera naturaleza, sino que es algo espiritual, sobrenatural. Es el corazón que, es atraído hacia aquellos en los cuales percibimos haber algo de Cristo. Por ello es mucho más que un espíritu de congregación o compañía; abarca a todo! aquellos en los que vemos la imagen del Hijo de Dios. Por tanto, es amarlos por amor de Cristo por lo que vemos en ellos de Cristo. Es el Espíritu Santo que me atrae para juntarme con los hermanos y hermanas en los que Cristo vive. De modo que el amor cristiano real no es sólo un don divino, sino que depende totalmente de Dios para su vigor y ejercicio. Hemos de orar diariamente para que el Espíritu Santo lo ponga en acción y manifestación, hacia Dios y hacia su pueblo, este amor que él ha derramado en nuestro corazón.
5. Nos beneficiamos de la Palabra, cuando ponemos en práctica rectamente el amor cristiano. Esto se hace no tratando de complacer a los hermanos o congraciándonos con ellos, sino cuando verdaderamente procuramos su bien. “En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos“ (1ª Juan 5:2). ¿Cuál es la prueba real de mi amor personal a Dios? El guardar sus mandamientos (ver Juan 14:15, 21, 24; 15: 10, 14). La autenticidad y la fuerza de mi amor a Dios no han de ser medidas por mis palabras, ni por lo robusto y sonoro de mis cánticos de alabanza, sino por la obediencia a su Palabra. El mismo principio es válido en mis relaciones con mis hermanos.
“En esto se conoce que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos.“ Si estoy haciendo comentarios sobre las faltas de mis hermanos y hermanas, si estoy andando con ellos en un curso en que trato de darles satisfacción, esto no significa que “los amo“. “No aborrecerás a tu hermano en tu corazón; razonarás con tu prójimo, para que no participes de su pecado“ (Levítico 19:17). El amor ha de ser practicado de una manera divina, y nunca a expensas de mi amor a Dios; de hecho, sólo cuando Dios tiene el lugar apropiado en mi corazón puede ser ejercido el amor espiritual hacia los hermanos. El verdadero amor no consiste en darles satisfacción, sino en agradar a Dios y ayudarlos; y sólo puedo ayudarlos en el camino de los mandamientos de Dios.
El halagar a los hermanos no es amor fraternal; el exhortarse uno a otro, instando a proseguir adelante en la carrera que tenemos delante, las palabras que animan a “mirar a Jesús“ (corroboradas por el ejemplo de nuestra vida diaria) son de mucha más utilidad. El amor fraternal es algo santo, no un sentimiento carnal o una indiferencia en cuanto al camino que siguen. Los mandamientos de Dios son expresiones de su amor, así como de su autoridad, y el no hacer caso de ellos, aun cuando sea por cariño o afecto al otro, no es «amor» en absoluto. El ejercicio del amor ha de conformarse estrictamente a la voluntad de Dios revelada. Hemos de amar «en verdad» (3 Juan l).
6. Nos beneficiamos de la Palabra, cuando nos enseña las manifestaciones variadas del amor cristiano. El amar a los hermanos y manifestarles el amor en su variadas formas es nuestro deber. Pero, en ningún momento podemos hacer esto de modo más verdadero y efectivo, y con menos afectación y ostentación que cuando tenemos comunión con ellos en el trono de la gracia. Hay hermanos y hermanas en Cristo en los cuatro costados de la tierra, de cuyas tribulaciones, conflictos, tentaciones y penas, yo no sé nada; a pesar de ello puedo expresar mi amor hacia ellos, y derramar mi corazón ante Dios en favor suyo, mediante la súplica y la intercesión. De ninguna otra manera puede el cristiano manifestar su cuidado y afecto hacia sus compañeros de peregrinación mejor que usando todos sus intereses en el Señor Jesús en favor suyo, suplicando su misericordia en favor de ellos.
“Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad“ (1ª Juan 3:17, 18). Muchos hijos de Dios son muy pobres en bienes de este mundo. Algunas veces se preguntan por qué es así; es una gran prueba para ellos. Una razón por la que Dios permite esto es que otros de sus santos puedan tener compasión de ellos y ministrar a sus necesidades temporales de la abundancia de la que Dios les ha provisto a ellos. El amor real es intensamente práctico; no considera ninguna tarea demasiado baja; ninguna faena humillante, si por medio de ella puede aliviar los sufrimientos del hermano. ¡Cuando el Señor del amor estaba en la tierra, pensaba en el hambre física de las multitudes y en la comodidad de los pies de los discípulos!
