Materia Formación Pastoral

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La sociedad que nos rodea nos vendió a través de todos los medios –impresos y audiovisuales– una imagen estereotipada de los líderes…

Recientes investigaciones han llegado a la conclusión de que la soledad es una de las principales causas de infelicidad y aunque no constituye un trastorno en si misma va normalmente asociada a sentimientos de descontento.

Los individuos de distintas culturas manifiestan síntomas de depresión de diferentes maneras. Además de cambios en su estado de ánimo, los latinos tienden a experimentar la depresión con dolores y malestares (como dolor de estómago, de espalda o de cabeza) que persisten a pesar del tratamiento médico.

La ira es el sentimiento de desagrado que una persona tiene ante una circunstancia determinada, que le impide actuar de forma serena produciendo alteraciones de la conducta que llegan a ser extremas.

La persona madura se da cuenta de que sus problemas le pertenecen a ella y que solo hay dos personas que pueden ayudarla. La primera es ella misma y la segunda es Jesucristo. Como resultado, la mejor terapia y el mejor modo de resolver los problemas, es aprendiendo a decir “lo siento” a un nivel más profundo.

Enseñar a las personas que ningún ser humano puede vivir con amargura porque la amargura es veneno contra el alma y que el perdón acarrea la sanidad de Dios en nuestra vida.

Esos ejemplos, ponen en evidencia que el amor va más allá del sentimiento. El amor implica pues, una decisión libre, un acto de voluntad.

Consejos para que podamos superar los contratiempos en la relación de pareja según Enrique Rojas, autor entre otros libros del ensayo “El amor inteligente“:

En términos generales puede decirse que, en las personas pobres, se encuentran dificultades para expresar el cariño, el amor o la ternura (sobre todo en los hombres).

A posiciones de liderazgo llegan hombres y mujeres que no tienen la preparación suficiente, y a la incapacidad que les asiste añaden otro ingrediente: la auto suficiencia.

La comunicación antes que todo es una actitud de apertura al otro, que implica disponibilidad generosa para compartir, es decir para dar y recibir.

Los micromachismos son un amplio abanico de maniobras que los varones realizan para intentar mantener el dominio sobre la mujer objeto de su maniobra, o para reafirmar o recuperar dicho dominio ante una mujer que se “rebela” a ocupar “su lugar”.

Tomar decisiones que cambien el curso de nuestra historia no ha sido fácil y seguramente nunca lo será. Decidir implica modificar cosas, hacer ajustes y reorientar planes.

El dolor y el sentido de perdida son comunes, aun cuando usted es la persona que quiere el divorcio. Aun cuando usted no más ama a su companero/ra, usted puede sufrir todavía la perdida del sueno de vivir felizmente para siempre.

Hay tres palabras que deberá recordar nuevamente como principios de un liderazgo eficaz: confianza en Dios, espera en Dios y perseverancia con ayuda de Dios… ¿Está dispuesto a proseguir?

Aun así, tengo el convencimiento de que, independientemente del ritmo de trabajo o de la situación vital de cada miembro de la familia, es posible ser mejor padre de lo que se es. Siempre tenemos tiempo para cambiar y mejorar.

Usted debe sentar las bases, ser pionero, atender el llamamiento de Dios y la misión, tal como la recibió. Probablemente no recibirá la gloria ni los honores, tal vez le corresponderán a su sucesor, como ocurrió con Moisés. Pese a ello, no debe desanimarse.

En nuestro amado Dios tenemos la plena garantía de vencer. El desarrolla las potencialidades en nuestra existencia y nos hace líderes que ponen un punto muy alto en la historia de la humanidad.

Al terminar de escribir este material, me asiste una enorme emoción: la de descubrir que cada día nuestro amado Dios levanta líderes en toda América, el Caribe, Africa, Europa, Asia y lejano oriente.

Es un período crítico, voluble, turbado al cual padres y adolescentes temen. Los padres porque ignoran las reacciones del hijo en ese período y cómo acercarse a él sin que se rebote y el propio adolescente porque teme el descontrol.

Ahora bien, entre los jóvenes rige también una violencia menos visible, que genera igualmente coacción, miedo y sufrimiento. Y refuerza un estilo de relación basado en el dominio, la fuerza y la agresividad, valores muy poco edificantes para personas que se encuentran en pleno proceso de formación y de crecimiento como seres humanos, como entes sociales.

Ser viejo no es sinónimo de estar enfermo o de estar necesariamente triste, pero con frecuencia se considera normal un descenso en el estado de ánimo de los ancianos.

En esta página se ofrece información sobre aquellos comportamientos que consisten en conductas repetitivas o perseverantes, tanto verbales como físicas.

La prevalencia de la enfermedad de Alzheimer se duplica cada cinco años a partir de los 65 años hasta los 85.

La presión de nuestra cultura nos oprime con sus obsesiones y sus racionalizaciones sexuales, y muchos en la iglesia de Cristo han cedido bajo su peso, tal y como lo demuestran las estadísticas. Para no ser parte de esas estadísticas hay que esforzarse disciplinadamente. ¿Somos hombres de verdad? ¿Somos hombres de Dios? ¡Quiera Dios que así sea!

La vocación y el carácter son importantes, pero no son suficientes para asegurar la eficacia en el ministerio. Se necesita también un mínimo de capacitación. Menospreciar este requisito constituye de por sí un signo de incompetencia para el servicio cristiano.

Podríamos intentar tipificar algunas fantasías eróticas para facilitar su comprensión, a la vez que disminuir la angustia de muchas personas que se alarman cuando las tienen porque se sienten como perversos, anormales o enfermos.

Hasta ahora, ni la comunidad científica ni los grupos religiosos, ni los homosexuales han llegado a un acuerdo sobre la definición de homosexualidad.

Hasta ahora, ni la comunidad científica ni los grupos religiosos, ni los homosexuales han llegado a un acuerdo sobre la definición de homosexualidad.

Vivimos en un mundo en el que es posible consumir drogas con diversos objetivos y en el que es posible que algunos jóvenes lleguen a ser dependientes de las mismas, todos, padres, educadores, etc… debemos conocer qué son las drogas y cómo poder prevenir su consumo.

El líder o pastor codependiente siente la necesidad de ser aprobado por otros, y se sacrifica al negarse en sus necesidades básicas a fin de que otras personas puedan aceptar su persona y su ministerio.

El duelo tiene lugar tras cualquier clase de pérdida, aunque suele ser más intenso tras el fallecimiento de algún ser querido. No es un sentimiento único, sino más bien una completa sucesión de sentimientos que precisan de cierto tiempo para ser superados, no siendo posible el acortar este período de tiempo.

Las fobias no son nada nuevas, son tan antiguas como el hombre mismo y lo han acompañado a lo largo de su historia. Se calcula que 8 por ciento de la población sufre este tipo de trastorno.

Nunca se me ocurrió que alguna vez me involucraría en algo espiritualmente destructivo; sin embargo, eso es exactamente lo que había sucedido cuando alcancé el nivel espiritual más bajo en mi ministerio pastoral. ¿Cómo pude dejar que las cosas fueran tan lejos?

Las fobias no son nada nuevas, son tan antiguas como el hombre mismo y lo han acompañado a lo largo de su historia. Se calcula que 8 por ciento de la población sufre este tipo de trastorno.

Las fobias no son nada nuevas, son tan antiguas como el hombre mismo y lo han acompañado a lo largo de su historia. Se calcula que 8 por ciento de la población sufre este tipo de trastorno.

Las fobias no son nada nuevas, son tan antiguas como el hombre mismo y lo han acompañado a lo largo de su historia. Se calcula que 8 por ciento de la población sufre este tipo de trastorno.

La a iglesia, ¡qué gran invento de Dios! ¡Qué misterio multifacético! Y cuánto bien ha hecho, cuánto oro para el adelanto del Evangelio. Pero también, cuánto dolor, cuánta tristeza y conflictos hemos experimentado en su seno.

Las fobias no son nada nuevas, son tan antiguas como el hombre mismo y lo han acompañado a lo largo de su historia. Se calcula que 8 por ciento de la población sufre este tipo de trastorno.

Contenido

1. Imagen

Ser líder no es fácil… pero no imposible

  Ps. Fernando Alexis Jimenez

 

Nos vendieron una imagen equivocada de los líderes…

Nos engañaron… definitivamente nos engañaron… ¿La razón? La sociedad que nos rodea nos vendió a través de todos los medios –impresos y audiovisuales– una imagen estereotipada de los líderes…

Los presentan como los protagonistas de alguna película en la que jamás les ocurre nada y siempre, al final de la historia, aparecen sonrientes en la pantalla mientras que a lo lejos se aprecia el sol muriendo entre las montañas. Inmediatamente después aparecen los créditos de los realizadores del filme y quedamos con la íntima sensación de que no estamos refiriéndonos a seres comunes sino a una especie de súper-hombres y súper-mujeres que jamás cometen errores, a quienes todo les sale a pedir de boca, que superan con facilidad cualquier obstáculo, que no se desesperan a pesar de las circunstancias adversas, y si llegan a sufrir algún ataque que los derriba, se levantan airosos limpiándose el polvo que se adhirió a sus ropas.

No… definitivamente esa no es la realidad de los líderes triunfadores de carne y hueso…

Tampoco es la que ofrecen las tiras cómicas o tal vez los programas de dibujos animados en los que el personaje central puede caer desde un edificio muy alto o quizá recibir todo el peso de un enorme piano, y aunque en el instante quedan aplanados como si se tratara de sellos postales de correo, se restablecen con facilidad y, armados de un sonrisa que nunca abandona sus rostros, reemprenden la jornada…

¿Qué puede pensar el pequeño empresario que lucha una y otra vez por colocar sus productos en el mercado, mientras que la competencia despiadada agota sus esfuerzos para sacarlo del camino? ¿Acaso aquellos que hoy lucen satisfechos en las fotografías de los diarios como productores sólidos y emprendedores no enfrentaron alguna vez y, al igual que él, las mismas dificultades?¿O tal vez los empresarios que tienen buenos ingresos hoy no aprendieron ayer de los fracasos y los desengaños cuando las cosas no salían como esperaban?

¿Y qué razonará el promotor de libros y enciclopedias que concluye su jornada sin que haya vendido tan siquiera un texto?¿Qué podrá decir si en las conferencias de motivación le aseguraron que sería tan fácil como saludar al potencial comprador y despacharle –en cuestión de minutos– todas las ventajas de los manuales, para encontrarse sobre el terreno que apenas perciben que se trata de un comercializador le cierran las puertas en la cara?

¿De qué manera asimila los fracasos la persona corriente que adquirió un libro de superación –de esos que se leen en cuestión de horas y que ofrecen un cambio extraordinario de la vida con sólo disponerse a ser un triunfador—cuando enfrenta la realidad de que los famosos principios hacia el éxito no son aplicables a su realidad?

Y ¿Qué decir del hombre que renunció a su empleo recién abierta una pequeña iglesia de provincia para dedicarse al pastorado a tiempo completo pero que, una vez inicia su trabajo, encuentra que pasan las semanas y nadie llega al templo?

¿Y el joven que comenzó a dirigir el grupo de alabanza  de la congregación para encontrarse, a vuelta de poco tiempo, que las personas a su cargo no quieren atender sus instrucciones y cada quien quiere hacer las cosas a su manera?

¿Usted ha enfrentado una situación similar o probablemente aproximada? Si es así, ¡Bienvenido! …este material fue diseñado para analizar junto a usted y con detenimiento –porque el afán no es concluir el curso a la mayor brevedad sino asimilar el mayor volumen de conocimientos posible—las pautas de vida que rodearon a líderes de carne y hueso, que enfrentaron frustraciones, que tropezaron con el fracaso, que en ocasiones se rindieron a las dificultades y que finalmente vencieron, sobreponiéndose a toda adversidad para navegar en las aguas –unas veces turbulentas y otras quietas—del liderazgo…

Caminaremos a lo largo de las siguientes páginas para apreciar de cerca –tal como si asistiéramos a una buena cinta cinematográfica–, a los hombres de la Biblia que cambiaron el curso de la historia…

Ellos fueron líderes triunfadores… sin embargo también se equivocaron y fracasaron… En ocasiones cayeron bajo el peso del desánimo y en otras, se alentaron y levantaron su mirada dispuestos a seguir aun cuando todo a su alrededor decía que era imposible…

Capítulo 1

Un líder no le teme a lo desconocido…

El sol comenzó a brillar en lo alto y poco a poco, como si despertaran de un prolongado sueño, las nubes fueron abriendo paso a un cielo azul y limpio que servía como telón de fondo a la inmensa estructura de madera que se levantaba en mitad del amplio terreno.

Otra jornada…—murmuró quedamente Noé mientras se apuraba una bebida caliente para comenzar el día. A un costado, sobre la mesa, el martillo y, en el suelo, desperdigados unos y apilados otros, estaban enormes tablones que iban dando forma al Arca.

Uno de los curiosos sonrió. Otro meneó la cabeza y un tercero dijo con ironía:–Está loco… definitivamente loco–.

Noé no prestó atención a sus comentarios. Estaba acostumbrado a las voces contrarias, a las frases burlonas y a las críticas que comenzaron el día en el que recibió instrucciones de Dios para construir la estructura.

No se parece en nada a Lamec, su padre. El sí que era sensato. Tenía puestos los pies sobre la tierra. Noé en cambio es un soñador… —prosiguió comentando el hombre mientras se alejaba con una expresión de burla en su rostro.

Tras él, la armazón: inmensa, desafiante, inverosímil. Semejaba una casa. Una primera ojeada permitía establecer al espectador que se encontraba frente a una construcción  de 130 metros de largo por 20 metros de ancho y 13 metros de alto. Las tablas y listones se entretejían hasta configurar lo que parecían tres pisos. Arriba, en el techo, una enorme ventana que servía para iluminar la estancia.

Noé se dispuso a reemprender la labor, mientras que sus hijos Sem, Cam y Jafet le ayudaban untando de brea las tablas. Sin duda aquella era una nave que rompía todos los esquemas de la época, y lucía muy extraña en un territorio en el que ni siquiera caían lluvias. Sin embargo Noé se empecinaba a advertir que pronto vendría un enorme diluvio que arrasaría con aquellos que no escucharan el mensaje de Dios.

Mientras clavaba unas tablillas, recordó como si devolviera las páginas amarillentas de un álbum viejo, las imágenes que se sucedieron con una rapidez sorprendente y que quedaron grabadas para siempre en su memoria.

El líder toma fuerza en medio de la competencia

Samuel Padilla es un pequeño empresario peruano residente en la ciudad de Trujillo. Por espacio de cuatro años recibió formación básica sobre cómo planear, estructurar y poner en marcha una empresa. Los libros que leyó durante su formación académica fueron apasionantes. Siempre pensó que sería fabuloso terminar la colegiatura para iniciar su propio negocio.

Sin embargo después de los alegres momentos que experimentó en la graduación y el posterior ejercicio profesional, le llevaron a comprender que existe una enorme brecha entre la teoría y la práctica. Una cosa es el cúmulo de enseñanzas que recibimos en las aulas universitarias o colegiales, y otra bien distinta la realidad que enfrentamos. El primer gran obstáculo fue determinar qué producto elaborar; el segundo conseguir el crédito necesario, y el tercero, incursionar en el mercado. Lo intentó varias veces. Si lograba superar una dificultad se topaba con otra y así sucesivamente hasta que se vio navegando en las aguas turbulentas de la desesperación.

Samuel dirige hoy su propia factoría. Es pequeña pero rentable. El produce utensilios de cocina de plástico. Son económicos y atrayentes al público. Tienen buena demanda entre las amas de casa. Comenzar no fue fácil. Lo intentó con varios elementos: tablas para picar alimentos, electrodomésticos importados que compraba en Lima y revendía en su ciudad y adornos elaborados con cerámicas. En sus primeros intentos fracasó porque el mercado estaba saturado. Fue entonces cuando entendió que siguiendo el curso de los demás, jamás llegaría a ningún lado.

Martha Lucía Ramírez vivió sometida por muchos años a las drogas. Hasta el nacimiento de su segundo hijo y la ruptura de tres relaciones que inicialmente creyó, serían estables, le llevó a reorientar sus pasos.

Una primera gestión, tras estabilizar su familia, fue la de ayudar a los necesitados. Y lo hace en su modesta vivienda, al oriente de Santiago de Cali, que ha convertido en albergue de tránsito de las familias que salieron huyendo de sus fincas y parcelas como consecuencia de la violencia que azota a Colombia.

Recientemente las autoridades caleñas le otorgaron un premio que se suma a otros reconocimientos de organizaciones que trabajan por la defensa de los derechos humanos. Todos reconocen su liderazgo y el esfuerzo que le ha costado luchar para sacar adelante su sueños con todas las circunstancias en contra.

El líder nada contra la corriente

Líderes en circunstancias y países distintos. Sin embargo convergen en un principio que experimentó Noé: los líderes nadan contra la corriente.

Observe lo que dice la Biblia acerca de nuestro personaje: “Noé, hombre justo, era perfecto entre los hombres de su tiempo; caminó Noé con Dios. Y engendró tres hijos: Sem, Cam y Jafet”(Génesis 6:9, 10).

¿Se da cuenta? Era una persona como usted o como yo. Si lo encontráramos en alguno de nuestros pueblos y ciudades, seguramente lo confundiríamos entre la multitud de hombres y mujeres que van de un lado para otro, presurosos, afanados por llegar a tiempo a la oficina o quizá, ocupar los primeros lugares en la larga fila de quienes esperan el autobús.

El pasaje Escritural no nos dice que era más alto, más bajo o quizá más robusto que cualquiera otro. En absoluto. Es más, nos advierten que era padre de familia. Tenía sobre sus hombros la responsabilidad de una esposa y tres hijos. ¡Nada fácil!.

Hasta allí todo marcha bien. Sin duda lo invitaríamos a tomar un buen café tinto si lo halláramos alguna vez. Pero… –el inevitable pero– Noé era además de un ciudadano como los que vemos en medio nuestro, alguien que reunía tres principios que rompían todos los esquemas: Primero, “…era justo”,  es decir, alguien centrado con principios y valores; segundo, era “perfecto entre los hombres de su tiempo”. En otras palabras, así media ciudad estuviese tras él en procura de encontrarle alguna falla, se llevarían tremendo chasco porque era “perfecto”, sin una conducta inclinada a errar, engañar, poner trampas a los demás o tomar ventaja de ellos en cualquier trato o negocio que concretara.

Hay un tercer aspecto que no podemos pasar por alto: “…caminó Noé con Dios”. ¿Se da cuenta? Estamos hablando de un líder… de un auténtico líder… alguien que, aunque a primera vista luciera similar a todos, marcaba la diferencia no solo por su manera de pensar sino por las actitudes que diferían del común de las gentes. Noé fue un líder que impactó a su generación. Tenía algo diferente…

Pero ¿cuál era el medio en el que se desenvolvía? “La tierra se corrompió delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia. Y miró Dios la tierra, y vio que estaba corrompida, porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra”(Génesis 6.11, 12).

Es evidente que todo en derredor era un caos. Y él junto con su familia se encontraban en el ojo del huracán.

Para Noé hablar de recobrar principios y valores en el quehacer cotidiano, significaba tanto como nadar contra la corriente. Era avanzar contra una enorme ola o quizá, intentar escalar cuando el viento está en contra y golpea nuestro rostro despiadadamente. ¡No era fácil!. ¡Que enorme diferencia entre las palabras motivadoras que podía recibir cada día, y la horda de enemigos, libertinos y criticones que debía enfrentar!.

Si viviera en nuestros días, seguramente estaría abrumado –como nos ocurre a usted y a mi—cuando encendemos la televisión para encontrarnos con una enorme carga de pornografía en programas que se transmiten en franjas de audiencia supuestamente familiar; abriría el diario para hallar un sumario de muertes y violencia; transitaría las calles para toparse con la víctima de un atraco o quizá de una violación que no puede hacer mucho porque las autoridades son lentas y pareciera que amparan la delincuencia y la impunidad; trabajaría en una empresa en la que robar y poner trampas está a la orden del día, o voltearía la mirada a un lugar a otro para hallarse –a boca de jarro—con el hecho de que los matrimonios se desmoronan ante el avance incontenible de la promiscuidad y el adulterio…

Es probable que me diga: “Un momento, yo no soy religioso, quiero hechos prácticos ¿Qué relación tiene Noé con mi vida?”. De acuerdo. Usted y yo nos movemos en circunstancias similares a las de este hombre de la antigüedad porque, como en su tiempo, había deslealtad, se engañaba a los patrones o a su vez los patrones engañaban a los empleados; los políticos eran mañosos y aspiraban cargos de relevancia para taparse en dinero y popularidad; las separaciones matrimoniales eran frecuentes y además, quien no se comportara de acuerdo con el parámetro común, era mirado como un espécimen raro.

Ese es el panorama que tenemos enfrente y que sin duda no difería mucho del que enfrentaba Noé. A él como a nosotros le tocó “Nadar contra la corriente”. Quizá lo aprendió a fuerza de fracasos y de intentarlo nuevamente, pero su liderazgo se fortaleció enfrentando una concatenación de adversidades. Muchos en su lugar, quizá habrían renunciado. Pero él, como líder, tenía claro que es teniendo el viento en contra que los que vuelan en cometas llegan más alto…

El líder no se sujeta a los parámetros comunes

Lo normal y aceptable en la sociedad de su tiempo para Noé, y para nosotros hoy, sería ajustarse a los principios vigentes. Así él y nosotros ahora, quedaríamos bien con todos. Sin embargo la Biblia insiste en un hecho: “Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová”(Génesis 6:8).

Ese hecho marcó la diferencia. En apariencia algo intrascendente, pero en la práctica, algo de suma importancia. Sin duda rompió todos los esquemas. Esa determinación le permitió avanzar. De lo contrario, sujeto a lo que todos pensaban y hacían, sin duda nunca habría llegado a ninguna parte. Habría encontrado personas negativas a su paso, a quienes consideran que nada se puede hacer diferente porque ellos no pudieron hacerlo y quienes miran mal a los que tan solo se atreven a pensar diferente.

¿Usted imagina qué pasaría con nuestra sociedad si un buen grupo de personas, al igual que Noé, hallaran gracia ante Dios? Sencillamente que comenzaríamos a cambiar el mundo. Los conductores respetarían las normas de tránsito; los vendedores retornarían el vuelto correcto a sus clientes; quienes acuden a solicitar un servicio respetarían la fila sin tratar de colarse por encima de quienes llevan rato esperando; el médico ejercería a cabalidad su profesión mientras que el periodista se ceñiría a los hechos y no a la especulación… definitivamente el mundo sería diferente…

La obediencia, un principio que identifica al líder

¿Ilógico? Definitivamente si. Todo en la misión que Dios encomendó a Noé parecía ilógico. No  comprendía bien cuál era el propósito, sin embargo actuó en obediencia. “E hizo Noé conforme a todo lo que le mandó Jehová”(Génesis 7:5).

Esa disposición de sujetarse a las pautas trazadas por dios la apreciamos en la preparación y posterior embarque de todo el género animal así como de su propia familia (versículos 9 y 16). No discutió, no argumentó, no contradijo. Tenía claro que nuestro amado Creador no improvisa cuando nos manda a hacer algo.

Un hombre o mujer que se hayan matriculado en la “Escuela de Dios” para potencializar sus capacidades como líder en aras lograr crecimiento permanente y sostenido, asume la obediencia como un principio ineludible.

Cuando seguimos las instrucciones al pie de la letra, Aquél que nos llamó a servirle en Su obra nos irá mostrando la ruta a seguir. Algo diametralmente opuesto ocurre cuando obramos a nuestra manera. Generalmente tropezamos una y otra vez porque estamos moviéndonos en nuestras fuerzas y no en las de Aquél que nos envió a cumplir la misión.

La satisfacción del deber cumplido

¿Ha sentido alguna vez la satisfacción de concluir cabal y exitosamente con su trabajo? Esa misma sensación fue la que embargó a Noé cuando terminó el diluvio, la tierra se secó y todo retornó a la aparente normalidad ¡Había cumplido la misión!

El desenvolvimiento de este patriarca que aprendió lecciones de liderazgo en la práctica y no en el instituto bíblico o quizá en una escuela de formación superior, contrasta con personas que hoy día comienzan una tarea y no la concluyen. Se especializan en hacer las cosas “a medias”.

Nunca terminan aquello que empiezan. El entusiasmo con el que emprenden las labores se agota poco tiempo después de iniciar la jornada y permiten que los embargue la pereza o el desánimo.

Tales personas difícilmente llegan a ninguna parte. Los hallamos en todas partes: en la iglesia pero también en el trabajo, la universidad o en el sector que habitamos. Con su inconsistencia no hacen otra cosa que pagar la colegiatura para ser fracasados.

¿Acaso Dios quiere esa actitud derrotista para nosotros. En absoluto. El nos creó para ser triunfadores. Pero en cierta medida, lograrlo sólo es posible cuando caminamos conforme a la voluntad de El, trazada en la Palabra, y aplicamos esos principios que –si bien es cierto– en ocasiones no entendemos, nos llevarán a puerto seguro.

En el relato leemos que “Bendijo Dios a Noé y a sus hijos, y les dijo:”Fructificad multiplicaos y llenad la tierra”(Génesis 9:1). A través de este visionario el Señor había cumplido su tarea de sanear el mundo. Cuando cesó la voz del Creador, Noé dio vuelta y se encaminó a su tienda donde le esperaban su esposa y sus ojos. Sonrió con satisfacción y razonó que había valido la pena todo el esfuerzo. Sentado en una silla mientras caía la tarde, volvió  a sonreír y pensó en todo lo que había aprendido en la “Escuela de Dios”. Sin proponérselo, había marcado toda una generación con su liderazgo…

PREGUNTAS SOBRE LA LECCIÓN 

1. ¿La imagen de lo que es un líder, ha sido bien transmitida por nuestra sociedad?

2. ¿Usted cree que los líderes son humanos como usted? ¿Cree que se equivocan como usted? ¿Qué se frustran y se encuevan –como usted-?

3. ¿Cuándo Dios como líder te da instrucciones, que te llevarán a hacer algo para El, debes dejar de hacerlo porque te da miedo? ¿Es normal tener miedo? ¿Por qué debemos dejar el temor?.

4. ¿Cómo líderes de Dios, de donde tomamos fuerza? ¿Cuál es nuestra competencia en el Reino?.

5. Los líderes son personas comunes y corrientes… pero en su forma de actuar y de ver las cosas, es ¿Común y corriente?.

6. Mencione tres principios que hicieron de Noé alguien en quien Dios confiaba.

7. ¿De qué manera se fortaleció el liderazgo de Noé?

8. ¿Qué hecho marcó una diferencia extraordinaria en la vida de Noé? ¿Podemos tú y yo como líderes hallar gracia delante de los ojos de nuestro Dios? Si es que si ¿Cómo?

9. Mencione la cualidad más importante en la vida de un líder de Dios. Cualidad que vemos en cada hombre grande de Dios, la cual que Jesús mostró a sus discípulos una y otra vez.

10. ¿Que tan cierta es la afirmación: Yo sólo me someto u obedezco a Dios y no a los hombres….?

11. ¿Cuándo las cosas no nos están saliendo bien, debemos abandonar la tarea que el Señor nos entregó?

12. ¿Qué opinan de aquellos líderes que inician las cosas y las dejan a mitad o sólo iniciadas?

Le sugerimos mantener el mismo entusiasmo para seguir este curso y terminarlo. No se de por vencido!!!

13. ¿Cuál el resultado (fruto) en la vida de Noé su obediencia al Señor según Génesis 9:1?

14. ¿Estas tu marcando –tocando, inspirando- a alguien con tu liderazgo?

2. Llamamiento

Capítulo 2

El llamamiento y la renuncia en la vida del líder – El líder ante un momento crucial

 Ps. Fernando Alexis Jimenez

La noche cayó con una sorprendente rapidez. Su esposa se encontraba unos metros más allá. Dormía. El no podía conciliar el sueño.

Hacía calor. Sudaba. Hubiera querido beberse otro vaso con agua fría, pero asumió que lo mejor era salir por un rato de la estancia y dejarse arrullar por la brisa que—cerca de la medianoche—golpeaba con fuerza sobre el caserío.

¿A dónde vas?—preguntó la mujer.

Afuera, no tardo—respondió él mientras cruzaba el umbral de la puerta.

El cielo lucía hermoso, tachonado de estrellas que se perdían en el infinito. Alrededor, las gentes dormían. Estaban ajenos a su realidad. El no hacía otra cosa que pensar. La vida le había sonreído. Tenía el reconocimiento de sus coterráneos, gozaba de solidez económica, de un hogar apacible, de una familia que le amaba y de vastas extensiones de tierra que se perdían en el horizonte.

Definitivamente la vida me ha sonreído…—musitó al recordar con satisfacción los años pasados, con la misma sensación de bienestar de quien vuelve atrás las páginas de un viejo álbum en el que guarda fotografías de momentos agradables.

Estaba ensimismado en sus pensamientos cuando escuchó la voz apacible de Dios, como la había escuchado otras tantas veces: “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra”(Génesis 12:1-3). 

Las palabras quedaron resonando en su cabeza. No podía asimilarlas fácilmente. Dios le acababa de plantear dos asuntos que no estaban dentro de su presupuesto mental: el primero, cumplir una misión que iba más allá de toda previsión; el segundo, renunciar prácticamente a todo…

El líder toma decisiones trascendentales

Llegar a la cima no se logra de la noche a la mañana. No es tan sencillo como cerrar y abrir los ojos. ¡Ojalá todo fuera tan fácil! Sin embargo se necesita mucho más que eso. Escalar la montaña implica que todo líder debe aprender: Primero, a fijarse una meta. Significa determinar a dónde queremos llegar, así inicialmente no tengamos claridad respecto de cuáles son las etapas necesarias para lograr ese objetivo. 

Aquí ya estamos configurando la misión, es decir aquello que bien nos fue asignado o simplemente, lo que queremos lograr.

Segundo, volver nuestros esfuerzos hacia la conquista de ese propósito. Esta fase implica determinación y constancia. Y el tercero, ajustar todo cuando pensamos y hacemos para llegar  a la meta propuesta.

Defina una meta en su vida

Todos los seres humanos tenemos un propósito en la existencia. No somos producto del azar ni tampoco un accidente del cosmos.

Bajo este convencimiento es fundamental que nos fijemos una meta. Sólo quienes lo hacen llegan a algún lado, de lo contrario, agotará sus fuerzas dando tumbos de un lugar a otro. 

En el caso de Abram, Dios le puso de presente su misión: “Vete… a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande…”

Dios le instruyó respecto al propósito al que estaba llamado, aunque no le mostró inmediatamente todo el itinerario a seguir. Le iría señalando paso a paso cuál era el camino. 

Dios nos llama con un propósito

Dios no improvisa. Todo lo tiene cuidadosamente calculado. Sabe dónde estamos y a dónde podemos llegar si permanecemos en el centro mismo de su voluntad. El tiene un plan para cada uno de nosotros. El dijo: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestro caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”(Isaías 55:8, 9).

Si llega a experimentar el llamado divino, sin duda hay un propósito en esa convocatoria. ¿Recuerda el encuentro que tuvo el Señor Jesús con cuatro de sus primeros discípulos?

Llamamiento de Pedro y Andrés

“Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón llamado pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. Y les dijo. Venid en pos de mi, y os haré pescadores de hombres. Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron”(Mateo 4:18-20).

Llamamiento de Jacobo y Juan

“Pasando de allí, vio a otros dos hermanos, Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en la barca con Zebedeo su padre, que remendaban sus redes, y los llamó. Y ellos, dejando al instante la barca y a su padre, le siguieron”(Mateo 4:21, 22).

En el caso de Abram el llamamiento era para ser el gestor de una gran nación. Por el contrario, en el caso de Pedro, Andrés, Juan y Jacobo, la convocatoria era para ser pescadores de hombres.

En uno y otro caso, había un propósito.

Dios no llama a nuestra puerta por importunar únicamente. Hay detrás una misión por cumplir.

En su vida…

Quizá su vida ha sido tocada por la voz apacible de Dios. Siente que lo llama. Es una misión compleja. Es probable que piense que no es capaz de cumplir la encomienda. “Es demasiado para mi”, razona una y otra vez. Sin embargo se equivoca. Dios conoce sus potencialidades. El ve en usted un líder mientras que alrededor tal vez lo ven como alguien común y corriente.

Deje a un lado el temor. Dios sabe lo que hace. Recuerde que El no improvisa. No se preocupe de cómo se irán dando las cosas o tal vez los costos que implican avanzan hacia la meta, con ayuda de Dios. Adelante, sólo llegan al final quienes emprenden el camino.

¿Le hace falta algo? Si,  a decir verdad apenas hemos dado el primer paso al concluir en la necesidad de pedir a Dios que nos muestre cuál es nuestra misión en la vida. Ahora, el segundo principio que vamos a asimilar es…

El líder asume la necesidad de renunciar

Es frecuente que hallemos en el camino a decenas de hombres y de mujeres que, aunque tuvieron el llamamiento a grandes metas y, sin embargo, ¡Jamás llegaron ningún lado!¿Cuál fue la razón? Les faltó aprender qué significa el término “Renuncia”.

¿Es fácil? Por supuesto que no. Recuerde que Abram tenía una familia, una identidad cultural y una solidez económica grande a costo de esfuerzo. Mucho pero mucho esfuerzo. Pero Dios lo llamaba a una misión específica y eso implica renunciar prácticamente a todo, pagar el precio y aprender a depender del Señor.

En las Escrituras leemos que “…se fue Abram como Jehová le dijo; y Lot fue con él. Y era Abram de edad de setenta y cinco años cuando salió de Harán. Tomó, pues, Abraham a Sarai su mujer, y a Lot hijo de su hermano, y todos sus bienes que habían ganado y las personas que habían adquirido en Harán; y salieron para ir a tierra de Canaán; y a tierra de Canaán llegaron”(Génesis 12: 4, 5).

Sin duda pudo transcurrir mucho tiempo entre el llamamiento de Dios y el instante en que tomó la determinación de seguirle. Es probable que haya enfrentado la duda, la incertidumbre y el temor. Pero al tomar la decisión, nada lo detuvo.

Algo similar ocurrió con los discípulos. En el caso de Simón y Andrés “Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron”(Mateo 4:20). Y con Juan y Jacobo, los hijos de Zebedeo pasó algo similar: “Y ellos, dejando al instante la barca, y a su padre, le siguieron”(Mateo 4:22).

El ser llamados y la decisión de renunciar juegan un papel transcendente en la vida del líder cristiano. Ore a Dios y pida su dirección.

Ahora quizá me diga: “Eso está bien para quien es cristiano que aspira servir en la obra de Dios. ¿Y qué de mi vida? Recién estoy asistiendo a la iglesia y tengo centrada mi mirada en la vida secular y no en la religiosa?¿Hay algo para mi?”.

Por supuesto que si. En la vida de los hombres de Dios que marcaron generaciones enteras vemos que tenían definidas metas claras en la vida, volcaron sus esfuerzos para alcanzarlas y, con ayuda de Dios, no se dejaron amilanar por las adversidades.

En la Biblia leemos: “Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará”(Salmo 37:5).

Con ayuda de Dios no hay proyecto que conciba en su mente y en su corazón que no pueda llegar a realizarse. ¡Hoy es el día para comenzar!

PREGUNTAS SOBRE LA LECCIÓN 

1. Llene los espacios:

Todo líder debe aprender a 1ro_____________________________2do______________________________________

3ro________________________________________

2. ¿Porqué debemos tener una meta o visión? ¿Qué pasa cuando no hay visión en un pueblo?

      Una meta nos indica un lugar que _____________________________________ o una cosa que deseamos

_______________.

3. La conquista de una meta requiere que usted tenga _______________________ y __________________________.

      Busque una escritura en el libro de Job que apoya la importancia de la determinación

      Busque una escritura que apoye que no debemos ser de doble ánimo, porque esto nos convierte en inconstantes.

4. Busque en las cartas de Pablo cuando habla acerca de enfocarse hacia lo que  tiene por delante.

5. Bíblicamente hablando, es cierto aquel refrán de que lo importante no es ganar sino competir?

      Demuestre su respuesta con una escritura donde el apóstol Pablo habla sobre los que ‘corren en el estadio’.

6. Sólo quienes se fijan metan __________________________________________________.

7. Cuando Dios te pone una visión en tu corazón, siempre te da TODOS los detalles? (Compárelo con Abraham, Noé, Moisés… Jesús).

8. ¿Y el Señor está claro en el Plan o propósito cuando te llama o pone una visión en tí, sabe los detalles (aunque no te los diga todos)?

9. ¿Dios va a esperar que estés totalmente listo, capacitado, entrenado, preparado… para llamarte y poner una visión en ti?  Vea el caso de cuando Jesús llamó a los discípulos. Vea cuando Dios llamó a Eliseo por medio de Elías.

10. ¿Qué significa pagar el precio de tu llamado?

11. ¿Qué puede impedir que el llamado que Dios ha puesto sobre ti no se cumpla? ¿De quién depende?

12.  Mencione los dos elementos que juegan un papel importantito en la vida de todo líder cristiano.

3. Transparencia

Capítulo 3

El camino de un líder se construye paso a paso – La transparencia debe identificar al líder

 Ps. Fernando Alexis Jimenez

Imagine por un instante al más grande líder social y político de cualquier país latinoamericano. Es respetado por todos, aparece en los diarios cada día y no existe noticiero de televisión que no registre al menos una noticia acerca de su desplazamiento a barrios marginales para estrechar la mano de las gentes desfavorecidas, proponer soluciones a sus problemas e identificarse con su realidad de pobreza y desesperanza.

Alrededor, sus inmediatos colaboradores lo idolatran. Los seguidores consideran que no hay ni habrá en los próximos años nadie que pueda igualar su carisma, esbozar una sonrisa confiada cuando todo alrededor amenaza con derrumbarse, y tener ideas claras acerca de cuál debe ser el destino de la nación.

Alguien afirma con optimismo en la voz:–Será el próximo Presidente de la República. Tiene las capacidades para serlo...—.

Así las cosas, todos coinciden en asegurar que el destino de su patria tendrá perspectivas mucho más sólidas en manos de aquél que, progresivamente y en un hecho que nadie puede ignorar, ha ido escalando peldaños hacia el éxito.

Un día cualquiera todos despiertan sorprendidos con los titulares de los diarios revelando que aquél a quien todos consideraban ejemplar en sus actuaciones, incurrió en acciones dolosas destinando hacia sus arcas personales los recursos que se habían destinado inicialmente a trabajo social.

¿En quién creer?—comentó un periodista de televisión al referirse al incidente que ponía en tela de juicio a un líder nacional.

Transparencia, una característica

La transparencia debe identificar las acciones de quienes ostentan posiciones de liderazgo en la vida secular o eclesial. Desconocer este principio, además de acarrearnos múltiples problemas, desencadenará la pérdida de credibilidad. Y eso sí es muy grave.

¿Se ha preguntado por qué muchas de las sillas permanecen vacías en nuestras iglesias?

Hay múltiples respuestas para este interrogante. El cambio de los tiempos, es una; la concepción errada de que las personas llegarán al templo si tenemos una programación variada y atrayente y que no necesitamos ir a las calles en su búsqueda, es otra; pero hay una tercera razón: muchos no encuentran en el cristiano un verdadero ejemplo y alguien que asume liderazgo en el lugar en el que se desenvuelve.

Han descubierto que tales creyentes viven a Cristo “a medias tintas”. Dicen una cosa y hacen otra totalmente diferente, que riñe con las enseñanzas que proclaman. Carecen de transparencia.

Una situación así es contraproducente en una sociedad en la que se han perdido valores y principios. No olvide que en medio de tanta desesperanza las gentes buscan algo en lo cual confiar. Ese hecho lleva a otro de suma importancia: creyentes que adolecen de transparencia, antes que estimular la proclamación del evangelio generan un peligroso revés.

¿Tiene problemas con sus actitudes?¿Le falta transparencia en todo cuanto hace?¿Piensa que quizá, ahora mismo, ha perdido terreno en las labores porque dejó de ser claro y coherente entre lo que piensa y lo que hace?

Lo invito para que revisemos un pasaje en la vida de Abram. “Hubo entonces hambre en la tierra; y descendió Abram a Egipto para vivir allí, porque era mucha el hambre en la tierra. Y aconteció que cuando estaba próximo a entrar en Egipto, dijo a Sarai, su mujer:”Se que eres mujer de hermoso aspecto; en cuanto te vean los egipcios, dirán: “Es su mujer”. Entonces me matarán a mí, y a ti te dejarán con vida. Di, pues, que eres mi hermana, para que me vaya bien por causa tuya; así, gracias a ti, salvaré mi vida” (Génesis 12:10-13).

¿De qué manera incurrió Abram en falta de transparencia en sus actuaciones? Primero, mintió para lograr sus propósitos. Jamás un líder debe ampararse en las estratagemas y engaños para escalar peldaños hacia el éxito, o bien, para obtener beneficios personales.

Un segundo aspecto fue la utilización de otras personas—en este caso de su esposa Sarai–, para lograr su objetivo. ¿Ha visto a su alrededor líderes utilitaristas? Sin duda que si; pero paralelamente se identificará conmigo en el hecho de que, quienes obran de esta manera, despiertan una extraña sensación de engaño.

Es importante que se tome el tiempo suficiente para evaluar hasta qué punto sus ejecutorias han defraudado a quienes le rodean.

Abram había recibido promesas grandiosas de parte de Dios, pero si bien es cierto abandonó su tierra y su parentela tal como le ordenó el Señor (Génesis 12:1-3), caminó durante la primera etapa del trayecto tomado de la mano del Creador pero cuando llegaron los problemas, como la escasez de alimentos en la tierra, tomó el control de la situación en sus propias fuerzas. 

Determinación y perseverancia

La vida de Abram como líder fluctuaba entre períodos de victoria y etapas de declive. 

Pareciera que unas veces confiaba en el poder de Dios, y en otras, obraba conforme a sus propias capacidades y raciocinio. Quien obra igual que él, no avanzará con la solidez y rapidez que se pudiera esperar. La ambivalencia en sus actuaciones lleva a que el paso con que se desplaza sea lento y en muchas ocasiones, poblado de incertidumbre.

En la carta del Señor Jesús a la iglesia que se reunía en Laodicea, advierte: “Escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: “El amén, el testigo fiel y verdadero, el Principio de la creación de Dios, dice esto: Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca” (Apocalipsis 3:14-16). 

¿Puede captar el mensaje? En la vida del cristiano se necesita tomar la determinación de vivir a Cristo a plenitud, sujeto a los principios trazados por las Escrituras y, segundo, perseverancia para permanecer en el camino, firmes por encima de la adversidad. No hay lugar para los reveses como aquellos que dan un paso y retroceden dos por que no tienen sólidos fundamentos de fe.

En la voluntad de Dios, todo saldrá bien... 

Cuando estamos caminando en la realización de una misión, bien sea para Dios o en el camino secular, es probable que nos toque tomar decisiones. Algunas altamente satisfactorias, porque conocemos de antemano qué consecuencias pueden desatar. En otras oportunidades, decisiones que adoptamos en fe, solo confiados en que si vamos de la mano de Dios, El nos guiará por la senda indicada.

Cuando desarrollamos esa plena confianza en nuestro amado Señor, generalmente no albergamos temores de que algo pueda salir mal.

Tras regresar de Egipto con su esposa Sarai y su sobrino Lot, trayendo consigo sus posesiones, decidieron encaminarse al Neguev y luego hacia Bet-el que representaba, a los ojos de cualquier buen negociante o ganadero, una tierra promisoria.

Todo iba bien hasta el momento, pero… Y surge el inevitable pero que no desearíamos que apareciera enfrente nuestro cuando todo va “viento en popa”. Sin embargo en nuestra condición de líderes debemos estar preparados para enfrentar circunstancias inesperadas. En el día a día es previsible que emerjan dificultades. Es algo que no debe ni sorprendernos ni llenarnos de angustia.

“Y la tierra no era suficiente para que habitasen juntos, pues sus posesiones eran muchas, y no podían morar en un mismo lugar. Y hubo contienda entre los pastores del ganado de Abram y los pastores del ganado de Lot…” (Génesis 13: 6, 7).

El panorama no era nada halagador. Ameritaba de Abram una actitud calmada. Ninguna decisión debemos tomarla acalorados, con la mente nublada por pensamientos derrotistas o tal vez de venganza. Obrar así no traerá buenos resultados ni en nuestro desenvolvimiento personal, ni en la iglesia y menos en nuestras labores en el plano secular.

La propuesta de Abram fue separarse para no agravar las cosas. Le dijo a su sobrino: “¿No está toda la tierra delante de ti? Yo te ruego que te apartes de mí. Si fueres a la mano izquierda, yo iré a la derecha; y si tu a la derecha, yo iré a la izquierda. Y alzó Lot sus ojos, y vio toda la llanura del Jordán, que toda ella era de riego, como el huerto de Jehová, como la tierra de Egipto en dirección de Zoar, antes que destruyese Jehová a Sodoma y Gomorra” (versículos 9, 10).

Al patriarca le correspondió un territorio que no era halagüeño mientras que su sobrino Lot, que no era ajeno a las ventajas que se derivaban de poder escoger, tomó para sí las mejores vegas…

La pregunta que nos hacemos: ¿Por qué permitió que tomaran aparente ventaja sobre él? Porque la fe de Abram, al menos en ese período de su vida, estaba cifrada en Dios. Este siervo tenía claro que  con el Señor, con su divina ayuda, nada podría salir mal como lo señala el salmista: “Deléitate asimismo en Jehová y él te concederá las peticiones de tu corazón”(Salmo 37:4).

Esa confianza en el Creador, que es la misma que estamos llamados a desarrollar usted y yo, se vio reflejada en un pleno respaldo de Aquél que todo lo puede: “Y Jehová dijo a Abram, después que Lot se apartó de él: Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente, y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre. Y haré tu descendencia como el polvo de la tierra; que si alguno puede contar el polvo de la tierra, también tu descendencia será contada. Levántate, ve por la tierra a lo largo de ella y a su ancho; porque a ti la daré” (Génesis 13:15-17).

Si de algo tenemos que asegurarnos es de que caminemos por la senda que nos trazó el Señor. Al movernos en el centro mismo de Su voluntad, tenemos asegurada la victoria. Apartarnos de ese camino para hacer las cosas a nuestra manera, traerá problemas.

Siempre he imaginado a Dios como un padre que advierte a su hijo pequeño –que somos usted y yo cuando estamos creciendo espiritualmente y en la fe—sobre los peligros de jugar con fuego. 

“Es peligroso”, advierte con calma. Pero su hijo, queriendo conocer el por qué, mete sus manos –por ejemplo—en la llama de una veladora. ¿Las consecuencias? Se quema. Aunque el incidente no pase a mayores, paga las consecuencias de hacer las cosas a su manera. Igual quienes dejan de lado las pautas marcadas por Dios y quieren resolver problemas, dificultades y circunstancias inesperadas conforme a sus propias capacidades.

Como habrá podido apreciar hasta el momento, Abram –a quien Dios le cambiaría el nombre por el de Abraham—es presentado como uno de los grandes héroes de la fe: “Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa…” (Hebreos 11: 8, 9).

De acuerdo con el pasaje que hallamos en el Nuevo Testamento, refiriéndose a su desenvolvimiento como hombre de Dios, tenía claro cuál era el curso a seguir. Pero no nos menciona que tuvo errores. Visto desde esta perspectiva, comprendemos que el camino del líder se construye paso a paso. Es probable que en algunos casos hayan problemas, tal vez errores, pero si la mirada está puesta en el Supremo Hacedor, lograremos llegar a la meta…

PREGUNTAS SOBRE LA LECCIÓN 

1. Mencione una característica que debe identificar las acciones de un líder.

2. Cuando un líder no es transparente en sus acciones pierde __________________.

3. Cuando un creyente carece de transparencia… ¿es buen ejemplo para proclamar el evangelio?

4. ¿Cuales fueron los errores que como líder cometió Abram de acuerdo a Génesis 121:10-13?

5. ¿Que consecuencias trae la ambivalencia en las actuaciones de un líder?

6. ¿Qué debemos tener en cuenta cuando vamos a tomar una decisión importante?

7. ¿Qué motivó a Abram a dejar que Lot tomara la mejor tierra?

 

8. ¿En quién debemos tener la mirada en nuestro caminar como líderes de Dios?

4. Tiempos

Capítulo 4

El líder aprende a esperar su tiempo –  El reloj de Dios no es el nuestro

 Ps. Fernando Alexis Jimenez

Si nos espera unos minutos más le tramitamos la entrada al Perú—dijo el agente de inmigración en la frontera del Ecuador y Perú. Hacía un sol insoportable y a lo lejos se adivinaba el inicio del desierto de Tumbes, esa magnífica extensión de arena que muere en las márgenes del mar Pacífico.

Saúl miró el reloj, miró al funcionario, nos miró a nosotros, hizo un gesto de desagrado y siguió leyendo el diario. En los titulares anunciaban un nuevo triunfo del corredor de autos colombiano Juan Pablo Montoya. Sobre una margen del diario anunciaban nuevos esfuerzos de Venezuela por conquistar el mercado petrolero internacional.

Una nueva mirada al reloj de pared. Habían transcurrido veinte minutos. Unos ojos inquisitivos que recorren a los presentes, el gesto de desagrado que había hecho anteriormente y la disposición de seguir leyendo.

–¡Esto es el colmo¡–vociferó:–Llevo dos horas esperando una autorización y todavía no me resuelven nada–. Estaba visiblemente desencajado por la rabia.

–Si espera unos minutos más…—le insistió. Pero el hombre salió tras recoger airadamente sus documentos. Minutos después, realmente muy pocos, llegó quien debía firmarlos. Sonrió al conocer la situación y dijo:

Si hubiera esperado tan solo un poco…—

¿Es usted impaciente?

La impaciencia es uno de los problemas que enfrentan líderes, bien sea que estén al servicio de la iglesia o que se desenvuelven secularmente en alguna empresa o institución.

Su anhelo es lograr todo inmediatamente, sin esfuerzo. Parecería que esperan encontrar la lámpara de Aladino que, con solo frotarla, traiga del país de la fantasía un genio que cumpla todos sus deseos. Sin embargo no es así. La realidad es bien diferente.

¿Se ha desalentado alguna vez porque una promesa que recibió de Dios no se cumple inmediatamente?¿Ha sentido que Dios se olvidó de su promesa y que le dejó de lado para ocuparse de los planes para otro creyente? Si ha experimentado una situación así, seguramente comprenderá el desasosiego de Abram. Dios le había prometido: “…alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente. Porque la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre”(Génesis 13:14, 15).

Lo más probable es que, cada mañana al despertar, el patriarca se acercaba al calendario para corroborar la fecha y mentalmente hacía cuentas del tiempo transcurrido desde que Dios le hablara.

Sarai, su mujer, no evidenciaba síntomas de embarazo. Y todo alrededor seguía tal cual. Nada parecía ocurrir.

De seguro esa promesa es imposible de cumplirse en mi vida—pensó una y otra vez. Todos en derredor recibían noticias sobre la proximidad de la visita de la cigüeña y él, en cambio, sentía el desaliento que produce esperar un anuncio del Señor que pasa el tiempo y no se materializa.

Esteban, el primer mártir de la era cristiana, explicó al respecto: “Y no le dio herencia en ella, ni aún para asentar un pie; pero le prometió que se la daría en posesión, y a su descendencia después de él, cuando él aún no tenía hijo”( Hechos 7:5).

Es fácil creer cuando todo apunta a que aquello en lo que hemos cifrado nuestras esperanzas, está a las puertas de concretarse. En condiciones así es fácil creer. Lo complejo es asimilar en nuestra existencia la definición que hiciera el autor sagrado en torno a la fe: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera; la convicción de lo que no se ve”(Hebreos 11:1).

Un empresario de Santiago de Cali con el que hablé hace poco tiempo después de dictar una conferencia, me refirió como, desde niño y cuando sus padres vivían inmersos en la inopia, se preparó para ser gerente de una compañía.

Nunca se desanimó aunque el paso de los años y el intenso estudio para lograr la superación intelectual y académica, hacían pensar que estaba muy lejos de sus sueños. Sin embargo depositó su confianza en la convicción de que, si Dios iba delante suyo, nada impediría que hiciera realidad sus más caras aspiraciones.

Lo logró cuando rayaba los cuarenta y cinco años. Hoy es propietario de una compañía transportadora. Está convencido de que guardar la fe en el poder divino que le ayudaría a salir adelante, fue su más grande secreto.

En todas las circunstancias y cuando hemos recibido una promesa de Dios, es necesario entender que nuestro reloj es bien diferente del que tiene en uso nuestro amado Señor.

José Alberto, un abogado a quien conozco hace un buen tiempo y de quien fui compañero en la empresa para la que laborábamos, recibió una promesa en cierto servicio religioso en el que ministraba un evangelista invitado.

El Señor te llamará a servirle en su obra—le dijo el pastor en momentos en que oraba por mi amigo.

Salió del lugar inundado de gozo. No podía creerlo. Días después me anunció que renunciaría a su cargo en la entidad estatal a la que estábamos vinculados:

Dios me llama a la obra y no puedo desatender su llamado—me dijo al tiempo que buscaba echar por tierra las recomendaciones de que buscara a Dios en oración y Su santa confirmación antes de proceder.

De nada valieron los consejos de amigos y conocidos. José Alberto renuncio a su ocupación secular.

Un mes después estaba ministrando en una ciudad vecina. Las cosas no funcionaron. La pequeña iglesita de la que fue encargado, pronto enfrentó un revés, de esos períodos que son apenas naturales cuando se comienza una misión evangelística en un lugar. No tenía para sostenerse ni tampoco a su familia. El dinero escaseó. Se sintió solo. Me dijo un día que el Señor lo había abandonado.

La pregunta –apenas natural–que surgió en aquella conversación:–¿Dios te falló, José Alberto, o no supiste esperar en el tiempo que El tiene para materializar sus promesas?…

Abram atravesaba una situación similar. Se desesperaba por el paso inexorable del tiempo sin que nada ocurriera. En lugar de prepararse en Dios para ser un buen padre, tal como el empresario de la historia inicial se preparó para dirigir su propio negocio, Abram esperaba que todo ocurriera inmediatamente.

Años después y en un nuevo contacto con el Creador, le hizo el reclamo:”Dijo también Abram: Mira que no me has dado prole, y he aquí que será mi heredero un esclavo nacido en mi casa”(Génesis 15:3).

El texto debe llevarlo a reflexionar en las siguientes preguntas. ¿Ha sentido desesperación al ver que transcurren los días y nada ocurre?¿Piensa que Dios se olvidó de usted y de la promesa que le hizo?¿Piensa que las circunstancias demuestran que la promesa jamás será realidad?

Contrario a lo que usted pueda razonar, nuestro amado Hacedor no solo tiene presente aquello que prometió, sino que permanece firme en lo dicho, tal como advierten las Escrituras: “Dios no es hombre, para que mienta, no hijo de hombre para que se arrepienta. El dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?”(Números 23:19).

Dios conoce las inquietudes de un líder

Con frecuencia y en medio de las crisis que generalmente se desencadenan entre quienes ejercen algún tipo de liderazgo, es probable que se sienta solo. Considera que nadie lo entiende, que la situación que enfrenta constituye un callejón sin salida, que nadie ha experimentado una situación similar. Pero no es así. Dios conoce las circunstancias que atravesamos. Es consciente de nuestro sufrimiento, de las dudas que nos asaltan o quizá de la incertidumbre que nos embarga cuando esperamos una promesa y nada ocurre.

Dios le reafirmó su anuncio inicial: “Luego vino a él palabra de Jehová, diciendo: No te heredará éste, sino un hijo tuyo será el que te heredará. Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia. Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia”(Génesis 15:4-6). 

El grado de incertidumbre era tal, que en el versículo ocho podemos leer que Abram le pidió una prueba a Dios de que, cuanto le decía, tendría su cumplimiento. Aún en su existencia persistía la duda.

Es probable que igual ocurra con su vida. Por alguna razón desea que esa promesa divina que recibió de labios de un ministro del Señor se cumpla inmediatamente. Eventualmente alberga sombras de duda.

En su existencia está primando la razón que le dice imposible, y se mezcla con las emociones que le llevan a sentirse desesperanzado. Dejó de lado la fe, quizá junto a su Biblia allí en la mesita de noche. Si es así, queremos animarlo a que siga adelante, a que no se desanime, a que crea en las promesas de Aquél que todo lo puede.

Dios no necesita que le ayudemos

¿Ha visto un líder cristiano que después de recibir una promesa de Dios, y preso de la impaciencia, trata de ayudar al Creador para ver cumplida Su palabra?

Si no lo ha visto, le presento a uno de ellos: Abram. “Sarai mujer de Abram no le daba hijos; y ella tenía una sierva egipcia, que se llamaba Agar. Dijo entonces Sarai a Abram: Ya ves que Jehová me ha hecho estéril; te ruego, pues, que te llegues a mi sierva; quizá tendré hijos de ella. Y atendió Abram el ruego de Sarai. Y  Sarai mujer de Abram tomó a Agar su sierva egipcia, al cabo de diez años que había habitado Abram en la tierra de Canaan, y la dio por su mujer a Abram su marido”(Génesis 16:1-3).

¿Qué consecuencias desataron esta disposición tomada a la ligera y sin medir lo que podía ocurrir? La sierva miró con desprecio a Sarai.

Igual que esta mujer y el propio Abram, que por aquél entonces tenía ochenta y seis años, con frecuencia nos granjeamos problemas que de haber sido pacientes y sensatos nos hubiésemos evitado.

Adelantarse a los planes de Dios sin esperar en Su promesa, le trajo problemas familiares al patriarca (versículo 9). Cuatro años después, Dios le habló de nuevo (Génesis 17:1), sin embargo debieron pasar otros diez años antes que la promesa se hiciera realidad (Génesis  17:17).

Dios cumple sus promesas, como leemos en las Escrituras: “Visitó Jehová a Sara, como había dicho, e hizo Jehová con Sara como había hablado. Y Sara concibió y dio a Abraham un hijo en su veje, en el tiempo que Dios le había dicho. Y llamó Abraham el nombre de su hijo que le nación, que le dio a luz Sara, Isaac”(Génesis 21:1-3).

Dios nunca llega tarde. El llega en el momento oportuno. En ocasiones con más rapidez de lo previsto, en otras cuando pensamos que nada ocurrirá. En todas las circunstancias es necesario aprender a esperar en Sus promesas. El cumplirá. Jamás olvide que el reloj y el calendario del Señor son diferentes de los nuestros. No se desespere, confíe. Dios cumplirá…

PREGUNTAS SOBRE LA LECCIÓN 

1. Consiga una escritura que habla sobre como la paciencia ayuda a heredar las promesas de Dios.

2.   Consiga en el libro de Habacub una escritura que habla acerca de “espérala…sin duda vendrá”…

3. ¿Qué consecuencias puede causar la desesperación en la vida de un líder –cuando ha tenido una promesas-o cuando  ha sido llamado por Dios?

 

4. ¿Qué nos dice el Señor en su palabra en Salmos 89:34 que nos ayuda a seguir esperando y confiando en El?

5. Pruebas

Capítulo 5

El líder crece en medio de las pruebas – Las diversas formas de una prueba

 Ps. Fernando Alexis Jimenez

Las tardes cálidas y llenas de placidez en familia constituían algo que nunca previó Abraham. Sara, su esposa, junto a las siervas atendiendo los quehaceres domésticos. Los negocios atravesando su mejor período y, en la mayoría de los casos, con una tendencia a crecer. Y en el inmenso solar, su hijo con otros chicos de su edad. ¿Qué más le podía pedir a Dios?.

Estaba orgulloso de cuanto había acontecido en su existencia. Ocasionalmente cuando veía morir la tarde y la brisa bañaba con frescura aquél territorio, solía recordar los años de espera. Al comienzo se desesperaba pensando que jamás se materializarían en su existencia las promesas divinas. Vino luego un período que podía llamar de resignación, y por último, –por cosas paradójicas de la vida—el reverdecer de la fe tras cada nuevo encuentro con Dios quien le reafirmaba las promesas.

¿Pruebas?¿Momentos difíciles? Esos dos conceptos sonaban lejanos. Si en algún momento los experimentó, ahora no podía describir con precisión lo que desencadenaban. Eran difusos. Se desdibujaban en el tiempo y morían en sus recuerdos, como las sombras alargadas y deformes que proyecta el sol sobre casas, árboles y objetos cuando está por ocultarse en el poniente.

Sin embargo lo imprevisto tocó a sus puertas. “Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió: heme aquí. Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tu tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré”(Génesis 22: 1, 2).

Las dificultades que amenazan nuestra confianza asoman cuando menos las esperamos. En el caso de Abraham llegaron en momentos en los cuales razonaba que el curso de su vida había tomado rumbo fijo. Es más, dentro de sus perspectivas, tenía infinidad de planes con el muchacho que corría desprevenidamente junto con sus amigos. El momento no era fácil, por el contrario, era uno de los más difíciles de su larga vida.

¿Acaso está atravesando por un período similar al de Abraham? Puede que no halla sido conminado a sacrificar a uno de sus hijos, pero sí enfrente pérdidas que considera irreparables.

En situaciones así es natural que nos preguntemos: ¿Por qué me ocurre esta situación a mi?¿Acaso no hay quienes haciendo el mal… viven muy bien?¿No mira Dios mi entrega y dedicación a servirle?

Pero supongamos que la situación se presenta desde el plano secular. De pronto se encuentra, a boca de jarro, con sinnúmero de problemas. ¿A quién culpar? A las circunstancias, podría ser. También a que hayamos sembrado semillas que germinaron en dificultades.

Cualquiera que sea la razón, quedan dos pasos a seguir, a la luz del razonamiento humano: La primera, no pensar que somos los únicos en el mundo en enfrentar un tropiezo o quizá, que ha llegado el fin del mundo por lo que pudiera ocurrirnos; la segunda, pensar con calma antes de tomar cualquier determinación.

Hay un tercer paso que le sugiero asumir. Es buscar a Dios. El nos ayuda a encontrar la salida al laberinto. Con su ayuda, nada podrá robarnos la capacidad de pensar con tranquilidad y abrirnos paso, con una adecuada orientación, hacia el final de la encrucijada.

En la Escuela de Dios, las pruebas implican renuncia…

Cuando volvemos las páginas de las Escrituras leemos que nada ocurre por azar cuando estamos en el centro mismo del Plan de Dios. El apóstol Pablo escribió: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”(Romanos 8:28). A partir de este principio bíblico entendemos que nuestro amado Hacedor tiene un propósito con las pruebas.

Con frecuencia suelo recordar un viaje que hice a Barichara, un pueblo del norte de Colombia, en el que hábiles artesanos trabajan la piedra.

A partir de un trozo de roca, conciben  figuras que se convierten en adornos. Camino de aquella población me detuve en uno de los talleres donde literalmente labran la superficie rocosa. Primero utilizan pesados martillos con cinceles que, bajo el impacto, arrancan trozos grandes. A medida que pasan las horas y va tomando forma, utiliza otros buriles más pequeños. En la fase final del trabajo son diminutos.

Igual ocurre cuando el Señor trata la vida de alguien. Puede que los primeros impactos luzcan demasiado duros. En la medida que crecemos espiritualmente –a partir de las pruebas– todo es más llevadero.

Al analizar la vida de Abraham aprendemos un elemento de particular significación. A través de la traumática experiencia que representaba decidir el sacrificio de su hijo, comprendió que una prueba implica renuncia“… tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas… y ofrécelo allí en holocausto”.

Dar muerte al chico era tanto con borrar de un solo trazo todo lo que había sembrado, la ilusión de tener descendencia, el sueño de ver cómo se levantaba una nueva generación.

Renunciar a muchas cosas es complejo para nosotros. Quizá se nos pide volver la espalda a algo o alguien en quien hemos depositado nuestras esperanzas. ¿Recuerda al joven rico? Su historia la leemos en el evangelio de Lucas, capítulo 18, versículos del 18 al 30. ¿Cuándo se produjo su crisis? Cuando debió renunciar a las riquezas que, en su razonamiento humano,  representaban todo para su existencia.

¿Acaso se le ha dificultado renunciar a algo? Es probable que se trate del punto en el que debe ser tratado por Dios. Con su ayuda, podrá vencer. Sin El, es probable que siga sujeto a sus debilidades. 

En la Escuela de Dios, las pruebas implican obediencia…

Una cosa es decir que amamos a Dios y estamos dispuestos a seguir sus caminos, y otra bien distinta es llevar esas palabras a la práctica. Esa dura realidad la comprobó Abraham en su existencia. Pensar en sacrificar a Isaac era bien distinto a llevar esa misión hasta sus últimas consecuencias. Hacerlo ameritaba sumisión total al Creador. En esencia, obligaba asumir una posición de obediencia.

“Y Abraham se levantó muy de mañana, y enalbardó su asno, y tomó consigo dos siervos suyos, y a Isaac su hijo; y cortó leña para el holocausto, y se levantó, y fue al lugar que Dios le dijo”(versículo 3).

Sin duda fueron días de profunda agonía. Por su mente debieron pasar muchos pensamientos. Tal vez desilusión, incredulidad o la incertidumbre al razonar que probablemente había equivocado el llamamiento y era un susurro y no la voz de Dios que creía haber escuchado.

En la Escuela de Dios, las pruebas implican confianza…

Cuando aprendemos a conocer a Dios, asumimos que sus instrucciones y caminos evidencian perfección. Nada es al azar. No cabe la improvisación. Conocer al Señor es posible cuando pasamos tiempo en Su presencia mediante la oración, el estudio sistemático de las Escrituras y una búsqueda sincera de conocer Su volunta.

Hay sin embargo un tercer principio que asimilamos conforme le conocemos. Es la confianza. Es tanto como caminar por la cuerda floja sabiendo que nada saldrá mal y no caeremos en el vacío.

En el caso de Abraham, caminar al lugar del sacrificio, demostraba confianza. “Al tercer día alzó Abraham sus ojos, y vio el lugar de lejos”(versículo 4).

Los pensamientos es probable que le llevaran a razonar en la inconveniencia de obedecer. Sin embargo, una vez tomó la decisión y dominado por una profunda confianza en el Creador, no hubo nada que lo detuviera. “Entonces habló Isaac a Abraham su padre, y dijo: Padre mío. Y él respondió: Heme aquí, hijo. Y él dijo: He aquí el fuego y la leña; más ¿dónde está el carnero para el holocausto? Y respondió Abraham: Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío. E iban juntos”(versículo 8).

Confiar es viable cuando todo está a favor, pero bien difícil cuando nadamos contra la corriente.

Es natural que en circunstancias así nos agobien los temores o la incertidumbre. Pero si nuestra confianza es plena, podemos afincarnos en la certeza de que la misericordia de Dios no tiene límites. También de que no permitirá que nada malo nos ocurra: “Y respondió Abraham: Dios se proveerá de cordero para el holocausto…”.

¿Su vida ha desarrollado tal confianza en Dios?¿Está de tal manera convencido en el obrar perfecto del Señor que no teme dar pasos en dirección al camino que El le señala? Vale la pena que, en nuestro proceso de formación en el liderazgo, respondamos a estos dos interrogantes y que, si encontramos falencias, procedamos a aplicar correctivos con ayuda de Aquél que todo lo puede.

En la Escuela de Dios, las pruebas implican convicción…

Hay un cuarto elemento que cabe revitalizar cuando estamos creciendo espiritualmente en la Escuela de Dios. Se trata de la convicción en cuanto hacemos. Es la certidumbre inamovible de que el Creador llegaría que motivó a Abraham a seguir hasta las últimas consecuencias, tal como leemos en las Escrituras:

“Entonces el ángel de Jehová le dio voces desde el cielo, y dijo: Abraham, Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque yo conozco que temas a Dios, por cuanto no rehusaste tu hijo, tu único. Entonces alzó Abraham sus ojos y miró, y he aquí a sus espaldas un cordero trabado en un zarzal por sus cuernos; y fue Abraham y tomó el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo”(versículo 13).

Algunas veces, cuando clamamos a Dios en procura de un milagro, quizá sintamos que no escucha las oración, que nos olvidó o tal vez, que nunca responderá. Pero en la medida en que vamos creciendo en Su conocimiento, aprendemos que El siempre llega en el momento oportuno.

La desesperación nos embarga cuando olvidamos que Su reloj es distinto al nuestro. Pero una vez asimilamos este principio, la confianza trae paz a nuestro corazón.

Tras la prueba llega la bendición

Si estamos en el centro mismo de la voluntad de Dios, las pruebas nos ayudan a crecer y tras experimentarlas y salir airosos, recibimos la bendición, tal como podemos apreciarlo en el texto:

“Y llamó el ángel de Jehová a Abraham segunda vez desde el cielo, y dijo: Por mi mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo; de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos: En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz”(versículos 15-17).

Es probable que ahora mismo atraviese por una situación que considera sin solución. Sin embargo es tiempo de permanecer en Dios, asidos de su mano, en la certeza de que responderá con poder y no le dejará solo en medio del desierto.

Una vez termina la tormenta viene la calma. Y cuando las pruebas concluyen, es evidente que llega la bendición de Dios. En tal principio debemos esperar.

Jamás olvide que ahora que está creciendo en su formación de líder en la Escuela de Dios, no está solo. El Señor siempre estará a su lado…

PREGUNTAS SOBRE LA LECCIÓN 

1. ¿En qué momento aparecen en la vida del líder las pruebas, dificultades o aflicciones?

2. ¿Qué pasos se sugieren seguir cuando cuando atravesamos por pruebas?

3. ¿Qué nos ayuda a entender el apóstol Pablo en Romanos 8:28?

4. Una prueba casi siempre comprende una _______________________________

5. Las pruebas casi siempre nos llevan a asumir una posición de ____________________ y __________________.

6.  Mencione algunas formas de pasar tiempo en la presencia del Señor que nos llevan a conocer a Dios

7. Conocer a Dios nos lleva a _____________ en El.

8. Las pruebas implican ____________________________ en cuanto hacemos.

9. Cuando estamos en la voluntad de Dios las pruebas nos ayudan a ______________________

 

10.Cuando salimos airosos de las pruebas recibimos ________________________.

6. Familia

Capítulo 6

El mundo quiere condicionar al líder – ¿La familia del líder debe ser perfecta?

 Ps. Fernando Alexis Jimenez

Por alguna extraña razón quienes asisten a las iglesias tienen la errada concepción de que los hijos del pastor o del líder, son los “niños-perfectos-que-nunca-fallan”. El estereotipo del chico o chica que han construido en sus mentes visten impecablemente, saludan a todos con un “Buenos días” al tiempo que muestran su mejor sonrisa; responden siempre “Si, señor. No, señor”; conocen al dedillo todos los coros y, por si fuera poco, cuando llegan a casa, suben a sus cuartos a tener interminables jornadas de oración.

¿Le ha ocurrido que alguien comente delante suyo: “Tan lindo el niño. De seguro será tan buen predicador como el papá”? Pues si a usted nunca le ocurrió, lo felicito. A mi me pasó muchas veces y quien más sufría con aquellas palabras era yo. Lejos de ser los hijos perfectos que ellos creían, mis hijos eran adolescentes como cualquiera otro y tenían sus mismos gustos…

¿Un ejemplo? Le pondré no uno sino varios. Para comenzar, a ellos les gustaba la música y no propiamente  los temas espirituales de Marcos Witt, Marco Barrientos, Gonzalo Alvarado, Jesús Adrián Romero, Danilo Montero o Ingrid Rosario . ¡Por supuesto que no! Eran cantautores de melodías de salsa, propias de una ciudad carnavalesca como Santiago de Cali, en donde resido con mi familia. Ah, y les fascinaba oír los temas a todo volumen.

Nadie decía nada, pero por lo bajo comentaban: “Tan mundanos los hijos del pastor”.

¿Afiches? Sí, de todas las clases, desde muñecos de Disney hasta las últimas imágenes de Los Simpson. Había de todos los tamaños y ocupaban todos los espacios de sus habitaciones. Cierto día que invite a unos líderes a mi casa, murmuraron: “En esta casa hay que hacer unas cuantas liberaciones para que salgan todos  los espíritus que atraen esas imágenes”, descalificando así las aficiones de mis hijos, y de paso, satanizando toda caricatura que les pareciera sospechosa.

¿Impecables? En cuanto a vestir si, pero no en su cabello que preferían dejarlo crecer. Encontraban uno y mil pretextos para no recortárselo. ¿Y en el culto? Igual que los otros chicos de su edad: amaban la alabanza con ritmo, no entendían qué decían los coros de adoración, y se dormían cuando el sermón del pastor pasaba de los diez minutos, así quien estuviera en el púlpito fuera yo.

Fue un período de por lo menos cuatro años que resultó traumático para mi esposa y para mi. No imaginan cuántas personas se acercaron a pedirnos explicación por el comportamiento de nuestros hijos. Concebían que los adolescentes de los demás fueran terribles, menos los desatinos –por pequeños que fueran—provenientes de los “hijos del pastor”.

En casos así lo peor que podemos hacer es tratar de condicionar a nuestros niños, adolescentes o jóvenes a actuar de determinada manera. ¿Dejarlos hacer cuanto quieran? No, en lo absoluto, pero no caer en la trampa en que caímos quienes quisimos “alienar” a nuestra familia para que pensara, actuara, se riera e incluso vistiera como nosotros.

Un comportamiento así sólo traerá rebeldía en los hijos y antes que encontrar respuestas en la iglesia de Jesucristo, recibirán con aversión todo cuanto tenga un tinte eclesial.

No somos perfectos

Cuando volvemos las páginas de la Biblia nos encontramos con Isaac, el hijo de Abraham, quien si estuviera en nuestro tiempo, podría decirnos: “Entiendo lo que sienten cuando todos alrededor pretenden que su familia sea perfecta”.

Este hombre de Dios que marcó el sendero de toda una generación en Israel, enfrentó contrariedades por las actuaciones de sus hijos, Jacob y Esaú.

En las Escrituras leemos:”Y cuando Esaú era de cuarenta años, tomó por mujer a Judit hija de Beeri heteo, y a Basemat hija de Elón heteo; y fueron amargura de espíritu para Isaac y para Rebeca”(Génesis 26:34, 35).

Sin duda los chicos de Isaac no eran los santurrones del barrio. Jacob era tramposo, como veremos más adelante, mientras que Esaú, como cualquier chico de la modernidad, buscaba llevarle la contraria a sus padres en todo.

Curiosamente muchos de los pastores y líderes con los que he hablado sobre el particular, coinciden conmigo en que las congregaciones llegan a ser demasiado duras en su juzgamiento y olvidan que nuestras familias experimentan los mismos altibajos que otra. La diferencia estriba en que, en medio de la crisis, buscamos la ayuda del Señor Jesús para que nos ayude a resolver las dificultades.

Pero si de problemas se trata…

Un líder se forja en medio de las dificultades. Cuando atraviesa períodos difíciles, aflora su capacidad para sobreponerse. Buena parte puede fundamentarse en la experiencia y, otro buen porcentaje, en lo que aprende cuando está inmerso en superar los obstáculos.

Isaac, por ejemplo, tuvo que luchar con una niñez traumática. Cuando apreciamos las imágenes descoloridas de los tiempos idos, podemos apreciar que bien pudo convertirse en un rebelde o tal vez en un hombre incrédulo a raíz de los momentos difíciles que tuvo; pero dejó atrás todo aquello que amenazaba con afectar su presente y su mañana. Volvamos atrás en su historia.

En primera instancia su padre era un hombre entrado en años cuando él nació. Tenía cien calendarios encima (Génesis 2315). No era el tipo de progenitor con el que juegas al fútbol los domingos en la tarde, o con quien vas de pesca un día feriado. Es probable incluso que le atormentara la risa de los niños y que saliera furibundo, a la puerta de la tienda, cuando los chicos amenazaban con armar una gresca.

Al llegar a la adolescencia, cuando las imágenes quedan grabadas con una impronta imborrable para siempre, Dios le ordenó a su padre que lo sacrificara, tal como lo relata el capítulo 22 del libro del Génesis.

El muchacho percibió la situación. “Entonces habló Isaac a Abraham su padre, y dijo: Padre mío. Y él respondió: Heme aquí, hijo mío. Y él dijo: He aquí el fuego y la leña; más ¿dónde está el cordero para el holocausto? Y respondió Abraham: Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío. E iban justos”(Génesis 22:7, 8).

Sin duda no era ningún traído de los cabellos; por el contrario, era bastante acucioso y entendió que él iba a ser la víctima.

Circunstancias como esa pueden llevar a un jovencito a pensar que su padre es inmisericorde, por encima de las costumbres culturales y religiosas que prevalecieran en la época, o bien a razonar que Dios era injusto porque iba a recibir honra con su vida que apenas comenzaba.

Desde esa perspectiva, valoramos que Isaac no permitió que lo embargaran el resentimiento ni los malos recuerdos. Por el contrario, en su juventud y como podemos leer en los capítulos desde el 23 hasta el 26 del libro del Génesis, reconoció al Señor en todos sus caminos…

¿Un líder vive del pasado?

Aquí cabe una pregunta: Usted como líder, ¿vive del pasado? Aspiro que no. Si tiene una carga enorme de recuerdos dolorosos de su infancia, adolescencia y etapa juvenil, es necesario que vuelva la mirada al Señor Jesús y le pida que trate con esas heridas del alma.

Un líder que obra gobernado por la rabia, el odio y la tristeza, no desarrollará a plenitud su ministerio y de paso corre el riesgo de contaminar a las personas que tiene a cargo. No, no le estoy hablando de contagio físico como si se tratara de un virus, sino de sembrar semillas negativas en aquellos a quienes estamos formando en la vida cristiana o secular.

En la Biblia leemos que Jesús es nuestro “Por lo tanto, ya que en Jesús, el Hijo de Dios, tenemos un gran sumo sacerdote que ha atravesado los cielos, aferrémonos a la fe que profesamos. Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado. Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos.” (Hebreos 4:14-16. Nueva Versión Internacional).

Nuestro amado Salvador comprende las crisis por las que atravesamos, muchas de ellas fruto de un pasado traumático, y es El y nadie más que El quien puede ayudarnos a borrar esos recuerdos que nos roban la tranquilidad.

Para un líder no todo es color de rosa

Tener una solidez económica como la que heredaba Isaac (Génesis 24:35) y un padre que se preocupaba de asuntos tan personales como conseguirle esposa (Génesis capítulo 24), no aseguran un liderazgo sólido, próspero  y promisorio.

Ser líder no es una condición que se hereda. Por el contrario y a diferencia de lo que opinan muchos, un líder no nace, se hace.

Este hecho reviste especial significación porque la otra cara de la moneda indica claramente que el hecho de ser hijo de alguien que jamás abanderó ninguna campaña, no determina que sea imposible el que desarrollemos un liderazgo. Es algo personal y no generacional.

En momentos difíciles, el líder deposita su confianza en Dios

En el trasegar hacia el crecimiento personal y como líder de una generación, Isaac se encontró con una realidad a la que no solo no podía escapar, sino que además era humanamente imposible de resolver. Su hermosa y joven esposa Rebeca era estéril. Algo traumático para un padre que anhelaba llevar sus hijos al caer la tarde de un sábado cualquiera a los juegos mecánicos o quizá a ver una buena película.

En su caso podría ser la pérdida de empleo; las dificultades para plantar una congregación; los tropiezos en las relaciones con las personas que están a cargo; dificultades financieros que impiden la concreción de sus sueños… en fin, las posibilidades son infinitas.

¿Qué hizo Isaac? Tomó la decisión que debe acompañar a quienes tropiezan con un enorme obstáculo en su camino: volvió su mirada a Dios y depositó en El la confianza plena de que obraría un milagro.

“Y oró Isaac a Jehová por su mujer, que era estéril; y lo aceptó Jehová, y concibió Rebeca su mujer”(Génesis 25:21).

Fruto del clamor, vino la bendición. Rebeca concibió gemelos: Esaú y Jacob.

Se trata de una característica que debemos dimensionar en su verdadera proporción: si estamos sirviendo a Dios en la obra, por insignificante que parezca nuestro papel en el servicio, es al Señor a quien debemos ocurrir tan pronto advertimos que surge un problema.

Lograrlo amerita que mantengamos una estrecha relación con el Padre mediante la oración. Se supone que si somos sus siervos, de El debemos recibir instrucciones y a El es necesario que acudamos en los momentos difíciles.

Ese diálogo permanente con el Dueño de la obra, llevó a que Dios le pusiera en alerta cuando Isaac proyectaba ir a Gerar frente a la hambruna que golpeaba su país. “Y se le apareció Jehová, y le dijo: No desciendas a Egipto; habita en la tierra que yo te diré”(Génesis 26:2).

Como consecuencia de esa relación con Aquél que todo lo puede, el Todopoderoso le reafirmó siete promesas:

1.- Prometió apoyarlo y estar con él (Génesis 26:3).

2.- Prometió bendecirlo en sus caminos (Génesis 26:3).

3.- Prometió bendecir su descendencia (Génesis 26:3).

4.- Prometió confirmar todas las buenas noticias que había compartido a su padre Abraham (Génesis 26:3).

5.- Prometió multiplicar su descendencia (Génesis 26:4).

6.- Prometió otorgarle la tierra que anunció a Abraham (Génesis 26:4).

7.- Prometió que en él, Isaac, sería bendita toda la tierra que ocupara (Génesis 26:5). 

El líder no se detiene ante los obstáculos

¿Le ha ocurrido que justo cuando piensa que todo marcha bien, afloran cualquier cantidad de obstáculos? Situaciones así tienden a quitarnos la tranquilidad y hay quienes experimentan desánimo.

En Isaac se vio reflejada esa situación. Cuando iba tras el sendero que marcó su padre, en dirección a Gerar (Génesis 26:17),  encontró múltiples problemas en la tierra que aspiraba encontrar prosperidad a su ocupación como ganadero.

Si bien es cierto reabrió los pozos que construyó Abraham (Génesis 26:18), halló oposición entre quienes habitaban aquel territorio y reclamaban la propiedad de dichas cisternas (Génesis 26:19-21).

Pese a ello, Isaac no se dio por vencido. Asumió un principio que debe primar en todo líder: la perseverancia. Las Escrituras nos muestran que finalmente abrió un pozo sobre el que nadie hizo reclamos (Génesis 26:22). De no haber persistido, lo más seguro es que habría renunciado a sus metas y sin duda, tendría que enfrentar por años la frustración.

Tome un tiempo para revisar su vida. Usted fue llamado a vencer. El Señor Jesús ganó para usted la victoria en la cruz. No puede detenerse. Eso sería una verdadera locura. Es hora de que reemprenda el camino… Sin duda vencerá…

PREGUNTAS SOBRE LA LECCIÓN 

1.  Un líder se forja en medio de las _____________________________.

2. ¿Qué debe hacer un líder cuando tiene un pasado duro?

3. ¿Quién es el que verdaderamente borra las heridas del pasado?

4. ¿Podemos heredar el liderazgo (no un cargo)?

5. Un líder no nace se _______________

6. ¿Cuándo un líder de Dios tropieza con obstáculos –pruebas, momentos difíciles-, hacia donde debe volver su mirada?

7. Mencione las 7 promesas que Dios le dio a Isaac como consecuencia de la relación con el Señor.

 

8. Isaac comprendió que en todo líder necesita tener __________________________________.

7. Integridad

Capítulo 7

El líder vivencia la relación entre el decir y el hacer – Nos venden imágenes irreales

 Ps. Fernando Alexis Jimenez

Con frecuencia me sorprenden los anuncios de televisión y de la radio promocionando, a tiempo y a destiempo, algún tipo de producto. Conciben unos comerciales de película que nos transportan a situaciones propias del mundo ilimitado de la fantasía y casi, en cuestión de segundos, nos convierten en los protagonistas de tramas inverosímiles, generalmente con finales felices…

Enciende la tele y aparece una promoción. El presentador, con una sonrisa amplia, anuncia que si compra tal o cual aparato, con la más alta tecnología disponible en el mercado, adelgazará diez kilos por mes. “Es una oferta”, advierte, para anotar a continuación que la decisión de seguir con sobrepeso o tener un cuerpo perfecto, sea hombre o mujer, está en sus manos. Venden la idea de que ser gordito es una desgracia.

En otro canal, una mujer rejuvenecida anuncia que está disponible, por unos cuantos dólares, la fuente de la eterna juventud. Es una crema que reduce progresivamente todas las arrugas hasta hacerlas desaparecer. “Se verá joven nuevamente”, anuncia.

Seguimos pasando de un canal al otro y de pronto las imágenes son diferentes. En un auto último modelo, acompañado por dos chicas, un hombre que comparte su secreto con los televidentes. Era pobre hasta que adquirió el manual en el que se encuentran todos los números ganadores de la lotería. De la noche a la mañana su suerte cambió. Ahora es millonario, las mujeres le siguen y todo parece sonreír a su alrededor. El espectador guarda la sensación de que ser pobre antes que una condición, es lo peor que puede ocurrirle a un ser humano.

La lista sería interminable. La sociedad nos condiciona a pensar y a actuar de determinada forma. Y en el caso del liderazgo, nos presenta la imagen errada de que todos aquellos que marcaron un hito en la historia de la humanidad, fueron siempre hombres y mujeres con principios y valores que determinaron su éxito futuro. Ninguno –en apariencia—cometió fallas.

En caso de tratarse de servidores de Dios, fueron perfectos desde el mismo momento de su concepción. Nos presentan un concepto equivocado en el que todos aquellos que ejercen liderazgo, jamás se equivocan, no tienen fallas, evidencian las mejores relaciones interpersonales y, además, todo cuanto hacen sale bien.

Es tanto como vender un producto de la tele. Hay marketing de por medio. Una estrategia bien concebida para presentar unas características inigualables que crean necesidad y además, ofrecen una perspectiva muy novelesca de quien puede ocupar una posición relevante.

¿Un líder tramposo?

Ahora le formulo un interrogante ¿Qué pensar de un líder que buena parte de su vida se caracterizó por ser un tramposo?¿Cómo depositarle nuestra confianza cuando de antemano sabríamos que deseaba sacar ventaja?¿Qué lo llevó a convertirse en pieza clave para el cumplimiento de los planes de Dios?

Es probable que al meditar en estos tres interrogantes haya hecho un parangón con su vida y piense:”Si Jacob con esas “cualidades” llegó a cumplir una misión divina, ¿acaso no llegaré yo a ser un vaso útil en su obra?”. Sin duda que puede. Resta que se someta al Creador y permita que El lime todas las aristas, de manera que pueda constituirse en el instrumento que necesita para cumplir Sus planes en medio nuestro.

Un líder es visionario, pero no ventajoso

Suelo recordar los tiempos acerca de los cuales nos compartía mi abuelo Angelino Barco sobre un Vijes tranquilo, de casas grandes y solares interminables, con tejas de barro, chambranas de madera tallada a mano y callecitas polvorientas en las que la palabra empeñada tenía el valor de una Escritura Pública.

El fue desde siempre el Notario Público de aquél pueblecito y ante él se suscribían los documentos para la compra y venta de inmuebles así como el registro de quienes nacían. Pero salvo anotar en los libros quiénes veían la luz de la vida, tenía poco trabajo. Por años los textos en los que debía asentar información sobre negocios permanecieron en blanco. ¿La razón? Las personas hacían cualquier negociación confiando solamente en la palabra de su interlocutor. Había seriedad y compromiso para cumplir lo prometido. La palabra era suficiente.

Los tiempos cambiaron. Hoy nadie confía en nadie y menos, alguien depositará su confianza en quienes históricamente han faltado a lo prometido. Esa es la razón por la cual deducimos que Jacob –hijo de Isaac, de quien podemos leer en el capítulo  25 del libro, no era persona con la cual que se podía hacer ningún trato.

¿Un ejemplo sencillo? Lo invito para que leamos las Escrituras, y como si estuviéramos presentes en la escena, observemos qué ocurrió: “Y guisó Jacob un potaje; y volviendo Esaú del campo, cansado, dijo a Jacob: Te ruego que me des a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy cansado. Por tanto fue llamado su nombre Edom. Y Jacob respondió: Véndeme en este día tu primogenitura. Entonces dijo Esaú: He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura? Y dijo Jacob: Júramelo en este día. Y él le juró, y vendió a Jacob su primogenitura. Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura. “Génesis 25:29-34).

Es probable que piense: “La culpa fue de Esaú que no valoró ser el primogénito”, pero ¡Cuidado! No podemos pasar por alto los atributos negativos de Jacob: oportunista, ventajoso, egoísta, carente de toda sensibilidad humana y miserable. ¿Podría el Señor obrar a través de un hombre así? Sin duda, pero fue necesario que se matriculara en la “Escuela de Dios”.

Algo que no podemos desconocer, sin embargo, es que Jacob pensó en el futuro. Fue visionario pero su forma de ejercer esa condición, y los medios que utilizó, no fueron los más recomendables.

¿Por qué utilizó Dios a Jacob? Para cumplir un plan previsto con antelación, en plena coincidencia con la promesa hecha a Isaac: “Habita como forastero en esta tierra, y estaré contigo, y te bendeciré; porque a ti y a tu descendencia daré todas estas tierras, y confirmaré el juramento que hice a Abraham tu padre. Multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo, y daré a tu descendencia todas estas tierras; y todas las naciones de la tierra serán benditas en tu simiente,por cuanto oyó Abraham mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes.”(Génesis 26:3-5). En tales circunstancias resultaba apropiado que Aquél que todo lo puede, puliera a Jacob hasta tenerlo en el punto necesario para ser Su instrumento.

El líder se gana los beneficios, no los sustrae

Imagine un grupo de encuestadores que llega a un Instituto Bíblico en cualquier ciudad de cualquier país. Distribuyen los formatos y, en el momento de procesarlos, encuentra que los futuros pastores aspiran tener “Una congregación enorme con solidez económica”.

Terminada la formación teológica, se encuentran con la necesidad de emprender la anhelada plantación de una iglesia a partir de cero, es decir, sin miembros, sin recursos económicos y sin templo.

¡Qué gran desilusión! Seguramente eso jamás lo imaginó el recién graduado. Esperaba que, concluido su ciclo académico, pondrían bajo sus hombros la guía de una comunidad de creyentes establecida. Olvidó que es necesario ganarse los beneficios y no esperar que todo caiga del cielo, como el maná.

Si Jacob hubiese ido al Instituto Bíblico, habría sido uno de tales estudiantes. Era el tipo de personas que esperan llegar a la cima, pero no subiendo el sendero, sino utilizando un teleférico.

¿Una razón? Lo que hizo para agenciarse la bendición de su anciano padre Isaac. Era ya viejo, no podía ver, y fácilmente podía confundir la voz de las personas.

En tales circunstancias “…llamó a Esaú su hijo mayor, y le dijo: Hijo mío. Y él respondió: Heme aquí. Y él dijo: He aquí ya soy viejo, no sé el día de mi muerte.  Toma, pues, ahora tus armas, tu aljaba y tu arco, y sal al campo y tráeme caza; y hazme un guisado como a mí me gusta, y tráemelo, y comeré, para que yo te bendiga antes que muera Rebeca estaba oyendo, cuando hablaba Isaac a Esaú su hijo…”(Génesis 27:1-5).

Lo que describe el pasaje a continuación es muy similar al argumento de una novela de buenos y malos, en el que la madre malvada recomienda a su hijito Jacob que engañe a su padre utilizando piel de carnero en sus brazos y ropas de su hermano, para que al acercarse su progenitor le confunda con Esaú y obtener así la preciada bendición.

“Y se acercó Jacob a su padre Isaac, quien le palpó, y dijo: La voz es la voz de Jacob, pero las manos, las manos de Esaú. Y no le conoció, porque sus manos eran vellosas como las manos de Esaú; y le bendijo.”(Génesis 27:18-23).

¿Se imagina la crisis que desencadenó este engaño? Jacob fue repudiado por su hermano Esaú cuando se enteró de las estratagemas que utilizó para robarle la bendición patriarcal. El desenlace lo podemos leer en el capítulo 27 del Génesis, versículos del 30 al 41.

Un líder cuida de sus acciones

Hace pocos días en la televisión observaba a un ministro evangélico mejicano. Resaltó en su conferencia la importancia de cuidar las acciones del presente, previniendo que en el futuro no experimentemos las consecuencias de los errores.

Sin embargo con frecuencia los líderes caen en el emocionalismo que les lleva a reaccionar más con el corazón que con la razón, o quizá bajo el amparo del cargo que ocupan y llegan a obrar con tiranía.

Todo lo que se deriva de sus actos se puede apreciar con el paso del tiempo. Eso fue justo lo que ocurrió con Jacob: Y aborreció Esaú a Jacob por la bendición con que su padre le había bendecido, y dijo en su corazón: Llegarán los días del luto de mi padre, y yo mataré a mi hermano Jacob. Y fueron dichas a Rebeca las palabras de Esaú su hijo mayor; y ella envió y llamó a Jacob su hijo menor, y le dijo: He aquí, Esaú tu hermano se consuela acerca de ti con la idea de matarte. Ahora pues, hijo mío, obedece a mi voz; levántate y huye a casa de Labán mi hermano en Harán…”(Génesis 28:41-44).

¿Ha tomado tiempo para revisar sus actuaciones? Es importante que lo haga, cualquiera sea la posición de liderazgo que ocupe. Recuerde que en el futuro cosechará lo que sembró hoy.

El auto examen es fundamental en la vida del cristiano. Nos permite identificar errores y a la vez, crecer. Forma parte del proceso que cumplimos cuando, camino a ser líderes de excelencia, nos matriculamos en la “Escuela de Dios”.

PREGUNTAS SOBRE LA LECCIÓN 

1. Aún con nuestras fallas, errores y limitaciones, ¿Qué podemos hacer para convertirnos en instrumentos de Dios?

2. ¿Qué lección aprendemos de la acción de Jacob sobre su hermano Esaú cuando le compró su progenitura conforme a Gén 25:29-34?

3. ¿Qué hizo que el Señor utilizara a Jacob como líder?

4. ¿Qué  cosas nos muestra –enseña- el Señor al usar a Jacob como líder?

5. ¿Qué consecuencias negativas trajo en su familia y en su vida el que Jacob robara la progenitura a Esaú?

 

6. ¿Por qué es importante autoevaluarnos?

8. Errores

Capítulo 8

El secreto: aprender de los errores – Dios trae seguridad a la vida del líder

 Ps. Fernando Alexis Jimenez

¿Estoy en el camino correcto?¿Los pasos que he dado hasta el momento llevarán al cumplimiento de los propósitos de Dios en mi vida?¿Por qué transcurre tanto tiempo sin que nada extraordinario ocurra?¿Acaso Dios no escucha mis oraciones?¿Por qué en la vida de otros líderes pareciera que todo se desenvuelve a las mil maravillas mientras que en el ministerio a mi cargo pareciera experimentar estancamiento?

Usted se encuentra dando vueltas en cama. Es pasada la medianoche y no halla respuestas para sus interrogantes, que aumentan con el correr de los días.

Hace pocas horas tuvo una reunión. Tres de los maestros de Escuela Dominical presentaron renuncia al cargo y advierte que hay cambios en el comportamiento del co-pastor; lo más seguro es que aceptó la oferta que le hicieron en una iglesia creciente del centro de la ciudad y pronto pasará la carta de dimisión.

¿He fallado en algo?—vuelve y se interroga. El reloj despertador ha corrido inmisericorde y todavía no logra conciliar el sueño.—Señor, si tuviera una respuesta tuya…–.

Sin duda una y otra vez ha experimentado la misma situación. No es fácil. Solo usted y quienes conocen el desierto de dolor, preocupación e incertidumbre, saben de qué hablo.

La idea que muchos tienen en torno a que el camino de los líderes es color de rosa no solo es ajena a la realidad sino que además, no consulta el proceso de formación de quienes, en medio del trabajo, aprenden y a partir del nuevo conocimiento previenen fallas a futuro.

Jacob era tramposo. Nadie lo pone en duda. Aprovechaba las circunstancias difíciles de los demás y sacaba ventaja, estamos de acuerdo. Y a todas estas características sumaba una tercera que es contraproducente para quienes ejercen el liderazgo: tenía una excesiva dependencia de su madre.

En su caso particular, puede ser una dependencia enfermiza de un superior jerárquico o tal vez de la solidez económica con la que está seguro, podrá financiar los proyectos.

Es probable que depender sea una palabra que se aplica a su existencia cuando se refiere a la opinión de los demás. No hace absolutamente nada sin consultarles y, justo por estar haciendo consenso, termina obrando en contravía de lo que hubiese querido.

El líder debe romper toda observancia humana  y someterse a Dios, quien no solo guía acertadamente nuestros pasos, sino que es quien nos llevó a trabajar en la obra del Reino. ¿Y si mi desempeño es secular? Igual, es necesario que rompa cadenas o como solemos repetir en Latinoamérica, que no estemos sujetos al “cordón umbilical”.

Le invito para que volvamos las Páginas de nuestra Biblia y vamos, como espectadores que no quieren perder detalle, al tránsito de Jacob a Padan-aram, huyendo de su hermano Esaú:

“Salió, pues, Jacob de Beerseba, y fue a Harán. Y llegó a un cierto lugar, y durmió allí, porque ya el sol se había puesto; y tomó de las piedras de aquel paraje y puso a su cabecera, y se acostó en aquel lugar. Y soñó: y he aquí una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella.  Y he aquí, Jehová estaba en lo alto de ella, el cual dijo: Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. Será tu descendencia como el polvo de la tierra, y te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur; y todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente. He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho. Y despertó Jacob de su sueño, y dijo: Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía. Y tuvo miedo, y dijo: !!Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo.”(Génesis 28:10-18).

Dios nos acompaña 

El encuentro que experimentó Jacob con Dios fue altamente favorable por varias razones. La primera, porque entendió que en medio de su trasegar no estaba solo. Por el contrario, Dios iba con El. “He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra”.

¿Cuántas veces nos sentimos abandonados a nuestra suerte mientras desarrollamos algún ministerio? Los esfuerzos parecen infructuosos y es probable que hayamos razonado que estamos predicando en un desierto. Es factible incluso que nos embargue la sensación de que estamos dando todo de nosotros pero no recibimos nada a cambio.

Pero nos equivocamos. Dios conoce la situación que atravesamos y está esperando que volvamos a El nuestra mirada, en procura de Su intervención. No hará nada que vaya en contravía de lo que pensamos o hacemos. Pero tiene libertad plena cuando le pedimos no solo que trate con nuestra existencia sino que  tome control del desenvolvimiento eclesial y secular. 

Un segundo elemento que aprendió Jacob fue que:

Debemos permanecer en las promesas de Dios

Aunque todas las circunstancias estén en contra, es esencial permanecer en las promesas de Dios. Este hecho implica una total dependencia de Su voluntad y obrar en nosotros.

Cuando el Señor promete algo, debemos estar seguros de que cumplirá. La ilustración más aproximada a este concepto es el hombre que, tras el naufragio de la embarcación en la que se desplazaba, se prende de un pedazo de madera como su única posibilidad de salvar la vida.

Observe el texto nuevamente. El Señor fue claro al recordarle: “Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. Será tu descendencia como el polvo de la tierra, y te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur; y todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente”.

La paz que embargó a Jacob renovó sus fuerzas. ¡Podía seguir luchando!… Valía la pena.

Aplique esa Palabra a su existencia. No desista del trabajo que está realizando. Si le asiste el convencimiento que es el propósito de Dios para usted, siga firme. No renuncie. No importa cuántos obstáculos puedan levantarse. Recuerde que ganador no es quien comienza la carrera con mucho entusiasmo y renuncia en la mitad del camino, sino quien llega hasta el final, así sea el último.

Un tercer principio que aprendió Jacob fue:

Hay que permanecer en la voluntad divina

Hay varias formas de desplazarse de Buenaventura, en Colombia, hasta Lima, en el Perú. Los dos son puertos. Imagine por un instante que debe transportar una carga enorme.

Usted puede acudir al desplazamiento por tierra. Tardará en lograr el objetivo, los costos serán altos, correrá peligro de ser asaltado en carretera, deberá hacer muchas pausas en ciudades y pueblos a los que llegue y posiblemente la mercancía llegará maltratada.

Una opción rápida aunque demasiado costosa es por avión. Nada impide que llegue a Quito, a menos que la aeronave se precipite a tierra. Es cierto, la mercancía llegará en buen estado pero lo más previsible es que el valor del flete será tan alto que disminuirán los márgenes de ganancia.

Una tercera alternativa es por vía marítima. El traslado se haría de puerto a puerto. Los costos son bajos, hay altos márgenes de seguridad, la movilización es relativamente rápida y los productos llegarán en buen estado.

Le pregunto. ¿Cuál de las tres posibilidades es la más aconsejable?. “El transporte por mar”, me responderá. Y coincidimos, pero usted habría tenido la oportunidad de escoger.

Igual cuando el Señor depositó en nosotros una misión. Podemos hacerlo a la manera de Dios, a nuestra manera y a la manera del mundo. Sólo cuando marchamos en el centro mismo de la voluntad del Supremo Hacedor, tenemos asegurada la victoria.

Este principio debe llevarle a un examen juicioso de cómo está su desenvolvimiento. ¿Está en la voluntad divina?¿Obra conforme le orienta su corazón?¿Consulta qué decisiones tomar con todos los que pasan a su lado? El resultado de la evaluación permitirá que reoriente su sendero y le corroborará que es necesario hacer constantemente un alto en el camino para mirar si estamos transitando acertadamente hacia la meta.

La transparencia identifica al líder

Ya lo sabemos: Jacob era tramposo. Era una de sus muchas facetas. Quería llegar a la meta pero tomando atajos. Quien se desenvuelve así, no solo tendrá problemas a corto y mediano plazo sino que más temprano que tarde hallará un timador igual.

Y a nuestro líder experimentó esa situación. Primero, su suegro Labán lo hizo trabajar siete años por la mujer de sus sueños: Raquel, sin embargo le entregó primero a Lea aduciendo que así estilaban en la región, y después –por el trabajo de otros siete años—a Raquel. (Génesis 29: 16-30).

Con la inquietud en su corazón por semejantes tretas, a Jacob le tocó definir con Labán su salario. Tras pensarlo bastante, le pidió las ovejas manchadas de color y las oscuras (Génesis 30:31-36). Hasta allí todo estaba bien, sin embargo “Tomó luego Jacob varas verdes de álamo, de avellano y de castaño, y descortezó en ellas mondaduras blancas, descubriendo así lo blanco de las varas. Y puso las varas que había mondado delante del ganado, en los canales de los abrevaderos del agua donde venían a beber las ovejas, las cuales procreaban cuando venían a beber. Así concebían las ovejas delante de las varas; y parían borregos listados, pintados y salpicados de diversos colores. Y apartaba Jacob los corderos, y ponía con su propio rebaño los listados y todo lo que era oscuro del hato de Labán. Y ponía su hato aparte, y no lo ponía con las ovejas de Labán. ”(Génesis 30:37- 40).

¿Le suena familiar esta actitud? Seguro que sí. Es el mismo Jacob de siempre. Probablemente con un poco más de barba y menos cabello, pero el mismo. No ha cambiado nada.

Es probable que le asistan no el engaño sino otros comportamientos que empañan su desenvolvimiento ministerial o secular. ¿Qué puede ocurrir? Que se estancará y siempre arrastrará la imagen de alguien en quien no se puede confiar. ¿Qué resta? Permitir que Dios trate con su existencia. El no utilizará a quienes todavía estén bajo el engaño y la mentira. No son prácticas que se estilan en el pueblo santo y, si le abre las puertas, operará los cambios que son necesarios en su existencia.

Jamás olvide que una de las pautas que aprende un buen líder es a rodear su desempeño con transparencia en todo cuanto piensa y hace.

El perdón debe primar en el líder

Llegar a una posición de liderazgo no nos otorga prerrogativas como el poder odiar y guardar resentimiento hacia aquellos que de una u otra manera nos provocaron mal. En absoluto. El perdón debe ser una característica que identifique nuestro desenvolvimiento tanto eclesial como secular.

El principio de perdonar lo debió aprender Jacob como ya lo había aplicado   Esaú. Jamás imaginó que tendría que recurrir a su hermano, pero como solemos repetir en Latinoamérica “La vida da muchas vueltas y es probable quedar en el mismo sitio”. Ante lo inevitable de un encuentro, envió varias delegaciones que le prepararan el camino con el recado: “Así dice tu siervo Jacob: Con Labán he morado, y me he detenido hasta ahora; y tengo vacas, asnos, ovejas, y siervos y siervas; y envío a decirlo a mi señor, para hallar gracia en tus ojos.”. (Génesis 32:4, 5).

Contrario a lo que pensaba, Esaú tenía un corazón que en apariencia era duro pero estaba inclinado a dejar de lado las molestias que pudieran despertarle aquellos que le ofendían.” Alzando Jacob sus ojos, miró, y he aquí venía Esaú, y los cuatrocientos hombres con él; entonces repartió él los niños entre Lea y Raquel y las dos siervas.  Y él pasó delante de ellos y se inclinó a tierra siete veces, hasta que llegó a su hermano. Pero Esaú corrió a su encuentro y le abrazó, y se echó sobre su cuello, y le besó; y lloraron.”(Génesis 33:1-4).

No puedo comprender cómo alguien puede ministrar con un corazón lleno de rencor y resentimiento hacia su prójimo. Si es su caso, llegó la hora de volver la mirada a Jesucristo y pedirle que trate con su vida de tal manera que sane las heridas emocionales y coloque perdón donde antes primaba el odio.

Recuerde que un líder que aspire llegar a la cumbre, debe estar dispuesto para que Dios aplique los ajustes necesarios en su existencia…

PREGUNTAS SOBRE LA LECCIÓN 

1. El líder debe romper toda dependencia  humana y someterse a ______________

La idea que muchos tienen en torno a que el camino de los líderes es color de rosa no solo es ajena a la realidad sino que además, no consulta el proceso de formación de quienes, en medio del trabajo, aprenden y a partir del nuevo conocimiento previenen fallas a futuro.

2. Mencione las razones por las cuales el encuentro de Jacob con el Señor (narrado en Gen 28:10-18) fue tan favorable, es decir los principios que Jacob aprendió.

3. Cuando sentimos que nuestros esfuerzos son en vanos, y hasta pensamos que estamos solos ¿Qué promesa tenemos de aquel que nos llamó?

4. ¿Que espera el Señor de nosotros cuando estamos como refleja la pregunta #3?

5. Aunque todas las circunstancias estén en contra es necesario permanecer en las ____________________________,

  es decir, tener una total __________________________ de su voluntad.

6. Cuando hacemos las cosas conforme al plan y la manera de Dios tenemos asegurada la ______________________.

7. Cuando tenemos comportamientos que empañan su desenvolvimiento ministerial o secular ¿Qué debemos hacer?

8.  Una de las pautas que aprende un buen líder es a rodear su desempeño con _______________________en todo cuanto piensa y hace.

 

9. El _______________­­­____ debe ser una característica que identifique nuestro desenvolvimiento tanto eclesial como secular.

9. Adversidad

Capítulo 9

Los tropiezos en la vida del líder – Es necesario aprender a manejar la adversidad

 Ps. Fernando Alexis Jimenez

La alegría del pastor Alfonso Cabrera jamás se vio diezmada pese a que, cuando saludaba a ciertos hermanos de la congregación con una sonrisa de oreja a oreja, se encontraba con respuestas frías y la expresión hosca que no hacía otra cosa que decir, sin palabras: “¿Para qué nos saluda si no queremos contestarle”.

No dudo que debió pasar malos momentos y es probable que en más de una ocasión haya sentido el deseo de no hacerlo de nuevo. Pero era el pastor. Y aquellos esperaban que los saludara; de lo contrario  hubiesen  socializado entre los creyentes que “El pastor no se dignaba mirarlos”.

Una situación que bien acompasa con un refrán popular en Latinoamérica: “Palo por que bogas, palo por que no bogas”, al aludir a los duros tratos de los capataces a los esclavos en los períodos de colonización, quienes buscaban el menor pretexto para descargar su ira, rencor y frustraciones en las espaldas de quienes tenían a cargo.

Igual en la vida cristiana. Siempre encontraremos personas a las que, sin haberles causado daño alguno, buscan traer problemas y ponen tropiezo a quienes son sus líderes o también a aquellos que buscan vivir conforme a las pautas trazadas por nuestro amado Señor.

Si viajamos atrás en el tiempo nos hallaremos a José, quien aprendió a fuerza de depositar su confianza en Dios, de qué manera debía enfrentar airoso el cúmulo de dificultades que surgían a su paso.

Obrar en consonancia con sólidos principios

Al recorrer las páginas de la Biblia en procura de conocer la Hoja de Vida de José, hallamos que “…apacentaba José ovejas con sus hermanos…”(Génesis 37:2 a). Hasta allí todo normal. Se desenvolvía socialmente y al igual que usted y yo, tenía una ocupación con  múltiples responsabilidades que atender. Sin embargo no compartía el desempeño amoral de quienes le rodeaban “…e  informaba José a su padre la mala fama de ellos…”.(Génesis 37:2 b).

Trabajar, estudiar o tener trato a diario con personas sin principios ni valores, no implica que debemos identificarnos con su comportamiento errado y menos que estemos obligados a asimilar lo que dicen o hacen. Es uno de los aspectos que debe asumir el líder en el trabajo seglar y en el plano eclesial.

Ahora, sin proponérselo—como puede ocurrir con su vida—algunas circunstancias que rodeaban a José despertaron los celos y animadversión de sus hermanos. “Y amaba Israel a José  más que a todos sus hijos, porque lo había tenido en su vejez…”(Génesis 37:3).

¿Se da cuenta qué ocurre cuando alguien advierte preferencias alrededor? Emergen la envidia y un deseo sutil pero contundente y peligroso de causar daño a quien en la mayoría de los casos es inocente y recibe todas las atenciones.

Es un fenómeno universal. Ocurre en las empresas, en entidades académicas y también en la iglesia.

El recibir reconocimiento de su progenitor, llevó a que en la vida de José aparecieran los malos momentos porque sus hermanos “le aborrecían, y no podían hablarle pacíficamente”(versículo 4 b).

La prudencia, esencial en el líder

Cuando hay alrededor quienes expresan animadversión hacia usted, lo menos aconsejable es compartirles experiencias exitosas. Este hecho avivará la molestia que les embarga. ¿Qué hacer? La prudencia nos recomienda guardar silencio en estos casos. Al fin y al cabo, ¿qué gana usted proclamando sus logros? Aún si guarda silencio, tales logros hablarán por si solos poniendo de relieve sus ejecutorias.