Pero hay algunos de los hijos de Dios que son tan pobres que no pueden compartir lo poco que tienen con nadie. ¿Qué pueden, pues, hacer éstos? ¡Pueden hacerse cargo de las preocupaciones espirituales de todos los santos; interesarse en favor de ellos delante del trono de la gracia! Conocemos por cuenta propia los sentimientos, aflicciones y quejas de que otros santos se quejan, por haber atravesado sus mismas circunstancias. Sabemos por experiencia propia cuán fácil es dar lugar al espíritu de descontento y de murmuración. Pero también sabemos, que cuando hemos clamado al Señor que ponga su mano calmante sobre nosotros, y cuando nos ha recordado alguna preciosa promesa, ¡qué paz y sosiego ha venido a nuestro corazón! Por tanto pidamos a Dios que dé su gracia también a todos su santos en aflicción. Procuremos hacer nuestras sus cargas, llorar con los que lloran, así como gozarnos con los que se gozan. De esta manera expresaremos nuestro amor real por sus personas en Cristo, rogando al Señor suyo y nuestro que se acuerde de ellos en su misericordia sempiterna.
Esta es la manera en que el Señor Jesús manifiesta ahora su amor por sus santos: “Viviendo siempre para interceder por ellos“ (Hebreos 7:25). Cristo hace de la causa de ellos la suya, y ruega al Padre en favor suyo. Cristo no olvida a nadie: toda oveja perdida se halla cargada en el corazón del Buen Pastor. Así, expresando nuestro amor a los hermanos en oraciones diarias suplicando por sus varias necesidades, somos llevados a la comunión con nuestro Sumo Sacerdote. No sólo esto, pero también sus santos se nos harán más queridos por ello: nuestro mismo rogar por ellos como amados de Dios, aumentará nuestro amor y nuestra estima en favor de los tales. No podemos llevarlos en nuestro corazón ante el trono de la gracia sin tener en lo profundo de nuestro corazón un afecto real por ellos. La mejor manera de vencer el espíritu de amargura contra un hermano que nos ha ofendido es ocuparnos en orar por él.
7. Nos beneficiamos de la Palabra, cuando nos enseña la manera apropiada de cultivar el amor cristiano. Sugerimos dos o tres reglas para ello. Primero: reconocer desde el principio que tal como hay en ti (en mí) mucho que ha de ser una prueba severa para el amor de los hermanos, habrá también mucho en ellos que va a hacer difícil nuestro amor a ellos. “Soportándoos con paciencia los unos a los otros con amor“ (Efesios 4:2) es una gran amonestación sobre este tema que ninguno de nosotros debería olvidar. Es sin duda singular que la primera cualidad del amor espiritual que se menciona en 1ª Corintios 13, es la de “es sufrido“ (versículo 4).
Segundo: la mejor manera de cultivar cualquier virtud o gracia es ejercitarla. El hablar teorizar sobre ella no sirve para mucho, a menos que se ponga en acción. Muchas son las quejas que se oyen hoy en día sobre la escasez de amor evidente en muchos lugares: ¡ésta es una razón más para que procuremos nosotros dar un mejor ejemplo! Que la frialdad y desinterés de los otros no diluyan tu amor, sino “vence con el bien el mal“ (Romanos 12:21). Considera en oración 1ª Corintios 13 por lo menos una vez cada semana.
Tercero: por encima de todo procura que tu propio corazón se recree en la luz y calor del amor de Dios. Cuanto más te ocupes del amor de Cristo para ti, invariable, incansable, insondable, más se sentirá tu corazón atraído en amor a aquellos que son suyos. Una hermosa ilustración de esto se halla en el hecho que el apóstol particular que escribió más acerca del amor fraternal fue el que reclinó su cabeza sobre el pecho del Maestro. El Señor conceda la gracia necesaria al lector y al autor (que tiene de ello más necesidad que nadie), de observar estas reglas, para la alabanza y gloria de su gracia, y para el bien de su pueblo.