Con la mejor de las intenciones y fruto de la nobleza de José, compartía a todos lo que acontecía en su vida. “Y soñó José un sueño, y lo contó a sus hermanos; y ellos llegaron a aborrecerlo más todavía”(Génesis 37:5).

Lo que soñaba, lo que pensaba, lo que hacía, todo se conjugaba en una sumatoria de motivos para que sus hermanos pusieran tropiezo a su desenvolvimiento(lea por favor los versículos 8 y 11).

Un hecho que cabe resaltar en este punto del análisis es que José no permitió que el resentimiento tomara forma en su corazón. Una pauta de Vida Cristiana Práctica que le invitamos a asumir: pida a Dios la prudencia y sabiduría necesarias para enfrentar exitosamente cualquier ataque producto de la envidia, que se produzca a su alrededor.

Hacer caso omiso de este principio dimensionará sin razón las diferencias que hayan con quienes le envidian hasta convertirse en un problema de impredecibles consecuencias.

Volvamos a José. Sus problemas no pararon solo en la molestia que despertaba en sus familiares. En cierta ocasión que iba camino de Dotán, en donde apacentaban ovejas, se encontró a boca de jarro con un incidente que cambió dramáticamente el curso de su historia. “Cuando ellos lo vieron de lejos, antes que llegara cerca de ellos, conspiraron contra él para matarle”(Génesis 37:18).

¿Quién sufre más? Sin duda quien guarda rencor. No solo recogerá aquello que siembra sino que además, tal actitud se reflejará en su propia salud y estado de ánimo. El veneno que acompañaba a los hermanos de José, les llevó a venderle como esclavo a un grupo de comerciantes ismaelitas que iban camino de Egipto (versículo 18). Estos a su vez lo vendieron a Potifar, oficial de Faraón, máximo gobernante egipcio.

Bendecidos para bendecir

Un hombre o mujer de Dios se convierte en instrumento de bendición donde quiera que vaya. La presencia del Altísimo nos acompaña y se reflejará en todo cuanto hagamos.

Aún en medio de la adversidad, nos permitirá bendecir a quienes nos rodean: en el hogar, en la universidad, en el trabajo y en la iglesia.

¿Dejó solo Dios a José? En ningún momento. Por el contrario, bendijo todo lo que tocaba. “Más Jehová estaba con José, y fue varón próspero; y estaba en la casa de su amo el egipcio”(Génesis 39:2).

¿Un jefe o superior jerárquico difícil? No faltarán donde quiera que estemos. Sin embargo si Dios marcha con nosotros, ocurrirá lo que con José y que se reflejó en su lugar de trabajo: “Así halló José gracia en sus ojos…”(versículo 4).

Hay un texto que me parece muy significativo y lo comparto con ustedes, tomado de una versión popular: “Sabemos que Dios obra en toda situación para el bien de los que lo aman, los que han sido llamados por Dios de acuerdo a su propósito”(Romanos 8:28. Nuevo Testamento: la Palabra de Dios para todos”. 

Es probable que sienta soledad. Quizá ha razonado que en medio de las circunstancias adversas, ni siquiera puede escuchar la voz de Dios. Pero está equivocado. A pesar de los densos nubarrones, nuestro Padre nos acompaña. No nos deja solos y, sin duda, no lo hará. ¿Una razón? Guardó a José en todo instante:

“…Jehová bendijo la casa del egipcio por causa de José, y la bendición de Jehová estaba sobre todo lo que tenía, así en casa como en el campo”(Génesis 39:5).

La transparencia moral en la vida del líder

Que alguien alrededor tenga un desliz moral nunca será tan cuestionado como cuando el protagonista no es alguien del común sino quien ocupa una posición de liderazgo, en la iglesia o en el plano secular.

De un evangelista internacional escuché decir que jamás se dejaba acompañar de una dama porque, señalaba: “Alguien podría tomar una fotografía y publicarla en los diarios aduciendo adulterio en mi vida”.

¿Se va a los extremos? Creo que no. Por el contrario, es una forma sensata de cuidar su desenvolvimiento. No olvide que las personas que nos rodean esperan el más mínimo error para cuestionarnos.

Una oración que no debe faltar jamás en nuestro devocional, es pidiendo a Dios la fortaleza para vencer la tentación.

José experimentó una situación crítica cuando Satanás se atravesó en su paso, poniendo un  motivo de hacerle caer. “Aconteció después de esto, que la mujer de su amo puso sus ojos en José, y dijo: Duerme conmigo, y él no quiso…”(Génesis 40:7, 8).

Las estratagemas de Satanás son tremendas; no en vano advirtió el apóstol Pedro: Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar;”(1 Pedro 5:8).

Una vez el enemigo se da a la tarea de poner tropiezos, no descansará hasta encontrar el momento oportuno para producir nuestra caída. Por esa razón es necesario permanecer tomados de la mano del Señor Jesucristo.

Observe lo que desencadenó el mal deseo de la mujer de Potifar: aprovechó un momento que consideró oportuno y “… lo asió por su ropa, diciendo: Duerme conmigo. Entonces él dejó su ropa en manos de ella, y huyó y salió”(Génesis 39:12).

Como consecuencia de la calumnia, el joven israelita experimentó un nuevo vuelco en su existencia: “Y tomó su amo a José, y lo puso en la cárcel, donde estaban los presos del rey, y estuvo allí en la cárcel. Pero Jehová estaba con José y le extendió su misericordia, y le dio gracia en los ojos del jefe de la cárcel”(versículos 20, 21). Allí también se apreció lo que en casa de Potifar: por amor a José, Dios prosperó al carcelero.

El manejo de la desilusión

Algo a lo que no podemos sustraernos y menos quien está matriculado “En la escuela de Dios” camino al liderazgo, es que siempre encontraremos en el camino a los ingratos. Personas que no valoran lo que hagamos por ellos.

Su insensibilidad les lleva a sentir que, cuanto hicimos a su favor, es mínimo o no vale la pena considerarlo. Es el tipo de situaciones que debemos aprender a manejar en nuestro desenvolvimiento cotidiano.

¿Ejemplos claros? José y dos personas a las que cuidó en la cárcel. Uno era el copero de Faraón y el otro, su jefe de panaderos. Al primero le interpretó un sueño, por obra de Dios, que resultó para bien del hombre; al segundo, se le cumplió el anuncio pero en detrimento de su vida porque fue ajusticiado por orden del monarca.

A quien servía las copas en palacio, José le recomendó: ”Acuérdate, pues, de mi cuando esté bien, y te ruego que uses conmigo de misericordia, y hagas mención de mi a Faraón, y me saques de esta casa. Y el jefe de los coperos no se acordó de José, sino que le olvidó”(Génesis 40:14, 23).

La gloria toda sea a Dios

¿Ha visto líderes que se roban toda la gloria y estando en la cumbre del éxito se olvidan de Dios y de que fue El quien les ayudó a ascender? Probablemente si. Hay pastores, obreros y hombres que parecen atribuir a sus méritos y no al poder divino, los logros que cosechan en su desenvolvimiento eclesial o secular.

Con el paso del tiempo, Faraón tuvo un sueño ¿Recuerda el incidente bíblico? Sí, está en lo correcto. Soñó con siete vacas flacas que devoraban igual número de vacas gordas y, a continuación, con siete espigas menudas que se tragaban a siete de buen tamaño y producción. La situación despertó preocupación en el gobernante.

En tales circunstancias, el jefe de los coperos le dijo al recordar su período en la cárcel: “Estaba allí con nosotros un joven hebreo, siervo del capitán de la guardia; y se lo contamos, y él interpretó nuestros sueños, y declaró a cada uno conforme a su sueño”(Génesis 41:12).

Aquí viene lo interesante. Cuando el joven hebreo fue llevado a presencia del monarca para resolver el asunto, “Respondió José a Faraón, diciendo: No está en mi; Dios será el que de respuesta propicia a Faraón”(versículo 16).

Pregúntese ahora cuántas veces ha robado a Dios el lugar de primacía que le corresponde. Es probable que como líder o siervo disfrute de los momentos de reconocimiento, pero es a El a quien debemos exaltar. Nunca olvide que usted y yo somos solo eso, siervos que cumplen una misión. La honra y gloria corresponden al Supremo Hacedor.

PREGUNTAS SOBRE LA LECCIÓN 

1. Trabajar, estudiar o tener trato a diario con personas sin principios ni valores, no implica que debemos __________________________con su comportamiento errado, esto se llama tener ________________________ y obrar conforme a ellos.

2. La _________________________nos recomienda guardar silencio cuando tenemos personas alrededor que no están a gusto con nuestros logros. La _________________________es una cualidad esencial en todo líder.

3. Aún con todas las situaciones que José tuvo con sus hermanos, el nunca permitió que el __________________________________ entrara en su corazón.

4. Se nos recomienda pedir al Senor  la _________________________ y ________________________ que necesitamos para enfrentar los ataques que vamos a recibir.

5. Un hombre o mujer de Dios se convierte en instrumento de ______________________ donde quiera que vaya.

6. Debemos siempre en nuestras oraciones pedir __________________________para vencer la tentación.

7.  ¿Qué enseñanza nos deja como líderes Génesis 40:14-23?

8. ¿Qué nos muestra José en la escritura en Gén 41:16?

 

9. La gloria de ser dada a _____________________ que es el que se la merece.

10. Liderazgo

Capítulo 10

El líder se prepara para ejercer el liderazgo

 Ps. Fernando Alexis Jimenez

Roboam fue un rey joven de la antigüedad. Joven, brillante y ambicioso. Su árbol genealógico era estupendo: bisnieto del rey David e hijo del rey Salomón. Asumió el poder cuando tenía algo más de cuarenta años, en el año 997 a.C.

¿Qué podemos decir de este joven monarca?  Que estaba signado para ser un triunfador. El reino al cual iba a gobernar era sólido en el plano económico y militar. Gozaba de reconocimiento internacional y tenía enfrente una brecha para consolidarse como uno de los más fuertes en toda la historia de la humanidad; sin embargo terminó en división y fracaso.

¿La razón? El relato lo podemos leer en el primer libro de Reyes, capítulo 12, versículos del 1 al 33. Allí encontramos la respuesta: Roboam no estaba preparado para tres cosas. La primera, para asumir el poder y ejercerlo con equilibro; la segunda, para tomar decisiones oportunas, acertadas y eficaces asido de la mano de Dios, y tercera, para proyectar su reino hacia el futuro.

No se trata de un capítulo aparte en el devenir histórico, por el contrario, se repite con mucha frecuencia.

A posiciones de liderazgo llegan hombres y mujeres que no tienen la preparación suficiente, y a la incapacidad que les asiste añaden otro ingrediente: la auto suficiencia. No quieren depender ni de Dios ni del hombre y desechan todo consejo. Quien está revestido de estas dos características está condenado al fracaso.

Un líder no es pretencioso

Cuando José interpretó los sueños del Faraón, en los que además de siete años de prosperidad se avecinaban otros siete de hambruna y de miseria en el territorio, tal como lo leemos en el capítulo 41 del libro del Génesis, tenía la enorme responsabilidad de proponer una alternativa que librara a Egipto de una crisis financiera de impredecibles consecuencias, la que iría acompañada por la muerte de sinnúmero de personas.

Aunque tenía todas las posibilidades del mundo de sacar ventaja de la situación, sin mayores pretensiones recomendó al gobernante egipcio: “Por tanto, provéase ahora Faraón de un varón prudente y sabio, y póngalo sobre la tierra de Egipto. Haga esto Faraón, y ponga gobernadores sobre el país, y quinte la tierra de Egipto en los siete años de abundancia…”(versículos 33, 34).

Además de demostrar que pensaba en el ahora y también en el mañana, José planteó un plan a seguir. No pretendió obtener beneficios personales. Sin duda, una marcada vocación de servicio.

Aquí vale la pena hacer un paréntesis. En su vida personal y en la posición de liderazgo que ejerce, ¿ha visualizado qué puede ocurrir a vuelta de seis meses, en un año o quizá en una década? Es a esta característica que llamamos visión.

¿Tiene usted visión? Es esencial que se formule este interrogante y a la vez, busque una respuesta. De ella depende en gran medida el futuro de su liderazgo.

De plebeyo a Gobernador

José encarna la historia apasionante de un hombre que pasó de extremas condiciones de precariedad siendo plebeyo y peregrino a gobernante egipcio. Es como en el argumento de una novela de nuestros tiempos.

“El asunto pareció bien a Faraón y a sus siervos, y dijo Faraón a sus siervos:¿Acaso hallaremos a otro hombre como este en quien esté el Espíritu de Dios? Y dijo Faraón a José: Pues que Dios te ha hecho saber todo esto, no hay otro entendido ni sabio como tu. Tú estarás sobre mi casa, y por tu palabra se gobernara todo mi pueblo; solamente en el trono seré yo mayor que tu”(Génesis 41:37-40).

De esta manera llegó a tener poder sobre todo el territorio egipcio (versículo 41), fue vestido con atuendo real (versículo 42), y le permitió emparentar con la corte faraónica (versículo 45).

El líder obra con equilibrio

Un refrán popular en Latinoamérica identifica el comportamiento de algunos líderes: “El que nunca ha tenido y llega a tener, loco se quiere volver”. Con esta frase tipifican a quienes no saben disfrutar y utilizar aquello que logran. También, arruinan lo que consiguen.

El líder cristiano o secular debe aprender a ejercer el poder. La autoridad no es imposición; se asocia más con motivación. Es comprometer a quienes nos rodean con la visión, misión y propósitos que nos asisten.

En José se manifiesta este grado de motivación a los demás y cordura en sus actuaciones.

“Recogió José trigo como arena del mar, mucho en extremo, hasta no poderse contar, porque no tenía número”(Génesis 41:49).

¿Cuál era el propósito de recoger tanto alimento? Proveer para el largo período de escasez que se avecinaba: “Y de toda la tierra venían a Egipto para comprar de José, porque por toda la tierra había crecido el hambre”(Génesis 41:57).

El líder frente al pasado

Hace algún tiempo vi una extraordinaria película. Se llama “El Chico” y la protagoniza Bruce Willis.  ¿Por qué razón califico este filme de extraordinario? Por el mensaje que encierra.

Es la historia de un hombre que, una vez realizado como profesional, de pronto se ve confrontado con su pasado; específicamente con la infancia.

El reencuentro con el niño que lleva dentro le permitió identificar escenas traumáticas que se reflejaron en su presente. Solo de esta manera pudo encontrar el equilibrio necesario para alcanzar la realización personal.

Algo similar ocurrió con José. Las circunstancias llevaron a sus hermanos a viajar a Egipto. Las vueltas de la vida le llevaron a confrontarse cara a cara con quienes le vendieron como esclavo, años atrás: “Y José cuando vio a sus hermanos, los conoció; mas hizo como que no los conocía, y les habló ásperamente, y les dijo:¿De dónde habéis venido? Ellos respondieron: De la tierra de Canaán, para comprar alimentos. José, pues, conoció a sus hermanos; pero ellos no le conocieron”(Génesis 42:7, 8).

Algo que evidenció en su vida fue el perdón. ¿Cuál fue la razón para que tratara duramente a sus hermanos? El deseo de conocer más de los acontecimientos de sus vidas desde el momento en que se separó de ellos. Pese a su reacción, en apariencia distante, les ayudó como podemos leer desde los 42 al 48.

No les guardó rencor, por el contrario, les perdonó y les ofreció una nueva oportunidad. “Y dijo José a sus hermanos: yo soy José;¿vive aún mi padre? Y sus hermanos no pudieron responderle, porque estaban turbados delante de él. Entonces dijo José a sus hermanos: Acercaos ahora a mi. Y ellos se acercaron. Y él dijo: Yo soy José vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto. Ahora pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros”(Génesis 45:4-8).

Dios premio su perseverancia. Todos los acontecimientos obraron a su favor aunque al principio no parecía que nada bueno pudiera ocurrir. Se tornó realidad en José el postulado bíblico: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”(Romanos 8:28).

PREGUNTAS SOBRE LA LECCIÓN 

1.  Mencione dos características que condenan al fracaso a un líder.

2. Un líder no busca obtener beneficios _________________________ y no es __________________________.

3. Un líder debe tener _____________________ (capacidad de visualizar hacia el futuro).

4. El líder debe aprender a ejercer el _____________________.

 

5. La autoridad no es para _________________________, más bien es para _____________________________.

11. Misión
Capítulo 11

Una misión específica para alguien específico

 Ps. Fernando Alexis Jimenez

En la pantalla del televisor pasan las imágenes, primero del entorno selvático, y de fondo, la playa que lleva a un mar azul, tranquilo e infinito. Después, un acercamiento rápido de la cámara permite ver el rostro del hombre que sonríe mientras deja escapar unas lágrimas que se pierden en espesa barba espesa. Es un sobreviviente de un conjunto de doce personas que concursaron por ganar un premio de quinientos dólares.

A primera vista nadie explica el por qué de las lágrimas. Pero si usted conoce el contexto de la historia, se dará cuenta que participó junto con tres mil personas más en diferentes ciudades del país, para lograr la selección entre los aspirantes a sobrevivir a circunstancias difíciles en una isla distante. Una versión moderna de Robinson Crusoe, sólo que ahora hay cámaras de televisión por todos lados que llevan a la audiencia hasta el más mínimo detalle de cuanto ocurre en el lugar.

Los días se sucedieron con rapidez para la inmensa ola de teleespectadores que estaba frente al televisor cada noche después de las ocho. Para aquellos hombres y mujeres los días fueron excesivamente largos. No veían la hora en que terminara su odisea. Unos, para regresar tristes a casa, otros, para recibir un estímulo económico, y uno solo, para obtener la suma de dinero que lo motivó a enfrentar y sobreponerse a mil penurias.

Los realitys están tomando fuerza en el mundo entero. Millares de personas se inscriben para ser parte de las eliminatorias y selección. Hacen lo que esté en sus manos para ganar. Su más caro anhelo es participar y llegar hasta el final.

¿Imagina qué ocurriría si el llamamiento de hombres y mujeres a cumplir misiones específicas en circunstancias adversas tuviera tanta acogida? La respuesta es sencilla: el mundo no tendría problemas. Todo marcharía a las mil maravillas.

Sin embargo la realidad es otra. Si hay algo que encuentra resistencia es hacer algo, por si mismo y por los demás. ¿Ha visitado a alguien que habita zonas marginales de cualquier ciudad latinoamericana? Muchos se levantan cada día con un deseo indeclinable de sobreponerse a los problemas; una buena cantidad prefiere seguir así. No quieren esforzarse en lo más mínimo para salvar los obstáculos y atravesar el muro de las situaciones contrarias que les impiden salir adelante.

Alguien llamado a ser diferente de los demás…

Un líder es alguien distinto de los demás, así no se lo proponga. Su visión de la vida es diferente. Incluso su forma de pensar y de actuar, difiere de las concepciones que asisten a quienes le rodean. A algunos los caracteriza una perspectiva que razona y se mueve, no para el presente sino sentando bases para el futuro. Hay quienes son osados, obran midiendo consecuencias o tal vez con demasiada rapidez sin detenerse a calcular lo que podrían desencadenar sus acciones. Con virtudes y defectos, logran el cometido para el que fueron llamados, bien por sus superiores en el plano secular, o por Dios mismo, cuando se trata de alguien que sirve en la extensión del reino del Señor aquí en la tierra.

Moisés brilla con luz propia en la galería de hombres que sirvieron en un espacio específico de la historia de la humanidad. Su desempeño ejerció una poderosa influencia en los acontecimientos que rodearon al pueblo de Israel en su tránsito temporal por Egipto y su posterior establecimiento en la “tierra prometida”.

¿Qué tarea le correspondió? Aliviar la carga impuesta por los egipcios quienes “… pusieron sobre ellos comisarios de tributos que los molestasen con sus cargas; y edificaron para Faraón las ciudades de almacenaje, Pitón y Ramesés. Pero cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban y crecían, de manera que los egipcios temían a los hijos de Israel. Y los egipcios hicieron servir a los hijos de Israel con dureza, y amargaron su vida con dura servidumbre, en hacer barro y ladrillo, y en toda labor del campo y en todo su servicio, al cual los obligaban con rigor.”(Éxodo 1:11-14).

No era una encomienda fácil; por el contrario, era de las más difíciles que un ser humano pueda asumir. Enfrentó problemas consigo mismo cuando quiso “hacer las cosas para Dios” pero a su manera; la incomprensión de sus congéneres a quienes buscaba liberar; la persecución de aquellos con quienes creció y en cuyo círculo real se desenvolvió por mucho tiempo, hasta llegar a una etapa crucial: el destierro.

Cuando alguien me comparte respecto a su desánimo por la situación que experimenta, no puedo menos que animarlo y caminar con él, a través de las páginas de la Biblia, hasta escenas como la de Moisés al nacer. Estaba condenado a ser un fracaso, sin embargo venció. ¡Dios estaba con él!, y eso es más que suficiente para asegurar que ningún obstáculo nos detendrá.

Por encima de la persecución

Cuando Dios escoge a alguien para que le sirva, ajusta cuidadosamente todas las condiciones que rodean su existencia para que cumpla el propósito para el que lo llamó. La orden real era que las parteras debían dar muerte a todo varón hebreo que naciera en el territorio. (Éxodo 1:15, 16). “Pero las parteras temieron a Dios, y no hicieron como les mandó el rey de Egipto, sino que preservaron la vida a los niños.”(versículo 17). La fidelidad de estas mujeres al Señor llevó a que recibieran bendición(versículos 20, 21).

Es probable que usted haya sentido una y mil veces que va a desfallecer ante la concatenación de problemas que ponen obstáculos al desenvolvimiento ministerial que Dios le encomendó. Probablemente en el trabajo secular advierte que todo se encuentra ensombrecido. Muchos le persiguen, difaman, buscan oportunidad para hacerle tropezar y de inmediato levantar un dedo acusador en su contra. Pero aún cuando todo luzca poblado de densos nubarrones a su alrededor, no es hora de renunciar.

En momentos así, recuerde que usted sirve a un Dios de poder que está en control de todas las cosas y que si marcha en el centro mismo de Su voluntad, dependiendo de El y no de sus propias fuerzas, saldrá airoso en cualquier tormenta que enfrente. ¡Usted es un vencedor!

La historia de Moisés es muy conocida. Primero, porque está en la Biblia, y segundo, porque alrededor de su nacimiento se han escrito muchos artículos, se han filmado películas e incluso se han realizado sinnúmero de tiras cómicas. El argumento de esta novela es sencillo: nace de una familia descendiente de Leví, su madre le escondió tres meses y luego lo arroja al río Nilo en una barquilla recubierta con brea. La intervención divina hace que la hija del Faraón descubra al pequeño y contrata, a la propia madre de Moisés, para que le prodigue cuidados. Ella lo cuidó hasta que fue joven y lo entregó a la corte faraónica (Éxodo 2:1-10).

Trabajando a “nuestra manera”

Hasta aquí todo ha transcurrido bajo un marco de normalidad. El problema surgió realmente cuando, al crecer y por razones que no especifica el texto bíblico, Moisés se entera de su procedencia hebrea. Confrontado por la realidad social y económica de su pueblo, sometido por aquel entonces a la dureza del trato egipcio, decidió actuar… pero lo hizo a su manera…

“En aquellos días sucedió que crecido ya Moisés, salió a sus hermanos, y los vio en sus duras tareas, y observó a un egipcio que golpeaba a uno de los hebreos, sus hermanos. Entonces miró a todas partes, y viendo que no parecía nadie, mató al egipcio y lo escondió en la arena.”(Éxodo 2:11, 12).

Dios no le hizo ese encargo, por el contrario, fue el razonamiento de humano más que la dependencia divina, lo que llevó a Moisés a pensar que así debían ser las cosas. Y cometió un grave error. Días después, cuando vio a dos hebreos peleándose e intervino para evitar que se hicieran daño, recibió como respuesta las siguientes palabras: “… ¿Quién te ha puesto a ti por príncipe y juez sobre nosotros? ¿Piensas matarme como mataste al egipcio? Entonces Moisés tuvo miedo, y dijo: Ciertamente esto ha sido descubierto.”(Éxodo 2:14).

Me asalta aquí una pregunta y estoy seguro que a usted también: ¿Cuántas veces obramos a nuestra manera y no conforme Dios lo dispone?¿Hemos buscado la ayuda del Señor para salir airosos en toda empresa?¿Cuáles han sido las consecuencias?

Si le ha ocurrido tal como a mi, que por avanzar conforme a mi visión y fuerzas, he chocado sinnúmero de veces para encontrarme de nuevo en el suelo, aturdido por el impacto y sin deseos de seguir adelante, entonces estoy seguro que me comprenderá.

Este sencillo hecho debe llevarnos a reevaluar de qué manera pensamos, nos movenos y actuamos. Seguramente encontraremos que es necesario aplicar muchos correctivos al desenvolvimiento; al principio será duro, pero conforme pasa el tiempo y aprendemos de los errores, descubriremos que lo más sensato fue hacer un alto en el camino, identificar en qué estábamos fallando y cambiar la ruta…

El desánimo, poderoso aliado de Satanás

Cuando enfrentamos la incomprensión, inmediatamente nos asalta el desánimo y en la mayoría de los casos, una fuerte ola de desesperanza.

Esa situación que tal vez ha vivido muchas veces, fue la que enfrentó Moisés. ¡Su propio puedo, aquél por el cual luchaba, levantaba un dedo acusador para sacarle en cara la muerte de un egipcio!

Se sorprendería al saber cuántas personas vuelven atrás en sus sueños, metas y propósitos como consecuencia del desánimo. También quedaría sin palabras al saber de cuántos pastores, obreros, misioneros y líderes no siguieron adelante porque enfrentaron la intolerancia de la congregación o por que nadie valoró sus esfuerzos.

¿Qué hacer? Seguir adelante. Nada nos puede detener. Si tenemos conciencia de haber sido llamados por Dios, es necesario que nos tomemos de Su mano y demos un nuevo paso. No fuimos llamados a la derrota sino a vencer. Esa es la característica con la que nos creó el Señor y que por el sacrificio de Jesús en la cruz, quedó reafirmada en nuestra vida.

Ahora, si volvemos a la escena, nos encontramos a un hombre lleno de incertidumbres, sobre quien pesa una amenaza de muerte de Faraón (Exodo 2:15 a). La reacción no se dejó esperar “…pero Moisés huyó de delante de Faraón, y habitó en la tierra de Madián.”(versículo 15 b).

Sin proponérselo, forzado por las circunstancias, este líder en potencia entró en la Escuela de Dios, donde recibió la formación necesaria para cumplir los planes y propósitos del Señor en su existencia.

PREGUNTAS SOBRE LA LECCIÓN 

1. Un líder es alguien ___________________________ de los demás, su _____________ es diferente.

2.Cuando se presentan las muchas situaciones difíciles que llegan a la vida de un líder, siempre se debe recordar que Dios está en _________________ y si dependemos del El, saldremos _______________.

3. Cuando actuemos debemos estar seguros que estamos haciendo la ____________________ de Dios y no a nuestra manera.

4.  Cuando enfrentamos la incomprensión, inmediatamente nos asalta el ____________________y la _______________________.

 

5. No fuimos llamados a la derrota sino a _______________.

12. Limitaciones

Capítulo 12

“Dios, ¿tengo las capacidades para asumir esta misión?” – Un líder frente a sus limitaciones

 Ps. Fernando Alexis Jimenez

“¿Seré capaz de asumir ese reto?”. Sin duda es la pregunta que se ha formulado muchas veces. Yo también. En general, todos. En uno u otro momento de la existencia, lo hacemos. Nos despierta temor vernos  confrontados por un cambio que se avecina o tal vez, una tarea para la que consideramos que no tenemos las capacidades.

En sí el interrogante arroja resultados positivos. Nos permite evaluar hasta qué punto nos hemos preparado para asumir compromisos grandes. También pone de manifiesto nuestras falencias. Todo se traduce en puntos positivos y puntos en los que es necesario aplicar ajustes.

¿Sabía usted que muchas personas, una vez se encuentran dando vueltas a esta pregunta, se dan por vencidos sin haber siquiera comenzado a trabajar en aquello que les desafía y prefieren volver atrás, dejando incluso parte del trabajo que habían adelantado?

Cuando leemos acerca de la vida de Moisés es fundamental que aprendamos de todas las etapas por las que atravesó. En particular, su llamamiento nos pone frente a un espejo en el que probablemente nos miramos muchas veces asumiendo que tenemos limitaciones antes que valorar las enormes ventajas y posibilidades que nos asisten.

El patriarca israelita es muy cercano a nuestras vivencias. Si bien es cierto se constituyó en un gran líder, no nació así. Pagó el precio. Ese precio estuvo representado en el aprendizaje a partir de las dificultades, pero también, en aplicar ajustes una vez identificaba que un camino no era el más apropiado para alcanzar las metas propuestas.

Moisés: un líder que aprendió a esperar

El primer paso en su larga asignatura en la “Escuela de Dios”, fue aprender el valor de la espera. El exilio fue el camino para que comprendiera que no todo se puede lograr inmediatamente y que hay una enorme brecha entre aquello que anhelamos y lo que finalmente se logra.

Generalmente imaginamos situaciones, con pelos y detalles, pero en la práctica las circunstancias son totalmente diferentes. Moisés no pudo liberar al pueblo israelita a su manera, por el contrario, debió huir y lo hallamos en el desierto…

¿Ha atravesado períodos de la vida en los que considera que sus metas quedaron atrás?¿Llegó acaso a sentir desánimo?¿Pensó que tal vez Dios se había olvidado de usted? Se preguntó, ¿de qué sirvió tanto esfuerzo? Si alguna de estas inquietudes le asaltó en alguna ocasión, seguramente comprenderá a Moisés.

Cuando creía que sus días terminarían escuchando el balido de las ovejas mientras que largas extensiones de desierto o quizá rocosas montañas serían lo último que vería, tuvo un encuentro personal con Dios. La espera había concluido. Igual con usted: es probable que esté a punto de rendirse y echar por la borda todos los sueños, metas y esperanzas que ha albergado por años. Cree que nada ocurrirá. Puede estar equivocado. Recuerde que, cuando estamos en el plan de Dios, cualquier cosa puede ocurrir. El llega en el momento oportuno, no cuando nosotros queremos…

En cierta ocasión, mientras cuidaba el rebaño de su suegro Jetro, llegó al monte de Roed. “Estando allí, el ángel del Señor se le apareció entre las llamas de una zarza ardiente. Moisés notó que la zarza estaba envuelta en llamas, pero que no se consumía, así que pensó: “¡Qué increíble!” Voy a ver por qué no se consume la zarza”(Éxodo 3:3. Nueva Versión Internacional).

Puede que en su caso específico no haya sido una zarza ardiendo sino otra señal la que utilizó el Señor para llamarle.

Escuché al Hermano Pablo, el evangelista latinoamericano que ha llegado por años a nuestros hogares con “Un mensaje a su conciencia”, mientras relataba su llamamiento a la obra misionera.

Insiste que no quería. Consideraba que aquello no era para él. Y en visión pudo apreciar un campo de algodones florecidos. Las bellotas, conforme iban pasando los minutos, tomaron formas de rostros y entendió que era los hombres y mujeres de todos los países americanos en los que no se había predicado la Palabra. De pronto uno de ellos le dijo: “Ven, compártenos la Palabra”.

Aquella imagen fue definitiva. Comprendió que aquel llamamiento al que se negaba era justamente lo que Dios quería para El.

En ocasiones el Señor nos llama de una manera inverosímil. Al fin y al cabo somos importantes delante de Su presencia, y el tratamiento es individual, único e irrepetible.

Tú eres el escogido

La idea que tenemos de un líder capaz es la misma que nos vendieron las películas o tal vez las telenovelas.

No sabemos de dónde sacó Moisés la imagen que tenía sobre las cualidades que debía reunir quien ejerciera liderazgo, pero evidentemente él no figuraba entre los elegibles.

Apenas Dios le habla desde la zarza, algo que él jamás imaginó ni siquiera pudo concebir, le compartió sus planes de liberar a los israelitas de la opresión egipcia. Inmediatamente le anuncia que los llevaría a buena tierra, fértil y próspera. Y concluye: “Así que disponte a partir. Voy a enviarte al faraón para que saques de Egipto a los israelitas, que son mi pueblo”(Éxodo 3:6-10. Nueva Versión Internacional).

Imagínese. Moisés no alcanzaba a salir de su asombro frente a las noticias, y encima, Dios le indica que él, Mosiés, sería el encargado de cumplir la tarea. No solo se sorprendió sino que estuvo a punto de sufrir un colapso.

Tal vez ha ocurrido con usted. En el plano secular recibió noticia sobre su promoción a un cargo que jamás siquiera pensó, o en la iglesia el pastor le confirma su designación en un ministerio para el cual considera que los demás están mejor preparados.

¿Qué hacer? Generalmente alguien que experimenta una sorpresa así, se niega. Lo más fácil es decir: “No puedo”. Lo más complejo y verdaderamente valioso es decir:”Voy a hacerlo”. Lo apenas aceptable es que diga: “Voy a intentarlo”. Moisés se limitó a expresar su escepticismo“¿Y quién soy yo para presentarme ante el faraón y sacar de Egipto a los israelitas?”(versículo 11).

Dios trata con nuestra vida

Es un hecho que humanamente miramos y en cierta medida nos dejamos llevar por las apariencias. Dios mira el corazón. No presta atención a lo que se aprecia a primera vista. Le interesa lo que hay dentro de cada uno. Esa es la razón por la cual, cuando llama a alguien, no mira lo que es ahora sino lo que podría a llegar a ser en sus manos. 

¿Recuerda al Señor Jesús cuando llamó a los discípulos? El no reparaba en lo rustico de Pedro, lo ambicioso de Mateo o lo delicado de Juan. Veía en ellos a potenciales líderes que serían fundamentales en la tarea de extender el Reino de Dios.

En el proceso de prepararnos para una tarea, el Supremo Hacedor trata con nuestra vida. Eso fue exactamente lo que le anunció a Moisés“Yo estaré contigo—le respondió Dios–. Y te voy a dar una señal de que soy yo quien te envía;: Cuando hayas sacado de Egipto a mi pueblo, todos ustedes me rendirán culto en esta misma montaña”(Éxodo 3:11).

Dios es quien concede la autoridad

Si algo me parece apasionante en el diálogo que sostiene el patriarca con el Padre, es la serie de inconvenientes que pone de presente. Primero, esgrimió la posibilidad de que no creyeran a su misión de sacar al pueblo israelita de Egipto porque, creía, desconocerían quién lo había mandado.

“—Yo soy el que soy—respondió Dios a Moisés–. Y esto es lo que tienes que decirle a los israelitas: Yo soy me ha enviado a ustedes”(versículo 14).

 Eso bastaba, pero a este pastor asombrado por su reto, no le pareció así. Desconocía o al menos no quería entender que Dios concede autoridad a aquél a quien envía.

Dios es quien provee los medios

En su rápido razonamiento sobre la forma de salirse del compromiso, Moisés salió al paso con un nuevo impedimento: ¿Qué ocurriría si no le creían?.

Dios inmediatamente le preguntó que tenía en su mano. Era una vara“—Déjala caer al suelo—ordenó el Señor. Moisés la dejó caer al suelo, y la vara se convirtió en una serpiente. Moisés trató  de huir de ella, pero el Señor le mandó que la agarrara por la cola. En cuanto Moisés agarró la serpiente, ésta se convirtió en una vara en sus propias manos.—Esto es para que crean que yo el Señor, el Dios de tus padres, Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, me he aparecido a ti…—“(Éxodo 4:3-6. Nueva Versión Internacional).

Dios mismo nos proveerá de los medios necesarios para que cumplamos la tarea cabal y exitosamente. No se preocupe por eso; preocúpese por disponerse para El.

Dios es quien concede la capacidad

Un tercer pretexto de Moisés fue su incapacidad física, específicamente en cuanto al habla. “—Señor, yo nunca me he distinguido por mi facilidad de palabra—objetó Moisés–. Y esto no es algo que haya comenzado ayer ni anteayer, ni hoy que te diriges a este servidor tuyo. Francamente, me cuesta mucho trabajo hablar”(Éxodo 4:10).

Con frecuencia Satanás nos vende la idea de que no tenemos las capacidades para desarrollar alguna tarea, bien en el plano secular o eclesial. Pero no es otra cosa que su estratagema para sacarnos del camino. Dios no busca hombres perfectos, porque quizá el orgullo los ha doblegado y no podrán cumplir su misión. Busca hombres que permitan el trato divino. Es a ellos a quienes puede moldear y a quienes usa en sus planes.

Por eso le respondió que El podría suplir esa situación. Y fue tajante: “Anda, ponte en marcha, que yo te ayudaré a hablar y te diré lo que debas decir”(versículo 12).

“¿Por qué a mi, por qué ahora?”

Esta frase popularizada entre quienes rehuir grandes responsabilidades, fue la que expresó Moisés como última alternativa. “Señor—insistió Moisés–, te ruego que envíes a otra persona”(versículo 13).

Hay quienes desprecian enormes oportunidades porque dimensionaron lo que creían eran sus limitaciones físicas, académicas o de liderazgo. Con el paso del tiempo se arrepienten.

El Señor tiene grandes planes para usted. Basta que se decida a serle útil. Es comprensible que sienta miedo, pero recuerde que Dios está en control de todo. No lo dejará solo. El velará por usted, y además, le ayudará a cumplir su misión…

Piénselo. Tal vez debe tomar esa decisión ahora. No tarde. Dios y el mundo le esperan para grandes misiones…

PREGUNTAS SOBRE LA LECCIÓN 

1.  Una de las primeras lecciones de un líder es aprender a _____________________.

2. Dios siempre llega en el momento _____________________.

3.  ¿Considera usted que las personas tienen que sentirse 100% listas para realizar el llamado de Dios en sus vidas?

4. ¿Cuándo Dios de escoge, es porque ya estas preparado para hacer su voluntad?

5. Cuando Dios llama a alguien mira su ________________________.

6.  En el proceso de prepararnos para una tarea, el Señor _______________con nuestra vida.

7. Moisés aprendió que Dios concede ________________________ a aquel a quien envía.

8.  Dios mismo nos _____________________de los medios ____________________ para que cumplamos la tarea cabal y exitosamente.

9. Con frecuencia Satanás nos vende la idea de que no tenemos  la________________________para desarrollar la tarea que debemos realizar.

 

10. Dios no busca hombres _______________________, busca hombres que puedan ser ___________________ para sus planes.

13. Decisiones

Capítulo 13

Un líder en la encrucijada

 Ps. Fernando Alexis Jimenez

Tomar decisiones que cambien el curso de nuestra historia no ha sido fácil y seguramente nunca lo será. Decidir implica modificar cosas, hacer ajustes y reorientar planes.

Ahora sume otro ingrediente. A la complejidad de tomar una determinación acompañe un anuncio: el camino que le resta es difícil y jamás faltarán los obstáculos. ¿Le parece estimulante una situación así? Sin duda que no.

Moisés recibió instrucciones específicas del Señor para que abandonara Madián, en donde tras el exilio se encontraba cómodo con su familia, ¡para regresar a Egipto!.

“Y dijo Jehová a Moisés: Cuando hayas vuelto a Egipto, mira que hagas delante de Faraón todas las maravillas que he puesto en tu mano; pero yo endureceré su corazón de modo que no dejarán ir a mi pueblo”(Éxodo 4:21). El reto no solamente era muy grande sino que a la luz de la razón parecía no tener lógica.

Imagine por un instante la situación de un estudiante de seminario bíblico que recibe, justo cuando está cursando el último semestre, notificación de que una vez graduado debe ir a un sector rural distante de la ciudad. “No será fácil—advierte la comunicación—pero confiamos que Dios le acompañará en este propósito de plantar una nueva congregación en ese lugar. De momento se encontrará con una familia de creyentes. Son los únicos”.

Sobra decir que llegar al sitio fue traumático. Era necesario viajar cinco horas en carro por una carretera sin pavimentar que más parecía una trocha. Los cinco cristianos, pertenecientes a una sola familia, le asignaron en medio de su pobreza una habitación donde abundaban toda suerte de bichos.

Fue de parcela en parcela predicando y después de dos años y tres meses, se reunían en los cultos dominicales, treinta y dos personas.

¡Ahora sí encontraba sentido a la misión que le habían encomendado!.

Justo en esas condiciones le envían una nueva carta. Debe desplazarse a la capital para iniciar trabajo en un barrio marginal. Allí no hay ningún creyente conocido, pero la denominación desea plantar una iglesia en el sector.

¿Qué hacer? ¿Renunciar? ¿Seguir adelante? Ese es el punto crucial. Es tanto como caminar en medio de una encrucijada.

Las asignaturas complicadas en la Escuela de Dios

Cuando tenemos la firme determinación de estar en el centro mismo de la voluntad del Señor, es necesario cursar las asignaturas más complicadas. Usted lo sabe, lo ha sabido siempre y si no es así, es probable que actualmente esté aprendiendo el precio que debe pagar quien se matricula en la Escuela de Dios.

Nadie que no haya sido tratado de manera personal por el Creador, podrá aspirar a grandes misiones.

El hecho de que haya recibido una orden directamente del Supremo Hacedor, no significa que todos atenderán sus instrucciones. Así es que no manifieste extrañeza cuando aquellos a quienes enseña en la congregación o quizá en un grupo de estudio bíblico, expresan rebeldía. Es previsible. Ocurre cuando algo choca contra sus concepciones de siempre. No quieren recibir algo nuevo.

¿Comprende ahora lo que podía sentir Moisés? Su condición emocional no era la mejor. “Entonces el rey de Egipto les dijo: Moisés y arón, ¿por qué hacéis cesar al pueblo de su trabajo? Volved a vuestras tareas”(Éxodo 5:4).

La corte faraónica no esperaba que alguien diferente a sus magos les hablara de deidades. Y más tratándose de Moisés que había sido de la realeza y fruto de dar muerte  a un egipcio, se había dado a la fuga.

Luis Sánchez, quien lidera una creciente congregación del sur de Santiago de Cali insiste en lo complicado que resulta a un ex pandillero, quizá a un ex delincuente o otrora borracho o adúltero predicar una vez se convierte a Jesucristo. ¿La razón? Quienes están alrededor desestiman sus mensajes o piensan que el cambio será transitorio. Están a la expectativa de que caigan en pecado. Sencillamente no lo pueden concebir.

En respuesta a la exhortación de Moisés, el Faraón impuso nuevos trabajos y más pesados que los anteriores a los israelitas, por aquél tiempo esclavos (Éxodo 5:5-11).

Rechazado por su pueblo

Con frecuencia recuerdo la historia de un pastor a quien le correspondió una dura tarea: plantar una iglesia en un sector popular de una ciudad. No fue fácil. Llegar con el evangelio de Jesucristo a gente sumida por mucho tiempo en las tradiciones, no hizo otra cosa que generar rechazo.

Finalmente, cuando ya tenía un buen número de congregantes, alguien se levantó en división. Lo dejaron literalmente solo y para destruir su ministerio, tres personas del liderazgo levantaron calumnias. Le tocó comenzar de nuevo.

El día que literalmente me sacaron del templo, descubrí el enorme dolor que despierta ser rechazado por aquellos por quienes sufriste desvelos y situaciones complicadas—me dijo.

A Moisés la escena no le fue ajena. “Y encontrando a Moisés y a Aarón, que estaban a la vista de ellos cuando salían del Faraón, les dijeron: Mire Jehová sobre vosotros, y juzgue; pues nos habéis hecho abominables delante de Faraón y de sus siervos, poniéndoles la espada en la mano para que nos maten”(Éxodo 5:20, 21).

El impacto debió ser demoledor para el patriarca. Es probable que se preguntara si valía la pena tanto esfuerzo. “¿Qué gano yo a cambio de esta tarea?”, se preguntaba mientras miraba el desierto a lo lejos.

¿Se ha preguntado acaso de qué sirven sus desvelos? Es probable. Pero recuerde como líder que, justo cuando llegan las circunstancias  adversas es cuando debe volver su mirada al Señor en procura de ayuda.

En las fuerzas de Dios, no en las nuestras

El líder que permite que las cargas producto de su labor ministerial o secular se acumulen y busca resolverlas a su manera, probablemente desistirá de las tareas a su cargo o se dará por vencido con la firme decisión de no intentarlo nuevamente jamás.

¿Qué hacer en casos así? ir a nuestro Padre en procura de su ayuda, como hizo Moisés.

“Entonces Moisés se volvió a Jehová, y dijo: Señor, ¿por qué afliges a este pueblo?¿Para qué me enviaste? Porque desde que yo vine a Faraón para hablar en tu hombre, ha afligido a este pueblo; y tu no has librado a tu pueblo”(Éxodo 5:22, 23).

Dios no espera que luchemos en nuestras fuerzas sino en las de El. Este principio bíblico tiene aplicación tanto en nuestro desempeño eclesial como secular. Es una pauta que debemos tornar práctica. Los resultados no se harán esperar, como ocurrió con Moisés:

“Jehová respondió a Moisés: Ahora verás lo que yo haré a Faraón; porque con mano fuerte los dejará ir, y con mano fuerte los echará de su tierra”(Éxodo 6:1).

Es necesario que aprendamos a desarrollar una confianza plena en Aquél que tiene control de absolutamente todas las cosas y nos puede ayudar a superar las crisis, cualesquiera que sean.

La decisión como alguien que sirve a Jesucristo y tal vez está en una encrucijada, es dejar en manos del Señor sus cargas y no dar lugar para que el desgano o la desilusión ganen terreno. ¡Usted puede lograrlo!

Cambie su concepción de “todo-lo-puedo” de quienes luchan a su manera con los obstáculos y no en las pautas y principios trazados por el Señor.

PREGUNTAS SOBRE LA LECCIÓN 

1. Decidir implica ____________________ cosas, hacer _____________ y reorientar _________________.

2.  Nadie que no haya sido ___________________de manera personal por el Creador, podrá _______________a grandes misiones.

3. Qué aprendemos en Éxodo 5:20-21?

4. Cando llegan las circunstancias  _________________es cuando debemos volver su mirada al Señor en procura de ayuda.

5.  Dios no espera que luchemos en nuestras _______________ sino en las de El.

 

6.  Es necesario que aprendamos a desarrollar una ____________________plena en el Señor.

14. Cumplimiento

Capítulo 14

La dura tarea de subir la montaña

 Ps. Fernando Alexis Jimenez

¿Alguna vez escaló una montaña? Sin duda descubrió que conforme salvamos la distancia que nos separa de la cima, las dificultades para avanzar y respirar son mayores. La presión, el viento y otros factores ajenos a nuestro manejo, tornan imposible desplazarnos con la rapidez que anhelamos.

La imagen de un hombre o mujer subiendo a una cumbre es la mejor ilustración sobre las múltiples tentaciones que asaltan a un líder cuando cumple una misión. Hay quienes desisten rápidamente y, así hayan andado la mitad del trecho, vuelven atrás. Otros se desaniman porque consideran que “todavía falta mucho” para llegar al punto más alto y no persisten. Un buen número prosigue la marcha pero influidos por sus compañeros, llegan a considerar que las jornadas son muy difíciles.  El grupo que llega a la cresta de la montaña es reducido, sino es que solamente uno solo lo logra.

¿Ha experimentado una situación similar? Entonces comprenderá los complejos momentos que atravesaron Moisés y Aarón en el proceso de librar a los israelitas del cautiverio egipcio.

No se desespere ¡Dios lo respalda!

Graciela Fleytas es una misionera argentina de las Asambleas de Dios asignada a  Mozambique, en el África. Llegó al lugar con una y mil iniciativas que pronto encontraron resistencia. Entre ellas la creación de un orfanato y de un hospitalito.

Emprender la tarea no ha sido fácil. Por el contrario, en un mundo animista como el que habita en ese continente, problemas y obstáculos son lo que encontró a su paso. Pero no se dejó vencer. Avanzar asida de la mano del Señor Jesús constituyó la base para sobreponerse a la adversidad.

¿Qué descubrió en su ministerio? Que si Dios da la visión, el concede la provisión y asegura la bendición. Tres elementos determinantes para toda persona que asume una enorme misión. ¿Quién permitirá materializar la misión? El Señor mismo.

¿Recuerda dónde quedamos en las lecturas sobre la difícil tarea asignada a  Moisés? Pues bien, sus tropiezos iniciales no fueron nada comparado con lo que vendría. Tales hechos  y la forma como los enfrentó representan un ejemplo para nosotros hoy.

Los primeros versículos del capítulo 7 del Éxodo nos revelan aspectos sumamente interesantes que le invito a considerar y a aplicar en su vida.

Toma en cuenta le dijo el Señor a Moisés que te pongo por Dios ante el faraón. Tu hermano Aarón será tu profeta. Tu obligación es decir todo lo que yo te ordene que digas; tu hermano Aarón, por su parte, le pedirá al faraón que deje salir de su país a los israelitas. Yo voy a endurecer el corazón del faraón, y aunque haré muchas señales milagrosas y prodigios en Egipto,  él no les hará caso. Entonces descargaré mi poder sobre Egipto; ¡con grandes actos de justicia sacaré de allí a los escuadrones de mi pueblo, los israelitas!  Y cuando yo despliegue mi poder contra Egipto y saque de allí a los israelitas, sabrán los egipcios que yo soy el Señor.”(Exodo 7:1-5. Nueva Versión Internacional).

Representamos a Dios mismo

Colóquese por un instante en los zapatos de Moisés. Aquél que todo lo puede le encomendó una misión. En ningún momento le prometió que sería fácil; por el contrario, es a través de la dura experiencia de estar matriculado y cursando asignaturas en la “Escuela de Dios”, que aprendió sobre los alcances de su nueva condición.

Al decir sí al llamamiento divino, se convirtió en Su representante ante Faraón.

Moisés fue puesto “por Dios ante el faraón”. Son las credenciales del Todopoderoso las que confieren autoridad y las posibilidades para desarrollar el trabajo propuesto. No es en nuestras fuerzas, sino en las de Dios.

Quizá usted oró por un trabajo. El se lo proveyó. Hoy siente que no puede. ¿Quién respondió a sus oraciones? El Señor mismo. Es sabio y por tanto, abrirá una salida a vista suya. No está solo ni en un laberinto del que no puede salir.

¿Ejerce el liderazgo en una iglesia y siente que no puede seguir adelante?¿Todos están en contra suya?¿Enfrenta la intolerancia y la incomprensión? Es posible vencer. Usted es el representante de Dios. ¿Acaso no depende de Él? Entonces, ¿qué impide que alcance los objetivos de la misión que recibió?.

Nuestra obligación: Cumplir aquello que dispuso Dios

El Señor no necesita que le demos “una ayudadita”. El es poderoso para hacer cuanto se ha propuesto. Empujar junto a Dios no es otra cosa que poner un obstáculo  atravesarnos en Su camino. Es necesario dejarlo que obre.

Dios fue claro con Moisés: “Tu obligación es decir todo lo que yo te ordene que digas; tu hermano Aarón, por su parte, le pedirá al faraón que deje salir de su país a los israelitas”.

¿Ha intentado hacer las cosas a su manera creyendo que Dios le respaldará? La advertencia del Supremo Hacedor fue clara: el patriarca debía limitarse a hacer aquello que se le había ordenado. Igual nosotros. Obediencia es una de las palabras clave para un ministerio exitoso.

Dios es quien pelea la batalla

Hace poco tiempo recibí la carta de una pareja pastoral. Fueron asignados a un territorio dominado por el tradicionalismo religioso. Llevaban varios meses predicando sin que se produzca ninguna conversión a Cristo.

“No sabemos qué hacer—decía la comunicación–. Hemos invertido buena parte de nuestro tiempo evangelizando, distribuyendo tratados, haciendo cultos callejeros. Estamos desesperados. ¿Considera que lo más apropiado es regresar a nuestra ciudad? Podríamos trabajar vendiendo algo y así restablecer nuestra vida secular”.

¿Cuál sería su respuesta? Pues le compartiré cuál fue la mía: “Quédense en el mismo lugar. Dios los llamó, Dios responderá. El hará prosperar Su obra. No luchen en sus fuerzas, luchen en las fuerzas del Señor”.

Dios es quien pelea con nosotros, tal como lo prometió a Moisés: “…y aunque haré muchas señales milagrosas y prodigios en Egipto,  él no les hará caso. Entonces descargaré mi poder sobre Egipto”.

Es probable que como líder considere que ya hizo mucho y no puede más. Ha pensado en renunciar. ¿Es aconsejable? En absoluto. Cumpla lo que Dios le llamó a hacer, y si las luchas son enormes, deje que Él pelee por usted. Dios finalmente cumplirá aquello que se propuso: “Y cuando yo despliegue mi poder contra Egipto y saque de allí a los israelitas, sabrán los egipcios que yo soy el Señor”.

¡El enemigo se opone!

Por supuesto que Satanás y sus huestes salen al paso tratando de impedir que cumplamos la misión. Es algo apenas previsible. No es nada nuevo, por el contrario, ha sido así desde la misma creación del Universo.

Cuando Dios confió a Moisés el poder para demostrar a Quién representaba, el diablo quiso imitar todo. Y lo hizo a través de los hechiceros al servicio de Faraón: “Moisés y Aarón fueron a ver al faraón y cumplieron las órdenes del Señor. Aarón arrojó su vara al suelo ante el faraón y sus funcionarios, y la vara se convirtió en serpiente. Pero el faraón llamó a los sabios y hechiceros y, mediante sus artes secretas, también los magos egipcios hicieron lo mismo: Cada uno de ellos arrojó su vara al suelo, y cada vara se convirtió en una serpiente. Sin embargo, la vara de Aarón se tragó las varas de todos ellos.”(Éxodo 7:10-12. Nueva Versión Internacional).

¿Acaso le ha ocurrido que al interior mismo de la congregación hay quienes se levantaron en su contra y pusieron en tela de juicio el liderazgo que desarrolla? ¿Enfrentó en algún momento los aires de la división en la iglesia?¿Fue blanco de ataques injustificados? Sin duda que responderá afirmativamente a uno de los tres interrogantes sino es que dice si a todos.

Satanás es astuto. Es el artífice de muchas doctrinas de error que arrastran a hombres y mujeres, alejándolos de la Salvación de Cristo. Pero lo grave es que engaña incluso a quienes están en el Camino correcto.

Al diablo hay que confrontarlo en las fuerzas de Dios. Y una estrategia eficaz es orar al Padre pidiendo su intervención, y declarando rotas las estratagemas satánicas que se levantan en contra. No olvide que usted tiene la autoridad que le confirió el Señor Jesucristo, y es necesario ejercerla…

Nunca lo olvide: el poder es de Dios, no suyo

Despierta preocupación que decena de líderes cristianos son humildes en tanto comienzan su labor. Pero una vez Dios los utiliza como instrumentos con poder y autoridad, olvidan que el poder proviene del Altísimo y no es fruto de méritos propios.

¿Recuerda las plagas con las que el Señor asoló a los egipcios? Personalmente siempre me han parecido algo extraordinario que rompió toda lógica y demuestra en Quién hemos creído.

Recordémoslas de nuevo. Son nueve plagas: de la sangre (Éxodo 7:14-25), de las ranas (Éxodo 8:1-15), de los piojos (Éxodo 8:16-19), de las moscas (Éxodo 8:20-32), de la muerte del ganado (Éxodo 9:1-7), de las úlceras a personas y bestias (Éxodo 9:8-12), del granizo (Éxodo 9:13-35), de las langostas (Éxodo 10:1-20) y de las tinieblas (Éxodo 10:21-29).

El colofón de todo fue el anuncio sobre la muerte de los primogénitos (Éxodo 11:1-10) que tuvo cumplimiento unos cuantos versículos más adelante (Éxodo 12:29-35).

El poder fue enorme. Pero era de Dios. Moisés lo entendió así y no se llenó de vanagloria. No vaya a ocurrir en su vida que confunda cuál es la fuente de poder.

Quienes incurren en este desliz, rápidamente caen. Terminan frustrados. Sus vidas se vuelven un caos y en el colmo de su descaro, echan la culpa a Dios. ¡Tremendo error! Son los orgullosos quienes desconocen el obrar divino.

PREGUNTAS SOBRE LA LECCIÓN 

1.  Mencione los tres elementos determinantes para toda persona que asume visión dada por Dios.

2. Cuando decimos sí al llamamiento divino, nos convertimos en Su ________________________.

3. Tenemos que dejar que Dios _________ y nosotros cumplir aquello que El ___________________.

4. Una de las palabras claves para un ministerio exitoso es _______________________.

5. Cuando llegan los momentos en que no vemos frutos en aquello que Dios nos ha llamado ¿Qué debemos hacer?

6. Debemos dejar que _______________ pelee por nosotros.

 

7.  El poder y la gloria serán siempre de _________________ y no suyo. Jamás podemo confundir cuál es la _____________ de poder.

15. Desconocido

Capítulo 15

Un viaje a lo desconocido

 Ps. Fernando Alexis Jimenez

Ocurrió con Abraham. Dios le dijo: —Vete de tu tierra y de tu parentela a la tierra que te mostraré.

Igual con Moisés: —Sacarás a mi pueblo de Egipto y los llevarás a la tierra que te mostraré.

Dos escenas diferentes en espacios de tiempo absolutamente distintos, pero con un elemento común: el Señor les asignó una misión aunque no les entregó el itinerario  completo del viaje. Algo así como un Rally, ¿los ha visto? Los competidores encuentran, en cada objetivo cumplido, una nueva pista que los conducirá a la meta.

Ese hecho determinada que debieron aprender a desarrollar confianza en el Creador. Esa confianza iba acompañada de varios elementos: el primero, reconocer su imposibilidad humana de poder cumplir la tarea a menos que acudieran a las fuerzas de Dios. Este es sin duda uno de los aspectos de mayor trascendencia en la vida de todos aquellos que sirven al Rey de reyes y Señor de señores.

El segundo aspecto radica en vivir el presente sin afanarse por los compromisos que vendrían mañana. En muchas ocasiones deseamos desarrollar la tarea pastoral en un solo día, nos agotamos sin razón y terminamos rendidos a la desesperanza. Cumpla su labor hoy. Si tiene forma, adelante algo de mañana, pero si solamente cumplió lo dispuesto para este día, ¡Gloria a Dios!.

Un tercer elemento interesante lo representa asumir que, si estamos en el centro de la voluntad de Dios, las cosas saldrán bien.

Por último, asumir el hecho de que Dios dará una salida cuando, en cumplimiento de la misión, encontramos grandes obstáculos a nuestro paso.

En conjunto estos principios deben conducirnos a uno que sintetiza estas enseñanzas que se desprenden de liderazgo en la “Escuela de Dios”: quien ocupa una posición relevante en el servicio de la obra, debe estar preparado para hacer ajustes a los planes.

Generalmente tenemos una visión de las cosas y sobre cómo podrían terminar. Eso forma parte del empeño equivocado de tener todo bajo nuestro control. Cuando algo se sale de las manos, entramos en crisis. De ahí que, cuando encontremos inconsistencias con aquello que esperábamos que ocurriera, antes que salir corriendo presa de la angustia, es necesario prepararnos para introducir modificaciones a los planes iniciales. Esta pauta de vida tiene aplicación en la vida secular pero también en el desenvolvimiento eclesial.

Ahora ¡Lo difícil!

Si las plagas que trajo Dios sobre Egipto desataron animadversión sobre Aarón y Moisés, mucho más el anuncio que haría días después. El Señor le mandó a alertar al monarca sobre la muerte de los primogénitos, no solo de los egipcios sino también de sus animales (Éxodo 12:29). Le debería advertir que producto de la manifestación divina, ellos le pedirían a los israelitas que se fueran cuanto antes de su territorio (vv.31-33).

¿Cumpliría usted con agrado una tarea así? Sin duda que lo pensaría dos veces; sin embargo a los hombres que Dios utiliza no les corresponde cuestionar sino obedecer.

Además, el Señor dispuso poner gracia sobre los moradores de aquél país para que dieran a los hebreos joyas y objetos de valor, lo que sin duda ni siquiera pasó por la imaginación de Moisés apenas recibió la encomienda (vv.35, 36).

Cierto día hablaba con un evangelista internacional. Su mayor sorpresa—según me explicó—era la forma como Dios lo llevaba a nuevas alturas en la tarea evangelizadora. ¿Cuál fue el secreto? Lo resumió en tres principios: obedecer a Dios, desarrollar confianza en Él y esperar instrucciones sobre el nuevo paso que debía de dar.

Cuando caminamos tomados de la mano del Creador, Él nos llevará por camino seguro. No es fácil que comprendamos lo que está ocurriendo, pero si confiamos, la paz embargará nuestro corazón.

Es similar a cuando usted viaja en avión. No cuestiona los pasos que dio el piloto al momento de emprender el carreteo de la aeronave en la pista, la carrera de impulsión y mucho menos el decolaje. Usted espera que todo transcurra dentro de los límites previsibles. Igual con Dios, él obrará para bien nuestro y el de quienes nos rodean.

¿Y ahora qué?

Dejar Egipto implicaba volver la página de un amargo capítulo en el que los israelitas estuvieron 430 años en cautividad. La salida de Rameses aquella noche, la emprendieron seiscientas mil personas que emprendían camino a la libertad (Éxodo 12:37, 38).

Ahora, ¿por qué no hicieron un tránsito rápido entre territorio egipcio y la Tierra Prometida? Porque el pueblo hebreo no estaba preparado para enfrentar los filisteos y las muchas dificultades que se iban a desprender de atravesar sus propiedades. Lo más probable es que se hubiesen desalentado (Éxodo 13:17, 18).

La pregunta natural es, ¿Adónde vamos? Usted seguramente la haría. Yo mismo me he formulado este interrogante una y mil veces cuando, andando en los caminos de Dios, he encontrado a mi paso situaciones que están por fuera de mi comprensión. Es algo que nos ha ocurrido a todos.

En la vida secular y eclesial se conjugan este tipo de períodos de incertidumbre; cuando nos asalten, es necesario ir a Dios en oración para que nos enseñe el sendero a seguir. De algo que no podemos dudar en absoluto, es que nos enseñará el sendero más apropiado.

En el caso de los israelitas, el Señor que tiene todo cuidadosamente calculado y quien responde a nuestro clamor en procura de ayuda, les guió durante el día con una nube y en la noche, a través de una columna de fuego. De esta manera, además de emprender jornadas permanentes, tenían asegurado el hecho de que irían en el camino indicado, aquél que estaba en los planes del Altísimo.

¿Sigo adelante, me detengo o me regreso?

Imagina por un instante que va en su auto conduciendo a través de una autopista desconocida. A oscurecido y le urge llegar al poblado mas próximo. E pronto falla el sistema de luces. Y usted, en medio del camino, deja que llegue a su mente y a su corazón una pregunta que paraliza: “¿Y ahora qué hago, ¿Sigo adelante, me detengo o me regreso?”

La inquietud llegó a los israelitas cuando iniciaron el trasegar por el desierto. Dios de antemano sabía que el sendero que seguían llevaría a que el Faraón y sus ejércitos consideraran que estaban atrapados (Éxodo 14:1-4). Sin embargo no era así; todo formaba parte de los planes infinitos de nuestro amado Dios.

Es probable que en su existencia ocurran hechos que no se explica. Si tiene la certeza de estar caminando de la mano del Señor, es  evidente que por medio de esas circunstancias, aprenderá algo nuevo que le servirá en su vida personal y ministerio (Romanos 8:28).

Dios mismo lo tenía definido así. “Lo hago así para glorificarme en lo que haga el faraón y a todos sus ejércitos, y para que los egipcios sepan que yo soy Jehová. Ellos acamparon donde Jehová les había dicho”(Exodo 14:4. Versión La Biblia al Día, paráfrasis).

La reacción de Faraón fue para su perdición y la de sus súbditos. Igual para quienes pelean contra un hijo de Dios, se estrellan contra un enorme muro. En todo instante el Señor es nuestro ayudador.

“Toda la caballería del faraón, caballos, carros y conductores, fue usada en la persecución. El ejército egipcio divisó al pueblo de Israel acampado en la costa, cerca de Pihahirot, frente a Baalcefón”(Exodo 14:9. Versión La Biblia al Día, paráfrasis).

Obviamente el que surgieran inconvenientes, desencadenó incertidumbre y temor entre los israelitas. Es probable que ante la inminencia de peligros o problemas a usted también lo asalte la ansiedad. Contrario a lo que muchos piensan, antes que un pecado es una reacción normal, previsible. Negarse a esas emociones genera un estado de desaliento cada vez mayor.

Cuando vengan situaciones así a su existencia, reconozca que está atravesando por un momento complejo, pero inmediatamente vuelva su mirada al Creador en procura de ayuda, la cual sin duda vendrá.

“…y se atemorizaron en gran manera, y clamaron a Jehová pidiendo ayuda”(v. 10 b).

No olvide que ante emociones que nos afectan y nos llevan a la desestabilización, es importante retomar el control depositando toda nuestra confianza en Dios. Observe que hemos utilizado varias veces la palabra confianza. Es esencial que la manifestemos en nuestra vida cuando se trata de la intervención divina. Un principio que usted debe asumir es depositar su confianza en el Todopoderoso cuando surgen obstáculos en el camino.

Asumir las responsabilidades

Algo curioso que enfrentan los líderes en el plano secular o eclesial, es que cuando algo se sale de su presupuesto mental, buscan inmediatamente a quién echarle la culpa. Y los que llevan la peor parte, en buena parte de los casos, son aquellos que están ejerciendo el liderazgo.

Moisés no fue la excepción. El pueblo se volvió en su contra. Le dijeron: “¿Nos has traído para morir en el desierto por que no había suficientes tumbas en Egipto?¿Por qué nos hiciste subir de Egipto?”(Éxodo 14:11. Versión La Biblia al Día, paráfrasis).

Un líder consciente de su compromiso, no renuncia ni vuelve atrás. “Pero Moisés le dijo al pueblo: No teman, quédense donde están y observen la forma maravillosa en que Jehová los salvará en este día. Los egipcios que ven, no los volverán a ver nunca mas. Jehová peleará por ustedes y no tendrán que levantar un solo dedo”(Exodo 14:13, 14. Versión La Biblia al Día, paráfrasis). Sobre esta base, la tarea de los israelitas era confiar en Dios y avanzar.

Dios dará la salida

Cuando vengan problemas, tenga la certeza de que Dios responderá ofreciendo una salida. Incluso, aquella que usted menos imagina. Si está caminando en el centro mismo de la voluntad del Señor, Él le mostrará qué camino seguir para salir del laberinto.

“Jehová le dijo a Moisés:–Deja de orar y dile al pueblo que marchen. Extiende tu vara sobre las aguas, y el mar abrirá un sendero delante de ti, y todo el pueblo de Israel podrá cruzarlo como en tierra seca. Yo he engrandecido el corazón de los egipcios, y ellos los seguirán, y verán como honro mi nombre derrotando al faraón, con todos sus ejércitos, sus carros y sus caballos. Todo Egipto sabrá que yo soy Jehová”(Exodo 14:15, 18. Versión La Biblia al Día, paráfrasis).

Todo cuanto hace nuestro amado Creador es perfecto. Absolutamente nada escapa a su control. Y tal como lo prometió, lo cumplió. Su ángel acompañó a los israelitas (v. 19) y empañó con densa oscuridad la distancia que separaba a los egipcios del pueblo de Dios.

Y en el momento oportuno, ni antes ni después, Él abrió el mar Rojo (v. 21) de tal manera que “¡El pueblo de Israel caminó a través del mar por tierra seca!”(v. 22). Cuando terminaron su tránsito, Dios ordenó a Moisés extender su vara sobre la inmensa masa de agua detenida a lado y lado. “Moisés lo hizo así y el mar regresó a su posición normal bajo la luz de la mañana. Los egipcios trataron de huir, pero Jehová los hizo ahogarse en el mar. El agua cubrió el sendero, los caballos y sus jinetes. Y todo el ejército del faraón que perseguía a Israel a través del mar pereció”(versículos 27, 28).

Dios cumplió en los hebreos su plan. Ellos se dispusieron, y aquello que prometió, ocurrió.

Usted inició como líder una tarea a la que no debe renuncia hasta tanto se lleve a cabo. Jamás olvide que si Aquél que todo lo puede, le llamó, Él le conducirá al pleno cumplimiento del cometido. Hay tres palabras que deberá recordar nuevamente como principios de un liderazgo eficaz: confianza en Dios, espera en Dios y perseverancia con ayuda de Dios… ¿Está dispuesto a proseguir?

PREGUNTAS SOBRE LA LECCIÓN 

1. Abraham y Moisés desarrollaron ______________________ en el Creador.

2. ¿Cuáles son los cuatros elementos que acompañan la confianza en el Señor?

3. Quien ocupa una posición importante en la obra del Señor debe estar preparado para hacer _______________________a los planes.

4.  A  los hombres que Dios utiliza no les corresponde ______________________ sino _____________________.

5. Mencione tres principios que lo llevarán a tener éxito en su llamado

6. Cuando se presentan períodos de incertidumbre es necesario ir a Dios en ___________________para que nos muestre el ___________________a seguir.

7. ¿A usted como líder (y sobre todo Cristiano)… le podría dar ansiedad?

8. La ansiedad en los momentos difíciles… ¿lo descalifican como líder?

9. Cuando surgen obstáculos en el camino debemos _____________________________en el Señor.

10.  Un líder consciente de su compromiso, no ___________________ ni vuelve ________________.

 

11. Hay tres palabras que deberá recordar nuevamente como principios de un liderazgo eficaz: ___________________ en Dios, _____________________en Dios y ___________________con ayuda de Dios.

16 .Decepción

Capítulo 16

Un líder frente a las murmuraciones – ¿Renunciar? ¡Jamás!

 Ps. Fernando Alexis Jimenez

Una de las grandes invenciones de la humanidad fue el microscopio. Quizá usted tenga una opinión diferente y considere que la televisión, la radio o tal vez la aeronavegación representaron avances históricos de trascendencia para toda la humanidad. Sin embargo me reafirmo: considero un paso agigantado la articulación del microscopio. Ha permitido a los científicos apreciar en una dimensión mayor partículas diminutas que escapan a la visibilidad.

Ahora, vamos a la vida práctica. Hay personas que asumieron en su vida un microscopio espiritual. ¿Por qué razón? Porque los problemas, por diminutos y triviales que sean, los agigantan a proporciones descomunales. A partir de insignificancias desatan verdaderas tormentas que nada le envidiarían al diluvio universal.

Los israelitas en su salida de Egipto y, posteriormente, durante el tránsito por el desierto, tenían su propio visor. Con él agrandaban las dificultades y, automáticamente, generaban rechazo al obrar de Dios. No habían aprendido a confiar en el Señor y ante el más mínimo inconveniente, desencadenaban un huracán que sacaba a flote su condición de hombres y mujeres acostumbrados a la esclavitud, que no querían superar esa situación.

Un pueblo así fue al que debió guiar Moisés. ¿Qué hubiera hecho usted en su caso? Probablemente habría renunciado.

¿Y si algo sale mal?

¿Cómo identificamos que tenemos un microscopio espiritual en nuestras vidas? Sencillo: cuando no aceptamos que algún hecho, por mínimo que sea, marque una diferencia entre aquello que esperábamos y lo que ocurre realmente. No olvide que los seres humanos concebimos las cosas conforme creemos que deben ser, y si no acontecen como aspirábamos, nos asalta el desánimo, la desesperación y el íntimo deseo de no seguir luchando.

Moisés, un líder que se forjó con el paso del tiempo y quien compartió las expectativas que nos asaltan a usted y a mi en diferentes períodos de la existencia, sacó al pueblo del territorio próximo al mar Rojo  y cuando, después de tres días de camino, atravesaban el desierto de Shur, se encontró con enormes dificultades cuando no se halló agua dulce para beber.

“Entonces el pueblo murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Qué hemos de beber? Y Moisés clamó a Jehová, y Jehová le mostró un árbol; y lo echó en ellas aguas, y las aguas se endulzaron, y allí los probó…”(Éxodo 15:24, 25).

La solución: no doblegarse ante la desesperación. En su desempeño ministerial o de liderazgo, tampoco la salida a la encrucijada es volver atrás ni salir corriendo. Un verdadero líder enfrenta los malos momentos, no con temor sino con la firme convicción de que podrán superarse. Esa certeza motivó a Moisés a implorar la respuesta divina para encontrar una alternativa.

Ahora, algo más que aprendemos es que los problemas no son para siempre. “Y llegaron a Elim, donde había doce fuentes de aguas, y setenta palmeras; y acamparon allí junto a las aguas”(Éxodo 15:27).

Guiar al pueblo a cosas mejores

Los líderes tienen la característica de ser motivados por una visión. No conozco  la primera persona que vuelque sus esfuerzos a trabajar y trabajar sin que medie un propósito o un objetivo claro. Quien lidera, generalmente sabe a dónde quiere llegar.

Consideremos un ejemplo sencillo. Alguien establece una empresa para la comercialización de productos domésticos. Ha estudiado el terreno y conoce que la mercancía tendrá salida; sin embargo quienes trabajan a su lado, están solamente interesados en el sustento, en lo que ven. Aunque les advierte que vendrán tiempos mejores, sus inmediatos colaboradores no se inquietan más que por aquello que ven y que palpan.

Etapas así la han enfrentado todos aquellos que lideran. No es algo nuevo, por el contrario, se trata de una actitud muy frecuente.

Dos meses después de salir de la cautividad, cuando se encontraban entre Elim y Sinaí y a pocos días de haber superado el impase de las aguas amargas, surgió otro inconveniente:

“Partió luego de Elim toda la congregación de los hijos de Israel, y vino al desierto de Sin, que está entre Elim y Sinaí, a los quince días del segundo mes después que salieron de la tierra de Egipto. Y toda la congregación de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto; y decían los hijos de Israel: Ojalá hubiéramos muerto por mano de Jehová en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos; pues nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud”(Éxodo 16:1-3).

La gente buscaba algo por qué protestar. ¿Ha visto creyentes así o tal vez compañeros de trabajo quienes a todo le encuentran problema? Se convierten en hombres y mujeres expertos en ver lo malo antes que lo bueno. “Y Jehová dijo a Moisés: He aquí yo os haré llover pan del cielo, y el pueblo saldrá, y recogerá diariamente la porción de un día, para que yo lo pruebe si anda en mi ley, o no”(versículo 4).

El Señor salió al paso con una solución. Si Él le llamó a servirle, no le dejará solo. Usted tiene Su divino respaldo. Este es un principio que debió aprender Moisés en  la práctica. Justo cuando estaba más inquieto, el Señor respondía. Era tanto como si le dijese: “Esfuérzate y sé valiente, estoy contigo”.

“Dijo también Moisés: Jehová os dará en la tarde carne para comer, y en la mañana pan hasta saciaros; porque Jehová a oído vuestras murmuraciones con que habéis murmurado contra él; porque nosotros, ¿qué somos? Vuestras murmuraciones no son contra nosotros, sino contra Jehová”(versículo 8).

Dios cumplió su promesa. Por segunda vez respondía a las murmuraciones del pueblo.

¿Cuándo aprenderán?

Hay un término muy en boga en Latinoamérica que nuevamente les recuerdo. Dice: “Recibe palo porque bogas y palo porque no bogas”. Se refiere a los que polemizan y generan problemas porque sí y porque no. No tardan mucho en encontrar falencias, aunque todo luzca perfecto en apariencia.

“Toda la congregación de los hijos de Israel partió del desierto de Sin por sus jornadas, conforme al mandamiento de Jheová, y acamparon en Refidin; y no había agua para que el pueblo bebiese. Y altercó el pueblo con Moisés, y dijeron: Danos agua para que bebamos. Y Moisés les dijo: ¿Por qué altercáis conmigo?¿Por qué tentáis a Jehová?”(Éxodo 17:1, 2).

Les asaltó la sed y, ¿hacia quién volcaron su frustración? Hacia Moisés. Un líder, en buena parte de las ocasiones, lleva consigo el peso del pueblo al que está guiando. Lo más complejo es que siempre recibe críticas y pocas veces una voz de estímulo por la labor que realiza. ¿Vale la pena que renunciemos? En absoluto. Usted y yo fuimos llamados a vencer, no a dejarnos vencer.

El patriarca actuó como ya se estaba acostumbrado a obrar: “Entonces clamó Moisés a Jehová, diciendo: ¿Qué haré con este pueblo? De aquí a un poco  me apedrearán”(versículo 4).

Aprendiendo a delegar

Hasta aquí hemos apreciado a un líder inmerso en problemas, no porque los haya buscado sino porque el pueblo al que guiaba, era rebelde. Pero las dificultades le llevaron a un aprendizaje progresivo, lo que capacitó para que actuara con excelencia.

En particular un incidente, fruto de la visita de su suegro Jetro, le enseñó una valiosa lección. Al apreciar que todo el trabajo recaía en Moisés, el anciano le recomendó delegar. Un principio que deben asumir quienes ejercen liderazgo, bien en el plano eclesial o secular.

“Viendo el suelo de Moisés todo lo que él hacía con el pueblo, dijo: ¿Qué es esto que haces tú con el pueblo?¿Por qué te sientas tú solo, y todo el pueblo está delante de ti desde la mañana hasta la tarde? Entonces el suegro de Moisés le dijo: No está bien lo que haces”(Éxodo 18:13-17).

Fue en ese momento en que experimentó la delegación. Y dio resultado porque, hombres previamente seleccionados, comenzaron a ayudarle en sus tareas. Ese es un principio fundamental de trabajo en equipo. Ya pasó la época en que el líder hacía todo, desde abrir el templo, recoger las ofrendas, predicar, y terminar la jornada con labores de aseo.

La ingratitud contraataca

Pasados ya tres problemas complejos, surgió uno más: los israelitas se cansaron de comer el maná. “Aconteció que el pueblo se quejó a oídos de Jehová; y lo oyó Jehová, y ardió su ira, y se encendió en ellos fuego de Jehová, y consumió uno de los extremos del campamento. Y la gente extranjera que se mezcló con ellos tuvo un vivo deseo, y los hijos de Israel también volvieron a llorar y dijeron: ¡Quién nos diera a comer carne…”(Números 11:1, 4).

La situación generó en Moisés una crisis, hasta tal punto que fue a Dios con amargura. Le dijo: “No puedo yo solo soportar a todo este pueblo, que me es pesado en demasía. Y si así lo haces tú conmigo, yo te ruego que me des la muerte, si he hallado gracia en tus ojos; y que yo no vea mi mal”(versículos 14, 15).

¿Le han asaltado etapas de desesperación? Es probable que sí. Todos las hemos enfrentado. Pese a ello, es menester seguir adelante. Para lograrlo, buscamos en Dios la fortaleza y damos un nuevo paso, y luego otro más, y otro… pronto habremos recorrido un largo trecho.

Ahora, Dios respondió enviando codornices a los israelitas, pero pagaron su codicia con la muerte, como leemos entre los versículos 31 y 34.

¿Enemigos? Hasta en la propia familia

Me gusta utilizar refranes que identifican nuestra cultura latinoamericana. De paso vale la pena resaltar que son frases cortas que encierran una enorme sabiduría. Uno de ellos reza: “No hay cuña que más apriete que la del mismo palo”. Indica de manera directa, que los más cercanos son en ocasiones quienes mayores problemas nos causan.

¿Ha enfrentado una situación así como líder? Sin duda. Moisés también vivió una situación así.

“María y Aarón hablaron contra Moisés a causa de la mujer cusita que había tomado; porque él había tomado mujer cusita.  Y dijeron: ¿Solamente por Moisés ha hablado Jehová?¿No ha hablado también por nosotros? Y lo oyó Jehová”(Números 12:1, 2).

¿Cómo debió sentirse nuestro protagonista? Sin duda abrumado. Pero no estaba solo, como usted y yo tampoco lo estamos. Si Dios nos escogió para alguna tarea de liderazgo, es porque conoce quiénes somos, nuestras capacidades y lo lejos que podemos llegar si caminamos tomados de Su mano.

Producto de su rebeldía, María acarreó las consecuencias. Se vio cara a cara con la desgracia: vino sobre su cuerpo la lepra.  Pese a ello, la nobleza y disposición de perdón que asistía a Moisés, intercedió a su favor: “Entonces Moisés clamó a Jehová, diciendo: Te ruego, oh Dios, que la sanes ahora”(versículo 13).

Momentos difíciles hemos atravesado todos. Usted y yo no somos ni los únicos ni los últimos, como repetiré hasta la saciedad. ¿Cuál es el secreto para sobreponernos con éxito? Confiar en Dios cuando arrecia la tormenta. ¡Venceremos! No olvide que fuimos llamados a vencer y no a la derrota…

PREGUNTAS SOBRE LA LECCIÓN 

1.  Debemos aprender a no _____________________________las situaciones, para no crear problemas grandes de cosas pequeñas. 

2. Nunca podemos ____________________________ante la desesperación.

3. Un verdadero líder _________________ los malos momentos.

4. ¿Qué aprendemos de la escritura en Exodo 15:27?

5. Los líderes son __________________________por una visión.

6. Quien lidera sabe _________________________ quiere llegar.

7. Un líder, en buena parte de las ocasiones, lleva consigo el _______________del pueblo al que está guiando.

8. El líder siempre recibe __________________ y pocas veces una voz de _________________por la labor que realiza.

9. Usted y yo fuimos llamados a _______________________.

10.  Un principio sumamente importante para un líder (que aprendió Moisés con Jetro) es ______________________.

17. Sembrando

Capítulo 17

Sembrando para el hoy y la eternidad

Ps. Fernando Alexis Jimenez

Charles soñó un gran sueño y lo emprendió: trabajó por muchos años con el propósito de ser un próspero empresario y salir de las penurias bajo las cuales creció. El anhelo que acariciaba desde niño era superar la crisis permanente que llevó a sus padres, y por ende, a toda la familia, a malvivir con unos cuantos pesos.

A los cincuenta y dos años cuando había terminado de pagar un préstamo grande que contrató con la banca para adquirir maquinaria, y para tranquilidad de todos había saldado la hipoteca que tenía sobre la casa, sufrió un infarto.

El mal momento llegó cuando menos lo esperaba. Si alguien, en el momento en que agonizaba, le hubiese preguntado qué era lo que tenía en mente en aquella etapa de su existencia, habría recibido como respuesta la esperanza que le embargaba de disfrutar una buena vejez. Sin embargo partió a la eternidad.

Trabajó por años para morir cuando estaba a las puertas de disfrutar de todo su esfuerzo—murmuró la esposa al compartir la desolación que le embargaba el sorpresivo deceso.

¿Injusto? Tal vez. Es el primer pensamiento que viene a nosotros cuando revisamos el devenir de alguien que lucha por un ideal, una meta o un propósito para irse a la eternidad antes de llegar a disfrutar del trabajo realizado.

También podríamos pensar que fue injusto lo que ocurrió con Moisés. Después que partieron  de los pozos de Ben Jacam a Moserá, falleció Aarón, el hermano que luchó a brazo partido para ayudarle a coronar el objetivo de entrar en la tierra prometida (Deuteronomio 10:6). El vacío debió ser enorme.

Tras mucho trasegar, y cuando habían agotado la mayoría de las jornadas que les separaba del anhelado territorio, se reunió con los israelitas. Les recordó de qué manera había obrado el Señor en sus vidas, las leyes y observancias a tener en cuenta, y las instrucciones impartidas con el mismo amor de un padre hacia los hijos que partirán a un viaje muy largo, a los cuales tal vez no volverá a ver.

La hora final

“Aquel mismo día el Señor dijo a Moisés: “Sube al momento Abarim, al monte Nebo, situado en Moab, frente a Jericó, y mira la tierra de Canaán, que doy en herencia a los israelitas. En este monte al cual subes, serás reunido a los tuyos, como murió Aarón tu hermano en el monte Hor, y fue reunido a los suyos. Porque pecaste contra mí en medio de Israel, ante las aguas de la rencilla de Cades, en el desierto de Zin; porque no manifestasteis mi santidad ante los israelitas. Por eso solo verás la tierra desde lejos, pero no entrarás en ella, en esa tierra que doy a los israelitas”(Deuteronomio 32:48-52).

Este pasaje es uno de los más emotivos que encontramos en las Escrituras. Puedo asegurarle que si hubiese tenido el privilegio de estar en ese lugar, habría dejado escapar muchas lágrimas. No es para menos; lo que ocurría era conmovedor.

Moisés sufrió con el pueblo hebreo la sed, el calor, la angustia, la desolación, y ahora, cuando creían que todo había terminado, encuentra que la tierra por la que tanto se esforzó, sólo podría verla de lejos.

Recuerdo ahora los esfuerzos de un pastor que trabajó arduamente por dar solidez a una denominación cristiana en Santiago de Cali. Luchó contra una y mil adversidades. Entregó todo de sí. Sacrifico tiempo y lo que más amaba: su familia.

Cuando la congregación estaba en el punto más alto, el volumen de asistentes crecía y tenía muchos planes en mente, recibió instrucciones de los superiores para abandonar la ciudad e irse a otro país a plantar una iglesia. ¡Debía comenzar desde cero!.

¿Cuáles son sus expectativas?

Cuando servimos en la obra del Señor Jesucristo, debemos hacerlo con entrega total. Por supuesto, todos los obreros y líderes guardamos una carga de expectativas. Pero fijarnos en aquello que esperamos y que, posiblemente, no llegue a ocurrir, nos anticipará una frustración que no vale la pena.

Imagine los hombres que construyeron la Torre Eyfel. Ahora, por un instante trasládese a la escena. ¿Qué ve?¿Hombres preocupados porque un terremoto podría echar por tierra su obra? En absoluto. Tenían todo el deseo del mundo por ver concluida la estructura de hierro. Era su principal motivación.

Ahora traslade esta figura a su propia existencia. ¿Cuáles son sus principales motivaciones para todo cuanto hace? Sume un segundo interrogante, ¿qué ocurre si no se materializa aquello que esperaba?

Nuestra mirada debe estar puesta al frente, nunca atrás ni con nostalgia en un presente que se va.

La satisfacción del deber cumplido

Nuestro principal objetivo debe ser cumplir con aquello que nos hemos propuesto, poniendo todo el esfuerzo, así no alcancemos a ver los resultados.

Cuando leemos el capítulo 11 de la carta universal a los Hebreos, anota algo sumamente interesante al referirse a los hombres de fe: “Y todos éstos, aunque aprobados por el buen testimonio de su fe, no recibieron el cumplimiento de la promesa…”(Hebreos 11:39).

¿Puede apreciarlo? Creían y avanzaban, sin que su entusiasmo menguara, aún cuando era probable que no viesen materializado aquello por lo que estaban dispuestos a ofrendar su existencia.

Moisés llegó al final de sus días y de su misión con la frente en alto. “Entonces Moisés subió  de los campos de Moab al monte Nebo, a la cumbra de Pisga, que está frente a Jericó. Y el Señor le mostró toda la tierra de Galaad hasta Dan, todo Neftalí, y la tierra de Efraín y de Manasés… Y allí Moisés siervo del Señor, murió en la tierra de Moab, conforme lo había dispuesto el Señor”(Deuteronomio 34:1-5).

Usted debe sentar las bases, ser pionero, atender el llamamiento de Dios y la misión, tal como la recibió. Probablemente no recibirá la gloria ni los honores, tal vez le corresponderán a su sucesor, como ocurrió con Moisés. Pese a ello, no debe desanimarse.

Recuerde que usted y yo estamos dejando las huellas que otros seguirán, hasta alcanzar aquello que ha ocupado nuestros esfuerzos, sueños y esperanzas… ¡Adelante, termine bien la carrera que emprendió en la obra de proclamación del Evangelio!

El apóstol Pablo, en una de sus últimas cartas a los creyentes, escribió: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto, sino que prosigo, por ver si alcanzo aquello para lo cual fui también alcanzado por Cristo Jesús… prosigo a la meta, al premio al que Dios me ha llamado desde el cielo en Cristo Jesús…”(Filipenses 3:12, 14).

Quiera Dios que tras haber cumplido nuestras asignaturas en la “Escuela de Dios” y entendido que ser líder es fácil pero tampoco imposible, cumplamos fielmente nuestra tarea…

PREGUNTAS SOBRE LA LECCIÓN 

1. ¿Qué reflexión nos trae la escritura en Deum. 32:48-52?

2.  Cuando servimos en la obra del Señor Jesucristo, debemos hacerlo con ___________________ total.

3. Nuestra mirada debe estar puesta ________________, nunca atrás ni con ________________ en un presente que se va.

 

4. Nuestro principal objetivo debe ser _____________ con aquello que nos hemos propuesto, poniendo todo el __________.

18. Éxito

Capítulo  18

El líder se sobrepone a la adversidad – ¿Qué impide salir adelante?

Ps. Fernando Alexis Jimenez

Apolinar Salcedo vio muchos atardeceres en su pequeño pueblo hasta que un accidente, a los siete años de edad, le dejó ciego. Un amigo con quien compartía juegos disparó un arma, y el proyectil impactó el rostro del muchacho.

¿Sus orígenes? Una familia sumidad en una precariedad económica considerable. Sin la capacidad de  ver, enfrentando carencias económicas y confinado en un pueblo en el que difícilmente podría acceder a los avances tecnológicos ¿Cuál podría ser su futuro? Para muchos el fracaso. Sin embargo lo que para la gran mayoría de personas significaba una situación desesperada, se constituyó para Apolinar en el principal reto para vencer.

No solo concluyó sus estudios básicos y secundarios sujeto a la penumbra, sino que además se empeñó en ir a la universidad. Cursó la carrera de derecho, sobresalió como abogado, y por si fuera poca la trayectoria, llegó a ser elegido Concejal en Santiago de Cali, reelegido varias veces y por último, aspiró y ganó por amplia votación, la posición de alcalde de la ciudad.

Apolinar Salcedo llegó a ser uno de los pocos alcaldes en Latinoamérica, sino el único, pese a su condición de invidente…

¿Pudo vencerlo la adversidad? En absoluto. ¿Por qué razón? Porque tenía claro que la única salida era sobreponerse a todo cuando amenazaba con impedirle desarrollar las potencialidades de liderazgo que Dios había sembrado en su vida…

El líder cumple una misión específica

¿Qué identifica a un líder? En esencia dos elementos: el primero, saber de dónde viene, y el segundo, saber a dónde va. Quien no sabe ni de dónde viene ni para dónde va, jamás llegará a ninguna parte.

¿Se ha preguntado por qué su vida pareciera que atraviesa por un período de estancamiento que amenaza convertirse en un mal crónico? Porque en pocas ocasiones o tal vez ninguna, se ha tomado el trabajo de evaluar su vida y, tras descubrir dónde se encuentra, decidirse a trazar metas fijas que le permitan avanzar hacia objetivos concretos.

Este principio es válido en todo cuanto hagamos a nivel secular y eclesial. Pero si nos orientamos un poco más hacia el reino de los cielos, el interrogante podría derivar hacia un aspecto clave: ¿Para qué utiliza Dios los líderes? Para que cumplan tareas específicas, aun cuando en ocasiones el Señor no revele todo el plan de una vez sino progresivamente.

Nada impide que desarrolle su liderazgo

¿Quién puede asumir un papel protagónico en el liderazgo? Toda persona, sin importar su condición económica, social, condiciones físicas o nivel académico, que toma conciencia de las enormes potencialidades que Dios colocó en su vida y las pone al servicio de Dios y de la humanidad.

Hay un incidente que ilustra este aspecto que deseo enfatizar. Salí con un camarógrafo de televisión a realizar algunas entrevistas con la gente. Llevaba dos años con su cámara. Leyó superficialmente el Manual de Instrucciones pero, como era poco amigo de la lectura, a mitad de camino decidió aprender los aspectos más relevantes de la operación de aquél aparato, mediante la práctica.

Pues bien, en aquella ocasión mientras él dialogaba con otro camarógrafo, éste le explicó las posibilidades que tenía con la tecnología.

Por ejemplo estos dos fichas ¿las ves? Si las oprimes, aunque esté algo oscuro el recinto donde realices la grabación, dimensionará la luz y la imagen tendrá mejor resolución…—

Mi amigo se quedó mirándolo, luego a la cámara:

¡Jamás imaginé que se pudiera hacer!—le dijo.

¿La razón? Nunca antes había utilizado esas características del equipo. No significara que no pudiera hacerlo sino que no las había utilizado. ¿Me comprende? Dios le dotó de enormes potencialidades para ser un líder, entonces ¿quién pone los límites? Usted y yo. Nosotros y nadie más que nosotros edificamos esas enormes barreras. Y nos corresponde –a usted y a mi–, derribarlas…

Dios necesita de su liderazgo

La Biblia nos refiere una situación de crisis por la que atravesaba el pueblo de Israel. Tras la muerte de un caudillo, caían de nuevo en la idolatría. A partir de entonces iniciaban un proceso de clamor que concluía con el envío—por parte de Dios—de un líder. Cuando éste partía a la presencia del Señor, se reiniciaba el ciclo: pecado – arrepentimiento – ayuda divina – pecado – arrepentimiento – ayuda divina etc.

En circunstancias así, tal como puede ocurrir hoy, el Señor llamaba a alguien específico a cumplir una misión específica, como podemos estudiarlo en el libro de Jueces. “ Pero los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos de Jehová, y sirvieron a los baales y a Astarot, a los dioses de Siria, a los dioses de Sidón, a los dioses de Moab, a los dioses de los hijos de Amón y a los dioses de los filisteos; y dejaron a Jehová, y no le sirvieron. Y se encendió la ira de Jehová contra Israel, y los entregó en mano de los filisteos, y en mano de los hijos de Amón;  los cuales oprimieron y quebrantaron a los hijos de Israel en aquel tiempo dieciocho años, a todos los hijos de Israel que estaban al otro lado del Jordán en la tierra del amorreo, que está en Galaad.”(Jueces 10:6-8)

La persona convocada a liberar al pueblo de Dios fue alguien que, como en el relato que sirve de abrebocas a este capítulo, nació con todas las probabilidades en contra y de quien fácilmente podríamos pensar, llegaría a ser un derrotado y jamás un triunfador...

Un líder se caracteriza por ser “esforzado y valeroso”

El hombre escogido por Dios para desarrollar sus potencialidades de liderazgo, fue Jefté. Sin embargo una rápida mirada a su hoja de vida, nos revelaría que no gozaba de las mejores condiciones para llegar a ostentar la posición de un vencedor: “Jefté galaadita era esforzado y valeroso; era hijo de una mujer ramera, y el padre de Jefté era Galaad. Pero la mujer de Galaad le dio hijos, los cuales, cuando crecieron, echaron fuera a Jefté, diciéndole: No heredarás en la casa de nuestro padre, porque eres hijo de otra mujer.”(Jueces 11:1, 2).

Repasemos de nuevo todo lo que rodeaba a este hombre: primero, era hijo de una mujer de mala reputación y nació al interior, no de un hogar establecido, sino como consecuencia de una aventura en la que no primó el amor sino la pasión y el deseo. Segundo, su padre no le brindó el apoyo; en otras palabras, jamás gozó de la seguridad que se deriva de una relación afectiva padre-hijo. Tercero, enfrentaba el odio de sus hermanos. Nadie le quería.

¿Considera que alguien así podría llegar a una posición de liderazgo? Vamos, responda con el corazón y con algo de lógica. ¿Verdad que no? ¿Por qué? Porque en nuestro razonamiento podríamos aducir una situación traumática que le conducía a experimentar la derrota y la predisposición al fracaso.

Sin embargo cuando alguien está rodeado de dos características como las que apreciamos en Jefté, es decir, que era “esforzado y valeroso”. ¿Sabe qué significa eso? Que alguien con esos atributos, sigue adelante aunque todo vaya en contra, y además, no le teme a los retos. Esa es la descripción más gráfica de alguien “esforzado y valeroso”.

¿Cómo se llega a ser “esforzado y valeroso”? En primera instancia y desde mi perspectiva como cristiano, dependiendo de Dios y buscando que nos ayude y fortalezca en el proceso de crecimiento espiritual y personal, y segundo, al comprender que nacimos para vencer, porque esas potencialidades las sembró el Señor en nosotros y nada nos debe detener en el proceso de alcanzar grandes metas.

¿Qué ocurrió con Jefté? La Biblia describe que: Huyó, pues, Jefté de sus hermanos, y habitó en tierra de Tob; y se juntaron con él hombres ociosos, los cuales salían con él.”(Jueces 11:3).

¿Se da cuenta? Incluso, en el proceso de caída, llegó a ser un pandillero. Sin embargo, aún en su condición, no perdía los dos elementos claves en s existencia: “esforzado y valeroso”.

El tiempo de sobresalir, llegará

Un líder, bien en el plano secular o en el eclesial, no busca auto promocionarse para que todos reconozcan en su vida el liderazgo. Ser líder es algo que se evidencia, no un rótulo para publicitar una condición personal.

¿Qué hacer si nadie reconoce nuestro liderazgo en el trabajo, la universidad o quizá la iglesia? En esencia dos cosas. La primera, no desesperarse. La segunda, seguir desarrollando las condiciones de liderazgo sin mayor espaviento, a la espera del momento oportuno.

Ese “día indicado, a la hora más recomendable y en el lugar más apropiado” llegó a la vida de Jefté con el paso de los años: “Aconteció andando el tiempo, que los hijos de Amón hicieron guerra contra Israel. Y cuando los hijos de Amón hicieron guerra contra Israel, los ancianos de Galaad fueron a traer a Jefté de la tierra de Tob; y dijeron a Jefté: Ven, y serás nuestro jefe, para que peleemos contra los hijos de Amón. Jefté respondió a los ancianos de Galaad: ¿No me aborrecisteis vosotros, y me echasteis de la casa de mi padre? ¿Por qué, pues, venís ahora a mí cuando estáis en aflicción?”(Jueces 11:6-8).

Cuando se produjo la circunstancia propicia, este caudillo israelita fue quien puso las condiciones. Los papeles se invirtieron. Jefté entonces dijo a los ancianos de Galaad: Si me hacéis volver para que pelee contra los hijos de Amón, y Jehová los entregare delante de mí, ¿seré yo vuestro caudillo? Y los ancianos de Galaad respondieron a Jefté: Jehová sea testigo entre nosotros, si no hiciéremos como tú dices.”(versículos 9, 10).

Y, ¿cómo saber que tendremos éxito?

Ah, la pregunta que generalmente se formula quien asume una enorme responsabilidad. Si hablamos del empleado que debe comprometerse en una tarea grande, piense en que por fin todos sabrán no solo que usted sabe, sino que además puede. Este constituye el primer paso para nuevas posiciones.

Cuando se trata de un compromiso eclesiástico, debe involucrar  a Dios. Igual debiera ser en el primer caso, pero hay quienes progresivamente aprenden a desarrollar su liderazgo y luego se afianzan en el Señor. Pero sin duda, El debe ocupar el primer lugar en cuanto hagamos. El constituye la garantía de que tendremos éxito.

En la vida de Jefté se evidenció este principio infalible: “…y Jefté habló todas sus palabras delante de Jehová en Mizpa.” (versículo 11 b).

Al poner sus planes y proyectos en manos del Creador, leemos que: “Y el Espíritu de Jehová vino sobre Jefté; y pasó por Galaad y Manasés, y de allí pasó a Mizpa de Galaad, y de Mizpa de Galaad pasó a los hijos de Amón. Y Jefté hizo voto a Jehová, diciendo: Si entregares a los amonitas en mis manos, cualquiera que saliere de las puertas de mi casa a recibirme, cuando regrese victorioso de los amonitas, será de Jehová, y lo ofreceré en holocausto. Y fue Jefté hacia los hijos de Amón para pelear contra ellos; y Jehová los entregó en su mano. Y desde Aroer hasta llegar a Minit, veinte ciudades, y hasta la vega de las viñas, los derrotó con muy grande estrago. Así fueron sometidos los amonitas por los hijos de Israel.  “(versículos 29-33).

En nuestro amado Dios tenemos la plena garantía de vencer. El desarrolla las potencialidades en nuestra existencia y nos hace líderes que ponen un punto muy alto en la historia de la humanidad.

¿Está dispuesto a asumir este compromiso? No olvide que asidos de la mano del Creador, podemos llegar a ser los líderes que la sociedad necesita…

PREGUNTAS SOBRE LA LECCIÓN 

1.  Mencione los dos elementos que identifican un líder.

2.  Dios utiliza los líderes para que cumplan _______________________específicas.

3.  Quién pone los límites de nuestro liderazgo.
4. Mencione las dos características de Jefté que lo convirtieron en un líder de Dios

5. ¿Qué necesitamos para ser esforzado y valeroso?

6. Un líder no busca ______________________________________.

7. Ser líder es algo que se _____________________________.

 

8. El _________________constituye la _____________________________de que tendremos éxito.

19. Final

Capítulo 19

Llega el final…

Ps. Fernando Alexis Jimenez

Cuando cursaba la formación teológica en el Seminario Bíblico de la Alianza Cristiana y Misionera, en Santiago de Cali, fui seleccionado por mi profesora de misiones, la puertoriqueña Maritza Cumba para que acompañara un grupo de estudiantes asignados a un remoto lugar del Pacífico colombiano, hasta el cual no entraban ni la señal de la radio ni de la televisión, y en donde las noticias de lo que estaba ocurriendo en el país, se recibían tres o cuatro semanas después del acontecimiento.

La experiencia sonaba extraordinaria. Por fin teníamos la oportunidad de poner en práctica todo cuanto habíamos aprendido en las largas aulas y pupitres de la institución. Sin duda estábamos rebosantes de gozo.

A nuestra memoria venían las historias que referían el desenvolvimiento de los Moravos, Guillermo Carey y Juan Wesley cuando emprendieron la proclamación del evangelio sin medir distancias ni dificultades.

Pero llegó el momento de la prueba. Cuando nos dejaron a un consiervo y a mi en el caserío miserable cuyos límites estaban representados por un mar tranquilo que se perdía en el infinito, sentimos temor.

Ver alejarse la lancha que nos había traído y con cuyo conductor pactamos vernos días después, nos causó angustia. Por un instante nos asaltó la duda de que no regresara jamás.

Cabe decir que comprobamos que existía una enorme brecha entre la teoría y la práctica. El primer día, por ejemplo, descubrí que no sabía predicar aún cuando apenas estoy aprendiendo, para ser sincero. Los principios de exégesis, homilética y hermenéutica se confundieron con el mismo enredo que producen un buen número de anzuelos guardados en una bolsa plástica. No sabía por dónde comenzar.

Cuando llegó la hora de enseñanzar a los niños, durante la escuela vacacional que realizábamos en la mañana o en la tarde, comprobé que no sabía ni un solo coro infantil. ¡Había olvidado aprenderlos en el seminario!.

Cierta noche, después de celebrar el tercer servicio religioso de la semana, llegó una familia con una mujer gravemente enferma. Temían que no pasara de aquél día. “Venimos a pedirle que ore por ella”, me dijeron. Un sudor frío me recorrió todo el cuerpo. El pastor que me acompañaba no hacía sino mirar al suelo. “Ora tú por ella”, le dije. “No, Fernando, hazlo tu. Tienes más experiencia que yo”, respondió eludiendo el enorme compromisos. Varios pares de ojos estaban puestos sobre nosotros. Esperaban que oráramos y llevaramos al plano práctico las múltiples enseñanzas sobre un Dios de milagros, el Dios al que creíamos.

Le impusimos las manos y oramos por aquella mujer. Aunque exteriormente mostrábamos tranquilidad, dentro nos embargaba la angustia. “Obra un milagro, Dios mío”, le decía mentalmente al Señor. Me preocupaba que no ocurriera nada y quedara por tierra nuestro testimonio. “Ayúdanos, Señor”, insistía.  ¡Dios respondió con el milagro de la sanidad!

Ver su respaldo implicó que reconociéramos nuestra imposibilidad y debilidad frente a la enorme tarea que teníamos delante.

La ocasión nos permitió entender –al pastor que me acompañaba y a mí–que los problemas que enfrentamos durante la formación, constituyen elementos esenciales del aprendizaje. Es así como se forman los líderes auténticos, aunque nosotros apenas estamos experimentando el proceso de crecimiento y ¡nos falta mucho todavía!

Leonardo Ríos, un evangelista amigo, suele repetir que las cinco “piedras lisas de arroyo” que utilizó David cuando iba a pelear con el gigante Goliat (1 Samuel 17:40), eran lisas no por accidente sino después de muchos años de haberse golpeado con otras por la fuerza de la corriente, hasta que perdieron las asperezas y llegaron a ser del tamaño necesario para colocar en una honda, y además, sin mayores protuberancias.

Así somos usted y yo cuando anhelamos servir en el liderazgo secular y para la obra del Señor Jesucristo. No será de la noche a la mañana ni en un abrir y cerrar de ojos que estaremos preparados. Deberá mediar primero el “trato especial” que nos libra de las esperezas con las cuales no podemos servirle adecuadamente.

¿Estás dispuesto para experimentar el trato especial de Dios?

Nuestro amado Dios tuvo un trato personal con Noé, Abraham, Jacob, José y todos aquellos que a lo largo de la historia de la humanidad, han servido como instrumentos para que se cumpla la voluntad del Creador  y que, en nuestro tiempo, contribuyen a la extensión del reino de Dios.

Convertirse en un vaso útil amerita que nos dispongamos de corazón a experimentar el obrar de nuestro Supremo Hacedor. Siempre estaremos librando una enconada lucha entre lo que deseamos hacer, y lo que verdaderamente ocurre, es decir aquello que está en la voluntad divina.

Al respecto el apóstol Pablo escribió: “Por esto, amados hermanos, les ruego que se entreguen de cuerpo entero a Dios, como sacrificio vivo y santo; éste es el único sacrificio que Él puede aceptar. Teniendo en cuenta lo que Él ha hecho por nosotros, ¿será demasiado pedir? No imiten la conducta ni las costumbres de este mundo; sean personas nuevas, diferentes, de novedosa frescura en cuanto a conducta y pensamiento. Así aprenderan por experiencia la satisfacción que se disfruta al seguir al Señor”(Romanos 12:1, 2 La Biblia al Día, paráfrasis – SBI).

¿Comprende el alcance del texto? Allí, en pocas palabras, está marcado el proceso de un cristiano que se somete a Dios, atraviesa el sendero del “trato de Dios” hasta que, caminando conforme a la voluntad del Padre, se convierte en un instrumento útil en sus manos. Es tanto como ser las “piedras lisas de arroyo” que sirvieron a David para derrotar a Goliat.

Cumplir la tarea, nuestra satisfacción

Cuando escribió su misiva a los cristianos de Filipos, conocida como una de las “cartas del cautiverio”, el apóstol Pablo dejó sentada la satisfacción de haber puesto todo de si mismo para cumplir el propósito divino: “Con todo esto no quiero decir que sea perfecto. Todavía no lo he aprendido todo, pero continúo esforzándome para ver si llego a ser un día lo que Cristo, al salvarme, quieso fue fuera. No, hermanos, todavía no soy el que debe ser, pero eso sí, olvifando el pasado y con la mirada fija en lo que está por delante, me esfuerzo hasta lo último para llegar a la meta y recibir el premio que Fios nos llama a recibir en el cielo en virtud de lo que Jesucristo hizo por nosotros.”(Filipenses 3:12-14. La Biblia al Día, paráfrasis – SBI).

Nuestro mayor propósito debe ser, primero, someternos al trato de Dios, y segundo, avanzar conforme a su tiempo y circunstancias, en el proceso de crecimiento personal y espiritual. De esta manera alcanzaremos el nivel de liderazgo secular y eclesial que ha estado en la mente del Señor para nosotros desde antes de la creación del mundo.

Burlas y críticas, jamás faltarán…

Quien ejerce el liderazgo tanto secular como eclesial, debe estar preparado para las burlas y críticas. Quienes están alrededor no comparten la visión—como es apenas previsible—y ese hecho no debe llevarnos a que les desechemos. Por el contrario, con diferencias de opinión y aún con persecuciones en contra nuestra, siguen siendo el prójimo.

Este fenómeno lo encontramos gráficamente ilustrado cuando el Señor escogió a Saúl como rey de Israel. Una vez lo ungió Samuel para ocupar tan privilegiado cargo de gobierno “…Saúl regresó a su casa en Gabaa se unió a él un grupo de hombres de guerra cuyos corazones Dios había tocado para que fueran compañeros suyos. Sin embargo, hubo algunos malvados que dijeron:–¿Cómo puede este hombre salvarnos?–. Y lo despreciaron  y se negaron a ofrecerle presentes”(1 Samuel 10:26, 27. La Biblia al Día, paráfrasis. SBI).

¿Acaso esta actitud de algunos de sus congéneres desanimó a Saúl? En absoluto. Él tenía claro que su misión provenía del Señor, de Aquél que hizo el universo, y no de los hombres.

El apóstol Pablo, quien desarrolló un extraordinario ministerio entre los gentiles, también fue objeto de burlas, críticas y persecución. Había quienes se empecinaban en desconocer que tenía una misión que Dios le había encomendado. Al respecto, él no ponía su mirada en las voces contrarias sino que avanzaba. Así acostumbró saludar a los cristianos de varias ciudades, como el que observamos en su carta a los creyentes de Galancia: “Remitentes: Pablo el apóstol (no de los hombres ni por los hombres, pues quien me llamó al apostolado fue Jesucristo mismo y Dios el Padre que lo resucitó de los muertos) y los demás crisdtianos que están conmigo. Destinatario: las iglesias de Galacia”(Gálatas 1:1. La Biblia al Día, paráfrasis. SBI).

¿No tiene credenciales para predicar?¿Acaso puede detenerle esa circunstancia? En absoluto. No estoy desestimando la formación teológica, pero creo que por esperar hasta graduarnos, muchos dejamos de aprovechar valioso tiempo para testimoniarle al mundo nuestra fe en Jesucristo y además, de compartir las Buenas Nuevas.

Vamos adelante, el Señor Jesucristo nos acompaña

Si tenemos conciencia de que quien nos llamó a servirle fue el propio Señor Jesucristo y que no estamos en la obra del reino de Dios por voluntad del hombre, debemos avanzar firmes, sin prestar oído a quienes buscan desanimarnos.

Al despedirse de sus seguidores, el Maestro les instó: “He recibido toda autoridad en el cielo y en la tierra. Por lo tanto, vayan y hagan discípulos en todas las naciones. Bautícenlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a obedecer los mandamientos que les he dado. De una cosa podrán estar seguros: Estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo”(Mateo 28:18-20. La Biblia al Día, paráfrasis. SBI).