Los Beneficios de la Lectura de la Biblia por A.W. Pink
22. Inductivo
EL ESTUDIO BIBLICO INDUCTIVO
1. EL ESTUDIO BIBLICO Y OTROS USOS DE LA BIBLIA
Después de aprender a estudiar la Biblia los estudiantes a veces dicen: “Ahora estoy seguro de que puedo descubrir por mí mismo lo que Dios dice y lo que quiere significar. Pero o puedo hacerlo todos los días. Dedico 30 minutos a mi encuentro con Dios, y la mitad de este tiempo es para la oración.” La mayoría de las personas probablemente no estudian la Biblia durante su momento devocional. Generalmente meditan en ella. Habría que planear una hora separada para el estudio, ya que éste requiere una mayor concentración y disciplina mental y un período más prolongado que la meditación o la mera lectura.
Estos tres usos de la Biblia (la lectura, el estudio y la meditación) se superponen y son interdependientes en forma natural. Pero el propósito inmediato de cada uno difiere de los otros.
La lectura bíblica es el rápido repaso de una porción larga, una unidad de varios capítulos, todo un libro o aun varios libros en serie. Esto es importante para tener un panorama a vuelo de pájaro de los grandes movimientos de Dios en la historia, o de lo que él ha dicho y hecho en su totalidad. No buscamos detalles, sino ideas y tendencias generales.
El estudio bíblico es el análisis de una porción definida de la Escritura, a fin de percibir el significado más profundo. Observamos cómo los detalles encajan en el todo, como se relacionan las partes entre sí y por qué el autor dice lo que dice en este contexto.
La meditación bíblica consiste en pensar sin apresuramiento en un versículo o una idea de una porción de la Escritura. No es un ejercicio intelectual, sino una exposición y respuesta personales al Dios vivo. El propósito es recibir bendición y ayuda directamente de Dios. La meditación no depende conscientemente de métodos de estudio, pero siempre es beneficiada por ellos.
EL ESTUDIO Y OTROS MEDIOS DE APRENDIZAJE.
Estudiar es aplicar la mente, disciplinada y conscientemente, a adquirir y retener conocimientos. Lo mismo que otras habilidades, el estudio exige el empleo de ciertas técnicas y demanda una práctica constante para que sea cada vez más fructífero.
El estudio personal debe ser complementado por otros medios de aprendizaje disponibles como escuchar a otros, leer libros, experimentar etc. Debemos evaluar la evidencia por nosotros mismos y luego sacar conclusiones.
La intuición, la imaginación, la memoria y la razón están todas naturalmente envueltas en el estudio bíblico. Muchas implicaciones (verdades ocultas) de declaraciones explícitas (verdades evidentes) se extraen sólo por el uso de la imaginación y la intuición. Lo que hay entre líneas, entendido correctamente, es tan inspirado como las líneas mismas. Y a menudo más inspirador.
Sin embargo, la excesiva concentración en cualquiera de estos medios con exclusión de los otros lleva a un desequilibrio en la comprensión. La intuición sola conduce a un peligroso subjetivismo; la imaginación sola, a la fantasía. La memoria sin aprehensión es improductiva. La dependencia de la sola razón cegará nuestros ojos a gran parte del contenido de la Biblia.
La Biblia entregará su verdad más profunda sólo con un estudio honesto. La iluminación de la Palabra de Dios por el Espíritu Santo no excluye la necesidad de técnicas para el estudio. Después de todo, la revelación divina de la verdad no eliminó la necesidad de que Lucas y otros escritores bíblicos investigaran y estudiaran a fondo los materiales que habían reunido. (Véase Lucas 1:1-4 y Juan 20:30-31).
Desde que el Espíritu Santo ha dispuesto darnos la verdad de Dios en forma literaria, debe haber tenido la intención de que con su ayuda empleáramos el análisis literario como una de las claves para descubrir su mensaje.
Los escritores bíblicos, como otros escritores, comunicaron sus mensajes por medio de temas seleccionados, ciertas palabras y frases, énfasis especiales, elección de la construcción gramatical, arreglo de ideas e imágenes verbales que nuestras mentes pudieran captar y retener. Por estos medios expresaron sus ideas en forma precisa y memorizable. Las enseñanzas de Jesús son ejemplos especialmente notables. El Sermón del Monte es sólo uno entre muchos.