Usted que nos acompañó a lo largo de estas páginas, tiene enfrente un enorme reto: desarrollar sus potencialidades para el liderazgo secular y eclesial. Esas potencialidades fueron depositadas en su ser cuando Dios lo creó. Pero debe ponerlas en práctica. No puedo asegurarle que será fácil, porque conforme dé nuevos pasos, irá aprendiendo cosas que jamás imaginó que existieran o que fueran posibles pero que son parte esencial del proceso de trato del Creador con usted.

En la medida que avance, muchas cosas irán quedando claras en su mente y en su corazón.

Al terminar de escribir este material, me asiste una enorme emoción: la de descubrir que cada día nuestro amado Dios levanta líderes en toda América, el Caribe, Africa, Europa, Asia y lejano oriente.

Cada hombre y mujer que se levantan para compartir las Buenas Nuevas de Salvación, están librando millares de almas de pasar a la eternidad alejados del Creador.

Mi mayor oración es que pueda llegar con estas páginas a todos aquellos que están por tomar conciencia de sus potencialidades para ponerlas al servicio de Aquél que hizo los cielos y la tierra y que amó tanto al mundo, que dio a su Hijo para hacernos nuevas criaturas para gozarnos en Su presencia por siempre…

¡Adelante, ni un paso atrás! Siga caminando, asido de la mano del Señor Jesucristo y recuerde siempre que “Ser líder no es fácil, pero tampoco imposible”.

PREGUNTAS SOBRE LA LECCIÓN 

1.  Los problemas que enfrentamos durante la formación constituyen elementos _________________del aprendizaje.

2.  Convertirse en un vaso útil amerita que nos dispongamos de corazón a _____________________ el obrar del Señor.

3. Qué aprendemos de la escritura en Romanos 12:1,2

4. Nuestro mayor propósito debe ser _______________________al trato de Dios y segundo ________________en el proceso de crecimiento personal y espiritual.

 

5. Como ministros de Dios debemos ____________________firmes, sin prestar oído a quienes buscan desanimarnos.

20. Servicio

La disposición del siervo por Serafín Contreras Galeano

Necesitamos examinar nuestro corazón como siervos y evaluar la disposición

Disposición es la acción o efecto de disponer. Disponer es colocar, poner las cosas en orden y en situación conveniente. Hay cosas que tienen que ser puestas en orden en estos últimos tiempos. “Pero…todo está en orden hermano. ¿No ve el despertar espiritual que estamos teniendo en América Latina? ¿No ve cómo están creciendo nuestras iglesias? ¿Usted no ve el nuevo movimiento espiritual que estamos observando, todo lo que estamos experimentado? ¿La nueva prosperidad que proclamamos? ¿No está observando los últimos avances en materia de guerra espiritual y nuestras nuevas fórmulas de fe?” Sí, lo veo y doy gracias a Dios por ello. Me gozo junto con usted, pero no cierro mis ojos a la realidad.

¿Cómo se mide el corazón y la disposición de un siervo? ¿Por su actitud ante los logros, los éxitos y los avances? ¿Por la manera cómo es admirado por la gente y sus seguidores? ¿Por cuántos votos logra en las asambleas y en la convención? ¿O, quizá, por cuántos programas de televisión tiene o cuán grande es la megaiglesia que pastorea? ¿Será acaso por la entrega al asumir grandes responsabilidades y la forma de iniciar nuevos retos?

No, el corazón de un siervo se mide por la disposición a ser examinado durante la obra y al terminar la misma. El corazón se mide por la actitud que tiene cuando necesita entregar el cargo a otro. Samuel demostró su verdadero corazón cuando le entregó el pueblo a Saúl, primer rey de Israel.

Samuel fue el último de los jueces de Israel. Los jueces fueron individuos que ejercieron gran influencia sobre las tribus de Israel por su fuerte personalidad, estatura moral y el hecho de tener acceso directo a Dios. El corazón de Samuel se pudo ver el día que él dio su discurso final ante el pueblo para entregarle la dirección de Israel a Saúl. En el corazón de Samuel había una total disposición para Dios y para el pueblo, y de ello nosotros necesitamos aprender como siervos.

Para estudiar esta actitud vamos a 1 Samuel 12:1-5. En este pasaje Samuel no sólo clarificó su propio carácter sino que se colocó como ejemplo ante Saúl. En sus últimas palabras antes de marcharse Samuel demostró:

la disposición del siervo a escuchar

“He aquí, yo he oído vuestra voz en todo cuanto me habéis dicho, y os he puesto rey” (12:1).

Como siervos necesitamos aprender a escuchar al pueblo. Sin embargo, antes de aprender a escuchar al pueblo necesitamos aprender a escuchar a Dios. “Y dijo Jehová a Samuel: Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan; porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos” (1 S. 8:7). Cuando aprendemos a oír a Dios, Él nos guiará para que oigamos a los que Él quiere que oigamos. Es difícil escuchar todo, pero a menudo es necesario. Es fácil escuchar lo dulce, pero difícil aquello que sabemos que no tiene sentido. Un buen siervo sabe escuchar. Estemos dispuestos a escuchar al pueblo sin temor ni angustia. Muchas veces como líderes tenemos miedo de escuchar lo que el pueblo quiere decir.

la disposición del siervo a reproducirse

“Yo soy ya viejo y lleno de canas; pero mis hijos están con vosotros…” (12:2).

Hemos sido llamados para reproducirnos, jamás para perpetuarnos. En efecto Samuel les dijo: “Ya he terminado, estoy viejo, pero quedan entre ustedes mis hijos, la generación que sigue”. Estamos en la obra de Dios para hacer discípulos, y que el día que entreguemos lo que estamos haciendo podamos decir también: “Ya estoy viejo… pero aquí quedan los que he estado formando para que ellos continúen”. El Señor Jesús nos dejó el ejemplo, y el mismo modelo lo encontramos en Pablo cuando dijo: “Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros” (2 Ti. 2:2). Debemos dar los pasos para reproducirnos en otros.

la disposición del siervo a ser modelo

“Yo he andado delante de vosotros” (12:2).

Andar delante implica estar expuesto a ser observado y analizado. Muchos siervos quieren andar detrás, impulsando a la gente. Sin embargo, lo más importante es estar adelante, porque el mundo se ha cansado de las palabras. Lo que la gente quiere son modelos. Si no hay un modelo de vida, surge la angustia. Pero no modelos de televisión. Muchos de los que sirven al Señor parecen más modelos de televisión que de vida. Debemos permitir que el evangelio sea encarnado en nuestra vida y que podamos decirle al pueblo: “Yo he andado delante de vosotros”.

la disposición del siervo a ser perseverante

“…desde mi juventud hasta este día.” (12:2).

Cuando Samuel expresó tal declaración estaba diciéndole al pueblo: “Ustedes saben que desde mi juventud hasta este día, cuando ya mi cabeza está llena de canas y mi cuerpo sin fuerzas, he sido perseverante”. La perseverancia estimula y anima a los seguidores. Samuel pudo hablar con firmeza: “He estado con ustedes desde mi juventud hasta ahora”. No es asunto de comenzar… es asunto de mantenerse y terminar fielmente. Vivimos en un mundo lleno de inconstancia y flexibilidades, pero a los siervos se nos exige ser constantes y la perseverantes. Que bueno es encontrar aún siervos que con su vida han demostrado fidelidad y perseverancia. El mejor mensaje que podemos transmitir a los discípulos es esa clase de vida. Cuántas son las personas en las iglesias y en los centros de comunidad que tienen sus corazones frustrados porque no ven disposición a ser perseverantes en la vida de sus líderes.

la disposición del siervo a ser evaluado

“Aquí estoy; atestiguad contra mí delante de Jehová y delante de su ungido…” (12:3).

¿Liderazgo es exponerme a ser evaluado? ¿Ponerme delante para ser medido? “Jamás. Nunca lo toleraría”. Ésa es la expresión de centenares de líderes, quienes tienen miedo a ser evaluados. Hoy, en los últimos años de esta última milla que nos corresponde correr, los líderes somos llamados a la disposición a ser evaluados. El Señor Jesús nos dio la medida. Un día él llamó a sus discípulos y les dijo: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. Él les dijo: Y vosotros ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el hijo del Dios viviente. Entonces les respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos” (Mt. 16:13-17).

El Hijo de Dios se expuso a ser evaluado. Como siervos no podemos aislarnos y vivir sin ser evaluados y sin rendir cuentas a nadie. La evaluación de nuestras vidas necesita extenderse a áreas vitales de nuestro ministerio. Samuel estuvo dispuesto a ser evaluado en diferentes áreas y nuestro corazón necesita estar a la disposición de ser evaluado en las siguientes áreas, al igual que Samuel.

la disposición del siervo a ser evaluados en la administración

“…si he tomado el buey de alguno, si he tomado el asno de alguno…” (12:3).

Como siervos de Dios se nos ha encomendado bastante para que lo administremos, y necesitamos responder a Dios y al pueblo con toda transparencia. Cuántos líderes han descuidado esta tarea y viven sin ser evaluados en el área administrativa. Tenemos una responsabilidad que jamás podemos evadir. Administramos recursos ajenos. Son, primeramente, los recursos de Dios y luego son los recursos de la gente con la que estamos trabajando. No tengo derecho de tomar algo que le pertenece al Señor y al pueblo. Jamás caigamos en el gravísimo error de llamarnos los “siervos e hijos del Rey” sólo para tener el derecho de administrar los recursos financieros y físicos sin rendir cuentas.

Cuando yo comenzaba a pastorear recibí el consejo de una anciana misionera americana en mi país, de quién aprendí muchísimo. Un día ella me dijo: “Serafín, cuando estés en el pastorado administrando los diezmos y ofrendas de la iglesia, antes de hacer cualquier gasto pregúntate: ¿se justifica este gasto? ¿se ajusta al propósito de Dios y a la prioridad de la iglesia? Recuerda que ese dinero que administras, a ti no te ha costado mucho…pero sí le ha costado bastante al campesino que se levanta a las cinco de la mañana para vender sus verduras en el mercado; le ha costado a la mujer que lava ropa ajena para mantener a sus hijos, y al taxista que día a día está detrás de un volante y de allí ha sacado su diezmo para la iglesia. A ellos les ha costado y no es justo que gastes ese dinero en lo que no es justo”. Tales palabras calaron profundo en mi corazón de joven. Hoy, casi treinta años después, no las he olvidado y me frenan cuando quiero escoger mi propio camino en materia de administración. Mantengamos la disposición a ser evaluados en el área de la administración.

la disposición del siervo a ser evaluado en la conversación

“…si he calumniado a alguien…” (12:3).

El tema de nuestra conversación es determinante. La Biblia claramente declara que de la abundancia del corazón habla la boca (Mt. 12:34). Necesitamos cuidar nuestros labios para no calumniar a nadie. Es imperioso ser evaluados por otros en el área de la conversación. Que bueno es poder decirle al pueblo y a otros compañeros: “Si ustedes oyen que mis palabras están desenfrenadas y destruyendo a alguien, por favor….evalúenme”. Qué triste es encontrar en el largo camino de la vida más de un centenar de líderes que han quitado de sus labios el freno y se han atrevido a calumniar a otros sin ningún temor. Me refiero a calumnias que se levantan sólo por el impulso del espíritu de competencia, envidia, deseos malsanos de derribar al compañero a quien Dios está usando. Mentiras, calumnias, maquinaciones y artimañas han sido usadas en las últimas décadas por líderes inseguros que no han tenido el más pequeño temor ante palabras que brotan con facilidad de la fuente malsana de su lengua impura. Mantengamos la disposición a ser evaluados en nuestra conversación.

la disposición del siervo a ser evaluado en la relación

“…si he agraviado a alguien…” (12:3).

Agraviar es engañar o defraudar. Podemos como siervos usar el ministerio para engañar o defraudar a la gente, mas un día seremos expuestos a la luz. Necesitamos estar expuestos a ser evaluados en cuanto a nuestras relaciones: con otros pastores, con los líderes con los cuales trabajamos y con la gente o la congregación en la cual nos desenvolvemos por la gracia de Dios. Por muchos años consideré el tema de las relaciones como algo periférico de mi vida y de mi ministerio hasta que un día fui confrontado directamente por la Palabra de Dios acerca de la centralidad de ese tema. Nuestro Dios es un Dios de relaciones y Él desea que sus siervos las manejen y administren bien.

Es imprescindible estar dispuestos a ser evaluados en nuestras relaciones con el sexo opuesto y jamás defraudar a nadie en este sentido. En los últimos diez años la iglesia ha sufrido las dolorosas caídas de ministros y líderes, que jamás estuvieron dispuestos a ser evaluados en ese aspecto. Jugar sutilmente con el sexo opuesto sin mantener los límites adecuados está llevando a muchos siervos al camino del engaño. Sabemos por el Espíritu de Dios, quien nos advierte, y por la lógica que Dios nos ha dado como regalo cuando comenzamos a pasar los límites claros. Sonrisas, miradas, toques especiales, regalos cariñosos, llamadas telefónicas disfrazadas de atención espiritual son juegos peligrosos que al igual que a Sansón pueden llevarnos a un desastre total. Qué bueno sería pedirle a ministros amigos y aún a los hermanos que nos rodean que tengan la libertad de llamarnos la atención y darnos una palabra de advertencia antes de que la ceguera espiritual nos alcance y sea demasiado tarde.

Con el sexo opuesto no se puede jugar. En la oficina pastoral y el escritorio de consejería nacen con frecuencia las primeras semillitas de adulterio o fornicación. Detrás de muchas oraciones de «restauración» comienzan a germinar las primeras miradas tiernas y debilitantes. Amado consiervo… detén tu camino, párate ahora mismo, da media vuelta y comienza a caminar por el sendero estrecho de la disposición a ser evaluado en tus relaciones.

la disposicion del siervo a ser evaluado en la omisión

“…o si de alguien he tomado cohecho para cegar mis ojos…” (12:3).

Jamás se encuentre en la evaluación de nuestra vida el hacer la vista ciega a pecados de personas por el simple hecho de recibir ayuda monetaria de ellos. Resistir la tentación a ignorar ciertas cosas para lograr nuestros propósitos y metas debe ser un anhelo constante en la vida de un siervo. Podemos fácilmente tomar el camino de la omisión si nos toca tomar decisiones frente al pecado y el desvío de aquella persona, la cual precisamente aporta los más grandes diezmos y ofrendas, que está sosteniendo el 80 por ciento del proyecto, el ministerio, la iglesia o la organización. Sin embargo, ninguna cosa caminará sin la debida consecuencia. Tarde o temprano seremos alcanzados por la onda expansiva de la omisión. Hace unos meses leía en un periódico de Centroamérica un gran titular que decía: «pastor evangélico acusado de violación de una adolescente en su iglesia»Con asombro comencé a leer las descripciones tristes de la acusadora y las consabidas defensas del acusado. Me encontré estremecido por las palabras dichas por el presidente de la organización donde este pastor trabajaba y, ante la pregunta del periodista acerca de cuál era su opinión, el líder nacional de esa iglesia dijo a la prensa las siguientes palabras: “Estamos investigando para encontrar la verdad y, si el caso resultara ser cierto, procederemos a cambiar a este pastor de iglesia y enviarlo a otro lugar para pastorear”. Cerré el periódico y me quedé mirando a la distancia mientras mi mente daba tumbos de un lado a otro y en mi corazón dije: “Esta expresión la he escuchado muchas veces o de palabra o de hecho”. Omisión. Omisión. Algunos líderes parecen intocables: su trayectoria, su renombre, su aparentemente limpia reputación y el largo historial de «éxitos» los hace intocables, por lo tanto es mejor omitir. “No hagamos de esto algo demasiado grande”. “Es mejor no dañar al pueblo”. “Esto quedará entre nosotros”. ¿Creemos que podemos engañar al pueblo? Jamás, el pueblo tarde o temprano lo sabrá. La gente no pide de sus líderes perfección… pero, sí busca y demanda honestidad. Corazones heridos hay muchos, y sobran almas secas y sedientas por el valle de la omisión.

la disposicion del siervo a ser evaluado en cuanto a disposición a restituir

“…y os lo restituiré.” (12:3).

La restitución es esencial para cultivar la confianza de aquellos a quienes hemos herido. Samuel estuvo dispuesto a restituir. Pedir evaluación sin restitución es hipocresía. Muchos quieren pedir perdón, pero no demuestran la disposición a la restitución. ¿De qué sirve pedir perdón si no devuelvo el dinero que tomé? ¿De qué sirve pedir perdón si no me esfuerzo para reponer lo que dañé y ultrajé? La respuesta del pueblo fue: “Nunca nos has oprimido ni maltratado, ni te has dejado sobornar —dijeron ellos” (1 S. 12:4 VP). Que emocionante es, para quienes hemos trabajado, recibir la respuesta del pueblo diciendo: nunca nos has defraudado o, si una vez lo hiciste, has pedido perdón y los has restituido. Samuel, con firmeza pero con gozo interno, dijo: “El Señor y el rey que él ha escogido son testigos de que ustedes no me han encontrado culpable de nada” (1 S. 12:5 VP).

reflexión

Necesitamos examinar nuestro corazón como siervos y evaluar la disposición. El pueblo se alimentará de lo que llena nuestro corazón. ¿Cómo responderemos en el momento en que tengamos que salir de donde estamos y entregar a otro lo que Dios en su misericordia nos ha permitido operar? Cuando murió Samuel, todo el pueblo lo lloró. Cuando murió Saúl, dejó consternación. Samuel traspasó su cargo con honor. Saúl se aferró a su cargo y persiguió a David, porque no toleraba dejar el poder. ¿Estás dispuesto a traspasar tu cargo con honor o acaso te estás aferrando al mismo y persiguiendo a quien pudiera sustituirte? Hoy es el día del gran comienzo.

Serafín Contreras es misionero de la Misión Internacional Cuadrangular para Centroamérica y miembro del Comité Consejero de la Conferencia Mundial Pentecostal.

La madurez de un minuto por John C. Ortberg Jr.

¿Cómo lograr la autenticidad espiritual, la oración vital y la congregación que diezma? Un pastor que se sentía descontento y culpable en cuanto a su falta de desarrollo espiritual nos comparte su experiencia de cómo incorporó las disciplinas espirituales en su vida de pastor. El descubrió que si nuestra demanda central es ser igual a Cristo, esta se logra siguiendo el estilo de vida que el Señor escogió para sí mismo. La única manera de llegar a asemejarse a él es arreglar nuestra vida como él arregló la suya.

Compré El gerente de un minuto. Luego compré Colocando al gerente de un minuto a trabajar. Me gusta la idea de convertirme en un gran líder en sesenta segundos.  Dada la propensión eclesiástica para bautizar y poner en el mercado tendencias seculares unos años más tarde de su apogeo, he estado esperando que alguien saque El pastor de un minuto —una guía de sesenta segundos para la autenticidad espiritual, la oración vital y la congregación que diezma.

Desearía que fuera posible. Algunas veces siento que sesenta segundos son todo lo que tengo. Entré en el ministerio pastoral porque creo que la búsqueda de Dios trasciende a toda otra búsqueda. Sin embargo, encuentro que la mera actividad de este trabajo entorpece mi búsqueda de Dios, más que cualquier otro obstáculo. A menudo el ministerio refuerza mi falta de atención para con Dios. Pero tengo días cuando siento que si Dios realmente quiere que este trabajo sea hecho, mejor que se ocupe de su trabajo personal conmigo en un minuto.

Un llamado de un feligrés dio justo en la tecla. «Quiero conocer más a Dios, pero la oración y la lectura siempre me resultan todo un esfuerzo. ¿Será que alguna vez cambiará?» Le cité algo de C. S. Lewis, «Lo que parecen nuestras peores oraciones, menos apoyadas por un sentir devocional, tal vez sean, a los ojos de Dios, nuestras mejores oraciones». Pero no pude decir más que eso porque la pregunta que me había hecho era la misma que yo me hacía.

Comencé a preguntarme: ¿Es que estoy haciendo algún progreso en mi espiritualidad? ¿Es que me asemejo más a Cristo hoy en día que hace cinco años atrás? ¿Cómo puedo lograrlo? Me sentía descontento y culpable en cuanto a mi falta de desarrollo espiritual.

Luego una frase en El Espíritu de las Disciplinas de Dallas Willard me golpeó: “Mi demanda central es que podemos ser como Cristo haciendo una cosa —siguiéndole en el estilo de vida que él escogió para sí mismo”. Si Jesús practicó el silencio, la oración, el estar a solas, la vida sencilla, la sumisión y la adoración regularmente, la única forma para que yo llegue a asemejarme a él es arreglar mi vida como él ordenó la suya. Fue así que comencé a incorporar las disciplinas espirituales en la vida de un pastor de un minuto. Comencé con el retiro y el silencio.

Acompañado en la soledad

Thomas Merton llama a la soledad la más básica de las disciplinas, diciendo, “La verdadera soledad limpia el alma”. Esto era imposible de hacer en casa. Con tres niños menores de cinco años, nuestra casa no tiene paz ni quietud. Por lo que todos los días comencé a ir a la oficina una o dos horas antes del horario en el que los demás llegaban para aprovechar la quietud.

Luego decidí asignar un día entero lejos de la iglesia para estar a solas. Esperaba hasta encontrar una semana en la que pudiera tomarme un día de trabajo libre. Nunca llegó. Por lo que finalmente designé un día de retiro en el calendario y decidí trabajar en torno al mismo.

Nunca había separado tiempo para un retiro así antes, y no estaba seguro de lo que debía hacer. En mi tradición, un retiro es algo que uno hace con muchas otras personas, donde uno tiene la oportunidad de escuchar a distintos oradores, mucha música, y donde siempre hay ruido y actividad para evitar que haya silencio y soledad. Un buen retiro según nuestro razonamiento, es aquel que llega a requerir de una semana de descanso, después de finalizado.

Sin embargo mi retiro comenzó en una capilla con vista al mar. La capilla está mayormente recubierta por cristales, dando la impresión para el que está parado a sólo unos metros de distancia, de que realmente no está allí. Me senté adentro, solo, y comencé a orar siguiendo una lista que había preparado para aquel día —en caso de que no tuviera nada para hacer.

Precisamente eso fue lo que ocurrió. Mis temores se materializaron. Para las 10:30 a.m., ya no tenía nada más para orar. Había dicho todo lo que tenía que decir, y Dios no había dicho nada. Hubiera deseado que uno de los dos fuese más conversador.

Por lo que bajé hasta la playa, y observé al oleaje rompiendo en la costa; inhalé la salada brisa del mar y no pensé en nada. Me sorprendió descubrir lo bueno que era en esto.

Mirando a las gaviotas planeando y a los pelícanos bajando en picada, arremetiendo, virando bruscamente y luego descendiendo rápidamente en busca de su almuerzo, comprendí el propósito para el cual estaba allí, algo que debía aprender: mi propia vida estaba atada a la tierra, y no tenía alas. Yo me encontraba yendo fatigado de una tarea a otra, con anteojeras, abstraído del drama y la pasión de la vida real. Me había bloqueado (trabado) a mí mismo a causa del temor de no complacer a otros. Había esculpido mensajes para tener la aceptación de aquellos que tenían poder sobre lo que yo rotulaba como éxito —a pesar de que su comprensión de la vida espiritual no fuera igual que la mía.

Estando a solas observé que el propósito del vuelo no es solamente el de encontrar peces o un lugar para aterrizar. El propósito del vuelo, es el de volar, por el simple placer de hacerlo.

El propósito de la vida no es simplemente encontrar técnicas para ser exitoso. El propósito de la vida es reír, llorar, orar, llevar alegría a mi esposa e hijos, conocer a Dios. El ser salvo es mucho más que la mera afirmación de un credo y el evitar unos pocos comportamientos altamente visibles. Significa vivir. Sin embargo, el estilo de vida del pastor de un minuto, no me daba tiempo para vivir, ni tiempo para ser salvo.

Ahora a menudo paso mis días de retiro en la costa. Aun tengo luchas con la intranquilidad, un sentir como que debo estar haciendo algo. Pero el saber que estas olas han estado rompiendo en la costa miles de años antes de mi existencia y seguirán rompiéndose por miles de años después de mí, me ha ayudado a poner mi vida en la perspectiva correcta, ayudándome también a ser un poco menos mesiánico.

Según la Historia Anglorium, Canuto, uno de los reyes de Inglaterra del siglo XI, decidió contrarrestar la adulación de sus consejeros yendo hasta la playa, donde sentado en una silla, prohibió que la marea entrara. Cuando la marea continuó entrando, se quitó la corona y la colgó en una estatua del Cristo crucificado, y jamás volvió a usarla.

El silencio es…

Una vez a la semana me fijo “un día tranquilo”, un ayuno del ruido. Trato de hablar lo menos posible. Trato de aprovechar todas las oportunidades de tranquilidad que se me presenten. Por ejemplo, no escucho casetes ni la radio cuando estoy conduciendo. Durante estos días me doy cuenta de cuán adicto al ruido me he vuelto.

Practicando el silencio, me he dado cuenta que mucho de lo que digo es parte del juego de “causar una buena impresión en otros”, con el objetivo de resaltar mi imagen. Me encontraba en una conferencia de pastores hablando con dos pastores, cuando uno de ellos le preguntó al otro cómo andaba su iglesia, lo que en realidad en el ámbito viene a significar “¿Cómo es de grande tu iglesia?” y “¿Cuán importante eres?”. Luego me hicieron la misma pregunta, y sin pensarlo me encontré agrandando la asistencia de mi iglesia en cincuenta personas.

En un momento de silencio antes de hablar, se me ocurrió. “¿Qué es lo que estoy tratando de hacer? ¿Es que realmente voy a impresionar a estas personas convenciéndolas con que la iglesia tiene cincuenta personas más de las que tiene? ¿Es que realmente estoy dispuesto a sacrificar mi integridad a fin de lograr cierto status usando el recurso de unas cincuenta personas más?” (Si es que voy a comprometer mi integridad; por qué no agrandar la cifra en quinientas personas, para que realmente valga la pena).

Leyendo las escrituras inútilmente

El área de la lectura bíblica es otra donde tengo que librar la batalla de un minuto. Acostumbraba a ahorrar tiempo usando los mismos textos que estaría usando en mis sermones para la reflexión personal. He sabido de pastores que centran su lectura devocional en torno al material que estarán usando en la predicación dentro de tres años.

Pero cuando trato de hacer algo así, termino concentrándome en la forma como habré de usar el texto en un mensaje aplicándolo a cada alma, menos a la mía. Por lo que deliberadamente leo los textos bíblicos que no estaré usando en las predicaciones.

También he comenzado a leer libros que dan ejercicios específicos para visualizar o meditar en las Escrituras. El libro Ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola, me ha ayudado mucho por ejemplo llevándome a examinar mi conciencia para descubrir el pecado que pudiera destruirme más o contemplar las consecuencias del pecado.

La libertad de la confesión

La disciplina de la confesión me asustaba más que cualquier otra disciplina. A pesar del hecho de que nuestra cultura valoriza la autenticidad (o genuinidad), el ser pastor coloca ciertos límites a la autoexposición. No podemos llegar al púlpito y simplemente decir, “He tenido luchas con la codicia esta semana y no creo haber logrado la victoria aún”.

Sin embargo justamente quería hacer eso con alguien a quien yo respetaba por su espiritualidad, alguien en quien podía confidenciar, que me aceptaría incondicionalmente, y que sería absolutamente veraz conmigo. Al final me dirigí a un amigo que conocía desde hace diez años, también muy activo en el ministerio.

Nos reunimos semanalmente para un tiempo de confesiones. Trato de exponer mis actitudes y comportamientos con los cuales he tenido luchas durante la semana. A estas alturas él conoce mis principales tentaciones, por lo que a menudo se dirige a mí con preguntas muy directas también.

El encontrar el lugar apropiado para reunirse podrá ser un desafío mayor que el encontrar a la persona adecuada. Habíamos decidido reunirnos en el restaurante de un club. Un miércoles, mientras conversábamos, uno de nosotros (el que permanecerá en el anonimato) habló de tentaciones sexuales. Cuando nos levantábamos para irnos, nos dimos cuenta de que habían dos niños de diez años en la mesa contigua, los que habían estado pendientes de cada palabra que dijimos.

Por lo que ahora tomamos cuidado de sentarnos en una mesa apartada o bien nos reunimos en una cancha de tenis vacía, para evitar que otros nos escuchen.

Así como me costó al principio habituarme a la confesión, ahora me cuesta imaginar no hacerlo. El saber que voy a tener que reportarme a alguien me ayuda a no caer en trampas que de otro modo no podría evitar. Y de la confesión a otra persona experimento un tremendo alivio.

Dietrich Bonhoeffer escribió, “La confesión es el remedio dado por Dios para no caer en el autoengaño y la autocomplacencia. Cuando confesamos nuestros pecados a un hermano cristiano, mortificamos el orgullo de la carne, entregándolo a la vergüenza y a la muerte a través de Cristo. Luego con la palabra de absolución nos elevamos como hombres nuevos… La confesión es así una parte genuina de la vida de los santos, y uno de los dones de la gracia”.

El servicio comienza en casa

La disciplina del servicio tal vez venga a ser lo menos natural en mí. Uno de los lugares claves en los que he tratado de practicar esta disciplina es en casa. Muy a menudo me siento tentado a jugar el «he tenido un día más difícil que el tuyo, por lo que merezco ser atendido por ti» con mi esposa. (El ser pastor agrega puntos en mi favor en el juego, ya que no sólo estoy trabajando, sino que estoy haciendo la obra de Dios).

Recientemente cuando nos encontrábamos de vacaciones, mi esposa, nuestro hijito y yo, habíamos caminado cerca de un kilómetro cuando nos dimos cuenta de que habíamos dejado el biberón en el automóvil; alguien tenía que buscarlo. Como había una asunción tácita (la mía) de que el asegurarse que teníamos el biberón con nosotros era tarea de mi esposa, le di a entender a mi esposa que me frustraba tener que buscarlo.

No le dije nada directamente (como la mayoría de los pastores, sólo fruncí los labios) pero le di suficientes pistas como para sugerirle que lo sentía como una imposición.

No fue hasta la mañana siguiente que me di cuenta que había convertido lo que podría haber sido un acto de servicio —aunque pequeño— hecho con alegría y por amor, en un acto de separación y de autopreocupación.

Por lo que he comenzado a incluir en mi agenda tiempos donde me ocupe de los niños o haga tareas en casa, y me comprometo interiormente a no llevar la cuenta de lo que hago. Por supuesto que no he hecho cosas maravillosas, dignas de admiración y alabanza. Pero por lo menos algunas veces he hecho huevos revueltos. Y he limpiado la cocina después.

El curso del ayuno

No estaba seguro de cómo debía usar el ayuno cuando probé hacerlo inicialmente. La actividad me era totalmente desconocida. Evocaba en mi imaginación distintos tipos de imágenes demacradas en taparrabos.

El primer descubrimiento que hice el primer día que ayuné fue el de la gran cantidad de restaurantes con comidas rápidas que existían en mi comunidad.

También he descubierto cuán ligada está la vida de la iglesia a la actividad comestible. Dondequiera estén dos o tres hermanos de la iglesia reunidos, estará el café y las galletas en medio de ellos. Ha sido humillante descubrir lo mucho que pienso en la comida.

Sin embargo, el ayuno, progresivamente, está resultando más fácil. De alguna manera —y no sé qué conexión hay —cuando ayuno percibo con mayor claridad lo acelerado que vivo. También he descubierto un vínculo real entre el ayuno y la capacidad de resistencia ante antojos de otras cosas aparte de la comida.

El ayuno es a veces difícil de reconciliar con la vida del hogar. Una noche cuando olvidé mencionarle a mi esposa que estaba ayunando, llegué a casa para encontrarme con un plato de “spaghetti” casero que mi esposa había preparado especialmente para mí. Decidí rápidamente que la disciplina del sometimiento y de agradar a mi esposa era más importante esa noche que mantener el ayuno.

¿UN PASTOR INDISCIPLINADO?

¿Es que practicar estas disciplinas me han hecho un mejor pastor? No lo sé. Titubeo en preguntármelo; uno de mis problemas como pastor de un minuto es la tendencia de medir todo en función del mejoramiento de mi carrera.

Sé una cosa: No soy bueno en ninguna de estas disciplinas aún. Thomas Merton escribió, “No queremos ser principiantes. ¡Pero convenzámonos de que no seremos otra cosa que principiantes durante toda nuestra vida!”

Supongo que lo que he logrado de las disciplinas hasta ahora es la esperanza —de que el esfuerzo de asemejarme más a Cristo tiene una forma definida. Ya no es más un deseo ambiguo. Hay cosas que yo puedo hacer. Y en el período de toda una vida, el cambio es posible.

Eso es una buena noticia, porque no hay ángeles de un minuto.

Tomado de Leadership ’91. Spring Quarter. Los Temas de La Vida Cristiana, volumen III, número 3. Todos los derechos reservados.

PREGUNTAS SOBRE LA LECCIÓN 

1. Disposición es la ______________o efecto de disponer. Disponer es ______________, poner las cosas en orden.

2. El corazón de un siervo se mide por la _________________________a ser examinado en cualquier momento.

Mencione las características mostradas Samuel en el capítulo 1 Samuel 12:1-5

Samuel tuvo disposición para:

_________________________________,_________________________________,_____________________________

_________________________________,_________________________________,_____________________________

_________________________________,_________________________________,_____________________________

__________________________________.

 

3. Si queremos ser como Cristo, debemos seguir Su ____________________________________.

21. Perseverancia

Tengo que seguir por Samuel O. Libert

Cuando la soledad, la crisis y el desaliento sobrevienen en la vida pastoral, también lo hace el deseo de desprenderse de las responsabilidades y “tomar el primer avión”.

De todos los hombres que han hecho bien a mi vida, al que más admiro es a Jesús de Nazaret. Y estoy convencido de que Él tenía un lema que, si bien no lo menciona tal cual en la Biblia, para mí resume toda su vida y ministerio: “Tengo que seguir”.

Jesús fue un hombre de problemas. ¡Él los tuvo en abundancia! Cuando era adolescente, teniendo escasos doce años, lo llevaron a Jerusalén caminando desde Nazaret. Según dicen algunos eruditos, el viaje duraba unos cinco días (cuatro para los más jóvenes). Me imagino ese camino de la forma en que mi amigo Samuel Coleman lo describe: “Cuando Jesús caminaba, sus ojos puros y límpidos de adolescente iban apreciando a su alrededor el espectáculo multicolor de la gente en la caravana (Lc. 2:41 ss.). Allí se veían los que tenían algún burrito, los que podían contar con un carro o hasta los más prósperos con sus ‘camellos importados’. Dicen los historiadores que acostumbraban a cantar salmos. Cantaban, sí, pero recordemos que eran un pueblo incrédulo. Estaban acostumbrados a cantar, de la misma forma que no pocas de nuestras iglesias cantan por costumbre. Jesús veía que muchos de ellos cantaban pensando en otra cosa. Y sus ojos le dejaban ver todo eso. Las mamás comentaban sobre temas domésticos, interrumpiendo para llamar a sus niños; los papás hablaban entre hombres de sus cosas, mientras cantaban y caminaban”.

“La llegada a Jerusalén estaba signada —sugiere Coleman— por las filas que los hombres debían hacer para presentar sus ofrendas en el templo, mientras los sacerdotes iban oficiando los sacrificios a los miles que se acercaban a aquella ciudad. Parece ser que eso duraba entre dos y tres días, en los cuales los levitas dirigían canciones, los rabinos instruían en la doctrina, los hoteles no alcanzaban y la gente se dispersaba haciendo campamentos y picnics por doquier. Todo era una oportunidad, una ocasión social. Todos disfrutaban de las situaciones sociales, con poco recuerdo del verdadero significado de la Pascua”. (Curiosamente suele suceder lo mismo en días como Navidad y en algunos congresos evangélicos).

El pequeño Jesús caminaba y miraba todo esto. Dirigía su mirada hacia este grupo, hacia aquel otro montón de personas y, seguramente, se hacía preguntas sobre todo esto. Él era transparente, puro, pero estaba en medio de un pueblo incrédulo.

Él no se detenía en el aspecto social. Tanto es así, que se quedó, mientras José, María y sus parientes se volvían a Nazaret. La gente estaba en otra cosa, pero Jesús no. ¿Qué hacía Jesús?, ¿qué pasaba por su cabeza? Él se paseaba en medio de los sacrificios, del olor del humo y de la sangre derramada, del balido de las ovejas y de las distintos agrupaciones de gente. Mientras caminaba, observaba a los grupos cantando y la gente que rodeaba a alguno que otro rabino. Los sacerdotes hacían su liturgia y los mercaderes aprovechaban la ocasión. Los niños correteaban y las mamás, por detrás, buscándolos. Todo esto veían sus ojos de adolescente: esta realidad de la costumbre. Tal vez fue ése el tema de discusión con aquellos líderes en el templo. Quería preguntar, escuchar, observar, debatir. ¡Así comienza su relación con ese pueblo! ¡Allí tenía que ministrar y algo le mordía en su corazón al pensar en los negocios de su Padre! Él quería preguntar y que le contestaran, no quería hacer gala de gran magisterio, sino ir al meollo de la cuestión. Tal vez su pregunta era: “¿Por qué esta gente está tan vacía, tan hueca? ¿Por qué no pasa nada aquí?” Se estaba viviendo en medio de costumbres, y ése fue uno de los primeros problemas que enfrentó Jesús.

Con el correr del calendario, cuando Jesús comienza verdaderamente su ministerio, debe enfrentarse a un problema mayor, uno que, para nosotros, sería de terrible desaliento. Él llega a la sinagoga en Nazaret y comienza a hablar: “El Espíritu del Señor es sobre mí, … etcétera, etcétera”. Comienza a decir las cosas y es rechazado por la congregación. Mi hermano, esto es fácil de leer en el texto bíblico, pero qué difícil es enfrentarnos con una congregación que corta nuestro mensaje ¡y nos echa del templo! Cuando uno es joven y tiene treinta años, es conciente del tremendo ministerio que debe cumplir, se ha preparado largamente para ese ministerio y su primera experiencia es ésta, ¿qué siente en ese momento? Lo expulsaron, lo sacaron del lugar, exclamando: “No es posible que se pare alguien a decirnos lo que no nos gusta oir!” “¡A éste hay que echarlo de aquí!»”

Y Jesús sale. Yo no sé con qué expresión abandonó ese lugar. Lo que sí sé es que Él, a pesar de ser Dios, era también verdaderamente hombre. ¡Y yo sí sé cómo me hubiera sentido si eso me hubiera pasado a mí! ¡Hubiera salido “con el rabo entre las piernas”! Me habría desmoralizado, desalentado; habría tenido un inmenso sentimiento de soledad.

Hace algunos años me tocó vivir una experiencia parecida; sin embargo, no puedo ni imaginar en toda su dimensión lo que Jesús vivió. Es de esos momentos en que dan ganas de decir: “¡Dejo todo! ¡Que se arreglen solos!” Pero Jesús recién comenzaba. Hasta ese momento, esa “media predicación” había sido todo su ministerio público, y ya estaba derrumbado. Fue, entonces, en su soledad y crisis que pensó: “Tengo que seguir”.

Cuando uno ve problemas en el pueblo, trata de dirigirse a los líderes; si siente que “tiene un mensaje” para dar, entonces lo enfoca hacia los que dirigen. Y muchas veces uno encuentra lo mismo que encontró Jesús: indiferencia, burla, ridiculización, ataque, saña y todo aquello que Él recibió de parte de los escribas, sacerdotes y fariseos: las “autoridades” contemporáneas. Hubo momentos en que Él se enojó con ellos. Llegó a llamarlos “sepulcros blanqueados”, pero no lo escucharon.

Me imagino cómo me hubiera sentido yo si los principales intelectuales y pensadores de mi tiempo se hubieran acercado a mí para decirme: “Tú estás loco”, o para tratar de hacerme caer en una trampa. Habría dicho: “Si los que estaban presentes en la sinagoga me echaron, es una cosa, al final de cuentas era el pueblo llano, pero ¡esta gente! ¡Ellos son los que conocen la Palabra de Dios! ¡Son los que se han nutrido de ella! Si ellos vienen a decirme: ‘¡No!’, es como para decir: ‘Si ni el pueblo ni sus líderes quieren oírme, allá ellos. Yo ya les prediqué. ¡Que se arreglen!’”. Sin embargo, Jesús otra vez decidió: “Tengo que seguir”.

Quien no conoce o recuerda bien la historia bíblica podría decir: “Bueno, por lo menos Jesús contaba con el apoyo de su familia”. ¿La familia? Ellos creían que estaba loco. Dice la Biblia que vinieron a buscarlo “porque creían que estaba fuera de sí”. Uno piensa: “Llego a casa después de soportar horas de una sociedad corrupta, molesta, y alterada; entonces, descanso, me relajo y comparto con los míos las frustaciones que he sufrido”. Jesús se encontró con que ni siquiera María lo entendía. Sus mismos hermanos eran los que se encargaban de decir: “Está fuera de sí”, “ha perdido la razón”.

Piense, hermano, que esto sucedió mucho antes de la cruz; forma parte de los padecimientos de Cristo, de los cuales nosotros mismos somo partícipes. Si uno aspira a ser pastor de una iglesia, tiene que estar dispuesto a poner esto por delante y saber que pueden venir momentos en que, aun los que amamos, no nos entenderán. Tal vez ni siquiera dentro de nuestra propia casa encontremos el apoyo que necesitamos.

En esos momentos Jesús se encontraba completamente solo. Sin embargo, los discípulos estaban con Él. ¿Los discípulos? ¿Esa multitud frenética que a veces lo seguía, que se gozaba cuando Él multiplicaba los panes y los peces, que lo alababa cuando hacía milagros, pero que decía: “¡Uy! ¡Dura es esta palabra!”, daba media vuelta y se iba? Y éstos no eran los de la sinagoga, eran los que “simpatizaban” con Él. Pero cuando Jesús les habló de identificarse con su sangre y con su muerte, la respuesta fue la espalda. Y Él, una vez más: “Tengo que seguir”.

Es allí cuando mira a los doce y les pregunta: “¿Quieren irse ustedes también?” Y ellos dicen no. “¿A quién iremos?”, le contestan.

¡Qué apoyo!. ¿Y quiénes eran “los doce”? Allí estaban: Pedro, con un montón de problemas que culminaron en una negación o, mejor dicho, una traición; Tomás, quien fue un incrédulo hasta después de la resurrección; Felipe, que no entendía lo fundamental (tanto que Jesús tuvo que decirle: “¿Hace tanto tiempo que estoy con ustedes y todavía no me has entendido?”); Jacobo y Juan, que todo lo que querían era tener los puestos de la derecha y de la izquierda, y que descendiera fuego del cielo para destruir a los samaritanos. Contra ellos y los demás Jesús llegó a enojarse y decir: “¡Hasta cuándo tendré que lidiar con ustedes!” Esos eran “los doce”.

Mi estimado colega, si los teólogos se burlan y me quieren tender trampas, si se me viene en contra la congregación y me echan del lugar, si la familia me trata como a un loco, si los que me siguen ya no lo hacen más y los pocos discípulos que me quedan no me entienden, entonces renuncio. Pero Jesús dice: “Tengo que seguir”.

Hermano, si a ti te desalientan las cosas que te ocurren, ten presente que a Jesús le sucedieron muchas peores. ¡Y antes de la cruz! La soledad que tú vives, Él la vivió; el dolor que sientes, Él también lo sintió. ¡Si tienes un mensaje para el mundo, dilo ahora, aunque el mundo entero te rechace! Aun cuando suceda lo peor, ¡tú tienes que seguir!

Llega el momento en que mi Señor arriba a Jerusalén. Habían pasado tres años desde aquella expulsión en Galilea; tres años que significarían treinta, cuarenta o cincuenta en nuestros ministerios. Años de múltiples esfuerzos, de sacrificios y de amor derramado. Y al llegar, encuentra la turba de discípulos inconstantes e inconsecuentes que lo rodea para hacer la revolución, que lo interpreta como un líder político, pero que después lo abandonará. ¿Por qué lloró Jesús al entrar en Jerusalén? ¿Por qué no se sintió apoyado y reconfortado? ¿Por qué no experimentó el gozo que hay en el corazón de Dios cuando es alabado y adorado, cuando es reconocido como rey? En ese momento, esa ciudad vivía dos sentimientos: el de la fiesta de la Pascua, con el festejo de los panes sin levadura, y el de los que creían que venía un nuevo rey terrenal. Jesús sabía que se encontraba en medio de un pueblo ciego y sordo a su verdadero mensaje, y esto, hermano, duele mucho. Es triste sentirse alabado, palmeado, vitoreado y engrandecido, pero descubrir que allí no hay nada más que vacío. Por eso Jesús lloró. Lloró por la gente de esa ciudad, que pensaba mucho en los corderos de la Pascua, pero que a Él, el verdadero cordero, no lo reconocía como tal.

“¡Hosana al que viene en el nombre del Señor!” Tal vez, en su corazón, surgió aquella frase que los profetas habían transcripto: “Este pueblo de labios me honra, pero su corazón está lejos de mí”. Mi hermano, cuando uno es como “cantor de amores”, al que la gente palmea por lo bien que canta, pero a quien nadie escucha, el corazón se duele. Y Él no puede ni siquiera volver a confiar en los doce. Pronto les dirá que todos lo abandonarán, que se quedará solo.

Si tu eres siervo de Jesús y alguna vez te sientes solo, estás identificado con Él. Si llegas a experimentar tristeza, aflicción y piensas que el camino de la cruz se está volviendo una agonía, recuerda que Aquel también lo padeció. Si sientes que el mundo entero, aun tus amigos más cercanos, se vuelven contra ti, y que la senda de la cruz es ya demasiado dura, piensa que Jesús la transitó en una forma más dolorosa todavía, ¡y sin culpa ni responsabilidad!

En estos momentos Jesús ya está frente a un cuadro en sobremanera frustante. Su muerte es debida a la indiferencia, la incredulidad y el pecado de los otros. Él ya está agonizando cuando llega a Getsemaní, es muy dura la copa que está bebiendo. Desea otra situación, y dice al Padre: “Si es posible, que yo no beba esta copa”; es decir, que no siga en esta misión heroica con una grey que me abandona, un rebaño que me deja solo, tener que estar en la cruz desamparado por los hombres y por Dios. Si es posible, yo no quiero beber esta copa.

En ese lugar Jesús está diciendo: “Quisiera dejar, pero ¡tengo que seguir!” Y se levanta, y los discípulos están dormidos. Es tremendo. Uno está orando angustiosamente, lleva a sus dos mejores amigos para que lo acompañen y, al rato, se queden dormidos. Este hombre oró y lloró en gran conmoción, pero se levantó y dijo: “Voy”.

Entonces, Pedro lo niega; el otro, lo vende; Juan lo sigue de lejos, y de los demás no se sabe nada. Él va a enfrentarse con todo y con todos. En esos momentos de la pasión, sobre los cuales tanto podríamos decir, Él va pensando: “Tengo que seguir”.

Mientras es llevado por aquellas calles, de lo de Pilato a lo de Herodes y viceversa, así como en el camino hacia el Gólgota, va encontrando rostros conocidos: «éste es el paralítico al que sané la vez pasada; éste es el leproso a quien curé; aquel otro es el ciego a quien devolví la vista; éste que se hace el indifirente es aquel a quien libré de tal enfermedad». Rostros y más rostros; todos amontonados y apiñados viéndolo pasar. Solo. Nadie se acercó a agradecerle. En los evangelios no leemos que alguien haya venido, sino que Isaías da testimonio diciendo: “Desechado y despreciado entre los hombres”. Algunas mujeres lloraban, pero nada más. ¡Y va a la cruz! Sigue.

Ya en la cruz, a lo lejos puede ver el humo de los que seguían con la ceremonia de la Pascua. Muchos continuaban con su celebración a Dios, aunque Él estaba fuera del campamento llevando nuestro vituperio. Jesús mira y se siente desamparado. “Estos son los que Dios llamó. Éste es el pueblo de Dios”. Todavía vienen y le dicen: “Si eres el Hijo de Dios, bájate de la cruz”. ¡Claro que tuvo ganas de bajarse! ¡Por supuesto que sintió ganas de abandonar! No lo hizo, pero en cualquiera de nosotros hubiera existido la gran tentación desde el principio. Es que para ser siervo de Dios hay que estar dispuesto a ir a la cruz. Si se desea ser siervo del Altísimo, hay que estar listo para derramar hasta la última gota de sangre. ¡Por amor a los verdugos, a los negadores, a los cobardes, a los traidores (uno de los cuales estaba ya colgnado de un árbol)! ¡Por amor a ese rebaño que no lo había comprendido!

Jesús sabía que tenía que morir solo, y cuando debo hablar de ese “Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”, se me hiela la sangre en las venas.

¿Sabe una cosa, hermano? Si Jesús hubiera terminado su obra allí, nada sería muy diferente hoy. Aun resucitado, los discípulos de Emaús no lo reconocieron y los doce andaban escondiéndose. Fue necesario que Él derramara su Espíritu Santo, el Consolador, para que nosotros no estuviéramos solos. “Yo estoy con vosotros hasta el fin del mundo”; “no están solos”.

Querido colega, cuando camines tu ministerio de soledad, piensa en lo que hizo Jesús: “¡Tengo que seguir!” y, lo que es hermoso, Él está contigo.

 

Desarrollando un carácter duro y cristiano por Esteban Brown

Observé que no es un problema de los pastores solamente. Muchos cristianos nos compartieron que ellos lo padecen también. Deglutimos falsa doctrina, rehusamos preguntar, esquivamos confrontar, sofocamos las protestas, nos mantenemos callados cuando debiéramos hablar, permitimos que nos manipulen, todo porque tememos que las personas no nos acepten si no las complacemos.

Hace algunos años atrás, un comité de una gran iglesia del Sur me invitó a almorzar y me pidió que yo considerara la posibilidad de ser su pastor.

“Háblenme de la iglesia” —dije—, y después de referirse a una serie de aspectos, me aclaró uno de ellos: “Esteban, nuestra iglesia tiene un grave problema, está controlada por un hombre. Él da mucho dinero y posiblemente es el que más tiempo ha estado en ella. Por ser quien es, logra todo según su deseo. Los últimos tres pastores se fueron por su causa. Pero creemos que tenemos la mayoría y lo podremos doblegar”.

“No están buscando un pastor”, —comenté. “Están buscando un sargento que imponga disciplina”.

“Bueno” —replicó—, «yo no lo diría de esa forma, pero sí, probablemente es eso, y tú eres el único que conocemos tan cruel como para limpiar la basura».

Le comenté rápidamente que no me sentía guiado a ser su pastor, pero que tenía una impresionante lista de amigos clérigos que gustosamente les facilitaría para su consideración.

Más tarde, cuando pensé en el incidente, me horroricé por la reputación que de alguna manera había desarrollado. ¿Cómo es posible que fuera conocido como un sargento cuando todo lo que yo quería era ser un hombre fiel y piadoso? Ese incidente fue hace ya bastante tiempo. Ahora soy más viejo y un poco más prudente, y he valorado mi reputación de sargento. De hecho, comencé a verla como una manifestación de fidelidad y piedad.

No más Señor

Paso parte de mi tiempo enseñando a estudiantes seminaristas, y una de las características del pastor que les insto a desarrollar es lo que llamo un “rasgo duro”. A menudo, los pastores se convierten en oyentes de los miembros neuróticos de la iglesia (y estos son una minoría). Si no les gusta cómo se peina el pastor, o el vestido de su esposa, etcétera, etcétera, se sienten en libertad para decírselo. ¡No creerían los comentarios que escucho en mi oficina durante un año! Algunos piensan que pueden criticar y corregir al pastor por cosas que nunca lo harían con otra persona.

No hace mucho estuve conversando con un pastor que tenía un serio problema con su congregación. Había sido ridiculizado de una manera vergonzosa. Mientras conversábamos me di cuenta que este joven hombre necesitaba desarrollar un rasgo duro para sobrevivir. Me contó que sentía un llamando a amar a su gente, comprenderlos aun cuando fueran crueles y abusivos.

“Junto a tus manifestaciones de misericordia y bondad”, —le dije—, “también es importante que seas honesto y fuerte. ¿Por qué no traes ante el consejo a las personas que hacen tales comentarios, y que justifiquen su actitud, que ha estado afectando la paz y la unidad de la iglesia?, o vete de ahí”.

La respuesta fue interesante: “Esteban, yo sé que debo hacer eso, pero no estoy hecho para ello. Siento que mi ministerio es derramar aceite sobre turbulentas aguas, y no prender un fósforo”. Innecesario decirlo, dejó el ministerio. No tuvo suficiente aceite para tantas turbulentas aguas, ahora está vendiendo seguros.

Un jugador profesional de fútbol americano me contó de un macizo jugador de línea. En su primera jugada, su oponente le bajó el casco sobre sus ojos. El joven fue al instructor y le preguntó: “¿Qué hago?”.

El entrenador sonrió y le contestó: “Hijo, no dejes que lo haga”.

No buscar complacer

Una de las duras lecciones que tuve que aprender fue que no podía complacer a todo el mundo. Yo lo quería, deseaba ser lo que cada uno quería que fuera. Quería que todos me amaran. El problemas es que, sencillamente, no podía hacerlo. Y hasta que comprendí esto, no pude ser efectivo.

Observé que no es un problema de los pastores solamente. Muchos cristianos nos compartieron que ellos lo padecen también. Deglutimos falsa doctrina, rehusamos preguntar, esquivamos confrontar, sofocamos las protestas, nos mantenemos callados cuando debiéramos hablar, permitimos que nos manipulen, todo porque tememos que las personas no nos acepten si no las complacemos.

C.S. Lewis escribió, en un ensayo profundo titulado “The inner ring” (El círculo interior): “Creo que en la vida de todos los hombres, en ciertos períodos, y en algunas personas, durante todo el período entre la infancia y la ancianidad, uno de los elementos predominantes es el deseo de pertenecer al círculo local y el terror de estar fuera… De todas las pasiones, la pasión de pertenecer al círculo interior es la mejor para hacer que un hombre, que todavía no es muy malo, realice malas acciones”.

Comprendo la necesidad de pertenecer al círculo interior, de ser aceptado, porque es uno de mis problemas. ¿Has notado que la liturgia cristiana no sucede durante el culto, sino después? El pastor se dirige hacia la puerta y todos se ponen en fila. Mientras pasan, la liturgia les requiere decir: “Pastor, fue un hermoso sermón”. Luego de acuerdo con la liturgia, el pastor responde: “Gracias. Me alegro de que Dios lo use”.

Esto siempre es así, excepto cuando predico una bomba. Yo lo sé, y la congregación también lo sabe. Durante el sermón, la gente mira sus relojes y luego se mueven para asegurarse de que no han sido tocados. Todos están aburridos y el sermón se diluye antes de llegar al primer banco.

No importa. La liturgia cristiana está esculpida en la roca. Sin embargo, debo ir a la puerta con esa atmósfera, y aun así, la gente pasa ante mí mascullando el mismo comentario y recibiendo la misma respuesta. Estoy seguro de que usted también ha tenido alguno de esos días.

Pero, el problema se avecina cuando uno decide esquivar esos días más que ninguna otra cosa en el mundo. Entonces escribimos mensajes para agradar a la congregación. Sabemos que debemos decir una verdad, pero no lo hacemos porque posiblemente ofenderemos a alguien. Sabemos que debemos ser fuertes, pero si lo somos, enojaremos a la gente, entonces, salimos del paso con un piadoso sermón que no ofende a nadie.

A causa de que nuestra identidad está atrapada en lo que somos en el púlpito, la distancia entre lo que somos en ese lugar y lo que somos en las otras áreas de nuestra vida se reduce a ser amable, dulce e insípido.

El coraje de ofender

Solía tener en mi biblioteca un libro (prestado y nunca devuelto), del cual no recuerdo el autor, pero tenía por título La Biblia en el bolsillo; un revólver en la mano. Comentaba sobre los predicadores itinerantes en el tiempo cuando las fronteras de Estados Unidos de América se extendían durante el siglo diecinueve, y la determinación de estos a predicar el evangelio, lo quisieran escuchar o no. Seguramente estuvieron incómodos en muchas iglesias. De hecho, muchas iglesias se sintieron incómodas con ellos. Simplemente estos predicadores no se dispusieron a participar del juego de querer complacer.

Al examinar el registro bíblico, sin ideas preconcebidas, se hace notorio que la mayor parte de los hombres y mujeres de la Biblia y de la historia de la iglesia fueron también desagradables a quienes los escuchaban. El enojo de Moisés fue tal que lo movió a romper las tablas. Juan el Bautista perdió la cabeza porque su mensaje ofendió.

De alguna manera muchos han interpretado el liderazgo en términos de servidumbre y amor, pero las connotaciones que se han dado a estos términos no están de acuerdo al sentido bíblico que estos tienen. Como resultado, se ha generado un estilo de liderazgo suave, lo cual ha convertido a los que encajan en él en blancos para cualquier miembro de iglesia enojado con una pistola teológica o cultural. Tales pastores se beneficiarían con un rasgo duro.

Tenemos en nuestras iglesias personas que piensan que el pastor debe ser amable con ellos y que el llamado de este es el de contarle a otros cómo ser amables. ¡Y luego dicen que hay “una crisis de liderazgo en el pastorado”! Creo que la crisis tiene que ver más con la incapacidad de desarrollar dureza que con el consumirse en el ministerio, o con la falta de dinero o instrucción.

Si se representa la imagen del pastor con una sonrisa inofensiva, y además, se interpretan las Escrituras desde una perspectiva cultural, pronto los pastores comenzaremos a ser lo que todos piensan que somos. Mucho del enojo dirigido a líderes cristianos francos y templados, no es por lo que ellos dicen, sino porque se supone que no deben decir nada. La francos y templados rompen el patrón de delicadeza que por tradición se ha establecido, y, simplemente, ¡eso no se hace!

Consigue principios duros

No soy un experto, pero sí un sobreviviente. Después de más de veinte años de sobrevivir, he aislado cuatro principios que he violado sólo en mi contra. Los comparto con ustedes.

Primero, el principio de las olas: Cada vez que usted rehuse a provocar olas cuando debiera, más adelante tendrá que encarar otras… y mayores.

Casi siempre que esquivé un problema, mirándolo de otra manera, o cubriéndolo con suavidad y ligereza —cuando debiera haberlo confron-tado con honestidad, templanza y amor desde el principio—, se transformó en un monstruo, que requirió un enorme esfuerzo al final. Por suavizar la situación, innecesa-riamente herí a otros, a la iglesia y a mí mismo.

La pregunta de Elías a la gente, “¿hasta cuándo van a seguir indecisos?” (1 Re. 18.21 NVI), es una apropiada advertencia para aquellos de nosotros que posponemos la difícil tarea de encarar los problemas. Ministré una congregación donde un empleado renunciaba constantemente cuando las cosas no se hacían a su manera. Traté de ser amable, para comprenderlo y calmarlo, pero mi proceder no daba los resultados buscados. Finalmente, acepté su renuncia, puse a otro en su lugar, y lo llamé a mi oficina para explicarle lo que había hecho y por qué.

Pensé que él dejaría la iglesia, pero no lo hizo. El terminó entregándose a Cristo, hizo una confesión pública ante toda la congregación. Un anciano de la iglesia donde estoy ahora dice: “Esteban, siempre has lo correcto y tendrás lo correcto. Pero, si no obtienes lo bueno, te sentirás bien habiendo hecho lo correcto.”

Segundo principio, la imagen: La gente ve a los pastores como representantes de Dios. Y lamentablemente, por como han conceptuado al pastor, la imagen de Dios ha sido feminizada.

Pablo dice que somos embajadores en nombre de Cristo (2 Co. 5.20), y un embajador debe representar íntegramente a su gobierno. Si soy suave cuando debo enojarme, débil cuando debo ser fuerte, y amable cuando debo ser duro, no represento adecuadamente a mi gobierno. Y la gente puede comenzar a caracterizar a nuestro “temible” Señor de la manera en que les permitimos que nos caricaturicen a nosotros.

Pedro Cartwright, predicador metodista itinerante, no se permitía esa pérdida de orientación de su carácter. Cuando llegaba a una ciudad o pueblo, a menudo se paraba en las afueras, miraba a sus amigos, y decía: “Percibo olor a infierno.” El hedor del pecado lo fastidiaba. Cuán fácil es tratar de cubrir el olor del infierno con el perfume de la trivialidad, pero si queremos ser fieles a la imagen que representamos, no podemos hacer esto.

Cierto día me visitó una pareja pidiéndome que yo los casara. Mientras discutía la situación con ellos me di cuenta de que él no era cristiano y ella sí. En ese punto yo tendría un problema si apoyaba ese matrimonio. Les dije: “Queridos, me agradan ustedes mucho, pero no puedo celebrar su boda”, y les expliqué las razones bíblicas por las que no podía casarlos.

La joven comenzó a llorar, y el joven se enojó. Me dijo: “¡Pensé que los pastores estaban aquí para ayudar a la gente, y usted la ha hecho llorar!”

Entonces le contesté: “Hijo, yo te estoy ayudando; te estoy diciendo la verdad. Si no te gusta la verdad, puedes ir a algún lugar donde te mientan”. Él y su novia dejaron mi oficina enojados, pero puedo vivir con eso. Tal vez cuando, en el futuro, ellos piensen en los pastores, la imagen no será la misma. No les gustarán los pastores, pero sabrán que los pastores no tienen miedo de decir la verdad.

Tercer principio, el mandato: Habiendo sido dado por Dios el mandato de liderar, usted debe liderar, o su pecado será la infidelidad.

Me encanta la orden de Dios a Josué, y he asumido que también se dirige a mí y a cada pastor llamado por Dios: “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo dondequiera que vayas.” (Jos 1.9)

Alguien dijo en cierta ocasión refiriéndose al liderazgo: “¡Uno u otro, lideras y sigues, o te sales del camino!” Recientemente completé un programa de construcción, y en medio de esa responsabilidad casi todo lo hice mal. Me mantenía asustado porque cualquier decisión que tomara, podía dividir la iglesia. Mi indecisión causaba problemas significativos. Pero un día, mi buen amigo Jaime Baird me demostró que me amaba lo suficiente, me dio a conocer la verdad.

“Esteban”, —me dijo—, «si no deseas pagar el precio del liderazgo, entonces no esperes que suceda nada». Eso me sacudió lo suficiente como para ponerme de pie, liderar y completar el proyecto.

Finalmente está el principio de pasar: Guíe su iglesia livianamente y espere salir pronto.

Lo admito, me gustaba mucho jugar a las cartas y aprendí un montón de la vida con este juego. Aprendí que hay momentos en que uno necesita pasar y esperar una mejor mano. Otras veces, simplemente se tiene que dejar la mesa. No creo que un pastor deba renunciar ante la señal de una banderita que baja, o ante problemas triviales, pero sí creo que hay asuntos importantes por los que el pastor debe dejar la congregación… y lo haga rápido.

Jesús sabía de nosotros, creo que él dio la instrucción de sacudir el polvo de los pies también para nosotros: “Si alguno no los recibe bien ni escucha sus palabras, al salir de esa casa o de ese pueblo, sacúdanse el polvo de los pies.” (Mt. 10.14 NVI) No lo hagas a menudo, pero cuando la situación se da, es efectivo.

Tengo archivadas una serie de renuncias sin fecha, y el hecho de saber que están ahí y que deseo usarlas me cuida de vender mi alma. No deseo capitular sobre algo importante solamente por permanecer en la iglesia. El conocimiento de que puedo usarlas ha cubierto multitud de pecados.

La fase dura del ministerio

Desarrollar un rasgo cristiano y duro es, por supuesto, otro nombre para la audacia. “Huye el impío sin que nadie lo persiga; mas el justo está confiado como un león.” (Pr 28.1) Sin valentía no podemos servir adecuadamente a Dios.

Me enojo con las estructuras que dicen que no puedo enojarme. Me enojo conmigo mismo cuando me comprometo en lugares erróneos. Me enojo cuando la sociedad y la iglesia me dicen que no debo ser lo que Dios me ha dicho que sea, un embajador obediente de Jesucristo.

En “Perelandra”, el segundo libro de C.S. Lewis sobre una trilogía de ciencia ficción, el protagonista Ransom, es enviado al planeta de “Perelandra” a prevenir una caída similar a la de Adán en la Tierra. El adversario, en forma de hombre, llamado Weston, también está en “Perelandra” trabajando contra los esfuerzos de Ransom.

Ransom reconoce con horror al diablo representado por Weston, y gradualmente comprende que debe enfrentar y destruir a Weston en una batalla. Es un proyecto espeluznante. Durante la oscura noche de “Perelandra”, Ransom considera el hecho de que puede enfrentarlo y pelear, o huir. Más allá de la oscuridad se escucha una voz que dice: «Mi nombre también es Ransom».

Con Ransom encaramos la misma decisión. Podemos enfrentar y pelear, o huir temerosos. Nos desafía a actuar de una manera que da honor al nombre que sostenemos, cristianos. Si sólo deseamos ser amables, gente de maneras suaves, deberemos cambiar nuestro nombre o cambiar nuestro llamado.

Ahora, ¿no sientes que un rasgo duro está creciendo en ti?

Usado con permiso de Leadership 87/ Spring Quarter. Título en inglés: Developing a Christian Mean Streak

PREGUNTAS SOBRE LA LECCIÓN 

1.  Como pastor debemos saber que habrá momentos en que aún los que amamos no nos  ________________.

2. Una de las cosas más poderosas que aprendemos de nuestro Maestro es que no importa lo que suceda tenemos que ______________________________.

3. Para ser siervo de Dios hay que estar dispuesto a ir a la _____________.

4. Explique como un carácter duro le permite desarrollar un mejor ministerio e iglesia.

5. Menciones los 4 principios desarrollados por el autor de el articulo, que nos ayudarán a ir desarrollando un carácter adecuado para el ministerio.

6Desarrollar un rasgo cristiano y duro es otro nombre para la ___________________. 

7. Sin ____________________no podemos servir adecuadamente a Dios

22. Motivación

Aprenda a motivar por Howard Hendricks

¿Cómo es posible vencer la inercia y poner en acción a un hombre? No importan todas las habilidades que una persona tenga, si esta carece de motivación, nadie la hará avanzar en su desarrollo. Por eso es tan importante que el pastor aprenda a motivar. Aquí encontrará diez principios básicos para que se convierta en un motivador.

El problema más grande al cual se enfrenta el proceso educativo (y con el cual debe luchar todo líder) es el de la motivación. Es decir, cómo se puede vencer la inercia y poner en acción a un hombre. Siempre resulta más fácil dirigir un objeto que ya está en movimiento, que darle movimiento a uno detenido. Por esto, el líder debe estar siempre más interesado en la aplicación y el desarrollo que se le pueda dar a un hombre, que en sus habilidades. Todas las habilidades del mundo no ayudarán a una persona que carece de motivación.

Antes de considerar algunos conceptos que influyen en la motivación de un individuo, debemos definir claramente lo que es un motivoMotivo es aquel factor en una persona que lo impulsa a realizar una acción determinada. Dentro de este concepto podemos encontrar dos clases de motivaciones: la motivación extrínseca, que no proviene del individuo sino de las cosas que lo rodean, y la motivación intrínseca, que sí proviene del individuo mismo.

Las motivaciones intrínsecas son siempre las más importantes, porque provienen netamente del individuo. A menudo, con los factores extrínsecos, el individuo tiende a hacer algo por la presión que se está ejerciendo sobre él, y no porque realmente lo desee. Este sería el caso de una persona en la iglesia que enseña en la Escuela Dominical porque “no hay nadie que lo haga”. Si esa misma persona tuviera una motivación intrínseca, estaría enseñando porque realmente siente que eso es lo que desea estar haciendo. Por esta razón, el líder realmente efectivo va a desarrollar las motivaciones intrínsecas en sus congregaciones.

No debemos, sin embargo, desechar el uso de toda motivación externa. Las motivaciones extrínsecas tienen mucho valor, pero solamente cuando éstas sirven para despertar en el individuo sus motivaciones intrínsecas. Lamentablemente, en muchos casos se han usado las motivaciones externas sin que éstas apelen a las internas de la persona. El resultado es casi siempre el mismo: el individuo hace las cosas por obligación y de mala gana.

Una de las motivaciones extrínsecas más usadas es la de dar premios por ciertas acciones. Le prometemos a la persona que si ella hace esta tarea va a recibir tal o cual recompensa. El problema con este enfoque es que, en cuanto desaparezca el premio, la persona ya no sigue haciendo su tarea. La prueba contundente que siempre demuestra si una motivación extrínseca es buena o mala, es la de ver si ha ayudado al individuo a volverse una persona de iniciativa, que busca emprender nuevas actividades por sí solo.

Y bien… ¿Cómo podremos hacer mejor uso de las motivaciones a fin de ayudar a nuestras congregaciones a ministrar más efectivamente? Quisiera compartir con ustedes ocho formas que he encontrado muy eficaces.

EXPONGA LA PERSONA A LA REALIDAD

La primera forma de motivar a las personas es creando una necesidad al exponerlas a la realidad. De este modo, una persona puede responder a una necesidad que antes ignoraba. Sería el caso de una persona que no siente deseos de aliviar la carga de los pobres, porque no cree realmente que sea necesario, ni que el pobre sea tan pobre. Pero si damos a esa misma persona la oportunidad de estar expuesto a la realidad, ya sea visitando un sector marginado de la ciudad, o viviendo con una familia pobre por algunos días, va a ver que las necesidades son inmensas y que es mucho lo que se puede hacer. ¡No solamente esto, es muy probable que desee comenzar a hacer algo él mismo!

De la misma manera, no podemos motivar a una persona a cambiar de actitud o comportamiento si ella no percibe la necesidad de cambiar. Existen multitudes de personas que tienen abundancia de problemas, pero nunca hacen nada al respecto, porque no son conscientes de esos problemas en sus propias vidas. Y, en este sentido, he notado que nosotros, en los círculos cristianos, usamos una mala filosofía. No trabajamos en solucionar los problemas, sino que muchas veces nos dedicamos a enseñarles cosas que no necesitan en ese momento. Es como darle a un individuo una guía telefónica y pedirle que la memorice, “para el día en que instalen un teléfono en su casa”.

Si no dedicamos tiempo para mostrar a las personas cuáles son sus necesidades y ofrecerles soluciones pertinentes, vamos a lograr pocos resultados como líderes.

Si observamos el ministerio de nuestro Señor Jesús, vamos a ver inmediatamente que ésta era una de sus reglas de trabajo. Él daba a sus discípulos suficiente enseñanza como para que pudieran ser eficaces en una situación. Luego los mandaba a practicar. Durante la práctica (al estar expuestos a la realidad) se daban cuenta de que les faltaba mucha más preparación. Entonces volvían al Señor llenos de preguntas y deseos de aprender. Luego el Señor procedía a darles un poco más de preparación mandándolos otra vez a practicar (y estar de nuevo expuestos a la realidad). De esta manera vemos que había un balance perfecto entre lo que recibían y lo que deseaban, como resultado de una constante exposición a la realidad.

Como pueden ver ustedes, lo que realmente ayuda a motivar a una persona es exponerla a la realidad, a los hechos y a las circunstancias reales de la vida. Esto no es solamente bueno para el individuo porque le ayuda a cambiar, sino también porque le da oportunidades de desarrollar su sentido de la responsabilidad y lo estimula al crecimiento.

Allí está su más importante responsabilidad como líder. Hacer que las personas desarrollen sus capacidades al máximo. Puede estar seguro de que cuanto más invierta en motivar a las personas, más desarrolladas van a estar. Y recuerde esto: cada vez que usted le da a una persona una responsabilidad que no requiere casi ningún esfuerzo, le está escamoteando una oportunidad para crecer. El Señor no se conformó con pedirle a los discípulos que ordenaran a las personas en grupos. Les dio una responsabilidad mucho más grande: «Denles de comer ustedes» (Mt. 14:13-21). Su impotencia frente a esto los motivó a aprender más de cómo ministrar adecuadamente. Cuando vea usted personas que pueden dar más, deles una mayor responsabilidad.

PROVEA ESTÍMULO Y RECONOCIMIENTO

Un segundo método por el cual se puede motivar efectivamente a una persona es proporcionándole estímulos y reconocimiento. A menudo ocurre que las personas se desaniman porque se les está señalando en forma constante lo que hacen mal, en vez de reconocer lo que hacen bien. Las constantes críticas tienden a desinflar hasta a los más entusiasmados.

El problema que he visto con gran frecuencia en muchos líderes es que tienden a entusiasmarse en gran manera con lo que ellos mismos están haciendo, pero tienen muy poco entusiasmo por lo que otros a su alrededor hacen. Recuerdo con gran claridad el caso de un joven médico que había descubierto una gran verdad en la Biblia. Como yo era su profesor, él se acercó a mí con gran entusiasmo para mostrarme lo que había encontrado. ¡Su entusiasmo era tal, que uno podía llegar a pensar que ni Calvino, ni Lutero, ni ningún otro gran teólogo en la historia de la iglesia habían descubierto eso! El asunto era que yo también había descubierto esa verdad hacía ya veinticinco años, cuando recién comenzaba a estudiar en el seminario. Si hubiera dicho esto, aquel estudiante se hubiera desilusionado grandemente. Así que dejé que él me contagiara con su entusiasmo y lo alenté a que me contara sobre lo que había descubierto. El hecho de que yo me mostrara interesado lo animó a seguir estudiando la Palabra en busca de otras verdades. El entusiasmo y el reconocimiento habían aumentado significativamente su motivación.

La verdadera prueba de la eficiencia de un maestro no se encuentra en lo que él sabe, sino en lo que saben sus alumnos. Sin la adecuada cantidad de reconocimiento y estímulo, ellos jamás van a tener la motivación para aprender lo que su maestro sabe. La desconfianza en nuestras propias habilidades es un resultado directo de la falta de estímulo y reconocimiento en nuestras vidas. No olvide el proveer siempre esto para los que usted está formando.

PROVEA MODELOS

Una tercera forma de motivar es por medio de una demostración de cómo deben hacerse las cosas. El problema con muchas de las iglesias es que tienen demasiadas personas que están dedicando su tiempo a exhortar a la congregación a “hacer” cosas, pero nadie explica y demuestra exactamente cómo deben ser hechas. Un exceso de exhortaciones no lleva a la acción, sino a un montón de personas con complejos de inferioridad y sentido de culpa. La realidad es que casi todos los creyentes saben lo que deben hacer, pero pocos lo hacen debido a que no se les ha mostrado de qué manera hacerlo.

Por ello, es importante que usted no se concentre solamente en exhortar, sino también en explicar y demostrar. La razón por la cual Cristo fue tan eficaz en motivar a los discípulos es que jamás les enseñó algo sin demostrarlo en su propia vida. Les exhortó a amar, porque Él amó; les exhortó a servir y Él sirvió; les exhortó a predicar y mostró cómo lo hacía Él, etcétera.

IRRADIE ENTUSIASMO

Usted puede motivar a las personas irradiando entusiasmo personal. Uno de los problemas más comunes con que se enfrenta el líder cristiano es el de seguir manteniendo el entusiasmo a través de los años. Muchas veces parece que el ministerio se vuelve una rutina aburrida que no tiene dinamismo alguno. Si usted se siente así, es muy lógico que no motive a nadie en la iglesia, pues esa actitud nos está diciendo que la vida cristiana es aburrida.

En cierta oportunidad tuve que hablar en una iglesia y sólo asistieron tres personas. El pastor se me acercó y me dijo: “Éste es uno de los problemas con estas personas, ellos no se entusiasman para nada y son incumplidores”. Su actitud demostraba claramente que pensaba que era una pérdida de tiempo seguir con tan pocos. Luego de la reunión, me preguntó cuál me parecía que era el problema. «Si quiere que sea franco» —le dije— “le diría que usted es el problema. La prueba del verdadero líder se encuentra en la forma en que dirige una reunión. ¡Su entusiasmo debe ser tan grande cuando hay dos personas como cuando hay dos mil!”

El entusiasmo es contagioso. Si usted quiere motivar a su congregación, va a tener que demostrar abundantes cantidades de entusiasmo en todo lo que haga y diga.

Este método requiere mucho más trabajo que otros, pues uno debe estar dispuesto a demostrar todo lo que enseña. Sin embargo, lo desafío a invertir en esta forma de motivación: verá que los resultados serán realmente extraordinarios.

REMUEVA LAS BARRERAS EMOCIONALES

Creo firmemente que va a ser muy difícil motivar a una persona que está enojada, llena de rencor o dolorida por cierta razón. Lo que usted significa para una persona es mucho más importante que lo que usted pueda decirle o hacer por ella. Es más, esto va a determinar la manera en que escuchará lo que tenga que decirle. Entre un líder y sus seguidores, debe haber un clima de total aceptación.

Sea sincero con aquellos que le rodean: permítales verlo tal como es. A menudo he visto caer a algún líder por querer aparentar saber todas las cosas. Eso no produce aceptación; la gente se siente inhibida y, lo que es peor, también se da cuenta de que el líder no es honesto con ellos.

INTENSIFIQUE LAS RELACIONES PERSONALES

Recuerde siempre este principio: cuanto más cerca esté usted de una persona, cuanto más estrechos sean los lazos que los unen, más grandes serán las posibilidades de motivarlo. Nuestro problema es que muchas veces deseamos motivar a las personas sin conocerlas ni mostrar interés por sus vidas personales. Por esto, yo me he creado el hábito de aprovechar siempre los momentos informales en reuniones, porque se puede conocer a la gente y estrechar los vínculos.

Donde quiera que vaya, cultive las relaciones personales con quienes le rodean. Tómese tiempo para interiorizarse en lo que están viviendo otros. Elija también, de entre su congregación, algunas personas con las cuales pueda pasar gran cantidad de tiempo, conviviendo con ellos. Verá cuán motivados estarán cuando quiera alentarlos a una actividad determinada.

DEMUESTRE AMOR INCONDICIONAL

He dedicado veintisiete años a estudiar la vida de Jesús. Creo que ningún factor influyó tanto en el nivel de su motivación hacia los discípulos como el amor incondicional que Él demostró hacia ellos. Por más graves que fueran sus errores, siempre los siguió amando profundamente, a pesar de lo que eran. Es digno de notarse que el Señor nunca reprendió a los discípulos por sus errores: solamente los reprendió por su falta de fe. El amor produce lealtad, entrega y dedicación.

CREA EN LO QUE DIOS PUEDE HACER

Una de las lecciones más importantes que he aprendido a través de los años es que Dios no llama a una persona por lo que es, sino por lo que puede llegar a ser. Todas las personas tienen valor para la causa de Cristo y, como líderes, es nuestra responsabilidad comunicar esa verdad constantemente.

A menudo, tendemos a escapar de las personas que nos parecen medio “raras”, y nos apegamos a aquellos que realmente parecen ser mucho “mejores”. Pero, les diré, ha sido mi experiencia el ver que, caso tras caso, los que generalmente vemos como “raros” son los que llegan a ser los más fieles al Señor. ¿Por qué? Porque llegan a comprender sus posibilidades en el Señor y trabajan para lograr eso.

Cuando estuve en quinto grado tuve una maestra con la cual me llevaba muy mal. Ella siempre parecía estar disciplinándome por alguna cosa y, cuanto más lo hacía, más rebelde me tornaba. Después de un tiempo, había llegado a ser conocido entre los maestros como el “niño desobediente”. Cuando pasé a sexto grado, la nueva maestra me llamó y me preguntó: “Tú eres Hendricks, ¿verdad?”. Yo estaba aterrado, sabía que mi maestra de quinto grado le había contado de los muchos problemas que habíamos tenido. “Quiero decirte que aunque he oído mucho de ti, no creo nada de lo que me han dicho”. Esta persona creía en mí, y mi confianza volvió a florecer. Mi sexto grado fue una hermosa experiencia.

Es mi deseo que esta oración pueda ser también la suya: «Padre, como motivador por excelencia que eres, acércanos a ti mediante tu amor. Te pido que me hagas un individuo contagiado por tu amor y que me recuerdes que tu especialidad es obrar lo imposible en la vida de los hombres. Que tomas individuos sin esperanza, desahuciados, y que los conviertes en hombres y mujeres de valor para el servicio de tu amado Hijo Jesús. Ayúdame a vivir de tal manera que pueda motivar a otros a servirte y amarte con vidas entregadas y comprometidas. Amén».

El presente trabajo fue adaptado de una presentación del autor en conferencias especiales de Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo. Usado con permiso.

Trabajemos juntos por Chua Wee Hian

Además escoge tú de entre todo el pueblo varones de virtud, temerosos de Dios, varones de verdad, que aborrezcan la avaricia; y ponlos sobre el pueblo por jefes de millares, de centenas, de cincuenta y de diez. Ellos juzgarán al pueblo por ti; y todo asunto grave lo traerán a ti, y ellos juzgarán todo asunto pequeño. Así aliviarás la carga de sobre ti, y la llevarán ellos contigo” (Ex. 18: 21, 22).

El liderazgo tiene que ver con personas. Dios ha dotado generosamente a su pueblo con talentos y capacidades para servirle en la iglesia y en el mundo. Los líderes deberían redescubrir y potenciar lo mejor de los miembros. Tendrían que facilitar el uso de los dones.

Este artículo explora la dinámica del liderazgo corporativo. ¿Cuáles son algunas de las directrices bíblicas para trabajar juntos? También adaptaremos algunas ideas útiles del mundo empresarial a nuestro proceso de toma de decisiones.

Servir juntos a Dios es algo estimulante. Para empezar, «somos colaboradores de Dios» (1 Co. 3:9). Nos llama a trabajar juntos con Él (2 Co. 6:1). Nuestra común lealtad hacia Él forma la base de nuestras relaciones de trabajo. ¡Esto es sensacional!

Como somos humanos, aportamos al liderazgo nuestros diferentes puntos de vista, prejuicios y debilidades. Por supuesto, también contribuimos compartiendo nuestras experiencias y nuestra visión. Vamos a examinar a un grupo de líderes mientras trabaja.

Digamos que hay dos o tres que provienen del mundo de los negocios. Serán partidarios de buenos procedimientos empresariales y estarán dispuestos a introducir un toque profesional en la organización cristiana. A su lado hay un par de visionarios. Son personas con ideas creativas. Tienen grandes sueños para la iglesia, pero en ocasiones no tienen los pies en la tierra. Después se encuentra el tipo pensador/filósofo, que pide una “razón de ser” para cada decisión. Finalmente, están los líderes afectuosos y solícitos, siempre pensando en las personas en vez de en lo que se hace.

Si hay un respeto mutuo y una aceptación de los dones y condiciones de los demás, este equipo de líderes puede enriquecer el ministerio de su iglesia. Pero si se tratan unos a otros como rivales e insisten en su propia forma de planificar, se producirá el caos y la división. La obra de Dios se paralizará.

FUNDAMENTOS BÍBLICOS

Es extremadamente útil buscar las palabras «unos y otros» en una concordancia, anotando el verbo o acción que las precede.

Empezamos con el mandato de Cristo de amarnos unos a otros (Jn. 13:34, 35). No es una opción; es el encargo que Él nos da. Esta declaración se repite en 1 Juan 4:10, 11. Debemos amarnos unos a otros como Dios nos amó en Cristo. Ésta es la base para trabajar juntos.

Amar a nuestros compañeros líderes es desear lo mejor para ellos. Y esto tiene asombrosas implicaciones. Si los miembros del equipo están dispuestos a buscar lo mejor para los otros, ejercerán sus responsabilidades de liderazgo en una atmósfera de comprensión mutua y aceptación. En nuestra lista de textos con las palabras «unos a otros» también se nos advierte que no hagamos ciertas cosas. He aquí algunas: Si nos amamos unos a otros, NO debemos:

*
Juzgarnos más los unos a los otros (Ro. 14:13).
*
Mordernos (es decir, herirnos) unos a otros (Gá. 5:15).
*
Mentir los unos a los otros (Col. 3:9)
*
Murmurar los unos de los otros (Stg. 4:11).
*
Quejarnos unos contra otros (Stg. 5:9).

Positivamente, el amor intenta edificar a las personas. Esta meta se consigue por medio de:

*
Recibirse los unos a los otros (Ro. 15:17).
*
Servirse por amor los unos a los otros (Gá. 5:13).
*
Someterse unos a otros (Ef. 5:21; ver 1 Pe.5:5).
*
Soportarse y perdonarse unos a otros (Col. 3:13).
*
Enseñarse o exhortarse unos a otros (Col. 3:16).
*
Alentarse los unos a los otros (1 Ts. 4:18).
*
Hospedarse los unos a los otros (1 Pe. 4:9).
*
Orar unos por otros (Stg. 5:16).

Al estudiar estos textos y aplicar cada exhortación a nuestras relaciones con los compañeros, descubriremos mayor armonía en el equipo de líderes, lo que también repercutirá en nuestra comunidad cristiana. Al servir juntos a Dios también debemos tener en mente otro conmovedor llamamiento: “Y considerémonos unos a otros para estimulamos al amor y a las buenas obras… exhortándonos” (He. 10:24, 25).

Después de considerar estos principios bíblicos para trabajar juntos, vamos a fijarnos en algunos aspectos prácticos del liderazgo corporativo.

CUESTIONES ORGANIZATIVAS

En una pequeña congregación o comunicad cristiana, la organización es relativamente sencilla. Como el grupo es pequeño, es bastante fácil impartir visión y compartir las responsabilidades entre los miembros. Si hay cuestiones o problemas, éstos pueden ser rápidamente resueltos.

En una comunidad de más de sesenta personas, necesitamos establecer estructuras mayores y mejorar los canales de comunicación. Las diversas actividades realizadas por los diferentes grupos de líderes o comités deben ser coordinadas e integradas en la planificación y en los objetivos globales de la iglesia. El equipo de líderes deberá presentar objetivos claros e indicar la dirección en la que debería marchar la iglesia. Entonces se creará una red de comunicaciones, pero no sin esfuerzo.

A menos que estemos dispuestos a permitir que un hombre —el pastor— lo organice y dirija todo, los líderes deberán orar y planificar juntos. Los miembros deben ser movilizados para que el servicio sea efectivo. El equipo o comité está, por lo general, dotado de la autoridad para llevar la responsabilidad en nombre de toda la congregación. El equipo de líderes hace un seguimiento de los procesos y se enfrenta a los diferentes problemas que aparecen. Pero continuamente trata de desafiar a toda la congregación a mantener las prioridades de Dios.

Los líderes deben ser hombres y mujeres llenos del Espíritu Santo, de fe y sabiduría. Estas cualidades esenciales son vitales para el liderazgo espiritual pero, al mismo tiempo, para realizar su misión deben aprender a tomar decisiones juntos. Y esto requiere planificación y una cierta dosis de habilidad administrativa. Los líderes deben saber qué hay que hacer y considerar quién debe hacerlo y cuándo.

El equipo de líderes debería dedicar tiempo a estudiar los planes y a pensar en el futuro. No harán ellos todos los trabajos. Los trabajadores sabios siempre delegan para que más personas puedan participar en la obra de Dios.

Leyendo libros sobre dirección de empresas, inevitablemente encontramos una buena sección sobre el tema de la delegación. Ésta es un área del liderazgo con frecuencia poco considerada por algunos líderes cristianos bien intencionados. Trabajan hasta matarse y al final se desploman por puro agotamiento físico y nervioso. No se dan cuenta de que alcanzan este terrible estado porque no han delegado trabajo en otros.

DELEGAR

Moisés tuvo este problema. Tomó sobre sí la terrible tarea de juzgar las disputas entre los israelitas. Era un juez competente y su pueblo se dirigía a él buscando justicia. Durante todo el día el pueblo lo rodeaba, esperando que juzgara sus disputas (Éx. 18:13) ¡Y Moisés casi se desplomó por agotamiento nervioso!

Su suegro, Jetro, lo rescató. Este hombre sabio le hizo ver el pobre uso que estaba haciendo de su tiempo y energía. Si Moisés insistía en hacer todo el trabajo él mismo, los problemas de su pueblo lo aplastarían (vv. 17, 18). Jetro dijo a Moisés: “Además escoge tú de entre todo el pueblo varones de virtud, temerosos de Dios, varones de verdad, que aborrezcan la avaricia; y ponlos sobre el pueblo por jefes de millares, de centenas, de cincuenta y de diez. Ellos juzgarán al pueblo por ti; y todo asunto grave lo traerán a ti, y ellos juzgarán todo asunto pequeño. Así aliviarás la carga de sobre ti, y la llevarán ellos contigo” (vv. 21, 22).

Delegar daría buenos resultados y la carga de Moisés sería más ligera (v. 22). Compartir sus responsabilidades administrativas no iba a representar merma en su cargo como representante de Dios y líder. Moisés continuaría representando a su pueblo ante Dios y enseñándole las leyes y decretos de Dios (vv. 19, 20).

Ted Engstrom, en su libro The Making of a Christian Leader (Creando un líder cristiano) menciona los beneficios de delegar.

Varios son los derivados de una mejor comprensión y relación entre los líderes y sus seguidores. Las personas a las que se les da la oportunidad de desarrollar sus talentos y habilidades latentes trabajan más satisfechas, lo que a su vez mejora su estado de ánimo. Al mismo tiempo, delegar alivia las presiones sobre el líder, liberándolo para pensar y planificar la estrategia (Engstrom 1976:136-40). Engstrom continúa señalando seis principios básicos del arte de delegar.

1. Seleccionar los trabajos a delegar y organizarlos para poder hacerlo.

2. Elegir la persona adecuada para el trabajo.

3. Preparar y motivar a la persona delegada para realizar la tarea.

4. Dar la tarea asegurándose la plena comprensión de ésta.

5. Animar a actuar con independencia.

6. Mantener una supervisión: nunca soltar las riendas.

Concluye con estas palabras. “No olvides nunca que una delegación efectiva ayuda a progresar, da buenos ánimos e inspira la iniciativa. La prueba final de un líder es que deja tras de sí a otros hombres convencidos que continuarán la obra”.

¿POR QUÉ NO DELEGAMOS?

¿Por qué algunos de nosotros tenemos tanto temor a delegar trabajo en otros?

En primer lugar, tememos que otros no puedan hacer el trabajo tan bien como nosotros mismos. Nos asusta pensar en la posibilidad de que nos fallen. Pero si concretamos lo que hay que hacer y asignamos responsabilidades específicas a otras personas, ellas harán el trabajo. Cierto es que debemos explicarles la tarea a realizar con claridad y, en algunos casos, entrenarlas para ella. Pero esto produce un alto rendimiento. Más personas participarán en la obra. John R. Mott, el conocido misionero y hombre de estado solía decir: “Prefiero dejar que diez hombres hagan el trabajo que hacer el trabajo de diez hombres”.

En segundo lugar, no delegamos porque tenemos miedo de perder el control. Algunos de nosotros nos volvemos bastante ansiosos e inseguros cuando otros deben tomar decisiones y dirigir. Creemos que nos han quitado la capacidad de tomar decisiones. En la obra cristiana necesitamos aprender a confiar en otros. Además, no perdemos el control puesto que, si somos sabios al delegar, todavía mantendremos nuestra supervisión. Los que han recibido una tarea específica deben responder ante nosotros.

¿PODEMOS APRENDER DEL MUNDO EMPRESARIAL?

¿Deben los líderes cristianos tomar modelos de liderazgo extraídos del mundo empresarial? Sí, siempre que éstos hayan sido cuidadosamente sopesados y santificados. Los autores de libros y manuales empresariales proponen sus principios y comparten su visión en base a su investigación y a las experiencias de los que dirigen grandes empresas. Si bien admiramos sus objetivos de excelencia y eficiencia, nunca debemos dejar que éstos se conviertan en fines.

Queremos hacer un buen trabajo porque así damos gloria a Dios. Por supuesto, podemos aprender mucho de planificación por objetivos, control presupuestario, eficiencia organizativa, cómo medir lo conseguido y motivar a los empleados. Sin embargo, hay diferencias fundamentales. Las grandes empresas cuentan con un ejército de empleados bien entrenados. Las iglesias, en general, con voluntarios a tiempo parcial. En el mundo empresarial hay, por lo general, una cadena de mando; los ejecutivos dan órdenes que deben ser obedecidas. Pero en el servicio cristiano debemos inspirar, influir y motivar a nuestros compañeros cristianos. No podemos ordenarles como si fueran subordinados. La mayoría de las iglesias y organizaciones cristianas tienen fondos y recursos limitados y no pueden permitirse el apoyo de procesadores de texto, computadoras y hábiles secretarias. Así que necesitamos adaptar los principios y procedimientos empresariales a nuestra situación particular. Como mayordomos de Dios debemos intentar hacer el mejor uso posible de los recursos humanos y materiales disponibles.

TRABAJANDO JUNTOS:

UN PROCESO DE DECISIÓN EN COMÚN (COOPERATIVA).

Personalmente he usado mucho un proceso que facilita tomar decisiones en común. Este proceso está compuesto por seis componentes básicos o pasos, que son los siguientes:

OBJETIVO: resumir en una frase, y claramente, la meta u objetivo principal.

RECURSOS: hacer una lista de los recursos humanos, financieros y materiales para realizar el objetivo.

PLANIFICACIÓN: planificar es decidir, por adelantado, qué se debe hacer, por qué, dónde, cuándo, quién debe hacerlo y cómo.

COMUNICACIÓN: comunicar la información a los otros líderes y a los miembros para que sean conscientes del objetivo. Compartir los planes propuestos. Informar a cada persona de sus responsabilidades específicas. Hacer descripciones (preferentemente por escrito) de las tareas a realizar, para que todos los implicados conozcan claramente sus deberes.

ACCIÓN: poner el plan en movimiento trabajando en las tareas asignadas. Esto sólo debe hacerse cuando ya todo el equipo ha seguido los pasos anteriores. Puede ser necesario que el presidente supervise los progresos y atienda los problemas de organización.

EVALUACIÓN: el equipo de líderes pasa revista a todo el programa de actividades. ¿Qué cosas fueron bien? ¿Cuáles no y por qué? Si fuera a repetirse un programa similar, ¿qué se repetiría y qué se omitiría? ¿Se han descubierto nuevas capacidades de liderazgo entre los que han participado en la actividad?

Este proceso es de gran valor en la toma de decisiones por parte de un grupo de líderes. Su efectividad descansa en la disposición de todos los miembros a someterse a su disciplina. En demasiadas ocasiones un grupo de líderes tiene sólo una vaga idea de lo que debe hacerse. Hacen planes apresurados, pasan a la acción y, antes de que sepan lo que ha pasado, ya se ha roto la comunicación. Participan en las actividades y no tienen claras sus responsabilidades ni saben ante quién tienen que rendir cuentas. Tampoco cómo encaja su tarea en todo el proyecto. Hay duplicaciones y traslapos en algunas áreas, mientras que otras tareas apenas reciben atención. Los ánimos comienzan a caldearse y existe frustración. Los líderes empiezan a echarse las culpas unos a otros y una negra nube cubre todo el proyecto.

Ahora bien, para que funcione este proceso, los líderes deben practicarlo constantemente. Deben seguir, meticulosamente, los seis pasos. En ocasiones, cuando dirijo seminarios sobre organización del liderazgo, divido a los participantes en pequeños equipos de seis o siete miembros. Deben familiarizarse por sí mismos con los seis pasos del proceso de decisión. Después les muestro ocho o nueve objetos y les pido que reúnan diez unidades de cada uno en el menor tiempo posible. Cada unidad debe ser etiquetada cuidadosamente. Si estas prácticas se hacen al aire libre, utilizo diferentes tipos de hojas y piedras. El equipo que sigue fielmente los seis pasos es, normalmente, el ganador. Después dejo que durante veinte minutos los diferentes equipos analicen su actuación y valoren su éxito o fracaso.

En el siguiente ejercicio, pido a los mismos equipos que reúnan el doble de unidades de los mismos objetos en la mitad de tiempo. Lo asombroso es que ahora la mayoría de los equipos logran alcanzar este nuevo objetivo. Han aprendido con la experiencia la importancia de la organización. También han aprendido la importancia de establecer objetivos claros, planificar cuidadosamente, hacer el mejor uso posible de sus recursos humanos y materiales, realizar buenas descripciones de las tareas a realizar y revisar sus esfuerzos.

Vamos a utilizar este proceso para planificar una campaña evangelística que va a realizar su iglesia local. El comité está formado por nueve personas y usted es una de ellas. Los únicos «obreros a tiempo completo» son el pastor y el secretario de la iglesia. La región considerada tiene seis mil habitantes y los miembros de la congregación son ciento cincuenta. ¿Cómo planificaría una acción evangelística que tuviera como resultado que algunos de sus vecinos se convirtieran y se integraran en su iglesia?

Puede cerrar ahora la revista y apuntar lo que usted haría, pero asegúrese de seguir los seis pasos: objetivos, recursos, planificación, comunicación, acción, evaluación.

He aquí un ejemplo de cómo una iglesia local planeó esta campaña de evangelización:

OBJETIVO: compartir las buenas nuevas de Jesucristo en la región considerada, de manera que la mayoría de las personas escuchen las pretensiones de Cristo y que al menos veinte de ellas le entreguen sus vidas. La campaña evangelística se concentrará en nueve días, incluyendo los fines de semana.

RECURSOS: lista de recursos humanos. ¿Cuántos cristianos pueden compartir su fe con otros? ¿De cuántos hogares cristianos disponemos para reuniones informales, por ejemplo, alrededor de una taza de café? ¿Qué lugares céntricos —por ejemplo, la iglesia— podrían ser usados para las reuniones evangelísticas masivas?

PRESUPUESTO: estimación de la cantidad necesaria para cubrir los gastos de publicidad, etcétera. ¿Hay cristianos en la iglesia que podrían capacitar a otros para la evangelización o hay que pensar en recursos externos?

PLANIFICACIÓN: preparar un bosquejo de programa para la campaña. Por ejemplo: dos cultos dominicales especiales; reuniones de evangelización los sábados por la tarde; reuniones especiales para hombres, mujeres y niños; reuniones informales; evangelización personal. Establecer las fechas adecuadas. Proponer posibles conferenciantes. Sugerir responsables de entrenar a otras personas para evangelizar y personas encargadas de la publicidad.

COMUNICACIÓN:

Primera etapa: asegurarse de que todos los líderes estén familiarizados y plenamente comprometidos con esta acción evangelística. Dar descripciones de las tareas a realizar a las personas correspondientes. Cada descripción debe ayudar a la persona a responder a dos preguntas básicas: ¿De qué soy responsable? y ¿Ante quién soy responsable?

Segunda etapa: los líderes deben compartir el objetivo y la visión de esta campaña evangelística con los miembros de la congregación. Solicitar oración, recursos financieros y apoyo de las personas. Dar una clara información del programa de entrenamiento y de cómo cada miembro podría participar.

ACCIÓN: antes de que lleguen los nueve días de evangelización intensiva, los miembros tendrían que invitar a sus vecinos, compartiendo su fe con ellos.

Deben organizarse reuniones especiales de oración y hacer visitas casa por casa, entregando en cada hogar una porción de los evangelios o folletos evangelísticos.

Los responsables de la publicidad deben conseguir que los periódicos y emisoras locales den cuenta de las reuniones especiales.

El conferenciante invitado debe ser presentado.

El pastor, junto con los consejeros laicos, deben estar a la disposición de los que muestran interés. Los folletos y el material para hacer el seguimiento deben estar disponibles. Los responsables de los detalles prácticos (por ejemplo, preparativos de las reuniones, sistema de sonido) deben repasarlos para evitar problemas de última hora.

EVALUACIÓN:

Después del acontecimiento, el comité debe revisar todo el programa en una reunión especial.

¿Cuántos hogares se visitaron? ¿Cuál fue la respuesta espiritual de la congregación? ¿Cómo podría hacerse el seguimiento? ¿Podrían movilizarse dos o tres equipos para visitar a los “invitados”? ¿Y las conversiones? ¿Cuántos dieron testimonio de su fe? ¿Cómo van a ser pastoreados? ¿Cómo podría toda la iglesia aprovechar la situación creada tras los nueve días de reuniones especiales? ¿Qué dones y capacidades se han detectado y en qué miembros? ¿Cómo podrían desarrollarse más?

Por supuesto, sería de mucha utilidad que los resultados se recopilaran y pusieran a disposición del siguiente equipo que tuviera que planear una campaña de evangelización. Así, el nuevo comité podría usar lo que sus predecesores hayan descubierto. En su libro Managing Our Work (Administrando Nuestro Trabajo), el Dr. John Alexander hace este acertado comentario: “Si queremos que nuestros compañeros se sientan miembros de un mismo equipo, uno de los indicadores de que nuestras comunidades gozan de buena salud será nuestra tendencia a usar los pronombres nosotros y nuestros —en lugar de vosotros, vuestros, ellos y suyo— al referirnos a la organización. Una señal de peligro se enciende cuando un compañero utiliza el plural vosotros y ellos en lugar de nosotros y nuestro” (Alexander 1975:65, 66).

Trabajar juntos debe ser una demostración de que nos pertenecemos unos a otros y de nuestro mutuo compromiso de servir al mismo Señor. Esto producirá solidaridad y compañerismo.

Chua Wee Hian, Learning to Lead, Inter-Varsity Press. Tomado de la revista Andamio. Usado con permiso.

PREGUNTAS SOBRE LA LECCIÓN 

1.  El problema más grande al cual se enfrenta el proceso educativo es el de la _________________.

2. _______________ es aquel factor en una persona que lo impulsa a realizar una acción determinada.

3.  Las motivaciones ___________________son siempre las más importantes, porque provienen netamente del individuo.

4. Las motivaciones ________________________tienen mucho valor, pero solamente cuando éstas sirven para despertar en el individuo sus motivaciones intrínsecas.

5. En muchos casos se han usado las motivaciones _______________sin que éstas apelen a las internas de la persona. El resultado es casi siempre el mismo: el individuo hace las cosas por _____________________y de mala gana.

6.  Mencione ocho formas de motivar externamente a las personas.

Trabajemos juntos

7. El liderazgo tiene que ver con  ____________________.

8. Dios nos llama a trabajar ____________________.

9. Mencione los 6 principios de Ángstrom del arte de delegar.

10. Mencione los 6 componentes básicos o pasos en las decisiones en común

 

11. Trabajar ___________debe ser una demostración de que nos pertenecemos unos a otros y de nuestro mutuo compromiso de servir al mismo Señor. Esto producirá _________________ y _________________.

23. Identidad

Reflexiones sobre la identidad del líder por Ángelit Guzmán

 En los tiempos que refleja la epístola, ya existían luchas por obtener posiciones de poder religioso dentro de la iglesia cristiana. Ya había que poner límites a esta ambición y distorsión de los ministros, especialmente de aquellos que querían acceder a funciones de jerarquía como el obispado, donde la tentación es mayor. Aunque no sabemos de sueldos jugosos en esos tiempos había posibilidades de ganar económicamente aprovechando el puesto de obispo. Hoy tal vez no tengamos muchas posibilidades de tener esa tentación. Sin embargo, hay otro tipo de ‘ganancias’ que se pueden obtener, que luego trataremos con más detalle. La intención de la Palabra de Dios es purificarnos en nuestras motivaciones al buscar estos puestos importantes en la obra.

El líder tiene rasgos especiales

No cualquiera puede serlo. Se necesitan ciertos rasgos. Y no sólo al momento de ser nombrado, sino que se cultiven a lo largo de la vida. Hablamos de rasgos, porque más que ser ‘requisitos’ en el sentido actual del término se trata de rasgos del carácter. Nos hablan de la esencia de una persona y no de ‘condiciones entrenadas’ para tener un liderazgo eficaz. Hay que hacer la diferencia, porque ahora se busca producir resultados, no importa lo que haya en el corazón del que ejerce el liderazgo. Vivimos en el mundo de los indicadores externos y cuantitativos. No interesa que la realidad sea otra, las cifras hablan.

Aquí encontramos, entonces, no un perfil “ideal” que nadie pueda alcanzar, sino el carácter básico que todo líder debe tener como esencia de su ser. Va más allá, decíamos, del perfil del líder exitoso de nuestro tiempo que tiene ‘que ser buena gente’ con sus subordinados, porque así conseguirá motivarlos para que logren los resultados esperados. O aun buscar “el buen testimonio”, porque así tendrá autoridad, o buscar “corregir errores”, porque así reforzará su imagen y la imagen institucional. Hay que luchar contra este tipo de distorsión en el liderazgo cristiano. Esto es corrupto, porque es manipulador, hipócrita y falso. Es haber caído presos en el mundo de la imagen. También podemos tener una política institucional que sea la que nos importe mantener, aunque la realidad de la organización sea ‘de huesos secos’, empezando por el propio líder.

Nos viene bien escuchar a Erich Fromm en su desafiante obra Tener o Ser: “En el modo de existencia de tener, mi relación con el mundo es de posesión y propiedad, deseo convertir en mi propiedad todo el mundo y todas las cosas, incluso a mí mismo. En el modo de existencia de ser, debemos identificar dos formas de ser: una significa una relación viva y auténtica con el mundo, la otra se opone a la apariencia y se refiere a la verdadera naturaleza, a la verdadera realidad de una persona o cosa”.

Se puede querer tener posición, popularidad, habilidades, razones, conocimientos, incluso requisitos para poder controlar. Conocemos historias tristes de destrucción cuando los líderes han querido ‘poseer’ a la agrupación y no han anhelado ‘ser’ sus servidores.

Esta descripción no es, pues, una camisa de fuerza, sino una muestra de lo que es la vida de piedad, una exigencia mínima para el obispo de la organización. El líder, siendo consciente de su llamado, busca en humildad que el Señor lo santifique, porque sabe que sin ello no podrá ser fiel con el cargo trascendental que se le ha encomendado. Estos rasgos están condensados en cuatro características básicas y en tres más específicas.

La integridad

La integridad es la nota distintiva de todo cristiano y, fundamentalmente, de un líder. La base de la integridad es el agradar al Señor. Y a partir de allí se es íntegro en todo, porque no se puede serlo sólo en algunas cosas y en otras no. Es un rasgo que define la existencia total. Por fidelidad al Señor, el líder busca ser fiel a sus compromisos, tanto con la pareja como con los demás.

La integridad permite que seamos irreprochables. Irreprochable no es sólo quien no se equivoca, sino quien vive con limpia conciencia. Hay dos dimensiones en este asunto de la integridad: por un lado, la búsqueda de santidad y de fidelidad al Señor y a todos nuestros compromisos y, por otro, ser conscientes de nosotros mismos y responder a los reproches de nuestra conciencia. Estamos hablando aquí de una ética en la intimidad y no sólo de la de vitrina, que se expresa cuando hay público. Aunque podamos ser absueltos por un jurado descuidado o simple que se deje llevar por nuestras apariencias, no lo seremos ante el tribunal de una conciencia sucia e inquieta por la maldad de nuestros sentimientos y de nuestro proceder.

No se trata de una conciencia culposa, enfermiza, como la que producen la depresión y la neurosis, sino de la conciencia aguda, sana, que está incómoda cuando no está limpia y que nos avisa cuando estamos siendo infieles. Una conciencia sucia que no ha sido escuchada sistemáticamente termina por cauterizarse y se insensibiliza. Así es cómo nos volvemos inconscientes. Poco a poco se extingue nuestra sensibilidad y ya no nos sentimos inquietos cuando procedemos infielmente. Incluso podemos hablar aquí de una ‘enfermedad de la conciencia’, por la que, aunque las personas y la realidad nos lo digan, no la reconocemos y, lo que es peor, no nos damos cuenta. Cuanto más vivimos así, más difícil se hará que nuestra conciencia resucite.

La honestidad

Si somos honestos, no buscaremos ganancias indebidas en el ejercicio de nuestra función. Quien las empieza a buscar está procediendo deshonestamente. También es un rasgo que se expresa en todos los planos de la vida: con nosotros mismos, nuestra familia, y la obra. Es muy raro alguien que está muy bien en un lado y muy mal en otro. La honestidad le lleva al líder a gobernar bien su casa y la organización, algo nada fácil pero necesario. Quien se queda sólo con uno, no se queda en verdad con ninguno de los dos.

También se dice en el texto que no sea “codicioso de ganancias deshonestas”. Posteriormente, en el capítulo 6, Pablo nos va a explicar cómo las personas que codician ganancias deshonestas en el ministerio empiezan a corromperse, porque con el tiempo ya no les basta la piedad como ganancia.

¿Cuál es la salida? Por supuesto, no lo es el cinismo, que nos hace buscar una justificacion para nuestra situación o un desplazamiento de la responsabilidad hacia otros: la organización, el Consejo Administrativo, la familia, etcétera. Tenemos que ubicarnos en el terreno de los valores. ¿Qué es lo que en verdad valoramos? ¿Por qué hemos desvalorizado la piedad? ¿Por qué hemos dejado de apetecer las ganancias honestas que genera el ejercicio de ésta?

También podemos ser deshonestos en el hogar y esperar cosechar allí reconocimiento, lealtad incondicional, miedo sumiso, respeto y amor sin esfuerzo, y convertir así a nuestra casa en un espacio de poder, a veces absoluto.

Además de las ganancias deshonestas en el plano económico, podemos encontrar otras ‘ganancias deshonestas’: poder, comodidad, seguridad y satisfacción emocional indebida.

Nuestras agrupaciones pueden conferir a sus líderes mucho poder. A veces, cuando hay un Consejo Administrativo débil, el poder del líder es grande. Alguien ha dicho que el poder corrompe, de manera que el poder absoluto corrompe absolutamente. Tenemos arraigada en nuestra idiosincrasia latinoamericana nuestra vocación de caudillos, de emperadores. Por eso, entre otras buenas razones, debemos fortalecer nuestros Consejos Administrativos, porque son instancias de preservación de corrupción para los líderes. La sed de poder, con las ansias de protagonismo y popularidad que la acompañan, es sutil, engañosa y no siempre aparece tal como es. Se puede presentar como celo, cuidado de la obra, disciplina y hasta como humildad. Podemos decir: “Sí, hermano, estoy abierto a la evaluación”, pero ni siquiera escuchar lo que nos dicen o escuchar ‘para cumplir’, pero sin tomarlo en cuenta.

Otra ‘ganancia deshonesta’ en la obra es, paradójicamente a lo que se podría pensar, la comodidad. Nuestras organizaciones tienden a ser informales y muy flexibles. Esto en manos de alguien muy trabajador y responsable es muy bueno, pero es terriblemente malo en manos de una persona perezosa e irresponsable. Si no tenemos quién controle nuestra labor, entonces ser líder viene a ser un trabajo muy cómodo. Difícilmente voy a querer otro trabajo, porque aunque no gano mucho dinero, tengo la libertad de hacer lo que yo quiero. En otro trabajo se medirían mis resultados y se exigiría que cumpliera un horario.