EL METODO INDUCTIVO Y OTROS METODOS DE ESTUDIO.
El método inductivo no es nuevo, aunque el término pueda serlo para algunos que ya han estado usándolo. (¡Uno de estos amigos lo llamaba con bastante exactitud “el estudio bíblico detectivesco”!) De hecho podemos observar a Dios mismo utilizándolo en su primer diálogo registrado con el hombre. En Gn. 3:9-14, el Señor Dios le hizo a Adán una serie progresiva de preguntas que llevaron a éste a verbalizar y explicar su situación, a entender por sí mismo lo que realmente había sucedido, y luego a ver las conclusiones válidas. (Compare la conversación de Jesús con sus discípulos cerca de Cesarea de Filipo en Mt 16:13-20)
LO QUE ES EL METODO INDUCTIVO DE ESTUDIO BIBLICO:
El método inductivo es el procedimiento de aprender mediante la observación de una serie de hechos para sacar luego una conclusión general (yendo de lo específico a lo general). Insiste, por lo tanto, en que al acercarnos al tema o texto abandonemos las ideas preconcebidas y las conclusiones aceptadas. Ello no significa que no podamos consultar ayudas como comentarios, diccionarios, atlas, etc., pero que lo haremos sólo después de nuestra propia investigación. El procedimiento consta de tres pasos:
1. Observación de los hechos: se nota lo que dice el texto, no nuestra memoria o sentimientos o fantasías.
2. Interpretación de los hechos: se determina el significado de los hechos observados para ver lo que el autor quiso que sus lectores originales entendieran.
3. Aplicación de la conclusión: se acepta personalmente la verdad descubierta y se responde activamente a ella.
Hay muchas guías para el estudio bíblico que hacen una distinción entre el método inductivo de estudio y otros métodos (el “biográfico”, el “teológico”, el de “examinar-explicar-expresar”, es de “ver-juzgar-actuar”. Pero un examen de estos procedimientos revela que la mayor parte de ellos son adaptaciones y variaciones del método inductivo. Bien entendido, el método inductivo es un enfoque básico del estudio de casi cualquier tema. Lo usan los científicos, los psicólogos, los historiadores… En un taller, un ingeniero civil que trabaja con el Departamento de Caminos, exclamó: “Pero si yo lo uso continuamente, examino los hechos que tengo a mano, decido a qué equivalen, y luego aplico la conclusión al problema que tengo entre manos”.
LO QUE NO ES EL MÉTODO INDUCTIVO
Hemos hallado interpretaciones tan increíblemente erróneas del método inductivo de estudio bíblico, que las enumeramos aquí para aclarar la atmósfera. Compárense con la definición anterior.
· Algunos piensan que se trata simplemente de preguntar: ¿Quién? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Qué? ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Y que? Aparentemente no comprenden que éstas son meramente las preguntas iniciales para descubrir los hechos y su significado.
· Algunos lo consideran primordialmente como el uso de técnicas de estudio personal o de la dinámica de grupo. Desde luego, ese énfasis sobre instrumentos y habilidades puede sofocar la comunión espiritual.
· Algunos creen que es una discusión no dirigida sobre un texto bíblico, sin consideración del contexto o sin una exégesis adecuada. Es cierto que algunos llamados estudios bíblicos consisten en un volcar opiniones personales y/o un compartir de ignorancia sin tomar en cuenta la interpretación histórica u otra interpretación autorizada.
· Algunos sostienen la no menos errónea concepción contraria de que es la manipulación del grupo por el guía mediante preguntas dirigidas a llevar a los miembros a sus propias conclusiones predeterminadas.
Desde luego, éstas son caricaturas del método inductivo. El dar énfasis a una parte del proceso de aprendizaje perdiendo de vista las otras partes, provoca tergiversaciones. Tales malentendidos a menudo surgen del abuso o el mal uso de la función directiva:
· Dirigentes mal preparados que tontamente esperan que el Espíritu Santo compense su holgazanería o descuido con una inspiración instantánea.
· Dirigentes ignorantes que no saben conducir a otros al descubrimiento de la verdad por sí mismos.
· Dirigentes sin imaginación, que usan las mismas preguntas generales para cualquier pasaje de la Escritura.
· Dirigentes que equivocadamente creen que su preparación es adecuada sin necesidad de comparar comentarios u otras autoridades.