También hay otra expresión de la comodidad. Este cargo puede esconder una posición básica de inercia. Nuestra vida se deja llevar y nos cuestan los cambios. No continuamos en la obra porque respondamos a una visión y un compromiso renovado que hemos hecho con Dios, sino porque sencillamente no queremos cambios drásticos.

La seguridad, no en sentido económico sino laboral y, en cierto modo, afectiva puede ser considerada otra ‘ganancia deshonesta’. Podríamos convencer a otros —y aun a nosotros mismos— que estamos en el cargo por amor al Señor, pero en realidad lo que hacemos es esconder el miedo a enfrentar lo que significa la lucha laboral que implica demostrar que somos competentes. Podemos ser estrictos en exigirles a los miembros que luchen por ser «sal y luz» entre sus compañeros, pero temblamos al pensar en tener que ir al mundo del trabajo. La obra se convierte, entonces, en una isla más o menos segura, especialmente porque nuestras instancias de despido son casi nulas. Una vez que estamos instalados, es muy difícil que nos saquen. Como tenemos el poder, lo usaremos para preservarnos en el cargo.

La satisfacción emocional indebida es cuando el líder busca encontrar en la organización lo que no puede encontrar en otras esferas de su vida. Ésta se convierte en la única fuente de logros, de afectos, de satisfacciones que debería encontrar en el hogar, y en otras relaciones, especialmente en Dios. Por eso se “aferra”, porque no sabría qué hacer con su vida sin la obra. Su entrega es asfixiante y sobreprotectora, como la madre que con sus hijos quiere mitigar sus propias insatisfacciones y termina por destruirlos.

Todas estas pueden ser “ganancias deshonestas” y nos pueden llevar a someter a la obra a nuestras necesidades personales no resueltas. Lo más triste de todo es que no podemos o no queremos darnos cuenta de ello. Cuando esto sucede, las consecuencias para la vida del líder y para el grupo son nefastas: divisiones, estancamiento, abortos del liderazgo emergente, y fosilización de la visión, entre otras.

Cuando nos damos cuenta de que algo así nos está pasando, la salida no es el remordimiento, sino el arrepentimiento. Que de aquí surjan las apetencias renovadas por las que podemos gozarnos con la piedad, alegrarnos con sus frutos y valorar la fidelidad al Señor, tanto de la organización como de la propia intimidad del ser.

La sabiduría

Ella es la que sustenta la “aptitud para enseñar”. No se reduce a la destreza en el manejo de técnicas pedagógicas, aunque incluye pericia en la docencia. Por lo tanto, no basta con entrenarnos en recursos pedagógicos. Por otro lado, la aptitud para enseñar no debe confundirse con oratoria brillante pero palabrera, dominio del auditorio o la capacidad para “entretener” a los discípulos. Precisamente, en la segunda carta a Timoteo encontramos una descripción del anti-modelo de maestro: aquel que responde a la curiosidad irresponsable de los oyentes que se amontonan para ser adormecidos y entretenidos, porque lo que tienen es «comezón de oír» y no interés en la verdad (2 Ti. 4:1-4). Cuando el maestro responde a esta necesidad, entonces su función se reduce a ‘rascar detrás de las orejas’ al discípulo.

La aptitud para enseñar se refiere a la cualidad de “saber” por la que el líder tiene que “ser sabio”. Eso significa adquirir tanto sophia (explicaciones de las cosas), como sunesis (juicio crítico), prónesis (habilidad práctica para hacer cosas), y prudencia (capacidad ética para actuar conforme a la verdad que se conoce). La sabiduría produce mucho fruto y no permite que el líder se quede sólo con las buenas intenciones, ya que le da aptitud para provocar transformaciones en la vida de las personas.

Por eso, no puede ser líder un “neófito” (literalmente: recién plantado, que no tiene raíz). El neófito no es simplemente el nuevo sino aquel que, aunque tenga mucho tiempo, no ha echado raíces en la fe y en la obra. Aun cuando por lo general nos afirmamos con los años, también es cierto que puede haber mucha necedad en los antiguos y sabiduría en los nuevos. El neófito en la fe y en el ministerio tiene el peligro de envanecerse y caer en la condenación del diablo.

La mesura

Con este término queremos señalar el sentido de equilibrio en el uso de las palabras, en la reacción frente a los disgustos o conflictos y en el disfrute. El carácter de la mesura no nos libra de enfrentar las situaciones difíciles, provocando en nosotros una conducta evasiva, sino que nos da el equilibrio para reaccionar. Entonces, no corremos frente a la confrontación, sino que rechazamos el pleito. No nos abstenemos del disfrute, sino que nos limitamos para participar en la justa medida, con dominio propio. Jesús comía y tomaba vino con gusto, pero sin exceso. Aunque algunos prefieran pensar que era “jugo de uva”, lo que sí podemos afirmar es que cualquiera haya sido la bebida, Jesús la disfrutaba. Se requiere mesura no sólo con respecto al vino, sino con cualquier fuente de disfrute; todo lo delicioso, si se toma en exceso, causa daño. Es el mismo principio que en la epístola se menciona en relación al casamiento y a la comida: no hay que abstenernos de ninguno, porque todo lo que Dios creó es bueno y nada es de desecharse. Entonces, abstenerse es perverso y excederse es desmesurado.

La sobriedad

La sobriedad es el revestimienlo de la coraza del Señor que nos permite tener una postura frente a las tormentas de la vida.

La prudencia

La prudencia es la capacidad de pensar antes de reaccionar, de actuar sin precipitarnos y de no escudarnos en nuestro defecto cultural, que nos hace impetuosos e impulsivos.

El decoro

Éste es un rasgo sorprendente. Proviene de la palabra griega cosmios, por lo que se refiere a la persona educada, pulida, que sabe moverse en el mundo y que no reduce su visión a su región. Por esta característica Wesley pudo decir: “Mi capilla es el mundo”. Este rasgo está en la base de la visión misionera transcultural, que ve al mundo como campo misionero y que implica poder disponerse a ir a los que son diferentes a nosotros y a romper nuestros guetos evangélicos sobreprotectores y limitadores de visión.

Como vemos, estos cuatro rasgos básicos y los últimos tres más específicos son disposiciones del carácter y, por lo mismo, permean toda la vida del siervo de Dios, desde su fuero más íntimo hasta sus relaciones sociales y públicas que incluyen su familia, su iglesia y el mundo. Es muy necesario cuidar el testimonio hacia el mundo. El mal testimonio es causante de descrédito, otro de los lazos con que el diablo nos esclaviza. El testimonio hacia afuera nos recuerda nuestra razón de ser como agrupación. Cabe pensar hasta qué punto nuestra organización y nosotros, como sus representantes ante el mundo, estamos en descrédito. Sabemos que la falta de credibilidad es algo que mina un liderazgo. Cuando ya no se puede generar confianza, no es posible invitar a unirse a nuestra causa. El descrédito socava nuestras posibilidades de testimonio del Evangelio, que es nuestra razón fundamental de existencia.

El líder tiene un acusador muy astuto

La palabra griega que se usa en esta epístola para nombrar al diablo es diabolos, cuyo sentido fundamental es “acusador”. De manera que aquí conocemos una de sus funciones más importantes: acusarnos y condenarnos. Cuando él acusa y condena no hay ni arrepentimiento, ni liberación, sólo remordimiento y opresión. Cuando el Espíritu Santo nos redarguye, nos conmueve, nos produce dolor por los pecados, los vacíos y las debilidades. Entonces hay una tristeza para vida y transformación. Si el Señor justifica, no hay nadie, menos el diablo, que tenga poder para condenarnos. Cuánto necesitamos recordar esto en nuestras luchas ministeriales. El diablo puede usar instancias y personas para acusarnos y condenarnos, y no hay que prestarles atención. Pero también el Señor usa a personas para provocarnos el arrepentimiento. Es preciso tener discernimiento para saber cuándo habla el Señor y cuándo habla el acusador. No nos vaya a ocurrir lo que le ocurrió a un hombre que cuando naufragó, se quedó sobre un pequeño tronco, y comenzó a clamar por la protección y la ayuda divina. Al rato pasó un barco y los tripulantes le gritaron: “Hombre, suba que se avecina otra tormenta”. El desdichado les dijo: “No, estoy esperando que Dios me salve, porque le he pedido que me socorra”. No pudieron insistirle más y se fueron, dejándolo solo. Obviamente arreció la tempestad y el hombre se ahogó. Cuando llegó a la presencia de Dios muy angustiado le preguntó: “Señor, ¿por qué no contestaste mi oración, si había clamado que me salvaras de la tormenta?” El Señor le contestó: “Claro que te contesté: yo te envié el barco al cual no quisiste subir”. ¡Qué no nos neguemos a subir al barco! ¡Qué podamos reconocer cuándo una advertencia viene de Dios y la oigamos a tiempo!

Adaptado de la ponencia “El ‘Obispado’ en la obra estudiantil. Reflexiones sobre la identidad del Secretario General”, presentada en el evento “Dignos de nuestra vocación” organizado por la Comunidad Internacional de Estudiantes Evangélicos (CIEE) en América Latina, y publicada en el manual homónimo, editado por Ulrich Schlappa. Usado con permiso.

Angelit Guzmán es peruana, psicóloga, con estudios de posgrado en Psicología Educativa y Humanística, y está a cargo del área de Hermenéutica Bíblica de la CIEE.

¿Qué dirección ha tomado? por Serafín Contreras

Los líderes existimos para guiar y dejarnos guiar. Especialmente para ser guiados por el Espíritu Santo. Aunque predicamos y enseñamos acerca de ser guiados por el Espíritu Santo, cuando llega el momento de ser guiados por él nos parece cuesta arriba y hasta no discernimos que el Espíritu Santo nos está guiando. Por lo regular la dirección del Espíritu de Dios nos introduce en cambios, giros inesperados y creación de nuevos escenarios. Existen dos tipos de líderes que se diferencian por su reacción a la dirección del Espíritu Santo.

Líderes Moabitas (Jer 48.11 y 12)

Moab significa en hebreo: la semilla del padre. Esta expresión en terminología latinoamericana sería algo así como: “¡De tal palo, tal astilla!” Moab fue el hijo de Lot por su relación incestuosa con su hija después de la destrucción de Sodoma y Gomorra. Lot fue ancestro de los moabitas.

Los moabitas se caracterizaron por la arrogancia, principal defecto de ellos. Se resistían a los cambios.

Esta profecía está dirigida a los moabitas, los cuales serán sacudidos por su renuencia a cambiar.

Lot, al igual que su hijo Moab, se resistió a los cambios, y tuvo que ser forzado por Abraham para que cediera.

Los líderes del tipo moabita son aquellos que se resisten a los cambios. Se niegan a ser dirigidos por el Espíritu Santo porque no disciernen que es él el que está hablando, y se aferran a lo conocido por no entrar a lo desconocido. Esta actitud detiene su desarrollo.

Líderes abrahámicos (Gn 13.1-4 y 14-18):

Los líderes abrahámicos no se aferran a lo conocido. Entran en lo desconocido con una clara revelación del destino, por lo que tienen crecimiento, y continuo.

Permítanme establecer una comparación entre estos dos tipos de liderazgo.

¿Cómo son los líderes moabitas?

A. Los líderes moabitas están en guerra con el cambio en vez de vivir pacíficamente en el cambio.

Por su resistencia pierden toda efectividad en las transiciones. Se anclan en el pasado y por ello se encuentran incapacitados para tratar con el cambio hoy. Todo cambio los asusta, los hace retroceder. El pasado les da seguridad.

B. Los líderes moabitas necesitan mantener el control.

Los moabitas necesitan saber que ellos están al control de sus vidas, de todo y de todos. Y luchan por ello, complicando de esa forma su vida. Tratan estrictamente con los asuntos externos de la situación sin mirar lo interno. La obsesión por el control puede llegar a ser más y más imposible de satisfacer.

C. Los moabitas manipulan lo externo como una respuesta de no poder manejar lo interno.

“Si no puedo manejar mis sentimientos internos yo encontraré algo en el mundo externo que yo pueda controlar y seguramente con eso echaré fuera mis sentimientos internos”. Lo externo es más fácil de manejar que lo interno por ello su énfasis es lo externo. Imponen reglas, exigen y manipulan aun con lo espiritual.

D. Los moabitas desconfían y sospechan de los demás.

Ellos desconfían de todo y de todos. Creen que la vida y la otra gente están en contra de ellos y por lo tanto están siempre a la defensiva para evitar que les tomen ventaja. No saben confiar libremente en los que los rodean.

E. Los moabitas mantienen desconección espiritual.

No es que no realizan cosas espirituales. Ellos pueden pastorear, predicar, ser líderes denominacionales, etcétera. Lo que les ocurre es que no perciben el significado espiritual de lo que están experimentando. No comprenden por qué Dios los está llevando por ese camino. Por lo tanto lo analizan todo desde una perspectiva humana, sin entender lo divino. Lo pelean en el plano humano y dejan de conectarse con lo espiritual. Si no son elegidos nuevamente en una convención, no se detienen a pensar en que Dios les está dando el mensaje de que su tiempo en ese servicio ha terminado. Todo lo contrario, hacen un conteo de los votos y culpan a otros de haber perdido la reelección.

F. Los moabitas no tienen sentido de propósito y no entienden la revelación de destino.

Ellos evitan mantener una declaración de misión. No se preguntan: ¿Por qué estoy aquí? ¿Hacia dónde quiere Dios que yo vaya? ¿Terminó mi tiempo? Nuestro sentido de propósito emerge de nuestra espiritualidad… si perdemos la conexión espiritual, el sentido de propósito en la vida pierde significado.

G. Los moabitas culpan a las otras personas y a las circunstancias de las situaciones en su vida.

Cuando algo ocurre es la “culpa de otros”. “Ellos me hicieron eso”. Juegan el papel de víctimas y culpan a factores externos. Ellos son “reactivos” no son “proactivos”. Los reactivos sólo responden o reaccionan a las circunstancias, los proactivos hacen que las cosas pasen.

H. Los moabitas se desconectan de sus sentimientos, especialmente de los negativos.

Ellos no desarrollan un hablar del corazón. Se levantan de familias donde las emociones fuertes no son aceptables. Siempre dicen: “Yo estoy bien”. Les cuesta llorar en público y demostrar que tienen miedo o que están enojados.

I. Los moabitas son de pensamientos rígidos.

Para ellos todo es blanco o negro, no hay terrenos intermedios. No aceptan la vitalidad ni la frescura de ideas. Se oponen a la renovación. Jamás se atreven a tener una mente abierta. Sus creencias son las únicas y juzgan muy rápido lo que no encaja en sus paradigmas.

J. Los moabitas manifiestan con frecuencia actitudes negativas.

Piensan lo peor de cada nueva situación. Son frecuentemente pesi-mistas hacia ellas. Cualquier nueva experiencia la ven como algo para examinar con extrema cautela.

K. Los moabitas no aceptan los sistemas de apoyo.

A menudo ellos son solitarios. Si tienen amigos, son amigos que comparten lo que ellos creen y piensan. La ausencia de sistemas de apoyo puede ser devastador especialmente en tiempo de crisis. Un sistema de apoyo es un grupo de personas que nos rodean y a quienes nos hacemos vulnerables. Listos para oírlos y que nos pueden amar y por lo tanto nos pueden corregir y orientar.

L. Los moabitas pierden el balance y sentido de orientación.

Ponen énfasis en lo externo y poca atención en las relaciones, la esperanza o crecimiento interno. Van de un extremo al otro y no saben mantener la orientación de sus vidas, por ello comienzan muchas cosas y no terminan ninguna y aquellos que los rodean pueden sentir gran confusión.

¿Cómo son los líderes abrahámicos?

Un líder abrahámico es aquel que crece vigorosamente y florece en medio de todas las circunstancias.

A. Los líderes abrahámicos están aten-tos a lo que ocurre tanto interna como externamente.

Cada circunstancia es para ellos una oportunidad de crecimiento. Cada transición es una escuela. El crecer lo toman como un compromiso. Siempre están leyendo, asistiendo a seminarios, hablando con gente que los edifican. Su anhelo más grande es aprender y crecer. Saben que su crecimiento interno es la base de todo.

B. Los líderes abrahámicos se motivan internamente.

No importa lo que atraviesen, eso los motiva. Y cada problema lo toman como un desafío personal. Tienen un saludable sentido de con-trol en sus vidas. Sus vidas son vibrantes, emocionantes y llenas de calor humano.

C. Los líderes abrahámicos son receptivos a las nuevas ideas.

Están abiertos a la renovación y saben que el mundo está cambiando y que ellos necesitan también cambiar. Están convencidos de que la vida es crecimiento y cambio. Lo que crece cambia. No se aferran al pasado, sino que lo usan para saltar al presente con una clara determi-nación del futuro.

D. Los líderes abrahámicos tienen una vitalidad espiritual.

Sus prácticas espirituales no son religiosas sino vitales y estimulantes. Su caminar con el Señor es nuevo cada día, es fresco. NO se secan, están como los olivos verdes en el altar de su Señor.

E. Los líderes abrahámicos aman los sistemas de apoyo.

Saben que solos no pueden seguir y aman la constelación del líder. Rodeados de pablos, bernabés y timoteos. Pablos que los enseñan y guían, bernabés que los confortan y timoteos a quienes ellos forman y edifican.

F. Los líderes abrahámicos tienen una capacidad de recuperación inmediata.

Se recuperan de las crisis y adversidad con asombro. Saben sacar provecho de las noches. Como Pablo en la cárcel de Filipos. A veces son sacudidos pero dicen como Pablo, sacudidos pero no vencidos. Se recuperan porque saben en su espíritu que la batalla final ya ha sido ganada.

G. Los líderes abrahámicos sacan beneficio de sus sentimientos.

Ellos usan los sentimientos fuertes como mensajeros en su movimiento de avance. Saben comunicar sus sentimientos. Pueden ser tiernos, dulces y amorosos. Saben llorar y saben admitir cuando sienten miedo y temor. Son humanos.

H. Los líderes abrahámicos tienen la habilidad de auto-nutrirse.

Ellos saben escoger lo que los nutre y gastan tiempo en esas actividades, como orar, leer la Palabra, retiros personales, ayunos y edificación mutua. NO se sienten bien si no están nutriéndose espiritualmente.

I. Los líderes abrahámicos son proactivos.

Ellos no reaccionan porque las cosas sucedieron, sino actúan para que las cosas sucedan. Su pregunta de ¿por qué estoy aquí? los motiva a mirar adelante. Tienen sentido de propósito. Su creatividad es impresionante, no aman la rutina ni se dejan llevar por la corriente. Saben pararse y marcar el camino en un mundo lleno de confusión.

J. Los líderes abrahámicos son soñadores pero con los pies en la tierra.

Sueñan más allá de lo que parece práctico. Rehusan la expresión, “esto se intentó antes”. Arriesgan grandes sueños y sus sueños llegan a convertirse en realidad. Ven la vida como un juego o una olimpiada y no como un problema para ser resuelto. Se atreven a ver más allá del promedio.

K. Los líderes abrahámicos ven su vida desde la perspectiva divina.

Ellos no se ven como víctimas de las circunstancias, sino cocreadores de sus vidas con el Creador de los cielos. Están convencidos que el Señor está todavía tejiendo sus vidas como hermosos tapices y Él no ha terminado aún.

Renovar su ministerio implica llegar a ser un líder abrahámico, porque en este tiempo final los que son cubiertos con la sabiduría de Abraham llegarán muy lejos. Allá a la distancia, como pequeñas sombras se verán los moabitas, con el mismo sabor, el mismo olor y nada nuevo sucederá en ellos. ¡Oh, Dios, ayúdanos a ser los líderes abrahámicos de este tiempo! ¡Danos el valor de renovar nuestro ministerio!

Reflexión

1. ¿Culpa usted a otros por cómo se siente?

2. ¿Se enoja cuando los planes del día se cambian por circunstancias externas?

3. ¿Usted espera que su líder lo desafíe en su trabajo?

4. Cuando usted está con sus ami-gos, ¿influyen en sus sentimientos las opiniones de ellos?

5. ¿Usualmente su cónyuge es quien decide qué actividades realizar, dónde ir y cómo gastar el tiempo juntos?

6. ¿En qué se centra sustancialmente su conversación?, ¿en cosas, relaciones o sentimientos?

7. ¿Cómo se siente cuando las demás personas ya no lo miran como un líder?

El autor es pastor, misionero de la Misión Cuadrangular Internacional y miembro del Comité Consejero de la Conferencia Mundial Pentecostal.

PREGUNTAS SOBRE LA LECCIÓN 

1. Un _____________________ es aquel líder que además predicar y enseñar, ejerce responsabilidades administrabas.

2. Obispo significa _______________________, ____________________________.

3. La función de ‘ver’ en el líder (obispo) tiene dos características básicas que son:

_____________________________ y nos ________________________________.

4.  Mencione la lista de requisitos de un líder

___________________________,_________________________

5. Mencione las 4 características básicas de un líder

6. La base de la integridad es ________________ al Señor.

7. La integridad permite que seamos __________________.

8. Si somos _____________________, no buscamos ganancias indebidas.

9. La _____________________ sustenta la “aptitud para enseñar”.

10. Con el término _______________  señalamos el sentido de equilibrio en el uso de las palabras, en la reacción frente a los disgustos o conflictos y en el disfrute.

11. La _____________________es el revestimiento de la coraza del Señor que nos permite tener una postura frente a las tormentas de la vida.

12. La _______________________es la capacidad de pensar antes de reaccionar, de actuar sin precipitarnos y de no escudarnos en nuestro defecto cultural.

13. El ____________________ por lo que se refiere a la persona educada, pulida, que sabe moverse en el mundo y que no reduce su visión a su región.

14. Los líderes del tipo moabita son aquellos que se _________________a los cambios.

15. Los líderes ________________________se aferran a lo conocido.

16.  Un líder ______________________es aquel que crece vigorosamente y florece en medio de todas las circunstancias

24. Respeto

Integridad: ganando el respeto a la manera antigua por Craig Brian Larson, adaptado por Jaime Mirón

Juntamente con la integridad, el pastor gana respeto siendo competente en lo que hace. Una de las mejores maneras de exhibir este atributo y así ganar el respeto de la congregación es siempre llegar al púlpito preparado.

Cómo ganar la estima de la congregación y qué hacer cuando no la tiene.

Un día me llamó uno de los miembros de nuestra congregación para anunciar: “Pastor, hemos decidido no venir más a la iglesia”. Aunque trató de suavizar su adiós con cumplidos asegurándome que no había nada personal en mi contra, la noticia me golpeó. Le respondí firmemente:”Lamento que se vayan, pero deseo lo mejor tanto para ti como para tu esposa”.

Ciertamente, la partida de esta querida familia no fue una sorpresa total. Durante meses la pareja se había ido apartando inexplicablemente a pesar de atenciones extras, incluyendo varias visitas a su hogar. Por algún motivo, sentía que cuanto más intentaba acercarme, más distancia crecía entre nosotros.

Después de su salida, llamé al pastor de la iglesia a donde fueron transferidos (era un amigo) para ver si me podía dar una explicación del cambio. La respuesta me dejó helado. Parecía que mis amigos deseaban a alguien a quien pudiesen tener en alta estima, un pastor hacia quien pudieran sentir un profundo respeto. Por algún motivo yo no era tal persona; nunca había ganado su respeto.

¿POR QUÉ PREOCUPARSE POR EL RESPETO?

Después de años de ministerio, he llegado a la conclusión de que es imprescindible que el pastor sea respetado. Si no lo es, generalmente no es tomado en serio. Yo daba por sentado que me respetarían simplemente por mi posición como pastor y por mi compromiso con Cristo. Mi vida de oración era sólida; mi estudio de las Escrituras era apropiado; mis motivos eran buenos. Pero esto no es suficiente.

Aprendí que se precisa algo más para compeler a los creyentes a prestar atención a las predicaciones, seguir mi liderazgo, y emular mi ejemplo. Para poder cumplir con mi llamado a dirigir la iglesia y discipular a los creyentes, me es imperioso gozar de cierta medida de estima de parte de la congregación. Pero temblaba ante la idea de buscar abiertamente tal respeto. ¿No sería nada más que un actor auto-promocionándose? Sin embargo, un cuidadoso estudio de las Escrituras me enseñó que Dios espera que tal estima exista entre pastores y ovejas.

Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra (1 Ts 5.12-13). Al comparar su propio trabajo la gente a veces considera trivial el del pastor, y hace comentarios tales como: “¿Qué hace todo el día?”, “¿Para qué necesita tener un día libre?”, o “¡Debe ser muy bueno poder estar todo el día leyendo la Biblia y orando!” Nuestro trabajo debe, justamente, ser tenido en mucha más alta estima.

Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no es de provecho (He 13.17). Esto implica tener una actitud de deferencia hacia el liderazgo, algo que presencié durante una reunión de nueve pastores con nuestro superintendente de distrito. “No estoy aquí para imponer mis ideas,” dijo el superintendente. “Quiero saber qué opinan ustedes.” No obstante, en la medida en que la reunión proseguía, podíamos sentir su preferencia, que no era la inclinación de la mayoría. Muchos de los pastores expresaron sus dudas pero también mostraron deferencia: “Esta es lo que creo y siento, pero si usted piensa que el plan propuesto será mejor para cada uno de quienes están involucrados, entonces lo apoyo pues usted es líder de nuestro distrito.”

No estaban siendo obcecados. Estos hombres de fuertes convicciones estaban expresando en voz alta sus opiniones, pero luego acataban el liderazgo del superintendente debido a que respetaban tanto su persona como su posición.

A continuación, menciono cuatro maneras a través de las cuales un pastor puede ganar respeto genuino.

MOSTRARNOS DIGNOS

Un veterano pastor dijo una vez: “No puedo pararme en el púlpito y ordenarle a la congregación que me respete. La estima se gana a través de la conducta, el amor y el carácter”. El carácter y la integridad son los fundamentos del respeto.

Se obtiene el respeto con las cosas “pequeñas”. Un pastor que no es adúltero ni estafador de igual manera puede llegar a empañar su nombre por olvidarse de sus compromisos, ser rudo, no cumplir con promesas, no pagar facturas, faltar a las horas de oficina, contar mentirillas, ser desordenado, no devolver cosas prestadas, etc.

SER COMPETENTES

Juntamente con la integridad, el pastor gana respeto siendo competente en lo que hace. Una de las mejores maneras de exhibir este atributo y así ganar el respeto de la congregación es siempre llegar al púlpito preparado. La desgracia de muchas iglesias es que, a la hora de la predicación, no hay un mensaje de Dios que cause impacto en los oyentes a través de su vocero “el ministro” sino algo superficial, mal laborado, hecho en apuros, y como consecuencia la gente no presta atención.

El ministerio de aconsejar es otra manera en que el pastor puede mostrar que es competente y así ganarse el respeto de la congregación. Es necesario que el pastor escuche atentamente a la persona, que aparte suficiente tiempo para tratar el caso, que busque una verdadera respuesta bíblica y que continúe aconsejando hasta que se solucione.

El respeto llega como consecuencia de mostrarnos dignos de confianza y competentes hasta en los menores detalles. Un lunes me llamó un joven de la congregación pidiendo informes sobre cursos bíblicos nocturnos. Le sugerí un instituto en el área y me pidió que le averiguara la dirección y el número de teléfono. “Te lo tendré listo el miércoles por la noche”, le dije. Luego de colgar anoté en mi agenda: Encontrar la información para Paco, y en la página del miércoles: Dar la información a Paco. Cuando encontré la información la anoté en la página del miércoles.

Dos días más tarde, después de nuestro culto de la iglesia, Paco me golpeó en la espalda para interrumpir una conversación. “Pastor, estoy muy apurado, ¿Tiene la información que iba a darme?” “Claro”, le respondí. Abrí mi agenda y le señalé el número y la dirección, alcanzándole el cuaderno mientras terminaba con mi conversación. Más tarde encontré una nota resaltada en la página de mi agenda:

“Gracias Pastor usted es lo más grande que hay”.

RESPETO A LOS NUESTROS, LA CONGREGACION

Para ser respetado por la congregación un pastor tiene que respetar a esa congregación. Hay varias maneras prácticas para hacerlo. En primer lugar, es importante recordar el principio expuesto por el apóstol Pablo: …a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos (1 Co 9.22). Cuando llego a un nuevo trabajo de pastorado, uno de mis primeros objetivos es conocer a la congregación haciendo un profundo análisis de sus características. Lo hago estudiando la historia de la zona; observando su vestimenta, su vocabulario, su estilo de liderazgo, sus héroes, sus pasatiempos, su manera de tomar decisiones; y adaptándome a ellos (siempre y cuando eso no viole un principio bíblico).

Otra manera de respetar a los feligreses es mantener clara y abierta comunicación con ellos. He sido el causante de innecesarios problemas en una de las iglesias que solía pastorear por no comunicar lo suficiente por un lado y no escoger bien las palabras por otro. Pablo establece la norma: Hablando la verdad en amor…(Ef 4.15 BLA); No salga de vuestra boca ninguna palabra mala, sino sólo la que sea buena para edificación, según la necesidad del momento, para que imparta gracia a los que escuchan (Ef 4.29 BLA); Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno (Col 4.6).

CONFRONTAR ACCIONES IRRESPETUOSAS

Sin embargo, siempre llegará la hora de corregir a pesar de las advertencias. Como Pablo le dijo a Tito: Nadie te menosprecie (Tit 2.15); y a Timoteo: … que con mansedumbre corrija a los que se oponen… (2 Ti 2.25). Si se pasa por alto, el problema tiende a ser repetido, sólo que la próxima vez más descaradamente. La autoridad e influencia del pastor se debilitan aun para el respetuoso cuando pasamos por alto esta clase de actitud pecaminosa. Pero, ¿qué es conducta irrespetuosa? ¿Cuándo corresponde una admonición, y cuándo debe el pastor devolver el guante? Uniendo la experiencia de otros pastores con la mía, he llegado a la conclusión de que un creyente cruza la línea limítrofe cuando comete alguna de estas ofensas: Un desafío directo a la autoridad del pastor. Un pastor me contó de un hermano que era un verdadero Diótrefes (3 Jn 9) y buscaba tener siempre la preeminencia. En una ocasión exclamó al pastor: “¿Por qué no deja que predique su esposa? Tiene más sentido común que usted”. En vez de pasarlo por alto o guardar rencor, el pastor decidió confrontar la situación con mansedumbre (Gá 6.1) y amor. No solamente solucionó el problema, sino que hoy existe una buena relación de respeto a pesar de que no le dejó tener dominio sobre la iglesia.

Esfuerzos por desvalorizar al pastor. Otro pastor relata: “Era sólo mi segundo domingo en la iglesia. Luego del culto un hombre anciano me solicitó que visitara a un hombre al que había hablado en la prisión. Le dije que haría todo, intentaría lo posible por ir allí. El domingo siguiente este feligrés me preguntó si había visto al prisionero. Le contesté que no. Delante de todos empezó a gritarme: “Usted es igual a todos los demás. Dice que ama a las almas, pero teniendo la oportunidad de demostrarlo, usted no va.” Lo tomé de la mano y junto con un miembro de la junta de la iglesia que vio esta situación, le recordé lo que Pablo advierte a Timoteo sobre no reprender con dureza al anciano, sino más bien exhortarlo como a padre (1 Ti 5.1)“Hermano, puede ser que le haya decepcionado por no haber hecho esa visita aún, pero soy el pastor y usted no se dirigirá nuevamente a mí con ese tono de voz.”

Murmuró: “Lo lamento”, y salió. Sin embargo, el hombre regresó a la iglesia y ha sido una joya desde entonces. ” Críticas y quejas excesivas e injustificadas. Otro pastor me comentó sobre una situación muy común en nuestras iglesias. Una dama llegó al pastor asustada por una crítica que había escuchado. Peor todavía, la persona había apoyado sus argumentos citando a un grupo que se encuentra en la mayoría de las congregaciones: “todo el mundo”. “Todo el mundo está de acuerdo con que usted debe renunciar.” Cuando ella citó el grupo fantasma él sabía que alguien había estado esparciendo rumores. En forma inmediata empezó a remontarse al origen de las críticas, sabiendo que Satanás siempre busca maneras de causar división. Fue de persona a persona hasta que averiguó que “todo el mundo” eran sólo dos mujeres disgustadas por una decisión.

Usado con permiso de leadership.

 

La autoridad y los juegos del hombre por Enrique Zapata

Me causa gracia cada vez que observo a los niños jugando con roles de autoridad. ¿Ha prestado atención cuando juegan a ser el presidente o capitán del ejército? Sacan su pecho para afuera, ponen cara seria, y con postura adusta hablan en tono grave, con una supuesta voz de mando. Lo triste y no tan gracioso y ver que los adultos en muchas ocasiones hacemos los mismo.

“Las moscas muertas hacen heder y dar mal olor al perfume del perfumista; así una pequeña locura, al que es estimado como sabio y honorable” (Ec. 10.1)

 

¿No le causa gracia (o más bien tristeza) el ver a los adultos haciendo lo mismo, solo que intentando hacerlo en serio? Observe a los imitadores de Luis Palau, de Yiye Avila o Billy Graham; los imitan en las expresiones, en su modo de sostener la Biblia, en el léxico o la música que usan y hasta en algunos casos falsifican los resultados.

 

Desconcierta el ver a los que se autovanagIorían en nuestro medio; son los que manipulan y menosprecian a otros para estar en las plataformas, en los grandes eventos; exigen eso. Les gusta ser llamados o anunciados como “oradores internacionales” porque han hablado en alguna iglesia de otra nación; los reverendos. licenciados, doctores y conferencistas que vienen con grandes demandas y se presentan a si mismos con muchos títulos. Esa rara mezcla de risa y tristeza también la experimento cuando recuerdo las veces cuando yo también trate de aparentar.

 

La autoridad y el poder son dos elementos similares pero diferentes, codiciados por miles (incluyendo a muchos cristianos); sin embargo, pocos codician la responsabilidad que lleva el que los posee. Carl F.H. Henry, dijo que “El problema dominante del Siglo XX es la crisis de autoridad”,

 

Para quienes han sido llamados a servir al Señor, la autoridad y el poder son necesarios para lograr los propósitos de Dios. La pregunta clave es cómo tener y mantener la autoridad autentica y poder espiritual procedente de Dios, en lugar de mero carisma humano, fuerza o manipulación.

 

Sin duda hay tres elementos vitales en relación a la autoridad: la fuente, ¿de quién he recibido autoridad, de Dios o de los hombres? ¿Me la apropié o me la dio el diablo?; el poder (dunamis ). ¿qué poder (fuerza, capacidad) tengo para hacer que otros cumplan lo que ordeno? y el respeto (timee), ¿qué respeto hay sobre mi persona, para motivar a los que me rodean?

 

Todos sabemos, en la clave de la autoridad y el poder espiritual reside en nuestro caminar íntimo con el Señor, en nuestra obediencia a El y en la pureza de nuestra vida; sin embargo a menudo olvidamos las verdades relacionadas.

 

Es el Señor quien levanta a unos y no a otros, aunque todos lleguen a tener vidas, similares. David no fue el único santo varón de su tiempo, ni Elías (inclusive, ni podernos afirmar que hayan sido los más santos). Muchos de los grandes santos han sido llamados a servir en áreas desconocidas aunque fundamentales para la gloria del Señor. Pienso en el desconocido hermano Lawrence (Siglo XVII) cuyas cartas fueron compaginadas muchos años después para formar el librito. La práctica de la presencia de Dios (Clie). El experimentó una conversión evangélica a los 18 años y después fue cocinero en un convento. Allí su oración y caminar en la fe tocaron docenas de vidas, y lo sigue haciendo hasta el día de hoy a través de esas “insignificantes” cartas que él había escrito desde su sencillo lugar.

 

Tal Vez lo que necesitamos comprender es que nuestra ansiedad por una posición o autoridad puede llegar a ser (y. de hecho, lo es en muchos) nada más que el reflejo de nuestros deseos egoístas y carnales, actitudes pecaminosas. Si nuestra ambición es verdaderamente pura, no tendremos ningún problema al contrario, encontraremos alegría en que otro reciba posición y autoridad para lograr un propósito necesario.

 

La gloría verdadera es ser hallado fiel al finalizar carrera. Mientras más le ha sido dado a uno, más responsabilidad tiene en ser hallado fiel. ¡Cuántos grandes hombres han caído sólo por no guardar santidad íntima en la posición o rol que le habían conferido, dando lugar a su propia concupiscencia!

 

En las funciones públicas, incluyendo también a la tarea pastoral, no hay decisiones privadas ni actos privados divorciados de su desempeño frente a la sociedad; si bien debe saber guardar su intimidad (y no para esconderla sino por salud personal y familiar), la filosofía íntima debe ser plataforma de la pública. El versículo de Eclesiastés del epígrafe es tremendamente acertado; una pequeña locura puede arruinar al sabio y honrado. La gente nos mira, gústenos o no. Las “moscas” más comunes son la falta de disciplina personal (por ejemplo, comer excesivamente o llegar tarde), la mala preparación para nuestros mensajes y funciones, el gritar a nuestras esposas e hijos en público (que es muestra de lo que hacemos en privado), las disputas sobre cosas triviales, la forma de manejar el automóvil, las excusas presentadas por los pecados personales, etc. Estas cosas tienen más impacto de lo que pensamos.

 

La autoridad implica responsabilidad; responsabilidad de actuar, y de hacerlo correctamente. No es tanto la posición como sí la obra que debe ser cumplida (I Ti. 3.1). El honor no viene por la posición, sino por el servicio.

 

El poder de la autoridad está relacionado más con la habilidad y capacidad, que con la fuerza que aplicamos en ejercerla. “Es el deber de un buen pastor el atraer a sus ovejas con bondad y serenidad”, dice Calvino, “para que muchos se sometan a su gobierno, antes que ser forzados con la violencia”, y continúa diciendo que “reconozco, en efecto, que la severidad es algunas veces necesaria, pero debemos siempre proceder con suavidad y perseverar en ello, mientras el oyente se muestre dócil. La severidades el recurso extremo, ya que los hombres deben ser atraídos… antes que arrastrados. Recién cuando la mansedumbre resulta ineficaz con aquellos que están endurecidos y se muestran reacios, entonces resulta necesario recurrir al rigor; de otro modo no será moderación, o imparcialidad, sino cobardía culposa”.

 

Es interesante que la palabra griega (exousia) usada varias veces en el Nuevo Testamento para mencionar autoridad, justamente implica que es habilidad, capacidad, maestría o poder de influencia. A la luz de esto, esto es fundamental que busquemos del Señor para preparar nuestras manos para la batalla que usemos los medios que El nos provee, tales como la literatura, los cursos, retiros, pláticas con otros líderes experimentados, para capacitarnos y buscar la forma más eficaz, más santa y más amorosa para desarrollar nuestra autoridad. El caminar con Dios y el hacerlo sabiamente entre los hombres permitirá que seamos siervos más útiles en la eternidad. ¡Adelante!

 

Apuntes Pastorales, Volumen VII – Número 1

PREGUNTAS SOBRE LA LECCIÓN 

1. Si un pastor no es respetado, no es tomado en _________________.

2. Mencione las cuatro maneras que hemos aprendido para ganar respeto.

3. El _______________ y la __________________son los fundamentos del respeto.

4. La autoridad implica ___________________.

 

5.  El honor no viene por la posición, sino por el _____________.

25. Santidad

La pureza en el liderazgo por R. Kent Hughes

.13). ¡Debemos notar, y notar bien, que el que David tomara más mujeres era pecado! La Ley estableció las normas para los reyes hebreos (Dt 17), les ordenaba abstenerse de tres cosas: 1) tener muchos caballos, 2) tomar muchas mujeres, y 3) acumular mucha plata y oro (cf. vv. 14-17). David cumplió bien con lo primero y lo último, pero fracasó totalmente en cuanto a lo segundo por hacerse deliberadamente de un numeroso harén.

En la vida de David se había enraizado una progresiva insensibilización al pecado, con el consiguiente descenso de santidad. La colección de esposas de David aunque era «legal» y no se consideraba adulterio en la cultura de su época, sin embargo, era pecado. Tales excesos lo insen-sibilizaron al llamamiento de Dios, como también al peligro y a las consecuencias de la caída. Esa insensibización lo convirtió en presa fácil del pecado funesto de su vida.

Es la sensualidad “legal” y la condescendencia con lo culturalmente aceptable lo que nos llevará a la ruina. Las prolongadas horas de mirar indiscriminadamente la tele-visión, es uno de los grandes culpables de esta insensibilización.

Su relajación en cuanto a disciplina

El segundo error en la conducta de David, fue la relajación de los rigores y de la disciplina que siempre había sido parte de su vida activa. David se encontraba en la mitad de su vida, con aproximadamente cincuenta años de edad, y sus campañas militares habían tenido tanto éxito que no era necesario que él personalmente saliera a combatir. Por tanto, con toda razón le dio el trabajo de acabar con el enemigo a su competente general, Joab, y luego se fue a descansar. El problema era que la relajación se extendió a su vida moral. Es difícil mantener la disciplina interior cuando uno se relaja así. David se volvió inmediatamente vulnerable.

David no sospechaba que algo insólito iba a ocurrir ese desgraciado día primaveral. Aprendamos la lección que hay aquí. Precisamente cuando pensamos estar totalmente a salvo, cuando sentimos que no hay ninguna necesidad de mantenernos alertas para continuar ocupándonos de nuestra integridad interior y para disciplinarnos en la santidad, ¡es cuando se presenta la tentación!

Su obsesión (2 S 11.1-3)

El rey se paseaba para mirar a su ciudad al final de la tarde. Mientras miraba, sus ojos vieron la figura de una mujer extraordinariamente her-mosa que se bañaba sin ningún pudor. En cuanto a lo hermoso que era, el hebreo es explícito: la mujer era “muy hermosa” (v. 2). Era joven, estaba en la flor de la vida, y las sombras del crepúsculo la hacían aun más seductora. El rey la miró … y continuó mirándola. Después de la primera mirada David debió haber dirigido la vista en la otra dirección y debió haberse retirado a sus habitaciones, pero no lo hizo. Su mirada se convirtió en una mirada fija pecaminosa y después en una mirada ardiente y libidinosa. En ese momento, David se convirtió en un viejo verde y lujurioso, apoderándose de él una obsesión lasciva que tenía que satisfacer.

Dietrich Bonhoeffer hizo la observación de que, cuando la lujuria toma control de la persona, “en ese momento Dios … deja de ser real … Satanás no nos llena de odio contra Dios, sino que nos hace olvidar a Dios”. ¡Qué gran sabiduría hay en esta afirmación! Cuando estamos dominados por la lujuria, la realidad de Dios se desvanece.

Su racionalización

De su obsesión fatal, el rey David descendió al escalón siguien-te: la racionalización.

Cuando sus intenciones se hicieron evidentes a sus subalternos, uno de ellos trató de disuadirlo, diciéndole: Es Betsabé, hija de Eliam, mujer de Urías heteo. Pero David no iba a permitir quedar desairado, de modo que una fuerte racionalización se produjo en su mente.

Su degradación (adulterio, engaño, asesinato)

La progresiva insensibilización, relajación, obsesión y racio-nalización de David lo llevaron a uno de los fracasos más grandes de la historia, y a su degradación. (véase 2 S 11.4-5). David no se percató que había dado un paso en falso en el precipicio y que se estaba viniendo abajo; que la realidad vendría pronto, que llegaría rápidamente al fondo.

Todos estamos familiarizados con la ruin conducta de David, que lo convirtió en un asesino y en un taimado calculador, decidiendo la muerte de Urías para ocultar su pecado con Betsabé. Baste con decir que en esos momentos de la vida del rey, Urías, con todo y estar borracho, era mejor persona que David estando éste sobrio! (v. 13)

Un año después, David se arrepentiría tras la incisiva acusación del profeta Natán. Pero las tristes consecuencias no podría deshacerse. Como se ha señalado con frecuencia:

Fue la violación del décimo mandamiento (codiciar la mujer de su prójimo) lo que llevó a David a cometer adulterio, violando así el séptimo mandamiento.

Luego, a fin de robarle la mujer a su prójimo (violando, por tanto, el octavo mandamiento) cometió un asesinato y violó el sexto mandamiento.

Violó el noveno mandamiento hablando falso testimonio contra su hermano.

Todo esto trajo deshonra a sus padres, violando así el quinto mandamiento.

De esta manera, David violó todos los mandamientos que se refieren a amar al prójimo como a uno mismo (los mandamientos cinco al diez). Y al hacerlo, deshonró también a Dios violando, en realidad, los primeros cuatro mandamientos.

El reinado de David se fue en picada a partir de ese momento, a pesar de su encomiable arrepentimiento.

Se le murió el bebé.

Su bella hija, Tamar, fue violada por su medio hermano Amnón.

Amnón fue asesinado por Absalón, hermano de padre y madre de Tamar. Absalón llegó a odiar tanto a su padre David por su bajeza moral que encabezó una rebelión contra él con el apoyo de Ahitofel, el ofendido abuelo de Betsabé.

El reinado de David perdió la aprobación de Dios. Su trono jamás recobró su estabilidad pasada.

Debemos aceptar que David jamás habría dado más que una mirada fugaz a Betsabé si hubiera podido vislum-brar los desastrosos resul-tados de su pecado. Creo de todo corazón que serían muy pocos los hombres—si es que hubiera alguno— que se apartarían de la Palabra de Dios si pudieran ver lo que eso les acarrearía.

La historia de la catastrófica caída del rey David ha sido dada por Dios y debe tomarse seriamente por la Iglesia en esta “época corintia” como una advertencia a la patología de los factores humanos que conducen al derrumbamiento moral:

• La insensibilización que se produce por la mundanalidad tradicional de la cultura.

• El síndrome fatal que se produce por la relajación moral de la disciplina.

• Los efectos ofuscantes de la obsesión sensualista.

• Y la racionalización con la que tratan de justificarse los que están dominados por la lujuria.

En el caso de David, el ciclo incluyó además adulterio, engaño, degradación familiar y decadencia nacional. La patología es evidente, como también lo son los terribles efectos de la sensualidad; y ambos tienen el propósito no sólo de enseñarnos, sino además de amedrentarnos ¡para que ahuyentemos de una buena vez la sensualidad de nosotros!

La voluntad de Dios:

Pureza sexual

A veces hay personas, que se consideran cristianas, que sencillamente no creen lo que estoy diciendo en cuanto a la pureza sexual. Pablo nos hace un llamado a la pureza sexual (1 Ts. 4.3-8).

Si la lectura de este pasaje no es lo bastante convincente en cuanto a la ética bíblica, debemos comprender que se basa en Levítico 19.2. Un mandamiento dado dentro de un contexto de advertencias en contra de los extravíos sexuales. También deseo señalar que en 1 Tesalonicenses se nos llama a evitar la inmoralidad sexual y tres veces se nos pide ser “santos”. Desechar esto es pecar contra el Espíritu Santo—la presencia viva de Dios—como claramente lo dice el pasaje citado.

Como dice el erudito en Nuevo Testamento, León Morris:

El hombre que lleva a cabo un acto de impureza sexual no está únicamente violando un código moral humano, ni siquiera pecando sólo contra el Dios que en algún momento del pasado le dio el don del Espíritu Santo. Está pecando contra el Dios que está presente en ese momento; contra Aquel que continuamente da el Espíritu. Todo acto de impureza es un acto de aborrecimiento contra el don del Espíritu Santo dado por Dios desde el mismo momento que ese don es brindado…. Este pecado sólo es visto como lo que realmente es, cuando se ve como una preferencia por la impureza antes que por el Espíritu que es santo.

Por consiguiente, para un cristiano rechazar esta enseñanza en cuanto a la pureza sexual es rechazar a Dios, ¡y esto puede indicar una fe falsa!

La disciplina de la pureza

Si en realidad somos cristianos, es un imperativo que vivamos con pureza y santidad en medio de nuestra cultura corintia. Debemos vivir más allá de las horripilantes estadísticas o la Iglesia está cada vez más fuera de lugar e impotente, y nuestros hijos la abandonarán. La Iglesia no puede tener ningún tipo de poder si no es una iglesia pura.

Eso exige que vivamos la afirmación de Pablo: “Ejercítate para la piedad.” Es decir, ¡debemos esforzarnos por la santidad!

Responsabilidad moral ante los demás

Nuestro entrenamiento comienza con algo tan importante como la disciplina de ser responsable moralmente ante los demás. Esto se hará con cualquiera que regularmente le pedirá a usted cuenta de su vida moral, haciéndole preguntas directas y francas.

La oración

Junto con esto, está la disciplina de la oración. Ore diaria y concretamente por su pureza sexual personal. Ore por la pureza sexual de sus amigos también.

La memorización

Luego, llénese de la Palabra de Dios mediante la disciplina de la memorización. Nuestro Señor dio el ejemplo por excelencia al rechazar las tentaciones de Satanás, utilizando cuatro citas precisas de pasajes del Antiguo Testamento (cf. Mt 4.1-11).

La mente

La disciplina de la mente es, por supuesto, uno de los retos más formidables. Las Escrituras presen-tan, por lo general, a la disciplina de la mente como la disciplina de los ojos. Es imposible que usted mantenga una mente pura si todo el tiempo no discrimina lo que ve en televisión. En una semana usted verá más asesinatos, adulterios y perversiones que todo lo leído por nuestros abuelos a largo de toda su existencia.

Aquí es donde se hace necesaria la acción más radical (véase Mc 9.47). ¡Ningún hombre que permita que la podredumbre de ciertos canales de televisión, de videos para adultos y de las diversas revistas de pornografía inunden su hogar y su mente, escapará de la concupiscencia!

Job nos ha dejado orientación para los días que vivimos: “Este compromiso establecí con mis ojos: No mirar lujuriosamente a ninguna mujer” (Job 31.1, La Biblia al Día). ¿Cómo cree usted que viviría Job en nuestra cultura actual? Él entendió la sabiduría de Proverbios 6.27: “¿Tomará el hombre fuego en su seno sin que sus vestidos ardan?” El compromiso de Job prohibía una segunda mirada. Eso significa tratar a las mujeres con dignidad, mirándolas con respeto. Si la forma de vestir o el comportamiento de una mujer es perturbador, mírela a los ojos, no en ningún otro lugar; ¡y aléjese lo más rápidamente que pueda!

La mente abarca también la lengua porque, con la “abundancia del corazón habla la boca” (Mt 12.34). Pablo es más específico (Ef 5.3-4). Significa que no debe haber humor sexual, ni chistes de mal gusto, ni vulgaridades, a los cuales están tan propensos muchos cristianos para probar que no están “fuera de onda”.

Los límites

Ponga límite alrededor de su vida, sobre todo si trabaja con mujeres. Evite la intimidad verbal con las mujeres, a no ser con SU esposa. No le revele intimidades a otra mujer, ni la inunde con sus problemas personales. La inti-midad es una gran necesidad en la vida de la mayoría de las personas, y hablar de asuntos personales, especialmente de los problemas propios, puede llenar la necesidad de intimidad que tiene la otra persona, despertando su deseo de más intimidad. Muchas relaciones extramaritales comenzaron de esa manera.

Hablando ahora a nivel práctico, no toque a las mujeres. No las trate con el afecto informal con que trata a las mujeres de su familia. Son muchos los desastres que comenzaron con un toque fraternal o paternal, que se convirtió después en un hombro com-prensivo. Usted puede aun tener que correr el riesgo de ser erróneamente considerado como “distante” o “frío” por algunas mujeres.

Siempre que usted coma o viaje con alguna mujer, hágase acom-pañar por una tercera persona. Esto puede ser incómodo, pero brindará la oportunidad de explicar sus razones, lo cual, en la mayoría de los casos le ganará respeto en vez de censura. Muchas de sus colegas de trabajo se sentirán así más cómodas en su trato profesional con usted.

Nunca coquetee, ni siquiera en broma. El flirteo es intrínsecamente halagador. Usted puede pensar que resulta simpático, pero eso a menudo despierta en la mujer deseos no correspondidos.

La realidad

Sea realista en cuanto a su sexualidad. ¡No sucumba a la vana prédica gnóstica de que usted es un cristiano lleno del Espíritu Santo que “nunca haría cosa semejante”. Recuerdo muy bien a un hombre que con suma indignación tronaba que él estaba a salvo del pecado sexual. ¡Pero cayó pocos meses después! Enfrente la verdad. ¡Así como cayó el rey David usted también puede caer!

El temor a Dios

Por último, está la disciplina del temor a Dios. Esto fue lo que ayudó a José a rechazar las tentaciones de la esposa de Potifar. ¿Cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?” (Gn 39.9).

La presión de nuestra cultura nos oprime con sus obsesiones y sus racionalizaciones sexuales, y muchos en la iglesia de Cristo han cedido bajo su peso, tal y como lo demuestran las estadísticas. Para no ser parte de esas estadísticas hay que esforzarse disciplinadamente. ¿Somos hombres de verdad? ¿Somos hombres de Dios? ¡Quiera Dios que así sea!

R. Kent Hughes es pastor en Wheaton, Ill., Estados Unidos, además es conferencista y autor de varios libros.
Este artículo ha sido extraído del libro Disciplinas de un hombre piadoso. Editorial Vida. Usado con permiso.

 

Santidad en tiempos de injusticias por Gary Preston

Cuando se instala en su corazón el deseo de venganza, también se abre el camino del perdón. El testimonio de un pastor de cómo gozando la gracia divina pudo descubrir el gozo de perdonar a los que fueron injustos con él.

“Cuando se instala en su corazón el deseo de venganza, también se abre el camino del perdón”

Tenía en mis manos una durísima carta de un matrimonio que criticaba la situación del grupo de jóvenes. El contenido era carnal y no demostraba verdadera comprensión de todos los contenidos de la situación, pero aún no había hallado, como pastor, el tiempo para encontrarme con ellos y escucharlos.

Cuando me puse de pie para predicar, el siguiente domingo, sentía una notable ausencia de gracia en mi corazón. Pequeños destellos de resentimiento punzaban mi espíritu. Hice algunos comentarios leves en la introducción que provocaron sonrisas en todos los presentes todos, excepto el matrimonio que había enviado la carta. Mientras la congregación se reía, ellos estaban sentados en una de las primeras filas, de brazos cruzados y rostro duro, con los ojos llenos de reprobación. Cuando hube terminado el sermón, me sentía físicamente deteriorado y espiritualmente desgastado. Mi falta de perdón rápidamente se estaba convirtiendo en amargura y rencor.

Mi tendencia a no perdonar cuando otros me han hecho algún mal me ha obligado a pensar cuidadosamente en los pasos que debo tomar para restaurar mi relación con Dios y con mis ofensores.

Debo reconocer mis puntos débiles

La mayoría de las personas tiende a adquirir cierta sensibilidad cuando ha sido golpeada varias veces. En este caso, la carta que recibí de esta familia era solamente una de las muchas maneras en que me habían criticado. Su actitud en esta oportunidad, tan falta de gracia, fue la gota que colmó el vaso. Sentía que ellos no tenían ningún interés en demostrar siquiera una mínima cuota de comprensión hacia los demás.

Como algunos de los peores conflictos en el ministerio justamente los he experimentado con personas que yo consideraba carentes de gracia y comprensión, mi tendencia ante este tipo de situaciones es reaccionar con ira. Rápidamente me siento provocado por personas cuya mejor habilidad es la de señalar los errores en los demás.

Sin embargo, en la medida en que he aprendido a reconocer mis propias debilidades también he encontrado que puedo controlar mejor el tipo de respuesta que tengo en estas situaciones. Entonces, el desafío, para mí, es recibir del Espíritu Santo gracia y perdón para estos santos, en lugar de contraatacar con ira, resentimiento y amargura.