· Énfasis indebido sobre el “proceso democrático” de instar a cada miembro a dar su opinión, como si el fin principal de un grupo de estudio bíblico fuera la participación de la totalidad de sus miembros.
VENTAJAS DEL MÉTODO INDUCTIVO PARA EL ESTUDIO PERSONAL
Mas adelante consideraremos las ventajas del estudio en grupo. Aquí resumimos sus beneficios en el estudio básico.
· Es una manera universalmente válida y primordial de examinar la literatura bíblica o cualquier otra literatura clásica.
· Pone en manos del individuo herramientas para excavar por sí mismo las minas de oro de la Escritura.
· Da libertad para aprender del Espíritu Santo al cooperar con él en el estudio.
· Respeta la integridad y los recursos divinos que uno tiene en si para discernir y aplicar la verdad.
· Pone un fundamento firme para las convicciones personales sobre la fe bíblica y para la confianza en la vida cotidiana.
COMPARACIÓN CON EL MÉTODO DEDUCTIVO DE ESTUDIO
Otro enfoque básico del estudio bíblico es la deducción, es decir, el empezar con una proposición o conclusión general y luego aportar hechos que la apoyen. La predicación o enseñanza por medio de conferencias a menudo responde a esta descripción. Por ejemplo, un predicador en su exhortación expresa que los creyentes tienen importantes responsabilidades mutuas, y luego cita los muchos mandamientos del Nuevo Testamento que atañen a la relación de “unos a otros” en la comunidad cristiana.
El enfoque deductivo es útil, porque reúne información y percepciones de toda la Biblia, no sólo de un texto. Esto naturalmente requiere una comprensión más vasta y profunda de la Biblia. Es más adaptable a los estudios temáticos o doctrinales, mientras que el enfoque inductivo es más adaptable a los estudios textuales. Es necesario en la enseñanza de la doctrina bíblica a los principiantes que tienen poco o ningún conocimiento mental en la fe cristiana. Compárense los catecismos o los manuales denominacionales para candidatos a miembros de la iglesia.
El predicador o el maestro efectivo de la Palabra dedican tiempo a la consideración de la mejor manera de comunicar su mensaje de modo que otros sean envueltos mentalmente paso a paso. Puede usar el enfoque deductivo e el inductivo, pero sabe cómo estimular a sus oyentes a relacionarse activa, aunque silenciosamente, con el pasaje bíblico. Así su auditorio responde, aunque no audiblemente, con un periódico: “Si, así es”, o “Desde luego, eso tiene sentido.”
EL ENCUENTRO BIBLICO Y OTROS MODELOS DE COMPAÑERISMO
Hay otros modelos de comunión bíblica, otras maneras de reunirse como creyentes de Jesucristo. Muchos hallan su inspiración en el culto de los cuáqueros en su forma original. No hay un guía designado. Se reconoce como guía al Espíritu Santo. Todos se sientan expectantes con sus Biblias abiertas y hablan según él les da percepción e inspiración.
Una variante es leer en voz alta un pasaje escogido, y luego dejar que cada uno lo comente sin la dirección de un guía determinado. Otros hallan iluminación en discutir un hecho común en todos sus aspectos, y luego volverse espontáneamente a diversas partes de la Biblia que iluminan o corrigen su pensamiento.
Estos modelos requieren participantes maduros y personas que tengan, por lo general, un conocimiento práctico de la Biblia. De otro modo el grupo puede ser dominado por unas pocas personas o por un pesado subjetivismo. A menudo estos modelos de comunión no son tanto grupos de estudio bíblico como de meditación bíblica.
Un genuino encuentro bíblico es a la vez un grupo de comunión, especialmente cuando los participantes están unidos por la expectación de que Dios les hable, la humildad para escuchar y participar, y la disposición a ser cambiados.
Las siguientes son algunas de las ventajas más obvias del método inductivo en los encuentros bíblicos:
· Envuelve totalmente la mente de los participantes, manteniendo su interés.
· Es comunicación más precisa, permitiendo la clarificación inmediata de conceptos erróneos. Capacita al guía para notar a cada paso las reacciones y obstáculos para la fe.
· Es investigación personal, que permite a las personas el gozo de descubrir la verdad por sí mismas en lugar de escucharla de otros. Esta verdad se torna más si