Debo resistirme a mi primer impulso

Cuando leo sobre las vidas de personas que esconden en el saco una pistola para vengarse de un jefe que fue injusto con ellos, o de alguien que coloca una bomba en un edificio lleno de personas inocentes, a menudo me pregunto: “¿Cómo podría alguien hacer semejante acción? Las personas normales no se comportan de esa manera.” No obstante, yo también he tenido toda clase de pensamientos malignos hacia las personas que me han hecho mal. Creo que esto revela cuál es el próximo paso en el proceso de perdón: reconocer que, si las circunstancias se dieran, yo podría ser el autor de un acto de violenta retribución contra los que me han hecho mal. De hecho, si no perdono a una persona comienzo a tener fantasías en mi mente con las maneras en que puedo castigarla.

Luego de una devastadora confrontación con una familia de la iglesia, donde me habían resistido en prácticamente todos los temas relacionados al ministerio, comencé a pensar: “Si Dios no visita sobre ellos una pronta retribución, yo voy a acelerar los tiempos.” Pensé en la posibilidad de denunciarlos frente al organismo de recaudación impositiva por prácticas deshonestas que conocía en ellos. Imaginaba que los atormentaba pasando por las madrugadas por delante de su casa en mi carro, con la radio a todo volumen, la mano sobre la bocina y los faros dirigidos hacia sus dormitorios.

Cuando compartí estos viles secretos con un amigo, me miró atónito y preguntó: “¿Realmente te animarías a hacer esa clase de cosas?” Seguro —le repliqué—, como probablemente lo haría cualquier persona que cede frente a la tentación de vengarse, en lugar de asumir el desafío de perdonar.”

Me acuerdo de la observación que hizo Jaime Broderick del Papa Paulo VI: “Jamás olvidaba una ofensa y esa era una de sus debilidades más agudas. Quizás lograba enterrar, por un tiempo, la experiencia vivida. Uno siempre tenía la impresión, sin embargo, de que había marcado cuidadosamente el lugar donde había realizado el entierro.”

La única manera con que evito este tipo de actitudes es frenando cualquier fantasía de venganza que pueda cruzarse por mi mente.

Debo reconocer que soy propenso al pecado

En Deuteronomio 32.35 Dios instruye al pueblo, por medio de Moisés: “Mía es la venganza y la retribución; a su tiempo el pie de ellos resbalará, porque el día de su calamidad está cerca, ya se apresura lo que les está preparado.” Mi obsesión con la venganza revela un intento de mi parte de tener voz y voto en el juicio de Dios. Esto solamente agrava el conflicto, irrita el recuerdo de lo acontecido y produce mayor dolor. Es como si se le permitiera a uno de los involucrados en una disputa legal que participe en el juicio y la sentencia de la otra persona. No se puede hacer justicia cuando uno de los culpables intenta juzgar al otro. Es necesario que yo reconozca mi culpabilidad, pues mi comportamiento no siempre se ha revestido de santidad. Esto puede ser duro para mí, pero es la verdad.

Una vez utilicé una carta para ilustrar lo incorrecto que es criticar cuando uno no conoce todos los detalles de un asunto. Durante el sermón leí porciones del texto, el cual elevaba acusaciones y realizaba afirmaciones basadas en un informe incorrecto. Luego aclaré a la congregación los verdaderos detalles de la situación y por supuesto, los hechos demostraban claramente cómo los que me habían criticado estaban errados en sus conclusiones.

En ese momento sentí que la congregación se ponía de mi lado, pues veían que el crítico era solo una persona insensible y negativa. De un solo tiro había podido ilustrar un principio bíblico y corregir a quien se me oponía.

A la semana siguiente recibí una segunda carta de este hombre, en la cual me informaba de que él y su familia se retiraban de la congregación. Me pedía que no los llamara, ni que tuviera contacto alguno con ellos. Aun cuando me había tomado todos los recaudos para no revelar, durante el sermón, la identidad de la persona que me había escrito la carta, ellos sabían a quien me refería. Yo, por mi parte, no les había dejado ninguna otra opción que la salida de la congregación.

Ante todo esto, tengo ahora muy claro que no importa cuán profundamente me sienta atacado, ni cuán tentado me sienta de enfrentar a mis oponentes, el púlpito no es el lugar para hacerlo, pues me ofrece una desequilibrada ventaja, la cual con frecuencia acaba en una presentación subjetiva de mi perspectiva de la realidad, sin darle la oportunidad a los otros de expresar su respuesta a mis comentarios. Por tanto, he encontrado que la mejor manera de resistirme a esta tentación es ofreciendo perdón en privado.

Debo perdonar uno a la vez

Me encantaría poder decir que he encontrado la fórmula para perdonar efectivamente cada vez que me ofenden, pero no es así. El perdón no es algo que pueda hacerse de una sola vez. La duración del proceso de perdón normalmente es proporcional a la profundidad del dolor que he experimentado.

El perdón es más como escribir un libro que una carta. Cuando escribo una carta, vuelco mis pensamientos sobre una hoja, la coloco en un sobre, lo sello y lo envío. Escribir un libro, en cambio, es más parecido a un interminable ciclo de escribir y volver a escribir.

Cuando los conflictos son menores, normalmente los puedo manejar según el espíritu de 1 Pedro 4.8: “Sobre todo, sed fervientes en vuestro amor los unos por los otros, pues el amor cubre multitud de pecados.” Cuando la ofensa es severa, sin embargo, el proceso de perdón también puede ser igual de severo.

La experiencia más difícil que he tenido en el ministerio —me despidieron de una congregación— ¡me enseñó más acerca del perdón de lo que yo estaba interesado en saber! Ese proceso completo tardó más de dos años.

En esa oportunidad, me pareció que el proceso en cuestión estaba completo apenas unos meses después del incidente. Entonces llevé el asunto al Señor en oración y le dije que quería perdonar a aquellos que sentía eran responsables por mi despido. Hasta elaboré una lista con sus nombres. El perdón parecía traerle a mi vida la libertad que buscaba.

Una semanas más tarde, sin embargo, me topé con uno de mis opositores en un restaurante de la ciudad. Luego de terminar el desayuno que compartía con un amigo, nos acercamos a la mesa de esta persona para intercambiar un breve pero cálido saludo. Cuando salimos del lugar, mi amigo me dijo: “Realmente te vi relajado al hablar con Esteban. Supongo que has podido superar todo lo que viviste en la iglesia con él.”

“¡Sí! —respondí confiado—. Todo aquello está superado. Es hora de avanzar hacia cosas nuevas.” Durante el resto del día, no obstante, a cada instante volvía a mi mente el nombre, el rostro y las acciones de Esteban. No encontraba la forma de deshacerme de estos pensamientos. El viejo resentimiento era tan fuerte y real como siempre, y esto golpeó duramente mi sentido de equilibrio espiritual.

Yo pensé que ya había realizado el proceso de perdonar a aquellos que eran responsables de mi desastre. ¿Por qué estaba volviendo a reaccionar de esta manera? “Señor, ¿no es suficiente con tomar el asunto y envolverlo fuerte en un paquete, escribiendo por fuera PERDONADO?”. Evidentemente esto no era suficiente, aún debía perdonar a los ocho individuos que habían sido parte de aquel conflicto. Yo había pensado que sería posible perdonarlos en conjunto, mas descubrí que debía perdonarlos uno por uno.

El proceso duró muchos meses. Cada vez que fantaseaba con alguna de las personas, identificaba claramente mis sentimientos en mi mente hacia ella. Algunas veces requería de varios días para identificar claramente los sentimientos en juego. Finalmente, sin embargo, podía describir no solamente las impresiones sino también las razones por las cuales las experimentaba. Descubrí que en el sencillo acto de orar por alguien, aun cuando lo sentía vacío y artificial, se abría mi corazón hacia la otra persona.

En otra oportunidad, Dios fue creativo en la manera que utilizó para mostrarme la próxima persona que debía perdonar. Estaba yo en un mercado, buscando pasta dentífrica y crema de afeitar, cuando vi, de reojo, otra de las parejas que habían participado en mi despido. Mi primera reacción fue a esconderme detrás de algunos estantes. ¡No fui lo suficientemente veloz, sin embargo! Ya me habían visto y me estaban saludando. Luego de un breve intercambio de palabras seguimos cada uno por su camino.

De inmediato supe quiénes eran las próximas personas que necesitaba perdonar.

Debo hablarle a otros de la persona

En ese proceso de perdonar, mucho me ayudó hablar con otros acerca de quienes me agraviaron. Recuerdo cómo conversaba con un amigo sobre una persona que me había resistido y de esta manera me veía obligado a hablar bien del otro.

Lo que descubrí es que realmente no importaba si la otra persona conocía o no a la persona que debía perdonar. Al hablar positivamente del otro me sentía impulsado hacia la reconciliación; las buenas palabras que pronunciaban mis labios comenzaban a afectar las actitudes de mi corazón. La facilidad con la que me expresaba también se convirtieron en un medidor de mi perdón. Cuánto más fácil me era hablar bien del otro, más avanzado veía que estaba en el proceso de perdonar.

Debo acudir al Señor en oración

El paso final que me ayudó a perdonar, fue reunir mis sentimientos y pensamientos para presentarlos al Señor en oración. En ocasiones los escribía en un papel y luego se los leía al Señor y en otras, le hablada directamente a Dios de lo que había identificado en mi mente. En todo caso, confesar mis pensamientos y sentimientos negativos me permitía pedirle al Señor que me perdonara por mi propio pecado. Luego, con su ayuda, pude avanzar y extender ese perdón a otros.

Debo destacar que esta prolongada experiencia con el perdón me permitió entender cuán profundamente afecta mi habilidad de perdonar a otros el que yo haya experimentado el perdón de Dios.

Una historia cuenta de un viajante que, con la ayuda de un guía, atravesaba las junglas de Malasia. Llegaron a un río ancho, pero no muy profundo. Se sumergieron en el agua y lo atravesaron a pie. Cuando salieron del otro lado, el viajante descubrió que unas cuantas sanguijuelas se había adherido a su cuerpo. Su primera reacción fue el de arrancárselas pero el guía lo detuvo, advirtiéndole que solamente conseguiría dejar parte de las sanguijuelas en su cuerpo y que casi con seguridad obtendría una infección. La mejor manera de quitarlas, explicaba el guía, sería un baño de inmersión en un bálsamo tibio. El líquido haría que las sanguijuelas soltaran solas el cuerpo del hombre.

Cuando yo me siento profundamente herido por otra persona, no puedo simplemente arrancar la herida de mi alma, esperando que la amargura, la malicia y el rencor desaparezcan, pues el resentimiento quedará incrustado en mi corazón. La única manera en que verdaderamente puedo librarme de la ofensa y perdonar a los demás es tomando un baño de inmersión en el bálsamo del perdón de Dios hacia mi persona. Cuando finalmente llego a entender cuán profundo es el amor de Dios en Cristo Jesús, el perdonar a otros fluye libremente.

Tomado de Leadership, abril 1998. Usado y traducido con permiso.

Ideas básicas de este artículo

 

 


  1. Reconocer las debilidades propias permite controlar mejor el tipo de respuesta frente a situaciones de injusticia.
  2. La mejor manera de evitar la venganza es frenar cualquier tipo de fantasía que al respecto pueda cruzarse por la mente.
  3. Se debe perdonar una persona a la vez, identificando claramente los sentimientos en juego y las razones por las cuales se experimentan. Esto lleva su tiempo, mas la duración del proceso de perdón es proporcional a la profundidad del dolor que se ha experimentado.
  4. La mejor manera de resistir la tentación de usar el púlpito para hacerle frente a los que nos critican es ofreciendo perdón en privado.
  5. El proceso de perdón avanza cuando se habla bien a otros de la persona ofensora. Hablar positivamente de ella afecta las actitudes de nuestro corazón.
  6. Confesar y pedir perdón a Dios por los pensamientos y sentimientos negativos que han surgido en uno, permite que experimentemos Su gracia, y ella nos habilita significativamente para perdonar a otros.

Preguntas para pensar y dialogar

 

 


  1. ¿Cómo reconoce que en su corazón se ha instalado el deseo de venganza?
  2. ¿Cuál es su mayor desafío cuando tiene que enfrentar situaciones de injusticia?
  3. ¿Cuáles son sus primeros impulsos ante esa clase injusticias?, ¿qué debe hacer para no dejarse dominar por ellos?
  4. En este tipo de situaciones, ¿cómo se defiende de su propia carnalidad para no buscar venganza pública?
  5. Revise en su interior si hay alguna persona hacia la cual guarda sentimientos y pensamientos negativos: ¿qué de bueno puede hablar de ella?
  6. ¿Cómo puede verdaderamente perdonar a quien ha sido injusto con usted?

© Apuntes Pastorales, Volumen XXI – Número 2

PREGUNTAS SOBRE LA LECCIÓN 

1. La _____________________ es sobradamente el mayor obstáculo a la santidad entre los hombres hoy.

2. Cuando estamos dominados por la _______________, la realidad de Dios se desvanece.

3. ¿Porqué el reinado de David se fue en picada?

4. ¿Qué llamado nos hace Pablo en 1 Ts. 4:3-8?

5. Si un cristiano rechaza la enseñanza en cuanto a la pureza sexual, está rechazando a _________________.

6. Nuestro entrenamiento comienza con algo tan importante como la disciplina de ser ____________________ moralmente ante los demás.

7. Mencione los 7 elementos que hay que tener en cuenta en la disciplina de la pureza.

8.  Mencione los pasos para restaurar su relación con Dios y sus ofensores.

9.  Reconocer las ________________ propias permite controlar mejor el tipo de respuesta frente a situaciones de injusticia.

10. La mejor manera de evitar la venganza es __________ cualquier tipo de fantasía que al respecto pueda cruzarse por la mente.

11. Se debe perdonar ______persona a la vez.

 

12. La mejor manera de resistir la tentación de usar el púlpito para hacerle frente a los que nos critican es ofreciendo ___________en privado.

26. Educación

Ministros enteramente preparados por José M. Martinéz

La vocación y el carácter son importantes, pero no son suficientes para asegurar la eficacia en el ministerio.

La vocación y el carácter son importantes, pero no son suficientes para asegurar la eficacia en el ministerio. Se necesita también un mínimo de capacitación. Menospreciar este requisito constituye de por sí un signo de incompetencia para el servicio cristiano. Sería absurdo suponer que, mientras se incrementan cada vez más las exigencias de formación profesional en las empresas humanas, se puede cumplir con responsabilidades en la iglesia prescindiendo de la preparación adecuada.

La historia de la obra evangélica registra casos de hombres que fueron “lanzados” a predicar el Evangelio, a abrir nuevas vías de testimonio o, incluso, a pastorear iglesias con escasa o ninguna preparación. Las circunstancias anormales en que tuvieron que dedicarse al ministerio, la imposibilidad de obtener la formación deseada y las necesidades del campo que apremiaban su entrega, pueden, en cierto modo, justificar estos «lanzamientos». En algunos casos, Dios bendijo admirablemente los esfuerzos de estos hombres. Muchos de estos “obreros improvisados”, ya en el ministerio, aprovecharon cuantos medios estuvieron a su alcance para capacitarse. Esto vino a suplir, dentro de lo posible —en ciertos casos de modo asombroso—, la carencia inicial.

Pero las experiencias en situaciones de excepción no son la regla. El hecho de que Dios haya usado en algunos casos a hombres sin capacitación no sienta ningún precedente normativo. Las Escrituras abundan en ejemplos que muestran de manera sobresaliente la necesidad de que el siervo de Dios sea debidamente habilitado para el cumplimiento de su misión. Las antiguas escuelas de los profestas, a partir de Samuel, ofrecen una muestra. Jesús dedicó la mayor parte de su ministerio para formar a los apóstoles. Pablo, educado a los pies de Gamaliel y buen conocedor de la cultura griega, pasó dos años en Arabia formándose en su nueva fe antes de entregarse completamente a su gigantesca obra misionera. Parte de su estrategia para la expansión del Evangelio era el entrenamiento “en cadena” de hombres fieles e idóneos para la enseñanza. (2 Ti 2.2)

Actualmente las opciones para adquirir una educación bíblico-teológica de calidad son diversas. Además de los seminarios residenciales, institutos bíblicos y otros centro análogos, se están multiplicando, con notables resultados, los seminarios por extensión, los cuales posibilitan la formación de los ministros sin que estos tengan que hacer cambios significativos de residencia y estilo de vida. Los cursos por correspondencia son otra opción de estudio sistemático. Y junto a todas las modalidades de educación formal, siempre está la alternativa de la formación autodidacta. Algunos hombres de Dios —Spurgeon entre ellos— alcanzaron por este medio niveles iguales o más altos a los logrados por los más aventajados graduados en facultades de teología. Por supuesto, no todos son capaces de tanto. El autodidacta precisa de dones intelectuales y fuerza de voluntad fuera de lo común. Pero también, aquellos que se benefician de los medios de educación formal siempre deberán complementarlos con estudio y esfuerzo independientes.

Cuando nos referimos a una formación adecuada no queremos dar a entender que se deba adquirir todo el caudal de conocimientos y experiencias que una persona sea capaz de tener. Semejante nivel jamás llega a conseguirse. Por eso el ministro tendrá que ser estudiante durante toda su vida. Su dominio de conocimientos, al igual que su calidad espiritual, deben crecer de día en día. Con ello queremos decir que, en circunstancias promedio, cuando una persona se dedica a un ministerio, debe tener una preparación aceptable que le permita funcionar con un mínimo de soltura y eficacia.

No nos atrevemos a concretar cuál debe ser el mínimo de preparación, pero sí señalaremos los factores que son indispensables. Al considerar cada uno, trataremos de presentar su perspectiva ilimitada a partir del nivel necesario que debe tener cada ministro cuando se inicia en el ministerio.

Formación bíblica

Cualquier ministerio cristiano tiene como base la Palabra de Dios. Tanto la predicación como la obra pastoral deben nutrirse abundantemente de ella. La Palabra debe ser no sólo la fuente de inspiración del ministerio, sino también la esencia misma del mensaje.

Este factor debe subrayarse por su capital importancia. Es lamentable la paradoja que se da en algunos contextos evangélicos: se venera la Biblia, casi hasta las fronteras de la «bibliolatría», pero el conocimiento que se tiene de las Sagradas Escrituras es extremadamente pobre y superficial. Esto genera el debilitamiento inevitable de los creyentes y de las iglesias. Esta condición hace a la iglesia altamente vulnerable ante cualquier “viento de doctrina”.

La eficacia en el ministerio depende de la fidelidad a la Palabra de Dios, que es el instrumento del Espíritu Santo. Esta fidelidad no es el celo por ciertos textos o por unas doctrinas predilectas, que a menudo se sostienen por herencia y no por la convicción formada en el estudio personal. Tampoco es el uso reiterado de tópicos, generalmente expresados en frases hermosas, pero estereotipadas y desgastadas por el abuso. La lealtad a las Escrituras nos impone escudriñar profundamente cada vez más en la inmensidad de todo el consejo de Dios.

El mínimo de capacitación bíblica obliga a conocer y discernir los hechos históricos del Antiguo y Nuevo Testamentos, a observar el progreso de la revelación divina a través de los siglos hasta culminar en Jesucristo. Se debe tener el conocimiento básico de cada uno de los libros más importantes del canon bíblico (autor, fondo histórico, propósito, idea central, etc.). El ministro debe estar familiarizado con lo más básico de la poesía, la profecía y la ética bíblicas y tener una clara comprensión de las doctrinas fundamentales (Dios, el hombre, el pecado, Jesucristo, la salvación, la iglesia, etc.).

Partiendo de estos rudimentos, el ministro debe proseguir su estudio día tras día, año tras año, incansablemente. Debe escudriñar sistemáticamente cada uno de los libros de la Biblia, y si es posible, que la investigación sea exhaustiva. “Con el hábito de esfuerzo mental propio de los días de estudiante”, como decía J.H. Jowett.

En este quehacer conviene que se usen todos los recursos bibliográficos útiles y disponibles, como buenos comentarios exegéticos, obras de introducción bíblica, tratados de teología, etcétera. Los descubrimientos de otros, en muchos casos guiados por el Espíritu Santo, pueden facilitar notablemente nuestro estudio. No tenemos por qué empeñarnos en redescubrir américas espirituales. Los escritos de los Padres de la Iglesia, de los reformadores, de teólogos sanos, de comentaristas y predicadores son una herencia de gran valor a nuestro alcance. Sería el colmo del absurdo renunciar a ella movidos por un afán mal entendido de independencia intelectual. Sin embargo, todo libro que no sea la Biblia debe leerse con actitud crítica. No todo lo que leemos en una buena obra tiene que merecer nuestra adhesión. Y no todo lo que han escrito autores poco evangélicos debe ser reprobado automáticamente por nosotros. Algunas de las ideas de estos autores son verdaderamente formidables. El ministro debe proceder de la misma forma que lo hicieron los creyentes de Berea, contemporáneos de Pablo (Hch 17.11), y estar en condiciones de “examinarlo todo y retener lo bueno” (1 Ts 5.21).

Todo lo que hemos expuesto sobre la formación bíblica tiene por objeto resaltar la importancia del estudio de las Escrituras. Pero esta formación es más que mera adquisición de conocimientos intelectuales. Incluye indefectiblemente la asimilación espiritual de ese conocimiento y su aplicación en la vida personal. La formación sólo es real cuando a un mayor conocimiento de Dios corresponde una adoración más ferviente, un mayor amor, un mejor servicio; cuando a una más clara comprensión de la persona y la obra de Cristo acompaña una más decidida entrega a hacer la voluntad del Padre; cuando a la certidumbre de la resurrección de Jesucristo se añade el gozo de la esperanza; cuando a la proclamación de su señorío se une nuestra sumisión sin reservas; cuando el concepto correcto de la obra del Espíritu de Dios determina un modo santo de vivir. Si falta esta correspondencia, el ministro se convierte en una figura grotesca, en una especie de monstruo con cabeza descomunal y cuerpo insignificante.

La aplicación personal de la Palabra se proyectará, asimismo, al entorno del ministro. Su juicio acerca de las personas, de las ideas, de las circunstancias y de los hechos a su alrededor se regirá por la verdad divina, y su modo propio de reaccionar y obrar ante ello dará evidencia de la autenticidad de su preparación. La Palabra no sólo debe iluminar la mente; debe trazar todos los perfiles de nuestra actuación. De no ser así, el ministerio puede acarrear más descrédito que gloria a la causa del Evangelio. La iglesia ha sufrido más a causa de eruditos sin santidad que de hombres incultos pero sinceros y de vida irreprochable. Por eso, el verdadero talento bíblico se demuestra sólo cuando la brillantez de pensamiento y de expresión va acompañada de un estilo de vida genuinamente cristiano.

Formación cultural

Una vez establecida la prioridad de la preparación espiritual de sólida base bíblica, también conviene poner en relieve la gran utilidad de un buen bagaje cultural. Los textos de las Escrituras usados por algunos para objetar la erudición humana (1 Co 1.19–1; 2.6, 8; Col 2.8; 1 Ti 6.20) no rechazan el valor de la misma, sino su degradación en una actitud de antagonismo hacia Dios y su verdad. No se debe olvidar que los más grandes líderes del pueblo de Dios poseyeron una cultura amplia. Moisés fue “enseñado en toda la sabiduría de los egipcios” (Hch 7.22). Isaías da evidencias de una intelectualidad refinada. Pablo, paralelamente a su instrucción teológica, manifiesta una gran formación humanística, con conocimiento de la filosofía y la literatura de su tiempo (Hch 17.28). Algo semejante podría decirse de muchos de los Padres de la Iglesia. Los reformadores, incluyendo los promotores del movimiento reformista en España, fueron hombres de gran talla intelectual y amplio saber. Podríamos añadir los nombres de Jorge Whitefield, Juan Wesley, Jonatán Edwards y muchos más, en quienes la piedad y la erudición se combinaron admirablemente para hacer de ellos excelentes instrumentos que Dios usó grandemente para su gloria.

En nuestro tiempo, cuando a la educación se le da tanta importancia, es inconcebible que un ministro del Evangelio carezca del mínimo de formación cultural. De nuevo nos resulta difícil precisar cuál debe ser ese mínimo. En gran parte depende del nivel promedio de educación del país, región o población donde se ministra. Por supuesto, las exigencias para el pastor de una iglesia en una gran capital serán superiores a las de uno que resida en una zona rural cuyos habitantes apenas saben leer y escribir. Sin embargo, aún en los ambientes culturalmente más pobres, el ministro debería estar en un plano comparable al de un maestro de primera enseñanza.

Sobre esta base debe ampliar sus conocimientos, dentro de sus posibilidades, en todas las ramas del saber, especialmente humanidades, historia, literatura, filosofía, arte, sociología, etcétera. La misma particular atención debe prestar a los acontecimientos y corrientes de pensamiento —secular o religioso— contemporáneos. No es un desacierto el consejo de Karl Barth de leer cada día la Biblia y el periódico. La primera nos permite conocer a Dios; el segundo nos ayuda a conocer al mundo. Claro que el consejo presupone un buen sentido de proporcionalidad y equilibrio. Dedicar cinco minutos a la lectura de las Escrituras y una o dos horas a periódicos y revistas no es precisamente lo que se espera de un siervo de Dios.

Por las diversas fuentes de lectura que el ministro utilice será enriquecido en todas las disciplinas. Al incrementar sus conocimientos, sus horizontes se extenderán, recibirá inspiración, aumentará su vocabulario, así como su capacidad argumentativa y de expresión, perfeccionará su capacidad de ordenar ideas. Y —bendición de bendiciones— crecerá en humildad al descubrir que tras cada cosa aprendida quedan aún mil por aprender.

No obstante, es aconsejable ordenar sabiamente las lecturas. Hay “bibliógrafos”, devoradores de libros, que indiscriminadamente leen con avidez cualquier obra que cae en sus manos. A menudo, el resultado es que no retienen nada. La limitación del tiempo impone que la lectura sea selectiva. Las obras escogidas deberían ser las mejores de cada materia, pues lo importante es la calidad, no la cantidad. Thomas Hobbes, filósofo inglés, decía: “Si hubiese leído tantos libros como otras personas, sabría tan poco como ellas.”

Una obra valiosa merece, después de una primera lectura rápida, una segunda lectura más reposada, acompañada de la reflexión personal que permita digerir saludablemente lo leído. Subrayar y hacer acotaciones en el transcurso de la lectura, ya sea en el libro mismo o en una libreta destinada para tal efecto, es una práctica muy útil. Asimismo, conviene hacer un análisis, una crítica y un resumen de cada obra leída, reteniendo en la memoria lo más importante. El material que se considere provechoso se preservará mediante algún sistema de archivo.

Nunca valoraremos suficientemente la importancia de la lectura y el estudio. Por otro lado, es muy beneficioso que nos mantengamos alerta para no caer en el intelectualismo divorciado de la comunión con Dios. “Después de todo, el hombre de sólida formación, el estudioso es únicamente la materia prima de la que se está formando el ministro cristiano. La influencia vivificadora del Espíritu Todopoderoso es aún más necesaria para dar luz, vida y movimiento a la sustancia inerte, para moldearla según la imagen divina y hacer de ella “un vaso para honra, útil para los usos del Señor”. Tampoco debemos negar que los hábitos del estudio van acompañados de tentaciones insidiosas. El árbol del conocimiento puede florecer mientras que el árbol de la vida languidece. Todo aumento del conocimiento intelectual tiene una natural tendencia al ensalzamiento propio … Un juicio sano y una mente espiritual deben encaminar los estudios hacia el fin principal del ministerio.” (Watts, Humble endeavour for a revival, págs. 17–18)

Podríamos concluir con Quesnel: “No leer ni estudiar en absoluto es tentar a Dios; no hacer otra cosa que estudiar es olvidar el ministerio; estudiar sólo para gloriarse en el conocimiento que uno posee es vanidad vergonzosa; estudiar en busca de medios para adular a los pecadores es una prevaricación deplorable; pero llenar la mente del conocimiento propio de santos mediante el estudio y la oración y difundir ese conocimiento con sólidas instrucciones y exhortaciones prácticas es ser un ministro prudente, celoso y activo.” (C. Bridges, The christian ministry, pág. 50)

Formación humana

Con formación humana nos referimos a los conocimientos que se adquieren por el contacto directo con el mundo que nos rodea, especialmente con nuestros semejantes. Este sistema de formación es insustituible. Por medio de él aprendemos cosas que no llegamos a encontrar en los libros. Y aún aquellas que leemos, si forman parte de nuestra experiencia personal, se graban en nosotros con mayor profundidad.

Hay mucho en la vida humana, tanto negativo como positivo, de lo que debemos ser testigos presenciales para poder comprenderlo a fondo. Una cosa es leer acerca de la conciencia de pecado, pero otra muy distinta es enfrentarse ante la experiencia de la lucha agónica, de debilidad, de caída. No es lo mismo leer acerca de la tentación que oír a una persona referirse a una experiencia, propia o ajena, con el sentimiento torturador de la culpa. Tampoco es lo mismo leer el capítulo siete de la carta a los Romanos que ver a un creyente desgarrado por las fuerzas opuestas que combaten en su interior.

Asimismo, hay diferencia entre la preciosa doctrina de la regeneración y la contemplación de un hombre arrancado de las garras del vicio y transformado en un santo que testifica del poder de la gracia de Dios. Y ¿qué decir de lo que aprendemos junto al pobre que se goza en sus riquezas espirituales, junto al atribulado que deja entrever el poder sobrenatural que lo sostiene, o al lado del moribundo que, recitando el Salmo 23, entra sereno, sin sobresaltos, a la eternidad? Ciertamente, nada hay más impresionante ni más enriquecedor que contemplar cara a cara la vida humana con su riqueza de experiencias, con sus misterios y sus contradicciones, con sus glorias y sus miserias.

Pero este gran “libro” que la existencia misma nos ofrece no es fácil de leer. Exige atención. Hay quienes viven como si anduvieran con los ojos vendados, sin apenas percatarse de los tesoros de experiencia humana que hay en su entorno. Tal clase de personas no llegan muy lejos en el camino de la formación vivencial.

Es necesario aprender a detenerse, observar y escuchar. Y después de haber visto y oído escrutadoramente, es imprescindible reflexionar. Desgraciadamente, la facultad de reflexión se halla adormecida en muchas personas, incluidas algunas de las que se consideran intelectuales. Quizás la causa radica en un desmesurado activismo, aún de tipo intelectual, que priva del tiempo necesario para meditar. Tal vez debiéramos pedirle a algún amigo cuáquero que nos iniciara en la excelencia del silencio. J.O. Sanders (Liderazgo espiritual, pág. 101) refiere la anécdota del poeta Southey cuando le explicaba a una anciana que pertenecía a la Sociedad de los Amigos su modo extraordinario de aprovechar el tiempo. Él le compartió que aprendía portugués mientras se lavaba, y otras materias mientras se vestía, desayunaba o se ocupaba en otros quehaceres diversos. No desperdiciaba ni un instante. Ingenuamente, la mujer le preguntó: “Y ¿cuándo piensas?”

El general De Gaulle dejó otra buena ilustración. A partir de las nueve de la noche no recibía a nadie.

Desde esa hora hasta que se acostaba, se quedaba a solas consigo mismo y con las cuestiones de gobierno que demandaban su atención. Si un estadista sentía la necesidad de reflexionar hasta tal punto, ¿cuánto más no debería sentirla un ministro de Jescucristo?

Sólo si dedicara tiempo a la meditación reflexiva se beneficiaría plenamente de su triple formación, bíblica, cultural y humana.

Tomado de la revista Pensamiento Cristiano. Usado con permiso.
José M. Martínez es español, pastor y escritor.
Es autor del éxito de librería Hermenéutica bíblica.

 

La estrecha “comunión” del pastor y la literatura por Arnoldo Canclini

En generaciones anteriores se dio un “puritanismo literario” que hoy ha pasado de moda pero no sus efectos. Son pocos los ministros religiosos que se han detenido a pensar sobre cuál es el lugar que deben dar, en su trabajo, a la palabra escrita, y eso entraña un grave peligro. “Los cristianos enseñamos a leer a la gente, y los comunistas les dan qué leer.” Las que siguen son algunas recomendaciones para que los pastores vean como un ministerio la palabra escrita y estimulen a otros a crecer en ello.

Escribo suponiendo que en el pasado ha quedado aquella posición que se oponía a la lectura de todo material que no fuera la Biblia. En tiempos —ya lejanos— de nuestra infancia era posible encontrar algunos escritos devocionales que insistían en que un verdadero cristiano sólo debía leer la Palabra de Dios, y que todo lo demás “apartaba” al lector del mensaje divino. Por supuesto, tal criterio tenía que ver con cierto antiintelectualismo entonces en boga, pero que, solapadamente, todavía subsiste en muchos círculos evangélicos. ¿No ocurre, con frecuencia, que muchos tienen sospechas sobre las personas que se han ganado un título académico, o sobre aquellos que hacen notar que sus afirmaciones públicas —por ejemplo, en la predicación— son fruto del estudio y del conocimiento de diversos autores? ¿No abundan, acaso, los que machaconamente dicen que tal o cual cosa es lo que afirma la Biblia, desconociendo lo que opinan los eruditos sobre el texto?

De todos modos, ese “puritanismo literario” ha pasado de moda, aunque no sus efectos. Son pocos los ministros religiosos que se han detenido a pensar sobre cuál es el lugar que deben dar, en su trabajo, a la palabra escrita, y eso entraña un grave peligro.

DESAFÍO DE NUESTRA HORA

En algunos países, el creciente aumento de personas alfabetizadas presenta un llamado de atención. Cuando hace muchos años en la Argentina se hizo una fuerte campaña oficial para enseñar a leer a los adultos, apareció un serio problema: no había qué dar a los que aprendían. Por eso, las autoridades aceptaron con entusiasmo lo que producía en ese campo la Sociedad Bíblica, sin preocuparse por aspectos doctrinales. Poco tiempo después, aparecieron editados oficialmente los discursos del presidente de entonces, que compitieron con el material bíblico. Esto no es tan grave, si lo comparamos con la realidad de algunos otros países, donde no hay otra cosa que lectura de extrema izquierda. Frank Laubach, aquel gran cristiano creador de un sistema de enseñanza con el que han aprendido a leer cientos de millones, dio cierta vez: “Los cristianos enseñamos a leer a la gente, y los comunistas les dan qué leer”.

Pero eso es sólo una parte de la situación. Se calcula que en la actualidad se publican siete mil millones de volúmenes (libros) por año, a los que habría que sumar los diarios, revistas, panfletos, periódicos, etc. Un verdadero alud literario cae sobre las cabezas del mundo entero. Hay razones lógicas para que la mayoría de lo producido no se trate de material con trasfondo cristiano: no lo son sus productores. Tiene más acceso al mercado lo que no lo es. Es más fácil escribir superficialmente… o los cristianos no comprenden su responsabilidad.

Lo notable es que, por el contrario, otras doctrinas sí lo están haciendo. Sectas como los Testigos de Jehová, los mormones, los “hijos de Dios” y tantas otras comienzan dando algo para leer. Las dictaduras llenan las librerías. Aún hoy circula el que fue el libro más vendido en su tiempo: Mi lucha, de Adolfo Hitler. Moscú es, quizá, el centro productor más grande del mundo (al menos, en más idiomas).

Las técnicas han avanzado también en este campo que seguimos considerando sólo una rama del arte. Es evidente que una enorme proporción de lo que se publica no es arte sino comercio. Sólo importa que se venda. Por eso, la calidad literaria es bajísima, así como lo es también el nivel moral. Una de las pruebas del pecado original está en lo proclive que es todo ser humano a leer historias horrendas, hojarasca seudoromántica o noveluchas de tramas mil veces repetidas. No sólo se lee sin esfuerzo, sino que también se puede comprar sin él. No es necesario ir hasta una librería, sino que está en todos los quioscos y a muy bajo precio.

Finalmente, en este aspecto, enfrentamos el gran desafío de los otros métodos de comunicación. Se ha exagerado mucho en cuanto a que el cine, la radio y la televisión desplazarían a la lectura. Ha ocurrido todo lo contrario, pero, sin embargo, cierto es que han coadyuvado al auge de la literatura barata, que no es más que una continuación de aquellos medios. Si bien comparten la fuerza de un mensaje de penetración más directo, la presencia cristiana en ellos —por digna de alabanza que sea— no es sustituto del valor de permanencia que tienen la palabra impresa, comparado con la fugacidad (y por lo tanto, cierta superficialidad) de la palabra hablada.

Y NOSOTROS ¿QUÉ LEEMOS?

Sería absurdo detenernos a decir a pastores y obreros cristianos que tienen que leer la Biblia. Inclusive hasta sería ofensivo.

Supongamos que también sea innecesario decir que hay que leer sobre la Biblia. Lógicamente, hablamos de los comentarios y demás libros de estudio, dejando de lado, por el momento, la pregunta de por qué hoy se producen proporcionalmente menos o de menor nivel que hace medio siglo. Agreguemos también los libros de doctrina, continuando con los de ética, inspiración y reflexión.

En aquellos recordados años de nuestra infancia, leímos todo lo que había. Eso era posible, ya que había realmente poco. Ahora, aunque parezca una contradicción con lo que hemos dicho antes, también hay un aluvión de libros cristianos, en el sentido de que hay mucho más de lo que podemos absorber. Quizá eso no sea tan grave, ya que mucho de lo que se publica no merece demasiado nuestra atención. Hay que reaprender a leer. Quiero decir: a leer de prisa (o, sencillamente, interrumpiendo en las primeras páginas) lo que es superfluo, y leer masticando y reflexionando lo que merece que así sea. Los clásicos han perdurado, precisamente, porque se leen así; sea como fuere que estén escritos, queremos volver a ellos una y otra vez.

Quizá debemos aprender a leer aquello que no sea de nuestra propia tradición. Las distintas denominaciones presentan distintos énfasis doctrinales y eso puede ayudarnos a corregir y ubicar nuestros puntos de vista. Como es casi inaccesible, tiene poco valor decir que debemos conocer lo que aportan otras culturas, ya que casi todo lo que consumimos es anglosajón (y predominantemente norteamericano). Eso no quiere decir, por supuesto, que sea malo, pero nos agradaría ver en nuestro idioma más libros alemanes, franceses, rusos, escandinavos, orientales, etc. Es posible que aparezcan cosas que nos sorprendan y hasta nos escandalicen, lo que será una buena oportunidad para preguntarnos por qué.

Pero eso no basta. No se puede ministrar en el vacío. Aún leyendo los buenos libros de actualidad, no estaremos al tanto de lo que ocurre “aquí y ahora”, o sea en estos días en nuestra sociedad; dicho de otra manera qué sucede en medio de la gente que nos escucha. Si nos preguntan algo sobre el divorcio, en vez de reaccionar simplemente con un pasaje bíblico, debemos comenzar por saber qué quiere decir esa persona cuando habla de divorcio y qué se entiende por divorcio en nuestro país, lo cual por cierto es sólo un ejemplo. Ningún pastor debe desconocer lo que publican los diarios.

Ocurre, además, que nuestra gente también lee. De repente, algún libro o periodista se pone de moda y, por lo tanto, comienza a influir en la mentalidad de quienes nos rodean. ¿Se puede pensar que un pastor alemán de la época nazi no supiera qué decía: “Mi lucha”? El ejemplo es extremo, pero sirve para recordarnos que hoy las fuerzas del mal utilizan caminos mucho más sutiles y, por lo tanto, más peligrosos. Puede parecer una grave pérdida de tiempo el usarlo para leer algo de la basura que consume nuestra gente, pero ¿hay otra forma de saber por qué ellos piensan de una u otra manera?

ANTE LOS DEMÁS

Naturalmente, si creemos que la lectura es algo bueno para nosotros, debemos presuponer que también lo es para los demás. Y si es algo bueno, debemos promoverlo, como promovemos no sólo la lectura de la Biblia, sino también la asistencia a un congreso, la participación en una entidad de bien público, la limpieza del templo y mil otras cosas.

Suele ser muy frecuente (o al menos, no muy raro) que alguien pregunte a su pastor qué leer, o qué leer sobre tal cosa, o qué piensa de tal o cual libro. Por supuesto, eso lleva a la necesidad de estar enterado para dar una respuesta sabia. Llega un límite en el que bastará saber, por ejemplo, quién es el autor o la editorial, para estar orientado, aunque nada suple el conocimiento directo. Pero no basta pensar que, porque yo soy de la denominación Z, los libros escritos o publicados por lo que diga Z, han de ser buenos. Por ejemplo, pueden ser pobres o demasiado eruditos. Sobre algunos temas, los hermanos de K o L, han producido algo mejor (aunque los de nuestra editorial nos presionen). Tal vez el boletín o un pequeño lugar de venta sean caminos para promover y divulgar esto.

Pero hay más. El libro ocupa en la formación cristiana, un lugar irremplazable. No es posible tratar todo sobre el púlpito, especialmente los temas morales o de la vida cristiana en general. Hasta diríamos que no debemos hablar allí de situaciones particulares, lo que sí deberíamos enfrentar dando algo para que la persona en cuestión lea, y apoyar así nuestro consejo pastoral. Por ejemplo, los consejos sobre la crianza de los hijos interesan a un mínimo de la congregación, pero en una etapa de la vida todos necesitamos tener a mano algo para consultar. Ello exige un gran cuidado, porque debemos estar seguros de que la posición del autor coincide con la propia (o la mejora) y que no tiene elementos que distorsionen su aplicación.

Esto es más fácil de decir que de hacer, pero si creemos que es parte de nuestro ministerio, debemos dedicarle tiempo, así como lo dedicamos al estudio y la investigación para preparar nuestras clases bíblicas. Hay ciertos problemas, uno es el hecho de que, pese a la actual abundancia, hay temas no cubiertos o lo están en forma deficiente. En ningún caso, un libro contestará exactamente a tal situación… ni un sermón tampoco; confiemos en el Espíritu Santo. Además, debemos enfrentar la pereza de quienes prefieren por más cómodo escuchar (o no escuchar) un sermón a leer seriamente un libro.

Al mismo tiempo, tiene también sus ventajas como método de enseñanza. Lo escrito está escrito, o sea que sus palabras son definidas y precisas, se puede leer y releer. No se las puede entender mal con tanta facilidad como lo que se oye. Se las puede distorsionar sacándolas del contexto, pero no se las puede citar mal. Se puede volver a ellas en muchas oportunidades y se puede recurrir al mismo texto para varias personas. El que ha recibido bien de un libro o artículo puede pasarlo a otro, mientras que el que lo ha recibido de un sermón apenas si puede comentarlo con relativa exactitud.

Lo dicho nos muestra a lo menos cuatro campos en que el pastor puede hacer uso de la palabra impresa:

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Para enfrentar casos específicos en su congregación, como hemos explicado.

 

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Para situaciones especiales, como el duelo, la soledad o las crisis, cuando la palabra hablada tiene valor pero no puede llegar a fondo.

 

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Para la edificación de los creyentes, especialmente en ciertos temas doctrinales, como la seguridad de la salvación, la acción del Espíritu Santo, la guía para el estudio bíblico, etc.

 

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Para la evangelización, sea por medio de la difusión amplia de lo que llamamos tratados o folletos, sea por la entrega selectiva de una revista o un libro aplicable al caso, lo que en algunas personas o medios es la única forma de llegar.

 

PERO NO TERMINAMOS EN ESO

Si creemos que hay un ministerio de la palabra escrita, hemos de preguntarnos qué parte nos corresponde en su producción. Siempre nos hemos ocupado de llamar a jóvenes para el ministerio, así como de desarrollar los dones en cuanto a la predicación, la enseñanza, la obra personal, el canto, etc. ¿Y qué de la escritura? El pastor debe estar con los ojos abiertos para descubrir valores o intenciones, y para animarlos a que comiencen. Si estamos en condiciones, leamos lo que producen y opinemos positivamente. Quizá podamos sugerir que lo hagan leer por alguno más entendido, a fin de mejorar ese escrito y a desarrollar ese futuro “ministro de la pluma”.

Por otra parte, debemos proveer canales para que esas vocaciones se exterioricen. Uno muy simple es la producción de boletines o revistas internas, que suelen alcanzar niveles de calidad insospechados. En algunos casos, se puede pedir al autor (o a otro) que lea su producción como parte del culto; quizá su pequeño poema no parezca de Lope de Vega, pero hablará a nuestra gente más que si lo fuera. Por supuesto, si consideramos que hay un verdadero valor, debemos ocuparnos de poner en contacto al escritor en potencia con alguna revista o editorial cristiana, que son entidades de servicio y no empresas comerciales, como en el mundo secular.

Y finalmente, hemos de preguntarnos honradamente si no somos llamados a escribir. Cada vez es más necesario que lo hagamos para boletines, información para la prensa, estudios bíblicos, etc. Necesitamos capacitarnos para eso. Por supuesto, es de suponer que el tiempo falta. Pero en el ministerio siempre falta el tiempo. Todo depende de la prioridad que demos a cada cosa. Si hay un boletín, el pastor tiene que ser colaborador regular… y se ha de esperar que se entienda lo que ha escrito.

Digamos que, por lo general, un buen predicador no es un buen escritor, porque los recursos a utilizar son muy distintos. Pero también podemos decir que un buen predicador tiene ciertos elementos que le permiten llegar a ser también un buen escritor. Se supone que tiene ideas propias o sabe encontrarlas en otros. Se supone también que sabe ponerlas por orden y comunicarles cierta vida y vigencia. Además está en contacto directo con la gente, con sus problemas y ansias, mucho más que un profesor de teología, de quien sí esperamos que escriba libros sobre su área (y aquí deberíamos preguntarnos por qué escriben tan poco nuestros profesores). Por sobre todo, un predicador tiene una buena base bíblica y doctrinaria que cimentará lo que escriba.

Cambiaría mucho el mundo cristiano si todos los obreros tuviesen el anhelo de Job: “¡Quién me diese que mis palabras fuesen escritas! ¡Quién diese que se escribiesen en un libro, que con cincel de hierro y con plomo fuesen esculpidas en piedra para siempre! Yo sé que mi Redentor vive” (Job 19.23-25).

Apuntes Pastorales. Junio — Julio / 1986, Vol. IV, N° 1

PREGUNTAS SOBRE LA LECCIÓN 

1. Además de la vocación y el carácter, ¿qué más necesitamos en el ministerio?

2. ¿Qué importancia tiene estar debidamente habilitado –preparado, capacitado, entrenado- en nuestro ministerio?

3. El ministro que desee estar bien capacitado deberá entrenar _________________su vida.

4. ¿Cuáles son los factores indispensables en la capacitación del ministro?

______________________,____________________,___________________

5. ¿De qué depende la eficacia en el ministerio?

6. ¿Basta con el conocimiento bíblico?

7.  La formación sólo es real cuando a un mayor conocimiento de Dios corresponde una _________________ferviente, un mayor _________ y un _________mejor servicio.

8. ¿De qué manera pueden notar los feligreses el grado de preparación de un ministro?

9. La Palabra no sólo debe ________________la mente; debe __________ todos los perfiles de nuestra actuación.

10. ¿Cómo se demuestra el verdadero talento bíblico?

11.  En nuestro tiempo, cuando a la educación se le da tanta importancia, es _____________________ que un ministro del Evangelio carezca del mínimo de formación cultural.

12. ¿En cuáles ramas es importante que ampliemos conocimiento?

13. ¿Qué ocurre cuando ampliamos nuestros conocimientos?

14. ¿Qué cuidados debemos tener en nuestro tiempo de lectura y preparación?

15. Hay que tener cuidado, ya que todo aumento del conocimiento intelectual tiene una natural tendencia al ______________________propio.

16. ¿Qué es formación humana?

17. No hay nada más impresionante ni más enriquecedor que _________________ cara a cara la vida ________________con su riqueza de experiencias, con sus misterios y sus contradicciones, con sus glorias y sus miserias.

18. Es necesario aprender a ________________, observar y ______________.

19. ¿Qué importancia tiene para nosotros meditar?

 

20. El _____________ocupa en la formación cristiana, un lugar irremplazable.

27. Crítica

Adelante con la buena crítica por Enrique Zapata

La crítica es vital para la iglesia. Tal vez sea uno de los elementos más imprescindibles. Juzgar es lo que muestra la diferencia entre dos elementos. Nos ayuda a ver que no todo lo que brilla es oro, contribuyendo a nuestro crecimiento y corrección.

Los apóstoles, al recibir la critica en Hechos 6, no la condenaron, sino que resolvieron la causa que la provocó. La crítica nos protege, nos ayuda a alcanzar mejor los objetivos. Sin embargo, se la condena en la mayoría de las congregaciones. ¿Por qué?

 

En realidad, nos cuesta aceptarla; incluso evadimos hasta la autocrítica. Nos molesta que alguien nos diga que lo que hicimos o dijimos no honra al Señor, y, en ocasiones hasta nos ofendemos. Sin embargo, si realmente amáramos al Señor -y no tan sólo a nosotros mismos- ¿no estaríamos agradecidos por esa crítica que puede ayudar a mejorarnos? ¿No será que somos demasiado orgullosos o inseguros? ¿O es que tenemos miedo que nuestros problemas o motivaciones sean puestos en evidencia? ¿Acaso no somos todos pecadores, personas imperfectas, salvados por gracia?

 

Nos ofendemos, sintiéndonos heridos, cuando alguien hace evidente nuestras imperfecciones. Tenemos que aprender a aceptar la critica de otros, a ser evaluados o juzgados, así como también debemos saber cómo y cuándo juzgar, cuándo evaluar o reprender al hermano.

 

Estando en Bolivia me acercaron la revista “Época”, con un artículo intitulado: El elogio, el temor y el silencio. Allí se trataba la critica en el ámbito de la cultura. Ese ámbito también sufre las mismas dificultades y desafíos que tenemos en la iglesia -porque somos seres humanos-. Sin embargo, como cristianos debemos superamos y crecer. Lamentablemente, muchas cosas no se hacen por temor, cayendo en el silencio. Tendemos a caer en tres extremos: el elogio, el silencio o el ataque.

 

“La crítica -comenta Mario Ríos- es juzgar una obra o un acontecimiento según una lógica rigurosa. En este sentido, para hacer crítica, uno tiene que estar seguro de lo que dice, es decir, uno tiene que ser especialista en la materia”.

 

“La persona que está en condiciones de ejercitar esta actividad deberá hacerlo en condiciones sólidas -dice ‘Cucho’ Vargas, conductor del programa ‘Enfoques’-, porque no se puede denostar a nadie gratuitamente. Pienso e insisto en que la crítica debe ser fundamentada y dirigida hacia una construcción que permita evitar los errores que se están criticando, para que en el futuro sean superados”.

 

“Existe crítica en Bolivia”-comenta Carlos Mesa (Director del Canal 2 de Bolivia) -y en diferentes ámbitos, pero está muy debilitada porque el artista es poco proclive a aceptarla. Cada vez que un crítico se manifiesta contrario a un artista, este le quita el saludo y, entonces, el crítico no escribe más porque tampoco se trata de que pierda a todas sus amistades.

 

Esta situación se produce por falta de madurez y, naturalmente, es una actitud negativa por cuanto una persona que se ha convertido en figura pública tiene que acostumbrarse a poner en consideración del pública sus trabajos”.

 

“Es evidente que para la realización de toda crítica concurren varios factores, porque no se trata simplemente del denuesto. En este sentido, para hacer una crítica positiva une debe despojarse de intereses”, dice Mario Castro, director de Radio Cristal, y continúa “Siempre he optado por no hacerme cómplice del silencio, lo que puede ser más dañino”*.

 

Nuestra dificultad como cristianos tal vez proceda de varios males. La palabra juzgar tiene dos acepciones en castellano: “No juzguéis… (Mt.7.1) y la palabra usada en 1 Corintios (1Co. 2.15). La diferencia que existe entre ambas, según el Dr. Wuest, reside en que el no juzguéis implica la acción del juez que sentencia y que con ella da el merecido al culpable. En cambio la palabra en “el espiritual juzga todas las cosas” habla de evaluar o analizar el objeto. En otras palabras, cuando y o condeno a mi hermano estoy haciendo uso de la primera acepción, y al hacerlo peco. Si soy espiritual voy a evaluar todas las cosas y a usar esa información para orar y edificar vida de esa persona.

 

En el libro “En Pos del Supremo”, Chambers comenta que Dios nos da la habilidad de ver las fallas en otras vidas, a fin de orar y cooperar con Dios en su solución. Gothard comenta que hasta Dios permite que otros nos hieran u ofendan para hacernos conscientes de la seriedad del problema y para que nos ocupemos seriamente en resolverlo. Si no nos molestara tanto, en muchos casos ni nos ocuparíamos. Nosotros pervertimos lo que Dios desea cuando en vez de ser parte de la solución empezamos a atacar y tratar de destruir a la persona. Cualquier necio puede tirar abajo algo. En cambio el edificar requiere sabiduría.

 

Sin duda que cuando a nos mostramos críticos de todo y de todos estamos demostrando que tenemos algún problema. El que es espiritual puede ver también lo que Dios ha hecho y lo que está haciendo en una vida o en una iglesia, no sólo lo que está faltando. Dudo que alguien pueda ser espiritual sí sólo velo malo. Eso es negar la obra de Dios.

 

También debemos aprender a recibir la crítica. Recuerdo cierta ocasión en que el pastor Samuel Libert habló en el instituto Bíblico de Buenos Aires. Después del mensaje, un joven se atrevió a decirle que la interpretación del texto tal como lo había presentado en el sermón, no era la más acertada en la luz de griego. La próxima mañana, Libert,, públicamente, hizo la corrección y agradeció al estudiante. ¡Qué grandeza! Y nadie lo menospreció por haberse equivocado sino que todos lo respetaron más aun por su integridad y honestidad. Muchos son los que piensan que si reconocen sus errores debilitan su autoridad. Al contrario, les hace tener más autoridad, ganándose el respeto de los demás. La vida no termina en esa crítica, pero esa crítica –y su aceptación- puede servirme para el resto de la vida.

 

Y sobre todas las cosas, el amor debe llevamos a orar y actuar para el bien de otros, como también debe llevarnos a juzgar nuestras propias actitudes y acciones. Amemos al Reino y la gloria de nuestro Señor, como también a su gente. ¡Adelante!

Apuntes Pastorales

Volumen VIII – Número 1

 

Aproveche y aprenda de sus errores por Gregorio Elder

Después que concluyó su primer periodo de servicio como pastor asistente, Gregorio Elder enumeró algunos de los errores que cometió al principio. Él comparte diez en este artículo y nos da ideas cómo evitarlos.

Todos los que estamos en el ministerio cometemos errores, pero los que recientemente inician están más propensos a ellos. Todo comienzo es difícil y las elecciones que hacemos al iniciar un pastorado pueden resultar en bendición o en traumas que perduran durante años.

Al concluir mi primer período de servicio como pastor asistente, habiendo estado bajo la dirección de uno mayor que yo (y también más sabio), enumeré algunos de los errores que cometí al principio. Estos son los que ahora procuro evitar:

 

1. Permitir que un reducido número de personas absorban gran cantidad de mi tiempo

Siempre entendí que una cita de una hora significaba dedicarle sesenta minutos de mi tiempo, pero no todas las personas de la iglesia lo veían de ese modo.

Hay algunas personas con necesidades genuinas que quieren ser oídas por nosotros, y sin buscarlo absorben